El Diario Montañés, 29/07/12
Después de estoquear en solitario y con éxito seis toros en el coso de Valencia, transcurrida la noche, descubiertos infinitos e ignorados dolores, Iván Fandiño viaja por carretera a Tudela. Fiel a su palabra, el torero vizcaíno atiende por teléfono a este periódico para comentar, además de la repercusión de un laborioso y ansiado triunfo, su próximo debut en el ruedo de Cuatro Caminos. Una vieja ilusión que esta tarde verá cumplida. Será cuando las manecillas del reloj marquen las 18.30.
-El segundo y el tercer toro de su «encerrona» valenciana le propinaron sendas palizas, ¿cómo se encuentra? -Dolorido. Esta mañana, cuando me he levantado de la cama, no podía con mi vida, no me podía ni mover, pero bueno. mi obligación de torero es sobreponerme a las adversidades. Lo importante es que mi cabeza ya está centrada en la tarde de hoy (por ayer) en Tudela y en mañana (por hoy). donde por fin debutaré en Santander. (Iván Fandiño amaneció a las siete de la mañana para salir a correr por una de las playas valencianas).
-Al final van y va a tener razón. Usted no es torero de hierro -modo con el que generalmente se denomina a los toreros vizcaínos forjados a la sombra de los Altos Hornos-, es de acero. -Bueno, bueno. antes de iniciar el paseíllo tenía muy claro mi objetivo: abrir la puerta grande de Valencia. A pesar de las infinitas dificultades que se cruzaron en mi camino, estaba dispuesto a remar contra viento y marea, con tal de culminar la tarde con la salida a hombros. Por nada del mundo iba a consentir que las circunstancias me ganaran la partida. Lo de hierro o acero es algo para los cronistas.
-Intenso calor, viento racheado, tormenta, un toro de Fuente Ymbro que se partió el pitón derecho, otro que saltó al callejón, las dos volteretas. ¿Qué más temió que le sucediera? -No lo sé. Poco más pudo suceder. bueno sí, que me quedara solo en la plaza. Fuera bromas, fue una corrida tremendamente exigente y dura en el aspecto psicológico. Además, ninguno de los toros de la corrida, de tres hierros distintos, dio muchas facilidades para alcanzar el triunfo, que finalmente alcancé.
-Cuando se anunció su generoso ofrecimiento, fueron muchos los reparos y críticas recibidas. ¿Mal asunto si no se sabe valorar el gesto de un torero? -Las críticas hay que saberlas aceptar. La realidad es como es, no como uno quiere que sea. Mire, cuando conocí la desgracia de mi compañero Javier Castaño -convaleciente de un percance, el torero salmantino debió renunciar al «mano a mano»- lo primero que pensé es que los tres hierros anunciados eran los que en su día propuse a la Junta Administrativa de la plaza de toros de Bilbao para mi encerrona del pasado mes de junio. Era una oportunidad de oro para demostrar que mi propuesta era la idónea.
-En su determinación de lidiar en solitario los seis toros, ¿pesó el discreto resultado de su «encerrona» bilbaína? -Por supuesto. ¿Para qué voy a decir lo contrario? En Bilbao no salieron las cosas como estaban previstas, aunque con el paso tiempo creo que el análisis de lo que ocurrió en Vista Alegre tendrá otra lectura. No me podía quedar con ese sabor de boca tan agridulce, necesitaba resarcirme, aunque personalmente creo que no me dejé nada en el tintero; lejos de lo que algunas crónicas afirmaron, me entregué en cuerpo y alma.
-De vuelta a su encerrona valenciana. Después de arrastrar al cuarto toro, su casillero estaba en blanco. ¿Aparecieron los fantasmas? -No los vi, pero sí es cierto que algo de preocupación pasó por mi cabeza. Lo que hice fue repetirme incesantemente que debía mantener la calma y que, a nada que me ayudara un toro, cambiaría el signo de la corrida.
-Hábleme del quinto toro, del momento en el que comenzó a cambiar el argumento de la corrida. -Fue un toro -marcado con el hierro de Fuente Ymbro- muy complejo y en un momento de la corrida en el que sopló muy fuerte el aire. El astado, al finalizar las embestidas, derrotó con el pitón de fuera. Es cierto que me tropezó la muleta, pero fue algo intencionado; si le quitaba la muleta de la cara para que no me topara, se me quedaba en la cadera y no terminaba de emplearse. Fue una labor, más que de profundidad, de gran intensa y de mucho trasfondo. Llegó mucho a los tendidos.
-¿Y el sexto? ¿Cómo fue su lidia al toro de Alcurrucén? -Con él sí pude imprimir a mi labor el sello 'Iván Fandiño'. Las dos primeras tandas tuvieron profundidad y expresión y, según el toro fue tardeando, pude echarle la muleta al hocico para traerlo muy enganchado, embebido en los vuelos, y toreado. Fue un toro agradecido y con transmisión que me permitió vaciarme y demostrar que yo no fui a la plaza a pasar la tarde. -Leídas la mayor parte de las crónicas del festejo. Uno se queda con la sensación de que usted molesta mucho. ¿Le sucede lo mismo? -De verdad que no soy yo la persona apropiada para realizar ninguna valoración. Lo que está claro es que cuando uno viene arreando por detrás, incomoda. Nadie quiere perder su sitio, ni renunciar a ciertas comodidades que te ofrece estar en lo más alto del escalafón. Es evidente que el hecho de que quiera entrar en sus carteles, tiene que molestar.
-Imagino que le advirtieron que el camino a la gloria iba a ser muy duro. ¿Cuánto más arriba más dura es la batalla? -Sin lugar a dudas. Ahora mismo estoy viviendo un momento muy complicado, me está costando un mundo llegar hasta lo más arriba. -Cambiemos de tercio. Llega el momento de su debut en Cuatro Caminos, ¿no hay túnel que dure cien años? -Ni cuerpo que los aguante. Estoy muy ilusionado. Llevaba mucho tiempo persiguiendo mi inclusión en los carteles de la Feria de Santiago.
Iván Fandiño. Ficha Técnica