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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Lunes, 16 de abril de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Garcigrande-Domingo Hernández (de diferente presentación, bravos y encastados, destacaron 2º, 4º y sobre todo el 5º, “Orgullito”, n. 35 de Garcigrande, de 528 kilos, que resultó reglamentariamente indultado. El 6º fue pitado en el arrastre.

Diestros:

Enrique Ponce de rioja y oro. Pinchazo hondo y tendido y cinco descabellos (silencio). En el cuarto, estocada caída (oreja).

El Juli de azul aguamarina y oro. Gran estocada (dos orejas). En el quinto, dos orejas e indulto. Salió por la Puerta del Príncipe.

Alejandro Talavante de negro y azabache. Pinchazo y media estocada tendida (silencio). En el sexto, cuatro pinchazos, media estocada y dos descabellos. Aviso (silencio)

Banderillero que saludó: Juan José Trujillo, de la cuadrilla de Alejandro Talavante, en el 6º

Presidente: José Luque Teruel.

Tiempo: soleado y fresco.

Entrada: lleno de no hay billetes.

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/985978421544128519

Galería de imágenes: https://t.co/6XX3uUOdMg

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver Un indulto mas en la Maestranza

Y llegó el indulto. El tercero en siete años en la Maestranza sevillana. Una media exagerada: personalmente pienso que, como media, sólo se debe dar uno por siglo y en plazas de primera. Es la media que lleva Madrid y que llevaba Sevilla hasta este siglo. Pero la indultitis ya es una moda imparable. “Orgullito” fue muy bueno en la muleta, extraordinario, pero nada más. No se le vio en el caballo, ni tiene cara ni trapío para padrear, que es el único objetivo del indulto. Por lo demás El Juli se llevó 2 orejas exageradas del 2° y dos justas del 5°. Ponce le puso más ganas que otra veces y con su toreo pulcro y técnico sacó un trofeo. Y Talavante algo perdido y apático no apareció, aunque es cierto que tuvo el peor lote.

Lo mejor, lo peor

Por Antonio de los Reyes

Lo mejor El Juli cuaja al 5º toro de la tarde a su manera, calentó tanto los tendidos que llegó hacer historia con Orgullito número 35 de 528 kilos de Domingo Hernández con clase pero sin pelear en la suerte de varas y que llegó a ser indultado por petición mayoritaria. Vació muletazos profundos y templados al natural, mandó y ligó con la derecha rematando con un pase de pecho de cartel, la Maestranza enloquecida pedía el indulto, el presidente algo confuso pidió que siguiera, El Juli gesticulando decía una más, una más… ¿y para qué más? ya no había vuelta atrás, todos locos sacando pañuelos, más a su favor dejó en la última el sello a una faena cumbre, sí, de dos orejas muy merecidas, no como en su primero.

Lo peor Talavante de luto y azabache se fue de vacío, actuación poco pulcra, demasiados enganchones sus toros pedían mando pero no se le vió en la corrida, abrevió con el 3º y sin muchos ánimos de remontada acabó con su último de la tarde

La Razón

Por Patricia Navarro. Julián, príncipe en Sevilla con todos los honores

Fue aquella loca tarde que quedará para la Historia. Porque son esos momentos los que nos hacen grandes, los que construyen una memoria histórica de la tauromaquia indestructible. La tarde de ayer, de hoy, ahí está ya. En la cima de Julián. El coloso Juli que se encontró con un “Orgullito” de Garcigrande para soñarlo. Y reventarlo. Juli estuvo rotundo. Sereno. Torero. Gallardo. Sincero. Bonito. Eterno. El Juli, a sus 20 años de alternativa, no entraba en sí de gozo cuando vio asomar por presidencia el pañuelo naranja. El mismo que permitía al toro volver a la dehesa salmantina después de haber acudido inagotable, con prontitud, en la distancia y ralentizándose después a la muleta de Julián arrastrando el hocico por el albero. Fue una faena de las que conmueven el corazón, las que nos disipan cualquier atisbo de dudas y en las que no entran en juego las cuentas, porque la cuentas no suman ni restan en el torbellino de emociones en el que nos perdimos al poco de empezar. Ya a la verónica cuando lo llevó al caballo. Se justificó el toro ahí en las dos varas. Meció la embestida del animal. Un delirio vino después muleta en mano. Tan despacio todo. Tan de dentro, tan para fuera. Tan de locos. Tan verdadero. Tan delirante a estas alturas seguir comprobando que el arte enfurece, alegra, enerva, excita, te levanta el trasero del asiento y ocurre que a veces hasta lo pies. Soñemos entonces. Y lo hicimos con los ojos abiertos. De lejos el toro acudía para frenarse al encuentro del engaño y hacerlo tan lento que fuimos partícipes cautivos de todo. De ese Julián relajado, vertical, casual, sabedor de la joya que tenía delante y dispuesto no a cuajarlo, sino a crear, a deleitarse sin la presión de otros tiempos. Y el toreo fluyó. El mejor. El más rotundo, inspirado, por derechazos, que se convertían casi en circulares improvisados. Tandas tan profundas, rebozándose tanto con el animal, que no necesitaban ni final, ni remate, ni pase de pecho… Una faena muy especial con su código propio, personal, personalísimo, mágico, sólo a la altura de las obras maestras. Un Juli colosal con un “Orgullito” fiel cómplice. Tras el pañuelo naranja y el delirio el propio torero acompañó al toro a toriles, juntos hasta el final tras una faena interminable. Le esperaba el viaje de vuelta al campo. Y dos trofeos simbólicos para el torero madrileño, que no dicen nada, casi resulta hasta vulgar cuantificar lo vivido. La Puerta del Príncipe a la vuelta de la vida. Del esplendor. El camino hacia el Guadalquivir. El señuelo de los sueños de los antiguos y los recién llegados. El mito. El hito. El volcán de emociones nos precedió para inundarnos. El toreo si sigue vivo es por esto, porque cuando es auténtico pone de acuerdo a todos y las emociones van directas al estómago y amenazan con quedarse. Para siempre. A prueba de traiciones de memoria.

A Justo, al ganadero, había brindado el segundo. Y fue el primer muletazo cuando dio un vuelco el corazón. La casta que tenía el toro, y con la que apretó al caballo, fue la misma con la que arrolló los pies de El Juli y le dejó vendido en la arena. Resolvió toreando de rodillas. A Justo, desde la otra punta, se le notó hiperventilar. Tuvo muchos matices el toro, tomaba el engaño por abajo, un punto a la espera, pero con extraordinaria calidad. Poco a poco fue El Juli cogiendo la medida al toro, con pasajes intensos y buen final. El doble premio se le pidió y entregó. Lo fuera de serie. Lo tremendo. Lo inolvidable vino después. Y de qué manera. Julián se hizo príncipe en Sevilla con todos los honores.

A Ponce le quemaban en el orgullo los dos primeros trofeos de El Juli. Y con sus 28 años de alternativa salió a comerse el mundo. Se le notó en esa primera tanda al cuarto, pasado de vueltas, de raza, toro y torero. Se ganó al público, pero el toro pronto avisó sus intenciones de rajarse y venirse a menos. El valenciano apuró lo indecible y le arrancó un trofeo. Poco había podido hacer con un primero que duró un suspiro. Julián, príncipe en Sevilla con todos los honores

La tarde no fue de Talavante. Ni con su segundo, que tuvo la fuerza justa, más o menos al mismo nivel que la motivación del torero, ni con el sexto, que tuvo motor y un derrote al final del muletazo. Demasiado desafío para esas tardes en las que no se está.

El Juli, tan torero, tan dueño, señor, celebraba por todo lo alto sus veinte años de alternativa. Ya dicen, que 20 años no son nada. Príncipe cabal. Y torero.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El magisterio de El Juli hace historia en Sevilla: indulto, cuatro orejas y Puerta del Príncipe

El del 16 de abril fue marcado en rojo desde que los carteles sevillanos vieron la luz. Como uno de los más cuajados. O el más atractivo. No sólo por la historia de dos toreros de época como Enrique Ponce y El Juli o el momento -un momento de décadas- que atraviesan, sino además por la mutua apetencia de la corrida de Garcigrande en Valencia. Un pleito avivado como coartada por la empresa y que acabó con Juli fuera de Fallas. En torno a la cotizada y codiciada ganadería salmantina, el duelo sevillano. Los números previos de cada cual en la Maestranza ofrecían un balance a favor de Julián: cuatro Puertas del Príncipe y 29 orejas en 40 tardes frente a una salida a hombros y 10 orejas en 57 citas de Enrique. Y, a todo esto, Alejandro Talavante como testigo encubierto -23 fechas y 16 orejas, según datos del doctor Crivell- dispuesto a no serlo. Ni testigo ni encubierto.

El Juli dinamitó el combate como un templado tsunami. Un lucky punch de órdago. Qué manera de cuajar un toro. Desde los lances de manos bajas, las chicuelinas a rastras, la muleta barriendo el albero. Todo por abajo y a cámara lenta para inmortalizar a Chumbo. De Domingo Hernández la joya negra. Alto de agujas y de cuello tan generoso como su humillación. Como su modo de darse y labrar el ruedo con el hocico. Allá hasta donde Juli lo ordenaba. Asentado, atalonado, ligado. Plomo en sus zapatillas; oro en su muleta. La bravura tamizada por la excelencia la sublimaba JL. Que había arrancado faena accidentadamente. Los cuartos traseros lo derribaron y de rodillas siguió con la improvisación de sus arrestos serenos. La derecha bordó en redondo dos rondas de temple absoluto en un palmo de terreno. El tranco de Chumbo desbordaba por la mano inmensa: en su palma, el toreo. De pronto, de repente, un natural dibujó la profundidad del mar. Un natural oceánico como presagio de las olas que habrían de brotar. Tan lento y embrocado. Como de nuevo en su diestra la lava avanzó por el camino de la verdad. Y se vaciaba por debajo de la pala del pitón. Por donde las cosas son. El broche del cambio de mano cosido al pase de pecho incendió la Maestranza. Y otra vez al natural la barrida del ruedo. El toro planeaba aún en los flecos que borraban abril y dejaban la huella de lo auténtico. En cada reunión, un monumento vertical. Como un géiser pausado. La coda, la forma de andarle el Juli, la suavidad orteguista, como cierre magistral de los últimos derechazos que pasaban por los muslos. El estoconazo brutal, en todo lo alto, así como ojedista, explosionó la pañolada. El palco rindió los suyos ante la evidencia incontestable. Dos orejas como un golpe de mayúscula autoridad. El Juli aplaudió el arrastre de Chumbo, se abrazó al ganadero en el nombre del padre y sacudió los trofeos con la fuerza de su obra inmarcesible.

Cuando parecía que no había un más allá, lo hubo. El Juli hizo historia con Orgullito. Número 35. 528 kilos. Nacido en diciembre de 2013. Indultado en las manos proverbiales del fenómeno. Orgullito se sumaba a la orla de Arrojado, de Cuvillo, y Cobradiezmos, de Victorino. Pero si el toro pronto, alegre, humillado, repetidor y bravo en definitiva, fue una pura maravilla, Juli lo potenció. Sin apretarle en las tres primeras series de derechazos, conjugando distancias y alturas, acompañándolo hasta el ataque que surgiría por bajo. Por las dos manos. La conjunción total. La muleta ya horadando la arena. La Maestranza era un manicomio. Con el toreo julista insuperable y con el garcigrande de gloria. El presidente dijo que siguiera ante la desatada petición de indulto. Y Juli y Orgullito siguieron. Imparables. Hasta que el pañuelo naranja asomó. La plaza deliraba. Las dos orejas paseó el maestro de San Blas en compañía de Justo Hernández. Aquello fue de rabo. La tarde entera de JL. ¿Para cuándo entonces? La Puerta del Príncipe esperaba abierta ya de par en par. La procesión soberbia. La grandeza de la fiesta.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Larga y fecunda vida a ‘Orgullito’

Apunten los datos: se llamaba Orgullito. Estaba marcado con el hierro de Garcigrande y el número 35; dio 528 kilos en la báscula y había nacido en la dehesa charra de la familia Hernández en diciembre de 2013. El Juli le abrió de nuevo las puertas del campo e inscribió su nombre en los anales de la plaza de la Maestranza. Orgullito, indultado en Sevilla, ya está en la historia.

Era la mejor manera de homenajear a una vacada y un ganadero, Domingo Hernández, tan estrechamente vinculados a la carrera del diestro madrileño que, celebraba de paso su vigésimo aniversario de alternativa en una de las plazas que mejor le han visto. Hoy igualó a Curro Romero en el registro de Puertas del Príncipe; sólo le queda una para emular a Espartaco, actual guardián del mítico arco que se mira en el Guadalquivir.

Julián ya había cortado las dos orejas del segundo cuando saltó ese Orgullito, un toro que cantó su buen aire en los capotazos iniciales a pies juntos pero, especialmente, en las estupendas verónicas de un quite que el torero madrileño remató con media de aire abelmontado. El toro metía la cara de cine en la brega y los hombres de El Juli, conscientes de lo que podía pasar, funcionaron como una maquinaria perfectamente engrasada. El elegante galope en banderillas hacía presagiar el acontecimiento que iba a llegar y el torero, arreado, lo brindó al personal entre clamores.

A partir de ahí surgió el toreo como un torrente cristalino que se acabó convirtiendo en un río desbordado. El Juli lo bordó desde el macizo inicio en una faena que comenzó fluyendo como un concertino -los muletazos a cámara lenta ya son los mejores de la feria- y acabó convirtiéndose en una orquesta desatada. Julián toreó con el alma y reveló todos sus registros. Primero se había abandonado a su alma de artista pero la bravura del animal, que se venía de largo sin ser citado, fue dando argumentos a un trasteo que que ya era un clamor cuando el grandioso diestro madrileño enterró las bambas de la muleta en la arena y tiró de aquella embestida casi perfecta. Julián se marchó de la cara y se mascó el indulto, aclamado con fuerza desde el tendido mientras la plaza se convertía en un auténtico manicomio. Pero aún había que convencer al presidente a base de series y más series de extraordinarios muletazos dichos en redondo que sólo podían tener un desenlace: el perdón de la vida del excepcional ejemplar. El Juli lo acompañó hasta chiqueros. El presidente, Pepe Luque Teruel, le concedió las dos orejas que no paseó. ¿por qué no darle el rabo que se había ganado en justicia?

Como no podía ser menos, el torero sacó a Justo Hernández, hijo del forjador de la vacada, a compartir la vuelta al ruedo. Antes le había brindado la muerte del segundo, un toro abrochadito y de buena nota al que entendió desde el principio. Barroso lo había picado en maestro y El Juli le enjareto una faena de excelente trazo, de muletazos largos y hondos, de naturales dibujados y series dichas para dentro en las que acertó a pulsear una embestida que sólo tenía un pero: la justeza de su motor. Julián le dio aire y en un cambio por la espalda amarró nuevos muletazos por la izquierda antes de acabar su faena muy metido entre los pitones. La estocada amarró las orejas pero, ya saben, quedaba lo mejor.

Otra oreja se llevó Enrique Ponce del segundo de su lote después de haber tenido pocas opciones con el blando primero, un ejemplar al que doblegó antes de que se orientara. Y algo le vio a ese cuarto cuando se decidió a brindarlo a la parroquia. Después llegó una faena algo desigual, movida de terrenos y adaptada al temperamento manso del animal. Fue grandioso el comienzo, con una excelente serie diestra que levantó un clamor pero no gustó tanto el recurso, que no siempre encontró, de aprovechar la inercia de los viajes en esos artificiosos muletazos en noria. Fue más natural, valga la redundancia, su toreo por naturales y, especialmente los bellos muletazos genuflexos antes de que se rajara. Lo mató pronto y lo mató bien. Talavante ni existió: cortó por lo sano con el vacío tercero y pasó un mal rato con el duro sexto, que le pidió el carnet.

El País

Por Antonio Lorca. Indulto de un ‘garcigrande’ y apoteosis de El Juli

La plaza de la Maestranza ha vuelto a vivir el inmenso gozo del indulto de un toro. Los tendidos rebosaron alegría, felicidad y emoción, pues eso implica que un animal se gane la vida en el ruedo. Y la tarde fue apoteósica para El Juli, que desplegó un derroche de poderío, técnica y buen gusto, y alcanzó el merecido triunfo de la Puerta del Príncipe, la quinta de su carrera.

Aplacados los ánimos tras el éxtasis vivido en los tendidos, la pregunta surge sola: ¿Qué hizo Orgullito, número 35, negro listón, de 528 kilos, de la ganadería de Garcigrande, para que el presidente sacara el pañuelo naranja?

Pues Orgullito fue un magnífico toro moderno, muy justo de trapío, que acudió inicialmente al capote sin codicia, hizo una muy desigual pelea en varas (en el primer puyazo empujó con un solo pitón y solo recibió un picotacito en el segundo), embistió con largura en un buen quite por verónicas de El Juli, y se descubrió en la muleta como un toro con clase extraordinaria, profundidad, repetición, humillación y fijeza; y algo más: fue de menos a más, y acabó tras una muy larga faena con embestidas más profundas y emocionantes. En fin, un grandísimo toro para la muleta que se encontró, además, con un torero en plenitud y entre ambos amasaron una faena que encandiló al público y al presidente.

Orgullito no debió ser indultado porque no demostró su bravura en el caballo; pero como el primer tercio está en vías de desaparición, nadie (ni la autoridad, y eso es lo peor) lo tiene ya en cuenta. Es más, podría decirse que se acaba de firmar la sentencia de su desaparición tras el indulto del toro de Garcigrande. Fue un toro de vuelta al ruedo.

¿Y El Juli? Es un torero poderoso, que domina como pocos el oficio y la técnica del toreo. Se amoldó a la perfección a las condiciones del toro, mecánico y despegado su toreo en el inicio de la faena de muleta, y cada vez más ligado y profundo a medida que el animal se rompió en su exquisita calidad. Una faena esencialmente con la mano derecha, en tandas largas, al hilo del pitón casi siempre, pero henchidas de aroma. Solo un intento por vanos naturales y un doble circular que provocó el entusiasmo. Unos ayudados finales, con Orgullito alegre y codicioso aún, convencieron al presidente. Momentos antes, un quite a la verónica, de tres capotazos hondos y una buena media preludiaron el éxito posterior. Conclusión: Orgullito fue un toro nobilílismo, pero no combativo, exigente, poderoso y encastado. Ese animal ya no se lleva.

He ahí la razón fundamental por la que las figuras actuales exigen este tipo de toro, ideal, también, para los públicos generosos.

El Juli había cortado otras dos orejas a su primero, anovillado animal, nobilísimo, un corderito, al que El Juli toreó con oficio, pero sin intensidad ni emoción. Es verdad, no obstante, que lo veroniqueó con gusto, hizo un ajustado quite por chicuelinas, y su faena de muleta fue limpia, ligada y, también, fuera de cacho y al hilo del pitón. No hubo arrebato, ni conmoción, porque a toda la faena le faltó el alma que debe poner un toro encastado y un torero transfigurado.

También anduvo por la plaza Enrique Ponce, un poco desvaído en su expresión, que lidió primero una mona descastada, y le cortó la oreja al cuarto, otro animal noble y de escasa codicia. Jugó con él y lo mató de una gran estocada.

Y el tercero en discordia, Talavante, no tuvo su día. Insulso y sin esbozo de calidad fue el tercero y lo mató con prontitud; mejor el sexto, con más brío, pero el ánimo del torero estaba por los suelos y no arriesgó un alamar. No entendió a su oponente o, sencillamente, no lo quiso entender.

En dos palabras: valgan el indulto del toro y el triunfo del torero si contribuyen al enaltecimiento de la fiesta de los toros. Aceptemos, pues, pulpo como animal de compañía.

El País

Por Rubén Amón. Julián y el hermano toro

Fue emocionante el último muletazo de El Juli a Orgullito. Estiraba el trapo como si estuviera recogiendo un náufrago del mar. Lo redimía de la muerte, enseñándole el camino de los chiqueros y, al fondo, el paraíso de la dehesa. Orgullito se había vaciado, entregado, ofrecido, pero el último resuello le permitió invertir su destino: de la plaza al campo, de la muerte a la vida.

Hubiera deslucido la ceremonia la irrupción de los cabestros. El cencerro es la deshonra del toro bravo. Y El Juli dispuso que se abstuviera el mayoral de su tarea. Emocionaba la intimidad del matador y la fiera. Que no eran matador ni fiera, sino el franciscano Julián y el hermano toro. Por eso El Juli acompañaba a Orgullito con la voz en cada muletazo. Lo jaleaba. No toreaba El Juli. No había engaños. Sobrevenía entre ambos una coreografía asombrosa.

Excepcionalmente bravo fue Orgullito, un ejemplar del hierro salmantino de Garcigrande al que Julián López alumbró acaso la mejor faena de su vida. La plaza, la hora. El día. Que se le tiembla a uno el pulso de evocarla, pues se desmayaba El Juli en cada derechazo. Se abandonaba, como se dice en el argot. Y se reunía con el toro como si no fuera ya posible distinguirlos. El toro era el hombre. El hombre era el toro. Respiraban a la vez.

La armonía conmovió los tendidos. Alborotó una tarde de euforia, de conmoción y de histeria. No digamos cuando los aficionados elevaron a hombros al torero en el umbral de la Puerta del Príncipe. Y lo convirtieron en paso de semana santa, despojándolo del oro del vestido como a un tótem de la fertilidad y asomándolo al espejo del Guadalquivir cuando casi anochecía.

Y levantaban los sevillanos los móviles hacia el cielo. Como si fueran candelabros de la posmodernidad. Y gritaban “Torero, torero” al Juli, cuya mueca de felicidad con la cicatriz de una antigua cornada identificaba la tarde de la gloria y de la ingravidez. Esas muñecas rotas. Esa tauromaquia incorpórea. Y esa suavidad con que había mecido los vaivenes de Orgullito, igual que hace el viento con las espigas. El niño prodigio se hacía hombre prodigio. Julián y el hermano toro ver fotogalería Aitor Alcalde Getty Images

Y se le quedaba corto el apodo. El Juli suena a poco. Parece el diminutivo restrictivo de un torero superlativo. Qué lejos ha llegado aquel chavalillo rubio y retaco al que las autoridades prohibían torear en España porque no cumplía la edad. Qué grande parecía ayer en La Maestranza Julián, arrebatándose con el capote, ciñéndose la embestida de Orgullito como si el torero y el toro hubieran acordado dejarse ir, de la vida a la muerte, o de la muerte a la vida.

Fue un acto de entrega y de generosidad. El del toro, el del torero, y el del público también, pues los espectadores revistieron los tendidos de pañuelos blancos a semejanza de un oleaje embriagador para reclamar el indulto de Orgullito y los laureles de Julián. Ave Juli.

ABC

Por Andrés Amorós. El Juli indulta al toro «Orgullito» en la Feria de Abril

Sólo un par de años después del inolvidable «Cobradiezmos» de Victorino Martín, la Plaza de los Toros sevillana vuelve a vivir la inmensa emoción del indulto de otro toro bravo: «Orgullito», negro listón, de 528 kilos, con cuatro años y cuatro meses, de la ganadería de Garcigrande, lidiado, en quinto lugar, por El Juli. (Otro «Orgullito», de la misma ganadería, fue indultado por Roca Rey en Albacete, el año pasado). La Plaza entera ha vivido esa comunión clamorosa: un espectáculo realmente único, la gran catarsis colectiva en honor de un toro bravo: ésa es, en definitiva, la justificación de nuestra Fiesta.

Además del indultado, han dado juego excelente los toros segundo y cuarto. El Juli, gran defensor de esta ganadería, ha vivido una de las tardes más felices de su carrera, que alcanza ya dos décadas: ha salido por la Puerta del Príncipe, el sueño de todos los toreros; la nobleza de los toros le ha permitido desplegar la mejor versión de su tauromaquia. Con menos fortuna en el sorteo, Enrique Ponce ha dibujado una faena realmente primorosa, la idónea para ser apreciada por paladares tan exigentes como los de la afición sevillana. Sólo ha salido mal parado Alejandro Talavante, en una tarde aciaga. También ha acertado el presidente, José Luque Teruel: primero, por ser el responsable de que se lidiara el segundo toro, que ha resultado excelente; luego, por haber medido bien los tiempos y acertado en el indulto. (A él le tocó también la fortuna de presidir la corrida en que se indultó a «Cobradiezmos», como refleja un azulejo, en los corrales de esta Plaza).

Como decía Jack el Destripador, vayamos por partes. Además de ser un cartel de tres figuras, la corrida ofrece el atractivo de ver la rivalidad de Ponce y El Juli con estos toros, favoritos de Julián, a los que, este año, se está apuntando también Ponce: son los que propiciaron el triunfo de El Juli, en Castellón, y de Ponce, en Valencia.

Aunque le costó entrar, hace tiempo ya que la sabia afición sevillana valora con justicia la madurez artística de Enrique Ponce, que vive una asombrosa segunda juventud. La diosa Fortuna le sonríe sólo a medias. Lancea con gusto al primero, que se mueve pero pronto flaquea. Lo va metiendo en la muleta con suavidad, mandando mucho pero con guante de seda. Aunque lo cuida, el toro protesta, se viene abajo y, con él, la faena. Falla con el descabello. Primor de Ponce

Pero le queda el cuarto. El comienzo del toro no es prometedor: embiste remiso al quite por verónicas. Aún así, el valenciano lo brinda al público: con su habitual lucidez, ha vislumbrado sus posibilidades. Para que no huya, lo sujeta, rodilla en tierra y, con una sola tanda de muletazos, pone la Plaza boca abajo, consigue que la música rompa a tocar. Se suceden los muletazos armoniosos, acompañando con la cintura, llevándolo prendido. Parece estar realizando el ideal que formuló Curro Romero: cada pase es una caricia. No cabe torear con más primor. Como la faena es larga y el toro se raja, los doblones por bajo levantan un clamor. Y, para colmo, consigue una gran estocada hasta la mano: corta una oreja. ¿Por qué no la segunda? Todavía no lo sé. Su naturalidad, al torear, es lo que pedía Antonio Bienvenida, el privilegio de los más grandes. A mi lado, un espectador cortés pero exigente dictamina: «Ha sido como tomarse un buen vino». En Sevilla, todavía queda gente que sabe apreciar eso…

Tiene la fortuna El Juli de que le toquen dos grandes toros y los aprovecha plenamente. Me cuentan que hubo discrepancias sobre aprobar o no el segundo, un poco abrochado de pitones, que da un juego magnífico. Julián se entrega por completo, desde las verónicas de recibo. Al iniciar la faena, se resbala y cae pero tiene el gesto torero de enlazar muletazos de rodillas. Torea con mando, lentitud y ligazón. El único lunar: recurrir pronto a las cercanías; un toro tan noble pedía distancia. Mata con el habitual salto pero como un cañón: dos orejas.

Ya con la Puerta del Príncipe entreabierta, es fácil imaginar cómo sale en el quinto y tiene la fortuna de que sea excepcional: es pronto, va largo, humilla, repite, obedece: ¡vaya toro! En el mismo platillo, desmaya la muleta, manda, liga los muletazos. Va creciendo la emoción por la bravura del toro; El Juli no se cansa de torear; el tendido se puebla de pañuelos; el presidente espera lo justo y saca el ansiado pañuelo naranja: por su bravura, «Orgullito» se ha ganado el derecho a vivir felizmente, en su dehesa salmantina. En medio de la locura general, El Juli da la vuelta al ruedo con el ganadero, Justo Hernández, profundamente emocionado: sin duda, se ha acordado de su padre, fallecido hace poco.

¿Y Talavante? Mejor hablar de él otra tarde. No se da coba en el flojo tercero y se ve desbordado por la brusquedad del último, que exigía mucho dominio. (Ha saludado Trujillo, como tantas veces).

Cruza El Juli triunfalmente la Puerta del Príncipe, tocando el cielo. En nuestro recuerdo queda la emoción profunda de este toro, orgullo – no «Orgullito»– de la casta brava. La ilusión de ver toros así nos seguirá empujando a las Plazas. Ése es –dijo el poeta– «el negro toro de España… porque toda España es él». Quieran o no quieran.

El Español

Por Juan Diego Madueño. Histórico indulto de 'Orgullito' de Garcigrande: El Juli arrasa Sevilla en su tarde con Ponce

El Juli ha renacido en Sevilla arrasando con el histórico indulto de Orgullito, número 35 herrado con el hierro de Garcigrande, extraordinario de principio a fin en la muleta, pronto, con transmisión y, sobre todo, con una clase difícil de lograr —la capacidad de embestir entregado y humillado— y que perdurará en el resto de generaciones de la ganadería gracias a la vida regalada de la que disfrutará a partir de ahora esta joya de animal.

La estrecha relación de Juli con la Maestranza —sin llegar a los achuchones adolescentes de las tardes de Manzanares— se cortó en 2013. Del fenomenal domingo de Resurrección a la cornada y el fallido gesto de Miura. A partir de ahí un penar continuo, enfadados los dos. Eso lo hemos visto todos como quien ve First Dates.

La Maestranza se volcó a partir de mitad de faena. Orgullito llevaba un rato regalando embestidas. Sin muchas curvas, tenía el trapío medido en el lomo recto. Redondo de atrás a delante por los pitones acapachados. No era un dije. Acudía con una prontitud dorada, incluso le sorpendió en alguna ocasión a Juli, que improvisaba tandas encauzando la revolución que llevaba dentro el garcigrande, lanzado el toro por fuerzas invisibles, joder, un torazo. Los hilos de la alquimia ganadera funcionando en plenitud.

Juli toreó entonces con la muleta arrastradísima, despacio, estrujándose a un palmo del albero. Aquello galopó por los tendidos y los oles salían de los sótanos de La Maestranza: el rugido de la civilización acompañaba cada final de muletazo. Yo qué sé. Ni se escuchaba la música.

En la faena hubo una inercia frenética. El público empujaba. El Juli les brindó el toro con el tam-tam de lo histórico. Llevaba ya dos orejas y el inicio barruntaba la Puerta del Príncipe. Cinco o seis muletazos como pinceladas sencillas, muy buenos, saliéndose con él a los medios. Hubo mucha intensidad. Las notas están confusas. “Natural buenísimo”, tengo apuntado. En el recuerdo palpita la sensación de lo irrepetible. En estos casos fluyen muy mal las palabras. Basta con decir que fue extraordinario.

Los circulares provocaron a más pañuelos. Después de dos naturales cadenciosos, empezaron a exigir el perdón del toro. Los tendidos se cerraron de blanco, con las miradas puestas en el presidente, que le hacía gestos al matador para que siguiera toreando. Ni una vez desfalleció Orgullito. El clamor se convirtió en bronca. Miles de personas zarandeaban al palco. El Juli fue a por la espada. Todos se asomaban, gritando, abiertas las chaquetas, volanderas las corbatas, volantes, lunares, camisolas al viento. Un cuadro impresionista a todo color. La fotografía para los siglos. Y saltó el pañuelo naranja.

El indulto de Orgullito en un marco como la Maestranza cierra el círculo de Juli con su ganadería predilecta. Garcigrande es su laboratorio de embestidas. Además, hace unos meses murió Domingo Hernández, fundador del hierro, y en la vuelta al ruedo con Justo hubo esa llovizna fina del recuerdo. La guinda al 20 anivesario de alternativa. Tendría que haber cortado el rabo: cinco Puertas del Príncipe ya.

La faena mantuvo un nivel alto siempre, es verdad, desde la bellísima media con la que lo dejó en el caballo. No fue de salir rodando por el tendido, sin embargo. El poso que queda es el de la perfección, no el arrebato. El toro fue definitivamente a más. Cumplió en el caballo como cumplen los toros de esta generación. Orgullito salvó su vida merecidamente.

Juli toreó a Chumbo mejor con la mano izquierda, que fue el segundo, un toro un poco birria. Qué calidad. Otro gran toro. Más ligero. Por la derecha, entregado, los muletazos surgen en bloque. Se lanzó Juli a la suerte suprema con la espada de pértiga. Debe tener una foto como Isinvayeba. Las dos orejas se pidieron con intensidad.

Después del ñiquiñiqui del entorno del matador por el trato que le dieron en Valencia en favor de Ponce, que se encontraran con una de Garcigrande en Sevilla tenía su morbo. El encuentro quedó arrasado por el indulto. Una cuenta pendiente menos.

En la parte terrenal de la tarde: Ponce le cortó una oreja al cuarto por una faena que tuvo dos momentos. El inicio y el final. Sus favoritos son los toros que se quieren ir. Les tapia las salidas con la ligazón. Hubo algo marchito en toda la secuencia. La noria que rindió Madrid hace un año quedó inconclusa. Le dio aire por la izquierda y apretó por la derecha, pegado al tercio del cuatro. Se sacó al toro después a los medios, marcó la querencia, y hacía allí lo llevó doblándose, consciente del escenario, haciendo malabares con todas sus formas de seducción. Cobró una estocada de ley. Del trance salió quebrado el palillo y Tratante moribundo.

No pudo corregir los defectos del simple primero.

Talavante no se dio coba, ni cuando no quiso, ni cuando quiso un poco. Tan lánguido.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Don Julián, dominador y colosal

Llegó la primavera, la Feria y se desató el delirio en La Maestranza, que ofreció un llenazo con un público en las antípodas en exigencia del aficionado de preferia. El magnífico toro en la muleta que fue indultado, Orgullito, de Garcigrande, hizo una pelea en varas desigual y nada exigente.

Pero el primer tercio, antaño referente para ganaderos, ha desaparecido en el menú incompleto que es hoy en día la corrida de toros. Ya se sabe que los aficionados que quedan en La Fiesta y creen en un menú completo están señalados por glotones.

En cualquier caso fue una tarde histórica para Julián López, El Juli, en plena sazón y en su mejor actuación en la plaza de Sevilla, donde cortó cuatro orejas -dos a su primer toro y dos simbólicas a su segundo-, saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe por quinta vez en su carrera. Un festejo en el que como protagonista también estuvo la ganadería Gracigrande-Domingo Hernández, dos hierros de la misma casa ganadera y con el mismo encaste, cuyo propietario falleció el pasado febrero, por lo que los astados saltaron al ruedo con divisa negra en señal de luto.

Con el quinto toro, Orgullito, de Garcigrande, cuatreño, número 35, negro, bajo, de 528 kilos, muy bravo en la muleta, noble y repetidor, El Juli, que se lució en unas verónicas con mando y en un gran quite por ese palo, cuajó en los medios una gran faena, vibrante y poderosa, en la que arrastró una y otra vez la muleta por la arena, persiguiéndola con humillación el astado en muletazos ceñidísimos. Tras un comienzo soberbio, con un bello muletazo rodilla en tierra, el diestro dio a entender al toro de inmeditado quien iba a mandar, con una tanda de mano baja. Sonó la música. Con la izquierda elevó el listón en una serie de naturales con ligazón rematadas con el de pecho sin rectificar.

Luego, con la diestra, barrió literalmente el albero en dos series con el público rendido. Comenzaron a salir pañuelos blancos en petición de indulto del toro y tras unos circulares invertidos, los tendidos, nevados de pañuelos, eran puro fuego. El Juli en ningún momento quiso darse coba para indultar al astado y continuó con otra serie diestra de mano baja. Entonces, el presidente, José Luque Teruel sacó el pañuelo naranja. El toro fue devuelto a los chiqueros y El Juli dio la vuelta al ruedo con el ganadero Justo Hernández, hijo del ganadero Domingo Hernández.

Anteriormente, El Juli, con una firmeza extraordinaria y otro derroche de buen toreo, había triunfado con el segundo, otro toro bravo -con el hierro de Domingo Hernández-, altote, con calidad, pero que bajó su rendimiento al perder fuerza a mitad de faena entre otras cosas porque El Juli exige lo máximo a los toros, a los que hace humillar tras sus telas.

El torero de San Blas ganó terreno a la verónica y tras agarrar un gran puyazo su picador José Antonio Barroso, ovacionado con fuerza, realizó una faena, que brindó al ganadero, Justo Hernández, marcada por el dominio, la exposición, el gusto y pases ajustados que comenzó con la diestra, siendo arrollado y sin titubeo alguno, desde la arena continuó de rodillas toreando.

Luego de pie, suavidad y ajuste o tres naturales larguísimos sin enmendarse… Con el toro a menos, algunos naturales sueltos fueron de factura cara. En la suerte suprema se tiró a por todas y enterró el acero de manera contundente y arriba para cobrar dos orejas.

Enrique Ponce fue premiado con una oreja del cuarto, bajo, tras una faena desigual, salpicada de su deslumbrante estética, que comenzó con doblones y rubricó al primer envite. Con el que abrió plaza, terciado y que se quedaba corto, el trasteo no levantó vuelo, a excepción de una tanda con la diestra. Y Alejandro Talavante pasó inadvertido ante su lote; el tercero justo de trapío y deslucido y el sexto, alto y que se rajó. La tarde fue de principio a final de un torero: don Julián, dominador y colosal.

16_abril_18_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:26 (editor externo)