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07_mayo_22_sevilla

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Sábado 7 de mayo de 2022

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Torrestrella (correctamente presentados, mansos, sosos y descastados; pitados 1º y 5º; 4º, devuelto por invalidez manifiesta; 4º-bis, de Garcigrande, con juego).

Diestros:

Manuel Perera. Toma la alternativa. Pinchazo y media estocada baja (saludos); estocada caída, aviso, descabello (saludos).

Morante de la Puebla: pinchazo, media estocada, dos descabello (pitos); estocada caída, aviso, descabello (dos orejas).

El Juli: estocada casi entera caída, descablello (palmas); estocada, descabello (saludos).

Banderilleros que saludaron:

Presidente: José Luque Teruel.

Tiempo: soleado, bochorno al principio.

Entrada: lleno de “No hay billetes”.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Una faena distinta de Morante a un sobrero

Fracaso de los toros de Torrestrella, vaya por delante. Sin fuerza, sin brío en la muleta y sólo El Juli, con su prodigiosa técnica logró hacer una faena imposible, que no tenía, al burraquito 3º. Si no llegan a devolver el 4º y salir el sobrero de Garcigrande nos llevamos un disgusto. El toro fue bueno, con ritmo, fijeza y codicia en la muleta y Morante le enjaretó una faena, jaleada de principio a fin, al ritmo difícil que imponía la res. Magistral en sus tandas nada fáciles de templar y rematar, y el público, arrebatado, le consiguió las dos orejas. La espada estaba caída claramente, lo que debía haber impedido el doble premio, pero no fue óbice ante el entusiasmo general. El toricantano está verde, muy verde. Padilla además de cambiarle su estilo -lo ha hecho tremendista- ha adelantado en exceso su doctorado y en una plaza de tanto compromiso. Casi lo único que vimos de él fue lo que dijo un paisano: “si te apodera Padilla, vas a torear de rodillas”. Y así fue, con capote y muleta.

Lo mejor. La faena de Morante. Tras la estocada caída, el aviso y el descabello, el torero se arrimó, toreó y desorejó al 4º de la tarde. El de La Puebla puso de acuerdo a todo el mundo.

Lo peor. Los toros de Torrestella, que no sirvieron.

Crónicas de la prensa

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Ya pueden ir tapiando la Puerta del Príncipe

Que la tapien sí. Será la mejor manera de enseñar que el toreo y su memoria no es cosa de números, de amontonar orejas o sumar dos más uno. El mítico arco de piedra que se mira en el Guadalquivir dejó hace mucho tiempo de subrayar lo sublime por una sencilla razón: perdió su naturalidad, la espontaneidad de lo irrepetible, el verdadero dictado de aquel público que se echaba al ruedo a aclamar a sus héroes sin llevar calculadora. El conteo de tres trofeos es eso: tres orejas que no siempre pueden subrayar lo excepcional por más que algunos quieran sujetar el entusiasmo a un reglamento que debe servir para otras cosas…

Lo dejamos ahí, porque una vez más toca cantar, contar y glosar una grandiosa obra efímera que ya crece en nuestro recuerdo. El toreo nunca es como fue, sino como algún día lo contaremos a los nuestros en el crepúsculo de nuestra propia vida. Quiera Dios y la vida que este cronista pueda evocar algún día a los suyos que un siete de mayo contempló al mejor Morante en la plaza de la Maestranza hacer el toreo…

El diestro de La Puebla –verde el vestido, las vueltas del capote y hasta la camisa del torear- se había apuntado a los ‘torrestrellas’ dentro de esa política de apertura de encastes y apuesta por ciertos hierros a la que tanto hay que agradecer. Desgraciadamente los toros de don Álvaro Domecq –elegante bajo su sombrero en la barrera del tres- no iban a estar a la altura del acontecimiento. El propio Morante lo había comprobado con el primero, un mulo sin un pase al que salió a torear dispuesto a cortar por lo sano. Si la espada no se hubiera atascado aquello habría durado un suspiro…

Mosqueado a tenor de como iba saliendo la corrida forzó con alguna perrería la devolución del cuarto. Viejo zorro, sabía que en los corrales aguardaba un sobrero de Garcigrande, la ganadería de mejor rendimiento –en espera de la miurada- en el serial abrileño. Ese sustituto hizo cosas de manso desde que salió del chiquero. El matador cigarrero le perdió pasos con el capote y llegó a andar apurado cuando le apretó contra las tablas. A partir de ese momento casi todo parecía sentenciado con el manso cantando su querencia y Morante apostado en la barrera de sombra esperando que su fiel Lili lo trajera del lado opuesto.

Y se puso a torear… Primero por intemporales ayudados por alto y, definitivamente, cuajando una soberbia serie diestra, muy en redondo, que puso a todo el mundo de acuerdo. Si la faena del día anterior había sido un tratado de sutilezas, la de este sábado de fuegos fue un vendaval de intensidad, cada vez más fajado y reunido con el animal mientras el público berreaba en los tendidos. Aquello iba a más, a mucho más, con el manso roto en la muleta del diestro de La Puebla que se subió a la Giralda después de un maravilloso cambio de mano, un puñado de naturales largos como un río y, definitivamente, una tanda diestra que desató la locura. El propio torero, satisfecho de su obra, se dio un paseo con la plaza rota. Pero había más, mucho más mientras quitaba el nudo de la tensión con un molinete de otro tiempo, nuevos naturales, marchosería, torería eterna, yo qué sé… La espada cayó feo pero el presidente Luque Teruel tuvo el sentido, la sensibilidad y la afición de premiar con la segunda oreja aquel recital. La vuelta al ruedo fue un clamor.

Van a permitir al cronista que no se explaye en muchos más detalles de este penúltimo festejo de una Feria de Abril que está a punto de entrar en la historia. Sí hay que subrayar que El Juli se inventó una faena de maestro con el pajuno tercero y no pudo darle ni un pase al marmolillo que hizo quinto. Manuel Perera había aceptado el regalo envenenado de tomar la alternativa en medio de dos colosos. Hay que agradecerle la voluntad de enfrentarse al durísimo ejemplar que hizo primero y que se entregara a tope, portagayola incluida, con el más posible sexto. Le queda un largo camino.

Por Antonio Lorca. El País. Memorable y rotundo Morante

Morante de la Puebla ha firmado una brillante página torera en La Maestranza con una faena de alta intensidad a un toro sobrero de Garcigrande que tras unos titubeos en los primeros tercios embistió con fijeza y codicia en la muleta y permitió que su matador protagonizara una obra emocionante que fue premiada con las dos orejas. Dio la impresión de que el propio Morante no tenía confianza en las condiciones del animal. De hecho, apretó al torero en el capote, cumplió sin alharacas en el caballo -el primer puyazo lo recibió del picador que guardaba la puerta-, se quedó corto en banderillas y en terrenos de sol decidió esperar a su matador.

Pero Morante no estaba por la labor de recorrer la mitad del anillo, y mandó a su subalterno Lili que se lo trajera mientras él, sonriente, esperaba recostado en las tablas. No fue fácil la maniobra de traslado, pero el maestro no se inmutó hasta que lo tuvo a su merced. Y una vez allí, contra todo pronóstico, se hizo presente el misterio. Ese toro malaje se enamoró del engaño rojo y decidió perseguirlo con humillación, fijeza, brío y emotividad. Y el enigma de la casta lo convirtió en un compañero exigente que llamaba a gritos a un torero asentado y poderoso.

Y el artista -Morante- aceptó el reto. Unos ayudados y dos pases de pecho prologaron una labor basada en la firmeza, la disposición, el valor seco, la quietud y la hondura. De la conjunción de toro y torero brotaron, primero, muletazos con la mano derecha de enorme verdad; aguantaba Morante el ímpetu de su oponente con las zapatillas firmes y la muleta tersa, bien colocado, templando la impetuosa embestida. Un primoroso cambio de manos dio paso a dos tandas de naturales -el palillo de la muleta siempre sujetado por el centro-, hondos, emotivos, hermosos y muy bien abrochados con el de pecho. Aún hubo una tanda de auténticos redondos, un garboso molinete y algún natural de regalo. La plaza, huelga decirlo, vivió unos instantes de absoluto arrebato por la disposición, el poderío y el dominio expresado por el artista.

Ese no era un toro bobalicón; era encastado y combativo que exigía un despliegue de valor, técnica y oficio. Y el artífice fue Morante. Montó la espada y cayó baja, pero esa imperfección no impidió que el presidente sacara los dos pañuelos y el ídolo sevillano sonriera a una concurrencia embelesada. El fogonazo sucedió con un sobrero de Garcigrande, porque la corrida de Torrestrella fue decepcionante en grado sumo, y solo la solvencia magistral de El Juli y el arrojo juvenil del toricantano Perera ocultaron en parte los muchos defectos de los toros.

Sin atisbo de clase, ni de entrega ni fijeza tenía el primero de El Juli, pero este le explicó con paciencia y suavidad lo que es embestir; y el animal, qué noble era, aceptó la sapiencia de su compañero. Así, la plaza asistió a una clase de un maestro de la técnica y quedó sorprendida por el conocimiento demostrado. Apagado y asfixiado fue su segundo, del mismo tenor que el primero de Morante.

Pero abrió plaza Manuel Perera, un chaval con cara de asustado ante dos figuras, que tomó la alternativa y se mostró dispuesto a no ser el convidado de piedra. Le gusta torear de rodillas y de tal modo recibió de capote al de la alternativa, y volvió a adoptar la misma postura en el inicio de la faena de muleta; de rodillas en la puerta de chiqueros esperó al sexto y tuvo que echar cuerpo a tierra ante la mirada de pocos amigos del animal, y otra vez comenzó de hinojos el tercio final.

Quería demostrar, y lo consiguió, que su poca experiencia podía suplirla con arrojo y pundonor. Muy deslucido fue el toro de la ceremonia, pero lo veroniqueó con soltura, no le perdió la cara, ni rehuyó la pelea, y no permitió que el animal se le subiera a las barbas. Descastado y sin celo fue el que cerró el festejo, y Perera consiguió que sonara la música a base de un valor a veces embarullado, pero siempre verdadero de quien quiere atraer la atención de un público que tenía la cabeza en un veterano.

Morante se marchó a pie con la sonrisa en los labios; satisfecho parecía El Juli, que brindó su segundo toro al ganadero de la tarde, Álvaro Domecq, y con cara de circunstancias el joven Perera. Evidentemente, quería más, pero la tarde de su alternativa será recordada por la gran faena de su padrino.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. Morante nos hizo soñar el toreo

Tras el temporal del viernes llegó una sabatina rica en sevillanía y en buen gusto. Nuevamente se abarrotaba el primer templo del toreo, pero la zafiedad del día anterior ni apareció ni nadie debió echarla en falta. Y fue una corrida con su intrahistoria, ya que el envío de Torrestrella llegó por expresa petición de Morante. Y para no quedarse solo en la aventura, embarcó en ella al Juli, el torero que mata la camada de Garcigrande. Y fue a darse la circunstancia de que el toro cuarto se derrumbó y fue devuelto a los corrales para ser sustituido por Ballestero, un toro cinqueño de Garcigrande. Y le tocó a Morante mientras que El Juli se zampaba todo el lote de Álvaro Domecq.

Y fue en este toro donde el orfebre cigarrero iba a desgranar lo mejor de su tauromaquia. Para el recuerdo quedará la faena de Morante a un toro muy serio plantando cara y exigiendo mucho al que se le pusiera delante. Tras una lidia muy laboriosa en la que Lili se ganó bien el jornal, Morante empezó sobando al toro muy decidido para erguir la figura y hacer el toreo soñado. Y la plaza rompió al tercer muletazo para no dejar de vitorearle. Como rompió a tocar esa banda que tan cicatera fue alguna vez con el de La Puebla. No se puede torear mejor ni sin toro, ni siquiera de salón se puede torear con la estética, la naturalidad y la despaciosidad de este torero. Y aquel toro que tanto exigió en los primeros tercios acabó siendo un colaborador incondicional del matador. Cartel de toros tras cartel de toros, un espadazo le dio a Morante las dos orejas de este Ballestero que ya fue sobrero cuando la corrida de Garcigrande del pasado miércoles. Anteriormente con su primero, Morante tiró por la calle de enmedio para demorarse con el descabello, por lo que le dieron un aviso. Y cuando parecía que la Feria se le iba sin traca final salió ese toro de Garcigrande que demostró el porqué hay ganaderías más solicitadas que otras.

La tarde se abrió con la alternativa del animoso Manuel Perera, que de novillero ya tocó pelo en este mismo sitio. El joven extremeño no se dejó nada en el hotel y como el que da lo que tiene no está obligado a más, Sevilla lo arropó desde que salió y hasta quiso conseguirle una oreja que no pudo ser por la tardanza en morir del sexto. Con éste hasta se fue a portagayola para jugársela en un atropellado afarolado. Muy animoso toda la tarde, el éxito le pudo llegar en el sexto, con el público de la Maestranza llevándolo en volandas al triunfo. No pudo ser, pero el muchacho salió con bien del estado de nervios que siempre produce la tarde de la alternativa.

…y El Juli. Nueva Feria que deja el madrileño para lo mejor que guarda la memoria. Tres tardes triunfales en la que sólo en ésta no tocó pelo. Enciclopédico en su primero y comprometido al máximo en el quinto, Julián volvió a encandilar a la Maestranza, que lo trata como a uno de los suyos. No en vano, las siete puertas del Príncipe no le han tocado en una tómbola, sino que las fue conquistando a sangre y torería desde aquella primera en que acabó en la enfermería y la del miércoles. Pero como eso es agua pasada, centrémonos en cómo estuvo Julián con esta corrida de Torrestrella en la que se anunció en un gesto de decir que puede con lo que le echen. En su primero fue enseñándole a embestir desde que salió, bajándole mucho las manos con el capote y Granaíno fue entrando en la canasta hasta que dijo basta. Y es que la corrida no sacó mala clase, pero sí mostró una falta de fondo indudable. En este toro, Julián mostró una vez más cómo se las avía para que sus toros parezcan mejores de lo que en realidad son. Pudo cortarle la oreja a este toro, pero tardó en doblar y todo quedó en petición. En el quinto, tras la sinfonía de Morante, Julián quiso empatar el partido y hasta creyó que podría lograrlo en su brindis a Álvaro Domecq, pero todo fue una falsa ilusión, el toro dijo hasta aquí hemos llegado y se paró para siempre. Y así vimos la corrida de este sábado 7 de mayo de 2022 en el que Morante nos hizo soñar el toreo.

Por Andrés Amorós. ABC. Sevilla enronquece con Morante

Delante de nosotros, el cuarto toro, un encastado sobrero de Garcigrande, no paraba de embestir, se comía la muleta. Enfrente, impávido, vestido de verde y azabache, José Antonio Morante de la Puebla ligaba muletazos clásicos, atemperando la furia del animal, dejando que los pitones le pasaran rozando, muy cerca, alargando y profundizando la embestida y añadiendo el privilegio de la estética: un espectáculo extraordinario. A mi lado, he visto a profesionales de pie, rugiendo, con la voz quebrada. Sevilla entera enronquecía con la emoción.

Con un toro bravo, ha llegado, ¡por fin!, lo que tanto estábamos esperando: Morante se había roto por completo y la Plaza entera se había roto con él. Todos éramos conscientes de estar presenciando algo inolvidable, la unión de técnica, valor y belleza. Un ganadero resumía a mi lado: «El arte completo del toreo». No le faltaba razón. Otro se preguntaba: «¿Mejor que la faena de San Miguel?» Y casi se le echaban encima varios: «Quizá menos perfecta pero de más mérito y más emocionante, porque este toro transmitía más». ¿Algún pero? No había habido toreo de capote, es cierto.

Devuelto por flojo el burraco de Torrestrella, el sobrero de Garcigrande había apretado fuerte al diestro casi contra las tablas. Embestía con furia pero colocaba bien la cabeza. Aguantaba con mérito Trujillo los derrotes. Cuando el animal pareció flaquear, sonó la voz de un gracioso: «Se te va a caer». Y Morante, delante del toro, sacó la ironía: «¡Ojalá!» No fue hacia el toro, hizo que se lo trajeran los peones; algunos se impacientaban, casi nadie daba nada por la faena.

Comenzó con ayudados a dos manos, ahormando la embestida del toro. Inesperadamente, soltó la mano izquierda y brotó un natural que dejó a la gente con la boca abierta. A partir de ahí, una sinfonía ininterrumpida de muletazos ligados, a cuál más hermoso. Un maravilloso cambio de mano provocó el éxtasis colectivo. El diestro, serio, sin triunfalismo, se salió de la suerte con torería: ¡ahí queda eso! Y ahí quedó, para el recuerdo. Luego, entró a matar con decisión pero la estocada quedó algo desprendida, tardó en caer, sonó un aviso. Morante ordenó a la cuadrilla que se retirara lejos, como homenaje al animal, que tuvo la muerte solemne de los toros bravos. El presidente concedió las dos orejas: me da igual que no hubiera dado ninguna, o el rabo. Queda, para el recuerdo, una faena histórica.

Hay que volver atrás. Ante todo, al gesto de Morante. En su cuarto paseíllo de esta Feria, al cumplir los veinticinco años de alternativa, se había apuntado a la ganadería de Torrestrella, con justa fama de encastada, que suelen rehuir las figuras. Le acompañaba El Juli, feliz tras abrir por séptima vez la Puerta del Príncipe, y un joven que tomaba la alternativa, Manuel Perera. Los toros de Álvaro Domecq, de bella estampa, no dieron buen juego, salvo el bravo sexto.

Al joven toricantano lo apodera Juan José Padilla. En Las Ventas sufrió una gravísima cornada: no ha menguado su valor, que roza a veces la temeridad. Ha toreado bastante en España y en América, pero íbamos a la Plaza con la duda de si estaba suficientemente preparado para dar ese salto. No era una duda absurda.

Recibió al primero de rodillas, para torear por verónicas, antes de comprobar si necesitaba o no otra lidia. También inició la faena de muleta de rodillas. El toro, algo brusco, le planteó no pocas dificultades. Mató regular y saludó los cariñosos aplausos.

En el último, que acabó siendo el de mejor juego, se fue de rodillas a porta gayola, el toro se paró delante de él y pasamos momentos de verdadera angustia. Le aplaudieron luego las chicuelinas, andando, para llevarlo al caballo. También inició la faena de rodillas (parece ser su arma favorita), abusó de los muletazos invertidos y mató con decisión. Lo positivo: demostró claramente que quiere ser torero. Le falta mucho trecho por recorrer.

Me sorprendió que al tercero, un bonito burraco, le llamaron 'Granadino', como el que hirió mortalmente a Ignacio Sánchez Mejías. Salió embistiendo con las manos por delante. Lo atemperó un poco el picador Barroso. Con este toro, El Juli volvió a demostrar su enorme capacidad técnica y su raza, eso que se tiene o no se tiene. Le fue alargando las cortas embestidas, mandando mucho, pero con suavidad, sin retorcimientos. Una oportuna voz del tendido le llamó «Don Julián»: se lo estaba mereciendo. Mató con decisión pero la estocada quedó trasera (con su forma de entrar, es lo habitual). Hubo petición de oreja, no concedida, y saludos. ¿Por que no dió la vuelta al ruedo? Lo había merecido y, hace años, le hubieran obligado a darla. (Ahora por desgracia, ese premio casi ha desaparecido).

Al salir el quinto, estábamos todos exhaustos, como vacíos, después de lo que había hecho Morante. Brindó El Juli con palabras cariñosas a Álvaro Domecq, el ganadero. Estuvo firme con un toro que protestaba y que se paró del todo. No había más que hacer. Pero, para mí, sale muy reforzado de esta Feria, donde ha dado su mejor versión de los últimos años.

El segundo toro no servía, era incierto, flaqueaba, se quedaba corto por los dos lados. Morante no se dio coba: salió ya con la espada de matar, le quitó las moscas con la muleta y se lo quitó de delante entrando a matar desconfiado. La bronca fue la que siempre escuchaban las figuras, en estos casos. Pero quedaba otro toro…

Al concluir la lidia del cuarto, recibí un mensaje de un gran aficionado, desde Barcelona: «Hacía tiempo que no me emocionaba tanto». Tenía razón. En contra de lo que suelo, lo he narrado todo usando el pretérito, como si ya lo estuviera recordando, paladeando. Ahora mismo, Morante ya no es sólo un torero artista, como algunos creen, sino un lidiador completo. Hemos salido de esta bellísima Plaza con la conciencia de haber vivido una tarde histórica. Ya lo dijo el muy sagaz Marcial Lalanda: «No hay nada que se pueda comparar a la emoción que surge cuando coinciden un toro bravo y un torero clásico».

Por Patricia Navarro. La Razón. Morante pone el toreo y a Sevilla en su sitio: descomunal faena

No tenía pinta. Ni un poco. Cuando Morante esperaba apoyado sobre las tablas a que Lili le cerrase al cuarto toro, de la ganadería de Garcigrande y sobrero, poco hacía presagiar lo que vendría después. Pitos había escuchado con el primero de su lote, después de una de esas faenas marca de la casa en la que sale ya con el acero de matar montando la muleta y la brevedad marca sus tiempos. Ese Morante que casi habíamos olvidado. El sobrero del hierro salmantino apretó una barbaridad de salida y no lo dejó estirarse a la verónica. Ni una sola vez esa conversión de cuando lo humano alcanza lo divino. Pasaje estrella. Lo descomunal vino después. Las palabras mayores. La faena para la historia de paladares exquisitos, porque olvídense, no fue una faena bonita, ni ligada ni pinturera ni nada de eso.

Para llegar al lugar que habitó Morante hay que tener mucho trecho recorrido, un buen puñado de broncas a las espaldas y unas condiciones fuera de lo común. El toro era fiero, humillaba mucho, repetía más y escarbaba entre tanto y tanto. No era nada fácil estar ahí, pero lo que era casi imposible era torearlo como lo hizo José Antonio Morante de la La Puebla. Absolutamente delicioso. No se olvida. Por acontecimientos como estos la afición no se pierde. Tuvo la virtud de humillar el Garcigrande y de trasladar esa importancia que tenía en su embestida, ahí ocurrían cosas relevantes. Morante, nada más abrirse con él, comenzó a torear. No hubo preámbulos, tragó una barbaridad sin darse importancia porque en medio lo único que cabía era el toreo. Sólido, bello, puro, auténtico, descolgado el toro, temperamental en el engaño para no dejar de perseguirlo, Morante le ligó la tanda sin perder ni un solo paso, la estructura, todo lo que ocurría era impresionante. La perfecta imperfección de un momento único que no queríamos agotar. Los pases se cosían unos a otros, fogonazos, arrebujado con el animal, en su toreo no hay líneas para fuera, la vida fluye, el toreo es él. No hay que impostarlo. Se pasaba al animal por la barriga, el medio pecho, con la bamba y los vuelos, la armonía rizaba un rizo que no quería acabar, una sinfonía perfecta que parecía imposible mejorar. Al natural hubo belleza máxima. La muleta cogida por el medio del palillo. El pecho al toro, medio, aguardar la embestida, recogerla para entregarse con ella y sin tiempo para soltarlo atracarse de toro otra vez. Nos vació Morante de la vulgaridad de otras tardes y entonces ya, como quiso, cuando le dio la gana, se tiró a matar. Los dos trofeos, la vuelta al ruedo eran el retrato de lo que habíamos vivido. Morante había puesto al toreo y a la propia Sevilla en su sitio con una faena descomunal.

Decepcionó la corrida de Torrestrella sin ningún fondo. Lo sufrió Manuel Perera con el toro de su alternativa, que fue muy complicado y cumplió. Bajo de raza el sexto con el que mostró voluntad.

Se templó El Juli con el tercero, noble y a menos en una faena de mucho oficio que gustó. Poco pudo hacer con un sexto de escaso poder y transmisión. La tarde había sido devorada por un señor venido de la Puebla, que nos caló hasta los huesos.

Por Toromedia. Gran faena de Morante, que corta dos orejas al último toro de su feria

El primer toro de Morante de la Puebla no le dejó lucir a la verónica al embestir con brusquedad de salida. Fue seriamente castigado en el caballo pero no descolgó. Morante lo probó por los dos lados, comprobando que no ofrecía ninguna posibilidad. Abrevió para enfado del público. Para colmo falló con el acero.

El cuarto fue devuelto y en su lugar salió un sobrero de Garcigrande que se lo puso difícil a Morante en el capote por su codicia. Recibió el primer puyazo en el picador que hacía puerta y el segundo fue contundente. El toro fue difícil en la brega y en banderillas. Mantuvo su codicia en el inicio de faena por ayudados por alto, en el que el de Garcigrande se revolvía. La primera serie cambió las tornas y bastó para hacer sonar la música. La segunda fue de mano baja, sometedora, poderosa y estética, rematada con un precioso y profundo cambio de mano. Al natural logró los mejores muletazos, largos y templados. Pero quedaba una serie cumbre con la derecha, ligada y desgarrada, que puso la plaza en pie. Y una más al natural que tuvo uno interminable como culminación de una obra extraordinaria. Mató de estocada de la que tardó en morir el toro. Se pidieron las dos orejas que el presidente concedió.

El Juli toreó con mando al tercero a la verónica y remató con media bajando las manos. Hizo un buen quite por chicuelinas abrochado con buena media. En la muleta perdió varias veces las manos el de Torrestrella y Juli aplicó temple y suavidad en las primeras series. Mucho mérito tuvo la segunda al natural en la que el toro se venía andando y Juli aguantó. La faena rompió en la siguiente serie con la derecha, que tuvo mucho mando. Muy por encima del toro, Julián volvió a mostrar su magisterio para sacar todo el partido al 'torrestrella'. La estocada quedó trasera y tuvo que descabellar. Ovación tras petición.

El Juli brindó a Álvaro Domecq la faena al quinto, un toro que llegó muy aplomado a la muleta y que se defendió en los intentos del torero por ambos pitones. Lo intentó Julián pero sin tener colaboración en este último toro de su feria.

Manuel Perera recibió al primero de la tarde con las dos rodillas en tierra y después, ya de pie, toreó a la verónica de forma vibrante. Después de tomar la alternativa de manos de Morante, brindó al público y comenzó la faena de rodillas. El toro pedía mucho dominio y se metía peligrosamente por los dos pitones. Difícil papeleta para el toricantano, que puso empeño pero poco pudo hacer con un animal tan complejo. Ovación.

Al sexto lo recibió a portagayola no sin apuros. Después lo toreó bullidor a la verónica. Lució también en un galleo por chicuelinas con el que llevó el toro al caballo. Comenzó la faena con las dos rodillas en tierra ligando una primera serie. Cambió a la zurda y sufrió una colada tremenda. A partir de ahí el toro se desinfló y Perera se esforzó por hacerlo andar, logrando ligar un par de series que crearon ambiente. Sonó la música y siguió apurando embestidas y hasta prolongó más de lo debido. Mató de estocada pero el toro tardó en caer y tuvo que descabellar. Hubo petición de oreja que no fue suficiente.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

07_mayo_22_sevilla.txt · Última modificación: 2022/05/19 11:11 por paco