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ficha_tecnica_y_cronicas_del_festejo_23_03_2008

Festejo de abono

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Tarde del 23 de marzo de 2008

Domingo de Resurrección

Corrida de toros

Ganadería: Toros de Zalduendo (bien presentados, flojos y descastados).

Diestros:

Ponce. Estocada entera (silencio); media estocada tendida (Silencio).

El Cid. Estocada tendida y atravesada (oreja); estocada entera (saludos desde el tercio).

Alejandro Talavante. Estocada tendida, tres descabellos (palmas); pinchazo, estocada atravesada, dos descabellos (silencio).

Presidente: Juan Murillo.

Tiempo: desapacible, frío.

Entrada: hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: El Mundo, Diario de Sevilla, El País.

PUERTA DE ARRASTRE. Por Santiago Sánchez Traver

Comienza la temporada, con una tarde fresquita pero esplendorosa. Una más y se cumplieron setenta y cinco con la empresa Pagés. Los toros de Zalduendo, flojos y con poca casta, casi estropean del todo el festejo. Hubo uno que se llamaba “Matador”, ironías del destino, al que su matador, que tiene nombre de héroe histórico despues de muerto, El Cid, le cortó una oreja. Al otro también le realizó la faena justa y necesaria: no había para más. Recupera el de Salteras el crédito esta temporada en su plaza talismán. Cuál es la mano que busca en el sombrero, no la que mece la cuna. De Ponce y Talavante nada que decir. Ni tuvieron toros ni dijeron nada. Preocupa más lo del extremeño. Me dicen que la reventa tuvo que liquidar de saldo en la puerta, a pesar de que no había una entrada. Y es que faltaron quinientos de Madrid que habrían mejorado las ganancias de aquella. Había un cartelazo en Madrid y otro en Málaga. Milagros del AVE, que ya llega a cualquier parte. Y no como antes.

LOS PROTAGONISTAS. Por Emilio Trigo

Erique Ponce. El maestro valenciano se encontraba contrariado por el nefasto juego de sus toros a término del festejo. Sus declaraciones antes de abandonar la plaza fueron las siguientes: “Todo se resume en pocas palabras, realmente han sido dos toros imposibles a los que no se les podía sacar absolutamente nada. Además el primero, para colmo, ha tenido bastante peligro con unas miradas de guasa. El segundo se rajó muy pronto y se fue a tablas, aunque intenté sacarlo para el tercio pero al final tuve que aprovechar la querencia del toro por los adentros, pero todo el mundo ha visto que ni por dentro ni por fuera.” Con lo único que estaba menos apenado era con algunos escasos lances que le dejaron dar sus toros: “Al menos en el cuarto me he sentido a gusto al llevarlo al caballo, pero sobre todo al rematar el quite donde Sevilla ha respondido, pero no queda más que pensar en la próxima.”

Manuel Jesús “ El Cid”. Por su parte Manuel Jesús ‘El Cid’ se encontraba más sonriente que sus compañeros al final de la corrida por su triunfo cosechado. “El primero de mi lote ha sido el único toro que medio se ha desplazado de todo el festejo, porque realmente, a pesar de haberle cortado una oreja, se puede decir que ha sido una tarde decepcionante por el juego del ganado de Zalduendo. Al segundo de la tarde le he aprovechado las diez arrancadas que tenía, sobre todo por el pitón izquierdo, donde me he sentido a gusto en algunos compases. Y sobre todo me siento satisfecho de cómo he ejecutado la suerte suprema porque a los dos toros los he matado por arriba.” ‘El Cid’ valoraba positivamente venir a Sevilla y cortar esa primera oreja: “Siempre es un orgullo y una gran satisfacción venir a La Maestranza y tocar pelo, aunque la verdad, que todos esperábamos mucho más de los toros de hoy.”

Alejandro Talavante. Antonio Corbacho, su apoderado: El extremeño que cerraba cartel en el día de ayer no quiso hacer declaraciones a la finalización del mismo por el mal juego de su lote. Su apoderado, Antonio Corbacho, explicaba el enfado del diestro. “Es normal que Alejandro esté enfadado. Vienes con muchísimas ganas a esta corrida pensando en que va a suceder algo grande y realmente te estrellas contra unos toros imposibles. Con estos enemigos que nos han tocado en suerte ni el que inventó el toreo es capaz de triunfar. Lo mínimo que se le exige a un toro, entre otras cosas, es que se mueva y estos no han tenido ni eso, además de carecer de casta y estar justísimos de fuerza. Lo triste de esto es que la gente acude muy ilusionada al igual que los toreros y todos nos vamos cabizbajos y pensando en el siguiente festejo.”

LO MEJOR Y LO PEOR. Por Carlos Javier Trejo

Año tras año la plaza luce esplendorosa en esta fecha particular. Aunque año tras año también, de nuevo corrida de Resurrección: corrida de decepción. Cabe destacar en lo positivo que los toros hayan salido con la divisa (rectificar es de sabios). Hoy lucían esplendorosas en los morrillos de los morlacos. Al igual que el año pasado, sólo “El Cid” tocó pelo, no es de extrañar teniendo en cuenta el momento que atraviesa. Sin probaturas para torear con la zurda en su 2º, e igualmente con la diestra en el 5º, aunque sin repetir suerte dado que el burel duró un suspiro. Si continúa en esa línea, puede ser el de Salteras el dueño y señor de la Feria: “aviso a navegantes”. De Ponce salvamos la manera de dejar al toro en el caballo en su 2º, toreándolo por delante, fijándolo en el capote de manera primorosa para dejarlo en suerte muy toreramente, y un quite por delantales, también de bella ejecución.

Nuevo desastre ganadero de “Zalduendo”, al igual que el año pasado. Poco ha variado la nota de la corrida. Descastada, justa de fuerza, mansa y rajada en algunos momentos. Qué distinto todo de aquel zalduendo llamado “Jarabito”, uno de los toros de referencia en mi mente de aficionado. Poco han podido hacer los diestros ante tal material. El enfado de Ponce en su 2º quizás lo debiera haber protagonizado en el que abrió plaza…y Talavante ha divagado toda la tarde sin pasar el umbral de la discreción, unas veces por la mansedumbre de su oponente y otras por la falta de conexión con los tendidos. Confiemos que los hermanos de camada que esperan para la semana de farolillos cambien el sino de la ganadería.

Crónicas de la prensa

El País.ANTONIO LORCA. La fiesta moderna

La plaza de la Maestranza, como cada año, de dulce. La expectación, por las nubes; los tendidos, a rebosar, y la reventa…, sólo para el bolsillo de los de la lista de Forbes.

Pero los toros, ay, justísimos de todo: de hechuras, de pitones, de fuerza, de casta y de bravura; y sobrados de dulzura y bondad. Vamos, una birria. Y justito, muy justito, también, el toreo, la emoción y el triunfo.

Éste es el sino de la fiesta moderna: cuanto más se llenan las plazas de público triunfalista, más recortaditos y suaves se eligen los toros, y menos pasión se palpa.

Ayer, por ejemplo, no se le puede poner un pero a la actuación de El Cid. Es un torero cuajado, maduro y artista. Toreó bien con el capote y la muleta y mató a sus dos toros con soltura y brevedad. Una orejita cortó, con todo el respeto, pero sólo una orejita. Y el caso es que basó la faena a su primer toro sobre la mano zurda y consiguió varias tandas largas y perfectamente ligadas con el de pecho. Entendió a la perfección a su oponente y se mostró sobresaliente de conocimientos, pero su labor no emocionó porque aquello, más que una pelea a ley entre un toro bravo y un torero valiente, era como un niño jugando con un toro de peluche.

Y si dulce fue la embestida de ése, almíbar llevaba en su corto recorrido el quinto. Perfecto el torero, pero lo suyo era un toreo de salón, sin alma. Si jugó con el segundo, a éste lo acarició. Y las caricias, ya se sabe, sólo emocionan a quien las recibe. Cuando el animal expiró, pocos pañuelos asomaron. Y mira que había toreado bien El Cid, pero de salón.

De salón sabe mucho Enrique Ponce, inteligente donde los haya, técnica pura y cabeza privilegiada. Le tocó el peor lote. A sus dos toros los estudió concienzudamente, mostró las escasas condiciones de ambos, robó algunos naturales a su primero e intentó frenar las huidas del manso cuarto. Toda una lección de un catedrático; sólo que aquello no era una clase, sino un espectáculo al que el público acude para divertirse. Y diversión hubo poca.

Y el que menos divirtió fue Talavante. Tampoco es que su lote fuera para tirar cohetes, pero el torero se mostró como anodino, muy envarado, tosco, con la muleta retrasada y con la impresión de que nunca se empleó a fondo. Muy acelerado, con muchas ganas de acabar a su parado sexto. Por cierto, este toro lo brindó al público y sólo él sabrá por qué. Porque se suelen brindar los toros de triunfo y ése, sobre el papel, no lo era. También El Cid brindó su primero, y unos entendidos afirmaban que lo hacía por respeto a Sevilla, y otros, porque venía a triunfar. Y la verdad es que cortó una oreja; de poco peso, pero oreja.

Se acabó la primera función de la fiesta moderna. Toros que producen lástima; tendidos que creen que la diversión es que toque la banda de música, y toreros muy cómodos que buscan el triunfo en la lotería de una ganadería comercial con el deseo que toque la flauta de un toro encastado, noble y que permita el toreo de hoy. Mientras eso ocurre, suceden tardes como la de ayer, preciosa de luz y mujeres guapas, pero triste y fea por falta de toros bravos y toreros valientes y artistas.


El Mundo. CARLOS CRIVELL. El Cid brilla en una corrida sin toros

La corrida de Zalduendo no dejó muchas opciones a la terna y sólo la actitud de Manuel Jesús «El Cid» salvó una corrida que brilló más en el ambiente que en el contenido. La ilusión y expectación que había generado el festejo se evaporó conforme salían al ruedo las descastadas reses de Fernando Domecq, que en esta ocasión no ha justificado su doble contratación para el ciclo ferial.

La corrida falló en la presentación y en las hechuras. El toro que abrió la temporada en la Maestranza era impropio de este coso. Ni estaba rematado en su trapío ni las hechuras eran las de un toro nacido para embestir como bravo. Algunos de sus hermanos mejoraron estos detalles, pero el comportamiento fue malo: unos, mansos; otros, sin calidad; la mayoría, flojos y descastados.

Para el ganadero debe ser una llamada de atención. Las figuras torean estos toros con suficiencia y tranquilidad, pero no es así como se engrandece el toreo, que está necesitado de casta y bravura.

El Cid le cortó la oreja al primero de su lote por una faena basada en la mano izquierda en tandas de mucho temple con perfectos pases de pecho en los remates. No fue igual el toreo sobre la diestra. El Cid estuvo torero y la plaza se lo agradeció desde el primer muletazo. La estocada tuvo mucha culpa en la petición de una oreja algo generosa.

Esa misma plaza que tanto se entregó al de Salteras en su primer toro estuvo fría en el quinto. El burraco fue noble, aunque las fuerzas eran muy escasas. El Cid planteó la faena desde el principio sobre el pitón derecho y algunos pases fueron de calidad. Fue una labor meritoria por la forma de entender y llevar al toro embebido en la franela. Sin embargo, ahora faltó calor en el público, probablemente porque a esas horas estaba helado por frío reinante. De nuevo brilló en los pases de pecho ligados de pitón a rabo. Y de nuevo estuvo contundente con la espada. A El Cid le faltó el toro en este comienzo de temporada. No hay ninguna duda de su capacidad torera. Para Ponce la tarde fue de quiero y no puedo. En principio, por el estilo de sus dos zalduendos, aunque de Ponce siempre se puede esperar mucho más.

El esmirriado astado que inauguró el año en Sevilla salió dormido. Campó a sus anchas por la plaza como sonámbulo sin entrega en las suertes. Ponce planteó su faena sin apreturas, distante, tan frío como la misma tarde. El toro no repetía ni Ponce ponía mucho empeño en que lo hiciera. Así, de uno en uno, pasó la faena. El cuarto se fue a las tablas. En semejantes terrenos lo intentó sin mucha convicción. Ni tuvo toro ni fue el torero que se podría esperar en esta solemne ocasión. Talavante pasó sin decir nada. Se lidió mal el tercero y el animal lo acusó huyendo a los terrenos de sol. La faena fue de pases sueltos en el estilo del extremeño. La plaza, que parecía dormida, se despertó para pedirle que lo matara.

El sexto embestía por compromiso. No se sabe si era así su condición o se quedó hipnotizado ante la muleta de Talavante. La gente estaba aterida de frío. El torero echó un jarro de agua helada al personal. Pases y más pases sin ton ni son. De nuevo, cuando la paciencia popular llegó a su límite se le pidió con descaro que acabara con su desafinado concierto. Talavante es un torero peculiar; o está muy bien o está muy mal. Este año, en lo poco que ha corrido la temporada, ha estado más veces mal que bien.

Hizo tanto frío y los contenidos fueron tan escasos que el final del festejo fue un alivio para la afición. El Cid salvó su honor y pudo comprobar que Sevilla le respeta. Del resto de la corrida, nada quedará. Lo primero es el toro. Si éste se ausenta, la Fiesta no tiene sentido. Es un toque de atención para todos. Queda toda la Feria por delante. Todas las corridas no tendrán un público tan bondadoso.


Diario de Sevilla. LUIS NIETO. El Cid salva un frío espectáculo

El Cid entró a ley en la suerte suprema con su primer toro, al que enterró el acero hasta la empuñadura en una estocada soberbia. Del olor del incienso pasamos al del habano. De la bulla de la Semana Santa al llenazo en los tendidos de la Maestranza. Y de la lluvia que rasgó el lucimiento del Sábado Santo a una tarde taurina que acabó fría y en la que también acabó descendiendo gradualmente el termómetro de la pasión, quedando la sensación de un festejo gélido y desangelado, muy distante de la tremenda expectación que había levantado, con cartel de no hay billetes y la reventa por las nubes. En el espectáculo, con pocos momentos puntuales de contenido artístico, el escaso calor emocional afloró con el temple del toreo al natural de El Cid, que remató una faena premiada con una oreja, única del festejo y primera de la temporada, tras una gran estocada.

La corrida estuvo marcada por el escaso fondo de los toros de Zalduendo -propiedad de Fernando Domecq-, divisa que lidiará otra corrida el próximo 9 de abril y que repetía este año en la tradicional corrida del Domingo de Resurrección, pese a que la pasada edición no había cosechado éxito. Por cierto, como noticia reseñable, los toros lucieron su correspondiente divisa -encarnada y azul-, algo que se había desechado por parte de la empresa tras la entrada del Reglamento Andaluz hace un par de temporadas.

El sevillano El Cid consiguió salir airoso, ante el mejor lote, en su primera batalla en feudo propio, la Maestranza, en un abono en el que está anunciado nada menos que en cinco ocasiones en la temporada. Con su primer toro, de gran nobleza, pero que debió cuidar en el tercio de varas, por su falta de poder, el saltereño consiguió los mejores pasajes de la tarde. Tras una primera tanda con la izquierda, sonó de inmediato la música. Brilló en una segunda serie, con dos bellísimos naturales, engarzados con un farol y el pase de pecho. Y, relajado, en el mismo platillo, dibujó de nuevo muletazos muy suaves en otra serie más larga y dividida en dos. En los cierres de las tandas hubo buenos pases de pecho. Con la diestra, el torero obligó al animal en una tanda de mano baja. No hubo más, salvo una preciosa trincherilla intercalada en el epílogo. La obra la rubricó con una estocada soberbia hasta la empuñadura. Petición de oreja y premio concedido y merecido.

El Cid también tuvo que cuidar mucho al quinto, un ejemplar manejable, que se apagó pronto. Lo mejor fueron los lances de recibo a la verónica, los únicos con entidad en todo el festejo. En la desigual faena destacó en una serie al natural muy templada. Tras la que el animal se apagó. Alargó la labor en un par de tandas más por cada pitón, sin que aquello calara en el público, que le ovacionó por su esfuerzo y por otra buena estocada.

El valenciano Enrique Ponce llegaba como triunfador de las Fallas. No dejó huella. Labor superficial y despegada ante el toro que abrió plaza, sin brío y rajado, con algunos muletazos en los que lo sometió. Con el cuarto, un mulo con cuernos, puso empeño, con gritos de algún espectador que le reprochaba el abuso del pico.

Alejandro Talavante no acertó con su primero, manso, que iba y venía, sin que el diestro se impusiera. Labor sin chispa y carente de emoción. El sexto fue un regalito: protestón, sin humillar y parado, cuando embestía lo hacía con la cabeza por las nubes.

Precisamente por las nubes de la expectación comenzó la corrida, que acabó con el chaparrón del mal juego de los toros de Zalduendo.


ABC. VICENTE ZABALA DE LA SERNA. Sólo El Cid templó Sevilla con su zurda

La fría tarde de este madrugador Domingo de Resurrección no se calentó nunca en Sevilla ni en el ruedo ni en los apretados tendidos. Sólo El Cid templó el ambiente con su izquierda. Un Cid iluminado en el escenario de la Maestranza, serena madurez, otro estar y otra luz y apostura distintos a los de Valencia, donde la suerte no le sonrió como ayer. Una sonrisa tibia, pero generosa en proporción a cómo salió el resto de la mansa y rajada corrida de Zalduendo. El lote fue el suyo, dentro de un orden. Un toro descolgado, largo y estirado de carnes, justo de fuerza, fue lidiado con esmero y medido con milimétricas dosis por El Boni, que lo administró a la perfección: ni un capotazo necesitó para colocarlo en el primer par, andándole por la cara.

Cid se abrió con él a los medios con un buen principio, pase de la firma rubricado con buen aire y una trinchera muy torera. La zurda pronto toreó muy en largo, suave y ligado; embarcadas por derecho y por delante, las embestidas se prolongaban quizá un tanto en línea para ayudar, que el zalduendo guardaba la casta justa para emplearse por abajo. Cuando el diestro de Salteras se la echó al hocico y arrastró las telas mediada la faena, templadísimo y por abajo, el toro lo acusó. Y , de hecho, terminó rajadito, no sin antes obligar a El Cid a recolocarse para provocarle algo más al pitón contrario. Todavía lo apuró en derechazos en el momento exacto en que el noble domecq volvía ya grupas. Un espadazo por arriba y una oreja de justicia para compensar los únicos oles que se escucharon con sinceridad en la tarde, dedicados a su toreo al natural.

Bien voló el capote El Cid a la verónica en el saludo al quinto, cogido por alfileres y escogido con mimo por su poca cara. No sería el único. Rafael Perea «El Boni» se gustó con las banderillas, y si llega a rematar el torero planteamiento del segundo par, suena la música, seguro. Manuel Jesús Cid fue todo mimo con su bondad. Curvó más el trazo en una tanda de naturales a la cadera, pero el torete perdía gas a marchas forzadas y no pudo haber más. Sobrado el torero, se puso ojedista, por aquí y por allá, pelín abusón, con la llama apagada de la bravura. Salió airoso con una faena que sacó el jugo entero, que fue escaso, de aquel amigo.

Enrique Ponce, que venía lanzado como un cohete de Fallas, se frenó en seco con el pobre material con que se encontró. Enmorrillado y sin cuello, el primero se distraía, no quería caballo y se salía sueltecito del capote del maestro, que se empleó en encelarlo y conducirlo al peto. El silencio de la Maestranza empataba en baja temperatura con el clima; las voces que dirigían la brega sonaban por momentos a plaza cerrada, un eco de tentadero lejano de Salamanca. Ponce uso las fórmulas de taparle mucho la querencia, con la muleta puesta a su altura, que no era precisamente humillada. En redondo parecía que aquello iba a levantar el vuelo, pero al final cantaba siempre la gallina: mansedumbre. Nada para la que lució el cuarto desde que pisó el albero, un feo toro silleto, hecho en escalones y sin seriedad por delante. José María Tejero se ha convertido en un tercero eficaz que asa con potencia a los toros con los palos. Evidentemente, el motivo de que el de Zalduendo se rajase no fue ése. ¿Quién dijo «zalcuento»? No hubo ni por dónde meterle mano. Lo más bello de la lidia fueron unos delantales, llamado también por los viejos revisteros el quite del mandil, que Ponce selló con una revolera garbosa.

El garbo que no halló por ninguna parte Alejandro Talavante. Qué malamente anduvo. Sus avíos responden a la talla XXL, y encima no los maneja con soltura; del capote mejor ni hablar. El castañito y engatillado tercero tuvo su motor de empuje en principio, se arrancaba con brío y empujó en el caballo en los dos puyazos. Falsas apariencias: buscó tablas nada más arrancar la faena. Y allí, donde el toro quiso, se fue Talavante, telonazo va y telonazo viene. De mitad de viaje en adelante, el toro tiraba un tornillazo que no se sabe aún a estas horas si justifica tantísimos enganchones en su (mal) trato y pésima brega. Al mugidor sexto, el de mayor presencia, ni lo picaron. Y ni por ésas. Menos mal que ahora en Sevilla las corridas se compran a pares, y así don Fernando Domecq tendrá la oportunidad de desquitarse en abril…


Sevilla Temporada 2008

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