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¡Esta es una revisión vieja del documento!


REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Domingo 25 de septiembre de 2022

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Juan Pedro Domecq (blandos y descastados en general; 2º y 3º los mejores. 1º y 4º pitados).

Diestros:

Morante de la Puebla: Estocada desprendida y cruzada (silencio); municipal, descabello (silencio).

Ginés Marín: Media estocada (oreja); dos pinchazos, media estocada (silencio).

Pablo Aguado: Estocada caída (oreja); estocada caída (silencio).

Presidente: José Luque Teruel.

Tiempo: soleado y ventoso, temperatura agradable.

Entrada: casi lleno.

Imágenes

Crónicas de la prensa

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Dos faenas bien distintas para las últimas orejas

La última de San Miguel cerró la temporada, a falta del ya clásico festival de hermandades. Y la cerró con lleno, que añadido al no hay billetes de ayer y la gran entrada del viernes, nos hace pensar que esto de los toros parece recuperarse en la Maestranza. Será un indicio para la próxima feria? El caso es que la juanpedrada cumplió su papel, sin fuerza alguna, nobilísima, pero sin casta: no nos defraudó, en absoluto, en lo negativo. Así las cosas, Morante no tuvo lote y la gente lo vio, no hizo falta que el de La Puebla se lo explicara. Después, Ginés hizo una de sus faenas de oficio y poder sacando tandas más o menos brillantes que completaron una faena como con las que triunfa en bastantes plazas. Y después vino el tercero que resultó ideal para que Pablo Aguado hiciera su toreo: vertical, templadísimo, natural…de dulce vamos. En fin, que siendo un mal encierro, como ya esperábamos, nos sirvió para salir con gusto del coso maestrante. Pero yo me quedo con lo de Aguado, que sabe a Pepín Martín Vázquez, como aquella tarde en que nos rompió todos los esquemas.

Por Andrés Amorós. ABC. Flojos juampedros, orejas amables

Desde el viernes a las nueve de la noche, toda la Sevilla taurina rumiaba la gran noticia: el domingo, ¡vuelve Morante! Con esa ilusión, casi se ha llenado la Plaza de los Toros. Los de Juan Pedro fallaron en la primera parte de la temporada, mejoraron luego. Esta tarde, con la Plaza llena, Morante mata un inválido y una estatua: así, no cabe revalidar ningún triunfo. Con dos toros dóciles, manejables, Ginés Marín y Pablo Aguado cortan una oreja, en los únicos toros del deslucido encierro que permiten faena: trofeos amables, de los que dejan poca huella.

En el Arenal de Sevilla, cantado por Lope de Vega, sigue habiendo apasionadas tertulias y discusiones taurinas. Es algo que se ha perdido en casi todas partes y que prueba lo arraigada que está la Tauromaquia en el alma de esta ciudad. Desde el viernes, por supuesto, todos hablan de Morante: porque lo merece y porque no ha tenido rival. He escuchado que su arte es poesía, sentimiento, misterio incomprensible, algo que no se puede explicar… No es cierto. Del arte de los toros y de cualquier arte sí se puede hablar, y mucho. Lo aclaró Dámaso Alonso, mi maestro: hay un último nivel al que no podremos llegar pero, antes de eso, hay muchas cosas que sí se pueden explicar. Cualquier arte se basa en una técnica, en un oficio. La Tauromaquia, más, porque puede salir un toro complicado. Ahora mismo, Morante domina todo eso – la escuela de Gallito, la de la lidia clásica - y lo realiza con entrega, con valor; además, le añade su personal estética.

A Morante lo reciben con una clamorosa ovación, puesta en pie casi toda la Plaza. Después de un topetazo contra las tablas, el primero se viene abajo pero no lo devuelven. Tantea Morante con suavidad pero el toro es una ruina. Sin toro, ni Morante ni San Morante pueden torear. Debieron devolver este toro, que no tiene un pase. Con habilidad, se lo quita de delante. El público le ha pedido que lo mate pero se ha quedado sin verlo en un toro. En Las Ventas, el escándalo hubiera sido mayúsculo.

El cuarto sale muy suelto y flaquea. Se luce llevándolo al caballo, sujetándolo por delantales y dejándolo en suerte con una media de frente, primero, y una larga cordobesa, luego. El toro se para en el intento de quite de Ginés. Bien Trujillo, con los palos. Morante se dobla rodilla en tierra con torería pero el toro se mueve tanto como los de Guisando. Tragando mucho, le saca muletazos de mérito pero desespera ver un toro tan parado. No hay nada más que hacer, aunque algunos no lo comprendan. Mata mal, caído y atravesado.

Desde el comienzo de su carrera, Ginés Marín ha mostrado la facilidad de los elegidos para un arte. Ha logrado ya abrir la Puerta Grande de Las Ventas, por ejemplo, pero todavía le falta algo, para consolidarse en la primera fila. Recibe con buenos lances al segundo, que sale ya sin necesidad de picarlo y, efectivamente, no lo pican: al torero le gustará, pero a mí me parece un desastre. Aún así, el toro también se cae pero se mueve, en la muleta. Ginés torea con facilidad y gusto , en una faena larga y vistosa, que culmina con muletazos a cámara lenta, tirando bien del toro. Mata a la primera, menos bien de lo que suele: oreja.

El quinto mansea y protesta. Muy bien Viotti, con los palos. Con soltura y oficio, Ginés lo va metiendo en la muleta pero el toro pasa por allí, tropieza el engaño, dice muy poco. Así, no cabe redondear ninguna faena. Mata a la tercera.

Deslumbró Pablo Aguado aquella tarde sevillana y nos ilusionó a todos. Luego, ha alternado luces y sombras. Como Juan Ortega, debe demostrar que es un lidiador capaz de imponerse a toros difíciles. Ha adoptado ahora un estilo vistoso, abusando del toreo a media altura: es bonito pero vale poco para dominar al toro, si el toro necesita ser dominado (por desgracia, ahora, algunos toros apenas lo necesitan). El tercero se pega una costalada, truncando las verónicas. Miden el castigo. El toro se deja (¡horrible concepto!) pero transmite poco. Aguado muletea con pinturería, logra algunos derechazos lentos, con naturalidad (su mejor virtud). Estocada en el famoso rincón: oreja.

El último embiste rebrincadito, no le deja a Pablo culminar las verónicas; hace sonar el estribo, en varas, pero le pegan mucho; se duele, en banderillas. Se dobla Aguado con él pero el toro topa, engancha la muleta, es deslucido. Pablo sólo muestra voluntad, sin fruto: no impone su dominio, pasa algún apuro y mata a la primera.

Despiden con aplausos a Morante, en recuerdo del viernes. Un espectador me pregunta lo de siempre: ¿por qué eligen los toreros estos toros? La respuesta también es la de siempre: porque algún toro les permite lucirse, sin especial esfuerzo, y, en los demás, la gente no se enfada con ellos, porque ve que no sirven. Mientras los públicos y los diestros acepten esto, seguiremos igual.

Concluye así una Feria de San Miguel que Morante convirtió en un horno de pasión. Eso es bueno para la Fiesta, desde luego, pero no conviene desorbitar las cosas ni dejarnos inundar por la literatura barata. Desde Barcelona, mi amigo Salvador Balil me envía un buen resumen: 'Morante ha toreado; los demás, han pegado pases'.

No podré estar en Sevilla en el atractivo festival del 12 de octubre, coincide con la Feria de Otoño. Un año más, me asomo a la preciosa terraza de la Plaza y veo pasar el río, con la última luz de la tarde: me llevo recuerdos taurinos – sí, Morante, otra vez - de los que ayudan a pasar el invierno… Como en algunos bares sevillanos, calculo los días que faltan para el Domingo de Resurrección: aquí estaremos, si Dios quiere.

Por Patricia Navarro. La Razón. Ginés y Aguado le pellizcan la tarde a Morante

Era el día después con uno de descanso entremedias. Ni soñado. La vuelta de Morante después de aquello… Lo del viernes, ¿recuerdan? Las ilusiones nos duraron lo mismo que la etiqueta que ponía Juan Pedro Domecq y la mala temporada que está echando el ganadero. El toro estaba flojo casi ya de salida. Nadie hizo lo más mínimo por cambiar el devenir de la historia y entonces, según lo previsto, el toro llegó a la muleta sin el menor ánimo, ni casta ni fuste ni nada que se le pareciera a lo bravo ni la faena tampoco nada que recordara a las glorias pasadas. Uno para olvidar.

Creímos que se repetiría en el segundo, por la falta de fuerza en los primeros tercios, pero el Juampedro tuvo fondo que sacar para quitarnos razón. Que guato. El toro sí tuvo cosas buenas porque tomó el engaño por abajo, porque repitió y con duración. Es cierto que el toro pesaba por dentro, que se acostaba, pero la vida ko es perfecta y la bravura tampoco. Gines Marín brindó al público, sabía él, e intercaló después muletazo con intensidad, porque su toreo la tiene, con otros en los que no llegó a apretar, más aliviado, cumplidor, pero sin reventar. Hubo de todo y en ese todo gustó. La media le dio el trofeo. Y Juampedro la tranquilidad de haber lidiado uno bueno.

Suavón fue el tercero, con ritmo y ese punto de sosería que Pablo Aguado suplió con su categoría máxima. Lo hace todo despacio, como si fuera fácil, irremediable. Cadencia absoluta que se derrama de sus muñecas, cadera, torería… El final de la obra fue una preciosidad. Una pena que todo ocurriera allá en el tercio. Si sintieran cómo penaliza eso para el resto de la plaza en la manera de transitar por la faena se pensarían saltar esa barrera y mostrar la escena en los medios, sobre todo en este que es inmenso.

El cuarto nos tuvo en ascuas de principio a fin. Cantó pronto su mansedumbre y sus pocas ganas de emplearse en el capote, pero aún así mantuvimos la esperanza. Morante nos prendió la llama en todo momento con un imprevisible capote y una media que valía su peso en oro. No sabíamos lo que venía después. El toro humillaba un tris y al tras ya había derrotado por arriba no con maldad sino con desdén. (No era tarde para eso, pero a Morante nunca fue un torero al que le embistieran los toros. Eso ya lo sabemos. Será por aquello de no abusar…) El comienzo de faena tuvo una belleza tremenda, pero sin gloria después. No quiso emplearse “Mapaná” y cerraba el de La Puebla su quinta tarde en Sevilla. Su temporada de 100 sigue. Aguarda Madrid. La vida sigue, sus faenas de leyenda perduran.

No tuvo clase el quinto, iba y venía por el diestro pero sin acabar de hacerlo con claridad. Ginés nariz estuvo mucho delante de él, en línea y tirando de voluntad. Por el izquierdo le costaba más pasar.

Rabioso fue el sexto y ya lo hizo saber a las cuadrillas. También apretó en la muleta de Aguado. Más de una vez se le metió por dentro con peligro. El sevillano intentó buscarle las vueltas, que no eran fáciles. En un descuido podía tener premio (no de los buenos). Se justificó Aguado. La tarde llevaba el nombre de Morante. Desde el viernes. Ginés Marín y Aguado se la pellizcaron.

. Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. La resaca durará hasta la Feria

Clausura de una Feria de San Miguel que pasa a la historia como aquella en la que un torero de la margen derecha, José Antonio Morante de La Puebla, llenó de magia el albero maestrante mediante una faena de muleta a un toro de Matilla. Y a esta clausura íbamos con la esperanzada ilusión de que se repitiese el suceso. Los tendidos se abarrotaron al conjuro del orfebre cigarrero y de la posibilidad de un revival, pero los toros presuntamente artistas de Juan Pedro Domecq se dejaron el arte en Lo Álvaro y la ilusión se convirtió en desilusión no más Morante decidió irse por la espada en su segundo toro.

Todo empezó con los tendidos puestos en pie para ovacionar al hombre que había reinventado el toreo dos días antes, pero el hombre dispone y Juicioso, el toro que abrió plaza, descompone. Salió queriéndose comer el mundo, pero cuando sale del caballo ya no es nadie. Sin vida llega a la muleta de Morante y éste tira a abreviar para matarlo de un sartenazo. Tampoco tuvo opciones con el castaño cuarto, que salió desesperantemente abanto. Morante desempolva estampas antiguas con su forma de llevar al toro al caballo y se dobla de rodillas para un inicio de faena ilusionante. Y es que el toro había veces que hacía el avión y Morante lo va metiendo en el canasto con un inicio genuflexo y torerísimo. Se corta con un cuchillo el silencio de la plaza, ese silencio que suele ser la antesala de una gran obra, pero el juampedro dice que ya no pasa ni una vez más y Morante se va por la espada y lo mata horriblemente mal, haciéndolo guardia, Y sanseacabó el paso de Morante por la temporada sevillana.

Anda en un momento muy bueno Ginés Marín y bien que lo demostró en su labor con Fantasía, un negro mulato que sí aceptó dialogar con su matador. Bien a la verónica y bonita réplica de Aguado por chicuelinas. Brinda Ginés a la plaza y simultanea redondos y naturales en una faena de enjundia y que llega a los tendidos con fuerza. Lo cuadra para matar con unos preciosos muletazos genuflexo para rematar la obra con media estocada para que el premio sea el de una oreja del buen toro que fue ese juampedro. En el quinto da gusto verlo andar por la plaza y hasta se gusta en la apertura, que tiene lugar en la boca de riego, pero todo va diluyéndose, pues el toro no tiene vida y Ginés insiste en sacar agua de un pozo seco. Dos pinchazos y media estocada finiquitan la faena a otro toro imposible.

La tarde del viernes de Feria de antes de la pandemia quedó grabada en el corazón de la Sevilla taurina y cada vez que Pablo Aguado hace el paseo en Sevilla, la Maestranza se llena de ilusión. La rotundidad del triunfo de un torero que nos llevó al mejor pasado del toreo sevillano provoca que se acuda a la cita con él esperanzados en que se repita aquel 10 de mayo de 2019. Y en su primero, Pablo recordó pasajes de aquellos de dicha tarde. Tulipán, que se pegó un volantín en el capote, colaboró sin alardes y siempre a media altura. Y así, a media altura le engarzó pases de costadillo, naturales de frente y redondos con muy buen aire para rematar con diversos arabescos y estocada, con lo que cortó una oreja. En el sexto porfió e insistió a contraestilo en un toro que pedía brevedad. Tras una tanda de redondos enrabietados, lo mató y colorín colorado, este cuento se ha acabado, como se acabó el San Miguel aquél en que Morante reinventó el toreo. Ahora, resaca hasta la próxima Feria.

Por Toromedia. Ginés Marín y Pablo Aguado cortan una oreja en el cierre de San Miguel

Ginés Marín y Pablo Aguado han sido los triunfadores de la tercera de San Miguel al cortar sendas orejas en el cierre del abono sevillano. Los dos aprovecharon a los toros más destacados de la corrida de Juan Pedro, sin tener más opciones en los segundos de sus lotes. Morante de la Puebla no pudo repetir la maravilla del viernes, limitado todo el tiempo por un lote que no dio posibilidades de lucimiento. Se fue de vacío.

El primero de la tarde salió muy suelto en el capote y no permitió el lucimiento de Morante, que había sido recibido con una fuerte ovación en recuerdo de su gran faena del viernes. El toro claudicó un par de veces y el público protestó, pero Morante pidió el cambio de tercio y se encontró en la muleta con un animal frenado que no pasaba. Tras unos bonitos muletazos de inicio de faena no hubo para nada más. Morante mató de más de media y descabello. Silencio.

El cuarto manseó de salida y Morante usó sus dotes lidiadoras para fijarlo en el capote. Estampa antigua al llevar al toro a una mano al caballo. Después de un buen tercio de banderillas de Trujillo, Morante se dobló con mucha torería y vio pronto que el de Juan Pedro no le iba a ayudar. Lo intentó con la derecha y el animal apenas duró una serie.

Ginés Marín toreó bien de capa al segundo de la tarde, sobresaliendo los lances por el lado derecho. El toro también flaqueó en los primeros tercios pero después se asentó y permitió a Marín torear con mucha profundidad, sobre todo por el lado derecho. Con esa mano llegaron las tandas de mayor intensidad y acople, cuajando una faena compacta y seria, con fondo y forma. Muy bien Marín con este toro. Mató de media efectiva y cortó una oreja.

El quinto, de preciosas hechuras, manseó en el segundo puyazo y a la muleta llegó algo descompuesto y sin clase. Marín le aplicó temple y corrigió algunos defectos, logrando tandas de mérito con la derecha por encima de la condición de su enemigo. Por el lado izquierdo el toro resultó peor y también empeoró por el derecho. Imposible hacer más.

Pablo Aguado firmó un bonito comienzo de faena en el tercero, doblándose con el toro con mucha torería y gusto. Planteó la faena en las rayas por temor al viento y fue siempre a más, aprovechando muy bien la condición del 'juanpedro'. Faena reposada, llena de torería con momentos bellos por ambos pitones, con un final a pies juntos que fue paladeado por el aficionado. La espada quedó algo desprendida pero la oreja estaba ganada.

El sexto salió embistiendo con las manos por delante sin permitir lucimiento a Aguado. Mantuvo esa aspereza en la muleta, de modo que Aguado tuvo que tocarle los costados para intentar ahormar una embestida que fue imposible de todas todas. Pablo intentó buscarle las vueltas con decisión y entrega, jugándosela por el pitón izquierdo. Tuvo mérito el sevillano en su último toro de la temporada en esta plaza.

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