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PLAZA DE TOROS DE PAMPLONA

Jueves, 11 de julio de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victoriano del Río y uno de Toros de Cortés (1º), (bien presentados y juego desigual).

Diestros:

Antonio Ferrera. Estocada perpendicular, tres descabellos y aviso (saludos); metisaca, un pinchazo (vuelta al ruedo).

El Juli. Dos pinchazos, estocada (silencio); estocada trasera, aviso, dos descabellos (oreja).

Pablo Aguado. Estocada contraria y un descabello (ovación); media estocada (ovación).

Tiempo: Temperatura agradable.

Entrada: Lleno.

Galería de imágenes:

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. El Juli, el poder de la cantidad

Si el quinto toro no hubiera necesitado los dos descabellos, El Juli corta las dos orejas y sale a hombros. Fue el encuentro de un animal de buena clase y un torero experimentado, técnico y dominador. Fue la suya una faena sobrada de recursos, con momentos de mando y categoría, pero fue tan larga y, a veces, tan superficial, que cuando se perfiló para matar ya estaba en el olvido que comenzó con un molinete de rodillas, como pago del peaje al sol, y que había continuado por ambas manos, con pasajes de diversa hondura, pero sin arrebato con un toro que merecía un trato más exquisito y profundo que el que protagonizó El Juli, que no tuvo opciones con el segundo.

Es el poder de la cantidad y prueba suficiente de que el propio torero sabe que su obra no ha alcanzado la calidad deseada. Por eso, quizá, siguió toreando por ambas manos, incansable e insulso también, y cuando parecía que estaba dispuesto al punto y final, un circular invertido que fueron tres, ayudados por alto a continuación y otro circular antes de montar la espada. Demasiado para el cuerpo. El toreo bueno no necesita los diez minutos que marca el reglamento.

El resto, otra película. El toreo es un misterio, ya se sabe, y en Pamplona se ha producido otra demostración empírica. El primer toro de la tarde, bravo en el caballo y de buena condición y clase en la muleta, y Antonio Ferrera, torero de alta escuela, no se entendieron como debieran; quizá, porque el diestro buscó más la filigrana que la hondura. El tercero, manso, complicado en banderillas y de escasa clase, y Pablo Aguado, un artista llamado para altas metas, se conjuntaron en una labor medida, desbordante de sabor, aunque sin alcanzar la categoría de obra de arte.

“Al toro hay que poderle con la cabeza”, mantenía el maestro Pepe Luis Vázquez, y ahí, quizá estuvo la clave del misterio.

Comenzó bien Ferrera y acabó mal en ese primer toro. Se lució con cinco airosas verónicas, ganando terreno en cada una de ellas y finalizó con el descabello, razón suficiente para perder trofeos en esta plaza. En medio, un toro de calidad y una faena irregular, con destellos de torería, sobre todo por naturales, y una buena tanda de muletazos con la mano derecha, pero todo supo a poco. Le pudo más, quizá, el afán de lucimiento que el mando y la hondura..

Mejor, mucho mejor, ante el cuarto, otro oponente con ribetes artistas, ante el que le funcionó más la cabeza que el corazón, y aunque no ahormó una faena maciza y completa, y alargó exceso su labor, dibujó largos naturales, y tuvo detalles de torería. Otro torero que optó erróneamente por la cantidad. Que no, que no… que no es necesario dar cientos de muletazos para dibujar la emoción. Si no falla con la espada en un feo metisaca sale también por la puerta grande.

Debutó en San Fermín Pablo Aguado, cabeza torera amueblada y, hasta ahora, inteligente conocedor de la importancia del tiempo. Entendió muy bien al esaborío tercer toro de la tarde, con suavidad en los muletazos, despacio, sin permitir que los pitones alcanzaran el engaño, y desgranó detalles de sabor, empaque y buenas maneras. Mejor toro y con más movilidad fue el sexto, con el que anduvo con prisas, menos natural y algo aturrullado. Una labor de buen tono, pero menor. Cosas del misterio, se supone…

La nota triste de la jornada es que el diestro Roca Rey no podrá cumplir este viernes su segundo compromiso en la feria al resentirse de la lesión que padece en el hombro derecho y que tan mal rato le hizo pasar en la corrida del miércoles. Según el parte médico, el torero sufre “una braquialgia derecha dependiente de C7 y una tendinopatía de hombro supraespinoso con derrame”.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Un salpicón de cosas buenas: del genio de Ferrera al cénit de El Juli

La presentación de Pablo Aguado en San Fermín traía un runrún especial. El torero del silencio en la plaza más atronadora del planeta. La elegancia en la boca del lobo. La fragilidad ante el toro de Pamplona. Que en su toma de contacto no sintió. Ni en su carta de presentación por chicuelinas al toro de El Juli -no convino el quite por su condición feble, por ir por el mismo palo que el de Julián- ni con el suyo propio de cuerpo inane y finas puntas. Sorprendió entonces Aguado por la suma facilidad, por el cambio del toro ante la suavidad. Su nervio arisco, ese calambre, desapareció como por arte de magia. Pablo no lo molestó nunca, en sus líneas y alturas naturales. Ni un tropezón, ni un enganchón, ni un tirón. Como música para amansar las fieras. O el toro no era tal fiera. No sé. Lo toreó a su aire, sin compromisos, y la sutileza surtió efectos. Incluso un par de naturales causaron cierto asombro. Y lo pasaportó de una pasada.

Antonio Ferrera volvió a volar libre. Sin corsés ni ataduras. Como en la daliniana tarde de San Isidro pero sin el efecto sorpresa para quienes vivimos aquel acontecimiento como único. Por único se entiende irrepetible. Y el intento de repetición con toro tan notable como el cuarto tuvo un sonido predecible dentro del inspirado y genial salpicón de momentos, de muletazos buenos a salto de mata, desordenados, hilvanados en caminitos. La faena con la estructura deconstruida alcanzó su cumbre con la ayuda abandonada. Como la figura. La muleta cogida por el cáncamo, el toreo en los vuelos, naturales diestros desmayados. El trazo tal que nunca acabas de ver hasta dónde hubiera dado la profundidad del toro. Como si alguien quisiera verla. Burbujeó la plaza en plena merienda. Y eso era el loco milagro de Ferrera. Que la fastidió con un metisaca en los sótanos; el siguiente pinchazo ya fue con el toro muerto en pie. El acero está robando demasiadas glorias en esta feria, un esportón de orejas: AF paseó feliz la vuelta al ruedo. La espada ya le había privado de premio mayor con el toro de la apertura, un toro grande y hondo pero bien hecho de Toros de Cortés. Templado en el son de las verónicas de Antonio Ferrera. Derribó con estrépito y luego fue castigado duro. Le pesaban los adentros como dijo en banderillas. La faena tuvo ritmo de yo-yo. No porque subiera y bajara, sino porque fue un juego de querencias. De sacar al toro hacia los medios y acabar en cada serie basculando hacia los adentros. Y en esa senda pintaba la veteranía de Antonio muletazos de enorme cadencia. Aunque una tercera ronda de derechazos que desembocó en un interminable cambio de mano ya había sido el cénit.

Pero el verdedero cénit de esta tarde variada y rica, como el incatalogable salpicón de Ferrera, fue la faena de El Juli a aquel quinto con hechuras de vaca vieja. Por ceñirse a una lógica estructural ligada, a una ciencia torera, a una sabiduría cierta. Una templanza serena envolvió todo. Dándole un ritmo creciente en su derecha a la espera, ese tempo que embrocaba un tiempo atrás: Juli acompañaba con todo la profundidad buscada. Y con la izquierda también. Encajado pero mecido. Todo lo que se había dejado en el tintero con un toro geniudo, sin poder ni trapío, lo sacaba ahora. Lo gozaba El Juli, que no olvidó dónde estaba: una cadena de circulares invertidos multiplicó el eco y catapultaron la obra. Que en otro circular travestido de cambio de mano sin kilometraje se elevó al cielo navarro. La colocación trasera del espadazo careció de muerte. Y el descabello terminó de cerrar la puerta grande. La oreja tuvo su peso y su festejo. Erguido derechazo de Pablo Aguado al sexto toro de Victoriano del Río.EMILIO MÉNDEZ

Aguado acabó de librar con bien suavemente -sin apretar aunque habrá que ir apretando- su presentación con un manejable sexto que se acercó más al toro de Pamplona que otros de la corrida. Otro salpicón también sabroso. Que debió de ser este jueves el día.

Los lances de Pablo a puro pulso, yemas y muñecas a compás, flotaron como bolitas de caviar.

La Razón

Por Patricia Navarro. La Puerta Grande se resiste, también a El Juli

Entre la polémica de los encierros y la baja de Roca Rey, que ya se le vio mermado del hombro la tarde anterior comenzamos la corrida. Y no era una baja cualquiera. El único que venía dos tardes y por el que los reventas hacen su “julio” de verdad. Y no hay más que asomarse por las taquillas de la plaza a cualquier hora para ver lo que funciona y lo que no. Cuando es “a su precio” o el día que se hace negocio. Una grandona corrida de Victoriano del Río aguardaba. Espectacular de cara, de pitones, fue el segundo de la tarde, que era de El Juli. Le pegaron en el caballo, se vengó en banderillas haciendo pasar lo suyo a las cuadrillas, como si le hubiera tomado la matrícula a cada uno de ellos y acortara terreno para ser más certero en el tú a tú. Y así, agarrado al piso, sin querer pasar y remoloneando llegó a la muleta de El Juli, que tiró de oficio, de estar Pamplona, se justificó y llegó la hora de quitárselo del medio. Y eso, con lo que tenía por delante, que era un parapeto del infierno, resultaba una broma. Lo hizo, aunque no a la primera.

Le vino después al madrileño un noble ejemplar, de larga arrancada, franca y entregada. Esos pitones que querían darse la vuelta los empleó para darse en la muleta de El Juli, que hizo lo que quiso con el animal y con el público. Ya al final vino un recital de circulares con efecto hipnótico. La espada entró y el gritó del público se escuchó en toda Pamplona, pero el descabello restó aquello a un trofeo.

Mejor condición había tenido el primero de Antonio Ferrera, que tuvo cosas buenas cuando tomó los vuelos de la muleta del extremeño, por abajo, con la voluntad de repetir y largura en el viaje, aunque justo de fondo. El toro tuvo la tendencia de resguardarse en tablas y ahí ocurrió casi todo. Cuando se lo sacó al tercio, ya al final, justo antes de buscar la muerte, firmó los mejores muletazos. Muy toreros. La espada fue buena, pero no efectiva y se alargó más de lo que le gusta a él y a Pamplona. Una vuelta al ruedo dio con el noble cuarto. Medido y templado.

Pablo Aguado no renunció a su clasicismo y al buen concepto que tiene con el tercero, muy incierto en banderillas. Le hizo las cosas muy bien con la muleta, solvente y con aroma a torería. Sin venderse. Sin dejarse llevar. Ya es mucho, oiga. Y más de lo mismo con ese sexto, franco y con el fondo debilitado.

ABC

Por Andrés Amorós. Pablo Aguado aprueba el examen de Pamplona

Se confirma la noticia: Roca Rey no podrá torear este viernes. Es lo lógico, lo esperado, al haberse resentido de su lesión en el hombro. Para un torero, peor que una cornada es una lesión de hueso (lo vivió Antoñete ). La Casa de Misericordia debe acertar con la sustitución.

Continúa la Feria con las primeras figuras (salvo Morante y Manzanares). Por la mañana, las reses de Victoriano del Río corren el encierro más largo y espectacular, hasta la fecha, con casi tres minutos y un herido. Pepín Liria dirige una lección taurina, para los chicos. Por la tarde, los toros, de desigual presentación, dan, en general, buen juego; sobre todo, primero, cuarto y quinto. El Juli corta un trofeo, Ferrera da la vuelta al ruedo y Aguado demuestra sus grandes cualidades.

Además de mejorar enormemente, Ferrera ha alcanzado un estilo muy personal: a la vez, clásico y barroco. Recibe con templadas verónicas al primero, un «Curioso» que no es impertinente (como el de Cervantes) sino noble, que derriba. No saca al toro de su querencia a tablas, como parece lógico, pero acompaña con gusto las embestidas; sobre todo, al natural. A toro arrancado, mata perpendicular. Ha estado bien pero no lo ha cuajado del todo. Lancea con suavidad al cuarto, flexionando la rodilla; lo saca del caballo con el capote a la espalda, una suerte clásica. Se luce Fernando Sánchez, andando, antes de clavar. Comienza Ferrera con preciosos muletazos por bajo; lo va sometiendo, liga naturales, sale de las suertes con torería: un buen toro y una faena con sabor pero falla, con la espada: vuelta.

El Juli siempre ha sido fiel a Pamplona y ha triunfado aquí. El segundo, abierto de pitones, se encela en el caballo pero flaquea, pierde las manos y protesta. Julián lidia con oficio pero sin brillo y mata a la tercera. Pica muy bien Barroso al quinto, que sale suelto. Aprovecha El Juli su movilidad para ligar muletazos mandones, que cierra con tres circulares invertidos (esa moda actual, tan poco clásica). Estocada con salto: oreja.

Afronta el duro examen de San Fermín (estos toros y este público) Pablo Aguado, la gran novedad de la temporada: debe mostrar aquí su dimensión. El tercero, con cien kilos menos que alguno de sus hermanos, sale de naja del caballo; espera, en banderillas. Aunque el toro es reservón, muestra la naturalidad de su estilo clásico, corriendo la mano con suavidad, y mata con decisión. Ha resuelto las dificultades mejor de lo que cabía esperar, para lo poco que ha toreado. Recibe con suaves delantales al último, que no para. De nuevo dibuja muletazos con facilidad y empaque y mata de media en lo alto. Da gusto verlo torear, con tan buenas maneras. Sin desmesurar los elogios, ha aprobado el examen de Pamplona sin el menor problema. Comprobaremos cómo evoluciona pero es lógico que los aficionados deseen verlo.

EFE

11_julio_19_pamplona.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:08 (editor externo)