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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Viernes, 13 de abril de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de García Jiménez (de diferente presentación, anovillados en general; mansos, rajados y descastados; devueltos 3º y 6º por claudicación y debillidad manifiesta). 6º-bis, de Torrestrella.

Diestros:

Miguel Ángel Perera de verde botella y oro. Dos pinchazos y estocada atravesada (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada pasada (silencio).

Alejandro Talavante de blanco y oro. Dos pinchazos, media tendida y baja y estocada. Aviso (silencio). En el quinto, estocada atravesada (oreja).

Andrés Roca Rey de malva y oro. Media estocada suelta que se traga entera y tres descabellos. Aviso (saludos). En el sexto, media estocada (silencio).

Banderilleros que saludaron: Guillermo Barbero y Javier Ambel, de la cuadrilla de Migue Ángel Perera, en el 1º. Y en el 4º, Curro Javier, que recibió un varetazo tras una arriesgada actuación (le tocó la música). Juan José Domínguez y Paco Algaba, de la cuadrilla de Roca Rey, en el 3º.

Presidente: Gabriel Fernández Rey

Tiempo: nuboso y soleado con rachas.

Entrada: lleno con huecos.

Incidencias: Parte médico de Curro Javier Varetazo con contusión en región lumbar paravertebral izquierda. se le colocó vendaje de contención lumbar y analgesia.

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/984883877880762369

Galería de imágenes: https://t.co/Rh6uLSzbOd

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Y sigue la racha de las orejitas. Hoy la tómbola le tocó a Talavante. De los toros mejor no hablar. Los de Matilla, me da igual el hierro que sea de los tres que tiene, sin trapío, anovillados, mansos, rajados, sin casta y sin fuerza. Pero como Matilla es Matilla, el año que viene traerá también dos encierros a la Maestranza. El que avisa no es traidor. Perera anduvo por allí, bien es verdad que no tuvo lote, pero lo cierto es que anda como desangelado, sin querer romper en un momento dado de la faena, en tarde para el olvido. Talavante tuvo un toro potable y otro rajado. Al primero le hizo faena irregular, de altibajos, en la que hubo pases destacables pero sin redondear ni rematar las tandas. Roca Rey, el que mostró más decisión, pues le toca por juventud y momento, no tuvo suerte. El tercero fue mansísímo, rajado sorprendentemente desde la primera tanda, Fue sorpresa porque no se lo esperaba ni él ni su apoderado José Antonio Campuzano, al que se lo brindó. Estuvo mjy bien con él y habría cortado oreja si no se equivoca con la espada. También tuvimos susto y enfermería para ese gran peón Curro Javier, el niño del Pincho de Sanlúcar. Eso sí, tarde fría pero espléndida de sol, al fin.

Lo mejor, lo peor

Por Antonio de los Reyes

Lo mejor Curro Javier se juega la vida tras banderillear con un gran par al cuarto toro de la tarde, ajustadísimo,​ tanto es así que el toro hizo por él, le partió la taleguilla y se libró afortunadamente de una cornada, el susto quedó en un varetazo con contusión en la región lumbar, sonó la música, la gente en pié, y el torero saludando a Sevilla.

Lo peor. Los toros de García Jiménez, descastados,​ sosos, sin transmitir nada de emoción. Aburrieron lo más grande y para rematar la tarde destacar también como lo peor la facilidad que se está dando en esta plaza al sacar el pañuelito blanco para pedir las orejas, en este caso fue una a Talavante.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Un trofeo a Talavante que no maquilla un festejo aburrido

La quinta corrida de abono, un festejo con expectación, con lleno, aunque no se acabó el papel, resultó decepcionante. Casi tres horas en la piedra para muy poca cosa en lo artístico. El trofeo que se le concedió a Alejandro Talavante del quinto toro no maquilla un espectáculo que en su conjunto resultó insulso.

Lo más emocionante lo protagonizó Curro Javier, quien protagonizó dos pares de banderillas de categoría al cuarto toro. En el primero se asomó al balcón y en el segundo lo hizo de tal modo que tras salir trompicado fue cogido, sufriendo un varetazo en la región lumbar izquierda. La plaza se puso en pie y la ovación fue clamorosa, acompañada de la música ¡Qué gran torero es Curro Javier!

El resto del espectáculo tuvo poca historia. Talavante cortó una oreja sin entidad para una plaza de primera categoría, que se supone es La Maestranza. El astado derribó a la cabalgadura y al picador, Miguel Ángel Muñoz, Talavante, en su labor, comenzó acompañando al manso y noble toro en sus embestidas para lucirse en un par de tandas con la diestra. En esos dos pasajes hilvanó muletazos con gusto en una de las series y suaves y lentos en otra. Faltó redondear la obra. La estocada, en la que se tiró por derecho y fue efectiva, resultó decisiva para que el público solicitara el trofeo que concedió la presidencia.

El primer oponente de Talavante, alto, apenas picado, derrochó movilidad y resultó manejable. El diestro concretó una faena desigual con algunos muletazos sueltos de calidad. El mejor momento de la tarde con el capote lo aportó en este toro Roca Rey que le ganó la batalla a Talavante, a la verónica, con un quite por chicuelinas ajustadas.

Roca, tras ser devuelto su primero por cojera, se las vio con un morlaco enorme, de 590 kilos, manso. El limeño, que se lució a la verónica, brindó su faena a su apoderado, José Antonio Campuzano. Una obra muy de verdad, que puso el corazón en un puño al público en varios pasajes, con pases ceñidísimos, comenzando por sus habituales muletazos por la espalda. Por el izquierdo se libró por muy poquito de una cornada, recibiendo una caricia con la pala del pitón, que le despidió e hizo caer. Todo lo que hizo fue muy auténtico. El público estaba con el torero peruano, quien tras una estocada corta y recibir un aviso, con el toro amorcillado, falló en con el verduguillo en tres ocasiones y perdió premio.

Con el sexto, un sobrero de Torrestrella, sardo, de escaso trapío y sin clase, Roca Rey volvió a volar bien el capote a la verónica -ha crecido mucho en la ejecución del lance fundamental- y concretó una labor que no pasó de entonada, con algún desarme. Tras un pinchazo hondo, Paco Algaba sufrió un varetazo en el brazo izquierdo al intentar apuntillar al animal.

Miguel Ángel Perera contó con el peor lote. El que abrió plaza, un dije y al que no se picó, con protestas del respetable, desarrolló sentido tras colarse en varias ocasiones por el pitón derecho y protestando por el izquierdo. El diestro se entregó en un intento frustrado de faena.

El cuarto, falto de remate en el trapío, acometió muy distraído y sin apenas recorrido. Perera no llegó a acoplarse en una labor en la que sufrió un par de desarmes.

El festejo resultó pesado, con casi tres horas y sin apenas contenido artístico en una corrida de expectación que decepcionó en su conjunto, exceptuando fundamentalmente el momento de oro de un hombre de plata: Curro Javier.

El País

Por Antonio Lorca. ¡Qué bien se torea un carretón!

El momento más emocionante de la tarde lo protagonizó un gran torero de plata, Curro Javier, que colocó dos excelentes pares de banderillas al cuarto de la tarde. Tras el segundo, arriesgadísimo y asomándose literalmente al balcón en un palmo de terreno, salió trastabillado y enganchado, después, por el toro que le rajó la taleguilla y le propinó un varetazo en la región lumbar izquierda. La plaza, puesta en pie, estalló en una atronadora ovación al tiempo que sonó la música para homenajear al valiente torero. Fue un instante, pero solo por vivir momentos así merece la pena ser aficionado.

Las dos horas y tres cuartos restantes fueron otro cantar.

¡Qué bien, con qué gusto y tranquilidad se torea un carretón! ¡Qué bonitos, qué fáciles y qué sosos resultan los muletazos! Pero la gente los aplaude, señal de que les satisface. Pero eso no es el toreo. El toreo exige, en primer lugar, un toro, y lo que se ha lidiado este viernes en La Maestranza han sido novilletes sin presencia, sin fortaleza, sin bravura y con exceso de sosa nobleza. Una burla, vamos..

Y por allí andaban tres figuras de hoy, de las que exigen estos animales con alma de borregos, haciendo de tripas corazón para salvar los muebles de un desastre anunciado para todos menos para ellos, por lo visto.

Talavante cortó una oreja al quinto de la tarde, un torete dulzón al que muleteó como si estuviera en el salón de su casa. Algunos compases por ambas manos fueron estéticamente vistosos, pero vacíos de emoción. Y la plaza aplaudía como si estuviera presenciando la faena del año.

Y se acabó. Otro toro tonto le tocó en segundo lugar, otro carretón, una perita en dulce, y lo muleteó sin gracia ni convencimiento en la búsqueda constante del pase bonito en vez de torear.

Perera no tuvo su tarde. Un muerto en vida, chiquitín, sin clase, amorfo y tullido, lidió en primer lugar, y otro novillete blandurrón en cuarto, y con ninguno dijo nada.

Roca Rey venía con ganas, pero ninguna tenía el rajado sobrero que hizo tercero, el mejor presentado de la tarde, pero el más cobarde. Y otro del mismo tenor el sexto.

En fin, que no se quejen ni Perera, ni Talavante ni Roca. Estos son los toros que eligen ellos, con los que se engañan a sí mismos y a los demás. Claro, que si el público aplaude los pases a un carretón…

Y cuatro notas finales:

1.- Si a Javier Ambel, Guillermo Barbero, Juan José Domínguez y Paco Algaba los hacen saludar tras correctos pares de banderillas, a Curro Javier habría que sacarlo por la Puerta del Príncipe.

2.- ¿Por qué el torilero espera la señal del jefe de los areneros y del matador de turno para abrir la puerta? ¿El que manda no es el presidente?

3.- Perera brindó al público el inválido primero. ¿Qué le vio?

4.- Tres figuras y no se colgó el ‘no hay billetes’. ¡Peligro!

ABC

Por Andrés Amorós. Feria de Abril: sin fuerza ni casta, no hay emoción

Aunque lo afirme la traducción española de «My fair lady», la lluvia, en Sevilla, no es ninguna maravilla; sobre todo, en la Plaza. Por fin, parece haber pasado, aunque el viento sigue siendo frío. Llegan las figuras y la Plaza casi se llena pero, con ellas, llegan también los toros justos de fuerza y casta, que no plantean graves dificultades pero impiden el auténtico triunfo. Sólo Talavante arranca una oreja. Los toros de la familia Matilla suelen ser más nobles que fuertes; esta vez, también se han rajado, han transmitido demasiado poco.

El toreo mandón de Perera exige toros a los que haya que mandar. No es el caso de los de esta tarde. El primero sale cayéndose, como varios de sus hermanos. Y, como toda la tarde, apenas existe la suerte de varas. Saluda Ambel, en banderillas. Como el toro es tan flojo, en la muleta echa la cara arriba, se defiende, queda corto; alguna vez, además, se le queda debajo. Perera aguanta con firmeza: no cabe más. Mata a la tercera, sin ajustarse. El cuarto es soso y rajado. En banderillas, vivimos el momento más emocionante de la tarde: Curro Javier se la juega enormemente en dos pares de tremendo mérito; al culminar el segundo, cae en la cara del toro, se libra de la cornada pero sufre un varetazo en la región lumbar; la gente se pone en pie y suena la música, en su honor. ¡Bravo por un gran torero! Perera brinda al público, lo intenta, con suavidad, pero surge un desarme : se vienen abajo el toro y la faena. Con el toro distraído, mata alargando el brazo. ¿Se convencerá Perera de que este tipo de toros no conviene nada a su estilo poderoso?

El segundo también flaquea desde la salida. Se luce Roca Rey en chicuelinas ajustadas y replica Talavante por verónicas: un amago de competencia que queda en poco. Muy bien Trujillo en banderillas, como siempre. El diestro dibuja fáciles muletazos pero surgen los enganchones y el trasteo no cuaja. Pincha mal, aunque algunos apunten un “¡bien!”. (¿Dónde ha quedado la exigencia de esta Plaza?). Todo queda en nada. El quinto flojea y mansea pero derriba, al coger mal al caballo; el tercio de varas resulta premioso. En la muleta, el toro no dice nada, se va, pero acaba embistiendo con nobleza. Talavante dibuja suaves muletazos; con el toro huído a tablas, consigue imantarlo, con su personal estética. Ahora sí quiere entrar a matar: estocada y generosa oreja.

A Roca Rey, esta tarde, le devuelven por flojos sus dos toros. En el tercero, sobrero de la misma ganadería, saluda Domínguez. Brinda a su apoderado, José Antonio Campuzano, que hace ademán de salir al ruedo a recibir el brindis pero acaba haciéndolo desde el burladero. (No sé si él renuncia o se lo sugieren: como matador de toros, tiene perfecto derecho a pisar el albero). El comienzo, con el muletazo cambiado, suscita el habitual clamor. Además de venir a por todas, Roca Rey demuestra su capacidad y su claridad de ideas, delante del toro. Se presiente la faena grande pero el toro canta la gallina; en chiqueros, pincha mal y el toro tarda en caer: se ha esfumado el éxito. Devuelto el flojísimo sexto, el segundo sobrero, de Torrestrella, es un bonito sardo (con mezcla de tres colores: como la capa de un estudiante pobre, decía el “Diccionario cómico taurino”). El toro clava los pitones en la arena, da una lenta vuelta de campana y queda muy quebrantado. Roca Rey , muy fácil, lo cuida pero el toro se para, no dice nada: tampoco éste ha servido. Decepción general.

La conclusión es muy clara: buscando la suavidad, la nobleza, la malhadada “toreabilidad”, caemos en esto. En un momento en el que estábamos viendo buenos muletazos sin que el público respondiera, ha comentado un vecino: “A la faena le falta algo”. Y su compañero ha zanjado la cuestión: “¡El toro!” En efecto, eso es lo que ha faltado, esta tarde.

La conclusión es evidente: si el toro no tiene fuerza, poderío, ni casta brava, la emoción es imposible. ¿Se darán cuenta alguna vez los profesionales?

POSTDATA. Por la mañana, acierta la Fundación Europea del Toro y su Cultura al organizar una Misa en memoria de Vicente Zabala, al cumplirse el 25 aniversario de su Pregón Taurino. Tiene lugar en la sevillanísima capilla de El Baratillo; la celebra y da un sermón muy taurino el P.Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp (de la familia del diestro Manolo González) ; asisten Curro Romero, Eduardo Miura, Victorino Martín y el Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza. Todo ha sido justo y oportuno. Vicente Zabala sucedió en la crítica de ABC a Antonio Díaz-Cañabate, en 1972. Compartió pupitre en los Maristas de Sevilla con Rafael Chicuelo. Su padre le llevaba de la mano a ver a Pepe Luis. Siempre fue fiel a cuatro casas: los Bienvenida, el Real Madrid, el ABC y la Casa Real. Compartía con el Papa Negro “la utopía de la perfección taurina”. En su pasión por la Fiesta, unía Madrid y Sevilla: “Uno, que es madrileño hasta las entrañas, lleva a Sevilla en el alma. No concibo el arte de torear sin Sevilla”. También en eso estamos de acuerdo.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Talavante evita el matillazo total

Rompió la corrida de Matilla un toro levantado del piso pero no alto. Movido y agalgado. La seriedad por delante en las puntas. Finas como el hocico. Muy escaso el poder. Miguel Ángel Perera lo midió en el caballo. Tanto, que el segundo puyazo prácticamente no existió. Ni aun así el ejemplar charro recuperó fortaleza. No la había. Una mezcla de impotencia y genio en sus movimientos. En los derrotes defensivos. Y una guasa descarada en su derecha. Ya desde el saludo con el capote. Por eso Perera principió faena con la muleta en la izquierda. Una devanadora de tornillazos. Un par de recados diestros y siniestros. La brevedad se impuso. En la hora de la muerte, se tapaba la misma. MAP metió el brazo con habilidad al tercer envite.

La altura huesuda del segundo marcaba su anatomía. Mucha caja para rellenar. Otro de paso ligero por el caballo. Apenas nada. En quites entró Roca Rey por chicuelinas. Bellísimo el broche. Alejandro Talavante replicó a la verónica con desigual limpieza. El toro embestía condicionado por su morfología. Y su generoso cuello no aguantaba la humillación hasta el final. Ese punteo último lo trató de evitar Talavante en la faena. Un par de doblones correctores, un par de enganchones a izquierdas. Cuanto más abajo, mayor nitidez. Esto lo entendió AT desde entonces. Y dibujó tres naturales hilvanados de nota. La ligazón vino en su derecha, por donde la embestida la permitía más. Las tandas coreadas siempre se quedaban a falta de algo. Cuando parecía que la faena y la música iban a arrancar…Vuelta a empezar. No se hacía fácil sacar la tela intacta. Alejandro se desinfló con la espada.

Asomó el pañuelo verde para el impresentable y descoordinado tercero. Al basto sobrero de la misma casa Matilla, también del hierro de Olga Jiménez, como los cuatro primeros, le cuajó Roca Rey un mandón manojo de verónicas. Mimo en el peto y un brindis sentido al maestro, a su maestro, José Antonio Campuzano. Y de ahí al mismísimo platillo. Los desafiantes péndulos silvetistas desembocaron en un cambio de mano soberbio. El bruto, que se movía como tal, quería ya irse. Tan rajado el fondo. RR, firme en la planta y en el toque, lo ató en su poderosa derecha. Pero el matilla sólo pensaba en la fuga. Basculaba cada vez más hacia toriles, arrollando por la izquierda, desarme y pisotón incluidos. Y allí terminó el peruano acorralándolo en tenaz arrimón. La media estocada suelta que se tragó entera acarreó una lenta agonía. Amorcillado contra la puerta de chiqueros y con la cerviz escondida, el uso del descabello demoró la ovación de recompensa.

Espoleado por la brillante tarde rehiletera de Javier Ambel, Trujillo, Domínguez o Barbero, Curro Javier se la jugó con el cuarto: como una cuchilla desgajó la taleguilla el pitón cuando se asomaba al balcón. Desequilibrado por el golpe, en el suelo Curro escapó de milagro. El hachazo no caló en sus carnes por una potra descomunal. En pie y desmonterado, recogió el reconocimiento de la plaza entregada. Contado el lance, o el trance, el toro no valió nada. Ni la espera ni el acompañamiento de Perera en los inicios le insuflaron el fuelle ausente. La pérdida del engaño una vez seguida a otra desanimaron al personal; el mortecino y bajo animal ya venía desanimado de casa.

El hondo y cargado quinto derribó el caballo como accidente laboral. Por inercia de su tonelaje más que por empuje. De hecho su fijación por escaparse ya se puso de manifiesto. A Alejandro Talavante le funcionó la cabeza para jugar con terrenos y querencias. Cerrado entre las rayas, lo cosió a su muleta siempre ofrecida. La expresión talavantista brotó. El toro la tomaba por abajo y con buen aire, más espléndido hacia los adentros. En redondo Talavante elevó el diapasón de la obra en constante crecimiento. La contundencia del espadazo fue el colofón para la oreja justamente conquistada.

El estrechó y lavado último vino a confirmar la desbravada escalera de Matilla. No podía ni con la penca del rabo. Al escurrido sobrero de Torrestrella lo salvaba su pinta sarda, que camuflaba su inexistente trapío. Un violento volatín en la salutación de Roca Rey valió por los puyazos que no le dieron. Señalados si acaso. El toro pasaba simplemente en la muleta peruana. Sin celo ni terminar de descolgar. Hasta que se le acabó su escaso gas. Casi tres horas de función. O defunción de la bravura.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Interminable y gélido despropósito

Se lo decíamos ayer: este año no hay tarde sin su oreja. Mejor así. Aunque dentro de éstas las hay de pesos y medidas distintas. El encargado de llevarse el despojo de rigor en la tarde de ayer fue el diestro extremeño Alejandro Talavante al que se le vió algo más dispuesto que en otras ocasiones para aprovechar las buenas o malas condiciones que le brindaron sus respectivos toros. Hay que reconocer que el matador pacense no se cansó de perseverar en la cara de sus dos enemigos y brindó, a la postre, los momentos de mayor contenido artístico de una tarde que duró demasiado y peso mucho más.

Talavante se las había visto en primer lugar con un toro grandullón y basto que pasaba sin clase ni ritmo en su muleta. La insistencia se tradujo en algunos muletazos sueltos, de excelente dibujo que salpicaron una faenita de sorbitos y bellos detalles calamitosamente rematada con la espada.

Pero la oreja, en definitiva, se la llevó de un manso de libro que ya estaba huyendo como un prófugo al segundo par de banderillas. Talavante aceptó esos terrenos y lo fue sobando en una faena que sumó paciencia y compostura. Alejandro torea bonito y cuando quiere, además, torea muy bien. Se pudo ver en una reveladora serie diestra en la que hubo reunión, trazo y exquisito temple. El toro amagaba una y otra vez con entregar definitivamente la cuchara pero el Tala siguió insistiendo hasta amarrar un mazo de intensos muletazos diestros, muy cantados en el tendido, cuando la faena parecía más que hecha. La estocada traserilla no fue óbice para que se pidiera ese trofeo que el palco no tardó en conceder.

El mismo presidente tampoco se lo pensó mucho para devolver al tercero sin un solo capotazo. En ese punto encalló el reloj y se precipitó una tarde culminada con nocturnidad en la que Roca Rey tuvo que despachar los dos sobreros previstos. El primero, también de Matilla, era una destartalada e inmensa catedral. Roca se encajó y se expresó a la verónica antes de brindar a su maestro y mentor José Antonio Campuzano que, prudente y elegantemente, prefirió recibir el monterazo desde la tronera del burladero.

Un doble pase cambiado encendió la primera traca. Siguió una gran serie al natural y otros muletazos hondos, sometiendo mucho al toro por el lado derecho. Después de un pisotón inoportuno se descompuso el pasodoble. El animal cantó la gallina y lo que parecía que iba a ser, no lo fue. Roca aceptó que la pelea sólo podía transcurrir en la puerta de chiqueros pero, ya se sabe, dos no riñen si uno no quiere y el toraco de los Matilla era hombre de paz.

Al sexto no quisieron ni verlo. Ni el público ni la cuadrilla del diestro peruano que se afanó cuanto pudo por hacerlo rodar. Estaba claro: viendo el panorama, estaban deseando que saliera el sobrero de Torrestrella. El presidente Fernández Rey, una vez más, tampoco se hizo mucho de rogar y sacó ese pañuelo verde que pone en éxtasis a algunos aficionados de ideas preconcebidas. La verdad es que al final no salimos ganando con el cambio. El toro, un recortado ejemplar de precioso pelo sardo, se pegó un impresionante volantín que le dejó para sopitas y buen vino. Roca hizo el esfuerzo entre tinieblas. Pero era imposible. Como imposible fue que Perera lograra el más mínimo lucimiento de los dos toros que le tocaron en ¿suerte? El primero tuvo peligro y el cuarto, soso y noblón, sólo permitió que su matador hiciera un ejercicio de temple y firmeza. Perera, bien acompañado de un recuperadísimo Fernando Cepeda, llegaba a la Feria y se despedía de ella en el mismo día. Tendrá que esperar un año más

Reflexión final: los ganaderos parecen querer evitar los vaivenes de los equipos gubernativos y veterinarios escogiendo encierros desmesurados que pasen sin problemas en el reconocimiento matinal. Se pudo comprobar con el envío de La Palmosilla y se repitió ayer con los toros de Matilla. Todo ello llega después de las escabechinas sufridas por las corridas de Victoriano del Río y Torrestrella que tanto han alarmado y enfadado al gremio de la dehesa. Algunos estarán encantados de la vida pero, ojo, estos no fueron nunca el verdadero toro de Sevilla. Cuidado…

13_abril_18_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:26 (editor externo)