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PLAZA DE TOROS DE VISTA ALEGRE

Sábado 16 de junio de 2012

Corrida de toros. Cincuentenario de la plaza de Vista Alegre

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de La Quinta, Partido de Resina, Victorino Martín, Torrestrella, Torrealta, sustituido por un sobrero de El Cortijillo, y Alcurrucén (bien presentados). El toro premiado fue «Pocosueño», de Torrestrella, lidiado en cuarto lugar.

Iván Fandiño, de azulón y oro. Dos pinchazos, media (saludos); estocada, dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada (saludos tras petición); estocada (silencio); estocada (saludos); dos pinchazos, estocada, descabello (ovación de despedida).

Entrada: un tercio de entrada.

Crónicas de la prensa: La Razón, ABC, EFE, El Mundo, Marca, El País

La Razón

Por Patricia Navarro. Gran gesta de Fandiño, fría encerrona

A apenas a 30 kilómetros de Bilbao, Madrid a la vuelta de la esquina, se agolparon de pronto las nubes, un espesor que se haría con el ambiente hasta atraparnos sin tregua. Lluvia fina que no moja hasta que cala. Plomizo el ambiente. Cuesta arriba. Una gesta con mayúsculas en el ruedo al alcance de muy pocos. Poquísimos con la voluntad de llevarla a cabo, los elegidos, los valientes capaces de cruzar la línea aunque el sol no mire de cara. El sol, la luz, ayer se extinguió en Bilbao. Ni una pizca. Iván Fandiño se vistió de azul, azul y oro, para abrirse paso en solitario pisando con aplomo la negra tierra de la plaza de Vista Alegre. Su plaza. Torero vasco, de Orduña, para más señas. Celebraba el coso sus cincuenta años. Rápida resultó su creación después del incendio de la plaza anterior y esplendorosa su vida por cinco décadas. Que cincuenta años no son nada.

Bilbao acogió una corrida concurso con único matador. Seis hierros, distintos encastes, y una herradura pintada sobre la tierra para poner fronteras a la bravura. El tercio de varas fue la estrella de la tarde y unas normas básicas y encorsetadas: el toro triunfador tenía que pasar tres veces por el caballo. Y sin duda las normas, en ocasiones, se hicieron para saltárselas. El toro bueno de la tarde, el de calidad exquisita, humillación y largura en el viaje fue el tercero, ecuador de la encerrona, de la divisa de Victorino Martín. Pero remoloneó el toro, le costó el viaje al caballo, disperso, sin entrega y en dos ocasiones tan sólo se encontraron. No salían las cuentas con las bases del concurso. Fuera de juego. La entrega se la reservó enterita el toro para el último tercio, ahí sí metió la cabeza con extraordinario son. Iván Fandiño se encajó en algunos muletazos muy buenos y sobre todo una disposición cantada desde que comenzó la faena en el centro del ruedo con la muleta en la zurda. Todo y nada sobre la tierra de Bilbao. Con el toro de Bilbao y la responsabilidad de una encerrona. Imprimió suavidad en una tanda de derechazos, bien el toro, bien el torero. Y fue Fandiño poco a poco montado una faena bonita. No redonda, pero sí buscada e intentando tirar del toro con los vuelos de la muleta. Un pinchazo precedió a la estocada y Matías (el presidente) no concedió el trofeo que pidió el público bilbaíno.

En «Sultanato» de Alcurrucén, que saltó en sexto lugar, depositamos todas las esperanzas. La tarde estaba fría, nada acababa de romper y los argumentos se diluían por un coladero. Cuatro veces fue «Sultanato» al caballo. Y de qué manera: en la distancia, al galope, empuje de riñones y bien el picador para aguantar el envite. Revitalizador tercio con un quite de chicuelinas en el intermedio. Se esperaba todo y más, acogidos a estas alturas a la fe en los buenos finales. El toro se desprendió del fuelle en el caballo, iba y venía después, sin entrega hasta que acabó por desentenderse. Fandiño le puso la muleta de verdad e intentó ligar los muletazos, pero la tarde nos había vencido a todos.

El premio al toro triunfador fue a parar a «Pocosueño» de Torrestrella. Fue al caballo con bravura el toro y como un cañón al pase cambiado que le dio Fandiño por la espada. Y hasta ahí podemos leer. Brutote el toro y sin humillar no optó por el camino de la entrega. Solvencia y oficio tuvo Iván con el sobrero de El Cortijillo, mansote y a su aire, o con el de Partido de Resina, difícil y de desigual ritmo. Tres veces fue al caballo el de La Quinta, sin humillar, como haría en la muleta. Largura y sin entrega en una afinada muleta del de Orduña, que cumplió sin encontrar el éxito. Con el de La Quinta empezó la tarde, el desenlace no estuvo a la altura de una gesta de torero grande.

ABC

Por Rosario Pérez. Ni Victorino rescata a Fandiño en su encerrona

Se abrió el portón de cuadrillas y se franqueó una puerta hacia la gloria o el fracaso. Iván Fandiño pisó la arena negra de Vista Alegre, vestido de azul Bilbao y con un terno con símbolos vascos, como la cruz lauburu. Era la tarjeta de presentación del torero de Orduña, su reivindicación de la arraigada tradición taurina en el País Vasco. Ese atuendo era su mensaje particular a Bildu y a su intentos torticeros de abolir las corridas.

Una cruz llevó después Fandiño. Anduvo correcto, pero faltaron variedad y pasión en la desapacible tarde. Desde el mediodía no cesó un intermitente sirimiri. Cuando parecía vislumbrarse un intervalo de sol, ¡zas!, azotaba el chubasco. El agua no fue excusa para el héroe del Norte, que se había atrevido a anunciarse con seis toros en el mismísimo Bocho, donde gustan de ganado contundente como su marmitako. Hay que tener muchos arrestos para cumplir el gesto, aunque no acabó en gesta. Pocos pasajes hubo para regar con chacolí.

Consistencia de plastilina tuvo la entrada —un generoso tercio—. Ni invitaba el ambiente a asistir ni pareció la mejor idea retransmitir este festejo, al que se sumaba el matiz de corrida concurso. Ver una triunfal es casi tan difícil como que toque la lotería, si bien hubo ejemplares con interés.

El matador brindó su primera faena a Javier Aresti, al que no le agradó en los inicios la idea de una encerrona. No evidenció mucha fortaleza el de La Quinta, que acudió tres veces al piquero bajo la eficaz dirección de Fandiño. Ligó la primera serie a derechas, a media alturita; por la izquierda, perdiéndole pasitos, la gente se metió más en harina. Y en los albores arrancó la música y el vizcaíno templó la movilidad del cárdeno —sin acabar de humillar—.

El segundo, de Pablo Romero (Partido de Resina), era una pintura. Belleza de pitón a rabo. Las palmas echaron humo en el tercio de varas, en el que brilló Rafael Agudo. En la muleta, el guapo solo tuvo medio pase y, además, se revolvía rápido. Se volcó en la estocada.

Humilló en el capote el victorino, el menos castigado en varas (¿casualidad?). Fandiño quiso cambiar las tornas, se marchó al platillo y arrancó la obra a izquierdas, en una notable serie. Metía la cara de dulce el toro, con clase y nobleza, y el matador plantó la muleta por delante y barrió la arena a ritmo de procesión. Después de un susto, intercaló ambos pitones con muletazos clásicos, enjaezados con alguna sabrosa trincherilla, pero sin acabar de redondear con un «Minador» al que le colgaban las dos orejas. Le pidieron una, y el presidente se la negó.

Discutibles premios

Se ciñó por chicuelinas con el cuarto, de Torrestrella, que derribó a Esquive. «Pocosueño» fue elegido ganador del concurso, aunque sus tornillazos y sus mentirosas idas provocaban más bien pesadillas.

«Gladiator» se llamaba el quinto, devuelto en el último minuto por flojo. Enterró un estoconazo al mansote sobrero de El Cortijillo. Faltaba solo un cartucho en la recámara. A Fandiño le pesaba ya su generosa tarde, en la que no solo donó sus honorarios sino que trató de lucir a los toros en el caballo. Un lujo fue para el público el de Alcurrucén, que protagonizó un gran tercio de varas. ¡Y fue declarado desierto el premio! Si hubo más varas que en la recogida de la aceituna… Iván midió a «Sultanato» en tiempos y distancias para oxigenarlo. Con la anochecida en lo alto, no hubo modo de remontar.

Entre palmas fue despedido el de Orduña, al que no pudo rescatar de su encerrona la caudalosa embestida de un victorino. Vista la entrada, parece que la Fiesta sí podría necesita un rescate… Rescaste de emociones.

EFE

Nada completo

Tarde discreta de toros y del propio torero. No hubo ningún astado completo, ni mucho menos rotundo. De Fandiño valdría destacar el gesto de encerrarse con seis toros de diferentes encastes, y al margen de lo taurino la donación de sus honorarios a obras de caridad.

Fandiño anduvo dispuesto y capaz, sin embargo, no llegó a resolver en triunfo al no matar bien al toro de “La Quinta” que abrió plaza, y al denegarle “el palco” un trofeo del toro de Victorino. Esa faena al primero -toro noble, pero sin acabar de entregarse- fue de gran soporte técnico antes de “sentirse” el torero en dos vibrantes tandas al natural, y en el mismo aire una serie más por la derecha. No obstante, la espada se le negó.

El de Partido de Resina que hizo segundo, de bella lámina, cumplió en el caballo, pero en la muleta fue reservón y con el viaje cada vez más corto. Aquí abrevió el torero.

Con el de Victorino estuvo Fandiño más cerca del triunfo. Toro complicado al principio, terminó luciendo buen fondo. La faena tuvo temple y arrogancia en lo fundamental. Sin duda que el pinchazo previo a la estocada influyó para que no hubiera oreja.

El toro de Torrestrella, que brindó un buen tercio de varas, se movió mucho en la muleta con el inconveniente de llevar la cara suelta, sin la entrega suficiente. Fandiño estuvo firme y decidido aunque sin terminar de armar faena.

Con el sobrero de “El Cortijillo”, incierto y descompuesto por su manifiesta mansedumbre, se la jugó el hombre en una apuesta sincera, en la que lo más reseñable fue el toreo a derechas. Ya con el de Alcurrucén, que se resintió del castigo en varas después de pelear con cierta clase, la faena no tuvo mayor calado a pesar del tesón de Fandiño.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Iván Fandiño, una oreja para aliviar el hastío de la tarde

Pobre tirón tuvo la Corrida de la Prensa de Málaga, a pesar de que se anunciaban dos toreros de los que gustan a los aficionados. Acudió la afición que hay en la ciudad cuando se celebra una corrida fuera de la Feria. Si, además, la corrida resulta pesada y monótona resulta que es de las que hace afición, más bien todo lo contrario.

La corrida del Marqués de Domecq, con muchos cinqueños, fue un compendio de carencias: pocas fuerzas y escasa casta. Aunque fue un lote de presentación aceptable, casi todos los astados exhibían hechuras que no presagiaban calidad, como así ocurrió. El quinto fue el más notable, por descatar a alguno.

Antonio Barrera pasó por La Malagueta dejando constancia de su buen oficio y poco más. Se lució en un quite por gaoneras en el primero, como respuesta a otro de Fandiño. El que abrió plaza fue un animal que llevó la cara por las nubes. Dos tandas buenas con la diestra y el toro no se dejó torear ya más. Buena voluntad sin posibilidades de lucimiento.

El cuarto fue manso. Se dejó en las primeras tandas sobre la diestra, pero el animal se rajó de forma escandalosa y Barrera se dedicó a correr tras el burel descastado.

Fandiño apareció por Málaga después de su tarde en Bilbao. En su ánimo pudo pesar lo ocurrido en dicho festejo. Mató un sobrero de Esteban Isidro en segundo lugar, manso, gazapón y amigo de mirar al torero. Fandiño abrevió sin darse coba.

El quinto fue mejor. Se empeñó en torear sobre la zurda y consumió tres tandas en las que no ligó los pases. Sufrió un gañafón peligroso y cuando se echó la muleta resultó que el toro era bueno. Fandiño se lució en tres tandas de buen corte, de nuevo sin ligarlos y aguantando cuando se acostó y lo puso en aprietos, que remató con muy buenos pases de pecho. Acabó por manoletinas y lo mató de una estocada en que se quedó en la cara del animal. La oreja, cogida con alfileres, animó la alicaída tarde.

David Mora toreó bien con el capote al tercero. La faena fue de mano derecha. Dos tandas con mando y estética. Por la izquierda, el toro se quedó corto y la faena decreció en intensidad. Fue una faena “interruptus”.

El cinqueño sexto embestía a trompicones. Carecía de fuerzas, pero a esas horas el personal no estaba para protestas. Mora lo cuidó en la muleta en una labor inteligente, pero había poco toro. De uno en uno, con el toro con la cara alta, la faena se hundió cuando el animal se derrumbó sobre el albero.

Marca

Por Carlos Ilián. Al gesto de Fandiño le falló el aficionado

El gesto de Iván Fandiño de encerrarse con seis toros en Bilbao, con ocasión del cincuentenario de la actual plaza de Vista Alegre, merecía otro respaldo por parte de la afición bilbaína. A Fandiño le falló el aficionado que tan sólo cubrió menos de la mitad de aforo. Pero no le falló ni su entrega, ni su fuerza para matar con decoro y solvencia los seis toros de la encerrona.

Fandiño tampoco se encontró con el toro ideal para el triunfo. Tal vez se equivocó en lo de la corrida concurso porque la tarde tuvo en el tercio de varas su mayor protagonismo. A los toros se le exigía un plus en su comportamiento y por ejemplo el sexto, un gran toro de Alcurricén. tomó cuatro putazos , el último arrancándose de largo, pero en ese lucimiento de si bravura se dejó toda la fuerza y llegó fundido a la muleta,

En el toro de Victorino, el de mayor movilidad, consiguió Fandiño su mejor nivel, en una faena de muleta con momentos de gran pureza, lo mismo que en el toro de Torrealta donde ligó redondos muy logrados. Pero la poca fuerza de sus toros dejababa aquello a mitad de camino. En el toro de Victorino le pidieron la oreja con fuerza y esta vez Matías González pecó de exeso de rigodez negando un trofeo que, en todo caso, merecía el gran esfuerzo de Fandiño ante sus paisanos.

En todo caso estas corridas concurso de ganaderías casi nunca aportan mada importante y en el caso de Iván Fandiño le restó protagonismo a un gesto de quien quiere ser alguien en el toreo de este momento.

El País

Por Álvaro Suso. Una tarde de ausencias

Fue una tarde de ausencias, empezando por el sol, que apuntó a primeras horas de la mañana y cedió paso a una lluvia que enfrió los prolegómenos del festejo. Los toros no son una fiesta para chubasqueros, y ayudó a la ausencia de buen número de aficionados en los tendidos, que sólo cubrieron un tercio del aforo de Vista Alegre, con un buen número de fieles protegidos en la lejanía de las gradas cubiertas.

Pero faltaron varios aspectos añadidos, como el tan anunciado concurso de bravura. Las normas entregadas en la entrada a los espectadores se fueron incumpliendo de principio a fin. Con todo, hubo instantes en los que se vibró con las arrancadas al caballo. Hasta 17 puyazos entre los astados que optaban al premio, puesto que el manso sobrero de El Cortijillo, remiendo del quinto, no entraba en liza. El de La Quinta abrió la pelea con tres acometidas, desiguales; el de Partido de Resina fue tres veces con alegría y el picador puso tres buenas varas.

Manseó el de Victorino y el inválido de Torrealta, a la postre devuelto a los corrales, no aguantó más de dos varitas. Fue pronto y bravo el de Torrestrella, que mereció haber recibido un cuarto encuentro, algo que sí logró el de Alcurrucén, alegre y vibrante antes de apagarse en la muleta. Así, el trofeo cayó en manos de Alvarito Domecq, propietario de Pocosueño con el hierro de Torrestrella

Pero faltaron los alicientes para tener una tarde grande, como debe ser una encerrona en Bilbao. La tarde no arrancaba nunca; en cada toro parecía que se volvía a iniciar las intenciones de vivir algo diferente, pero el festejo estaba metido en un bucle que no salía de un pretendido tercio de varas lucido y una labor discreta en el resto; sin brillo con el capote, sin lucimiento en las banderillas y con solvencia en la muleta, aunque llegar a pisar lo fuerte que cabe esperar en una gran cita. El de Orduña sólo hizo un quite, por chicuelinas, ningún subalterno se desmonteró con los palos y tampoco hubo prontitud con los aceros.

Mereció la oreja Fandiño ante el victorino, el toro al que mejor entendió con la muleta, pero la presidencia no consideró mayoritaria la petición.

El resto de su labor se saldó con saludos en el primero y quinto, mientras que hubo silencio en el segundo y el cuarto. No fue el Fandiño arrollador, el bravo, ese torero que rebosa torería y está llamado a escribir páginas importantes del toreo. Dio la sensación de que varios toros, lejos de lucir en un concurso de bravura, podrían haber roto en manos del Fandiño habitual, a quien se echó en falta ayer. El protagonista de la tarde fue, de forma paradójica, el principal ausente.

La gente llegó fría, sin el fervor de una encerrona, y las faenas siempre apuntaban, pero nunca rompían. ¡Maldito bucle! Las tardes grandes tienen que desprender ilusión y ayer en Bilbao esta brilló por su ausencia.

©Imagen: Fandiño al natural con su primer astado de la ganadería La Quinta. | EFE

Bilbao Temporada 2012.

bilbao_160612.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:09 (editor externo)