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PLAZA DE TOROS DE ALICANTE

Viernes 22 de junio de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: cinco toros de Puerto de San Lorenzo(correctos de presentación y de juego deslucido) y uno de La Ventana del Puerto (correctos de presentación y de juego deslucido).

Enrique Ponce. Saludos tras aviso, oreja y saludos tras aviso en el que mató por Perera.

Sebastián Castella. Silencio y oreja.

Miguel Ángel Perera. Dos orejas en el único que mató.

Entrada: dos tercios.

Crónicas de la prensa:

ABC

Por Rosario Pérez. Miguel Ángel Perera recibe una cornada de 23 centímetros en Alicante

La tarde había emprendido la senda de la monotonía. Las peñas canturreaban y bailaban en su andanada sin prestar atención al ruedo. No se dieron cuenta de la verdad de Miguel Ángel Perera al plantar la muleta por delante y templar la incómoda embestida del tercer toro de Puerto de San Lorenzo, con mayor remate que los anteriores. En la segunda serie, la plaza enmudeció hasta convertirse en un ¡ay! de interminable angustia. “Gañanito”, que embestía al paso, prendió de seca y certera manera al extremeño.

Pronto se vio el boquete que llevaba en la cara interna del muslo derecho y las cuadrillas quisieron que se retirase a la enfermería. Perera ni siquiera consintió que le practicasen un torniquete con el corbatín y siguió en la cara del toro como si se tratase de un simple corte de afeitado. Aquello era mucho más: la carne estaba abierta y la sangre manaba a borbotones, oscura, tamizando el vestido purísima. La figura con nombre de escultor, con una visible cojera que mantenía en vilo al personal, ejecutó una larga y meritoria faena hasta imponerse al rival. Acabó pisando los terrenos ojedistas en un alarde de valentía y vergüenza torera. El público, generoso y totalmente entregado por su épica gesta, le pidió con fuerza las dos orejas cuando enterró la estocada. Se las apretó con fuerza contra el pecho y, sin pasearlas porque la herida aconsejaba una intervención rápida, accedió al hule para ser operado.

Ocurrió en el tercer toro de Puerto de San Lorenzo, que lidió un conjunto bien presentado, con más genio que casta y algunos descoordinados, con complicaciones.

Por este percance, Enrique Ponce se metió entre pecho y espalda tres ejemplares. Exhibió su magisterio y proverbial técnica de principio a fin. Anduvo fenomenal con el cuarto, un toro que mostró invalidez desde primera hora. Ponce lo cuidó a media altura y lo dio fiesta con trincheras, cambios de mano y molinetes. Tan crecido estaba el maestro, que cuando más a gusto se sentía y más encandilada tenía a la plaza, “Pitito” le propinó una espeluznante voltereta. El vestido, de elegante gris y cargado de oro, acabó desgajado. El valenciano tiró de su raza de figura y lo cazó de media. Oreja de peso.

Tuvo que matar el sexto por el percance de Perera. Y también este último acusó su falta de fuerza y raza. Ponce porfió en su ambición por la puerta grande y maravilló en el cambio de mano, que los borda. Buscó la complicidad del tendido en un diálogo a tres, con “Pitinesco” y el graderío. El toro acabó rendido al imán de su muleta, pero tan kilométrica fue la obra que le costó matarlo. Perdió la salida a hombros por la espada.

Típico del encaste

El que estrenó la arena tuvo la salida propia del encaste Atanasio-Lisardo. Ponce lo metió en vereda a derechas cerca de las tablas. Templado el cambio para embarcarlo a izquierdas, pero el Levante comenzó a soplar con fuerza y las telas se disfrazaron de bandera. Casi metido en el callejón le enjaretó unos circulares eternos. El toro se echó de un pinchazo hondo, pero el puntillero lo levantó y sonó un aviso.

El segundo metió bien la cabeza, con nobleza. No anduvieron finos ni el picador ni los banderilleros de Castella. Acusó “Bastardita” (en femenino, con permiso de la RAE), más que nula fortaleza, absoluta descoordinación. Misión imposible auparlo.

En el quinto se templó en el saludo capotero a “Cigarro”, de buena reata y con aroma de transmisión. Muy toreros los doblones del prólogo y vibrantes las series diestras iniciales, pero este habano se apagó poco a poco y la faena bajó de intensidad pese al valor que imprimió el francés. La efectiva estocada propició la pañolada y cortó una oreja.

Entre palmas de despedida se marcharon Ponce y Castella mientras la gente hablaba de la heroica sangre derramada por Perera.

El Mundo

Por Salva Ferrer. Cornada grave y dos orejas para Perera

En la segunda serie del tercer acto sobrevino la cornada a Miguel Ángel Perera. Por no dudar, por estar asentado y no mover un músculo, un gramo. La sangre brava y extremeña empapó veloz el purísima de la taleguilla, hasta la zapatilla. Que nadie olvide que los hombres, toreros, riegan con su sangre el albero. No quiso Perera irse sin concluir la obra. Aguantó no sin gestos de dolor y mató, como un tío, por arriba. Dos orejas a dos cojones. Es la cultura del esfuerzo y del sacrificio, valores del toreo que sirven hasta para salir de la crisis. Un ejemplo. Hasta entonces el toro había deambulado en los primeros tercios. Los avivadores cumplieron su misión parcialmente y Gañanito medía, dudaba. Quien no dudó fue Perera.

Enrique Ponce venía de conseguir el domingo su quinta salida a hombros en Bilbao. Después de la cornada, Ponce y Pitito, que blandeó de remos de salida. Se protestó. El de Chiva brindó al público y la faena se desarrolló entre las rayas de picar. Entre el querer y no poder, el toro, aunque quiso mucho. Y entre lo fácil y lo inteligente, el torero: maestro Ponce, mismamente. En las postrimerías el de Chiva sufrió una voltereta sin consecuencias. Antes, con el que rompió plaza, arreaba más Eolo. El atanasio, muy en el carácter del encaste. Ni el viento ni los cabezazos en los finales dejaron a Ponce aplicar su Taurociencia. Lo más conseguido, una serie a derechas con un circular intercalado al abrigo de tablas. Ovación cariñosa.Con el sexto, faena con metraje y sin relieve. Tesonero el valenciano.

Precioso el toro del primer turno de Castella. Buen aire de salida, la tomó mejor por el izquierdo. Tras el encuentro en varas se resintió en su motricidad. A no ser que un veterinario rechace nuestra tesis con su diagnóstico. Caía más por disfunción que por fondo. Inédito el galo. Con el quinto, Cigarrón, con nicotina, transmisión y de ilustre reata, la faena fue un toma y daca intenso. El atanasio se vino a menos aun con su orgullo. Mató bien el francés y le ganó la oreja. A los puntos.

La Razón

Por Paco Delgado. Perera paga con sangre su triunfo

Tampoco hubo gente –al menos la deseada y esperada– en el cuarto festejo de Hogueras y sí, en cambio, se tuvo que soportar la no grata presencia del viento, que molestó mucho a los diestros, amén de con el ganado de Puerto de San Lorenzo, cuyos toros, muy bien presentados, eso sí, tuvieron poca fuerza y menos casta. Pese a todo, Miguel Ángel Perera se convirtió en el primer gran triunfador de la feria al llevarse las dos orejas de su primero, más por el gesto de permanecer en el ruedo con una cornada en el muslo derecho que por la faena que llevó a cabo.

Fue cogido nada más comenzar su primer trasteo de muleta por un toro brusco y mirón, sin entrega alguna, no consintiendo ir a la enfermería hasta haber acabado con su rival en una labor más esforzada que brillante.

Otra voltereta se llevó Enrique Ponce del cuarto, aunque, afortunadamente, sin consecuencias. Fue éste un toro con buen son, pero poca energía al que el de Chiva, dándole confianza y tiempo, logró sacarle todos los muletazos que tuvo en un típico quehacer «ponciano», a base de técnica y paciencia, muy similar al que llevó a cabo con el que mató por Perera, estando muy cómodo y a gusto frente a un astado bonancible y repetidor al que dominó de cabo a rabo pero al que tardó en matar. Con su primero, que sacó cierto carácter pero que acabó acobardado, anduvo tesonero aunque sin sacar nada positivo.

Castella se estrelló contra la nula colaboración de su primero, andarín, pegajoso y ¿embistiendo? al paso, mientras que no terminó de acoplarse al ritmo y velocidad del quinto, que tuvo movilidad, pujanza y recorrido, permitiendo muchos enganchones y destacando sólo su valor.

Toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados, sin fuerza y apagados. Enrique Ponce, ovación tras aviso, oreja y ovación tras aviso; Sebastián Castella, silencio y oreja; y Miguel Ángel Perera, dos orejas y herido. Menos de media entrada. Parte médico de Perera: «Herida por asta de toro en la parte interna del muslo derecho de 23 centímetros con trayectoria ascendente que afecta a los músculos sartorio y semimembranoso». Pronóstico «grave».

El País

Por Vicente Sobrino. Cogida grave de Miguel Ángel Perera

El tercero de la tarde cogió a Perera nada más comenzar la faena de muleta. De lleno lo prendió por la parte interna del muslo derecho. Un hilo grueso de sangre empezó a brotar; la cornada se confirmaba. Maltrecho, Perera se negó a ser trasladado a la enfermería y continuó ante el toro. Mermado, el torero tuvo los suficientes arrestos para seguir. El toro, de incierta embestida, no permitía lucimiento pero sí la épica de una faena más emotiva que lucida. Amor propio en Perera, que no se rindió y plantó cara en una faena incluso larga para las condiciones físicas del diestro.

Hubo muletazos por ambos lados, cojeando, pero saliendo más que digno de cada serie. No atendió las indicaciones de la cuadrilla para cambiar la espada y solo cuando el toro estaba exprimido, aceptó coger la de verdad. Una entera algo pasada y la recompensa de un doble trofeo que la sensibilidad de la gente había pedido con mucha fuerza. Perera mostró los trofeos pero no dio la vuelta al ruedo, por su pie y en medio de una gran ovación se encaminó a la enfermería. El sábado le diagnosticaron en el hospital una fractura en la séptima vertebra cervical.

El toro que cogió a Perera y los dos anteriores tuvieron una cosa en común: falta de casta. Con el primero, Enrique Ponce se topó con un enemigo inesperado: el viento. Y un toro que se lo pensó mucho en banderillas, con oleada incluida. Ponce tuvo que buscar el abrigo de los tableros para que la muleta no fuera una bandera movida al capricho del viento. Ponce sometió cuanto pudo al del Puerto, y a la mínima tregua del vientecillo, imponía su ley. El toro acabó sometido a la voluntad del torero.

El segundo de la tarde se descompuso casi de salida y lo acusó más en banderillas, donde la cuadrilla de Castella cumplió un desafortunado tercio. Muy poca fuerza en el toro, que embestía como descoordinado. Tampoco Castella le cogió el sitio ni la distancia y aquello quedó como muy deslavazado.

El cuarto, guapo y ofensivo de cara, tuvo las fuerzas justas. Pero las suficientes como para prender a Ponce al quedar al descubierto en un pase de pecho. En este caso solo sufrió desperfectos en la taleguilla. El del Puerto tuvo viaje, sin clase, pero fue y vino bajo la voluntad del torero. Ponce entendió la situación y solo cuando el toro perdía el equilibrio la faena quedaba interrumpida. Bastó casi media estocada para pasar a otro capítulo.

El quinto tuvo cuajo y, además, otro aire. Castella le ganó terreno y lo abrió al tercio con doblones muy toreros. A partir de ahí ni toro ni torero parecieron entenderse del todo. Castella tampoco acabó de cogerle al aire al toro y el hilo de la faena se frustró varias veces por los enganchones. Faltó, entre otras cosas, temple, o limpieza. Sí hubo valor, sobre todo cuando decidió acorralar al toro. Aguantó algún que otro parón y fue cuando más a gustó se encontró. La sensación final, que el toro mereció más. Castella, con la espada, fue rotundo. Le tocó el correspondiente premio.

Con Miguel Ángel Perera en la enfermería, Enrique Ponce tuvo que hacerse cargo del sexto. Fue el único toro que se mostró algo guerrero con el caballo, aunque también se despachó con un puyazo. A la muleta llegó con las fuerzas muy justas y casi ahogado aguantó como pudo. Ante ello, Ponce recetó medicina curativa. Muleta a media altura, sin tirones, tratando sobre todo de que el toro no acabara desplomado. Mimo en la muleta de Ponce, que mantuvo un nivel por encima de las condiciones del toro. Con la oreja ya ganada y el público en el bolsillo, pinchó dos veces antes de la estocada definitiva.

©Imagen: Cogida de Miguel Ángel Perera, en Alicante. | LAPLAZAREAL.NET

Alicante Temporada 2012.

alicante_220612.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:16 (editor externo)