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Plaza de Toros de Las Ventas

Domingo, 1 de octubre de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Adolfo Martín Andrés un cinqueño (5º), serios y desiguales.

Diestros:

Juan Bautísta: de caña y oro. Estocada contraria atravesada que hace guardia y ocho descabellos. Aviso (silencio). En el tercero, dos pinchazos, media estocada y dos descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, estocada honda y descabello (pitos).

Paco Ureña: de grana y oro. Pinchazo y estocada rinconera. Aviso (saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada delantera (ovación). En el sexto, estocada (saludos).

Entrada: Lleno

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1421549057941202

Video: https://twitter.com/toros/status/914580675965091840

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una mayúscula decepción desbravada a cargo de Adolfo

Última cita de un Otoño especial. Gran feria pese al descastado final. La tarde memorable de Miguel Ángel Perera como cima. Y después todo lo demás. Que no ha sido poco. La plaza llena como colofón. Y preñada de banderas de España, agitadas por la indignación que recorre la nación desde la ignominia de Cataluña.

El mano a mano de Juan Bautista y Paco Ureña ante la corrida de Adolfo Martín sostuvo la expectación. La baja de Antonio Ferrera no causó mella.

Bautista anduvo fácil y sereno con el veleto, bajo y apretado adolfo de apertura que se ganó una ovación de salida. Sueltos los brazos desde las verónicas del saludo. Y rítmico el paso en el galleo por chicuelinas. Comedido el castigo en el caballo para su medido poder. Un suave quite por delantales de Paco Ureña, enteramente por el derecho, ya anunció las complicaciones del toro por el izquierdo. Su sosa nobleza la aprovechó el galo en su diestra descolgado de hombros y natural. Los pases de pecho siempre a mano cambiada. La única intentona zurda se saldó con un ataque directo al cuerpo. JB optó por tirar la ayuda y hacer de los derechazos, naturales. Contado ya el fondo que nunca le sobró al adolfo. Quiso el torero hacer un alarde y matar en los medios en la suerte de recibir. Con el punto tardo que siempre tuvo la embestida, desistió de su error. La estocada contraria y atravesada asomó haciendo guardia. Y acarreó un sinfín de descabellos.

Paco Ureña le cambió los terrenos al fino y cornipaso segundo. Brega de pulso que desembocó en una media verónica acaderada. Pedro Iturralde toreó a caballo. Como solía decirse. Dos puyazos en toda la yema. En largo el viaje del adolfo. Más espectacular la distancia que la pelea en el peto. El mismo empleo en la muleta. De ir más que de entregarse. Ureña se acopló a la velocidad de la repetición que no acababa de abandonar los vuelos. Descalzo desde antes de la mitad de faena. La prolongación desmedida enterró los pasajes más clásicos y entonados. Saludó una ovación tras pinchazo y estocada rinconerilla.

Más alto de cruz y dotado de una potente armada, el tercero empezó a sembrar la duda de las fachadas vacías. Faltaba la raza, la casta y la bravura. También en este caso la humillación. Juan Bautista lo tapó mucho con su sobrado oficio. Faena sordomuda. Otra vez fallo la espada en matador habitualmente tan seguro.

La descomunal cabeza del cuarto dejaba pequeñas todas las demás sin serlo. Fue todo. Su testa, digo. Sin poder ni querer, no le ofreció a Paco Ureña opción alguna. A la defensiva y sin pasar. Sangre aguada.

En su cara se concentraba el trapío del terciado quinto. Las ovaciones que la aparición de sus hermanos arrancaron se contuvieron. No había nada dentro. Apoyado en las manos, tobillero, haciendo hilo… Ni una embestida de verdad regaló. Bautista enfadó a parte de la afición por andar con la gorra. No había causa. Así que el francés decidió que tampoco caso.

El perfil y la seriedad de cuernas de la corrida desaparecieron con el sexto. Nada bueno en sus notas que apuntaban dificultades en los tercios previos. Paco Ureña le sacó más partido del esperado a base de colocación. No daba nada gratis, pero en su muleta a veces parecía otro. La izquierda de Ureña logró media docena de naturales a puro pulso. O a puro huevo. Un amago de voltereta no fue a mayores. Su entrega también se manifestó con la espada. Y en la ovación de despedida. Punto y final a una decepción mayúscula y desbravada. A cargo de Adolfo la cuenta completa.

La Razón

Por Patricia Navarro. Ureña impone el corazón por encima de la suerte

Las Ventas (Madrid). Última de la Feria de Otoño. Toros de Adolfo Martín, muy bien presentados en conjunto. El 1º suavón por el derecho y orientado por el izquierdo; el 2º, de media arrancada pero humillada; el 3º, manejable, franco y punto soso; el 4º, orientado y peligroso; el 5º, repetidor, humilla, repone y con codicia; y el 6º, distraído, mirón y deslucido, muy complicado. Lleno en los tendidos.

Juan Bautista, que sustituye a Antonio Ferrera, de caña y oro, estocada que hace guardia, nueve descabellos, aviso (silencio); dos pinchazos, media, tres descabellos (silencio); estocada corta, descabello (algunos pitos).

Paco Ureña, pinchazo, aviso, estocada (saludos); pinchazo, estocada perpendicular (saludos); estocada, aviso (saludos).

Adolfo cerraba Otoño, mientras del campo llegaban noticias poco halagüeñas sobre la salud de Victorino Martín. 88 años repletos de vida en una vida para la historia. Con la corrida de Adolfo se echaba el cierre a la feria de Otoño en su nueva versión extensa y repartida. «Horquillero» y el picador Pedro Iturralde casi abrieron el espectáculo con el tercio de varas al segundo. En tres ocasiones fue el toro, más despampanante por la distancia que por la entrega debajo del peto. Era el turno de Ureña. Su vuelta. El día después. Dos días después de que el milagro le dejara hacer el paseíllo. Tuvo el toro cortedad en la arrancada pero el embroque lo hacía con humillación, aunque le costara viajar. En esos términos creó Ureña toda la labor, seria, centrada y hasta extensa.

Descomunales eran los pitones del cuarto. Y en la fachada quedó el argumento. No quiso viajar el de Adolfo Martín y usó esa infernal cornamenta como parapeto de los sueños e ilusiones de Ureña que quiso, que lo intentó, que le buscó las vueltas a pesar de que cada segundo vencido en la cara del animal era un entuerto de difícil solución. Asustó al miedo. Y al público, que casi le pitó para que le matara.

Apretó a la cuadrilla como si no hubiera mañana el sexto y radiografió como punto de partida a Ureña desde que le presentó la muleta. Aquello no iba a ser fácil. Y no fue. Paradas a mitad de camino. Miradas asesinas, antes y durante. Al paso. Lento todo y no por el temple si no por el conocimiento: ambos sabían lo que ahí pasaba. A la deriva de todo. Camino de nada. Ureña no tuvo lugar, no hubo un resquicio sobre el que elevar la más mínima ilusión del toreo. Ni por la versión heroica. Y la tuvo, porque soportar ahí, y le cogió, lo era. Dignísimo. Le aguantó una bomba de valor a Ureña el corazón.

Un lote distinto se llevó Bautista que venía a sustituir al gran ausente, ausente en mayúsculas: Antonio Ferrera. Y a la postre, más todavía. Temple tuvo el que abrió plaza por el derecho e incluso franqueza; otra historia era «Madroño» por el izquierdo. Cumplió Bautista en una faena templada a la que puso fin en el centro del ruedo con una estocada (que hizo guardia) pero se le atravesó el descabello.

Franco y muy manejable fue el tercero de la tarde con el que Bautista anduvo sobrado de oficio y en la verticalidad con un buen final de faena. Lo mejor. No le acompañó la espada. De nuevo. Y rasa quedó la cosa.

«Jardinero» fue el quinto y el toro más propio del encaste de los que habían salido. Fue pronto, repetía, reponía por dentro y tomaba el engaño por abajo. La embestida no iba larga, el desafío estaba servido, que por algo la ganadería era de Adolfo Martín. No hubo lugar, porque la faena no fue, no tuvo la estructura sobre la que poner la primera piedra a las emociones. Sumó un buen puñado de pases como si los matices, las teclas, no tuvieran nada que decir en el éxito de la tauromaquia. Y así fue, nada dijo. Se cerró Otoño y esta vez con la suerte cruzada.

ABC

Por Andrés Amorós. la tarde del Desastre

La noticia de la derrota de Cavite, que culminaba el Desastre de 1898, llegó el 2 de mayo. Esa tarde, en Madrid, Guerrita, Fuentes y Bombita lidiaron toros de Murube. No era inconsciencia: la empresa quiso suspender el festejo pero el Gobierno lo impidió, “para no deprimir el espíritu del público”. ¿Con qué ánimo asistirían los espectadores a aquella corrida?

Vivimos esta tarde otro Desastre, no menor que aquél: este domingo, en Cataluña, se está intentando romper España y saltarse a la torera (¡qué sarcasmo, en una región que ha prohibido los toros!) la Constitución que los españoles libremente nos hemos dado. ¿Con qué ánimo asistimos a esta corrida? No con inconsciencia; sí, con honda preocupación y tristeza.

Los toros de Adolfo Martín, muy armados, tienen genio, y dificultades , no permiten faenas lucidas. Juan Bautista demuestra su profesionalidad ; Paco Ureña, un valor sereno de gran mérito.

El primero sale alegre, embiste con suavidad y ritmo. Juan Bautista dibuja derechazos con empaque, a cámara lenta; por la izquierda, el toro se defiende. Cita a recibir, en el centro; cuando no acude, logra un buen volapié pero falla con el descabello y el toro aguanta muchísimo. (“Igual que Rajoy”, comenta un vecino).

Al tercero, deslucido, lo lidia con gran corrección pero sin brillo. El quinto, más chico, levanta alguna protesta. Como parece que va ser mejor , lo brinda al público pero pronto se le queda en las zapatillas y la faena se diluye. Mata caído.

Paco Ureña está hecho un jabato, toda la tarde. En el segundo, vivimos el momento más emocionante del festejo, con dos grandes puyazos de Pedro Yturralde a un toro que se arranca de lejos. ¡Qué hermosa puede ser la suerte de varas, si se hace bien! Ureña traza naturales suaves, con emoción, jugándosela mucho: el susto se veía venir. Mata a la segunda. El cuarto luce dos “velas” impresionantes, que levantan una ovación; arrea, en banderillas; vuelve muy rápido, se para, con peligro. Ureña está valentísimo, al borde del percance: se libra de la cornada agarrándose al toro; acaba asustando al personal. Comenta mi amigo: “El toro tenía peores ideas que…” (me callo el nombre del político que ustedes pueden imaginar). El último empuja, en el caballo, pero espera, es reservón. El diestro no le duda, intenta torearlo como si fuera bueno, le saca algunos naturales, hasta que es entrampillado, y lo mata de una gran estocada.

Las reses de Adolfo han decepcionado. Juan Bautista ha salvado la papeleta con decoro. Ureña, valentísimo, ha saludado, en sus tres toros. El público no se ha enfadado (bastante enfado traía ya de casa) pero tampoco ha logrado animarse. Vivimos otro Desastre, como en el 98. Han ondeado algunas banderas rojigualdas y han sonado algunos gritos de “¡Viva España!”, nada más. Salimos con el ánimo por los suelos: ¿qué nuevos disparates vamos a conocer, esta noche, en el telediario. ¿Dará, por fin, el Gobierno la respuesta que todo esto exige? Si no lo hace, puede suceder lo que una vez temió Pérez de Ayala, lo mismo que, ahora, algunos pretenden: “Moriría España”. Y eso es muchísimo más importante que todas las tardes de toros.

POSTDATA. En ABC, el 18 de agosto de 1934, publicó don Gregorio Corrochano su crónica taurina, titulada, simplemente, “Luto”. Acababa de morir Ignacio Sánchez Mejías. Dan ganas ahora de repetir ese título pero “Vergüenza” o “Bochorno” serían más adecuados. O el verso de Juan del Encina, hace quinientos años: “Triste España sin ventura”. Pero, por mucho que algunos se empeñen, España no ha muerto. Todavía…

madrid_010917.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)