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Real Maestranza de Sevilla

Domindo, 7 de mayo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Miura. serios, en sus diferentes hechuras; destacó el 5º por el izquierdo; se lesionó el 3º, sin fuerza el 1º; complicado y peligroso el 4º; manejable el 2º; con opciones el 6º.

Diestros:

Antonio Nazaré: de rioja y oro. Media estocada contraria y tendida y ocho descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada pasada y muy tendida y varios descabellos (silencio).

Pepe Moral: de grana y oro. Estocada (oreja). En el quinto, estocada baja (oreja, petición y dos vueltas al ruedo). Salió a hombros por la puerta de cuadrillas.

Esaú Fernández: de verde botella y oro. Estocada delantera y desprendida (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada delantera (silencio).

Presidenta: Ana Isabel Moreno

Asistente artístico: Antonio Martínez Finito de Triana.

Tiempo: soleado y caluroso.

Entrada: Tres cuartos de entrada

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20175/7/20170507211742_1494184716_video_2096.mp4

Galería fotográfica: https://plazadetorosdelamaestranza.com/16353-2/

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver Los modernos Miuras y un torero palaciego

Redacto esta crónica de urgencia, “Puerta de arrastre” porque es el sitio que ocupo en la Maestranza desde hace décadas, con un solo párrafo de seis o siete líneas. Por aquello de la eficacia del mensaje, de la síntesis infomativa, o porque me gusta lo que se llama en redacción periodística una crónica impresionista, que a base de unos simples brochazos, en forma de frases, conforme un cuadro que, visto de lejos, te de una imagen de lo que ha sido una corrida. Si el festejo fue bueno hay que emplearse a fondo en la síntesis, pero si es malo hay que esforzarse mucho en la extensión. Hoy le pido permiso a mis lectores (no sé cuantos hay, se sabe cuántos te retuitean o te siguen, pero no los que te leen: eso de leer es otro oficio) para extenderme un poco más y hacer de paso que nos toca la última crónica de Feria.

Verán ustedes. Corría la Feria de abril de 1914, exactamente el martes 21 de abril, y se lidió en la plaza de Sevilla la de Miura, para el mexicano Gaona, Gallito y Belmonte, la segunda corrida de éste en el coso del Baratillo pues se había presentado como matador el domingo de Resurrección tras su alternativa en Madrid el otoño anterior. Toreó maravillosamente al miureño “Rabicano” y ya dominado, el joven matador tuvo el atrevimiento de hacer un desplante como tocarle la punta del pìtón al de Zahariche. No le dieron oreja (en Sevilla no se daban y los críticos habían visitado esos días al gobernador para pedirle que nunca se estableciera en Sevilla esa bárbara e indecorosa costumbre que se estaba imponiendo en otras plazas), pero lo llevaron a hombros a su casa. Y el mayoral fue a contarle a don Eduardo lo que había hecho el mozo de Triana (nacido en la Cruz Verde), a lo que el ganadero contestó entrando casi en depresión: “No pué ser, no pué ser”…

Murió poco después pero, posiblemente, si viviera y le hubieran contado lo que pasó en la corrida de hoy en el mismo escenario, ciento tres años después, también habría dicho “no pué ser, no pué ser”…Porque los seis miureños que salieron ayer al ruedo, un par de ellos con menos fuerza y los otros con más brío, dejaron hacer faena a los toreros, “duraron mucho” que se dice en las crónicas, embistieron en varias tandas de muleta y, por lo general, no tuvieron una mala mirada. Todo lo más, una “revolviura” algo rápida cuando iban aprendiendo de qué iba la cosa. Hubo muy buenos, como el segundo y el quinto, y buenos como el tercero, que se estropeó y nos quedamos con las ganas, y el sexto,

Cómo han cambiado las cosas, pero no tanto. Porque esta Feria, y en esta corrida, hemos vuelto a hablar de que no se debían dar orejas que no es forma de contabilizar los triunfos, igual que decía la crítica sevillana entonces de esa “bárbara manía de premiar con despojos”. Eso sí, en el siglo XIX los miuras los lidiaban todas las figuras, desde Lagartijo a Frascuelo, pasando por Currito, Desperdicios, Reverte o el Gordito. Y ya en el siglo XX los que mandaban, como Gallito, Rafael, Belmonte mataban todas las de Miura que hiciera falta. Y a los toros de Zahariche se apuntaban los Manolete, Pepe Luis, Bienvenida…y así podíamos seguir hasta hace unas décadas en que la máximas figuras (excepción hecha de Espartaco aquella tarde) no los quieren ver ni en pintura. Muchas de estas figuras de hoy se van a retirar sin haber visto la divisa verdirroja. “No pué ser, no pué ser”, digo yo ahora.

Y eso que los miuras “modernos” no se comen a nadie. Este año le ha tocado a tres de la tierra y han estado, cada uno a su nivel, con dignidad y oficio, Y hasta con brillantez como ese muchacho de Los Palacios que le ha cortado oreja a los dos y ha estado a un repique de salir por la Puerta de las glorias taurinas. Centímetro arriba o abajo de la espada es lo que parece ha determinado que la presidenta, manteniendo su criterio, no diera el segundo apéndice. Valiente y decidido también el torero nazareno, con el peor lote sin duda. Y el camero Esaú Fernández, tras el violento principio, tuvo arrestos para salir de la enfermería a la carrera y lidiar los dos suyos, con poca fortuna en el tercero y tal vez falto de “oficio miureño” con el buen sexto.

En fin, que aquí he dejado hoy unos trazos de más en mi crónica porque la obra así lo requería. Si no, cómo les voy a contar a ustedes toda esta historia, y la leyenda que la sustenta. E incluso lo del “no pué ser, no pué ser”, que a lo mejor no es cierto, sólo una leyenda más de este hierro. Pero merecía ser cierto, como cuando Curro dijo que él no toreaba Miuras, porque le daba miedo hasta darle la mano a don Eduardo. Por lo menos fue sincero, no como otros. Hasta la feria que viene.

La Razón

Por Patricia Navarro. Pepe Moral, al borde de la Puerta del Príncipe con la de Miura

Y de pronto ocurrió. Como ocurren las cosas mágicas. Los momentazos. Así fue. Quizá tres o cuatro naturales invadiendo los terrenos sagrados de la naturalidad, la pureza, la cadencia y la lentitud. Hundiéndose y agarrándonos la emoción hasta la asfixia. Y a un toro de Miura. Fue Pepe Moral. Un grande delante del toro. Ese Miura que sí quiso ser cómplice de la tarde y un torero, que debutaba con este hierro, e hizo el toreo sin mirar la divisa. Andaba cogiéndole el aire por el pitón diestro, era el quinto animal de la tarde, y tenía armonía la faena. Una revolución por dentro, de tripas, fue cuando tomó la muleta por el izquierdo. Ralentizando los tiempos, avanzaban los sueños, belleza e intensa fue la faena por ambas manos y los remates, pero esos naturales resultaron inolvidables. Torería con un buen toro de Miura. La gente entregada. Y lo sabía Moral. Se enfrentaba así a quizá el momento más importante de su vida. Una oreja había cortado del segundo y tenía la Puerta del Príncipe al alcance de la mano como moneda de cambio a los desvelos. Se perfiló, se tiró encima y hundió el acero pero la estocada cayó abajo. El público pidió el doble trofeo pero la presidenta no aceptó. Una oreja y dos vueltas al ruedo retrataban lo vivido.

Otra había cortado de “Marismeño”. Cumplió en varas y llegó a la muleta con sus desafíos: no humillaba y tendía a quedarse corto pero pasaba por allí, que ya es. Moral le cogió la medida al toro, la clave la encontró el sevillano en la distancia, en dejar un tiempito entre los muletazos para lograr que el Miura pasara con más largura por el engaño, sin obligarle demasiado, a su aire. Y así al natural cosió los últimos muletazos. Se tiró a matar con todo. Y tuvo premio.

Se llevó el lote y en negativo Antonio Nazaré, que se las vio con los dos peores del encierro. Su primero frustró las ilusiones de todos, ganadero incluido, al poco de salir. Se cayó el toro, flojo de remos, de media arrancada y sin humillar. Se justificó el torero por ambos pitones y se fue detrás de la espada, a pesar de que el Miura le tapó la salida y le hizo pasar un mal rato con el descabello. Fue al caballo el cuarto y le lucieron en el peto. Apretó mucho a la cuadrilla después y fue complicado en la muleta. Humillaba pero orientado. Nazaré hizo el esfuerzo sin renunciar ni buscar ventajas. El riesgo estaba servido. No se alió con la espada, pero salió a saludar.

Esaú Fernández le echó valor del bueno y se fue a portagayola en el tercero. Le pudo salir carísimo. Y a nosotros nos dejó mudos durante un buen rato. Le volteó, le cogió, zarandeó, pisó y cuando llegó la hora de reponerse, de pronto el torero no fue capaz de ponerse en pie. Hubieron momentos de confusión, muchos toreros en la plaza y el matador en la enfermería. Volvió. Regresó. Y le hizo un quite por chicuelinas. No acabaron los susto ahí. A Curro Robles le puso el pitón en el pecho en el último par. Milagroso que saliera ileso. Fue con claridad a la muleta y cuando estaba buscando el acople, el toro se lastimó una pata y tuvo que optar por abreviar la faena. El sexto fue toro bueno en la versión de Miura, repitió en el engaño y lo hizo con cierta claridad en el viaje. La faena de Esaú fue de más a menos y sin llegar a encontrar las coordenadas de entendimiento con el toro, que no es tarea sencilla. Pepe Moral se fue a hombros, aun sin abrir la Puerta del Príncipe. El toreo fue suyo y los naturales eternos.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Pepe Moral cuaja al natural al miura soñado

Miura cerraba en Sevilla la Feria; 175 años de historia como broche. Desaparecidas las corridas que en prefería acogían a los llamados toreros locales que, año tras año, apenas cuentan con contratos, la miurada fue la elegida como 'oportunidad'. La presencia de los tres matadores sevillanos -Antonio Nazaré, Pepe Moral y Esaú Fernández- desalojó a un 'especialista' de contrastados y continuados méritos en la Maestranza como Rafaelillo.

No fue oportunidad de nada para Nazaré un altísimo y largo salinero que casi ni se sostenía. Desde el galopito inicial anunció sus blandos apoyos. Las protestas rebotaron en el palco como en un frontón. Un miura es un miura incluso mermado: a Antonio Nazaré le tapó la salida con la espada y luego se tapó la muerte con el descabello.

Otro tipo traía un cárdeno más bajo, más recortado, playero y de expresión lavada. Pepe Moral se entendió con el miureño de mitad de faena en adelante. Reponía la embestida sin humillar, hacía hilo y pedía ese sitio que Moral le concedió. La respuesta noblona se lo agradeció en dos tandas de redondos y una de naturales ya con la espada de verdad agarrada. Entre series, revolotearon algunos molinetes pretendidamente abelmontados que quedaron un tanto raros. El espadazo le entregó una oreja como aliento a su disposición.

Esaú Fernández volvió a nacer en la boca de toriles. El frenazo del miura y el ataque cruzado como un tigre de Bengala. Esaú tiró la larga cambiada a la vez que echaba cuerpo a tierra. El toro dibujó un escorzo con el cuello en el salto de tal modo que ya cayó girado a la espalda del torero de Camas: la paliza bajo los brincos, los pitonazos y pezuñazos se eternizó como la angustia. El hombre quedó encogido en posición fetal. Grogui. Sólo uno de los derrotes alcanzó su objetivo en el muslo.

Milagrosamente no emanó la sangre por el boquete de la talaguilla. En parigüelas lo trasladaron de la enfermería. Cuando regresó conmocionado, en el barullo de su ausencia, al miureño de descolgadas hechuras y cárdeno pelaje le habían castigado con dureza en el caballo. Esaú pidió el capote y se puso presto por chicuelinas. Como si hubiera olvidado su otro quite por Chicuelo en el toro anterior. En ese estado de 'shock' del joven camero y de la plaza, Curro Robles sintió el fuego del pitón en el vientre. A la salida del par, el testarazo como un gancho de Canelo. En el suelo vio el terror de cara. Tanto accidente podía dar una imagen del miura equivocada. Apuntaba un fondo esperanzador. Pero pronto se lesionó en la muleta. De la mano izquierda. Como si hubiera perdido el casco de la pezuña en uno de los brincos. Esaú maldijo su suerte olvidando que había vuelto a nacer.

Fue bravo en el caballo el primero de los tres cinqueños de la corrida de Miura. Cinco años y medio. Manuel Jesús Ruiz agarró dos puyazos en todo lo alto, uno con la dificultad añadida de la sorpresa. Aquel empuje del toro en el peto se complicó. Como agarrado al piso y avisado. Como si se volviese a mitad de camino. Antonio Nazaré peleó y no se arredró.

Pepe Moral se acordó de su llorado maestro Manolo Cortés con la izquierda. Al natural y con un quinto miura llamado Amapolo. El retrato de Cortés redivivo. A cámara lenta el empaque y el lento trazo. Atalonado y asentado en tres series de bandera. La nobleza suave y más descolgada del buen cinqueño como arcilla moldeable de 631 kilos de verdad. El miura soñado. Rugió la Maestranza. Oles tan largos como los muletazos que nacían de la cintura y morían en el tacto de la muñeca. A la colocación baja de la espada se aferró la presidenta sensatamente para no conceder la segunda oreja con la plaza desbocada. Pepe Moral paseó dos vueltas al ruedo aclamadas, vitoreadas, abrazadas con el instinto de la supervivencia a flor de piel.

Esaú Fernández brindó el inmenso sexto de cinco años bien cumplidos a Emilio Muñoz. Otro miura con opciones pero con sus matices temperamentales. De diferentes velocidades los muletazos. Toda la voluntad del mundo en el camero. Sonó la música. Que se cortó cuando la faena se vino a menos como el toro.

El País

Por Antonio Lorca. Triunfo legítimo de Pepe Moral

El público abucheó enérgicamente a la presidenta porque no concedió la segunda oreja del quinto toro a Pepe Moral. Injustísima protesta de unos tendidos invadidos por espectadores festivos y alborotadores que carecen de la mínima exigencia que debe presidir la concesión de trofeos en este templo de la tauromaquia.

Pepe Moral escaló ayer muchos peldaños y ojalá este triunfo legítimo y cabal le sirva para romper de una vez por todas en figura; pero su actuación no fue, ni por asomo, para dos orejas, pues si bien aprovechó al máximo la templada y noble embestida del miura y dibujó dos tandas de extraordinarios y bellísimos naturales, la faena no fue redonda, y, además, la culminó con una estocada caída, razón suficiente para que el premio quedara en un solitario y muy merecido trofeo.

Ya había cortado otra oreja a su primero, un toro sin fijeza ni recorrido en la primera parte de la faena de muleta, hasta que la buena mano del torero y la calidad misteriosa del animal se fusionaron en dos tandas de redondos muy templados y otra final con la mano zurda, cerrada con un caro trincherazo. Fue una labor de menos a más, premiada con un trofeo que, quizá, fue excesivo, pero reconoció el buen momento de un torero que merece mejor futuro.

Un buen susto se llevó Esaú Fernández cuando recibió a su primero de rodillas en los medios. El toro lo divisó en la lejanía, se acercó al trote, detuvo la marcha a la altura del torero, y, aunque aceptó el engaño del capote, se revolvió en un ápice de terreno, impidió que el torero recuperara la verticalidad, y lo zarandeó y pisoteó en el suelo. Quedó conmocionado el joven torero y así lo trasladaron a la enfermería, aunque no existía constancia aparente de cornada. Tanto es así que, momentos después, en el inicio del tercio de banderillas, salió Esaú de la enfermería y corrió veloz por el callejón para asumir la lidia del toro, que no fue posible porque carecía de clase y transmisión, y, además, se lastimó una mano. Tuvo mejor suerte con el sexto, que cumplió en el tercio de varas, y tuvo fortaleza para embestir con cierta calidad en la muleta. Anduvo afanoso y entregado Fernández, aunque sin alcanzar el clímax necesario para que la plaza se decidiera a blandear los pañuelos.

El lote más insulso le tocó a Antonio Nazaré; inválido total el primero, falto de vida, inservible, que se desplomó en varias ocasiones; y desfondado y descastado el cuarto, con el que se mostró firme con la muleta después de un más que titubeante recibimiento con el capote.

¿Y los toros? Blandos todos; aceptables en el caballo cuatro de ellos; nobles el lote de Moral y el sexto, pero no hubo un toro de la leyenda de Miura.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Pepe Moral recupera su sitio

En el recuerdo planeaba otra faena fundamental que sacó a Pepe Moral del ostracismo en la tarde del Corpus de 2014. Casi tres años después la miurada de clausura de esta Feria hipertrofiada volvía a ser un clavo ardiendo al que agarrarse antes de caer al vacío. Pero Pepe Moral supo sacar lo mejor de sí mismo para volver a reivindicar su calidad como torero. Para ello contó con el mejor lote de una variada y nada aburrida corrida de Miura que, mira por donde, le ha vuelto a poner en el mapa.

El diestro palaciego se había encontrado en primer lugar con un toro, el segundo, zancudo y muy amplio que comenzó a hacer cositas buenas en los capotes después de emplearse en el caballo. Juan Sierra le arreó un gran par y Pepe Moral se apresuró a pasarlo sobre la mano derecha sin terminar de cogerle el aire. El sobo fue largo, quizá de pura aclimatación a las características intrasferibles de esta ganadería. Pero el torero acabó acoplándose en dos completas y redondas series diestras que confirmaron la calidad que había anunciado el animal. Se fue pronto a por la espada pero aún fue capaz de enjaretarle una airosa tanda al natural antes de dejar una estocada trasera y un punto tendida.

Cayó la oreja, que le supo a gloria. Pero lo mejor aún estaba por venir. Pepe Moral sabía que el triunfo estaba en la mano y no quería dejar pasar otro tren. El quinto era un auténtico trolebús de más de seiscientos kilos. Le zampó dos largas cambiadas en el tercio, le cuajó un ramillete de verónicas y aún tuvo fuelle para dibujar dos medias garbosas. El toro anunciaba cositas buenas y el diestro palaciego, sin dar tregua a los tiempos muertos, se lo llevó al caballo galleando por rogerinas. Romero le soltó un gran puyazo y Pepe, muy centrado en los medios, comenzó la faena acertando a cogerle el pulso, la distancia y hasta la presentación retrasada por el derecho en medios viajes que, ¡atención! se convirtieron en una embestida templada y enclasada cuando el torero se echó la muleta a la izquierda.

Ahí rompió, y de qué manera, la faena. Los naturales -los mejores de la Feria- surgieron limpios, tersos, armónicos y largos. Pepe Moral se hartó de torear sobre ese palo, el más clásico del toreo, en una faena honda, maciza y reveladora que aún remachó volviendo al otro lado y en un ceñido trincherazo. La altura de ese toreo, naturalmente encajado, bien hecho y mejor dicho estaba pidiendo los máximos trofeos pero la espada se empeñó en caer más baja de la cuenta. La presidenta Anabel Moreno se aferró a la literalidad del reglamento para negar la segunda oreja. El lance, posiblemente, necesitaba otra sensibilidad. Pepe se pegó dos vueltas subido al tren de su vida. A la dama le cayó una galerna de improperios.

Pero hubo más en esa miurada que no dejó aburrirse a nadie aunque el primero, prácticamente inválido, no dejó esbozar a Nazaré ni un solo muletazo o capotazo digno de tal nombre. Tuvo que esperar al complicado y duro cuarto para mostrar sus avales. El diestro de Dos Hermanas estuvo francamente bien con ese animal que no regalaba nada. Sobrado, muy por encima, supo hacerlo romper hacia delante en los primeros capotazos y entregarse en una faena sorda y valiosa que debería poner en alerta a las empresas.

El tercero era Esaú Fernández, que dio el susto de la tarde después de ser arrollado por el tercero, al que había recibido a portagayola. Volvió recobrado de la enfermería pero tuvo pocas opciones con ese animal que estuvo a punto de herir gravemente a Curro Robles en el tercio de banderillas. El diestro camero le plantó cara pero el toro, visiblemente congestionado, entregó la cuchara antes de tiempo. Tampoco iba a poder ser con el sexto, un toro de más a muy menos que acabó abortando una faena que había comenzado felizmente por redondos. Pero, desgraciadamente, duró un suspiro.

El pasodoble Suspiros de España -el mismo que debieron tocar anteayer a Ferrera en su hermoso recital- había abrigado el crepúsculo mientras la Feria se moría en el interminable clarinazo que avisaba que había llegado el final. Se había acabado el invento. Un año más -y ya son algunos- estuvimos para contárselo. Fue un placer.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Moral, a hombros en la 'miurada'

Un salinero, cuatro cárdenos cuya pinta ceniza contrastaba con el celeste cielo sevillano y el dorado albero que pisaron y uno negro, conformaron un encierro, en este 175 aniversario de Miura, que ofreció posibilidades para el éxito en el festejo que cerró la Feria de Abril 2017.

El espectáculo, interesante, se saldó con el triunfo de Pepe Moral, que cortó una oreja a cada uno de sus toros y salió a hombros por la puerta de cuadrillas, entre tanto sus compañeros, Antonio Nazaré y Esaú Fernández, se marcharon de vacío.

Pepe Moral, que contó con el mejor lote, logró los mejores lances a la verónica. A su primer toro, que en principio reponía, lo sobó en una primera parte de faena en la que perdió pasos para los cites. Ya casi al final del trasteo, logró dos series diestras y una con la izquierda que llegaron al público. Mató al primer envite de estocada tendida y cortó una oreja.

Moral, ante el buen quinto, 'Amapolo', además del toreo a la verónica se lució en un galleo airoso al colocarlo frente al caballo. Un cinqueño de gran nobleza, especialmente por el pitón izquierdo. El palaciego planteó la faena en los medios. Tras manejar la franela con la diestra, cuajó una serie al natural fantástica, con muletazos largos y suaves, que hicieron saltar la música y que el público se entregara. Fue un homenaje a su mentor durante casi una década, el artista de calidad suprema Manolo Cortés, que nos dejó hace poco tiempo. Luego, Moral, se lució en otra tanda, esta menos intensa. Con la derecha, en una serie corta volvió a elevarse el trasteo, siempre ovacionado. También extrajo naturales sueltos de calidad. Y brilló en varios remates. Mató de una estocada entera caída. El público pidió las dos orejas, que la presidenta, Anabel Moreno, dejó en una, suponemos que, con buen criterio, por mala colocación de la espada. Moral dio hasta dos vueltas al ruedo aclamadas por un público rendido.

Esaú Fernández estuvo a punto de lograr otro trofeo en el que cerró plaza. Pero antes, el diestro camero vivió una escena dramática, ya que recibió un pezuñazo terrible cuando recibía al tercer toro, de rodillas y a portagayola. El toro se cebó con el espada, yerto en la arena. Varios hachazos que no hicieron diana. Esaú quedó conmocionado y con un ojal en la taleguilla, por encima de la rodilla derecha. Pero, afortunadamente, no sangraba. Las asistencias lo llevaron a la enfermería, entre tanto cundía la preocupación por los tendidos. Cuando se resolvía el tercio de varas, el torero retornó al ruedo. Curro Robles se jugó la vida en un par del que salió vivo de milagro. El toro, que medía en la muleta, se afligió tras perder el casco de la pezuña izquierda y el público pidió al diestro que entrara a matar de inmediato.

Tras el cartucho mojado, Esaú Fernández salió a por todas en el cierre. Con el manejable sexto consiguió lo más interesante en una tanda diestra con ligazón. Sonó 'Suspiros de España' en una faena que había brindado a Emilio Muñoz y que se fue desvaneciendo como el toro, a menos.

Antonio Nazaré, entregado ante su lote, se justificó ante el mansote, noblón y muy blando primero. Al cuarto, más largo que un tranvía, lo cogió bien en una vara Manuel Jesús Ruiz Román. El animal resultó complicado y el nazareno se mostró voluntarioso en un trasteo en el que con agallas se empleó a fondo y que remató mal con los aceros.

En el balance, con más de media entrada, se lidiaron toros de Miura, desiguales de hechuras y de juego variado e interesante. Destacó por su gran nobleza el quinto, especialmente por el pitón izquierdo. Antonio Nazaré, silencio tras aviso y saludos tras ovación; Pepe Moral, oreja y oreja con petición de la segunda y bronca a la presidencia, dando dos vueltas al ruedo con el trofeo; y Esaú Fernández, saludos tras ovación y palmas.

ABC

Por Andrés Amorós. Pepe Moral, dos orejas con miuras en Sevilla

Un año más, cierran la Feria de Abril los legendarios toros de Miura. Los de esta tarde han respondido a su tipo inconfundible, alguno ha flaqueado pero han resultado manejables. Con el mejor lote, Pepe Moral corta una oreja a cada toro y le piden la segunda del quinto, el mejor.

El primer miura flaquea mucho, levanta protestas. Nazaré solo puede apuntar algunos naturales suaves; como no humilla, da el mitin con el descabello. El cuarto es el más complicado: sale enterándose, se para, espera, vuelve rápido. Antonio hace el esfuerzo pero vuelve a fallar con el descabello.

Asusta a todos Esaú Fernández, en el tercero, yéndose a portagayola. Salta el toro por encima de él pero vuelve rápido y lo empitona. Lo llevan a la enfermería pero pronto sale al ruedo, sin más que el golpe. Mantiene su actitud Esaú pero el toro se ha lesionado y lo mata de estocada delantera. El sexto también es manejable. Brinda a Emilio Muñoz, se muestra decidido, logra algunos muletazos estimables y mata a la segunda.

Pepe Moral aprovecha su fortuna en el sorteo. En el segundo, que acude pronto, corre bien la mano y mata con decisión: oreja. (El criterio en la concesión de trofeos es difícil de entender). Le toca el mejor, el quinto, «Amapolo», un gran toro, con 631 kilos (¿quién dice que no pueden embestir con ese peso?). Lo recibe con largas de rodillas, gallea vistoso; en la muleta, muy confiado, logra naturales de categoría. La presidenta concede una oreja pero no la segunda. (Supongo que le influye el haber dado la primera: la segunda supondría abrir la Puerta del Príncipe). Con una en cada toro, Pepe Moral sale justamente reforzado.

Final feliz: no ha habido percances; a pesar de su inexperiencia con los miuras, los tres sevillanos han estado dignos y uno ha logrado el triunfo. Como todos los años, el último toque de clarín de la Feria nos deja un regusto de melancolía. ¡Hasta el próximo año, si Dios quiere!

Postdata. Dos orejas con miuras/ ¡vaya un trago!/ corta Pepe Moral/ inspirado./ La Feria prolongada/ del dos de mayo/ deja buenos recuerdos/ pero no tantos,/ pues las figuras/ evitan a los toros/ muy encastados./ Si las reses se caen,/ todo es en vano:/ no hay emoción que valga/ con toros blandos.

Morante hace primores,/ muy valorados,/ pero faena entera/ no ha completado./ No tiene competencia,/ espada en mano,/ Manzanares: en eso/ se ha hecho el amo./ Victorino nos trae/ algo ya raro:/ el clamor que levantan/ los toros bravos./ Sin trofeos, Ferrera/ lidia muy clásico/: lo celebra la Plaza/ con entusiasmo/. Y Montoliú/ clava los palos/ como hacía su padre/ tan recordado./ A la Puerta del Príncipe/ ya se ha asomado/ el joven Roca Rey,/ el peruano,/ pero es seguro/ que la abrirá, con triunfo,/ el próximo año./ Y Mario Vargas Llosa,/ que es su paisano,/ estará muy feliz/ por celebrarlo.

Ha habido en esta feria/ risas y llantos:/ como en la vida,/ que nunca son eternos/ los malos tragos./ Más, en Sevilla:/ su signo, desde siempre,/ ha sido Jano./ (Lo dice Antonio Burgos/ en su Recuadro)./ ¡Adiós, Sevilla!,/ echaremos de menos/ este milagro./ San Isidro ya espera:/ ¡allá nos vamos!

Sevilla Temporada 2017

7_mayo_17_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)