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Cayetana Fitz-James Stuart

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El País

Por Antonio Lorca. 21/11/2014. Gran aficionada a los toros y amiga de los toreros

No está claro que la duquesa de Alba fuese una gran aficionada a los toros, pero de lo que no cabe duda es que le encantaban los toreros. No fue la primera ni la última aristócrata que se dejó deslumbrar por los trajes de luces, pero ella, la más noble, la niña bonita de la nobleza, referencia del casticismo más genuino, amante del flamenco y los caballos, pudo presumir de tutear a las figuras de su juventud, enamoriscarse de uno de ellos, mantener supuestos romances con otros, admirar a los artistas, ser amiga de verdad de Curro cuando ambos ya peinaban canas, e, incluso, casar a su hija María Eugenia con el nieto de Antonio Ordóñez, uno de los más grandes.

No está claro que la duquesa de Alba fuese una gran aficionada a los toros, pero sí mantuvo una estrecha vinculación con la fiesta, que promocionó y defendió con su asistencia a actos taurinos, su asidua presencia en las plazas o como anfitriona en una barrera de La Maestranza o Las Ventas de figuras de talla internacional, como Grace Kelly o Jacqueline Kennedy.

Por ser hija de quien era tenía tiempo y posibilidades para dedicarse a aquellas actividades ociosas que el resto de la sociedad admiraba por inalcanzables. Y los toros y su relación con los toreros eran de las más codiciadas en los cincuenta.

Solo tenía 17 años cuando conoció a un veinteañero Pepe Luis Vázquez, tan tímido como de buena planta. Cuando quiso tener con el torero algo más que palabras, el duque de Alba cortó por lo sano aquella relación insana, mandando a su hija a la capital de Inglaterra. De aquellos ardores casi adolescentes quedó, primero, el brindis de un toro en la plaza de Madrid y, después y para siempre, una mutua admiración y una sincera amistad que se mantuvo hasta la muerte de Pepe Luis en mayo de 2012, que Cayetana dijo sentir sinceramente.

Conoció y admiró a Manolete, a quien invitó a su boda, en octubre de 1947, pero unos meses antes, el toro Islero, en la plaza de Linares, se encargó de trastocar los planes. Fue amiga de toreros y ganaderos, aprendió lecciones de rejoneo de Juan Belmonte, Conchita Cintrón y Ángel Peralta, y parece que llegó a torear a caballo en la intimidad de una plaza de tientas.

Conoció y admiró a Manolo Vázquez, Miguel Báez Litri, Manolo González, Antonio Ordóñez y José María Manzanares, entre otros toreros de postín, y las lenguas viperinas aseguran que el embeleso con alguno llegó a mayores.

Abrió a caballo el paseíllo en festejos benéficos, lució mantilla blanca y peineta cuando la ocasión así lo requirió, distinguió corridas con su presencia, y como ella no pudo —o no quiso— casarse con un torero, tuvo la dicha de unir a su hija María Eugenia con uno de arraigada dinastía, Francisco Rivera Ordóñez, a quien prohijó hasta que se torcieron las cosas del querer en la pareja y el yerno solicitó la custodia exclusiva de la nieta de la duquesa y el cariño de Cayetana hacia el diestro se volvió inquina. Antes de la ruptura matrimonial de su hija, la duquesa era asidua a la corrida goyesca de Ronda, de cuya plaza es empresario Rivera. Siempre mostró su inclinación por el torero Cayetano, hermano de su exyerno.

Y Curro… Hace 11 años, en febrero de 2003, la duquesa de Alba actuó como testigo de la boda civil entre su amiga Carmen Tello y el matador Curro Romero. Ha sido un largo tiempo de íntima amistad, de admiración correspondida y de un mayor acercamiento de la aristócrata al mundo de los toros.

Ha muerto una señora de la fiesta, que conoció por casticismo y a la que prestigió sin pretenderlo. Ha muerto una aficionada, sin duda; a su noble modo, pero aficionada.

© En la foto de EFE, la aristócrata con Jackie Kennedy, a quien llevó a ver una corrida a La Maestranza sevillana en 1966.

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El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. 21/11/2014. Fiel apasionada de la torería sevillana

Probablemente, el último lance torero de la duquesa de Alba lo dibujó Curro Romero en su cintura con aquella sevillana o rumba nupcial de su boda octogenaria, simpática y rebelde. Curro ha sido nexo de unión entre las dos aficionadas de mayor rango, ilustre abolengo y máxima categoría con que haya contado la Tauromaquia en el siglo XX: Doña María de las Mercedes, mujer del Rey que nunca pudo reinar y madre del Rey de la 'ansoniana' Monarquía de todos, y Cayetana Fitz-James Stuart, grande de España, con una cuerda de títulos que no cercaría sus tierras.

Cayetana de Alba fue siempre fiel a la torería sevillana, a lo que llaman el estilo sevillano, la sevillanía. En Romero se daba con la cruza trianera y el espejo de Curro Puya y los gitanos de la fragua. Pero en pura esencia se encarnó en la década de los 40 y 50 en Pepe Luis Vázquez Garcés, Pepe Luis a secas. La duquesa se deslumbró con el rubio Sócrates de San Bernardo, tocado por la varita del arte y la naturalidad. A la muerte del maestro (2013), no pocos textos se dedicaron a contar la honda pena de Cayetana por 'el primer gran amor de su vida', que sería platónico. Cuenta la leyenda que su padre, jefe de la Casa de Alba, cortó por lo sano la relación y una proyección alimentada por un brindis. Pero la realidad y las fuentes familiares se ciñen a la versión menos rosa: Pepe Luis no tuvo más ojos que para los inmensos lagos verde azulados de Mercedes Silva. La amistad, sin embargo, perduró hasta la tumba entre el torero y la aristócrata.

La fidelidad a la escuela sevillana de la duquesa siguió su curso en el hacer de Manolo González, un torero también de cuerpo recortado, que aunaba la sal de la tierra y un férreo valor. En apenas cinco años alcanzó su cénit, la fama y el dinero. Y entró a formar parte de la rumorolorogía popular que en el lenguaje internauta se definiría como 'enlaces externos'.

Cayetana Fitz-James Stuart se interesó a fondo por el toreo, no sólo con su presencia en barrera los días de clavel y cartel luminoso. Conoció el campo bravo, participó en labores de tentadero, sabía coger un capote y vestir unos zahones con el mismo porte que el abanico, la peineta y la mantilla en el palco de los maestrantes de la plaza de toros de Sevilla. Y montar a caballo le apasionaba, hasta tal punto que pidió a los hermanos Peralta, Ángel y Rafael, que la enseñasen a rejonear. Galopó en libertad por las Marismas, como por la vida, con el viento de frente.

En los últimos años, sus toreros se caían de sus ilusiones. Francisco Rivera Ordóñez lo fue por razones obviamente familiares más que por acercarse a su gusto por la escuela sevillana. El matrimonio con Eugenia marcó la deriva y Cayetana defendía a los suyos como una loba a su camada: a finales de los 90 comíamos en un mesa del donostiarra restaurante Rekondo, en lo alto de Igueldo, Manolo Chopera, su mujer, Cecilia, mi madre y yo; en otra, algo más allá, bajo la vetusta higuera, la duquesa, Rivera Ordóñez y Eugenia. Por entonces Francisco ya había iniciado una regresión artística que le alejaba de sus prometedores inicios del 95 y 96; las críticas ya no eran favorables. Acabaron de almorzar ellos antes que nosotros y, al partir, Cayetana de Alba se paró en nuestra mesa y se dirigió a mí: “Mi yerno es muy buen torero y tú siempre le tratas muy mal”, me dijo con una voz ya incipientemente trémula y entrañable. “Se hará lo que se pueda, señora”, le contesté 'belmontinamente'. Recuerdo aún la risa desatada del grandioso empresario ante la intervención maternal de la duquesa.

Aquella defensa numantina de Rivera le llevó también a renunciar a su pasión por Morante. Las críticas del genio de la Puebla a la concesión de la Medalla de las Bellas Artes a su entonces yerno abrieron la caja de Pandora y la del Palacio de Liria con rayos y centellas. Después vinieron los líos del divorcio de Francisco y Eugenia y la petición de custodia, y ya puso otra equis en su capillita de toreros favoritos.

Retirado Cayetano de los ruedos y las pasarelas por sorpresa, el otro Rivera de su corazón, incluso diría que más que su hermano, no volvió a aparecer por la Goyesca de Ronda, que tan suya era, y se apuntó como seguidora de José María Manzanares.

O al menos creo recordarla entusiasmada en una de las últimas ferias de Santander, cuando las soleadas peñas de la plaza de Cuatro Caminos coreaban su nombre y ella respondía con la mano a plena simpatía. Como en un saludo o un adiós. Como aquella rumbosa sevillana con Romero.

Una andaluza más. Por Curro Romero

Cayetana de Alba fue una andaluza más. Y como una andaluza más que era amaba nuestra tierra, le gustaban el flamenco, los toros y los toreros de un corte especial. Se significó como partidaria y seguidora de Pepe Luis Vázquez, Manolo González, Antonio Ordóñez y mía, esa línea, ese hilo del toreo. Mantuvo una amistad muy buena con todos nosotros fuera de los ruedos. ¡Qué despacito bailamos el día de su boda y con qué gracia giraba su cintura! Se descalzó porque los zapatos le molestaban. Siempre tan natural y tan simpática. Humanamente era una mujer que se daba mucho a los demás, a las terceras personas, a causas altruistas, con tremenda generosidad. Acudía allí donde la reclamaban para aportar con desprendimiento. Su sola presencia ya daba una dimensión mayor a cualquier acto benéfico. Carmen [Tello], mi mujer, lo está pasando fatal en estos momentos. Ha sido su amiga de verdad, sus pies y sus manos en los últimos tiempos. De médico en médico cuando fue necesario. Se va una persona, una mujer, muy especial. Para nosotros, para el toreo, para Andalucía y para España entera.

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EFE

Por Paco Aguado. 20/11/2014. Cayetana, una castiza y activa aficionada a los toros

La duquesa de Alba fue, por tradición familiar y convencimiento, una declarada y castiza aficionada a la fiesta de los toros, por la que sentía tanta o más pasión como por el flamenco, los caballos o todo lo relacionado con la ciudad de Sevilla.

Amiga de muchos toreros y ganaderos de bravo, y suegra también del diestro Rivera Ordóñez, durante toda su vida Cayetana de Alba ocupó con asiduidad las barreras y los palcos de las principales plazas siguiendo a los diestros de su predilección, el primero de los cuales fue Manuel Rodríguez, Manolete.

Durante su juventud llegó incluso a torear a caballo en la intimidad de las plazas de tientas de las ganaderías andaluzas, siguiendo las lecciones de figuras tan míticas como Juan Belmonte, Conchita Cintrón y Ángel Peralta.

Al final de su adolescencia, la duquesa tuvo una relación amorosa con el entonces joven torero Pepe Luis Vázquez, esencia pura del estilo sevillano que tanto le gustaba, desde que este le brindó un toro en la plaza de Las Ventas.

En sus memorias, publicadas por la editorial Espasa, la propia Cayetana reconoció que, a los dieciséis años, Pepe Luis Vázquez fue su “primer gran amor”, en una breve relación que su padre decidió atajar enviándola a estudiar a Londres.

A su regreso de Inglaterra, su imagen en los tendidos, ataviada con blanca mantilla y alta peineta, se hizo habitual en los noticiarios de NODO, en algunos casos acompañando a visitantes ilustres, como sucedió con Jackie Kennedy en la feria de Sevilla de 1966.

También fue recurrente durante los años sesenta que la duquesa de Alba abriera a caballo los paseíllos de algunos festejos especiales, como la corrida goyesca del Círculo de Bellas Artes, de Madrid, o algunos festivales benéficos.

Cayetana Fitz-James explicó también en sus memorias que fue partidaria, además de Manolete y Pepe Luis Vázquez, de diestros de distintas épocas, y en especial de Pepín Martín Vázquez, Manolo González, Antonio Ordóñez y José María Manzanares, no sin que la prensa rosa y los rumores de sociedad le atribuyeran breves romances con alguno de ellos.

Pero, sobre todos los demás, su torero predilecto de siempre fue el sevillano Curro Romero, con quien le unía una estrecha amistad, igual que con la segunda mujer de éste, Carmen Tello, que fue una de sus asiduas acompañantes.

Su relación con el mundo del toro aún tuvo un afianzamiento mayor tras la boda en 1998 de su hija Eugenia con el torero Francisco Rivera Ordóñez, fruto de la cual nació su nieta Cayetana. El nieto de su admirado Antonio Ordóñez fue para la duquesa mucho más que un yerno, como repetía siempre.

Asimismo, ya en los últimos años de su vida, Cayetana de Alba siguió por muchas plazas al hermano de su hijo político, Cayetano Rivera, al que llegó a diseñar el vestido goyesco con el que toreó en Ronda en 2011.

Hasta hace pocos meses, la duquesa siguió acudiendo a las plazas de toros siempre que le era posible, compartiendo afición con su tercer marido, Alfonso Díez, aunque había dejado ya de asistir a la tradicional corrida goyesca de Ronda tras el divorcio de su hija y Rivera Ordóñez, que ejerce como empresario del bicentenario coso malagueño.

Como reconocimiento a su pasión por los toros, la noble española también recibió numerosos galardones y reconocimientos por parte de peñas y entidades taurinas, entre ellos el nombramiento de embajadora de honor de la Red Iberoamericana de Ciudades Taurinas.

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ABC

Por Fernando Carrasco. 21/11/2014. Cayetana de Alba, gran aficionada a los toros y defensora de la Fiesta Nacional

Era habitual verla en una barrera de una plaza de toros. Pero tanto en Sevilla y Madrid como en otras localidades de menor importancia. Porque Cayetana Fitz-James Stuart, fallecida este jueves en Sevilla, fue una gran aficionada a los toros. Y defensora a ultranza de la Fiesta Nacional. Siempre que tuvo oportunidad no dudó en apoyarla ya no sólo con su presencia en los cosos sino también en entrevistas y reportajes.

Una tradición que ha sabido inculcar a su familia. Admiradora de grandes toreros, siempre que su agenda se lo permitía solía ir a los toros para contemplar las faenas de figuras del toreo con los que tuvo mucha amistad. Incluso vivió la boda de su hija Eugenia, duquesa de Montoro, con el matador de toros Francisco Rivera Ordóñez, por el que sentía una gran devoción incluso después de divorciarse de Eugenia.

Pero ésta fue, si que quiere, una de las últimas amistades que cultivó en el mundo de los toros. Porque desde que era joven le gustaba estar rodeada por matadores de toros a los que solía ver en los ruedos. Nunca ocultó su predilección por la dinastía de los Vázquez, Pepe Luis y Manolo. Con el primero de ellos mantuvo una prolongada amistad y le causó un tremendo dolor su muerte en mayo de 2013.

Otro de los diestros de su preferencia fue el también sevillano Manolo González, torero de la llamada «escuela sevillana», como Pepe Luis. Su concepción del toreo siempre le llamó la atención.

Y es que Cayetana Fitz-James Stuart se convirtió, en cierta manera, en una embajadora de la Fiesta Nacional allá donde iba. Y también en la perfecta anfitriona, pues nunca tuvo reparo en invitar a personalidades internacionales a una barrera de una plaza de toros. O acudir con ellas, por ejemplo, al palco de invitados de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

Famosa es la fotografía en la que la princesa de Mónaco Grace Kelly vio una corrida de toros en compañía de la duquesa de Alba, quien le explicó los pormenores de las distintas suertes.

Otro de los toreros predilectos de Cayetana fue el onubense Miguel Báez «Litri», lo mismo que el hijo de éste. Por ambos sintió verdadera admiración y los siguió allá por donde toreaban.

Pero, sin lugar a dudas, la amistad más grande con un torero la tuvo con su idolatrado Curro Romero. El Faraón de Camas cautivó a Cayetana con su toreo y desde siempre se mostró como una ferviente admiradora. Esa devoción traspasó los ruedos de tal forma que se convirtieron en inseparables junto con la esposa de Romero, Carmen Tello, amiga íntima de ella. Era habitual verlos juntos en distintos actos que se celebraban en la ciudad de Sevilla tanto en honor a ella como al genial torero de Camas.

Escribíamos antes de su ex yerno, Francisco Rivera Ordóñez. Otro de sus toreros predilectos en estos últimos años, al que siguió mucho y disfrutó cuando toreaba la Goyesca de Ronda, lo mismo que su abuelo, la gran figura del toreo Antonio Ordóñez. Siempre defendió al padre de su nieta Cayetana, de tal forma que cuando algunos compañeros suyos criticaron la concesión de la Medalla de las Bellas Artes, no dudó en defenderlo a capa y espada.

Y si sentía devoción por Francisco, no le iba a la zaga su admiración por su hermano Cayetano Rivera Ordóñez, otro de los diestros preferidos de la duquesa. También lo vio en muchas ocasiones cuando toreó en el coso de Ronda.

El mundo del rejoneo también era de su predilección. No en vano, la duquesa era una experta amazona que incluso llegó a hacer sus «pinitos» rejoneando. Trató mucho con los hermanos Ángel y Rafael Peralta; don Álvaro Domecq y Díez y su hijo Álvaro… vivió y sintió la Fiesta Nacional como una aficionada más y disfrutó de muchas tardes de toros.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. 20/11/2014. “¿Si me habría casado con un torero? Sí, yo también soy muy difícil”

Por su interés, reproducimos la entrevista realizada por Luis Nieto a Cayetana de Alba en 2006 repasando al detalle la profunda afición taurina de la duquesa.

A sus 80 años ha cumplido 65 como aficionada taurina. Una afición que afloró cuando descubrió el arte del toreo de la mano del maestro Pepe Luis Vázquez, su primer amor, su amor adolescente y prohibido. En el Palacio de Dueñas, junto al jardín machadiano, un rincón con varias cabezas de toros y garrochas ambientan una mañana en la que desgrana multitud de recuerdos.

La duquesa de Alba se adentra en un mundo que le es muy cercano, en una de sus grandes pasiones: la Fiesta. Su afición también se desvela en un amplio pasillo donde se alternan decenas de fotografías de toreros –como Antonio Ordóñez–o bien un jovencísima Cayetana en tentaderos o montada perfectamente a caballo –lo hizo desde niña hasta los 74 años– .

Algunas de esas fotografías son estampas auténticamente bellas, como en la que cabalga a lomos de aquel famoso caballo blanco de Terry. Varios de estos recuerdos flamean en la memoria de la duquesa de Alba, quien mide mucho sus respuestas en una acogedora estancia, de noble mobiliario, que preside un cuadro de Rafael Cidoncha, con Jesús Aguirre, su segundo esposo, y otro de Evaristo Calle, Carnaval en la aldea. Envueltos en este sugerente ambiente, donde el tiempo parece detenerse, hablamos con doña Cayetana.

–¿Cuándo nace su afición taurina? –Muy joven. Cuando tenía 15 años. El toreo es un arte que me gusta mucho.

–¿Recuerda la primera vez que asistió a un espectáculo taurino? – Fue en la plaza de Sevilla, en la Maestranza. Aquel día toreó Pepe Luis Vázquez y no recuerdo a los otros dos porque el importante de la terna era él.

–¿Qué le cautivó? –El colorido, la alegría que se vivía en la plaza. Y el toreo de Pepe Luis. Pepe Luis ha sido el mejor torero que ha habido, por su arte, su personalidad y los pellizcos sevillanos que tenía.

–Del toreo, ¿qué es lo que más le gusta? –Del toreo lo que más me gusta es la capa y, fundamentalmente, los pellizcos de arte. También me gusta mucho el toreo al natural.

–¿Usted ha toreado a pie? –He toreado a pie algunas veces en tentaderos, con erales muy pequeños.

–¿Qué sintió? –Cuando me ponía delante pasaba un poco de miedo, la verdad. Aunque la res sea muy pequeña, parece una catedral. (Se ríe). Yo era muy valiente. Ahora no lo podría hacer. (Vuelve a reírse).

–Será por las facultades, por que el valor… no lo habrá perdido. –Yo creo que con los años el valor también se va perdiendo. Se reducen las posibilidades de todo en general.

–Otra de sus pasiones, ligadas al mundo del toro, es el caballo en todas sus vertientes. –Sí. Desde los 5 a los 74 años he montado a caballo y me ha gustado desde siempre. De joven participé en competiciones.

–¿Y usted se imaginó anunciada como la gran rejoneadora Duquesa de Alba? –No. Yo he rejoneado en la época de Conchita Cintrón. Pero lo hacía a puerta cerrada. Me gustaba mucho. Pero tomado en serio, en una plaza de toros, no. Hubiera preferido ser artista en otros campos. Me encantan la decoración, el baile flamenco, los deportes hípicos y de nieve y el tenis. Tengo muchas copas de todo eso. Pero ya no practico nada.

–¿Qué animal le gusta más, el toro o el caballo? –El caballo.

–Continuemos con sus preferencias toreras. Además de Pepe Luis, ¿quiénes han sido sus diestros preferidos? –Me han encantado Antonio Ordóñez, Manolete, Curro Romero y Pepín Martín Vázquez.

–Usted ha sido currista declarada. –Sí. Porque es un torero con un arte y una gracia de esta tierra enorme. Aparte de ser simpatiquísimo es muy amigo mío, al igual que su mujer, Carmen.

–¿Y de los de ahora? –Mi yerno –Francisco Rivera Ordóñez–, aunque tiene mala suerte para matar, y Cayetano, que para mí hoy en día es el mejor torero. Tiene personalidad, es muy artista y torea como antiguamente.

–Usted que ha conocido a tantos toreros, ¿son tan especiales y distintos como dicen? –Sí. Son especiales y distintos. Tienen originalidades y son difíciles.

–¿Usted se hubiera casado con un torero? –Sí. Es que yo también soy muy difícil.

–¿Mantuvo relación con alguno? –Con Pepe Luis, pero mis padres dijeron que era muy joven. No estaban de acuerdo. Yo tenía 16 años. Fue mi primer amor. Le tengo mucho cariño a toda su familia y soy muy amiga de su mujer.

–¿Qué representa el amor? –Es lo más importante de la vida. El amor viene, no tiene explicación.

–¿Y la vida? –Es maravillosa si sabes disfrutarla.

–¿Qué piensa del ataque de los antitaurinos a la Fiesta? –Está muy mal. La Fiesta Nacional lleva varios siglos y no se debe eliminar.

–En Cataluña están sufriendo un continuo ataque… –No lo entiendo. Porque luego, la plaza de Barcelona se llena.

–¿Qué obras artísticas y qué artistas han interpretado la tauromaquia más a su gusto? –Lorca, es el poeta que más me gusta.

–¿Qué tiene Sevilla que tanto le apasiona? –Todo. Su alegría, sus calles estrechas, la luz, la gente y los edificios antiguos de estilo sevillano que los han ido derribando en el casco antiguo, una pena.

–¿Cuál es su rincón preferido? –El barrio de Santa Cruz, al anochecer, en un día de calor.

–Y la Maestranza, ¿qué tiene de especial? –Es la plaza más bonita de España. Aunque la de Ronda es muy bonita también y más antigua. Pero por la alegría y por la luz no hay otra tan bonita como la Maestranza.

–Decía Ortega y Gasset que para conocer cómo se encontraba España bastaba asomarse a una plaza de toros. ¿Usted qué encuentra cuando lo hace? –Yo es que en política no me quiero meter. Pero ha habido un presidente que me ha gustado mucho: Felipe González. Yo soy monárquica porque creo que le da a un país más altura, más seguridad y más continuidad. A mí me han inculcado eso.

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El País

Por Antonio Lorca. 4/09/2011. “Va por usted, señora duquesa”

La duquesa de Alba fue ayer la protagonista indiscutible de la corrida goyesca de Ronda. Su reinado comenzó en el momento en que Cayetano Rivera anunció que la había elegido para que diseñara el traje que debía lucir. El diestro, agradecido, le brindó su segundo toro: “Va por usted, señora duquesa. Que sea feliz cuando se case”.

Ronda se pobló bien de mañana de foráneos, gente bien, algunos políticos y menos famosos. Será por la crisis económica, sin duda, pero hace algunos años que los rostros conocidos en esta ciudad forman parte más del imaginario colectivo que de la realidad. Una legión de fotógrafos y periodistas pululaban por las calles a la busca y captura de alguna presa. Todos sabían dónde almorzaba la duquesa, pero dedicaron las primeras horas a fotografiar a Javier Arenas y a una amplia representación del Partido Popular rondeño -gobernante en la ciudad-, andaluz y nacional, pues el presidente del partido en Andalucía estuvo acompañado por los exministros Cristóbal Montoro y Pilar del Castillo, mezclados todos ellos entre la charanga ruidosa de la feria popular. Los populares coincidieron con la exministra de Fomento y vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, Magdalena Álvarez, habitual de esta cita taurina y a la vez social.

La duquesa y su prometido, Alfonso Díez, se acercaron a la plaza en coche para guarecerse de la agobiante marabunta de curiosos que pretendía verlos, tocarlos y felicitarlos por su enlace matrimonial.

A las cinco de la tarde, 30 minutos antes del comienzo del festejo, no cabía un alfiler en los alrededores de la plaza. En el ruedo, tres calesas ocupadas por señoritas ataviadas con el traje rondeño amenizaron la espera. Poco después llegaron los toreros en coches de caballos. Sonaron los clarines y se inició el paseíllo. La centenaria plaza rondeña estaba llena hasta la bandera. Fue el momento en que la novel diseñadora contempló en directo su creación artística. Ahí apareció Cayetano enfundado en un traje tradicional de estilo rondeño de color rosa mexicano y negro, en el que prescindió de la corbata y la sustituyó por un pechero de encaje del siglo XVIII. La tradición de la corrida goyesca sigue viva 55 años después.

© En la imagen superior, Cayetano Rivera Ordóñez, ayer en Ronda con el traje diseñado por la duquesa. / JON NAZCA (REUTERS).

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En su juventud Cayetana sufrió su primer desengaño sentimental. La joven se enamoró perdidamente del torero Pepe Luis Vázquez, pero su padre, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, se negó en redondo a este romance y prohibió a Cayetana que saliera con él. La duquesa lo acabó aceptando y consiguió superarlo.

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Vr. La Duquesa.


cayetana_fitz-james_stuart.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:19 (editor externo)