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Julian Schnabel

Cartel de la Temporada 2021 en Sevilla. En palabras de su autor, “un trazo rápido que evoca un aire goyesco cuya plsticidad pone una vez más sobre el tapete que el arte de los toros dialoga a las mil maravillas con los planteamientos pictóricos”.

Julian Schnabel, el más torero de todos

ABC, 4/03/2021. Por Laura Revuelta. Me encanta el nombre de la casa de Julian Schnabel en Nueva York -la ciudad donde nació, en 1951-, en el Greenwich Village: Palazzo Chupi. Le ‘pega’, todo porque él es un artista que lo mismo resulta muy ‘chupi’, se mueve entre las aguas del glamur como pez en el agua, que da el chupinazo y sorprende a todos con un golpe de efecto, y he aquí la última demostración. Su personalidad se mueve de aquí para allá. Salta tanto o más que aquellos creadores del Renacimiento con quienes le han comparado una y mil veces. Se aburre y se divierte a partes iguales. Se repite y se renueva a su antojo; así nos lo cuenta, por ejemplo, el documental que sobre su vida y obra se puede ver en Netflix (A Private Portrait). En su último requiebro, o golpe de efecto, ha vuelto a saltar al ruedo, a coquetear con el mundo de los toros. Fue el año pasado cuando la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, dueña de la famosa plaza de toros de la ciudad, tomó la iniciativa de encargar el cartel de la feria taurina a un artista contemporáneo. En 2020, año en el que la institución celebró su 350 aniversario, el alemán Albert Oehlen fue el elegido para tan innovador proyecto.

La pandemia impidió que se celebraran los festejos programados, pero la imagen un tanto futurista creada por Oehlen colgó por todas partes y vino a corroborar, una vez más, que la ‘vieja’ tauromaquia hace muy buenas migas con los artistas de las vanguardias, y no hace falta poner muchos antecedentes sobre la mesa: de Goya a Picasso, sin olvidar el más próximo en el tiempo, Miquel Barceló. Para este 2021, es Julian Schnabel quien toma el relevo y regresa a una plaza taurina en la que ya había hecho de las suyas. Nimes le encargó un ‘afiche’ en 1989 (quien quiera hacerse con una copia, aquí va el ‘chivatazo’ de que lo puede encontrar en eBay).

Schnabel está en Nueva York, en el Palazzo Chupi, y mientras atiende mi llamada se nota que está también ocupado con varios asuntos familiares. Entre ellos, por el murmullo que se escucha de fondo, cuidar a alguno de sus nietos. Para que se hagan una idea aquellos que no han oído hablar ni han visto antes una imagen de este Palazzo Chupi, se lo describo: una suerte de típica construcción veneciana que se levanta en pleno Manhattan sobre una clásica nave industrial de la zona. Un delirio arquitectónico, cuya fachada es de color rojo y en la que se abren estilizadas ventanas seudogóticas. En alguna de esas plantas y estancias, se debe encontrar Schnabel, quizá acomodado en uno de los butacones por él diseñados y a la sombra de alguna de sus inmensas creaciones pictóricas, en las que la materia se ensambla con trozos de platos o tazas de cerámica. Aquellos cuadros que le dieron fama le hicieron dueño de un estilo inconfundible en la décadas de los 80 y 90 y por los que se pagaron auténticas fortunas.

Obviamente, le pregunto por Sevilla y por esa Real Maestranza que le ha hecho el encargo, y él me comenta que su relación con la ciudad española «viene de largo y es muy fuerte. Se inicia cuando hago mi exposición para el Cuartel del Carmen». Aquella espectacular muestra, comisariada por Kevin Power, aún resuena en la memoria. Habla de tiempos en los que se hacían las cosas a lo grande y en los que artistas como Schnabel se movían a sus anchas en los escenarios más grandilocuentes. Él mismo recuerda que «en aquellos días fui a ver muchas corridas de toros. Me vienen a la cabeza los nombres de Rafael de Paula y de Curro Romero». Entiendo que todos estos detalles le han inspirado de una manera u otra. Él prosigue dando vueltas a la memoria y rescata de la misma aquella imagen con su hijo Vito a los cinco años -ahora tiene treinta y cuatro y va tan en la estela de su padre que es marchante de arte en la Gran Manzana, dueño de una galería, y novio de las más despampanantes mujeres- en una corrida de César Rincón en la que «cortó dos orejas y, desde entonces, es uno de mis toreros favoritos. Toreaba muy cerca… Aquello era muy impresionante», remata Schnabel.

Si quedaba alguna duda sobre sus conocimientos taurinos, rápidamente saca a escena que tiene una colección de trajes de luces y destaca uno de Ordóñez (padre), o que admira desde muy pequeño, desde que tenía siete años, a Juan Belmonte. Todo son nombres y palabras mayores en el viejo arte del toreo. Schnabel no es un espontáneo en estas lides y eso se nota en el tono que ha querido conferir a este cartel para la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Un trazo rápido que evoca, como él mismo explica, un aire goyesco, cuya plasticidad pone una vez más sobre el tapete que el arte de los toros dialoga a las mil maravillas con los planteamientos pictóricos. Sin duda, Schnabel es el más torero de todos y da, como pocos saben hacerlo, una vuelta al ruedo con honores incluidos.

Julian Schnabel regresa a Sevilla con el cartel de la temporada taurina de 2021

ABC, 3/03/2021. Por J. Morillo. La obra de Julian Schnabel, uno de los creadores más reconocidos de la escena neoyorquina de los años 80 junto a Jean Michel Basquiat, va a regresar en las próximas semanas a Sevilla de la mano de la Real Maestranza de Caballería. El artista estadounidense, nacido en la Gran Manzana en 1951 y uno de los artistas más cotizados, ha recibido el encargo de esta real corporación para diseñar el cartel de la temporada taurina de la capital hispalense, que se presentará de manera oficial próximamente, pero que ya adelantó el pasado fin de semana ABC Cultural.

De esta forma, la obra del pintor neoexpresionista regresa a Sevilla, en la que realizó en 1988 su primera individual en España. Aquella exposición ha adquirido con el paso de los años caracteres de legendaria en la ciudad, tanto por los implicados como por la ubicación: un entonces ruinoso Cuartel del Carmen que, reformado años después, se convertiría en sede del Conservatorio Superior de Música y Escuela Superior de Arte Dramático.

La muestra, titulada ‘Reconocimientos’, fue el punto de partida de la relación con Sevilla de Julian Schnabel, también cineasta de éxito gracias a una carrera que inició con el aplauso de la crítica y los grandes festivales con títulos como ‘Basquiat’ (1996) y ‘Antes de que anochezca’ (2000).

Tal como reconocía el artista días atrás a la redactora jefe de ABC Cultural, Laura Revuelta, su vínculo con la capital andaluza «es muy fuerte» y «se inicia cuando hago mi exposición para el Cuartel del Carmen».

Aquel 1988, el neoyorquino, que es aficionado a la Fiesta, añade en esa conversación, acudió «a ver muchas corridas de toros. Me vienen a la cabeza los nombres de Rafael de Paula y Curro Romero», en unos días de los que también evoca Julian Schnabel una corrida del colombiano César Rincón. «Cortó dos orejas y, desde entonces, es uno de mis toreros favoritos. Toreaba muy de cerca… Aquello era muy impresionante».

Pero la afición taurina del artista va más allá, pues relató a Laura Revuelta que atesora una colección de trajes de luces, entre los que destaca uno de Ordóñez, y que admira desde los siete años de edad a Juan Belmonte.

Para su cartel de la Real Maestranza de Sevilla, el creador ha presentado una obra que, según sus propias palabras, evoca un aire goyesco, en referencia a un pintor que supo combinar con éxito la Fiesta con las Bellas Artes.

El cartel, que la real corporación presentará próximamente, supone el regreso a Sevilla de la obra de Julian Schnabel, quien ya protagonizó hace más de tres décadas una exposición que supuso un acontecimiento que trascendió lo puramente artístico, como demuestra que la inaugurara el entonces presidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla, y que asistiera también la entonces esposa del presidente del Gobierno, Carmen Romero.

La muestra, titulada ‘Reconocimientos’, se gestó en el ambiente efervescente y ávido de modernidad de la pre Expo92, gracias a la intervención del pintor recientemente desaparecido Manuel Salinas, en cuya casa se solía quedar Julian Schnabel cuando venía a la ciudad, y el comisario, poeta y crítico de arte británico Kevin Power, entonces asesor de Cultura de la Junta de Andalucía y que fallecería en 2013.

El estadounidense eligió como emplazamiento el Cuartel del Carmen, entonces un edificio en ruinas, por haber tenido un uso religioso y militar, ya que a lo largo de su historia había sido convento carmelita y cuartel. Schnabel pretendía en la exposición reflexionar sobre lo militar y lo religioso tomando también como punto de partida y homenaje una novela experimental del escritor americano William Gaddis, titulada precisamente ‘Los reconocimientos’ (1955).

A partir de estas premisas, el artista neoyorquino presentó diecinueve obras de gran formato sobre tela encerada, con títulos como ‘Ignacio de Loyola’, ‘Papa Pío IX’, ‘Spinoza’, ‘Cortés’, ‘Diáspora’… en las que, como señalaba el programa de mano de la retrospectiva que le dedicó en 2004 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, «el artista juega constantemente con el exceso, pero siempre con una absoluta autoridad sobre la superficie, el color, la textura, la composición… consiguiendo unir de forma extraña elementos que en principio no tienen nada en común, para lograr unas pinturas de una iconografía sorprendente».

‘Reconocimientos’, que se pudo ver después en Basilea, fue una exposición que causó gran impacto en la ciudad en 1988, tanto por la obra expuesta como por la interacción con el espacio ruinoso del antiguo Convento del Carmen.

Un periódico de tirada nacional no dudaba en calificar a Schnabel, cuando se inauguró la muestra sevillana, como uno de los artistas más polémicos; un creador, como destacó otra publicación, que genera sentimientos encontrados de adhesión y rechazo. Su obra para la temporada taurina a buen seguro que a muy pocos dejará indiferentes en Sevilla.

El cartel de la pandemia

ABC, 5/03/2021. Por Antonio Burgos. La pandemia que roba primaveras nos está dejando sin nuestros más arraigados ritos. Aunque la redactora jefe del ABC Cultural, Laura Revuelta, y con el título “Julian Schnabel, el más torero de todos”, ya nos había explicado e ilustrado en su suplemento del pasado sábado cómo iba a ser el cartel de “Toros en Sevilla”, yo esperaba que, como siempre, la Real Maestranza, su patrocinadora, hiciera, como cada año, una presentación por todo lo alto, y que el teniente de hermano mayor contara la decisión del Real Cuerpo para la elección del artista que pasará a engrosar con su obra la colección del “Salón de Carteles”. Pero nada. O no hay presentación de cartel o con lo publicado basta.

¿Mamarracho? Pues sí. Como siempre. O más. Con esta tradición no ha podido la pandemia. Al cartel de Schnabel, como a casi todos los que le precedieron, hay que llevarlo a la UCI del buen gusto y de la relación con la tradición pictórica de la Fiesta. Deberían establecer un premio para quien acertara a saber qué representa este cartel de “Toros en Sevilla”. Parece que quiere representar un toro y un torero, y dice su autor que es un homenaje a Juan Belmonte. ¡Pues vaya homenaje! Un torero que algunos dicen que es un caniche azul y un toro que parece un carretón para el toreo de salón. ¿Homenaje a Belmonte o al Bombero Torero? Y para poder leer “Toros en Sevilla” hay que hacer como un sudoku, de complicado que es.

Lo peor es que Schnabel conoce a Sevilla y ha vivido aquí. Ha recordado parte de una vieja historia de 1988, en la Sevilla pre Expo, cuando en el Cuartel del Carmen presentó una exposición de su obra. Lo que no se ha dicho, y es justicia recordarlo, es que el Cuartel del Carmen de la calle Baños, antiguo convento carmelita y, tras la Desamortización, cuartel donde últimamente estuvo la Caja de Reclutas, está en pie gracias a Adelpha, una más que benemérita asociación protectora del patrimonio histórico de Sevilla, precedente de Adepa. El Ministerio de Defensa sacó a subasta el Cuartel del Carmen en el BOE, para derribarlo. Y los de Adelpha, con el Duque de Segorbe y Alberto Moreno a la cabeza, se presentaron a esa subasta en Capitanía para impugnarla y salvar el edificio. Que antes de tener el actual uso cultural de Conservatorio fue improvisado salón de exposiciones, con la de Schnabel, que presentó 19 obras de gran formato, exposición en la tuvo su gran parte de iniciativa el recién desaparecido Manuel Salinas, su amigo y colega en vanguardias.

Ha dicho Schnabel a Laura Revuelta que en aquella exposición se relacionó mucho con Sevilla y con los toros. Y que fue muchas tardes a ver a Curro y a Paula. Hijo, qué dinero en entradas tirado a la calle, señor Schnabel. ¿De verdad que le recuerdan a Curro y a Paula el torero y el toro del cartelito suyo de este año de pandemia? Es una ofensa relacionar siquiera a Curro y a Paula con ese toro y con ese torero del cartel no presentado oficialmente. Un cartel que solamente hubiera comprendido y defendido Manuel Salinas y que respeto en cuanto tiene de In Memoriam en recuerdo de aquel genial vanguardista sevillano recién desaparecido.

Julian Schnabel y su obra Spain (1986). Óleo, platos y Bondo sobre madera. 333 x 580 x 23 cm.

Museo Guggenheim. En las décadas de 1960 y 1970 se produjo lo que se ha dado en llamar la “desmaterialización” del objeto artístico: los movimientos más importantes de aquella época preconizaban obras con economía de medios, que solían centrarse en una idea o concepto, más que en el propio objeto. Por el contrario, los primeros años de la década de 1980 se caracterizaron por una vuelta a las tradiciones, tanto en pintura como en escultura. Fue en este período, tras dos décadas de dominio de la estética del Arte Minimalista y Conceptual, cuando Julian Schnabel desempeñó un papel esencial en el nacimiento de la pintura neoexpresionista en Estados Unidos, con una pincelada gestual y la elección de temas figurativos que supusieron para la pintura un cambio de orientación radical.

Schnabel alcanzó la fama en 1979 con obras realizadas con trozos de platos rotos, que constituyen el sello de su estilo personal, y que incrustaba en Bondo (una resina de poliéster parecida a la masilla) y cubría ligeramente con crudas imágenes para las que utilizaba gran cantidad de pintura al óleo. La serie, notable por sus grandes dimensiones, su vibrante textura y sus temas distorsionados, fue concebida tras un viaje que Schnabel realizó en 1978 a Barcelona, donde vio los mosaicos del arquitecto catalán Antonio Gaudí. En obras como la monumental España (Spain), transfiere la superficie del mosaico a la pintura, transformando ambas formas artísticas en el proceso: las tazas y platos rotos se proyectan como dentadas y escultóricas pinceladas, alterando el plano pictórico. Los remolinos de color de esta serie suelen representar figuras legendarias. Algunas de estas figuras recuerdan la obra de Pablo Picasso, pero Schnabel se inspira en múltiples fuentes, entre otras El Greco y los objetos propios de la cultura mexicana. La cabeza sin cuerpo que aparece en el centro de España es una imagen recurrente en la obra del artista. Aquí parece colocada en un ruedo, cerca del burladero, la barrera tras la cual se protege el torero del toro. Esta cabeza, con forma de morro, recuerda al toro y al torero. A Schnabel siempre le ha fascinado España y la cultura española. Los tonos amarillos y rojos también evocan al país, ya que son también los colores de la bandera española.

Affiche originale féria de NÏMES 1989 - Par Julian SCHNABEL - 64x 49 cm


julian_schnabel.txt · Última modificación: 2021/03/05 08:42 por paco