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PLAZA DE TOROS DE PAMPLONA

martes, 9 de julio de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de José Escolar Bien presentados y desiguales de juego. 1º y 5º, complicados, a peor; 2º, 3º y 6º, nobles y manejables. Deslucido el 4º.

Diestros:

Fernando Robleño silenciado en su lote.

Javier Castaño oreja y silencio.

Pepe Moral ovación en ambos

Tiempo: agradable

Entrada: lleno

Video: https://twitter.com/i/status/1148674668871737344

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Escolar, una mirada penetrante

De entrada, el nombre de José Escolar impone respeto; después, salen los toros y se comprende que hay razón para ello. De preciosa estampa, cárdena capa, abiertos de pitones, sobresale en todos ellos su mirada fija y penetrante, de esas que no sabes si el animal está sorprendido ante el traje de luces, escanea al torero o estudia el modo de lanzarlo por los aires. Serios todos ellos, listos, pendientes del vuelo de una mosca, peligrosos cuando expresan dificultad, y sosos en su nobleza.

De todos los toreros, el único que de verdad triunfó fue el banderillero portugués Joao Ferreira, a las órdenes de Javier Castaño, que clavó sobresalientes pares en los dos toros, —asomándose al balcón de muy astifinos cuernos—, por los que tuvo que saludar entre los vítores de los tendidos. No es demérito para los matadores, pero así sucedió.

Fernando Robleño tuvo que echar mano de su veteranía para solventar su compromiso. El primer toro tenía la cara de un señor con toda la barba, tan circunspecto él que las peñas guardaron un espectacular silencio durante la lidia a ver qué pasaba; porque su comportamiento —el del toro— fue áspero, dificultoso y peligroso en exceso. Un toro, en suma, para hacer sufrir a su lidiador; en este caso un avezado diestro, con sobrado oficio y el conocimiento suficiente para salir indemne de tan comprometido lance. Robleño lo analizó, comprobó el corto viaje del toro, su escasa entrega, su orientación creciente y su aspereza, e hizo bien en pasaportalo con rapidez antes de acabar él en la enfermería. Grandón era el cuarto, pero sin fijeza, sin entrega, con mucha desgana.

Una oreja cortó Javier Castaño, herido en esta plaza el pasado año por un toro de este mismo hierro y que, desde entonces, sufre en sus carnes el olvido de las empresas. Serio, también, el segundo de la tarde, ante el que Castaño demostró que el alejamiento de las plazas pasa factura. Embistió y repitió el animal con nobleza en la muleta, si bien con escasa calidad, pero el torero lo muleteó sin gracia y vulgaridad. Pero mató de una estocada de efectos fulminantes y le concedieron una inexplicable y cariñosa oreja. Muy peligroso el quinto, tanto que el torero se salvó de milagro.

Pepe Moral, por su parte, dejó claro, otra vez, que es un torero con un fondo extraordinario, pero que no atraviesa el mejor momento. Precioso fue el quite por ajustadas chicuelinas en el primer toro de Castaño, y de categoría las tres verónicas y la media con las que recibió al tercero. Se esperaba, por tanto, una labor de muleta a la altura de su alto concepto y ante un toro que embistió con nobleza. No pudo ser. Hubo un largo pase de pecho, un detalle con la mano derecha, pero poco, muy poco, para lo que el toro merecía. A Moral le faltó compromiso y decisión para destapar su tarro, que contiene esencia. Pero si mata a la primera pasea con seguridad un trofeo. Lo mismo le pudo ocurrir ante el sexto, noble y soso, al que le robó una tanda de muy templados derechazos. Es decir, que pudo cortar dos orejas y salir a hombros —no hubiera sido justo—, y no paseó ninguna y salió andando.

La Razón

Por Patricia Navarro. Explosión en banderillas en el trofeo de Castaño

Con “El Rey”, la charanga, San Fermín en plenitud y su inmensidad parece que todo pasa desapercibido entre el jaleo constante, ante la falta de silencios, que no existen porque Sanfermín es fiesta, a secas y cada uno se reinventa como quiere. Pero no es cierto. Pamplona se paró en seco con Joao Ferreira. Lo hizo en el primer par. Segundo toro de José Escolar. Castaño su matador. En ese par de poder a poder se dejó llegar al toro hasta el infinito y más allá y entonces allí clavó con una belleza extrema. Un fogonazo de torería y exposición recorrió la piel de toro de Pamplona que es eterna. Y vino Fernando Sánchez para deleitarnos y regresó Joao para asustarnos, para no asustarse, para jugarse la barriga, y más. Para dar la vida a ojos de todos y poner a Pamplona de acuerdo. Tremendo par, por expuesto y cargado de verdad. En estos momentos, tan puros, los tres años, inolvidables de la muerte de Víctor Barrio vienen a la memoria con más fuerza. Hay cosas que no se olvidan, a todos nos pertenecen de alguna manera. El toro llegó a la muleta con temple y buen ritmo, aunque la transmisión justa. La faena transcurrió con oficio, pero lo mató a la primera y cortó una oreja. Soberbia de nuevo la cuadrilla en el cuarto, con un Escolar de apabullantes pitones por interminables y abiertos de camino al infinito. Lo malo vino después. El señor toro fue peligroso y orientado y con ese porte era una película de miedo por momentos, menos mal que le mató con prontitud, a la primera, habilidoso y descansamos todos.

“Buenacara I” lo llevaba en el nombre y en la verdad. Dos velas portaba el animalito con descaro. A plenitud. Se multiplicaban como el pan y los peces por las dificultades, porque el toro tuvo mejores comienzos que finales, porque al de José Escolar no le faltó casta, pero sí entrega. Y se revolvió rápido, raudo, como si se las supiera todas y así el toreo era difícil. Una montaña inalcanzable en la muleta de Fernando Robleño que quiso, lo intentó y se fue a por la espada con las cuentas saldadas. No se quedaba corto de presencia el cuarto, bárbaro, iba y venía en la muleta sin humillar jamás de los jamases y así al principio lo medio pasó por ahí, pero no tardó el toro en desarrollar y ponerse la cosa fea. Le metió la mano a la primera, que eso era más o menos un milagro.

Suavón fue el tercero, embestía al paso y eso tenía el desafío del primer envite, del primer tiempo, pero lo tragaba y con buen ritmo. Pepe Moral lo supo y le hizo una faena sin prisas y de buenas trazas. Cerraba la tarde de Escolar, antes de que los toros de Jandilla vengan a visitarnos a eso de las ocho de la mañana con todas sus incertidumbres a cuestas a lo largo de los 875 metros de recorrido. Iba y venía el sexto sin más aspiraciones. Hizo faena Moral en una labor de tomar confianza primero y sobarlo después, pero sin acabar de conectar a pesar de que se alargó. Pamplona es de fácil dispersión. Acaba la corrida y se descuentan las horas.

ABC

Por Andrés Amorós. Oreja a Javier Castaño con muy serios toros de Escolar en los Sanfermines

Pasó el diluvio, volvemos a la normalidad. Con los albaserradas de José Escolar, cárdenos, abiertos de pitones, llega uno de los platos fuertes. Los tres diestros que se ponen delante de «esto» merecen un indudable respeto; más, si han toreado poco, este año.

El encierro ha sido el más rápido, por ahora: 2 minutos, 13 segundos. No ha habido heridas por asta de toro pero sí dos contusionados (un británico y un norteamericano). Por la tarde, los muy serios toros dan un juego desigual: complicados, primero, cuarto y quinto; nobles, segundo, tercero y sexto.

Después de siete años, vuelve a Pamplona Fernando Robleño. La tarde de la lluvia, citaba yo la frase de José María Marco: «A mal tiempo, buena cara». Así se llama el primero de esta tarde: «Buenacara» empuja en el caballo; vuelve rápido, desarrolla sentido, en la muleta. Fernando resuelve la papeleta con solvencia. Mata a la segunda. El cuarto, muy serio, largo y alto, supera los 600 kilos, se asoma por encima del burladero; derriba al caballo pero no se entrega ni humilla. Los pitones asoman a la altura de la cabeza del diestro, que no se amilana, «traga» mucho, pero el toro se desentiende. Aprovechando el viaje, mete el brazo entre esas dos «perchas». Le ha tocado el peor lote y lo ha resuelto con dignidad: no cabía más.

Ésta es, me parece, una de las primeras corridas de Javier Castaño, esta temporada. Empezar con los de Escolar, en San Fermín, «tiene tela». Acierta Pamplona acordándose de él: lo merece por su clasicismo y la superación de dificultades. En el segundo, muy abierto de cuerna, pica bien Pedro Iturralde; con los palos, Joao Ferreira pone al público en pie, cuadrando en la misma cara y mostrando unas facultades excepcionales, al saltar la barrera. Brinda al gran Miguel Indurain. Muletea Castaño con suavidad y conocimiento a un toro que resulta manejable. Sin acordarse de que aquí, el año pasado, una res de esta misma ganadería le hirió gravemente, al entrar a matar, logra una gran estocada, de efecto espectacular, que le hace ganar la oreja. Lidia con facilidad al quinto, que se queda corto, tobillero. Vuelven a saludar, en banderillas, Joao Ferreira y Fernando Sánchez, con dos estilos muy diferentes pero magníficos, los dos. En la muleta, el toro hace hilo, se le viene al pecho: es una «prenda», como el primero. Bastante hace Castaño al no perder los papeles y matarlo a la primera.

Es evidente que Pepe Moral torea bien pero, en San Isidro, no ha demostrado hallarse en el mejor momento; sobre todo, con la espada. Lancea con gusto al tercero, de salida espectacular; conduce con temple y clasicismo las nobles embestidas, un poco sosas. A la hora de matar, vuelven las dudas y pincha, antes de media estocada. Al sexto le pegan fuerte, en varas. Moral intenta alargar las embestidas con derechazos suaves, que el toro acepta. Acierta con la espada a la segunda.

Abiertos de pitones

Una corrida muy seria, encastada; toros abiertos de pitones (de punta a punta, a algunos no les falta mucho para un metro). Robleño no ha tenido opción alguna. Moral intenta volver al buen camino; debe mejorar, con la espada. Sobreponiéndose a todas las circunstancias, incluido el parón por una grave enfermedad, Javier Castaño se ha mostrado como un excelente profesional, ha cortado un trofeo de mucho mérito. Su estocada ha conjugado valor y conocimiento. Dentro de los hombres de plata, Joao Texeira y Fernando Sánchez han tenido una actuación extraordinaria: un aliciente más para contratar a este torero, que siempre se ha preocupado de dar espectáculo, con una gran cuadrilla.

Después del diluvio, Noé lanzó una paloma, que volvió con una ramita de olivo en el pico, como símbolo de nueva esperanza, porque la cólera de Dios ya se había apaciguado. La oreja de esta tarde debiera significar esa ramita de olivo, después de haber soportado varios «diluvios» –en el ruedo y en la salud– para el buen profesional que es Javier Castaño.

09_julio_19_pamplona.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)