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PLAZA DE TOROS DE PAMPLONA

Martes, 10 de julio de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fuente Ymbro (bien presentados, mansos, nobles e inválidos para la lidia).

Diestros:

Sebastián Castella de grana y oro. Pinchazo y estocada muy trasera. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada (oreja).

Miguel Ángel Perera de azul soraya y oro. Estocada baja casi entera (silencio). En el quinto, media estocada baja. Aviso (saludos).

López Simón de azul pavo y oro. Pinchazo, pinchazo bajo y media estocada atravesada (silencio). En el sexto, estocada (oreja y petición).

Tiempo: bueno

Entrada: lleno

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus/multimedia/20187/10/20180710214008_1531252055_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Pamplona, bajo mínimos

La madurez, la firmeza y el buen momento que vive Miguel Ángel Perera, expresado en la contundente faena de muleta al quinto toro de la tarde no puede ocultar que la feria del toro está bajo mínimos, produce sonrojo a cualquier aficionado nada exigente y aventura un horizonte desesperanzador.

Y no porque los toros de Fuente Ymbro, esos atletas que deslumbraron por la mañana en un rapidísimo encierro, presentaran horas más tarde un semblante borrachuzo y una achacosa e inválida fortaleza física; esa es una contingencia que puede suceder en las mejores familias.

El problema es la afición que casi llena el coso todas las tardes. Da igual el ruidoso sol que la silenciosa y elegante sombra. Ambos han convertido a Pamplona en una plaza de pueblo, en abierta contradicción con el supuesto prestigio del ciclo ferial.

Y la presidencia es para echarse las manos a la cabeza. Y no porque la ostenten los miembros de la corporación municipal, sino por la arbitrariedad de sus decisiones. La presidenta de ayer no devolvió al inválido y cegato tercer toro cuando sus deficiencias eran evidentes y las protestas mayoritarias, y se hizo un lío con los pañuelos en la concesión de trofeo a López Simón, de modo que sacó dos veces el blanco y señaló con el dedo que solo había concedido una oreja. En fin…

Pero más grave es lo que sucede en los tendidos. Le concedieron una oreja a Castella después de una labor pesada, soporífera, aburridísima e interminable -sonó el primer aviso antes de montar la espada-, coronada por el acierto a la hora de matar, que parece que es lo único que importa aquí. Hasta la banda de música rompió a tocar en la séptima tanda para aliviar en lo posible la dormidera general.

Y otra paseó en el sexto López Simón, y hasta él mismo creyó que habían sido dos por el despiste presidencial. No hubiera sido extraño, no obstante, que le abrieran la puerta grande, pero méritos no hizo para ningún trofeo. Sufrió una fea voltereta de la que salió dolorido e ileso y la pasión aplaudidora se desató en el tendido. El torero entendió el mensaje, se dio un arrimón junto a las tablas, mató de una estocada y oreja al esportón.

La corrida de Fuente Ymbro fue un completo desengaño; seria por delante y de respetable trapío, pero vacía de contenido. Mansa en los caballos, sin fuerzas en las entrañas, sosa, noble y descastada, y solo el quinto permitió que Perera volviera a mostrar que está en un momento dulce de su carrera. Aprovechó la movilidad del toro, su humillación y embestida larga para embeberlo en la muleta en tandas de redondos que fueron toda una bocanada de aire fresco en tarde anodina. Mató mal -también al manso y deslucido segundo- y con una ovación le agradecieron los servicios prestados.

Castella, por su parte, se empeñó en aburrir y lo consiguió de largo. No encontró la manera de acabar una labor desordenada y sin fuste ante el blando primero ni ante el soso cuarto. Encima, le dieron una oreja. Conclusión: él pensará que tenía razón.

Y López Simón se defendió del problema de vista del tercero y, dicho queda, la voltereta del sexto se le volvió triunfo. Pamplona, bajo mínimos…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna.

Las balas de Fuente Ymbro volvieron a fulminar su récord en el encierro. En la misma fecha de 2017, el mismo fiasco vespertino. Las balas se quedaron de nuevo sin pólvora por la tarde. Una cosa. FY en la cuerda floja otra vez, pendiente de la clemencia de la Casa de Misericordia.

Hechizo deslumbró por su porte en cuanto apareció en la plaza. Un cuerpo portentoso. Como su morrillo de pelota de basket. Montado, cuajado, descarado y musculado. Músculos de culturista. Sin el poder de la fuerza. Ya se apreció sutilmente cuando Sebastián Castella lo paró. Como no se empleó en los capotes, para el vulgo pasó desapercibida la carencia. La inercia de las fugas la tapaba. Su buena intención no contó con la potencia para su desarrollo. Castella se encontró con un toro claudicante en cuanto tuvo que humillar de verdad. Punteaba de pura impotencia. Una ecuación de alturas y templanzas de difícil solución. A pesar de todo, una faena larga en la búsqueda del equilibrio.

El modo de puntear de Pijotero respondía a distintos motivos. Feo estilo. La unión con el anterior fuenteymbro sólo en la testa. Menos cuajado el cuerpo No habitaba la bravura en su interior. Tan marcadas las querencias desde su salida. Barbeaba tablas, se escupía y volvía al revés. Miguel Ángel Perera se estrelló con su remiso comportamiento. La cara entre las manos. El ataque del manso mal andado, frenado y a la defensiva. Imposible.

El deslucimiento siguió con el tercero. O peor. El aparato de su cabeza como las catenarias del Metro. Pero sin cables donde agarrarse. A su paupérrima fortaleza se sumaba un problema más grave: su vista reparada. Miraba a ojo cambiado y se venía cruzado. Incendió el cabreo su blandura. De su estrabismo, la gente no se enteraba. López Simón, sí. Desde que lo recogió. Y por ello no se entendió el brindis al personal. No había causa. La dificultad de la visión se extendió hasta la hora final. De lado emprendía el toro el camino de la muerte.

El melocotón de la merienda, el fuenteymbro de piel amelocotonada, digo, aportó más debilidad. Trémula su hermosa fachada. Una nobleza mortecina. La humillación sostenida con alfileres. La suavidad fue el pulso de Sebastián Castella. Para alargar más allá de donde la embestida quería o podía. No transmitía aquello nada. La peña y las peñas a su bola. Al bebercio y a la zampa. El pasodoble arrancó en el último tramo de la kilométrica labor. Despabiló Castella a la plaza entera con un espadazo. Y, de pronto y sorprendentemente, la petición. Y la oreja.

Ante el recortado, bajo y armado quinto, Miguel Ángel Perera enseñó su poderío. Otro de Gallardo con la cara entre las pezuñas pero que cuando arrancaba lo hacía con otra vida, otro brío. La raza hasta el momento ausente. Por abajo, MAP no le quitaba la muleta y ligaba macizas series de redondos. El gobierno y el mando exigentes para que el fuenteymbro no parara. Haciendo ver un toro mejor desde la ligazón y el aplomado asiento. Hasta el parón tan de la casa. La espada viajó, sin embargo, de nuevo a los blandos. Y fulminó la posibilidad de un éxito real. De verdaderas líneas argumentales. Sin trofeo, Perera triunfó en el sentir del aficionado.

Un volteretón sacudió a Simón. Por fortuna incruento. Al cuerpo se le fue el último toro. Que del choque brutal, salió asustado. Rajado y con el casco de la pezuña -que se lesionó en el prólogo de faena- definitivamente perdido. Simón lo acorraló en tablas, se arrimó y, como lo mató de una estocada, le entregaron una oreja. Incluso se pidió la segunda. Sin un solo muletazo, es mérito mayor…

ABC

Por Andrés Amorós. gran trapío sin fuerza

Avanza la Feria y comienzan a aparecer las figuras. Los toros de Fuente Ymbro protagonizan un encierro limpio y rápido, en tiempo récord: abiertos de cuerna, de gran trapío, pero pocas fuerzas y pobre resultado. Castella logra un benévolo trofeo por una estocada; López Simón, otro, por la emoción de una voltereta.

Castella destaca por su estatismo vertical pero resulta algo previsible. El primero, muy serio, enmorrillado, asoma la cabeza por encima de las tablas, flaquea. El largo trasteo es firme, correcto, sin brillo. Después del habitual arrimón, mata a la segunda, trasero. Ha pasado muy poca cosa, con este «Hechizo», que sólo ha cautivado por su trapío. El cuarto, un bonito melocotón, es noble pero flojea: un «Libertador» que no nos libera del tedio. El habitual comienzo, con la mano en la barrera, tampoco le ayuda: no hay que venir con la faena hecha… Los voluntariosos muletazos quedan a medias, mientras el personal se centra en las pantagruélicas merendadas. La larga faena, en cambio, no tiene sabor. Suena el aviso antes de entrar a matar: esta vez, de estocada. Supongo que por eso se concede la sorprendente oreja.

Perera viene de lograr una gran faena en Algeciras, donde indultó un toro. (Según declaró, eso supuso también un ejercicio de libertad; en realidad, incluía eliminar el sorteo: José Tomás y él lidiaron los toros que cada uno había elegido). El segundo, muy suelto, hace pobre pelea en varas, también flaquea. El mando de Perera consigue muy escaso fruto. Mata de un feo espadazo caído. Seguimos sin ver casi nada. El quinto despierta en banderillas, se mueve pero muy suelto, sin fijeza. El diestro impone su autoridad en tandas de mérito, las mejores de la tarde, tragando y mandando. El toro ha sido un buen «Pasajero» y el diestro, un muy profesional piloto, pero suena un aviso, antes de entrar a matar, la res no cuadra y la espada cae mal.

Con la vista perdida Con Curro Vázquez como apoderado, López Simón sigue intentando recuperar la frescura de su estilo inicial. El tercero, muy veleto, con un llamativo pitón derecho, que apunta al cielo, flojea mucho y sale desentendido de los engaños, con la vista perdida. ¿Para qué lo ha brindado al público? No lo entiendo. Los muletazos resultan deslucidos. Mata mal. El último también renquea. Brinda a Mikel Urmeneta, el creador de Kukuxumuxu. El toro se lastima en una mano en la serie inicial, en la que el diestro hace el poste. En la siguiente tanda, lo derriba y le da una paliza, sin herirlo, aunque recibe un golpe con la pala del pitón en la cabeza. «Tejedor» se raja; el diestro aguanta, cerrado en tablas, con algunos sustos. La estocada desata el entusiasmo. Al final, por la pasión del momento, se concede una oreja, aunque ha parecido que eran dos, porque la inexperta presidenta ha sacado el pañuelo, lo ha metido y ha vuelto a sacarlo. Un despropósito final para un espectáculo mediocre.

El trapío de las reses ha sido irreprochable; sus fuerzas, escasas; su juego, decepcionante, con menos casta de lo que esperábamos, en esta divisa. Las orejas concedidas, muy benévolas. Sin ponerse puritano, no puede ser que baste una estocada para conceder un trofeo ni que la emoción de un percance empuje a pedir dos orejas. Por desgracia, ése es el nivel actual de la Fiesta.

Postdata. Una jornada, en San Fermín, puede girar, de la mañana a la noche, en torno al toro: encierro, vaquillas, recortadores, apartado, corrida, toro de fuego, encierrillo… El «negro toro de España» sigue siendo el centro de la que justamente se llama «Feria del Toro». Quiera o no el alcalde de Bildu, todo ello culmina con la corrida de toros, el gran rito espectacular, con la Plaza abarrotada, todos los días. No es posible imaginar los encierros sin corridas, igual que no tiene sentido un aperitivo sin una comida: esa unión es lo que atrae a muchísimos navarros y a miles de visitantes, de todo el mundo.

La Razón

Por Patricia Navarro. López Simón, sin números, se lleva la tarde a las bravas

Tratábamos de desprendernos del camino efectista que habían encaminado la tarde anterior como quien se sacude el cuerpo molesto todavía, como quien no se encuentra no se sabe muy bien en qué sitio ni en qué hora. Más allá del cobijo barato de la idiosincracia de esta plaza, que volvió a llenarse, qué lujo y qué belleza. Tan rojo. Tan blanco. Tan llena. Tan Pamplona. El cartel apetecía, el comienzo de un tramo con muchos atractivos y como icono ineludible el toro. El tótem intocable y sagrado alrededor del que gira esta Fiesta. La loca Pamplona que recibió a «Hechizo» y sus 575 kilos para comenzar la tarde. La quinta de los sanfermines. Abría plaza Sebastián Castella con un ejemplar irregular en el viaje. No sumaba dos embestidas iguales como el diestro francés no logró igualar en su extensa labor la faena, deslavazada y sin un hilo conductor que sirviera para relatar la historia. Noble fue el quinto. Ni una palabra más alta que otra. Iba y venía sin poner en aprieto ni emocionar lo más mínimo. Exento de poder el toro de la merienda acudió al engaño de Castella, que le metió en vereda por aquí y por allá en una faena por ambos pitones, de largo metraje y pocas emociones. Remató de una estocada caída y rápido efecto. Y paseó un trofeo. Así las cosas, que pasan aquí (y en otros lugares) y no permanecerán más allá de los números.

Desde Algeciras no cruzaba camino con Miguel Ángel Perera. Qué citas tan distintas. De aquella calma a este jolgorio cabían dos mundos y ambos válidos. Pero «Pijotero», a pesar de que tomaba el engaño por abajo que ya es mucho decir, puso muchos peros al toreo al hacerlo con cortedad en el recorrido. Intentó Perera sin entretenerse ni abusar y remató. «Pasajero» fue toro para reconciliarse, si es que fuera necesario, con lo bueno. Encastado el fuenteymbro, pronto en la embestida, en el arranque de motores, acudía muy humillado, con entrega y repetidor. Era un cañón el toro cuando pasaba por ahí con todos sus desafíos, que los tenía, y ese punto de falsedad. La faena del extremeño alcanzó los mejores momentos por la diestra, en algunas tandas, pero no fue faena maciza ni rotunda como otras tardes. Y la espada, como tónica de la tarde, un indeseable imán a los bajos.

Alberto López Simón se las vio con un inválido que nada le dejó hacer. Un tetris era mantenerle en pie y eso no gusta, porque el toreo es otra cosa. O eso se supone. Y la espada fue un horror, porque además el toro hacía cosas raras con la vista, como si se cruzara. La merienda le llevó pronto al olvido. Y el sexto le devolvió los honores después de casi rebanarle el cuello en una cogida espantosa. Se cebó con el torero cuando logró hacerle presa sobre la arena. Se repuso. Sacó todos los arrestos que tenía dentro. Los enfiló todos. Uno detrás de otro. Volvió a la cara del manso y le hizo faena con las armas que tenía frente al animal, dándole a él los adentros. Estuvo inteligente y resuelto y logró, primero con el salvaje viaje a los infiernos y después con su talante, centrar la atención. Palabras mayores aquí. Lo mató en la rectitud y en lo alto. Palabras mayúsculas en la tarde de hoy. Un trofeo concedió presidencia. Lo mismo que a la faena de Castella que, con respeto, se vivió en silencio. No jerarquizar las cosas, en todo en la vida, nos condena a lo mediocre. Y así nos fuimos.

10_julio_18_pamplona.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:21 (editor externo)