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PLAZA MONUMENTAL DE BARCELONA

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Tarde del domingo, 25 de septiembre de 2011

Feria de la Merced

Ganado: Toros de El Pilar

Diestros:

Juan Mora. De verde botella y oro. Dos pinchazos y estocada (saludos). En el cuarto, estocada desprendida (saludos).

José Tomás. De negro y oro. Estocada fulminante (dos orejas y petición de rabo). En el quinto, dos pinchazos y estocada. Aviso (saludos en los medios).

Serafín Marín. De rioja y oro. Estocada caída (saludos). En el sexto, gran estocada (dos orejas).

Entrada: Hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: El País, El Mundo.

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El País

Por Antonio Lorca. Una triste y certera estocada final

Eran las 20.16 cuando Serafín Marín se dirigió al centro del ruedo, dejó caer las orejas que portaba en las manos, se inclinó y besó la arena. La plaza, puesta en pie, se vino abajo y lo aclamó enfervorizada, mientras el torero, envuelto en lágrimas y con gestos de resignación, correspondía al afecto.

Fue ese un momento intenso y misterioso, cargado de emoción y también de melancólica tristeza. Serafín era entonces el símbolo de la fiesta, el triunfador de un fracaso colectivo. Momentos después, él y sus compañeros fueron izados a hombros y, entre los gritos de “libertad, libertad”, llevados en volandas por las calles de Barcelona, donde el gentío les rindió el homenaje sincero de la resignación.

Desalojados los tendidos, se apagaron las luces de esta Monumental centenaria, referente del distrito barcelonés del Ensanche, en la confluencia de la Gran Vía y la calle de la Marina, y la plaza quedó vacía y sola. Allá desde lo alto, en la grada, se percibía la desolación, el adiós para siempre, el portazo definitivo. Pero aquí dentro, en este solar, al menos, pervivirá la historia. Porque estas paredes viejas y esa tierra del ruedo guardan en sus entrañas los ecos de días de glorias y fracasos, de ilusiones y emociones, de recuerdos y olvidos. Pese a quien pese, aquí quedarán para siempre los ecos de Joselito, Belmonte, Manolete, Bernadó, Chamaco, Tomás y tantas y tantas figuras como han desgranado en este ruedo el perfume de su torería. Y de ella ha quedado impregnada la plaza, la tierra, el aire, el ambiente, el barrio entero… Podrán prohibir los toros, pero no los olores, no el sentimiento…

Dudalegre, número 23, negro mulato, de 567 kilos de peso, el sexto de la tarde, ha sido -será, con toda seguridad- el último toro de la fila de esta Monumental. El azar quiso que tuviera la dramática fortuna de ser el que cerrara definitivamente la puerta de chiqueros, el que recibiera el último capotazo, el último puyazo, el último par y el que diera la postrera embestida a la muleta; pero no recibió en solitario la última estocada, que esa la compartió con la fiesta misma, que se la clavaron en el alma. Una estocada final, triste, certera y mortal.

Así, con ese aire de tragedia griega, se escenificó ayer la muerte real de los toros en Cataluña, porque la oficial la decidió el Parlamento autonómico en julio del pasado año. Y hubo otra, la muerte social, causada por la denunciable pasividad de los taurinos, monumentales hipócritas, que hoy lloran lágrimas de cocodrilo en un intento baldío y cobarde de sacudirse una responsabilidad que a ellos atañe en la misma medida, al menos, que a los políticos que decidieron la abolición de la fiesta. ¡Qué barato y cómodo es el lamento…! Los toros no volverán a Cataluña porque, una vez desaparecido Pedro Balañá, el gran empresario de la Monumental, no han interesado a nadie.

Por eso, ayer se celebró el último paseíllo. De nada sirve ahora que se agoten las localidades, ni las reivindicaciones, ni las apelaciones a la libertad. Se acabaron los toros en Cataluña, y que cada cual haga examen de conciencia.

El festejo final no resultó tan apoteósico como el del sábado. Para empezar, la corrida elegida resultó ser una novillada sin trapío exigible, siquiera, en plaza de segunda. La falta de fuerzas y de casta hicieron el resto, aunque sobró la nobleza almibarada tan al gusto de las figuras actuales.

Triunfó José Tomás con el segundo, un inválido de embestida sedosa y suave, al que recibió a la verónica con capotazos excelsos por su temple y hondura. Toda la faena de muleta la realizó con la zurda, y abundaron los naturales hermosos, emotivos, largos y hondos. Una tanda de molinetes ligados con un largo de pecho provocó el éxtasis colectivo. Ayudados por alto, pases de la firma y una estocada en lo alto corroboraron la emoción que se vivió en la plaza. Quede claro, no obstante, que hubo torero, pero no toro. Brindó al público el cuarto, soso y sin codicia, y a la labor de Tomás le faltó fuste.

Dos orejas del sexto paseó Serafín Marín -el único torero que ha defendido la fiesta en Cataluña- tras una labor larga, muy trabajada e insulsa. Lo intentó toda la tarde, pero no estuvo fino. Su primero, muy descastado, fue el de más corto recorrido, y con el sexto no llegó a entenderse a pesar de su entrega.

Y Juan Mora mostró ese estilo tan personal y frío del que ha hecho gala durante toda su carrera. Veroniqueó a su lote con fina elegancia, pero dejó escapar la bondad del primero, y aburrió con el soso cuarto.

Adiós, Barcelona, adiós para siempre… Ahora toca llorar como un niño lo que no se ha sabido defender como aficionado.

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El Mundo

Por Zabala de la Serna. Gran faena de José Tomás y todos a hombros para finalizar

El último paseíllo de la Monumental de Barcelona fue emotivo, triste y feliz. Una vez roto, la plaza se volcó con los toreros que salieron a recoger la ovación. Juan Mora, José Tomás y Serafín Marín se desmonteraron y sacaron a saludar a las cuadrillas. Emotivo momento.

José Tomás simplemente bordó el toreo a la verónica con una hondura lenta, cabal, parsimoniosa, ganadora del terreno. No acaban los lances cosidos y ligados de una especial profundidad zurda, que era la mano, el pitón, el dulce del toro de El Pilar, de soberbia clase y en principio suave fuerza. José Tomás toreó para la eternidad al natural en la monumental. La faena entera como aquel toro de Puerto de San Lorenzo del 99 en Madrid. Pureza y enganche; muletazos de muñeca e inconmesurable acabado. Una prolongación del alma. Tan sereno y cautivador. En la media distancia generoso. A placer el toreo. Un cambio de mano por detrás para volver a la zocata. Y una cadena de molinetes que arrancaban en trincheras, con la suerte cargada y la embestida abrochada. Un delirio, una belleza. Como el prólogo hacia los medios tan mecido y suave. Perfecto también el cierre y la estocada fulminante. Dos orejas. Petición de rabo. Que se creyó concedido y se volvió a tirar. Daba igual, pero no tanto. La vuelta al ruedo sonaba a apoteosis final. Solera y parsimonia en el paso.

Juan Mora contó con un toro que hacía el avión por el pitón derecho. A pesar de su altura, decolgaba inesperadamente la embestida del pilarico. De más a menos. Torería en el inicio de rodilla clavada de Mora. Desmayado en el desprecio. A veces predominó la impresión que falto guia y enganche en los que duró que no fue mucho y lo suficiente para que si Juan mata se hubiera cobrado una oreja quizá. Le faltó recorrido al cuarto, que se quedaba en la cadera de Mora. Noblón y muy soso. Juan añejo y resolutivo.

Serafín Marín sacó un capote como lienzo de María Franco. Reivindicativo en el reverso. Banderas de España y Cataluña y un toro en la bamba. Y la palabra Libertad. Noblote el toro de El Pilar pero sin transmisión tal vez para que la faena fundamentalmente diestra del último torero catalán trepara por los tendidos. Cerrada a izquierdas la embestida. O negada.

Fue la última faena de José Tomás en Barcelona faena de inteligencia y administración. Un quinto de justa potencia y poder toreado a media altura, la muleta retrasada, el temple por bandera y la colocación muy cruzada para provocar la arrancada que se resistía a la repetición. En esa media altura embestía el toro, que murió de dos pinchazos y estocada. JT recogió, o tributó, una ovación en los medios. El torero aplaudía a la plaza que lo ha adorado durante años.

'Dudalegre' se llamaba el último toro de Barcelona. De El Pilar. 567 kilos. Nacido en marzo de 2007. Muerto a manos de Serafín Marín. Poca bravura para cerrar de Monumental. Pero buena mano derecha. Marín halló ahí la veta. Y salvo en un oasis seco al natural se entendió bien. Y cerró por manoletinas apasionadas. Y con una estocada soberbia que le valió las dos orejas. Y la última salida a hombros. Llorando Serafín. Y también Juan Mora por la puerta grande.

©Imágenes. Video resumen del festejo/EFE. José Tomás sale a hombros/El Mundo. Serafín Marín con 'Dudalegre', el último toro de Barcelona/El País.

Barcelona Temporada 2011

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