Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


2_mayo_19_sevilla

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Jueves, 2 de mayo de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Garcigrande desiguales, destacó el quinto 'Arrogante', negro, de 527 kilos, premiado con la vuelta al ruedo.

Diestros:

Morante de la Puebla: saludos tras ovación y silencio

El Juli: oreja y dos orejas.

Miguel Ángel Perera: saludos desde el callejón y aplausos.

Presidente: José Luque Teruel

Banderilleros que saludaron: Javier Ambel y Curro Javier

Tiempo: bueno

Entrada: lleno

Video https://twitter.com/i/status/1124044511624204289

Galería de fotos: https://t.co/SlI9rru1vK

Crónicas de la prensa:

Portal Taurino

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver La Maestranza, una plaza de tercera

Algún día tenía que pasar, bueno ya pasó otro día, el sábado de Feria en que otra imprudencia sacó a Padilla por la Puerta del Príncipe. Lo dije entonces y lo digo ahora, público y autoridad convirtieron esta tarde la plaza más importante del toreo en una plaza de tercera. Con perdón de las plazas de tercera que las hay muy serias y muy dignas. Todo comenzó en la faena al 2º toro de Garcigrande, un toro sin casta y soso, al que Juli realizó una faena irregular, que fue a menos por enganchones y otros asuntos, y tras pinchar propinó una estocada de las suyas, saliéndose y trasera. Hubo algunos pañuelos, leve petición que se dice, y el presidente concedió una oreja que no se creyó ni el matador. El 5º fue otra cosa, porque era un toro sin casta, amenazando irse toda la faena con un Juli inteligente que lo enganchó con medios y cuartos pases con los que componía circulares, hasta quedarse entero con él, otra estocada de las suyas y las dos orejas para completar una salida por la Puerta del Príncipe absolutamente devaluada. Y lo peor, la vuelta a un toro, que pidieron cuatro, noble pero sosito y rajadito. Lo mejor de la tarde, sin duda para mí, el capote de Morante en el primero y la primera parte de faena de Perera al sexto. Pero eso no cuenta, el escándalo estaba servido. Ah, y que no se me olvide: la banda, sospechosamente, creo que aún sigue tocando “Manolete” desde el segundo toro.

Lo mejor, lo peor

Lo mejor

Un cartel de auténtico relumbrón donde triunfó El Juli cuajando una gran faena al quinto de Garcigrande. Faena poderosa y exigente con naturales de trazo hondo y cambios de manos interminables. Julián saboreó su sexta puerta del príncipe, esta última protestada por muchos tras cortar una oreja en su primero de la tarde. Pero lo mejor de la tarde sin duda fue el capote de Morante que hizo enloquecer los tendidos nada más comenzar el festejo, no se puede torear más despacio a la verónica ni dibujar un quite por delantales con tanta naturalidad. La afición salió feliz de la plaza y en el recuerdo de todos quedará esta tarde de toros.

Lo peor

Le faltó un colaborador con más motor y transmisión a Miguel Ángel Perera con el que poder ligar su toreo y llegar a convencer al personal. El sexto se dejó algo más y pudo cortarle una orejita colaborativa si lo hubiese matado a la primera.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El sabio invento del Príncipe

De un zambombazo, El Juli sacó de la chistera la sexta Puerta del Príncipe de su carrera. Un invento propio. Y también un poco ajeno. Con el toro Arrogante, quinto de la corrida de Garcigrande, fino, estrecho de sienes, más noble que bravo -salió descaradamente suelto del caballo-, saltaron las dos orejas impepinables. La gente vio lo que Juli quiso que viera: un toro que creció y creció en sus manos y fue exageradamente premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. A lo peor todo se hacía excesivo, también la Puerta del Príncipe, más que nada por la oreja protestada en el anterior de su lote. Pero nunca por la categoría del último giro de la llave, por la penúltima obra magistral.

Aquella faena contuvo el secreto del ritmo. Que no sólo le faltaba a Arrogante, sino a todos los garcigrandes. Esos en los que Juli lee en sus entrañas códigos sólo a su alcance. Como en Arrogante. Le dejaba la muleta puesta. O le esperaba. Como un juego sincronizado. De sitio y colocación, distancia y paciencia. Y el temple relajado. Hasta que con la mano izquierda El Juli lo reventó. Trayéndoselo cosido y por abajo desde delante. Explotó la faena en dos series de naturales tremendos. Con el toro ya comiendo en su mano. Como toda la ganadería de Justo Hernández. Sin soltarlo luego en su derecha. Un rugido de león pareció oírse cuando enterró el acero.

El Juli ya había manejado, desde el brutal inicio en bandera, los mismo parámetros con un toro colorado y más hondo que se movía bondadoso y generoso en su recorrido pero con el mismo defecto de fábrica de la corrida: la ausencia de ritmo y, probablemente, del fondo que da el ritmo. Aquella oreja protestada -tras pinchazo y estocada pasada- encendió la mecha del Príncipe… Un año después de la apoteosis de Orgullito, otra. El mismo magisterio, menor rotundidad. De las seis de El Juli, cuatro han sido con Garcigrande. Díganle que no la mate…

Por los bares de los aledaños a la Maestranza, ya se respiraba el ambientazo: regresaba Morante de la Puebla a la feria de este abril que es en mayo. Morante no pasó, como suele, a visitar la capilla del Baratillo: a la Virgen de la Caridad le han hecho una saya con aquel vestido verde botella y oro con el que inmortalizó aquí a Dudosito de Cuvillo. ¿Recuerdan? Y Dios escuchó a Morante (2016). Morante bordó el toreo a la verónica al primero de la tardeJOAQUÍN ARJONA

Visitó esta vez la capillita de la propia plaza. Pero sólo en el ruedo José Antonio Morante Camacho volvió a hablar con Dios. Y cuando Morante habla con Dios a la verónica se para el mundo, el pulso del mundo que late en sus muñecas. Gobernador no se fijaba en el genio de La Puebla. O se emplazaba o pasaba de largo. En ese pasar, un lance bellísimo. Y otro en dirección contraria de hermosura pasajera. Hasta que JA lo fijó casi en los mismos medios y, sobre un adoquín, levantó su monumento a la verónica hundiéndose en ella. Siete monumentos lentos, siete paradas del tiempo. Sevilla volteada, rendida, caída como la media a sus pies. Y la revolera como un torbellino sellando la escultura absoluta que es Morante. (Todo lo que los otros intentaron luego con el capote fue un quiero y no puedo muy respetable).

“Tú vives siempre en tus actos / con la punta de tus dedos / pulsas el mundo / le arrancas auroras, triunfos, colores / alegrías: es tu música. La vida es lo que tu tocas”. Tal que este jueves. Siempre hay que volver a Salinas. Una y otra vez: ¿Es el toreo lo que veo, o es el toreo? La torería al paso para colocar al armónico garcigrande en el caballo desembocó en recorte de gracia. Aunque la gracia y la sevillanía resucitarían unidas en el posterior galleo por Chicuelo. El toro apenas se empleó. De celo ya venía bajito.

Una locura de bronces inventó Morante como prólogo de faena. Los ayudados genuflexo dejaban una estela de sabor. Que siguió cuando soltó la izquierda así como en un zurdazo sin violencia. Como un desprecio en compañía, hilvanado al de pecho. El empaque del torero sostuvo el paisaje pero no la intensidad: Gobernador no tiraba de verdad hacía delante. Ni cuando el trazo sugería la línea de ayuda. Detalles, chispazos, el compás del hombre sin el ritmo del animal. Todo se fue evaporando como un sueño.

No funcionó el débil cuarto, y a Morante le duró más de lo pensado con lindos pasajes de acompañamiento. Tampoco el tercero de Garcigrande, que soltaba la cara y se apagó a plomo en las manos firmes de Miguel Ángel Perera. Javier Ambel cuajó dos pares de banderillas descomunales. Y en el sexto, que subía las hechuras de la corrida con bastedad, le relevó Curro Javier. Entonces, Ambel desplegó su ciencia con el capote: el garcigrande bueyuno apuntaba cosas extraordinarias con su planeo. Perera le montó un lío de los suyos, un jaleo de cambiados. Asentado y acinturado, Bien-Andado hacía honor a su nombre. MAP no lo hizo tanto a su fama antes de que el toro comenzase a cambiar y a apagarse. La espada acabó por enfríar la historia del 51 de Garcigrande, en el que tanto creía el ganadero fetiche de El Juli. Que volvió a contemplar el atardecer sobre el Guadalquivir como Príncipe de Sevilla. El invento fue suyo. Con un empujoncito de agradecimiento.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. El Juli, sexta Puerta del Príncipe

El Juli, triunfador el año pasado de la Feria de Abril, volvió a conquistar La Maestranza, abarrotada en tarde calurosa, tras su paso de puntillas el pasado Domingo de Resurrección. Con sus conocimientos innatos atisbó y sacó de inmediato todas las virtudes del gran 'Arrogante', el mejor toro del encierro de Garcigrande, que decepcionó en su conjunto.

El diestro madrileño realizó una faena impactante, atornillando las zapatillas y embebiendo al toro tras la muleta en muletazos en los que alargó los viajes, entre tanto el astado humillaba tras la tela encarnada. Mató de estoconazo y la plaza, rendida, solicitó las dos orejas que fueron concedidas.

Con su primero, noble, pero de escaso poder, se inventó una faena en la que los mejores pasajes fueron un comienzo explosivo, a pies juntos, y un cierre muy ceñido, abrochado con un pase de pecho mirando al tendido. Mató de estocada y cuando el público se manifestaba sacando los pañuelos, el presidente concedió la oreja sin que a simple vista hubiera petición mayoritaria.

Morante de la Puebla se las vio en primer lugar con un toro noble, pero falto de poder. Estuvo inconmensurable con el capote, un capote de seda con las que dibujó verónicas aterciopeladas y una media sublime. En la faena, con torería y naturalidad, faltó ligazón por la falta de motor del animal, al que mató de media estocada.

Ante el cuarto, Morante anduvo voluntarioso ante un astado al que le costaba embestir y lo hacía con acometidas defensivas.

Miguel Ángel Perera no pudo lucirse ante su primero. Toro sin poder al que resultaba imposible aplicar la ligazón, su principal arma.

Con el voluminoso sexto, que humillaba, concretó un trasteo que perdió gas a medida que el toro perdía fuelle.

La Razón

Por Patricia Navarro. Triunfo de Juli con una azarosa Puerta del Príncipe

Con malas cuentas creo que pudieron pasar cinco o diez minutos. No más. Como sería que andábamos todavía con las eternas disputas del Tendido 7. Esas que te hacen recordar que el tiempo pasa, pero la vida no cambia. Sonaban los clarines y el embudo del túnel que da acceso a la plaza formaba el colapso de cada tarde de postín. Toreaba Morante. Y Morante toreó como solo sus muñecas son capaces de dibujar el toreo acariciando. Vestido de verde botella y oro, cargadísimo de oro y hasta las trancas de hondura, cómo se hace eso. ¡Dónde está el invento!

Sin perder el paso, ganando la suerte, haciendo el toreo, deshaciéndose el toro en la templada velocidad de ese capote que se ralentiza, se reinventa, se para, muere y mata. Ese es Morante, capaz de empujarte al paraíso o enfurecerte en los infiernos. Enjuto el tronco, para dentro el toreo, hundido el mentón que cae por el propio peso de los acontecimientos y las muñecas mecidas al son de su propia sinfonía. Y todo esto recién llegado, entre pisada y pisada del que se acomoda, el otro que se queja, el comentario de “hay que venir antes”, que podría ser de ayer, el año anterior y quince antes. Decíamos ayer. Las chicuelinas fueron de manos bajas y la cadencia toda suya, como lo había sido el toreo en su más absoluta integridad. Quiso el Garcigrande moverse con nobleza, no con tanta definición en la muleta, y Morante que quiso también cosió las arrancadas con fino trazo, vertical y bello hasta que el suflé bajó y nos quedamos con aquellos comienzos serenos, con la antología del toreo de capa, con la intensidad que define el toreo para gozarlo.

Se le esperaba en el cuarto con devoción: capa en mano. Pero el toreo no vino esta vez. Tampoco con la muleta, a pesar de que el toro acudía con cierta franqueza, pero a la movilidad del Garcigrande le faltó el ritmo para que Morante hiciera faena. Más allá de los intentos nos dejó el regusto de lo vivido.

El Juli bajó las manos en el toreo de capa al segundo, queriendo recogerlo, buscando sentirse, retomando aquello donde lo había dejado por Resurrección. Pero no tuvo consistencia, a pesar de la buena condición del animal. Un pinchazo precedió a la estocada y el presidente premió con un trofeo de manera unilateral, que fue protestado y el propio torero no paseó. Aquello, casi un capricho del azar, fue el primer peldaño de la Puerta del Príncipe que vendría después. Esa que tantas días se antoja imposible y de pronto un día viene como por golpe del azar. Un gran toro de nombre “Arrogante” se la puso ahí. Largo tenía el viaje, con ese punto de desentenderse en ocasiones entre uno y otro, pero era todo profundidad en el viaje. Julián, que lo sabe todo, lo gozó, al menos por momentos, y construyó tandas largas, templadas y ligadas, en el intento de abandonarse y atracarse de toro. Se vivió con intensidad la faena, entregada a El Juli con los mejores recuerdos, todavía frescos de “Orgullito” en la memoria. Así, tras la estocada, vino el doble premio y con el azaroso primero que le dio el presidente una Puerta del Príncipe que hacía su sexta. Menos suerte tuvo Perera con un tercero sosote y al que le costaba pasar y un sexto incierto que además se paró. Se jugó los muslos, pero no había donde rascar. El azar es caprichoso y no le había elegido a él. Claramente. Juli había sido el premiado.

El País

Por Antonio Lorca. Lo perfecto no tiene explicación

Quien quiera saber cómo toreó Morante a la verónica que vea las imágenes. Lo perfecto no tiene explicación.

Eran las 18:37 minutos de la tarde. El primer toro acaba de salir al albero. Los espectadores rezagados buscan su localidad. La gente sisea y pide silencio. Solo se oye la voz estridente de un acomodador que trata inútilmente de explicar a un señor extranjero con barba, melena y gorra a lo Forrest Gump que ocupe su asiento. Gobernador, así se llamaba el toro, corretea, y la cuadrilla se siente incapaz de pararlo. Morante, vestido de verde y oro, se sale un poco más allá de la segunda raya y, cuando parecía perdida toda esperanza, le enseña el capote al toro, obedece el animal con bondad y elegancia, y ahí, inesperadamente, comienza una obra de arte, sin prisas, sin alboroto, despaciosamente; una verónica, y otra, y otra, cada cual más lenta, con la barbilla hundida en el pecho, con la plaza alocada, ensimismada, entusiasmada… Y así, hasta seis capotazos excelsos, preñados de hermosura, empaque y torería. Aún quedaba una media interminable, como si fuera un brochazo final, y una larga torerísima…

Y hubo más: un quite por delantales ajustados y una media verdaderamente arrebujá, y otro por preciosas chicuelinas. Ahí queda eso…

Ea, señores, ya se pueden ustedes marchar a casa. Acaban de ver la belleza del toreo en estado puro, ese toreo que nace del alma y te llega muy dentro. Un verdadero misterio. Por tal razón, quien quiera saber cómo toreó Morante a la verónica que vea las imágenes. Pero sería mejor que las soñara…

Sin embargo, la corrida dio para más. El Juli cortó tres orejas y salió por sexta vez por la Puerta del Príncipe, y al quinto toro le dieron la vuelta al ruedo. Y Perera no estuvo bien.

El Juli es un maestro consumado, poseedor de una inteligencia privilegiada y una técnica prodigiosa. El único problema es que se cuida en exceso y solo torea corderitos con piel de toro, como los dos de ayer. El primero parecía un perrito faldero, con el que el torero jugó a placer en una labor de más a menos. Ante el quinto, manso en el caballo y de noble recorrido en el tercio final, toreó a placer, con más conocimiento que emoción, si bien sobresalió en un par de naturales verdaderamente hermosos. Alargó en exceso la faena, pero al matar de una estocada, le concedieron las dos orejas solicitadas por un animoso público. El presidente le había concedido otra sin petición mayoritaria ante el segundo y decidió premiar al quinto con la vuelta al ruedo. Mala tarde del usía, que echó un negro borrón a su trayectoria.

Morante no dio más de sí. Lo intentó con el toro de la sinfonía, pero era tan dócil que no decía nada, y el cuarto era un marmolillo.

Y Perera lo intentó de veras, pero casi nada le salió a derechas. Y eso que su lote fue noble y bondadoso. Por cierto, Javier Ambel y Curro Javier, saludaron por su torería con banderillas y capote.

ABC

Por Andrés Amorós. El Juli abre la Puerta del Príncipe en la Feria de Abril de Sevilla

Con su ganadería preferida, El Juli corta tres orejas (la primera, discutida) y abre la Puerta del Príncipe; se da la vuelta al ruedo al quinto toro de Garcigrande. Un año después de haber vivido la gloria de un indulto, vuelven a la Feria de Abril estos toros, con un cartel de primeras figuras: la Plaza se llena, como en el Domingo de Resurrección. (La realidad es que el gran público sólo acude cuando se anuncian nombres famosos, como esta tarde) . Sin llegar a la apoteosis de “Orgullito”, “Arrogante” va a más y propicia el triunfo del diestro madrileño. También es bravo el último. (Sus hermanos sólo son manejables, sin más). El público se va feliz, por haber vivido el acontecimiento. Además, en el primero, Morante borda el toreo a la verónica. Esta vez no ha habido decepción, pero sí, cierto triunfalismo.

Morante ha elegido su camino porque puede hacerlo. Tantas tardes, cuando vemos toros flojos, pensamos que sólo Morante – y muy pocos más – podrían compensarlo, con su estética. Hace bien en resucitar suertes de la lidia clásica: ¿por qué no lo hacen los demás? Hace mal en evitar las Ferias que se televisan y en no acudir a San Isidro. Por mucho que lo disfrace con presuntas razones técnicas, supone buscar la comodidad. Hace la excepción de volver ahora a esta televisada Feria de Abril. Es lógico: sin él, la Feria perdería, pero él también perdería mucho, si no toreara en esta Plaza. El primero sale muy suelto y flojea pero, cuando se para, embiste bonancible. Morante mece el capote, con una suavidad y lentitud fuera de lo común. Ya sé que le gente está deseando aplaudirle pero las verónicas son de categoría, un monumento. Apenas pican al toro. Las chicuelinas del quite sí que tienen el garbo sevillano de Chicuelo, no son los bruscos cambios de tantas tardes. El comienzo de la faena de muleta, con doblones a dos manos, también es primoroso. Luego, lo mete con naturalidad en la muleta pero el toro se viene abajo, se acobarda: no cabe faena. Mata con facilidad. El cuarto, muy flojo, embiste a saltos, no se deja torear con el capote, derrota por alto. Morante no se arruga, logra bajarle la cabeza en algún muletazo de mérito pero el toro se raja del todo: la gente esperaba más. Mata con habilidad a la segunda.

En su vigésimo año de alternativa, El Juli conserva sus virtudes, el mando y la ambición. Ha triunfado en Sevilla tanto o más que en Madrid. Le queda completar el proyecto – que impidió una cornada- de torear aquí los Miuras. Ése sería un gesto de primera figura. El segundo es otro mansito, justito de fuerzas, al que cuidan en varas. Julián brinda a El Cordobés; hace la estatua, impasible; domina por completo a un toro que le plantea muy pocos problemas pero transmite muy poca emoción. Mata a la segunda, con el habitual salto: oreja con protestas. El quinto se mueve con poca clase pero se deja y va a más. El Juli lo mete con facilidad, manda mucho, a los sones de esa maravilla que es “Suspiros de España”, con esta gran Banda. Acaba haciendo lo que quiere con el toro, imantado en la muleta, como si fuera el carretón. Esta vez mata de un zambobazo hasta la mano. El público, entusiasmado, exige la vuelta el ruedo al toro y las orejas para El Juli, que abre la Puerta del Príncipe.

A pesar de sus indudables virtudes, Perera ha quedado un poco relegado de la primera fila. Quizá no es justo. Domina a muchos toros pero, con frecuencia, alarga demasiado sus faenas. El tercero mansea, saca algo de genio. Pica bien Ignacio Rodríguez; saluda Ambel, en banderillas. Brinda a Fernando Cepeda. Se muestra mandón, como buen profesional, pero el toro dice poco y acaba parándose. Lo mejor, la gran estocada. El último se pega un topetazo con las tablas; Perera quita por ajustadas chicuelinas. Curro Javier expone mucho, en dos grandes pares, y se ovaciona un capotazo de Ambel. (Esta Plaza sí sabe apreciarlo). Comienza con dos muletazos cambiados por la espalda y enlaza con derechazos, que el toro toma con noble bravura. Bajando mucho la mano, se lo enrosca a la cintura y levanta un clamor, en series mandonas por los dos lados, mientras el toro aguanta. Pierde el trofeo por pinchar, como otras veces.

El número de trofeos es discutible pero el resultado es bueno para la Feria (y para la Fiesta, en general). La gente aclama al Juli, mientras cae la tarde sobre el río y yo recuerdo la belleza de las verónicas de Morante.

2_mayo_19_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:08 (editor externo)