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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Feria de Isidro

Miércoles 11 de mayo

Miércoles 11 de mayo de 2022. Plaza de toros de Las Ventas - lleno de “no hay billetes” en tarde nubosa (22.964 espectadores). Feria de San Isidro. Cuarta de abono. Corrida de toros de La Quinta - bien presentados, desiguales de capa, los mejores fueron los lidiados en segundo y tercer lugar - (de escasa fuerza el primero, noble con calidad el segundo, noble a menos el tercero, deslucido el cuarto, complejo y exigente el quinto y desrazado el sexto) para Morante de la Puebla de celeste y azabache (silencio en ambos), Julián López “El Juli” de azul marino y oro (oreja y vuelta al ruedo) y Pablo Aguado de verde y oro (silencio en ambos). Iván García saludó tras parear al tercero.

Crónicas de la prensa

Por Alberto Bautista. PortalTaurino. Recital de El Juli en su mejor versión en Madrid

Que El Juli no tiene rival era algo que ya sabíamos. Que lleva veintitantos años en la cima del toreo también, que no hay nadie que le haga frente, pues también. Para qué engañarnos. Que la máxima figura del toreo no necesita despojos ni orejas para poner a cavilar a todo el escalafón (José Tomas que hace flaco favor a la fiesta con sus ya consabidos bolos y Roca Rey, incluido) es algo innegable. En su primera comparecencia en San Isidro ha bordado el toreo (me atrevería a decir), en su mejor tarde en Madrid. Magisterio por doquier.

Sapiencia, sabiduría y oficio son los tres adjetivos que mejor definen la obra cumbre ante el exigente “Gañafote” de La Quinta, un cárdeno que buscó de forma incansable los adentros y que trató de poner en apuros a la figura madrileña y que, sobre la base del conocimiento, hilvanó una faena sobre el pitón izquierdo de gran hondura. Hubo naturales bellísimos a cámara lenta. La espada se llevó la oreja… y la puerta grande. Dio la vuelta al ruedo con honores que, por cierto, nadie de las 22.964 almas que copaban los tendidos, se la discutió. Ni el 7. Un golpe en la mesa. Otro más. El enésimo.

En el segundo cuajó otra faena rotunda ante un enclasado “Bellotero” en una actuación intermitente a la que faltó una mayor rotundidad para desorejarlo, antes ya dio muestras de su toreo templado a la verónica. Dejó una estocada arriba de efecto fulminante que le otorgó una oreja de mucho peso y llevó la rúbrica de la ovación al arrastre al pupilo de Martínez-Conradi.

Pablo Aguado continúa sin estar recuperado de la lesión que sufrió en su rodilla derecha en la pasada feria de San Miguel. El sorteo le deparó un “Camarero” con clase a raudales ante el que naufragó y no tapó los defectos que traía ni tampoco le bajó una mano que tanto pidió el cuatreño. A merced anduvo durante toda una faena plena de imprecisiones y enganchones en medio de la indiferencia. Volvió a escuchar silencio en el sexto, otro de La Quinta de juego desigual, con el consiguiente sainete con los aceros. La nueva hornada de jóvenes que están acartelados con las figuras tienen la obligación de justificar tarde a tarde su incursión y el sevillano directamente ni estuvo.

Morante llegó a Las Ventas con la parafernalia que ya tiene acostumbrado al personal: salida desde el hotel a la plaza en el coche de caballos y cortando el tráfico en las calles aledañas entre la desesperación de los conductores que precisamente muchos de ellos se quedaron sin verle con el abre plaza. Un cinqueño con las fuerzas justas y que no se comió a nadie en una actuación discreta y de poco brillo del sevillano. Pero a Morante la afición siempre le espera. En el cuarto emergió el De la Puebla de antaño: desinhibido en la lidia y abreviando en la muleta.

Por Andrés Amorós. ABC. Plenitud lidiadora de El Juli

Desde que se anunciaron los carteles de la Feria de San Isidro, éste es el que más llamó la atención de muchos aficionados, por la combinación de toros y toreros. No solo reúne a tres primeras figuras sino que han elegido matar los toros de La Quinta, que suelen rehuir los diestros de su categoría. No es extraño que se coloque por primera vez el ansiado cartel de 'No hay billetes.

El pasado sábado publicamos en estas páginas las fotografías de tres de los toros que se van a lidiar en Las Ventas: cárdenos, desafiantes, de bella estampa. Pero lo que cuenta es el motor. Tiene fama esta ganadería de ser el mejor depósito actual del encaste Santa Coloma. No destacan por el volumen ni por la encornadura pero sí por la bravura, que propició los triunfos de muchos grandes toreros: Luis Miguel, Paco Camino, Paquirri, Manzanares, Julio Robles, Ortega Cano…

Los de esta tarde, muy bien presentados, dentro del tipo de la ganadería, han dado un juego dispar. A Morante le han tocado dos toros de muy escasas posibilidades: los ha mostrado y poco más. Con un lote regular, Pablo Aguado no ha conectado con el público. El Juli ha vivido una tarde espléndida: ha cuajado por completo al buen segundo y se ha impuesto al complicado quinto.

Uno de los valores de la nueva etapa de Morante es su decisión para anunciarse con reses de distintos encastes. Con independencia del resultado, el gesto torero es muy loable: así lo hacían antes todas las grandes figuras (entre otras cosas, porque la afición lo exigía; ahora, por desgracia, buena parte del público no sabe ni de qué ganadería son los toros que va a ver). Ese gesto ha servido también para animar a El Juli a hacer lo mismo: también compartieron cartel en Sevilla con los toros de Torrestrella. Creo que acierta Julián: con un torito suave, él brilla menos; su poderío resalta más con una res a la que hay que dominar. Además, con estos toros, los dos diestros se aseguran el respeto del público de Las Ventas.

Llega a Madrid Morante después de haber cuajado, en Sevilla, una de las mejores faenas de su vida. Con un sobrero muy encastado de Garcigrande, su firmeza y su valor –sí, repito, su gran valor– volvieron locos a los aficionados de Sevilla. ¿Cabe mejor prólogo para San Isidro? El primero, reservoncito, muy mal picado, flaquea después del caballo, no le deja estirarse con el capote. Lo ahorma con buenos ayudados clásicos; por la derecha, dibuja suaves muletazos, con mucho sabor; por la izquierda, el toro protesta. Algunas voces inoportunas critican la colocación. Faena clásica, bien planteada… pero que no responde a las expectativas de Madrid. Mata bien, como ahora suele.

Recibe al cuarto con tres hermosas verónicas pero el toro queda corto, ha de desistir y limitarse a lidiar con el capote. El toro acude bien al caballo pero cae; como flojea, se defiende, pega tornillazos, al final de cada embestida. Lo lleva José Antonio al centro, prueba en una tanda suave por la derecha, muestra que el toro no va y desiste. Pincha sin convicción dos veces, antes de la estocada. Le han tocado los dos peores toros y ha recordado etapas pretéritas, de poco compromiso. Otra vez será…

También llega a Madrid El Juli en un momento feliz, después de haber abierto la Puerta del Príncipe por séptima vez, en una actuación muy completa. El segundo saca la clase y el buen son de los Santa Coloma. Desde los lances de recibo, Julián está sereno, reposado, mandón. Los ayudados genuflexos levantan oles fuertes. Muletea solemne, con gran poderío. En el sol, algunos reprochan la colocación. Para callarlos, se coloca de frente y, muy en corto, lo cuaja por completo. Mata bien, aunque sea con salto: justa oreja. Ha estado en la misma buena línea de Sevilla y el noble toro también recibe una ovación.

El quinto sale suelto, manseando. Cumple en varas pero se va; se lo piensa, no se entrega. Al comienzo de la faena, Julián sufre dos coladas fuertes. Parece que no va a tener opciones pero, con gran oficio, cruzándose al pitón contrario, le va sacando muletazos que nadie esperaba; primero, uno a uno; luego, cuando va imponiendo su mando, ligando. Bajándole mucho la mano, consintiéndole, acaba logrando naturales lentísimos, que levantan un auténtico clamor. Con el buen toro segundo, hubo alguna división; con éste, más complicado, nadie ha puesto el mínimo pero. Está ya rozando la Puerta Grande pero la espada, su punto flaco habitual, le vuelve a jugar una mala pasada. No corta trofeo pero da la vuelta al ruedo con una unanimidad impresionante.

Con su hermoso estilo, de la escuela sevillana, Pablo Aguado ha ilusionado a muchos buenos aficionados. Su naturalidad me sigue encantando pero no veo que avance técnicamente lo preciso para dominar a los toros difíciles.

El tercero es otro precioso cárdeno que también embiste con clase y pelea bien en el caballo. Aguado muestra su arte con el capote solo por gotitas. Magnífico, como siempre, Iván García, con los palos: provoca la arrancada, reúne y clava en lo alto. En la faena de muleta hay detalles de buen gusto pero falta mando y entrega: solo con buen estilo, en esta Plaza, no es suficiente. Surgen algunos pitos. La espada queda muy tendida.

En el sexto, incierto, tampoco logra lucirse con el capote. Lidia perfectamente Iván García. Aguado lo intenta pero no logra el mando ni el eco deseado. Vuelve a matar mal. Tendrá que apretar más.

Pocas veces, si alguna, ha logrado El Juli una comunión tan rotunda con el público de Madrid. Solo ha cortado una oreja pero debe estar legítimamente orgulloso. He recordado la sentencia de Shakespeare: «La madurez lo es todo»… cuando se conservan la ilusión y las ganas de triunfar, como El Juli, esta tarde.

Por Patricia Navarro. La Razón. El Juli hace historia en Madrid con La Quinta

Es lo mismo y en verdad nada es igual. Así es cada tarde de toros. Madrid se vestía de gala con ese lleno de «No hay billetes» para recibir la gesta de Morante con la de La Quinta a la que se habían sumado El Juli y Pablo Aguado. Bolazo. Carteles así más allá de lo que ocurran dos horas después siembran la expectación, la ilusión por salirse del patrón marcado, por ver a Julián López fuera de los raíles de Garcigrande (Benditos son, sin ir más lejos salvaron la tarde y nos dieron una grandiosa faena en Sevilla a manos de Morante. Toro fiero y rabioso con el que el de La Puebla lo bordó). Interés por la capacidad de Morante o por ver cómo resolvería Aguado. Y si uno embiste tan despacio que Pablo lo detiene todo de nuevo. En Madrid. ¿Y si?

Lo esperado o inesperado ocurrió, pero lejos de cómo marcaba el patrón o lo imaginamos. El Juli se llevó la tarde. De lejos, de largo, de aquí al infinito. Embistió el segundo. El toro más claro de todo el encierro. Un de esos de La Quinta de temple exquisito, con ritmo, franco, que quiere viajar en el engaño y lo hace hasta el final sin dudas ni remilgos. Toro bueno para torearlo bien, despacio, para gustarse, disfrutar y cuajarlo. Lo supo el madrileño que se pudo dormir en el toreo de capa en tres o cuatro lances a la verónica. Mecidas, bonitas… Había más. Quedaba todo por llegar. La faena contó con el temple infinito del torero de Madrid y también con la ligazón, otra cosa fueron la profundidad de los encuentros, las cercanías de ese toreo. De ahí que lo mató bien y paseó un trofeo.

Una brutalidad fue lo que vino después con un toro complicado que solo vio él. No era franco como el anterior. Juli lo tragó, creyó en el de La Quinta, lo toreó con los vuelos, le dio la confianza, al animal y a todos los que estábamos allí. Tiró de valor, de magisterio, de amor propio y Madrid se cayó a sus pies por méritos propios. La faena fue una absoluta barbaridad. El toro fue el primero que se rindió a su propio discurso, en su zurda de terciopelo y los naturales acabaron siendo eternos, hondos y de tremenda belleza. Arrastró la muleta por la arena, hundió las zapatillas y obligó al toro a acudir al engaño dos cuartas más de lo quería con una cadencia maravillosa. Había cruzado todas las fronteras, propias y ajenas. Cuando se perfiló en la suerte suprema, no podía fallar. Había sido la tarde mayúscula de Julián en Madrid, con el mérito que da repetirlo a esas alturas del partido. Habilidoso como es en la suerte suprema, el destino se cruzó por medio. Dos veces. No pudo ser. Sí fue. El premio no vino, ni la Puerta Grande, ni la foto para el recuerdo saliendo a hombros camino de la calle de Alcalá, pero sí la vuelta al ruedo que recompensaba muchas y una faena histórica, de la que perdurará en la memoria colectiva. El reconocimiento de torero hecho, cuajado y capaz.

Morante había llegado a la plaza de toros de Madrid con su propio coche de caballos vestido de gris perla y oro. Era uno de los grandes atractivos. Su apuesta. Nos quedamos con las ganas. Tuvo buen tranco el primero, aunque con los finales propios de La Quinta y se revolvía rápido, sobre todo si tomaba el engaño por arriba. Al cuarto se le vieron pronto las intenciones con el capote, por donde se quedaba por abajo por el pitón izquierdo. Más de un apuro pasó Lili. Lo intentó Morante y al poco le dio una faena antigua.

Pablo Aguado se las vio con un tercero que iba y venía sin más, pero con claridad. La faena se le hizo bola. Su puesta en escena periférica no fue bien recibida y se desdibujó. Peor sintonía tuvo el sexto, que pegaba tornillazo mediado el muletazo. Lo intentó Aguado, pero a estas alturas de la tarde El Juli lo había llenado todo. Los naturales eran todavía fogonazos. Qué largos, qué lentos y qué por abajo. La vida a veces es maravillosa. Y el toreo.

11_mayo_22_madrid.txt · Última modificación: 2022/05/12 08:48 por paco