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Real Maestranza de Sevilla

Jueves, 4 de mayo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo de diferentes hechuras, buenos el 1º y 2º, mejor el 3º, mansos el 4º y 5º y rajado el 6º

Diestros:

Morante de la Puebla: de carmesí y oro. Estocada trasera. Dos avisos (petición y saludos). En el cuarto, estocada atravesada que escupe (saludos).

Alejandro Talavante: de nazareno y oro. Estocada pasada (oreja). En el quinto, media que escupe y tres descabellos. Aviso (silencio)

David Mora: de rioja y oro. Pinchazo y estocada contraria. Aviso (vuelta al ruedo). En el sexto, estocada pasada y tendida y descabello (saludos).

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa

Asistente artístico: Antonio Ramón Jiménez

Tiempo: agradable

Entrada: Lleno

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20175/4/20170504222940_1493929961_video_2096.mp4

Galería fotográfica: https://plazadetorosdelamaestranza.com/talavante-corta-una-oreja-la-segunda-cuvillo/

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver Morante de la Puebla ese banderillero

Jueves de Feria, última de Morante y se fue de la Maestranza sin dar una vuelta al ruedo. Aunque la formó y se hablará de él. Los toros de Cuvillo tuvieron comportamiento dispar. Buenos los tres primeros (el tercero con tendencia a irse), mansos el cuarto y el quinto y rajado el sexto. Con ello, la corrida fue entretenida pero de más a menos, con dos partes opuestas. Morante hizo faena de perfiles de lujo a su buen primero pero tardó en doblar y el presidente no le quiso dar la oreja, por lo que el de La Puebla largó y bien del usía en el micro de la tele. Entre otras cosas porque este presidente pasará a la historia de la Maestranza por haberle dado 3 orejas a Padilla. Al negársela a Morante tiene razón el torero “es mal afisionao”. En el cuarto salió a por todas y banderilleó entre ovaciones pero no tuvo toro. Bien Talavante en el segundo, faena limpia, sentida que mereció el trofeo. David Mora perdió la oreja del tercero y se le rajo el sexto. Cumplió, podemos decir. Y los morantistas a esperar al año que viene, que a esto de los artistas hay que echarle mucha paciencia.

ABC

Por Andrés Amorós. Morante, banderillero

La corrida posee un tono más grato que las anteriores: tercer cartel de «No hay billetes»; los tres primeros toros de Cuvillo, aplaudidos, compensan el fiasco del Domingo de Resurrección; Talavante corta un trofeo; David Mora torea bien pero lo pierde por la espada; en su última tarde de la Feria, Morante muestra su arte y, en el cuarto, toma las banderillas: un gesto que el público vive como algo excepcional.

Hasta ahora, Morante sólo había dejado apuntes y esbozos de lo bien que torea. (En su anterior corrida, no se llenó la Plaza). Es verdad que los toros no le han ayudado. También lo es que ha toreado lo que él ha elegido: buscando los más bonancibles, puede resultar que no embistan. (Le está pasando, ahora mismo, a las grandes figuras). La conclusión es evidente: tiene que apretar, esta tarde. Ya se sabe que los diestros que apuestan por la estética no son «guerreros» pero ser el que más torea en la Feria, aparecer como su base, implica una responsabilidad.

El primero, con muchos pitones, sale suelto y huye, en varas (otro toro que no le deja lucirse con el capote) pero galopa, en banderillas. Morante aprovecha los viajes para enjaretar algunos magníficos naturales, que levantan un clamor: naturalidad, suavidad, gracia sevillana… Al final, también consigue buenos derechazos. La faena ha sido desigual, con enganchones y momentos de apuro, sin llegar a confiarse del todo, pero con momentos espléndidos. El toro tarda en cuadrar y, aunque logra la estocada, da tiempo a que suenen dos avisos. La petición no es mayoritaria.

Le queda el cuarto, en el que, ¡por fin!, logra unas preciosas verónicas, interrumpidas por un desarme. El toro recibe mala lidia. Sorprende al público José Antonio tomando los palos: es algo que los sevillanos no recuerdan (sí lo he visto yo por otras Plazas). Clava bien y recorta con gracia pero el toro huye descaradamente. Brinda al público su último toro de la Feria. En el tendido «10», en tablas, encadena ayudados garbosos; aprovecha la huida del toro para dibujar un precioso cambio de mano; uno a uno, traza bellos muletazos. Cuando el toro se para, logra la estocada. Ha hecho el esfuerzo y el público se lo agradece pero no ha logrado ninguna faena completa.

En el segundo, otro buen toro, Talavante dibuja buenos ayudados por bajo y suaves naturales. Mata bien, quedándose en la cara, en un momento difícil, y se le otorga la oreja. Para mí, ha sido una faena de notable, no de sobresaliente. El quinto es manso y huido pero resulta manejable, en el último tercio. Con gran facilidad, lo mete en la muleta, liga naturales y derechazos estimables… pero no más. Al prolongar, recibe algunos pitos. Se ha visto el buen momento que atraviesa pero también, me temo, cierto conformismo.

Reapareció David Mora el año pasado, después de su gravísimo percance y es acogido con afecto. Su estilo es toledano (vive al lado de Borox, el pueblo de Domingo Ortega), serio, pero maneja con gusto los engaños. En el tercero, juega bien los brazos, en las verónicas. El toro repite y David logra naturales clásicos, templados, en una faena que va a más. Pierde el trofeo por pinchar, antes de la estocada, pero da la vuelta al ruedo. El último es otro toro manejable y el diestro vuelve a lucirse, con el capote. (Saluda Ángel Otero, en un par en el que aguanta y se asoma al balcón). El toro se mueve mucho pero desigual. Mora logra buenos muletazos, de mano baja, con empaque y emoción pero la faena es desigual y el toro tarda en caer, después del espadazo. Deja buena impresión.

Para la ocasión, recuerdo (y varío) los versos que dedicó Rafael Alberti a Luis Miguel: «Así es como yo te quiero,/ Morante, banderillero,/ pero no lo dejes todo/ para el festejo postrero,/ haz disfrutar a la gente/ con todo tu arte torero».

Postdata. Desde el callejón observa torear a Morante su amigo José Luis, el hijo del «Sócrates de San Bernardo» (así lo bautizó Vicente Zabala padre). Pepe Luis definió como nadie ese misterio alado, propio del toreo sevillano, que es la gracia: «La gracia de los adornos consiste en la sorpresa, esa cosa que, en Sevilla, no está reñida con la profundidad, no es una gracia cascabelera sino que es un don sobrenatural». Y concluye, como un gran poeta: «El toreo es movimiento, una cosa en el aire, que se aposenta y que desaparece. A lo mejor se puede seguir viendo en el otro mundo, en el aire, donde quedan las cosas flotando».

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una faena de fondo de Morante

Afrontaba Morante de la Puebla su último compromiso en Sevilla. Con la expectación de que fuese, como la temporada pasada, a la última la vencida. El paladar todavía no saciado con la hermosa profundidad del otro día. Cuando la espada no ayudó. A ayudar tampoco venía el toro de Cuvillo, tocado arriba de pitones, bajo y hechurado. No se prestó con el capote. Suelto y apuntando escasa humillación. Los puyazos traseros no corrigieron, por lógica, nada. Carretero trabajó en serio. Morante abrió faena a media altura. Genuflexo y pasando al toro por alto. Muy gallista. Pronto la izquierda. Entre las rayas también. No se hacía fácil cogerle el aire al cuvillo, que estiraba la gaita en los finales de viaje. Por abajo debía ser. Un natural bueno, dos extraordinarios luego y cuatro esculturales después. En algún pase de pecho rebañaba el toro por el derecho. De la técnica de José Antonio se habla poco. Como de la cabeza. Como del valor. Hasta desbrozar el bosque y alcanzar el agradecimiento del cuvillo hubo enganchones. A las teclas de la embestida costaba hallarle el ritmo que no tenía. Desengañó al toro en aquellos naturales limpios y cristalinos para hacerle lo propio por el derecho en principio hostil. Gobernó la embestida con lentitud, cosida en los flecos, aguantadas las miraditas. Faena de fondo más allá de la estética morantista. Sevilla lo valoró. No el presidente. La larga agonía, por la colocación trasera de la estocada, acarreó dos avisos. Eso fue todo lo que envió el palco. Nunca la oreja. Morante se enfadó.

Alejandro Talavante sí que se embolsó un trofeo. Simplón el recortado toro. Por fuera y por dentro en su bondad. Talavante se dobló por la derecha con plasticidad. Y alternó las manos a continuación. Ligados los largos trazos. Fácil, vertical y ligero. Escaso poso dejaban tras de sí. Coreada la faena con la misma corrección. El atracón a la hora de matar, casi a topacarnero el chocazo, aportó la cuota emoción que disparó la pañolada.

El salpicado y guapo tercero se movió revoltoso en los tercios previos. Un puntito de genio en Novelero entonces. Travieso en banderillas. Pero rompió en la muleta de David Mora de manera sensacional. Por cómo colocaba la cara. Mora le consintió de inicio. E hilvanó una faena de tintes desiguales. A los tendidos llegaba por igual el muletazo en el que corría la mano, el desmayado o el lambreazo acodado. Los tres se podían dar en una misma serie.Como la distinta velocidad. El empaque parecía unificarlo todo. En un natural mirando al tendido, si no antes, Novelero se rajó. El triunfo presentido se evaporó por un pinchazo y se redujo a la vuelta al ruedo.

A Morante de la Puebla se le notaba la tensión para que la feria no se le fuese de vacío (en el marcador). El colorao cuarto lo desarmó cuando se mecía a la verónica e increíblemente se rajó en el apunte de un hermoso quite por chicuelinas. Antes del segundo puyazo. La huida embestida también se llevó el capote en una intervención más a la verónica. Todo quedaba inconcluso. Morante agarró los palos aunque no era toro para banderillear por su descompuesta embestida. El tercer par, al quiebro y por los adentros, reunió el calambre que sintió la Maestranza. En la muleta no pudo ser en ninguno de los terrenos sondeados como un zahorí: el cuvillo se fugaba constantemente y escapaba de najas. Desde chiqueros al “10”. Otra vez en el tercio la ovación de consolación. La Puerta del Príncipe soñada habrá de esperar un año más.

Manseó un quinto que nunca quiso romper hacia adelante. Siempre andando a la hora de tomar la muleta de Talavante, siempre gazapón al salir de ella. Sin maldad ni lucimiento. La obra talavantista se extendió con excesivo metraje.

El alegre sexto apuntaba cosas extraordinarias y confirmaba dos cosas: la desigualdad de las hechuras de la corrida de Cuvillo y el buen bajío de David Mora. La forma de coger los vuelos y salirse de ellos de Barrilero prometía. Mora principió de rodillas, ligó las dos tandas en redondo más uniformes de su actuación, siempre unos grados encorvado, y cuando parecía seguir al natural la tónica de la faena el toro se desentendió. Aquellos 20 pases en los que se entregó no pasaron a mayores. La faena de Morante quedó como recuerdo de fondo.

El País

Por Antonio Lorca. Esbozos de mágico toreo

La sorpresa de la tarde la protagonizó Morante cuando pidió a su cuadrilla los palos para banderillear al cuarto, el último de sus cuatro corridas. Irregulares los dos primeros pares y espectacular el tercero, al quiebro, encerrado en las tablas del tendido 3. Buscaba el torero dejar un buen recuerdo, y a fe que lo intentó desde el principio de la lidia de ese toro, aunque todo quedó a medias por responsabilidad exclusiva en este caso, de un animal manso, distraído y suelto que no quiso aceptar la pelea.

Lo recibió Morante con unas lentas templadas verónicas que no acabó de rematar. Dibujó en el quite tres personalísimas chicuelinas, rotas cuando perdió el capote, y insistió momentos después a la verónica que también acabó con el percal enganchado.

Después, llegaría el momento sorprendente de las banderillas, y, muleta en mano, se esperaba que el torero dejara destellos de toreo grande. Pero no pudo ser. Tras el primer muletazo por alto, el toro huyó despavorido hacia los terrenos de sol, y ya nada fue posible. Lo intentó Morante por ambos lados, pero se vio obligado a acabar pronto con la vida de su oponente ante su negativa tajante a colaborar.

Algo es algo. Mejor fue el primero, de escaso recorrido en el capote, pero noble y obediente en el último tercio. Hubo muletazos excelsos por ambas manos, en una labor cimentada sobre la mano zurda, con ráfagas de toreo mágico, pero a las que les faltó consistencia y cuajo. No fue una faena redonda ni completa, pero solo la tardanza del toro en morir le privó de una oreja, que hubiera sonado a excesivo premio.

Algo parecido le sucedió a Talavante, pero este sí paseó una oreja que el presidente no debió conceder. Embistió incansable el animal, con dulce calidad, y el torero dio muchos pases acelerados y ayunos de largura y hondura. Un toreo extremadamente superficial, rematado al final con tres naturales de mejor factura.

Largo fue su trasteo al manso y menos obediente quinto, con el que tampoco alcanzó cumbre alguna. Tampoco se le vio con alegría capotera; en fin, que cortó una oreja y no dejó recuerdo alguno.

Y David Mora se llevó el mejor lote, pero no quiso ser menos. Si no pincha a su primero, corta oreja, inmerecida también, pero la cambió por una vuelta al ruedo. Acelerado en los capotazos iniciales, le cantaron su toreo de muleta, falto de reposo, despegado y escaso dominio. Dio muchos pases y algunos, como dos derechazos primeros y un natural al final, tuvieron enjundia, en un conjunto de poco calado. Al sexto lo veroniqueó con gusto; inició de rodillas la faena de muleta, y volvió a ser un torero movido y despegado hasta que tomó la izquierda y el toro se rajó.

La Razón

Por Patricia Navarro. Morante quiere el trono

Morante vino a comerse el mundo. Y lo devoró, aunque la suerte, maldita sea, le acompañara tan solo una parte del camino. Solo le dejó después. Abandonado en mitad de la plaza, su ruedo, con el corazón hinchado de amor propio y vacío ante la mansedumbre del animal. Había toreado bonito a la verónica, ya saben, el mentón hundido y terso el lance, y se gustó en un quite por chicuelinas, enroscado con la embestida del toro, muñeca, cadera, todo fluía por ahí. No hace el toreo. Le nace. El trono de Sevilla estaba en cuestión y no se lo pensó. Sorprendió y cogió los palos para banderillear. El tercero, al quiebro, fue monumental. Vibraba Sevilla. Y México. Y en mitad de ese éxtasis, teniéndolo todo, el Cuvillo se rajó. Lo intentó. Imposible era. Y resolvió con la espada. Se palpaba la emoción de haber vivido cosas distintas.

Poder tuvo el primero, desigual, con sus desafíos. Toro toro por presencia y por la intensidad de su viaje. Soplaba la brisa, expectante Sevilla esta vez sí con un llenazo de reventón. “Sombrerero” tenía muchas cosas dentro, sus teclas que tocar. Importantes fueron sus arrancadas al natural, y cuanto más sometido, más largo quería ir. Y Morante quiso. Y Morante se buscó por los rincones de su tauromaquia, sopesando las diabluras del viento, y las dificultades (agradecidas) de la arrancada del animal. Al natural cuajó buenos momentos. Esos de embarcar la embestida muy asentado y llevar al toro hasta el final. Bello. Hondo. Verdadero. Emoción. Por la derecha hubo reunión y ligazón y Sevilla se entregaba en la cuarta y última del torero de La Puebla. No hubo rotundidad, se ensució la faena por momentos con enganchones, pero lo bueno agarraba el estómago. Se tiró a matar, cuestión de fe y entrega, y pegó una buena estocada punto trasera. Y el trofeo no fue. Y era. Ovación fuerte, a la altura de lo entregado. En semana de atracos estamos.

Y en el segundo ocurrió lo inaudito. No creerán. Ocurrió que Alejandro a Talavante prologó su faena con unos doblones personalísimos y de pronto se puso a torear. Ajeno al viento e incluso ajeno por momentos al toro. Templado y resuelto cuajó tandas bien hiladas por ambas manos, aunque con sensación de liviandad. Poco quedaba detrás. Imprimió mucho pulso en los toques de muleta, convencimiento y verticalidad. Quería el toro, el buen toro de Cuvillo noble, repetidor y con duración. Y entonces con la bendición de la música y la conquista de la gente, se perfiló en la suerte suprema. Cruzaron las suertes, los destinos, el propósito o despropósito y la taleguilla con el pitón del toro. Trasera la estocada y punto caída, pero honestas las formas. Y fue entonces cuando lo más inaudito ocurrió. La gente pidió la oreja y esta vez sí el presiente tragó. Descolgó el quinto, que salió suelto en los primeros tercios, y fue desigual al engaño de Talavante. Entrega y corazón puso el torero.

Y hubiera sido obligada por la entrega del público la concesión del trofeo si David Mora hubiera metido la espada a la primera. Fue toro bueno este Cuvillo. Entrega, repetición y nobleza en una muleta de Mora tan desmayada como irregular. Brilló más al natural, en los cambio de mano y los del desprecio. Y el resto quedaba eléctrico. Pinchó y se desvaneció el triunfo. El sexto embistió con tremenda transmisión aunque duró poco, pero muy boyante. Intercaló Mora la ambición con las prisas y antes de darse cuenta se había esfumado el toro.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Festejo con escaso contenido

Máxima expectación y de nuevo todo quedó en las antípodas de la misma, en un festejo con escaso contenido artístico y en el que Alejandro Talavante cortó una oreja al segundo toro; entre tanto David Mora dio una vuelta al ruedo y Morante se marchó de vacío.

Morante, por unas u otras causas, cerró su feria -cuatro festejos-, en blanco, aunque en su tercera tarde dejó momentos espléndidos con un toreo de gran naturalidad. Talavante, que hizo doblete, consiguió el único trofeo. Y David Mora, en su única tarde, dio una vuelta al ruedo.

En el balance, con lleno de No hay billetes, se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, desiguales en hechuras y juego. Morante de la Puebla, saludos tras ovación y petición minoritaria con dos avisos y saludos tras ovación; Alejandro Talavante, oreja y silencio tras aviso; David Mora, vuelta al ruedo tras aviso y silencio. En banderillas, saludaron Ángel Otero y José María Tejero tras parear al sexto.

Talavante, ante el encastado segundo, un toro que tuvo como mayor virtud la movilidad, concretó una faena en los tercios marcada por la ligazón, lo que fue fundamental para que el público respondiera. Mató de estocada y cobró el único trofeo de la tarde.

Ante el manso quinto, que humillaba, pero se revolvía pronto y cabeceaba, Talavante consiguió hilvanar una tanda diestra, junto a tablas, en el epílogo de un trasteo porfión.

Morante, con el encastadito que abrió plaza, realizó un trasteo con muchos enganchones, algunos coreados incomprensiblemente con oles. Un par de naturales bellos y otros dos más de magníficos que rezumaron torería. También destacó en una serie diestra, en un personalísimo pase de pecho y en algunos adornos. Faltó armazón a la faena. Tras una estocada, el tiempo pasó sin que empleara el verdugüillo, con el toro resistiéndose a morir. Escuchó en ese intervalo dos avisos hasta que el animal murió. Hubo petición de oreja minoritaria y todo quedó en una fuerte ovación.

Ante el colorao cuarto, mansísimo, destacó en un quite con unas chicuelinas preciosas, que no pudo redondear al huir el toro. Banderilleó. No es algo novedoso. La ovación, cuando cogió los palos, fue atronadora. En los dos primeros pares el embroque estuvo muy lejos de reunir en la cara del toro. Fue más ovacionado en el tercero, al quiebro. Intentó hacerse con el toro, refugiado en tablas, y no hubo nada que rascar.

David Mora, ante el tercero, un ejemplar que cumplió en varas y que tenía buena condición, no pudo redondear la faena, porque el animal se rajó pronto. Mora logró como mejor nota una serie al natural, rematada con un gran pase pecho que caló en el publico e hizo saltar la música. Pero el toro se rajó y ahí acabó todo.

Ante el buen sexto, que se rajó después de tres tandas, David Mora, que lo había recibido con una larga cambiada de rodillas junto a tablas, descolló en una serie soberbia con la diestra. Se rajó el toro y se desvaneció la faena. Fue un festejo con escaso contenido artístico y muy, muy lejos de la expectación que había despertado.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. A la cuarta tampoco fue la vencida

En la corrida de este jueves confluían dos circunstancias que ocupaban los comentarios de los aficionados. De una parte se hablaba -y se esperaba- que la cuarta y última comparecencia de Morante de la Puebla en la Feria y en el abono se resolviera con el recital definitivo. Por otra parte también se comentaba, en los corrillos mejor informados, que Álvaro Núñez Benjumea, director de la vacada de Núñez del Cuvillo, no podía fallar esta vez. Y así fue. El prestigioso ganadero de los campos de Vejer se trajo esta vez un conjunto mucho más entipado en el que sobresalieron dos, quizá tres, animales para triunfar por todo lo alto.

Los dos mejores, por cierto, se encerraron en un mismo lote. Fue el que sorteó el diestro toledano David Mora que dio lo mejor de sí mismo en sendas faenas de parecido corte en las que, es la verdad, todo lo hizo con sinceridad, entrega y por abajo. Otra cosa son las formas y ciertos vicios que en ocasiones dixtorsionan la expresión del diestro de Borox. En cualquier caso, David se empleó con emotividad en el noble y boyante tercero aunque el acople tuvo ciertas intermitencias. Mora se gustó y gustó más toreando con la zurda y la cosa iba camino de una oreja que se encasquilló en el filo de su espada.

Pero David Mora se iba a llevar la guinda del encierro de Cuvillo, un sexto de excelente clase y galope -un punto rajado al final- con el que se acompasó en una faena vibrante y muy jaleada por el público que tuvo fases notables sobre ambas manos. El trasteo bajó de tono a la vez que el animal comenzaba a claudicar y el feo espadazo tendido tampoco ayudó a remachar el trofeo que se había mascado. En cualquier caso puede salir con buen sabor de boca de Sevilla.

No terminó de dejar demasiado poso Alejandro Talavante, que cortó una oreja de circunstancias al noble segundo. El diestro extremeño no apretó el acelerador y se conformó con cuajar una notable faenita en la que hubo mejores formas que profundidad. La verdad es que el Tala no andaba por la labor de exprimir a ese animal. Se fue pronto a por la espada, que cayó trasera y caída. El trofeo, pedido con tibieza, lo concedió el mismo palco que antes se había enrocado para premiar a Morante. Pero es que la escasez de criterio y el exceso de equipos para una feria como la de Sevilla está jugando una mala pasada a la lectura de algunos festejos. Talavante volvió a mostrarse absolutamente intrascendente con el manso quinto, que llegó con rebrincada movilidad al último tercio. Aquello no iba a ningún lado y la gente se acabó impacientando. Ni chicha ni limoná.

Y despidió su particular y larga Feria el torero más esperado. Morante no ha logrado llevarse ningún trofeo a la talega. Pero las orejas están para las estadísticas y los malos aficionados. El diestro de la Puebla, sin toros a favor, volvió a mostrarse sembrado en una primera faena de dosificados primores que acabó reventando por el lado derecho. Morante se había ganado la oreja que el presidente se empeñó en negar.

El matador cigarrero iba a apurar hasta el último aliento del declinante cuarto, que recibió una espantosa lidia de la cuadrilla. Hubo verónicas de otro mundo, preciosismo en las chicuelinas… pero todo quedaba truncado por la mansedumbre de su enemigo. A pesar de todo se decidió a coger los palos, que manejó con gracia natural. El tercero, resuelto al quiebro, levantó un clamor. Morante brindó al público pero el toro, definitivamente rajado, no quiso unirse a la fiesta. A pesar de todo ahí quedó lo que sabe distinto. Tendremos que esperar otro año.

Sevilla Temporada 2017

4_mayo_17_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)