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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Sábado, 23 de septiembre de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Garcigrande (de diferente presentación y juego desigual, pitado el 2º).

Diestros:

Enrique Ponce. De habano y oro. Media estocada desprendida (silencio); dos pinchazos, media estocada (vuelta al ruedo).

Alejandro Talavante. De verde y oro. Pinchazo hondo (oreja); estocada en su sitio (saludos desde el tercio).

Pablo Aguado. Tomó la alternativa. De blanco y oro. Pinchazo, estocada entera un poco tendida y caída (vuelta al ruedo); pinchazo, media estocada que escupe, estocada entera (saludos desde el tercio).

Banderilleros que saludaron: Juan José Trujillo, en el 3ª y Sergio Aguilar, en el 5ª, ambos de la cuadrilla de Alejandro Talavante.

Presidenta: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: soleado y caluroso al principio.

Entrada: tres cuartos de plaza.

Incidencias: el picador Manuel Quinta se despidió de los ruedos tras 27 años en la cuadrilla de Enrique Ponce. El matador Enrique Ponce fue atendido en la enfermería tras lidiar su segundo toro por una contractura con posible desgarro del abductor derecho.

Video: https://vimeo.com/235174378

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Llegó San Miguel cargado de alternativas, como hace un siglo. Y con calor, más calor que hace un siglo con seguridad por aquello del cambio climático. El encierro de Garcigrande, que los chicos malos llaman “garcichicos”, fue de saldo: no les quedaba ni uno más en el campo. Desigual de hechuras, unos altos otros bajos, unos con cuernos y otros con menos, y todos noblones, desrazados, que no producen emoción. Al menos, a mí. Con ese material, Ponce estuvo en lo suyo, fino y estilista torero que se embraguetó al final para calentar un poco aquello y dar una vuelta que en otro tiempo no hubiera dado. Talavante bien con el primero, al que toreó en ocasiones con mando, templanza y elegancia y en otras con perfil y se ganó el único trofeo de la tarde. En el 5º la fena tuvo altibajos y fue a la baja, pero se le espera mañana (nadie sabe por qué dobla en la mini Feria, habiendo tantos otros dispuestos, a no ser que por imposición de Matilla). Y el toricantano Pablo Aguado estuvo muy voluntarioso y bullidor, como corresponde en ese día, dando una vuelta localista y cariñosa, Pero se le notó que en esta su última temporada de novillero ha toreado menos de lo que debiera, aunque tiempo habrá de verlo en la próxima Feria. Ah, y se despidió en emocionante entreacto Manuel Quinta, un picador de saga y un gran torero. La música estuvo de batuta facilona, a tono con el público.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Talavante, único trofeo, Aguado roza el triunfo en su alternativa y Ponce se lesiona

Con un encierro de Garcigrande, de desigual presentación y juego, la primera corrida de la Feria de San Miguel, con tres cuartos de entrada, anduvo a medio gas, con un Talavante que consiguió el único trofeo; Aguado, que tomaba la alternativa, rozó el triunfo, dando una vuelta al ruedo en su primero y perdiendo premio por el desacierto con la espada en el sexto y Ponce dio otra vuelta al ruedo en el cuarto; sufriendo una lesión.

El toro de la alternativa 'Recobero', negro, un cuatreño de 503 kilos, protestado de salida, tuvo una salida mansa, escarbando. El animal, tras zurrarle fuerte en varas, con la suerte de la carioca en el primer puyazo, despertó y embistió con prontitud y nobleza. Aguado, que improvisó al natural cuando el toro se arrancó tras la cesión de trastos de Ponce, su padrino, realizó una faena digna, con muletazos templados. Tras pinchazo y estocada desprendida dio una vuelta al ruedo entre el cariño de sus paisanos.

Con el que cerró plaza, un ejemplar sin clase, dio la talla en una faena de entrega hasta conseguir una serie con ligazón con la diestra que fue aclamada por el público. Con los sones de un pasodoble continuó toreando enfibrado, con buenos muletazos. En el epílogo desplegó clase con unos pases genuflexos. Faena por la que se mascaba el premio y cuyo balance quedó en ovación al matar de dos pinchazos y estocada.

Ponce contó con un mal lote. Sin opción al lucimiento en su primer astado, despachó al descastado animal, más parado que el caballo de un retratista, de media estocada para ser silenciado.

Con el cuarto emergió un Ponce voluntarioso y pundonoroso que buscó las vueltas al rajado toro, al que robó muletazos, incluyendo un circular como recurso y un arrimón con una tanda con ligazón, que fue de lo más ovacionado. Tenía al personal en el bote, pero falló con la espada y dio una vuelta al ruedo. Pasó a la enfermería donde le apreciaron una contractura con posible desgarro del abductor derecho, según el doctor Octavio Mulet.

Talavante, con el noble tercero, justo de poder, realizó una faena cimentada en la ligazón, que comenzó por bajo con bellos remates. Una labor fractura en dos por un desarme. El pacense se manejó bien tanto con la diestra como en el toreo al natural como sucedió en una serie en la que intercaló un farol. Con media trasera rubricó una labor que fue premiada con un trofeo.

Con el quinto, sin clase, Talavante se entregó en un trasteo que se fue apagando como el toro para matar de estocada caída y ser ovacionado.

Entre lo más emotivo en un festejo a medio gas, en el que apenas afloró con brillo el toreo de capa, vivimos la despedida del gran varilarguero Manolo Quinta, quien se despidió tras cuatro décadas de profesión; actuando ayer a las órdenes de Enrique Ponce, con el que dio la vuelta al ruedo en el cuarto toro, a petición del maestro valenciano.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Feliz alternativa de Pablo Aguado

Los vericuetos del toreo habían convertido en inesperada base de la feria a Alejandro Talavante, una decisión acogida con moderadísimo entusiasmo en una afición que sí tenía ganas de calibrar el estado de forma y sitio de un nuevo matador de Sevilla. Pablo Aguado, que tomó la alternativa con un ejemplar llamado Recobero, marcado con el hierro de Garcigrande y de 503 kilos de peso, pasó la prueba con creces y enseñó algunas virtudes que ganaron a su verdor: ambición, personalidad diferenciada y compromiso.

Aguado tuvo que tirar de paciencia hasta que el público se olvidó de la aparente descoordinación del toro de su doctorado. El caso es que se empleó en el caballo y se le vino como un rayo antes de que pudiera brindarlo a su padre después de recibir los trastos del oficio de manos de Enrique Ponce. Esos ayudados improvisados enseñaron el tono de una faena entregada y un punto discontinua en la que hubo hondura y ritmo interior. Aguado ha sabido entrar en Sevilla enseñando, además un infrecuente sentido de la medida que le animó a cortar cuando el toro, noble y algo remiso, terminó de echar el freno. Hubo gusto y sabor en los ayudados por bajo pero la espada, ay Señor, se empeñó en aguar una fiesta que podía haber sido redonda.

Y podía haber sido completa porque Pablo volvió a perder una oreja del ejemplar que cerró la noche, un torete con pinta de novillo que, ojo, estaba a punto de cumplir los seis años. En la faena hubo una primera fase de sobo y acople pero el asunto rompió por lo grande cuando el nuevo matador se echó la muleta a la derecha y cuajó una serie empacada y ligada que cosió a dos tandas sucesivas en las que hubo desgarro y reunión. La tensión argumental subió de inmediato pero Aguado supo que había que ir a por la espada cuando se acabó la gasolina de su enemigo. Los ayudados postreros volvieron a enseñar la garra y el regusto del toricantano, que volvió a olvidar la espada buena en el fundón. Tiempo habrá de corregirlo. Enhorabuena, matador.

Pero si el flamante diestro había dejado buen sabor de boca, el padrino no le fue a la zaga. Ponce llegaba a Sevilla a lomos de una racha triunfal que se frenó en seco con el toro imposible que sorteó en primer lugar. Es que no tenía ni un pase y el maestro valenciano comprendió que tocaba abreviar. Inasequible al desaliento, salió suelto y resuelto a triunfar como fuera con el remiso y soso cuarto, al que buscó todas las vueltas en una faena de impresionante fondo técnico que envolvió en una fachada de indudable atractivo estético. Ponce convirtió la lidia de ese toro en un sincero y emocionante homenaje al hombre que más años le ha acompañado en su cuadrilla: el picador Manuel Quinta, que se despidió del toreo después de picar al cuarto dejando atrás 36 años de oficio, 27 de ellos en las filas de Ponce.

Le habíamos dejado tapando, esperando y consintiendo esa media embestida, que acarició con sensacionales cambios de manos en un auténtico despliegue de supremacía profesional que dejó lo mejor para el postre. El diestro de Chiva tenía en la mano una oreja de peso pero la espada, una vez más, se encargó de escamotear un trofeo. La vuelta al ruedo, un punto forzada, no dejó de ser un regalo para su picador.

Y dejamos para el final al testigo del asunto, que esta misma tarde oficiará de padrino de la alternativa de Rafa Serna. Talavante sustituye a Manzanares que, mira por dónde, sí estuvo ayer en la plaza de Sevilla contemplando a sus compañeros detrás de un burladero del callejón. Seguro que al diestro alicantino -que no se prodiga con los garcigrandes- le debió gustar la noble y enclasada embestida del tercero de la tarde que fue, con mucho, el mejor de encierro charro.

Alejandro Talavante enseñó destellos de su propio esplendor -el inicio de faena, por bajo, fue excepcional- pero se acabó conformando con un aprobado alto sin optar a sobresaliente. En su labor hubo una primera mitad reunida y hasta inspirada pero ese hilo se acabó rompiendo. Paseó una oreja, la única del festejo, pero el asunto supo a poco. El quinto no tuvo la misma calidad pero sirvió, yendo a menos, en la muleta del extremeño que volvió a mostrar ese trazo facilón pero falto de redondez.

ABC

Por Andrés Amorós. Bienvenido Pablo Aguado; adiós a Manuel Quinta

En medio de la «charlotada» catalana (Antonio Burgos dixit), da gusto volver a Sevilla, donde se siente la normalidad de amar a la patria española y donde, el que lo desea, acude a esa maravilla que es la Plaza de los Toros. La Feria de San Miguel es una de las más gratas del año: las «velas» (toldos) ofrecen sombra; el clima permite seguir disfrutando de las noches sevillanas; hay menos turistas -en la Plaza, no en las calles- que en la Feria de Abril; volvemos a ponernos la corbata, como signo de respeto, para ir a los toros… Una vez más, uno se siente un privilegiado, por poder cumplir el rito de belleza y emoción, acudiendo a esta Plaza.

Toma la alternativa aquí Pablo Aguado: ¿qué más puede pedir un joven sevillano? Varias veces, he apreciado su buen corte torero; esta tarde, además, se ha mostrado decidido, sin nervios, en una línea clásica. Sólo le ha fallado la espada. El primero, protestado de salida por manso (¿cómo se protesta, en Sevilla, por eso?) es reservón pero va a más. Brinda Aguado a su padre y torea con empaque, con clase, en una faena corta y medida, insuficientemente valorada por el público. Pincha antes de la estocada. El último va a cumplir seis años, en unos días; se mueve, sin clase. Pablo se dobla bien, por bajo; después de aceptables naturales, más arrebatado, quedándose en el sitio, logra que suene la música, entre el entusiasmo general, pero pincha, pierde el seguro trofeo. Deja buena impresión.

Afronta Talavante el difícil reto de torear aquí dos tardes seguidas. Tiene la suerte de que le toque el mejor lote. En el tercero, que va a más, después de saludar Trujillo, liga excelentes naturales, aunque los remate con el gesto, nada bonito, de mirar al tendido. (El inolvidable Ángel Luis Bienvenida se avergonzaba de haber inventado esa suerte). Le ha dado fiesta sólo a medias a un «Francachelito» muy manejable: corta una benévola oreja. En el quinto, que echa las manos por delante, de nuevo lo mejor es la mano izquierda pero no llega a prender la chispa ni sonar la música. Mata muy fácil.

Vuelve Enrique Ponce a Sevilla, al final de su «annus mirabilis», pero choca con un lote deslucido. Recibe al segundo con excelentes verónicas y dos medias de las que aquí gustan. El toro se encela en el caballo y se deja allí todo; en la muleta, es una mole de piedra. Apuntan un guasón: «¿Le habrá dado un golpe de calor?» Y otro: «Con este calorín, ¿para qué moverse?» En el cuarto, vivimos un momento de verdad emocionante. Mide bien el castigo Manuel Quinta, en el último toro que pica. Cuando tocan a banderillas, Ponce le hace bajarse del caballo y le brinda. Sujeta al toro por bajo, a cámara lenta; aunque se para, tira de él, le obliga, le va sacando suaves derechazos, preciosos cambios de mano; al final, en tablas, sigue toreando con primor y riesgo: todo perfecto… salvo matar. Da la vuelta al ruedo para que pueda acompañarle su picador.

Sentencia mi vecino: «Un gesto de figura del toreo». Tiene razón. En un momento en el que la suerte de varas corre el riesgo de desaparecer (hasta algunos profesionales lo proponen), es hermoso ver así, juntos, a un torero de a pie y a un torero de a caballo: en lo suyo, los dos, toreros. Y la sabia Sevilla sabe valorar esos gestos. En su honor, recuerdo a Gerardo Diego: «Gloria a vosotros, duros, trabados jinetes de hierro…».

POSTDATA. Andrés Calamaro, que acaba de recibir el Premio Manuel Ramírez, de ABC, ha dicho que la Fiesta es «arte que ofrece la vida; es la noble tentación de mirar a los ojos a la eternidad». Aunque algunos no sepan verlo.

El País

Por Antonio Lorca. Una alternativa ilusionante… y una despedida sentida

Pablo Aguado tomó la alternativa y dejó en los tendidos el buen sabor de boca de un torero con aroma y sensibilidad, pero no se retiró. Acaba de empezar la que ojalá sea una larga y fructífera carrera como matador de toros.

El que se retiró a lo grande fue el picador Manuel Quinta, después de toda una vida -27 años- a las órdenes de Enrique Ponce. A lo grande porque ha dicho adiós en la Maestranza, y porque su maestro le obligó a bajar del caballo tras picar al cuarto de la tarde, lo abrazó emocionado, le brindó la muerte del toro y lo invitó a que lo acompañara en la posterior vuelta al ruedo. Un broche de oro a una brillante carrera profesional.

Fue un momento emotivo, refrendado por el cariño y el respeto de los tendidos; y hubo otro, el de la alternativa del sevillano Pablo Aguado, que lograba así el primer gran objetivo de su vida torera.

Rubricó Aguado lo que ya había anunciado como novillero: que maneja con soltura el capote y la muleta, que su toreo posee hondura y gracia, y se entregó como la ocasión merecía. Tanto es así que hubiera alcanzado un triunfo grande si mata a la primera al sexto de la tarde; pero pinchó dos veces y lo hizo saliéndose de la suerte, lo que enfrió los ánimos y emborronó una tarde que pudo ser de gloria.

Lo mejor lo hizo ante ese toro último, en una faena de menos a más; se entretuvo antes en cuatro tandas de aceptables y desapasionados muletazos, hasta que a partir de la quinta, la muleta en la mano derecha, se entregó, se vació y trazó muletazos largos, hondos, bellísimos, con los que la plaza vibró como en las mejores tardes. Fueron tres tandas más en las que obligó al toro a humillar, llevándolo prendido en la franela y cantando de verdad el toreo auténtico. Unos airosos ayudados por bajo presagiaban un triunfo grande. Se perfiló para matar y se echó fuera. ¡Horror! Y volvió a hacerlo. ¡Terror! Y a la tercera, cuando el éxito se había esfumado, enterró la espada. ¡Mucho se va a acordar Pablo Aguado de esos dos pinchazos…!

En el toro de la alternativa, de insípida dulzura, dejó pasajes toreros de gran mérito. Antes de pedir permiso al presidente y brindar a su padre, el toro se le arrancó y lo recibió, la muleta en la zurda, con cuatro o cinco muletazos por bajo preñados de categoría. Después, ante un animal agotado y sin celo, dejó detalles sueltos de buen toreo. Antes se había lucido a la verónica, y, después, en un quite por elegantes chicuelinas ante el quinto.

A ese toro quinto, de poca clase, Talavante, (que vuelve este domingo sin justificación alguna para sustituir al lesionado Manzanares), le hizo una faena construida desde la mediocridad, carente de dominio y sin interés. Y le había cortado una oreja al tercero, el mejor toro de la tarde por nobleza, movilidad y prontitud en la muleta; pero fue una oreja generosa y barata, solicitada minoritariamente. Comenzó con muletazos por bajo, largos y cadenciosos, en los que el animal mostró sus excelentes cualidades; se preocupó, después, más por la postura que por la hondura; destacó en tres naturales, un farol, un pase del desprecio y el de pecho, y se acabó. Había toro de dos orejas y le concedieron una que no mereció. No hubo obra, ni intensidad ni emoción.

Nada pudo hacer Ponce ante su primero, un animal amuermado y noqueado. ¡Cómo sería el toro para que el maestro valenciano no le pudiera dar un pase! Complicado fue el cuarto, y el torero desplegó, entonces, su oficio, su conocimiento y su técnica para impartir una lección de torero grande. No fue un faenón porque la poca calidad del toro lo impidió, pero cualquiera sabe lo que hubiera ocurrido si mata a la primera.

P.D.

“Esto se acaba, amigo; y los responsables no serán los antitaurinos, sino los de dentro. ¿Cómo se explica este empacho de Talavante, por Dios? Cuando leí que se caía Manzanares, pensé que lo sustituiría Pepe Moral, triunfador en la Feria de Abril, o algún chaval de los nuevos. Pues, no. Sin explicación alguna -y creo que la empresa Pagés estaba obligada a ello- nos han colocado injustificadamente a Talavante. ¿Por qué? Otra vez, las componendas de los despachos. Estos taurinos no aprenden. Dan la espalda a los aficionados y se equivocan gravemente. Yo ya le digo que me están robando la afición. Esto da asco”.

(Reflexiones de un veterano aficionado en las puertas de la Maestranza).

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Esperanzadora alternativa de Aguado

Tarde de otoño, calor de verano. El sol del membrillo. Ni una brizna de viento. Los papelillos calmos en el albero. Pablo Aguado, enfundado en un terno blanco y desmonterado, cruzó la plaza con la esperanza puesta en Recobero, el garcigrande de la alternativa por fin alcanzada. Un toro bajo, negro, astracanado, acucharado, chato, papudo, un punto acochinado, se presentó en el ruedo vuelto de grupas, escarbador y perezoso. Como acalambrado de los cuartos traseros, que lastraron las verónicas del saludo. Aun desentumecido, le costaba tirar hacia delante. Sorprendió a Aguado cuando se dirigía a la presidencia. Ya con las bendiciones de Enrique Ponce. Las dobladas improvisadas con la muleta en la izquierda desprendieron sabor. Solicitado el permiso pertinente y brindada la faena a su padre, las series por la mano derecha dejaron constancia de la clase de torero de Pablo. Y de la buena condición del toro. Que quería más de lo que podía. Persistía de algún modo la problemática de la motricidad, a veces descoordinada. Los esbozos de los naturales enseñaron un viaje menor. Los pacientes pases de pecho vaciaron siempre con elegancia las tandas. Unos doblones como despedida de clásica escuela. Un raro pinchazo enfrió el ambiente y precedió a la estocada letal. La vela de la ilusión propulsó la vuelta al ruedo.

Pasó el turno de Ponce como un suspiro estéril. Un toro degolladito, lavado de expresión y acodado, convirtió la pretendida faena en tierra yerma con su manso desentendimiento y su celo vacío. Como ya había apuntado en el quite por gaoneras de Talavante. EP no tuvo otra opción que la brevedad. Unas verónicas de sutil vuelo como la media quedaron como ovaciones lejanas.

Alejandro Talavante sorteó uno de los dos cinqueños de la corrida. De amplia cara, líneas armónicas y notable y descolgada embestida desde el frondoso saludo con el capote. AT ligó una obra que nació genuflexa en su derecha. Y siguió por esa misma mano juncal y fácil. La repetición de la embestida la cosía en sus vuelos y la soltaba con largo acompañamiento. Un desarme al natural cortó la música y el ritmo, que de nuevo remontaron a izquierdas con la verticalidad asentada del torero. Gastado el fondo del garcigrande, que no su noble empleo, AT lo entendió enfrontilado y a pies juntos por uno y otro pitón. Media estocada trasera, tendida y atravesada fue suficiente para que la Maestranza premiara la entonada faena y aportara una oreja al enrachado mes talavantista.

Enrique Ponce volvió a ser la generosidad andante con su gente y obligó a destocarse y a bajarse del caballo a Manuel Quinta, que se despedía. Leal escudero y extraordinario picador de dinastía. Para Quinta fue también el brindis -el abrazo de toda una vida- del alto y grandón cuarto. Ponce desplegó su sabiduría con su escasa humillación en las salidas de los muletazos. Y lo tapó y le dio la continuidad de la que carecía su obediencia. La estética poncista se impuso en los naturales y en un cambio de mano sublime. Como apertura de otra serie zurda desembocó más allá de la línea de la lógica. Tan empapado el toro de muleta. El sabio de Chiva se agigantó en la coda en redondo, descarado y peleón. Ya corto el recorrido. La espada arrasó con la oreja presentida, pero no impidió que EP paseara el anillo con el impulso de un principiante. Manuel Quinta le acompañó en su emocionante adiós.

Talavante se justificó con un quinto cornalón de más movilidad que clase y, finalmente, empuje. La justificación de que este domingo sustituya en Sevilla a José María Manzanares -también apoderado por la casa Matilla- es lo que la afición no ha terminado de entender, anunciado el reemplazo antes de la tarde de ayer. No sería fácil la sustitución de la baja, encontrar un padrino para Rafa Serna y que a la vez arropase la categoría de Roca Rey, pero…

Cerró el desigualón sexteto de Garcigrande un útimo toro, más que con los cinco años cumplidos, ya en la frontera de los seis. Y, a la postre, puntuó al alza, aunque sin alcanzar la nota del anterior cinqueño. Pablo Aguado despertó en su correción y de mitad de faena en adelante se enfibró y exigió con su derecha de clásico porte. Por esa mano, el garcigrande se dio y respondió más y mejor. Más por la vibración que por la calidad. Aguado volvió a acariciar el trofeo que el acero borró. La esperanza de su alternativa supervivió. A falta de mucho carretón.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Aguado, una alternativa con argumentos

Tarde de contrastes en la primera de San Miguel. Talavante, con el mejor lote, cortó una oreja impropia de la Maestranza, mientras que Ponce y Aguado tiraron sus premios a la basura con la espada. La corrida llegó a su punto culminante de emoción con la despedida de Manolo Quinta, toda la vida a las órdenes de Ponce. El señorío y la sensibilidad de la plaza sevillana salió a flote cuando Quinta saludó la ovación de la plaza mientras la banda de Tejera tocaba el pasodoble.

Era el día de la alternativa de Pablo Aguado. Ha toreado muy bien y matado muy mal. No se entiende que se le escape la oreja - o las dos - del sexto por culpa de un pésimo estilo estoqueador, lo que luego quedó traducido en pinchazos. El toro de la alternativa parecía lastimado. Se protestó, se podía haber ido a los corrales, pero finalmente fue lidiado. Mejoró en la muleta gracias a la suavidad y templanza de Aguado. La primera tanda antes de pedir permiso al palco fue intensa. El toro acabó tan noble como soso.

El día de las alternativas es cruel para los nuevos matadores. Esperan impacientes hasta el sexto para volver a sentirse protagonistas de la corrida. El sexto, casi con seis años, acapachado, se dejó en el capote por verónicas, todas de buen corte así como en las chicuelinas del quite. Metió bien la cara el de Garcigrande en la muleta. La primera parte fue más plana. El nuevo torero puso el empaque pero faltó arrebato. De mitad de faena en adelante, como ai hubiera ya descubierto que el toro tenía fondo, Aguado le puso a su labor ese punto de coraje que faltaba. Todo ocurrió sobre la derecha con ligazón y valor. El viejo toro salmantino respondió con su casta y la tarde se vino arriba. Unos doblones pusieron la firma de la torería y el buen gusto. Solo le faltaba matarlo. Se echó fuera y todo se fue al garete. No se puede marrar así una buena obra cuando tanta falta hace la foto con la oreja. Su buen estilo, el empaque y su clasicismo son su pasaporte para el futuro.

Enrique Ponce se enfrentó en primer lugar a un toro imposible. Los de Guisando se mueven con más viveza. No hay nada que contar de una faena de breve duración. En el cuarto llegó la despedida de Manolo Quinta con el detalle de la música como sinfonía de fondo para el adiós de un picador de lujo. Ponce se lo brindó y se esforzó para hacerle honor al brindis. El toro, grande, muy alto, embestía a regañadientes. Sobresalió el esfuerzo, el temple y las ganas de alcanzar un triunfo. Pero, por encima de otras cualidades, fue una faena de valor. Solo con el valor sereno e inteligente de Ponce se pueden pisar esos terrenos para rebañar muletazos casi inventados. Era imposible el toreo exquisito. Se impuso la raza torera y el poder de una muleta. La faena era de premio. La espada se lo llevó. La vuelta con Quinta queda en los anales de la plaza.

Alejandro Talavante sorteó el mejor toro de Garcigrande, el tercero. La perfecta lidia de Sergio Aguilar aclaró cualquier duda. El pitón derecho era maravilloso. Talavante realizó una faena más bonita que profunda, muy ligada y templada, con unos cambios de mano de belleza exultante, sobre todo por la diestra. Acabó con naturales a pies juntos. Fue una labor de matices de nota, tal vez sin llegar a lo que el toro parecía llevar en sus embestidas. Lo mató de una estocada ramplona, trasera y caída, y le dieron una oreja casi sin petición mayoritaria. Una oreja de salto, de rebajas de otoño.

El quinto no fue malo. No fue el toro anterior, pero fue encastado y tenía problemas que había que resolver. Talavante dio pases despegados, perdió muchos pasos entre muletazos y su faena no llegó a ninguna parte. Para colmo la alargó para desesperación de muchos.

Y así fue la tarde primera de San Miguel. Dos toros para triunfo, tercero y sexto. Un torero nuevo con un toreo muy clásico y eterno. Una oreja de mercadillo. Dos orejas en el limbo por culpa de la espada. Un picador que se despidió con el clamor de la mejor plaza del mundo. No es poco. La más mala como la primera de San Miguel.

ΦEn las imágenes de Toromedia, Pablo Aguado, que tomó la alternativa y brindis de Enrique Ponce a Manuel Quinta, que se despidió de los ruedos.

23_septiembre_17_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:20 (editor externo)