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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Martes 16 de abril de 2024

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Garcigrande (con presentación desigual, mansos y descastados en general; los mejores, 2º y 5º).

Diestros:

Cayetano: Estocada (palmas); estocada tendida (silencio).

Emilio de Justo: Estocada en su sitio (oreja); estocada trasera (saludos desde el tercio).

Ginés Marín: Estocada casi entera (saludos desde el tercio); estocada (saludos y vuelta al ruedo).

Incidencias: Cayetano resultó contusionado en el brazo derecho durante la lidia del 5º, sin consecuencias. Menos grave.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: soleado, caluroso.

Entrada: tres cuartos de plaza.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

De Justo se justificó con una faena al natural

Los toros de Garcigrande fueron más de lo mismo, algunos en el tendido los llaman “los juanpedros de Salamanca”. Destacó el quinto que tuvo un buen pitón derecho, lo que aprovecho De Justo para una faena importante que impactó en la Maestranza, aunque después la estocada trasera retrasara el final e impidiera el premio. En el segundo, más complicado, adivinó que el lado bueno era el izquierdo y por allí enjaretó naturales con enjundia y profundidad en faena que bien rematada le valió una oreja sin discusión. Su triunfo pudo ser más grande. Ginés Marín puso toda su voluntad y esfuerzo pero el lote no le dejó cuajar faena completa, aunque la gente le agradeció las maneras y la voluntad. Y de Cayetano, nada que decir, es mejor que se siga apuntando a todos los festivales (no falla en los carteles de ninguno) pero a Sevilla, reconociendo que no tuvo toros, hay que venir de otra manera. La empresa, que es la que hace los carteles, sabrá por qué viene.

Crónicas de la prensa

Por Patricia Navarro. La Razón. Chispazo de Emilio de Justo en la resaca de Ortega

El resacón de Ortega recorría los ánimos de Sevilla, con más ladrillo en los tendidos que otras muchas tardes. Se preveía. En las emociones también. Lo primero que se comentaba era lo último que había pasado el día anterior. Esa despaciosidad de Juan que lo había llenado todo por tanto tiempo. Son las obras que perduran. Hay una sensación de vacío después de verlas que hay que gestionar, como haber llegado a una cima. ¿Y ahora qué? Que hacemos con el resto… el mundanal ruido.

A ese código perteneció el primer toro de Garcigrande y la faena de Cayetano. Ni fu ni fa el toro. Iba y venía con el fuelle justo, con los ánimos contados, intermitente la faena de Cayetano, que tampoco sumó para que aquello tuviera más continuidad. Y entonces Ordóñez puso fin y pasamos sin más gloria a otro acto.

Le fallaron las fuerzas al segundo, solo en los primeros tercios. Fue toro bueno después. Emilio de Justo dejó una faena punto larga, de búsqueda, de ir encontrando la distancia y sobre todo la colocación al toro para que el toreo le saliera más fluido. Así fueron las últimas tandas al natural, las más reunidas y bellas. Y con la estocada se volcó y hundió el acero con mucha verdad.

Ginés Marín se frustró con un tercero de poquísimas opciones. Su movilidad quedó en los dos o tres primeros muletazos. Después, en cuanto lo apretó, el toro no quiso y se paró. Alargó más de la cuenta para el poco material que había y lo intentó en las cercanías.

El cuarto fue una birria por dentro y por fuera. Queda claro que este año no queda nada del toro de Sevilla. Las manos de Cayetano tampoco ayudaron a que aquello pudiera evolucionar, así que la brevedad fue la mejor opción y que metiera la mano a la primera una alegría.

El quinto tenía la llave de la tarde. En todos los sentidos. Por la posible Puerta del Príncipe y porque el destino quiso que fuera toro bueno y lo cantara desde el principio. Las bondades las tuvo por el derecho, el zurdo tenía su miga. De Justo lo supo y de ahí que ligara la faena, centrado con el toro, aunque también con ese punto eléctrico que tiene en los cites y en su toreo. Probó al natural y cuando retomó la diestra al toro se le había acabado ese carbón. Se fue detrás de la espada, aunque se le cayera abajo y atrás. El toro tuvo veinte buenos.

El sexto fue otro toro sin expresión ninguna de cara. Podía ser Sevilla o cualquier otro lugar. Lo mismo daba. Ginés, que no tuvo ninguna opción con su primero, no tuvo mejor suerte. Anduvo a su aire el toro por el ruedo sin gobierno. De aquí para allá sin quedarse en ningún capote. Incómodos los banderilleros. Después Ginés lo exprimió por el derecho sacando agua de un pozo seco y pasó calvario por el zurdo, donde no tenía uno. Espadazo de Marín, que hizo un esfuerzo y dio una merecida vuelta al ruedo.

Quedaba clara que la resaca de Ortega era de las gordas. Más llevadera pensando en el 20A. Su regreso. El lote de la tarde se lo había llevado Emilio de Justo. Lo único salvable pero sin la sustancia como para olvidar.

Por Carlos Crivell. Sevillatoro

Buena tarde de Emilio de Justo con una birria de corrida

El nivel de la plaza está muy bajo y la corrida de este martes de feria ha sido un buen ejemplo de ello. La autoridad ha permitido la lidia de una corrida sin la presentación que debe exigirse en la Maestranza. Ha sido otro lote de toros de presentación destartalada, desde el jamacuco primero a los impresentables segundo, tercero y cuarto. Pero un martes de feria no hay ninguna protesta, la gente acude a la plaza a cumplir su gran ilusión de ver un festejo de feria en Sevilla y no pasa nada. Tampoco cuando los toros gatean como han hecho varios de Garcigrande, que bien podían haberse marchado a los corrales.

Además de mal presentada, los toros han sido un dechado de falta de raza y codicia, rayando en la mansedumbre por su mal estilo en el tercio de varas. Han sido embestidas desclasadas, mortecinas, en unos animalitos sin vida en el último tercio, asfixiados y pidiendo la muerte. La entrega y la voluntad de Emilio de Justo y de Ginés Marín han salvado en parte un espectáculo que ha sido soporífero en algunos momentos.

Emilio de Justo ha estado muy bien toda la tarde. El segundo, un novillo sin remate, le ha embestido en la muleta gracias a la inteligente labor del cacereño. Comenzó a media altura, luego instrumentó dos tandas con la diestra, pitón por el que el Garcigrande besó el albero y no humilló. Se la puso por la izquierda y lo cuajó con cinco tandas de naturales de pocos muletazos en cada una de ellas; el toro no hubiera soportado más. La ligazón y el temple fueron la nota común y así logró que el entusiasmo llegara al tendido. El remate por bajo con trincherillas y de la firma fue precioso. Lo mató de forma contundente y paseó una oreja.

Pudo completar a lo grande su tarde con el quinto, el único que aguantó en la muleta sin desfondarse. Lo paró con lances rodilla en tierra muy airosos. Se dobló por bajo y de nuevo se mostró muy inteligente en la composición de la faena. El toro era bueno, pero no quería agobios, de forma que De Justo le administró con sapiencia para que el animal se oxigenara. Esta faena fue de mano derecha, de nuevo en tandas de muy pocos pases, pero ligados y templados. Por la izquierda perdió tono su labor, que nuevamente se vino arriba en más muletazos con la derecha de buen sabor torero. La espada quedó muy trasera y la muerte del animal fue deslucida. Se evaporó un posible segundo trofeo, aunque la dimensión ofrecida por el torero ha sido muy buena.

Ginés Marín hizo un esfuerzo con sus dos toros. El tercero fue un toro sin vida, aplomado y hundido en el último tercio. Se había estirado con buenos lances en el saludo de Capote. Con este material, Ginés se empeñó en torear con la derecha en tandas de distinto contenido, aunque con poco brillo. Su mejor versión llegó en el sexto, manso y descastado, al que le atacó para enjaretar muletazos meritorios en un contexto complicado. Era el sexto, la plaza estaba cansada de toros malos y la voluntad y los buenos muletazos, sin posible ligazón, no levantaron muchos vítores en la parroquia. Lo mató bien y dio una vuelta, un premio muy sensato que se está perdiendo en Sevilla.

Cayetano mató sus dos toros sin pena ni gloria. El primero era un toraco enorme sin casta, con el que el diestro no se puso de verdad en ningún momento. Es posible que no mereciera la pena hacerlo ante un mulo semejante. El cuarto no le gustó de salida. Era una res anovillada al que castigaron más de la cuenta en varas. Su banderillero Rafael Rosa ayudó poco al torero al pasar con muchas precauciones en banderillas. Una tanda despegada con la derecha y un simulacro de tanda al natural le convencieron de que ese animalito no era digno de su voluntad torera. Al matar recibió un golpe en el brazo. Es cierto que sus dos toros era inservibles, pero la imagen del torero de dinastía ha sido muy mala.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla

Petardazo de los ‘garcigrandes’

ÍBAMOS como levitando Pastor y Landero abajo, ya que de la cabeza no se caía el recital de toreo grande que la tarde anterior había interpretado Juan Ortega. No se hablaba de otra cosa en la Feria y todo se multiplicaba a la hora de enfilar la plaza. La cumbre del trianero más la lección de poderío y torería de Daniel Luque nos llevaba en este martes a la plaza como a favor de querencia, pero qué raro resulta que a una apoteosis le suceda otra tarde de ese tenor. Y en el cartel, la presencia de Emilio de Justo en compañía de Cayetano y de Ginés Marín se complementaba con los toros de Garcigrande, habitual garantía de buen juego, pero…

El calor, asfixiante, influyó en que el sol no se cubriese, ya que el sacrificio de aguantar dos horas y media bajo la vertical del astro rey rayaba en la heroicidad. Luego pasó que los toros que mandó JustoHernández no fueron como eran cuando los mataba El Juli. Una corrida basta de hechuras y que medio se salvó por la clase de un toro impresentable para ser lidiado en Sevilla. Ese toro, de nombre Azafrán y de capa negra, llegaba al límite exigible para saltar al ruedo de la Maestranza y, por si fuera poco, con muy poca fuerza. Pero todos tuvimos la suerte de que le tocase a un torero que se dio trazas para dar con el fondo de bravura que atesoraba. reno y oro, Cayetano Rivera recibe por verónicas a ‘Centenero’, el toro que abrió plaza. / Juan Carlos Muñoz

Abría la tarde Cayetano Rivera, que venía a una sola corrida y se mostró muy dispuesto toda la tarde. Claro que una cosa es querer y otra muy distinta es poder, por lo que el hijo de Paquirri se encontró con un lote imposible, que le arruinó la tarde. El primer cornúpeta atendía por Centenero, colorado y cortito de fuerzas, con el que Cayetano intentó tocar todas las teclas de forma infructuosa. Primero con unas tafalleras de aquella manera para pasar a una intentona con la diestra que el animal aceptaba de muy mal grado, ya que embestía defendiéndose. Lo mató de una gran estocada, algo que Cayetano repetiría en el cuarto, demostrando de forma palmaria que la suerte de matar es la que mejor domina.

Su segundo se llamaba Guijarro, era negro y siempre con la cara alta. Parecía mejor por el pitón izquierdo, pero no tenía fuerza para resistir una tanda. De hecho, Cayetano sale de la Feria igual que entró y con la convicción general de que su lote fue imposible. Era su único cartucho y tendrá que esperar a mejor ocasión.

El triunfador de la tarde fue Emilio de Justo, aunque también Ginés Marín escapó con el crédito aumentado. Le tocó en suerte a Emilio el mejor, o único, toro de la tarde. El susodicho Azafrán estuvo a punto de ver el pañuelo verde, pero el usía José Luque tuvo la santa paciencia de no acceder a los peticionarios de devolución y bien que se le agradeció. Cortito de trapío y sin fuerza, en el haber de Emilio de Justo hay que destacar cómo lo fue metiendo en el canasto hasta dar con un fondo de bravura que recordó el de algunos antepasados suyos. No es que llegase a la clase de aquel Orgullito que indultó El Juli hacía ayer seis años, pero fue un gran colaborador de un torero que se muestra totalmente recuperado de su calvario. Fue una faena muy meritoria y que le valió una de sus orejas tras formidable estocada. En el quinto estuvo a punto de sumar algún trofeo más, pero su buena labor con Tutoro, castaño y muy serio, no obtuvo recompensa por lo pronto que el toro se apagó. También la tardanza en doblar y que lo levantara el puntillero influyó en la falta de trofeos.

Ginés Marín demostró una vez más en Sevilla que debe estar mejor colocado en el escalafón. Inteligente en la cara del toro, buen capotero y muy puro con la muleta es un torero que, por ejemplo, no debería venir a Sevilla con un solo cartucho en su canana. Con el precioso Lillesito siempre estuvo muy por encima de él, pero el animal, muy distraído, sin fijeza y que se duele en banderillas, únicamente le da opción en una intentona exitosa al natural. Lo mató de gran estocada y fue ovacionado. Con el que cerró plaza, toro muy serio y que no atiende a ninguna llamada, siempre mirando a chiqueros y picado entre el reserva y el de tanda, la firmeza de Ginés luce en redondos de mucho recorrido. Nuevamente utilizó con torería la suerte suprema y el público le obligó a dar la vuelta al ruedo como despedida y como en un que nos veamos pronto que Ginés Marín merece sobradamente.

Por Inma León. El Español. Emilio de Justo y Ginés Marín amenizan la plomiza tarde de Garcigrande en la Maestranza

Los diestros extremeños Emilio de Justo y Ginés Marín han filmado lo mejor de la plomiza tarde de los toros de Garcigrande en Sevilla. El primero lidió el mejor lote y pudo cortar una oreja al segundo de la tarde y Ginés Marín ha tenido una actuación importante sin colaboradores.

Cayetano no tuvo apenas opciones en una tarde marcada por la falta de raza de la mayoría de los astados lidiados este martes de feria de Sevilla con los tendidos menos poblados y con unas temperaturas casi veraniegas.

La lidia de su primero pasó desapercibida, a pesar de que Cayetano se empleó para extraerle lo mejor, incluido el remate con una buena estocada. Con el afligido cuarto abrevió.

El primero de De Justo estuvo a punto de ser devuelto, pero menos mal que no lo fue porque en su muleta tuvo ritmo y clase por el pitón izquierdo. En la tercera tanda ya se asentó, comenzó a sonar la música, la faena fue a más por naturales realizados con mucho mimo y temple. La estocada por sí sola valió una oreja.

Al quinto le podría haber cortado otra, un castaño de buenas hechuras que transmitió más que sus hermanos, aunque también tuvo sus teclas. De Justo puso empeño en la faena pero fue intermitente, excepto en las asentadas y templadas últimas tandas de derechazos.

Ginés Marín estuvo muy en torero toda la tarde con un tercero que parecía tener un defecto en la vista y que se vació demasiado pronto. Con el sexto manso lo puso todo el extremeño para que no se rajara y para intentar ligarle unos cuantos de muletazos a su querencia que le valieron una vuelta al ruedo. Mañana más y esperemos que mejor…

Por Jesús Bayort. ABC

Vuelta a la normalidad en la Maestranza: crónica de una tarde para la inteligencia artificial

«¿Qué puedo escribir de esto?», pregunté retóricamente a mi salida de la Maestranza a uno de sus empleados. «Pídeselo a Chat GPT», me dijo. Bueno, voy a probar: «Triunfo y emoción en la corrida de toros en Sevilla», titula la 'inteligencia' artificial. Y arranca la crónica: «En una tarde de emociones encontradas y arte desbordante, la plaza de toros de Sevilla se convirtió en el escenario de una corrida memorable con la presencia de los destacados matadores Cayetano Rivera, Ginés Marín y Emilio De Justo, la expectación estaba en su punto máximo». No cabe duda de que Chat GPT es la herramienta que necesitaban los taurinos: prensa amiga, crónica a favor de obra.

No sería decoroso rellenar el resto de esta crónica con la extensa información que me ofrece la aplicación digital, aunque reconozco que las ganas de pisar pronto el real de la feria me tientan poderosamente. Pero no encuentro una mínima mención en la crónica de marras a la fea y descastada corrida de Garcigrande –ya sabemos por qué no venían las figuras, o qué hizo el ganadero cuando supo que no venían las figuras–, a la extinción de los créditos de Cayetano Rivera Ordóñez –tiene que irse cuanto antes–, a la baraka de Emilio de Justo –si uno embiste, le toca a él– y al pundonor de Ginés Marín –correcto con el toro medio, lanzado y meritorio con el malo–.

El resumen de la corrida de Garcigrande se puede dividir –grosso modo– en dos partes. La primera, como la última, ilustrada con el lote de Ginés Marín como paradigma de la tarde. Fue el tercero el de más clase y menos casta de ese inicio 'dulce', y fue el sexto el más peligroso y feo de ese duro final. Pensarán algunos, con toda la razón, que dónde estoy dejando al quinto. Cierto, un toro con guasa en el capote y un fondo de bravura y emoción para la muleta. Que despertó la mejor versión de Emilio de Justo, más rotundo y mandón que en el segundo. Pero vayamos por partes…

La imagen cenital de la Maestranza a las seis y media de la tarde dejaba varias lecturas. Primera. Que Ramón Valencia, ahora que dicen que se acerca la finalización de su contrato, le ha pillado el pulso a la Feria de Abril como nunca. Si acertó con su apuesta del jueves de preferia, más inteligente estuvo este martes de feria, víspera del festivo local. Un cartel flojete, cayendo el coste de producción, para darle la carta de libertad al cliente habitual. Una jornada de reflexión, que dejó varias reflexiones. Segunda. Si Cayetano Rivera Ordóñez tampoco justifica en la taquilla su comparecencia –¿habría dos tercios de los tendidos cubiertos?–, ¿dónde la justifica? Dicen que posiblemente sea ésta la última temporada del torero dinástico. Desconocemos la veracidad del comentario, aunque el recuerdo que Cayetano Rivera Ordóñez dejará en los aficionados agradecerá que sea cuanto antes.

Recordaba en su reciente Tercera el director de ABC de Sevilla, Alberto García Reyes, que el emblemático cronista taurino de este periódico Antonio Díaz-Cañabate encabezó una crónica de una tarde de apoteosis currista con «Hoy he visto a Curro Romero». «Al día siguiente se presentó otra terna y el gran crítico de esta Casa tituló: 'Volvemos a la normalidad'». La querencia era inevitable este martes, tan fresca en la memoria la melodía de Juan Ortega y Florentino, como tan pesada ha sido la resaca de Garcigrande y Cayetano. En el arrastre del primero ya se había adjudicado el titular.

Pocos toros han salido en lo que llevamos de temporada con la categoría que tuvo Centenero para el capote. Un ritmo sosegado, un soberbio talento para colocar la cara. Saliéndose en los finales de cada lance, girando el pitón para no topar. Ese punto sueltecito, que no mansito, que borda lo de Garcigrande. Un toro para el capote de Morante de la Puebla, o en su ausencia, de Juan Ortega. Muy cuajado fue ese primero de Justo Hernández, que terminó acusando su exceso de peso. No terminaba de ser bonito, porque no lo era, astigordo y con la pobre carita abierta. Pero aparentaba en su estampa, como aparentaba tener una clase suprema, venida a menos en el transcurso de la lidia. Pedía mimo. Y Cayetano, sin pena ni gloria, se lo dio. Ayudándose con la espada en la primera serie al natural, como el que está en el campo, como el que empieza en el arte de torear. Si algo salva la tarde de Cayetano fueron sus estocadas, sin nada que objetar. Bueno sí, el esparadrapo blanco sobre la empuñadura. ¡Un horror! Mucho más basto fue Guijarro, el cuarto; acarnerado, sin cuello y grandón. Descastado, como casi todos, de peor estilo que el resto –hasta que salió el sexto–. Al menos, manejable y noble. Cayetano, sin recursos, en poco se diferenció de un aficionado práctico.

La fortuna de Emilio de Justo rápido asomó por la meseta de toriles. De la calidad de Azafrán (segundo), a la vibración de Tutoro (quinto). Fue la faena de Azafrán un equilibrismo constante sobre el alambre. Del toro que blandeó y trataron de mantener en los primeros tercios, al bravo y entregado final en la muleta. Fluyendo en un ritmo extraordinario. Una contradicción –quizás no– en sus formas: aunque cogido con alfileres, pedía mano bajo para derrochar su entrega suprema. Era este Azafrán un toro mucho más escurrido y proporcionado que el primero, aunque sin el remate suficiente. Ni tanto ni tan poco. No era un toro presentable para Sevilla. Que se tapaba por la longitud de sus pitones, por su morfología de oro. Un cuello casi tan largo como los pitones, un estilo cumbre para el torero. Que salió haciendo aquello tan característico, al menos antes era así, en la casa de Justo Hernández: redondeando entre lances, bordeando junto a las tablas. Fue un pulso inicial entre Emilio de Justo y Azafrán. El torero lo quería afianzar; el toro pedía hondura. Más pausado en su inicio por la mano derecha, más certero con la izquierda. Estilista Emilio De Justo, embarcando con retraso y altura, tapando los matices de su planteamiento con la expresión de su figura. Que pasado el ecuador encontró el pulso, muy por bajo, cuando más se sometía el animal, aunque muy breve. Por momentos consiguió lograr ese toreo supremo que pedía Azafrán. Y se creció con la espada: distraído el toro, seguro el torero. Tocando abajo, esperando su fijeza, volcándose encima. Oreja.

Fue Tutoro, un bicho agalgado. Picado, o contrapicado, según se mire. Más duro para el capote que lo que después fue en la muleta. Un toro con temperamento, con emoción. Que despertó la tarde, que despertó la mejor versión del torero. Al menos, en cuanto a poder y mando. Los doblones primeros fueron los de más cadencia. Una faena cimentada en la diestra, más desbordada en la zurda. Exigiendo y midiendo el toro, descubierto el torero. Que volvió a la derecha, con la codicia de Tutotoro intacta, hallando la tecla a ras de suelo. Muy atrás cayó la espada.

Y fue Lillesito, como hemos dicho, el que más clase tuvo en el arranque. Y también el de menos raza. Sin celo en su salida; aunque con buen estilo en la muleta, pero sin empuje y sin poder. Un toro noble y facilón, un toro para el campo o para un festival. Hasta en su carita, tan estrecha para Sevilla. Pedirle a Ginés Marín que imprimiera toda la pasión que le faltaba a ese toro era una quimera. Pero con el mismo rictus se puso, sin vender ninguna pena, con el duro Germano. Quizás, el más complicado de lo que llevamos de feria. Muy feo y basto, que se tragó con la inercia los lances de salida. Y cuando la perdió, empezó a pedir carnets. Y ahí estaba Ginés. Sobrado, sin ningún aspaviento. Batallando contra Goliat. Un tahúr que no se cansa de arriesgar, que diría Sabina. Lo mató con arrestos. Y le pidieron la oreja, aunque terminó dando la vuelta al ruedo. Con la inteligencia artificial, tampoco hubiera sido más fácil.

Por Antonio Lorca. El País

Buenismo maestrante

Se vislumbra un tiempo de vacas gordas para los taurinos. Se acabó la exigencia, viva la alegría y la diversión. El asunto no es nuevo en esta plaza, pero se pone de manifiesto cada tarde y acelera la superficialidad del toreo.

Hoy ha cortado una oreja Emilio de Justo por una faena que antaño no hubiera pasado de una vuelta al ruedo. Estuvo muy por encima del muy noble e inválido toro segundo, al que consiguió convencer con la mano zurda y trazar hasta cinco tandas de naturales, algunos de los cuales tuvieron largura y hondura. Pero el animal era un enfermo que necesitaba cuidados intensivos, dulce como el almíbar y con la fuerza de una gaseosa. Meritoria labor de De Justo, que cobró una buena estocada, pero a su labor le faltó sal, esa emoción imprescindible que surge cuando desprende respeto el toro que tiene delante. Y este segundo de la tarde solo producía lástima.

Y no bajó su entrega el torero ante el quinto, otro manso de corto recorrido que no anunciaba nada bueno. Pero surgió la veteranía, el conocimiento y la firmeza de Emilio de Justo, que obligó al toro a embestir por el lado derecho (por el izquierdo no admitió confianza) y dibujó varias tandas meritorias que tuvieron el mejor colofón en largos pases de pecho de pitón a rabo. En esta ocasión, la espada cayó excesivamente trasera y los ánimos de enfriaron antes de sacar los pañuelos.

Marín, por su parte, dio la vuelta al ruedo tras la muerte del sexto, un animal muy desentendido de la lidia, manso en los tres tercios, al que el torero consiguió amoldar a base de tesón, firmeza y aguante, y tiró de la embestida en muletazos solventes.

El resto del encierro no sirvió. El lote de Cayetano no permitió siquiera vislumbrar el estado del torero. Muy blando y sin fondo el primero al que quitó por vulgares tafalleras antes de que Marín tampoco fuera más allá por chicuelinas. Y muy deslucido el cuarto, con la cara alta, sin entrega y descastado. Idéntico comportamiento tuvo el primer toro de Ginés, triste y borrachuzo, con el que el diestro no perdió la compostura.

Pero ni una protesta, oiga; bueno, alguna, sí, pero insignificante entre tantos espectadores. Una corrida desigual de presentación, que no se picó en el caballo a la vista de la manifiesta invalidez de los seis toros, sosos y faltos de vida, y prácticamente nadie levantó la voz. Por el contrario, pañuelos para solicitar una generosa oreja. Nula exigencia y pura diversión. Toda una lección de buenismo maestrante.

Por Vicente Zabala de la Serna. El Mundo. Destellos y baraka de Emilio de Justo bajo la sombra de Juan Ortega en Sevilla

Fue entrar en la plaza y ahí estaba, en el ruedo, el antológico pase de pecho rodilla en tierra de Juan Ortega como monumento al toreo. Como la faena entera. Torear bajo esa alargada sombra se convirtió en ardua tarea. Y, sin embargo, Emilio de Justo, a su modo y en su estilo, destelló por momentos, desmostrando también su ya clásica baraka con el mejor lote de una decepcionante corrida de Garcigrande. Cortó una oreja pero el éxito se quedó por redondear…Al final, fue mucha la resaca.

Sentarse en los tendidos de sol se hacía complejo con el sofocante calor y a los mismos precios de los carteles estelares, cuando éste se tenía como de transición entre citas grandes. Mucho ladrillo a la vista en tiempos selectivos.

Un toro colorado de amplia caja -y toda ella bien rellena- y amable expresión cogió los amplios vuelos del capote de Cayetano por fuera, con notable humillación. Apuntó ya, sin embargo, en el semivolatín del remate, el poder contado, cuando no escaso, que habría de lastrar su buen aire. Una pena puesto que siempre quiso hacerlo bien, especialmente por su mano izquierda. Pero no podía tirar hacia delante con su cuajo, y cabeceó de pura impotencia. Cayetano le recetó una espadazo extraordinario, en el mismo hoyo de las agujas, con su heterodoxo volapié.

Más ligero, sin barriga, como levantado del piso sin ser alto, colocadas las puntas, saltó lavadito el siguiente garcigrande también con las fuerzas justas, pero con un pitón izquierdo superior y, lo que es más importante, con el fuelle y el empuje precisos para desarrollar su calidad. Que ya había intuido en el capote de Morenito de Arlés, que no es poco. Emilio de Justo se aplicó con tacto después de un principio diestro de faena regulando alturas para afianzar al toro trémulo que claudicaba. Pero la suavidad que imprimió a su zurda no sólo sostuvo, sino que amplificó la clase de la embestida. EdJ jugó los vuelos y reunió tres series crecientes y espléndidas de naturales -cuatro con la última a pies juntos-, aportando su muñeca la flexibilidad que no habita en él. Es su concepto de mimbres rígidos, de más riñones que cintura, de más encaje que acompañamiento. Sería improcedente colocar los espejos del día anterior, lo que por otra parte confiere a De Justo el mérito de brillar bajo la alargada sombra de Juan Ortega. Y así cuando enterró un espadazo a ley cayó la oreja en buena lid.

La corrida de Garcigrande, enteramente cuatreña, entró en una fase de sopor de difícil digestión. Tan falta de vida. El chorreado tercero, estrecho de sienes, apuntó pronto su corto aliento. Ginés Marín esbozó verónicas de fino dibujo. Y tiró con su mano derecha del obediente toro hasta más allá de los diques su dormidera planteaba. Bien pero finalmente algo insistente por demás en las cercanías cuando ya no había agua por sacar de aquel pozo seco. Lo despenó por arriba y saludó una ovación. La nota más baja hasta el momento de todo el conjunto de garcigrandes la obtuvo un cuarto con pinta y aire de moruchón al que Cayetano liquidó con brevedad y eficacia.

Vino Tutoro, que así se llamaba el quinto, a ser el toro de la corrida y a sacarnos del bostezo. Castaño y redondo, notable su equilibrio entre seriedad y armonía, que también venían faltando. Desde que Emilio de Justo lo recogió genuflexo con el capote y le principió faena en la misma posición, demostró humillación, ritmo y son en su pitón derecho, el pitón con mayúsculas. De Justo construyó la primera parte de la faena por esa mano, asentado, ligado y largo. Gustos al margen, y el mío lo omito, parecía que lo iba a cuajar. 30 arrancadas hubo. Pero la cosa empezó a variar al presentar la izquierda: la embestida se vencía por dentro. Cuando quiso remontar volviendo al lado bueno ya no remontó, con el toro a menos y las ideas también para redondear. Lo mató trasero, hubo leve petición y un agradecimiento en el tercio.

A últimas apareció un toro como burriciego a quitarle el puesto del peor al cuarto. Hacía cosas rarísimas, indescifrables y peligrosísimas por el izquierdo. Ginés realizó un esfuerzo enorme para taparlo y sacar algo en claro de bicho tan oscuro. Su exposición también tenía ese punto de ir a ciegas. Como cruzar una calle en Hanoi. Desconcertantes respuestas y la recompensa de una vuelta al ruedo ante tanto empeño.

Por Antonio Muñoz. El Correo de Andalucía. Sevilla premia el esfuerzo de Emilio de Justo en la decepción de Garcigrande

Con los tendidos sin llenar, la plaza seguía recordando la faena templada de Juan Ortega en la tarde del lunes. La resaca, no de la Feria, sino de ver torear al de Triana, seguía persistente en la retina de los aficionados.

El mal juego de los toros de Garcigrande ayudó a que se creara una atmósfera aburrida y apática en el coso de la Maestranza. Emilio de Justo fue el encargado de agradar al público y darle la vuelta a la tarde con sus dos actuaciones.

Emilio se estrenó en el ciclo con el segundo toro de la tarde. Salió muy justito de fuerza. Perdió las manos en varias ocasiones. El tendido protestó la devolución de la res. El presidente, con buen acierto, no lo tuvo en cuenta, y la lidia continuó.

Emilio de Justo le imprimió mucho temple a Azafrán para que el toro no se cayera. La calidad y su nobleza era un resquicio para que la cosa fuera a más. Así fue. El extremeño toreó las primeras tandas en línea recta y a media altura para ayudar al animal. Poco a poco, sin prisa ninguna, le iba dando su tiempo entre tanda y tanda. Hasta que llegó el toreo natural. En ese momento, el toro de Garcigrande embistió con mucha calidad, por momentos, siempre perjudicado por la escasa fuerza.

Emilio le puso todo el aroma que le faltaba al toro. La banda de música comenzó a sonar al final de la faena, cuando De Justo se puso a pies juntos para realizar el epílogo de la faena. Aquí llegaron las cotas altas de su actuación: naturales de frente y con el pecho. Acabó por convencer al público. Se llevó la única oreja de la tarde.

Con el quinto toro de la tarde. Emilio tenía ya un trofeo en el esportón y quería redondear la tarde. Actitud no le faltó. Arropado en todo momento por sus paisanos, comenzó con un bonito inicio de faena. Arrancó con gran intensidad. El público cantó los olés desde el inicio de faena y el maestro Tejera de amenizarlo. La faena fue de menos a más. Las dos primeras tandas por la derecha fueron sensacionales: clasicismo y pureza. Con la izquierda, la cosa se diluyó. Volvió a la mano diestra, pero Tutoro ya no embestía igual. Saludó una ovación.

El tercer toro tuvo un comportamiento similar al de sus hermanos. Poca fuerza y sin raza en los engaños. Ginés Marín intentó en todo momento armar faena a Lillesito. Era una tarea complicada porque el animal se caía y no llegaba arriba. El extremeño insistió con la mano derecha y sacó muletazos destacables hasta que el animal se apagó. El diestro se pegó un arrimón, dejándose llegar los pitones al pecho, en un intento de gallardía. Poco le sirvió con el animal parado. Saludó una ovación desde el tercio.

En el sexto, la actitud de Ginés Marín fue incansable con un manso de libro. El animal salió huidizo desde su salida y no obedecía a los capotes del torero ni de los banderilleros. Embistió de punta a punta de la plaza a los dos picadores. Antonio Chacón intentó fijarlo en los engaños, no había manera. Era un manso de libro.

Con la muleta se fijó un poco en los engaños. Ginés, en una labor encomiable, insistió con la mano derecha sacando muletazos con mucho mérito. Le tapaba la cara al animal al final de cada muletazo para poder torear en redondo. Se inventó la faena. Muchísimo mérito del extremeño que lo intentó de todas las formas. Dio una vuelta al ruedo al finalizar su actuación.

Salía por la puerta de chiqueros el primero de la tarde, Centenero. Un toro colorao, de excelente presentación y serio de pitones, un tío. De salida embistió con una calidad y un temple que Cayetano pudo torear muy cómodo a la verónica. Lástima que el toro no durara más. Embestidas mortíferas que no llegaron arriba. Cayetano insistió en una labor que no tuvo recompensa. El único olé que se escuchó en toda la faena fue el de la estocada. Cayetano ejecutó la suerte suprema de excelentes maneras.

En el cuarto ocurrió más de lo mismo. El menor de los Rivera estuvo aseado ante un toro sin fuelle. Se sucedieron los enganchones y la cosa no fue a más. Volvió a recetar una gran estocada al de Garcigrande. Una tarde que no pasará al recuerdo, por la decepción del mal comportamiento de los toros.

Por Toromedia

Emilio de Justo protagoniza la actuación más completa y corta una oreja

Emilio de Justo ha protagonizado la actuación más completa de la tarde al entender muy bien a sus dos toros y cortar la única oreja de la corrida. Lo hizo al primero de su lote después de una faena de temple a un toro bueno pero limitado de fuerza. Al quinto le pudo cortar otra después de una faena con momentos de calidad pero el toro tardó en caer y se enfrió el ambiente. Ginés Marín dio una vuelta al ruedo en el sexto después de una tarde de entrega ante un lote con pocas opciones. Cayetano no tuvo materia prima y se fue de vacío.

Cayetano estuvo fácil con el capote en el toro que abrió plaza. En la muleta comenzó con compostura por alto y el toro puso de manifiesto su justa fuerza. Por este motivo, el de Garcigrande se defendió y terminó por pararse, sin ofrecer posibilidades a Cayetano, que estuvo aseado y por encima con un animal de nula transmisión. Mató de buena estocada y fue silenciado.

Cayetano tampoco pudo lucir de capa en el cuarto, un toro que no humillaba y se rebrincó en la brega. Cayetano se dobló con él en el inicio de faena y después lo intentó con la derecha pero nunca tuvo entrega por parte del 'garcigrande', que en ningún momento descolgó ni transmitió nada. Ante esta tesitura, Cayetano hizo bien en no prolongar la faena. Volvió a recetar una estocada.

Emilio de Justo buscó el lucimiento a la verónica en su primero. Blandeó a la salida del caballo el de Garcigrande y también en banderillas, lo que levantó algunas protestas. De Justo aplicó temple y suavidad desde el principio para paliar la falta de fuerza del toro. Logró los mejores muletazos al natural, por donde el astado embestía con nobleza y recorrido. Fueron tres series muy bien hilvanadas que hicieron sonar la música. Alcanzó un gran nivel el torero por ese pitón, en el que basó toda la faena. Hubo calidad en su toreo y talento para afianzar y aprovechar a un buen toro que estuvo limitado de fuerza. Mató bien y cortó la única oreja de la tarde.

Emilio de Justo dio algunos lances estimables con la rodilla flexionada al segundo de su lote. También se dobló con buena estética en el arranque de faena a un toro con más movilidad que fue a más y le permitió torear con largura y profundidad por el lado derecho. Fueron tres series ligadas y bien rematadas. Por el izquierdo presentó más dificultad al hacer hilo constantemente. Volvió a la derecha y la faena se entonó de nuevo. Mató de estocada trasera. El toro tardó en caer y no hubo suficiente petición.

Ginés Marín no pudo lucir de capa en el tercero. El toro fue medido en el caballo pero a pesar de ello tuvo poca transmisión en la muleta. Marín lo supo entender y ligó sin apretarlo por el lado derecho. Cuando lo intentó al natural, el astado se mostró afligido. Por eso volvió a la derecha para apurar las últimas embestidas en una labor de mérito. Mató de estocada y fue ovacionado.

Él sexto manseó en los primeros tercios y se mostró muy distraído, manifestando su mansedumbre. Marín lo intentó domeñar en principio pero el animal no tuvo clase e incluso le dio algún que otro susto. No había materia prima, pero Ginés no se dio por vencido, le buscó las vueltas y con oficio y entrega lo fue metiendo en la muleta por el lado derecho. Por el izquierdo fue imposible porque desarrolló peligro. Tuvo mérito al insistir con la derecha y sacar todo el partido posible antes de matar de estocada y dar una vuelta al ruedo.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

16_abril_24_sevilla.txt · Última modificación: 2024/04/26 12:11 por paco