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Plaza de toros de Valencia

20 de Marzo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victoriano del Río con gran movilidad, el 4º premiado con la vuelta al ruedo. Diestros:

Antonio Ferrera: silencio y vuelta

Ginés Marín: ovación y ovación

Jesus Enrique Colombo: oreja y vuelta

Tiempo: Lluvia toda la corrida

Entrada: media plaza

Vídeo resumen: https://twitter.com/twitter/statuses/975810921158373377

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La belleza añeja de una mecida faena de Antonio Ferrera

El otrora llamado día grande de la feria de Fallas ha ido perdiendo fuerza y respaldo social en los últimos años. Los hábitos cambian. Ya no es fecha apetecible para las figuras. Una vuelta a los 70. A restar vinieron la ausencia de Román en un cartel de marcado acento extremeño y un tiempo desapacible. Conclusión: la entrada más pobre de un 19 de marzo que uno recuerde en 25 temporadas. La inclusión de Colombo hacía justicia a su sangre derramada en esta misma plaza días antes de su inalcanzada alternativa en Zaragoza -en Lima fue finalmente-, pero no arregló nada. El venezolano, precisamente, conquistó una oreja en el ecuador de tarde. Llovía con intensidad. Como arreó el toro de Victoriano del Río en banderillas. Del par al violín y al sesgo, voló el matador rehiletero en un volteretón espeluznante. De la caída a plomo se levantó dolorido e intacto. Apostó pos el arranque de péndulos. La bala silbó en su riñonada. La movilidad bravucona del basto toro desapareció en cuanto se sintió podido. Miró, midió y se marcó sus paradiñas. Resolutivo el debutante, que cobró un espadazo de inapelable. De ahí, el trofeo.

De la mano de Antonio Ferrera brotó el toreo. La cadencia del cuerpo mecido, el acompañamiento dormido, la expresión sentida. En las caras y hondas hechuras del toro que hacía cuarto en la escalera de Victoriano del Río habitaba la calidad. Ferrera lo bordó. Tan despacioso y abandonado. El torero pasodoble Concha flamenca y la lluvia serena ponían la banda sonora a aquella añeja manera de hacer. Un cambio de mano, esta o aquesta pincelada, el modo de irse, salir y entrar. La belleza. Cuando la embestida apagaba su llama atemperada siempre, AF prolongó los medios pases hasta cuajar la última serie mayor. Los ayudados por alto, tan del viejo y llorado Manzanares, como todo, precedieron a las necias voces que exigieron el indulto. El veterano matador casi se lo creyó e intentó algo más sin respuesta. El aviso reclamó la espada. Que resbaló en un pinchazo y se hundió atravesada. Sin muerte. El descabello encasquillado -sonó el segundo recado- terminó de llevarse una faena de puerta grande. La presidencia se desnortó con el pañuelo azul. ¿Dónde estaba entonces para Economista de Alcurrucén o Rosito de Cuvillo? Antonio Ferrera, que no había hallado el brillo con el desgarbado bruto que estrenó la corrida, paseó una vuelta al ruedo con el aroma del triunfo serio.

A Ginés Marín lo zarandeó el liviano tercero, que ya se había vencido por el izquierdo en el hermoso saludo de verónicas. El capote sirvió de parapeto, y el quite de la media luna quedó inconcluso. Volvió Marín a la cara con descarado desparpajo para despedirse por chicuelinas. Ese descaro alegre siguió en la faena. Cuando el toro se dio en su mano derecha con más movimiento que clase y cuando le costaba en su izquierda. El tempo lastrado ungió de lentitud los naturales que tiraban de la embestida. Las zapatillas de Ginés permanente firmes. Como la actitud. El acero le negó una recompensa mayor que la ovación. Como sucedió ante el quinto de abierta testa. Otra historia. Su escaso viaje, el celo convertido en desentendimiento. El embarrado piso acrecentaba a estas alturas las dudas. No las del joven torero.

La arena ya era un lodazal. Colombo no arriesgó con los palos ante el sexto. Muy pronto se rajó el toro. Insistió la promesa de Venezuela en la persecución al hilo de las tablas. Deseos y recursos contra un muro. La petición surrealista no caló en el palco. Una vuelta al ruedo consoló su desatada ambición.

ABC

Por Andrés Amorós. El maduro clasicismo de Ferrera en la Feria de Fallas

Llueve y es pobre la entrada: muchos turistas se han ido ya (salvo aquí, no es día de fiesta). Toros de Victoriano del Río con gran movilidad; premiado generosamente con vuelta el cuarto. Bajo el diluvio, Antonio Ferrera da una lección de maduro clasicismo; Ginés Marín luce su garboso estilo; Colombo corta oreja y demuestra que quiere ser torero. A pesar de la tarde de perros, hemos visto cosas de mérito. [Impactantes imágenes de la tarde]

Antonio Ferrera ha evolucionado, para bien, como muy pocos: de un diestro acelerado pasó a buscar la lidia completa y, ahora, a torear con más gusto. Este año, ha prescindido de banderillear: pierde, así, una baza de espectacularidad. Lidia con soltura al primero, pegajoso, adelantado de pitones, que, a veces, engancha los engaños.

Desde el comienzo de su carrera he visto en Ginés Marín cualidades notables: une cabeza y estética. Debe madurar, por supuesto. El segundo va de largo al caballo de Guillermo Marín, el padre del diestro, que aguanta bien. Al quite variado de Colombo responde Ginés con el capote a la espalda y sufre una fuerte voltereta; sin mirarse, insiste por chicuelinas. El toro va alegre, el diestro luce facilidad, garbo y cierta originalidad. (Mirar al tendido en un pase de pecho vale poco). Ha estado bien pero falla con la espada.

Acierta la empresa llamando, para sustituir a Román, a Colombo. Valencia se lo debía: aquí recibió una cornada, que le impidió tomar la prevista alternativa. Después de una gran temporada como novillero, se han olvidado de él: una notoria injusticia. Todo se lo juega aquí y en la confirmación de alternativa: es lógico que salga acelerado. Pone banderillas al tercero, que acude como un rayo, debe quebrarlo. En el par al violín, de dentro a fuera, es encunado, queda maltrecho. Mientras se recupera, el toro se viene arriba: los pases cambiados no son lo más adecuado pero muestran su actitud. En la faena, predomina la entrega sobre el dominio y se vuelca, al matar: oreja.

La tarde culmina en el cuarto, que va al caballo en cuanto lo ve y vuelve, tres veces más. Ferrera lo mete pronto en la muleta: con la naturalidad de un veterano, traza naturales, en una faena que va a más, con lentitud y buen gusto. Es el toreo clásico, de siempre, con sabor, sin necesidad de «inas» ni alardes. Pincha y sufre un corte, en la mano. Luego, el toro no cae, el descabello se atasca y se corre el riesgo de que lo echen al corral, pero el público le obliga a dar la vuelta al ruedo. (Pasa a la enfermería y le dan unos puntos, en la mano). El toro es premiado generosamente con la vuelta (alguna voz exagerada llega a pedir el indulto) pero no se enteran y pasa buen rato hasta que vuelve, para ese honor.

Resbaladizos surcos

Cae el diluvio. El ruedo se ha vuelto impracticable; sobre todo, en los resbaladizos surcos que ha dejado el toro, en su arrastre. En ese momento, debió suspenderse el festejo. El riesgo es evidente; además, toros y toreros se sienten inseguros, para mantener el equilibrio: no se puede enjuiciarlos con justicia.

En el quinto, Ginés Marín vuelve a lucir su buen estilo, en naturales de mérito: demasiado, para el estado del ruedo. De nuevo, ha hecho todo bien, salvo la espada. Colombo brinda a los médicos, que le atendieron, el último, muy rajado. El trasteo tiene emoción y entrega; en chiqueros, logra ligar arriesgados muletazos. Me ha gustado más en este toro que en el otro, más claro. Se vuelca al matar pero la espada queda desprendida. Ha rozado la salida a hombros.

Al despedirme de Valencia, recuerdo los versos que, en esa misma circunstancia, pero en el siglo XII, escribió el hispano-árabe Al-Rusafi: «Al llegar la hora de la separación,/ Valencia seguirá siendo la perla blanca, que me ilumina:/ bella como lo mejor de una vida que fue dulce,/ alegre como lo más hermoso de una juventud ya pasada».

Toros en Valencia. Temporada 2018

20t_marzo_19_valencia.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)