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Enrique Meneses

Enrique Meneses. Nació en Madrid en 1929. No era aficionado taurino “lo cual no significa que no me guste una lidia de renombre”. A los seis años emigró a Francia con sus padres. Tomó la alternativa con 17 años, con un reportaje sobre la muerte de Manolete. Acompañó a Manuel Benítez El Cordobés por tierras francesas y es el autor de un famoso reportaje fotográfico sobre Luis Miguél Dominguín y Picasso. Y recorrió todo el mundo con su cámara. Fue el primer periodista en entrar en Sierra Maestra con Fidel Castro y Che Guevara. Colaboró con docenas de medios entre los que destacaron París Match o la revista Life. Tiene once libros publicados. Falleció en Madrid el 6 de enero de 2012.

Boxeo, toros y yo. Por Enrique Meneses.

En mi vida hay cosas que me han apasionado y otras que me han dejado indiferentes. Algunas que defiendo a rajatabla y otras que dejo que cada cual se las apañe. El periodismo ha sido, y sigue siendo, mi pasión. Como freelance he realizado los reportajes que me atraían, me he interesado por los personajes que destacaban por su personalidad, que no daban o dan encefalograma plano. Dentro de mis aficiones no se encuentran ni el boxeo ni la tauromaquia lo cual no significa que no me guste un buen combate o una lidia de renombre. Así es como “cubrí”, en la jerga periodística, el combate por el título mundial de Pedro Carrasco contra Mando Ramos y seguí a Manuel Benitez, el Cordobés, a principios de 1964 por la Francia taurina, Barcelona y Madrid donde tuvo una cogida durante su presentación en Las Ventas.

Enrique Gil de la Vega, Gilera, el especialista de deportes del ABC tenía que elegir entre un Real Madrid-Manchester United en Gran Bretaña y el combate de Pedro Carrasco por el campeonato del mundo de los pesos ligeros que se celebraba el 18 de febrero de 1972 en Los Ángeles . Torcuato Luca de Tena me pidió hacer la crónica del Ramos-Carrasco pese a que le confesé que no sabía lo que era un “gancho”, un “punch” o un “uppercut“. Utilicé al propio Pedro, descansando en calzoncillos en su cama del hotel, el día mismo del combate, para que me diese un curso intensivo de boxeo. Por cierto que estando los dos solos en la habitación, entró el Morrosko, José Manuel Urtain y me dijo tras la presentación: “¿De verdad eres del ABC? … ¡Te voy a dar una manta de ostias!”. Nunca supe lo que Gilera pudo haber escrito sobre el Tigre de Cestona pero no debió de ser del agrado del peso pesado donostiarra.

Cuando terminó el combate y se dio la victoria al chicano, nos encontramos media docena de periodistas españoles fuera del Sports Arena sin darnos cuenta de que el parking al aire libre se había vaciado muy rápidamente. Llegó el momento de buscar taxis para volver a nuestros respectivos hoteles. Ninguno quería venir a medianoche por aquella zona considerada muy peligrosa. Crucé la calle y desde la cabina telefónica que había junto a una gasolinera, pedí un par de taxis pero ninguno quería saber nada del Sports Arena. Se me ocurrió llamar a la policía y decirles que eramos 6 periodistas y que íbamos a hablar muy mal de Los Ángeles. Les rogué que escoltasen dos taxis hasta aquella zona. Señalé que esperaríamos sentados en una pizzería que yo veía frente a la gasolinera. Tardaron tanto en venir que nos sorprendieron bebiendo cervezas y comiendo italiano. La única solución fue invitar a cenar con nosotros a los policías y los taxistas y así pudimos regresar, de madrugada, al centro de la ciudad.

Tras mi regreso de Estados Unidos, dejando al Presidente John F.Kennedy descansar en el Cementerio de Arlington, tuve que montar la agencia Fotopress para Prensa Española y a la vez seguí a Manuel Benitez, El Cordobés, por las plazas de Arles, Nîmes, Barcelona y Madrid viajando dentro de su propio vehículo donde tenía una litera que ocupaba la anchura del fondo y descansaba en ella de un lugar a otro. Le gustaba que le hablase de la revolución cubana y de la vida en Nueva York. En la muy esperada presentación del torero en Las Ventas, el 20 de mayo de 1964, me subí a lo más alto del graderío con intención de tomar una vista general. Cuando tenía en el visor al fenómeno de Palma del Río, escuché mi nombre gritado por alguien del público. Lo busqué nervioso porque no quería perderme alguna buena foto. Mientras me esforzaba por localizar la persona que me llamaba, el toro cogió a El Cordobés y un grito enorme recorrió la plaza. Yo había perdido la instantánea más importante de mi trabajo aunque no estaba a la distancia adecuada. La persona que me llamaba era Mel Ferrer, el marido de Audrey Hepburn que estaba rodando en Toledo la vida de El Greco y al que hice un reportaje durante la filmación.

En El Cairo, un grupo de colegas se enzarzó en una discusión sobre toros sí o toros no. Para la mayoría, eramos unos salvajes por dar muerte a un animal tan bello que los ingleses paseaban por las Ferias ganaderas con una escarapela en el lomo y, a veces, un premio colgando de su cuello. Por supuesto, como español, los colegas italianos me pidieron contraatacar a los británicos. Les dije que hablábamos de dos especies diferentes dentro de los bovinos. Aunque todos son descendientes del uro europeo, la selección a lo largo de tres siglos ha hecho que su bravura le distinga de los bovinos machos que se premian en la campiña inglesa.

Si creen que el toro de lidia es el mismo que se cría en el resto de Europa, les dije, que prueben ordeñar un litro de leche de la hembra. Les invito un mes de vacaciones en España si lo consiguen. Nadie se ofreció para intentarlo. Hoy, en el Parlament de Cataluña, se prohibieron las corridas de toros a partir de 2012. Me viene a la mente la consigna del mayo 68: “Prohibido prohibir”. Y mientras tanto seguirán los festejos taurinos, los “corre bous” de los pueblos, algunos como los “embolats” que atormentan a los animales con bolas de fuego en los cuernos. Pero … “escolti, ¡el vot es el vot!”

©Pablo Picasso y Luis Miguel Dominguín en Arles.Fotografía de Enrique Meneses, 1958.

La Mirada de… Texto de Juan Pelegrín.

Por las venas de Enrique Meneses corren titulares, negativos y tipos de imprenta. Asegura haber nacido, como quien dice, en una redacción. Su padre fue exiliado a Francia cuando él contaba con menos de siete años. Al llegar a París montaron una agencia de prensa en la mitad de un piso; la otra mitad era su casa. Enrique Meneses desayunaba, comía y cenaba con la información. Durante esa infancia a cinco columnas desarrolla la pasión por el periodismo que le acompaña hasta hoy.

Tomó la alternativa con 17 años, con un reportaje sobre la muerte de Manolete. “Cogí un taxi y me fui a Linares. Me costó 450 pesetas ir, pasar la noche en los pasillos del hospital y volver”. Recuerda que “el taxista hizo un precio especial porque era Manoletista”. Enrique Meneses no era aficionado a los toros pero sí “captaba qué era de lo que hablaba la gente en la calle y la muerte de Manolete fue un tema que puso de luto a toda España”. Intuición.

A pesar de esa nula afición, en sus numerosos viajes por el mundo ha tenido el impulso de defender alguna vez la fiesta de los ataques que sufría en los medios extranjeros. En una ocasión, trabajando en Egipto, llegó incluso a publicar un artículo en Il Giorno de Milán, en el que “invitaba a pasar un mes de vacaciones a todo el que fuera capaz de ordeñar a una vaca Brava”. Lo hizo para demostrar las diferencias entre el toro bravo y el resto de razas, como esas “a las que pasean por los concursos atadas de la nariz con una cuerda”. Naturalmente, nadie se presentó para intentar disfrutar de esas vacaciones pagadas.

Sus contactos con los toros han sido esporádicos en su carrera profesional, pero sí tuvo el encargo de seguir a El Cordobés por las plazas del sur de Francia. De sus días con el matador recuerda “que le interesaba muchísimo la historia de Fidel Castro. Él se tumbaba en el coche y yo me sentaba a su lado mientras íbamos charlando de Sierra Maestra”. El viaje finalizó con la cogida de El Cordobés en Madrid.

Las entradas de aquella tarde descansan entre sus recuerdos junto con las acreditaciones de la Casa Blanca para cubrir el funeral de JFK.

Jamás le puso el cuero (la funda) a sus cámaras porque tienen que estar siempre preparadas para disparar: “No hay que quitar el ojo de la cámara, tienes que estar alerta, y esperar, siempre atento, a que la suerte te vaya dando las fotos”.

La suerte es un factor nada despreciable en la vida de un fotógrafo y fue ella quien le puso en bandeja la imagen que acompaña este artículo. “Yo estaba haciendo por encargo un reportaje con Luís Miguel Dominguín y de repente apareció Picasso con el dálmata”. Cuando Picasso le puso el perro en los brazos a Dominguín supo que tenía una foto importante. “Es –asegura– una de esas que salen porque estás allí y te la trae el azar”.

Desde hace cinco años gestiona un blog (http://www.enriquemeneses.com) en el que se le amontonan los lectores. Todas sus entradas laten con aquella pasión por la información que le nació de niño.

Recolecta el material para sus análisis de las más de 10 horas al día que suele pasar navegando por la red y de las parabólicas que le traen las noticias de todos los rincones del planeta. Él ya los ha visitado casi todos, desde que su vuelta al mundo comenzara en Linares, la noche de la muerte de Manolete.

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El reportero Enrique Meneses (derecha) habla con Fidel Castro (izquierda) y su hermano Raul, en Sierra Maestra.


Fotografía taurina.

enrique_meneses.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:14 (editor externo)