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Dios y los toros

Por Plácido Manuel Díaz Vázquez (*)

Aunque parezca una fantasía y pensemos que no tiene nada que ver una cosa con la otra, cuando hablamos del toreo, indirectamente estamos hablando de una cierta religiosidad que mezcla la cultura, la historia, el rito, la liturgia, lo sobrenatural, la tradición, la muerte y la vida.

Han sido muchos los artículos, documentos y libros que han relacionado el mundo de los toros con el aspecto religioso y con la divinidad. El padre Ramón Cue escribió por ejemplo el libro titulado “Dios en los toros”. En forma poética va describiendo los diversos momentos en los que la fiesta tiene una vertiente de honda fe en Dios, en la Virgen y en los santos. Todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de Dios y los toros. Todos sabemos lo que se siente en esos momentos previos, el silencio, la oración, la concentración, la soledad. Lo humano y lo divino se unen en esas capillas ambulantes de los matadores de toros, que van de hotel en hotel, de plaza en plaza. En todas las plazas existe una capilla donde los diestros antes de salir al ruedo hablan con Dios. Incluso creo recordar que, en el reglamento taurino vigente, hasta hace poco se exigía que en cada plaza, durante la corrida, hubiera un sacerdote por si era necesaria su misión sagrada de impartir los últimos sacramentos a cualquier persona.

Centrándonos en las sagradas escrituras podemos observar cómo aparecen en varias ocasiones los nombres de becerro, novilla, vaca o toros. El Antiguo Testamento nos presenta a los Patriarcas o Soberanos Hebreos con caracteres taurinos. Se nos presenta a José como a un novillo sediento hacia la fuente; y a Moisés con Tiara de cuernos de toro. El palacio de Salomón era un palacio con numerosas imágenes de toros, por una parte, porque el palacio se asentaba sobre doce toros que representaban los cuatro puntos cardinales; así como diferentes toros que representaban diferentes Querubines que poblaban su Celeste Templo.

De singular significado será en toda la Sagrada Escritura: el Becerro de oro que se le rendia culto; el Novillo expiatorio y su sangre derramada que era señal de ofrenda a Dios; y la fuerza del Faraón unida a su poder y autoridad con el simbolismo del Dios toro.

Nos podríamos extender mucho más en la simbología da la biblia y el mundo del toro, incluso reflexionar de manera extendida sobre los pasajes de la escritura donde aparecen términos que se utilizan en el argot taurino. Por esta razón nos encontramos aquí en este día, para dar gracias a Dios por la temporada que ha pasado, por las gracias recibidas y para recordar aquellos que se fueron durante este año. Es justo y necesario dar las gracias al Señor en cada momento y en cada instante. Por esto nos reunimos año tras año para recordar nuestro sentido cristiano y religioso. Hoy esas capillas andantes llenas de estampas, reliquias y rosarios, se trasladan hasta nuestra capilla del baratillo. Aquí delante de nuestra Madre ponemos todas nuestras intenciones, todo lo que hay en nuestro corazón y le damos gracias un año más.

En esta eucaristía no solamente damos gracias a Dios sino que revindicamos también ese carácter religioso que acompaña a la fiesta nacional. No son pocas las fiestas de patronas o patronos que no termine con una lidia en la plaza de toros. Y en esta sociedad que vivimos cada vez más secularizada también se pretende quitar el sentido sobrenatural de esta fiesta antiquísima. Aunque nos sigan señalando por ser cristianos o taurinos nunca te avergüences de tus raíces, de lo que eres, de lo que te han enseñado, pero más allá de lo personal, nunca nos avergoncemos de nuestra historia, de nuestra cultura religiosa y taurina.

Siempre lo he dicho en algún encuentro distendido con jóvenes. Somos cristianos, creyentes, y queremos a Dios con todo nuestro corazón, independientemente de nuestros fallos y pecado. Pero nunca te avergüences de tus creencias. Somos los que somos y tenemos que defender nuestra fe con valentía y fortaleza. Seremos más o menos pero somos los que Dios ha elegido para este camino apasionante del encuentro con el Señor. En el mundo del toro pasa algo parecido. Somos los que somos, seremos más o menos pero tenemos que seguir defendiendo con valentía nuestra historia y nuestra cultura. Y no hay mejor manera de defenderlo que con nuestro testimonio de vida. Caminar unidos, siempre unidos, dialogantes y con espíritu valiente.

El domingo pasado comenzamos el adviento que recoge muy bien el espíritu religioso y el simbolismo taurino. La preparación, la espera, la humildad, el silencio, la reflexión interior, el caminar unidos, el rito de estos días, la liturgia, el clima de nerviosismo, el triunfo de la vida. El adviento es como esos momentos previos a una corrida de toros. Preparar tu corazón para saber que una vez en la plaza de la vida todo depende de Dios. como dice San Agustín “reza como si todo dependiera de Dios, pero esfuérzate como si todo dependiera de ti”. Esto mismo pasa en nuestra vida cotidiana o en el mundo del toro. Muchas veces se habla de la suerte en este mundo, pero pocas de la voluntad de Dios. en sus manos estamos y en sus manos nos ponemos. Dios nos da unos dones, unas virtudes que trabajamos y cultivamos, pero sabiendo que solo él puede recoger los frutos. El tiempo del adviento es el tiempo para cultivar los dones y trabajarlos.

Desde hace ya algún tiempo tengo relación y colaboro con la escuela taurina de mi pueblo. Y aunque esos chavales se preparan y aprenden esta vocación taurina. También nosotros tenemos que aprender de esa ilusión en sus caras, de ese esfuerzo, de ese sacrificio desde joven. Una lucha constante, un trabajo diario. Nunca podemos olvidar esos sueños, y esas ilusiones. El adviento también es ese tiempo de esfuerzo, sacrificio y de ilusión. No perdamos nunca esa capacidad positiva de volver a lo que fuimos. Recuerdo a un joven con 16 años que para ir a la escuela taurina tiene que coger dos días a la semana dos autobuses y un tren para ir desde su pueblo hasta utrera, terminar tarde y volverse a su pueblo, y lo mas importante sin abandonar sus estudios, esto es afición. Me recuerda a esos pueblos de África o Latinoamérica que para ir a misa tienen que recorrer kilómetros hasta la iglesia más cercana. Esto es fe.

Pues mientras haya jóvenes con esa capacidad la fiesta nacional y la fe seguirán estando más vivas que nunca. A las plantas de nuestra madre acudimos para que ella nos ayude en este tiempo de preparación, que ella nos siga acogiendo y nos eche ese capote que necesitamos en nuestra vida cuando parece que todo está perdido. Ella que es caridad, que es piedad, que es esperanza nos sigue abrazando con el manto de la misericordia.

(*) Texto de la homilía pronunciada por el padre Plácido Manuel Díaz Vázquez en noviembre de 2021 durante el acto anual que celebra la Hermandad del Baratillo cuando termina la temporada taurina en España. El acto fue retransmitido por streaming: Video AQUí. En la imagen superior, la talla de San José, con el Niño, donado por Pepe-Hillo en 1774 a la Hermandad del Baratillo.

dios_y_los_toros.txt · Última modificación: 2021/12/17 12:54 por paco