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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del martes, 2 de junio de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Puerto de San Lorenzo (de distinta presentación, nobles y bajos de raza) y un sobrero (4º) de Antonio Palla (justo de fuerza y raza).

Diestros:

El Cid: Silencio y silencio.

Sebastián Castella. Ovación y silencio.

Miguel Tendero. Tomó la alternativa. Vuelta al ruedo tras aviso y silencio).

Tiempo: Soleado.

Entrada: Lleno.

Crónicas de la prensa: ABC, El País, Diario de Sevilla.


El País

Por Antonio Lorca. El toro miedica

La corrida fue otro desfile de toros inválidos, enfermos o vaya usted a saber… Otra muestra vergonzosa del antitoro como manifestación del fracaso ganadero. Estas piltrafas que proclaman su ruina revolcándose por la arena adulteran la esencia de la lidia y convierten la corrida en un espectáculo denigrante y tedioso.

Ya está dicho todo. El resto es pura anécdota, porque, desaparecido el protagonista de la película, todo deriva hacia el naufragio tragicómico. Hubo momentos para la sonrisa triste, para la burla, para la vergüenza ajena, y, también, por qué no, para destellos de torería.

Entre tanta escoria de toro, hubo uno, el primero, que llegó a provocar la hilaridad general por su miedo escénico desde que salió al ruedo. Bueno, más que salir, pareció que lo empujaron. Y se afligió al ver a tanta gente junta, pendiente de sus movimientos. Se negaba a obedecer a los capotes, topaba antes que embestir y, sobre todo, corrió como un descosido por toda la plaza huyendo de su propia sombra. No es que fuera manso; es que era un buey feo y de cara acochinada, atenazado por un miedo natural e irrefrenable. Como si no fuera hijo de su padre; es decir, de un bravo semental, sino de algún amor furtivo de vaca alegre en noche de luna llena. Era ver a un torero cerca y salía disparado en sentido contrario. Llegó a parapetarse en las puertas de los chiqueros y miraba a todos como suplicando que se las abrieran para volver a los corrales. Picadores y banderilleros dedicaron su tarea a perseguir al cobarde y no consiguieron más que un desorden general porque el animalito no fue capaz de superar su fallo genético. Pero, sin atisbo de broma, así está el toro de hoy: en lugar de perseguir huye como un conejo asustado hacia la madriguera.

Llegados a este punto, conviene recordar un dato importante: la corrida era de postín y estaba integrada por dos primeras figuras del toreo y un chaval que se encontró con la lotería de tomar la alternativa. Dos figuras, El Cid y Castella, y toros podridos. ¿Alguna relación, acaso? Toda. Ellos eligen ganadería y toros, y son los primeros responsables del fracaso.

Pero hay más: una figura del toreo debe serlo en todo momento, y no es comprensible ni aceptable que El Cid y Castella hicieran perder el tiempo a todos dando pases y más pases insulsos a insoportables inválidos entre las protestas del respetable. El Cid hasta llegó a sonreír mientras el público protestaba, y él insistía en dar un mantazo y otro. Pues más seriedad, señor Campeador; menos sonrisa burlona y más toro. Menos hacer el ridículo de pretender justificar lo injustificable y anunciarse con otros hierros que, al menos, tengan la seriedad de la que ayer careció la corrida del Puerto de San Lorenzo. Pero estos toreros son hijos de su época, que no es otra que la de la falta de respeto al toro bravo y al público.

Nada hizo El Cid que mereciera la pena. Buena disposición, sin embargo, la de Castella, que hizo un quite por ajustadas chicuelinas a su primero, al que recibió de muleta con cuatro estatuarios muy ceñidos, que hizo albergar una esperanza que fue vana porque el toro duró muy poco. Y como es figura moderna se puso tan pesado como su compañero en el quinto, y allí seguiría toreando todavía si no le avisan de que había que cenar. Por cierto, gloria para Curro Molina, que puso un soberbio par de banderillas al segundo, asomándose de verdad al balcón.

Y Tendero fue el que se encontró con el toro miedica, que llegó a la muleta enfadado y con genio en vista de que nadie lo dejaba tranquilo. Encima, el joven, allí, muleta en mano, presionándole para que embistiera. Y embistió con violencia. Y Tendero aguantó con pundonor y entrega en varias tandas que resultaron emocionantes, en especial, tres naturales ligados con el de pecho. Pero, ¿qué pasó? Pues, pasó que se entregó como un torero cuando hacía falta un héroe. Ese toro exigía una gesta, y el torero sólo puedo hacer un gesto. No estuvo mal, no, pero con toros así han triunfado grandes figuras a lo largo de la historia. Y, ayer, le tocó la lotería de tomar la alternativa en Madrid ante una plaza llena, lo que es una suerte para jugarse el todo por el todo. Quiso arreglarlo con decisión en el último, al que toreó bien a la verónica, pero era otro inválido que le ofreció pocas opciones.


ABC

Por Zabala de la Serna. Hambre y fibra de Tendero entre mandos

La vida es de los que apuestan. Miguel Tendero colocó todas sus fichas en la fecha de ayer para convertirse en matador de toros en Madrid. Nada tenía después de que la lluvia le aguara la alternativa el domingo en Nimes. La baja de El Fundi se le abrió como una ventana de esperanza. Pero había que lanzarse por ella… Tendero salió en ganador. Hambre y fibra para no perder el oremus con un toro de Puerto de San Lorenzo que habrá sido el más manso de todos los mansos que se han lidiado en el último mes en Madrid, que no son pocos. No quería capotes, ni caballos, ni la sombra de los toreros encima. Al paso salió, olisqueando la arena, volviendo grupas al viento. Hubo que picarlo en la querencia, y banderillearlo donde se dejase. La última vez al sesgo en toriles. El Cid cumplió con el rito iniciático del doctorado.

Miguel Tendero, tras una doblada en el «7», se centró con el toro en la puerta de chiqueros. El manso que no era una burra y sacaba chispas en sus idas a regañadientes. La muleta puesta y dispuesta en la cara, y el toricantano vibraba cuando lo sometía en la mano derecha. Por las dos se la ofreció. Y por ambas tragó cuando los viajes se le resistían. Todavía le costaba más por el izquierdo. Valiente el chaval en la búsqueda de la victoria de los que nada pierden porque nada tienen que perder. Pero sabiendo en todo momento lo que se hacía. Un broche hacia los adentros, que el manso por tablas se dejaba más, y una estocada arriba. Pelín pasada. Un poco atravesada. De ahí el descabello y la vuelta al ruedo con sabor a las viejas de Madrid. ¡Qué bonito premio perdido!

Al amplio sexto le voló el capote a la verónica con sentido del buen toreo. Media y una revolera abrocharon con la ilusión. Desgraciadamente, el toro, como todos sus hermanos, se vino abajo después de una serie firme. Tendero quiso hacer todo en orden, pero aquello no quería nada y se defendía. Pasó la prueba: puede, y debe, funcionar.

Sebastián Castella regresaba a Las Ventas tras su Puerta Grande del 14 de mayo. Y volvió a causar, aun sin material, la misma sensación de torero renovado, fresco y en estado de gracia. De nuevo respiró en figura, por encima de las circunstancias. La apertura por estatuarios al tercero, tocado arriba de pitones, prendió la llama atada con pases del desprecio. La mano derecha, ligada en un palmo de terreno, dibujó una serie limpia y un muletazo detrás de la cadera inmenso. No hubo más toro. De dos en dos se los fue sacando. Como todo le sacó a un imponente y rebrincado quinto, muerto de cabal estocada.

Soso hasta aburrir fue el lote, incluido el sobrero de Antonio Palla, de El Cid, la espesa antítesis de la frescura de Castella. Y todavía sufrió una voltereta cuando insistía absurdamente de más con el toro reserva. La reserva es precisamente lo que se le ha encendido al depósito de Manuel Jesús Cid.


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Digna alternativa de Tendero

Comenzó ayer la Feria de Aniversario en Las Ventas, sin duda con mejores carteles que la de San Isidro, teñida de sangre y de escasos frutos artísticos. Durante esta semana, se darán cita máximas figuras en la monumental en un ciclo que comenzó ayer con una alternativa digna a cargo de Miguel Tendero, único diestro que dio una vuelta al ruedo tras lidiar un manso de libro, en tarde de escaso contenido, con un Manuel Jesús El Cid perdido y sin sitio y un voluntarioso Sebastián Castella, sin lote para el lucimiento.

¿Le miró un tuerto a Miguel Tendero en el sorteo?… De blanco y oro en su doctorado, tuvo la negra. En un mundo tan supersticioso como el taurino, el toro de su alternativa no podía tener nombre más apropiado -Caratuerto, número 12, castaño, 545 kilos-, bien armado, resultó uno de los astados más mansos que haya pisado un ruedo. Huyó en la capa, en el tercio de varas al sentir el hierro y hasta cuando le clavaron las banderillas. En la muleta buscó de inmediato la puerta de chiqueros. Tendero, muy dispuesto, comenzó doblándose por bajo con un animal sin fijeza alguna. Con las ideas claras, le robó de inmediato muletazos, algunos de ellos estimables, especialmente con la izquierda, que fueron aplaudidos por la vibración que causaba la descompuesta embestida del animal. Mató de estocada trasera, precisó de un descabello y eso enfrió algo al público, que, muy receptivo, le hizo dar la vuelta al ruedo como premio.

El sexto toro fue todo lo contrario: manejable, pero sin fuerzas ni recorrido. Tendero volvió a transmitir ilusión y frescura. El toricantano estructuró bien la faena. Comenzó en los medios, dando distancia larga, para una notable serie con la diestra. Pero todo fue un espejismo. El toro, apagado, se quedaba cortísimo y el albacetense acortó distancias, sacando muletazos por ambos pitones, en una labor desigual, en la que hilvanó buenos muletazos, con un par de desarmes.

El Cid anduvo perdido y sin sitio. Volvió a estar por debajo de otro buen toro en Madrid, su primero, mal presentado, pero noble y con las fuerzas justas, al que realizó una labor deslavazada, con muletazos muy desceñidos y sin atisbo alguno de arte. Con el capote, el saltereño se hinchó de darle capotazos, pero sin estirarse y torear. Con el cuarto, que embestía también de dulce, no se comprometió a lancear con verdad. De nuevo, capotazos en exceso y el público, hastiado, protestó la debilidad del animal y consiguió la devolución. En su lugar, saltó un sobrero de Antonio Palla, noble e inválido, con el que El Cid dio pases a granel sin que su labor calara en el respetable, que se desgañitaba con gritos de “¡Toro, toro, toro…!”. En el epílogo, sufrió un varetazo en la rodilla derecha. Acabó con la pesadilla de un bajonazo.

Sebastián Castella cumplió con un lote sin poder alguno. El francés apostó fuerte con el tercero, aceptablemente presentado, que no le duró más que una tanda. La apertura de faena fue volcánica, con cuatro estatuarios -alguno de infarto, por lo ceñido-, un pase del desprecio y otro de la firma. Con la diestra, toreo de verdad, con muletazos bajando la mano y ceñidos. Pero el animal fue a menos y acabó perdiendo las manos ante las exigencias del torero. Curro Molina se lució en banderillas. Al quinto, con trapío y bien armado, le faltó acometividad. Muy justo de motor, topaba. Castella porfió sin opción al lucimiento.

La primera del Aniversario, en la frente. Al menos, le sirvió a Miguel Tendero para hacerse notar con una actuación digna en su primera actuación como matador de toros.

Madrid Temporada 2009

madrid_020609.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:16 (editor externo)