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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Miércoles 27 de abril de 2022

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Santiago Domecq (de correcta presetación y juego desigual; los mejores, 3º, 4º y 5º, aplaudidos; el 1º fue devuelto a corrales por partirse el pitón derecho al derrotar contra el burladero).

Diestros:

José Garrido: Aviso, municipal, pinchazo, estocada caída (palmas); media estocada (oreja).

Joaquín Galdós: Estocada, descabello (silencio); estocada caída (ovación).

Alfonso Cadaval: Estocada (oreja); estocada tendida (silencio).

Presidente: José Luque Teruel

Tiempo: sol y nubes, chaparrón el el 3º

Entrada: media plaza.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Un bravo encierro con una pobre entrada

El encierro de Santi Domecq no decepcionó otra vez, sobraron los dos primeros, el sobrero y el 2º del orden de lidia. Y nos quedó por ver el primero, que tenía un pinta muy buena, que estropearon para su matador los de la cuadrilla al estrellarlo en los tres burladeros sucesivamente. Con estos mimbres el que tuvo menos opciones fue el peruano Galdós, voluntarioso aunque pudo sacar más agua del pozo del quinto. El tercero, toro de premio de Feria, bravo, incansable en la muleta, con embestida de dulce, le tocó en suerte -nunca mejor dicho- a Alfonso Cadaval, poco placeado pero que atinó a hacer una faena justa, con detalles de gusto, para cortarle una oreja, pero sin exprimirlo algunas tandas más para obtener mayor premio. El 4º, bravo pero más enrazado, con más picante y nervio, le correspondió al más experimentado Garrido, que supo dominar la embestida y apurarlo al máximo hasta dejar pinceladas de desmayo en la tanda de remate. La corrida, por tanto, interesante, como buen comienzo para esta Feria que ya no parará hasta la encerrona de los Miura. Pero la entrada fue muy decepcionante, el abono y poco más, que hace pensar qué es lo que busca el público actual de los toros, si sólo nombres y figuras.

Lo mejor, lo peor

Lo mejor. La brava y encastada corrida de Santiago Domecq. Destacando sobre todo los toros lidiados en 3º y 4º lugar al acudir de lejos al caballo, humillando a placer y repitiendo con exelente nobleza una y otra vez en la muleta. Este último, al que llamaban “Gracioso”, brindó a José Garrido la faena más completa de la tarde.

Lo peor. El toro que abría el ciclo continuado de la Feria de Abril, de nombre “Capitan”, se partió el pitón derecho al ser “invitado” a derrotar contra el burladero por la cuadrilla actuante, incorrectamente situada además. El gato negro que poco antes presenciaba roneando por el callejón el torero Manolo Vázquez desde su localidad en primera fila de barrera del tendido 4 hizo presagiar lo peor. Aunque afortunadamente todo quedó en un fuerte chaparrón que, además, sirvió para refrescar el ambiente.

Crónicas de la prensa

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. Garrido quiere recobrar su sitio

Comenzó el ciclo continuado con muy buenas sensaciones y augurios que vaticinan una buena Feria y fue mediante la disposición de los toreros más el trapío y buen juego en general de los toros que envió Santiago Domecq. Sobre todo el hermoso sardo cinqueño que le tocó a Garrido y la clase del primero de Alfonso Cadaval y que permitieron a ambos tocar pelo. El peor parado iba a ser el peruano Joaquín Galdós, que era escrutado desde el tendido por Andrés Roca Rey, su compatriota y rival directo en los gustos de su país, pero no puede decirse que él dejase de poner algo de su parte.

El inicio tuvo un momento de alta sensibilidad. Fue el solemne y respetuoso minuto de silencio que Sevilla guardó en memoria del Cardenal Carlos Amigo, fallecido horas antes. Silencio espeso y lleno de sentimiento que fue el prólogo de una corrida en la que nadie se aburrió y que tuvo momentos de brillantez, sobre todo por la muleta y la disposición de José Garrido con el aditamento de un Alfonso Cadaval sensiblemente mejorado tras el parón y que redondearía su mejor tarde de las tres que toreó en Sevilla desde su alternativa. Ha mostrado el trianero una mejor disposición y unos conceptos ciertamente afinados.

Y la corrida empezó con un hecho que dio pie al pesimismo. El primer toro salió como una fiera de chiqueros para derrotar en tablas y partirse un pitón por la cepa. Fue sustituido por su hermano Habilidoso, que mostró falta de fuerzas a pesar de que Garrido lo cuidó en el caballo. Tras unos doblones suaves llevándolo mucho y con una disposición innegable, el extremeño se vio imposibilitado de hacerle faena a un toro que iba a peor en cada pase. Lo mató a la última y el público premió su estado de ánimo.

El cénit de la corrida llegaría con el sardo cinqueño que le tocó en cuarto lugar. Un toro hermosísimo llamado Gracioso que llevaba la transmisión en sus genes y al que Garrido aprovechó. Estuvo tan bien que aquel predicamento que tuvo en esta plaza cuando de novillero abrió la Puerta del Príncipe fue aflorando pase a pase, muletazo a muletazo. Brilló desde los redondos de rodillas que sirvieron para abrirle al toro la senda adecuada hasta la serie de redondos que precedió a una al natural. La espada se le cruzó en la apoteosis, pues todo quedó entre el pinchazo hondo y la media estocada, lo que enfrió el ardor en los tendidos para que todo quedase en el corte de una sola oreja.

Joaquín Galdós fue el único que se fue de vacío, pero no puede decirse que quedase por desidia del peruano, sino porque fue el más damnificado en el sorteo. A su primero lo recibió con unas verónicas excelentes, pero el toro dejó de colaborar demasiado pronto. Lo probó en redondos genuflexo, pero el toro se para demasiado pronto. Galdós lo mata de estocada y ahí empieza a llover. En el quinto, un más de lo mismo y la constatación de que no era la tarde del peruano. Brinda a la plaza y se muestra muy decidido, pero no se acopla con el rival, que va complicándose por momentos, mostrándose áspero y dificultoso, y lo mata de fulminante bajonazo.

No era su tarde, pero sí la de Alfonso Cadaval, que con su diálogo con Chismoso redondeó su mejor tarde sevillana. El trianero hacía su tercer paseo tras la alternativa y a fe que supo entenderse con el morlaco desde que se abrió de capa hasta que lo mató de estocada tirándose literalmente en lo alto del morrillo. Alfonso Cadaval ha reaparecido mostrando unos conceptos que pueden permitirle circular con cierta entidad. Toreó con gusto a su colaborador, brindó a la plaza y estuvo muy lúcido a diestra y a siniestra. Tocó pelo y se le esperó en el que cerró plaza. Se lo brindó a su tío Jorge, pero el toro no tenía nada que ver con el otro que le tocó en suerte. Y tras un inicio muy templado, la falta de fuerza del animal se aunó para no repetir éxito. Arrancó la anhelada Feria y lo hizo dejando buenas sensaciones y mejores augurios.

Por Andrés Amorós. ABC. Una brava corrida de Santiago Domecq

Hemos vuelto a la Plaza de los Toros sevillana, al comienzo de la serie continuada de festejos que componen la Feria de Abril : doce tardes consecutivas en este hermosísimo escenario, donde impera la sensibilidad estética, esperando la llegada de ese milagro que es la pura belleza del toreo. Lo canturreaba Juan Belmonte por lo bajini, en las frecuentes tardes de grisura: “Siempre te estoy esperando / y nunca llegas / a horita cierta”. Pero la esperanza nunca se acaba… Y, después del parón por el Covid, volver aquí a los toros sabe a gloria bendita.

En este primer festejo, no actúan las primeras figuras. Es lógico, pero me llama la atención la forma actual de confeccionar carteles. Antes, en las grandes Ferias, solían alternar un diestro veterano, otro, en plenitud, y un joven, que viniera arreando. Ahora las figuras suelen ir agrupadas (un cartel rematado, llaman a eso), sin competir con los otros toreros: como si hubiera una Primera División taurina, tajantemente separada de la Segunda. Los empresarios taurinos saben muy bien lo que hacen, sin duda, pero a mí me gustaba el anterior sistema. El gran público se apunta a los carteles de figuras; las tardes como ésta, la Plaza no se llena pero el presupuesto se compensa.

Para iniciar la serie continuada de festejos, se lidia una brava corrida de Santiago Domecq. Son toros bravos, encastados, que acuden de lejos al caballo, humillan, repiten incansables, en la muleta: lo que tantas tardes echamos de menos. Destacan los espectaculares tercero, cuarto y quinto. Cada uno con sus armas, José Garrido y Alfonso Cadaval aprovechan su oportunidad y cortan un trofeo. Menos fortuna tiene Joaquín Galdós. Gracias a la bravura de las reses, un cartel de los más modestos de la Feria ha tenido momentos de auténtica emoción: con un toro bravo, la belleza del toreo resplandece.

El primero se parte el pitón de salida, al chocar con el burladero. Es un vicio frecuente del toreo actual. Antes, los buenos banderilleros evitaban que eso sucediera, parando el toro a una mano: ¡inolvidable Andrés Luque Gago, por ejemplo! El bonito sobrero humilla de salida y José Garrido dibuja algunos lances . El toro flaquea, después de varas, pero embiste con celo y casta (lo que ahora llaman ‘carbón’). Aguanta el diestro con oficio las fuertes embestidas, en un trasteo de más mérito que brillo. Prolonga la faena (otro vicio actual) y suena el aviso antes de entrar a matar, sin acierto.

El cuarto es un precioso sardo (de tres colores: como la capa remendada de un estudiante, decían los revisteros). Lo saca del caballo con un galleo barroco, al estilo mexicano y de Ferrera. El toro persigue de cerca a Chacón, en banderillas. Como el toro repite, incansable, liga derechazos de rodillas. (Escucho, a mi lado: «Eso, ¡de pie!»). En la larga faena, destacan los solemnes pases de pecho y un cambio de mano muy lento. Acierta con un pinchazo hondo en buen sitio que es suficiente: oreja.

Algunos quisieron ver al peruano Joaquín Galdós como a un rival de su compatriota Andrés Roca Rey, alimentando así una competencia en su tierra, pero no ha llegado a ese nivel. Su toreo busca menos el dominio del toro, persigue más la estética y es menos regular. Se luce en los lances de recibo al segundo, con cierto gusto. El toro se defiende con genio por los dos lados: sólo puede sacarle algunos derechazos aseados. Mata con facilidad pero falla con el descabello. Se advierte su deseo de torear con gusto pero no ha resuelto las dificultades de la res.

Después de los éxitos de sus compañeros, acude a portagayola en el quinto, encadena lances moviditos. El toro no para de embestir. Galdós torea vistoso, algo eléctrico: un trasteo afanoso, desigualmente rematado, por algunos enganchones. Al final, para mi sorpresa, algunos aplauden un bajonazo: es un mal síntoma, para una plaza como ésta.

Mis amigos sevillanos elogian la dedicación al toreo de Alfonso Cadaval, hijo del muy simpático e inteligente César, el Moranco. Lucha Alfonso por abrirse paso, ha toreado poco. Esta tarde, tiene la fortuna de que le toque un toro excelente, muy bravo, que embiste al caballo de lejos y repite, incansable, en la muleta. El diestro lo aprovecha en series de derechazos, con su estilo sobrio y clásico, que el público jalea. Se tira de verdad a matar, logra una gran estocada y corta una merecida oreja de este Chismoso, que ha sido un gran toro.

En el último, que también acude pronto al caballo y empuja, intenta completar su triunfo pero el toro flaquea un poco y se para. Consigue momentos buenos pero no redondear la faena. Mata a la segunda. En todo caso, esta tarde ha supuesto un paso adelante muy importante en su carrera.

¿Veremos, en toda la Feria, muchos toros tan bravos como los de esta tarde? No parece fácil. Estos toros ofrecen una gran oportunidad pero tienen también un riesgo evidente: descubren hasta dónde llega la capacidad de un torero. No es la primera vez que veo toros muy bravos de Santiago Domecq. La pregunta que surge es evidente: ¿por qué no se han apuntado a estos toros, en Sevilla, las primeras figuras? Es una de tantas cosas difíciles de entender, en la actual tauromaquia. O, quizá, dicen los mal pensados, precisamente por ser tan bravos.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Cadaval y Garrido puntúan con los de Santiago Domecq

Aunque la tarde tenía vocación de relleno inevitable –un miércoles laborable sumado a un cartel de circunstancias- el aficionado había acudido a la plaza dispuesto a seguir el guión que marcaba el toro. El interesante momento que atraviesa la divisa de Santiago Domecq, a la que querríamos ver sumada a otros nombres y fechas, ya era suficiente atractivo para sentar plaza en el coso maestrante en una tarde en la que la primavera hizo honor a su volubilidad. El ganadero jerezano echó en Sevilla un encierro variado, escasamente parejo, pero en el que hubo dos toros de muy buena nota –los que hicieron tercero y cuarto-, el sobrero que hizo primero cargado de carbón; un segundo sin un pase; un quinto cargado de exigencias y un sexto de nobleza y clase un punto claudicantes.

Frente a ellos se situaba una terna de matadores más o menos jóvenes pero muy necesitados de dar un paso adelante en sus respectivas carreras. La suerte estuvo de cara para dos de ellos, comenzando por Alfonso Cadaval que tuvo en sus manos el que fue, con mucho, la auténtica guinda de la corrida. Fue ese tercero de excelente clase, recorrido y prontitud con el que se mostró digno, honesto y entregado sin poder evitar que el animal luciera muchas veces por encima de su propia labor. En cualquier caso, no se le pueden negar pasajes brillantes en una puesta en escena que el torero sevillano interpreta con verticalidad y sentido del temple. Fue lo mejor de una faena en la que se hizo presente esa lluvia inesperada que no impidió que las ganas de agradar de Cadaval calaran en el público que pidió, y obtuvo, una oreja que le debe seguir sabiendo a gloria. La ovación final para el toro, eso también, fue de categoría. El animal ya está anotado para premio.

Pero a Alfonso aún le quedaba un sexto, que brindó a su tío Jorge, que también le iba a poner en sus manos ciertas posibilidades. Fue un toro con clase, un puntito distraído en la lidia, pero también algo justo de baterías. Cadaval volvió a ponerse delante con sinceridad y buena actitud y sumó algunos muletazos tersos y verticales antes de que el asunto se acabara estancando cuando el reloj apuntaba a las dos horas y media de festejo.

Hubo otra oreja: la cortó José Garrido con la faena más completa de la tarde, dictada a un precioso ejemplar de pelo sardo y maravillosas hechuras al que recibió con verónicas muy bien dibujadas que acabaron punteadas. Su vocación capotera –a veces se le ve más a gusto con el percal que con la franela- se hizo patente en el infrecuente quite de oro, emblema del gran diestro mexicano Pepe Ortiz. Chacón bordó un primer par mientras el toro galopaba y pedía plaza mostrando su importancia.

El diestro extemeño, muy dispuesto, comenzó a torear de rodillas antes de buscar el acople en sucesivas series diestras que resolvió –ésa fue una de las claves de la faena- con excelentes cambios de mano y monumentales pases de pecho. Algo así sucedió cuando tomó la mano izquierda: el despacioso pase de pecho arregló las intermitencias de los muletazos. Pero su labor iba a subir de decibelios cuando volvió al lado diestro, cada vez más espatarrado –con los riñones metidos- volviendo a poner el acento en los remates. Los preciosistas ayudados pusieron el broche. Dejó medio espadazo trasero, de esos que ya no se estilan. Cayó la oreja.

Antes había hecho un encomiable esfuerzo con el primero de la tarde, el sobrero que sustituyó al precioso colorao que se despitorró contra el burladero del cuatro después de haber salido rematando en todas las tablas. El sustituto, al que recibió con un extraño lance a una mano, fue un toro correoso y duro de patas que reponía siempre, embistiendo por dentro. La actitud de Garrido fue irreprochable pero también hay que admitir que se pasó de rosca cuando ya estaba demostrado todo lo demostrable. La espada quedó enhebrada al primer viaje. No se libró de un aviso.

Nos queda por reseñar la labor del peruano Joaquín Galdós, que tuvo que pechar con el que, a la postre, fue el peor ejemplar del variado encierro de Santi Domecq. Fue el segundo, cortísimo de viajes, sin un pase. El bicho pedía más aliño que probaturas. Se le concede el beneficio de la duda. Le quedaba el quinto, un toro exigente y cargado de carbón, con tela que cortar al que recibió con una infructuosa portagayola. Fue bravito en el caballo que manejó con acierto David Prados. También tuvo galope en banderillas. La faena, esforzada sobre ambas manos, no terminó de coger vuelo. Tampoco era fácil andar ahí delante. Una estocada tan defectuosa como fulminante puso fin al trance. Mañana más.

Por Paco Aguado. EFE. Dos toros bravos y dos orejas en el inicio del serial continuado de Sevilla

“Chismoso” y “Gracioso”, uno negro mulato y otro castaño salpicado, tuvieron como virtud morfológica la larga longitud de ese cuello que descolgaron desde su salida para seguir los engaños con auténtica entrega. Y lo que, aún suma más como señal de su bravura, también con un rítmico galope.

Por tanto, que sus lidiadores les cortaran únicamente un trofeo se debió únicamente a que ambos ejemplares no encontraron una respuesta tan redonda en las muletas que tuvieron delante.

A Alfonso Cadaval, hijo de uno de los miembros del dúo “Los Morancos”, no se le pudo negar la decisión y el buen gusto con que planteó la faena a ese primero de su lote, pues el inicio con ayudados por alto de un sabroso clasicismo y una redonda serie con la derecha tuvieron la altura y la profundidad que pedía el animal.

Durante el resto del trasteo, en el que el sevillano salpicó también detalles brillantes, lo que se le echó en falta fue algo más de poso y de reposo, en su actitud y en la estrategia técnica, para así haber paladeado mejor esas excelentes embestidas de “Chismoso”, al que mató de una apurada estocada al encuentro que avaló el trofeo.

“Gracioso” fue más enrazado, con unas arrancadas de mayor temperamento que necesitaban ser férreamente gobernadas para no desbordarse, sobre todo en el remate de los pases, cuando pedían que el vuelo de muleta saliera por debajo de la pala del pitón.

En este caso, el extremeño José Garrido no regateó esfuerzos, desde que rescató del olvido el original “quite de oro” que ideara el diestro mexicano de los años 30 Pepe Ortiz y le abriera luego el faena ligándole una serie de pases con las dos rodillas en tierra.

El trabajo, en cambio, subió y bajó en intensidad dependiendo de la aplicación mayor o menor de ese mando y ese pulso que pedía el de Santiado Domecq, aunque mantuvo el nivel y el interés especialmente en los adornos de cada tanda, en los que Garrido siempre se recreó.

Con todo, aún hubo otro toro que apuntó cosas notables, como fue el serio “Fenómeno”, lidiado en quinto lugar y al que el peruano JoaquÍn Galdós se fue a recibir a portagayola como prólogo a una faena de largo metraje en la que los cites y los muletazos tuvieron por momentos una ligereza y una brusquedad que no contribuyeron a sacar a flote la atisbada buena condición del cinqueño.

El resto de la corrida tuvo poca historia, en tanto que Garrido y Galdós platearon de inicio sus trabajos con una dureza y una exigencia que hizo que los dos primeros toros se pusieran de inmediato a la defensiva, mientras que Alfonso Cadaval, pese a su empeño, no acabó de cogerle el aire al noble y soso sexto, cuya muerte brindó a su tío Jorge, el también famoso humorista.

Por Antonio Lorca. El País. Triunfos desvaídos, un bajonazo, Sevilla…

José Garrido y Alfonso Cadaval cortaron una oreja cada uno a dos toros de categoría por su nobleza, humillación, movilidad y calidad en sus embestidas. Es un buen motivo para que estén contentos, porque se supone que no es fácil triunfar en La Maestranza, que está en la historia como referente de la sapiencia taurina.

Ambos habrán recibido a estas horas multitud de abrazos y felicitaciones en unas habitaciones de hotel repletas de familiares y amigos. Y hacen bien en disfrutar del éxito, que, con toda seguridad, es el fruto de un trabajo esforzado y de noches de insomnio.

Ojalá esos dos apéndices les sirvan para que suene ese teléfono casi siempre en silencio y garabatear de fechas una agenda limpia en exceso. Ninguno de los dos toreros, especialmente Cadaval, torean mucho, razón de más para que se valore el éxito en la Feria de Abril.

Pero con toda seguridad, nadie les contará a Garrido y a Cadaval el reverso de lo sucedido en la plaza sevillana; una verdad que es molesta para los oídos y dolorosa para el alma.

Y lo sucedido es que ambos han tenido una oportunidad para cambiar sus vidas y la han dejado pasar por falta de experiencia, ambición o cualquiera sabe por qué.

Cadaval llega a Sevilla y le toca un toro de ensueño, desbordante de clase, temple y dulzura; se le nota al torero su escasa confianza, los nervios, el exceso de responsabilidad. Y está bien, elegante y suave por bajo en el inicio con la muleta, demuestra buenas maneras, tiene detalles con ambas manos, suena la música, y cuenta con el empuje de su gente sevillana. Pero toda su labor supo a poco, a muy poco. Porque ese toro, con el que él habrá soñado en muchos duermevelas, exigía un torero dispuesto a morir en el empeño de cortarle las dos orejas con fuerza. Faltó emoción, faltó rotundidad, faltó ese paso adelante que hay que dar en los momentos importantes. Y Cadaval no lo dio. Lo intentó de nuevo con el blando sexto, pero otra vez hubo más detalles que profundidad.

Garrido está más hecho; destacó mucho y bien con el capote, a la verónica clásica, con el engaño a la espalda, por chicuelinas, y se mostró firme y muy dispuesto ante su primer oponente, con genio, incómodo, y muy complicado para el toreo moderno. Un toro de corto viaje que apretó en demasía en distintas fases de la lidia. Y, como su compañero, brilló con luz propia ante la noble templanza del cuarto, de alegre y encastada nobleza; pero fue un centelleo muy tenue, y su labor no alcanzó el vuelo deseado a excepción de un natural largo, extraordinario, rematado con un gran pase de pecho al final de la faena. Otro torero al que le faltó la ambición necesaria para triunfar a lo grande.

Galdós recibió al quinto con una larga cambiada de rodillas en los medios y pechó con la peor parte —su primero se afligió pronto, y el quinto embistió con vulgaridad—, manejó con soltura y gracia el capote, se esforzó con escasa recompensa con la muleta y despachó a su segundo toro de un descarado bajonazo que fue de rapidísima letalidad. Pues resultó que el público de Sevilla aplaudió al torero, y este no se lo pensó y salió a saludar desde el tercio.

¡Ay, Sevilla…! Hace solo unos pocos años, el torero se hubiera escondido en el callejón para no escuchar el silencio inquisitorial de los tendidos. En la lejanía queda ya la sapiencia taurina de esta plaza.

Por Toromedia. José Garrido y Alfonso Cadaval cortan una oreja en la primera del ciclo continuado

José Garrido vio como su primer toro se estrellaba contra un burladero y se partía el cuerno por la cepa. Con el sobrero que lo sustituyó, manejó con soltura el capote y se dobló muy bien en el comienzo de faena. El toro se metió en la primera serie con la derecha y no lo puso fácil. Tampoco facilitó el toreo al natural, escarbando y quedándose corto. Garrido estuvo firme y por encima en una faena que extendió hasta sacar todo lo que tenía el de Santiago Domecq.

Garrido tuvo una importante actuación en el cuarto. Se lució en un quite capote a la espalda y comenzó la faena de rodillas ligando bien con la derecha. Hubo otra serie más por ese pitón, muy vibrante por la embestida del toro, y en la siguiente rompió la faena, ligando con la mano baja y rematando muy bien con cambio de mano y pase de pecho excelentes. Cambió a la zurda y sobresalió de nuevo el remate de pecho. Planteó el final de faena con la derecha, asentado y firme, y arrancó los oles más rotundos cuando se gustó en los remates de las series. Mató de pinchazo hondo y fue premiado con la oreja.

Joaquín Galdós dejó buenos momentos a la verónica en el segundo de la tarde. En la muleta, el de Santiago Domecq tampoco lo puso fácil, orientándose pronto e impidiendo el lucimiento del torero, que abrevió tras intentarlo sobre todo por el lado derecho. Mató de estocada casi entera. Silencio.

Espoleado por el triunfo de sus compañeros, Galdós se fue a portagayola en el quinto. Este toro fue exigente pero le dejó más y comenzó en buen tono la faena. Sometió mucho a su oponente bajando la mano por el lado derecho, por donde logró los mejores momentos de su actuación. Por el izquierdo no respondió igual el toro. Mató de buena estocada.

Alfonso Cadaval fue el primero en triunfar. Ganó terreno con el capote y remató en los medios a un toro que salía suelto. Galdós hizo a este toro un buen quite por chicuelinas rematado con media y Juan Carlos García se lució en banderillas. Cadaval brindó al público la que iba a ser una de las faenas destacadas de la tarde. Comenzó con un bonito toreo a dos manos a un toro que mostró enseguida su buena condición. Probó primero por el izquierdo y dejó una serie limpia, pero fue con la derecha cuando el sevillano enseñó lo mejor de su toreo en dos series ligadas y de buen trazo. Volvió a la zurda y dio buenos muletazos antes de terminar con una nueva serie con la derecha que cerró una faena de premio. Mató de estocada y cortó la primera oreja de la tarde.

Alfonso Cadaval no pudo hacer nada de capa de salida en el sexto, al que Garrido en cambio sí hizo un quite a la verónica. Alfonso brindó a su tío, el 'moranco' Jorge Cadaval y se encontró en la muleta con un toro justo de fuerza al que poco a poco fue haciendo. Logró buenos momentos con la derecha, pero la faena no pudo tener la transmisión de la anterior por venirse el toro a menos. Pinchó y fue silenciado.

Fotografías: Arjona/Toromedia.


27_abril_22_sevilla.txt · Última modificación: 2022/05/06 01:18 por paco