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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del jueves, 7 de mayo de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Cinco toros de Martelilla, el 6º con el hierro de Casa de los Toreros y un sobrero (3º) de Moisés Fraile y otro sobrero (3º) de María Cascón (de distinta presentación, faltos de raza y deslucidos y descastado, destacando el noble 6º).

Diestros:

Eugenio de Mora: estocada (palmas); estocada baja (silencio).

Joselillo: pinchazo y estocada baja (silencio); pinchazo y casi entera baja (silencio).

Emilio de Justo: estocada baja (silencio); estocada (oreja).

Tiempo: Soleado.

Entrada: Casi lleno.

Crónicas de la prensa: El País, ABC, El Mundo.


El País

Por Antonio Lorca. Un incómodo gallinero

Se supone que será consecuencia del primer día de feria: los compañeros de tendido se reencuentran, comentan las incidencias del año, los móviles echan humo, la gente se cuenta la boda de la niña, las mujeres se piropean mutuamente con un cierto tufillo de falsedad… En fin, que la gente no se calla y convierte a la plaza de Las Ventas en un gallinero incomodísimo. Lo notará mucho más quien venga de Sevilla, esa plaza que ha perdido sapiencia y exigencia, pero no esa elegancia silenciosa que requiere la presencia de un toro y un torero en la plaza. Si torear es difícil, hacerlo entre este constante y enojoso murmullo debe ser tarea casi imposible. Más que una plaza de toros, parecía la calle del infierno, donde los cacharritos de feria compiten en griterío. Qué bueno que acabó la corrida y aparece el silencio que se perdió a las siete de la tarde.

Pero en el ruedo no había murmullo. Allí había hombres ayunos de contratos con el muy serio compromiso de abrir un largo ciclo y jugarse la vida para ver un contrato más allá de sus propios sueños. Y había, también, una corrida seria de pitones, pero muy blanda, de desabrido estilo y feas maneras. Y el público, a lo suyo, a contarse historietas personales, fumarse unos puros que cada vez los fabrican más largos, y a pasar bastante de una terna modesta que tuvo que trabajar para atraer la atención de gallinero tan agitado.

Y la llamó Emilio de Justo en el último toro de la tarde, el más noble, quizá, de todos, con el que se encaró con gallardía en un faena valentona, irregular por su falta de profundidad, elegante por momentos y meritoria siempre por su afán de triunfo. Trazó bien algunos derechazos, echó hacia fuera naturales bien iniciados y se ganó a los tendidos en un circular invertido con un cambio de manos incluido muy garboso y torero. Al final, se perfiló para matar y lo hizo con el cuerpo entero, lo que le permitió pasear la primera oreja de la feria. Hizo bien De Justo en jugarse el tipo en este sexto porque había dado una aburrida impresión en el tercero, grandote y muy soso, eso sí, pero al que hizo una labor muy desordenada.

Otro que lo intentó de veras y le hicieron poco caso fue Joselillo. Quiere ser torero este hombre y a fe que pone toda la motivación posible. No tuvo toros, pero él tiene valor para hacer dos toreros y tiene, sobre todo, una ilusión desbordante. Tomó la muleta con la mano izquierda y su primer toro le tiró un derrote al cuello con la intención de quitarle la cadena que le regalaría su madre cuando hizo la primera comunión; pues no se arredró Joselillo y otra vez la muleta planchada, y otro intento del animal por quedarse con la medalla. Y así hasta tres veces mientras que unos extranjeros no paraban de hablar sobre algo que sólo ellos entendían. Pues se perdieron la heroicidad de Joselillo, como se la perdieron todos los que seguían y no paraban sobre la boda de la niña, donde, por supuesto, sobró de todo. Mientras tanto, Joselillo a lo suyo, y citó con un pase cambiado por la espalda al quinto, que le punteó mucho la muleta al tiempo que lanzaba gañafones de pésima intención. No hubo toreo porque no había toro, pero sí torero, valiente y pundonoroso, como hay que presentarse en esta plaza, que será más seria cuando se calle y deje de contar historias que no interesan a nadie.

Peor lo tuvo el primero de la terna, Eugenio de Mora. Primero de la feria y primero de la tarde. No le hicieron ni caso. Mientras trataba el hombre de buscarle las vueltas a un toro sin clase, como fue su primero, la plaza entera era un murmullo sólo enrarecido de vez en cuando por algún grito del tendido 7, que se entrena para lo que queda de toros tullidos y descastados. Es verdad, no obstante, que De Mora da la impresión de que se le ha pasado el arroz. Es un torero joven que parece mayor. No desprende ilusión, se deja enganchar mucho los pases y se le ve atrapado en las redes de la vulgaridad. Cansado, quizá, del toro y de su propio desinterés, dejó al toro en el centro del ruedo, se marchó a por la espada y traía una cara como si viniera del andamio.

Intentó arreglarlo en el cuarto, al que se enfrentó con otro talante. No es que sonriera, que no es De Mora un hombre de semblante jaranero, pero lo intentó de otro modo, con más intensidad. Pero tampoco pudo ser. Los tendidos comentaban entonces la gesta de un monosabio que aguantó con agallas las embestidas del toro al caballo del picador después de que el del castoreño quedara descabalgado sobre el albero.

Por cierto, la boda de la niña fue preciosa. Un señor muy peripuesto le contó a medio mundo que estaba en los toros, y los extranjeros de la fila de atrás ya se habrán callado. ¡Qué cruz este gallinero…!


ABC

Por Zavala de la Serna. Justita oreja para Emilio de Justo

No sé qué diría el maestro Rafael Campos de España de semejante tarde. Seguro que buscaría alguna salida elegante para no barrenar el puyazo sobre la corrida de Mantequilla, perdón, Martelilla, con que hemos estrenado San Isidro. A Rafael le han descubierto una placa «in memoriam» a la entrada del tendido del «2» en un acto que se ha convocado y difundido con silenciador.

Quería dedicarle estas líneas a quien fue siempre un caballero cervantino, un señor. Seguro que se aferraría hoy al clavo ardiendo del sexto de la tarde, versión Casa de los Toreros, a las cosas de Emilio de Justo. Todo demasiado justito para suponer una oreja de Madrid. Es de suponer que de no ver nada de nada, pero absolutamente nada, al personal le supieron a gloria las tres series diestras (re)compuestas por De Justo, que se parece a José Miguel Arroyo «Joselito» hasta en la sonrisa. Y artísticamente se quiere parecer. O esa impresión causa.

Justito todo, ya digo, el toro de fuerza y duración como la faena, con algún trallacillo que provocó que el pupilo de Gonzalo Domecq saliese perdiendo la horizontal. Algunos muletazos de (re)gusto, un trincherazo, los pases de pecho. Un circular invertido con cambio de mano incluido, después de insistir sin fruto por la izquierda, se aclamó tanto como la suerte suprema. La verdad es que Emilio de Justo ejecutó el volapié con rectitud, ligera y mínimamente desprendida la colocación la espada. De escuadra y cartabón. El gentío se desató ante lo único potable de dos horas infames, y el presidente accedió. ¡Y qué sobreros! El resto de los 120 minutos fue tan luctuoso como el principio de la corrida con el recuerdo de silencio para el matador mexicano Manuel Capetillo y Manolillo de Valencia, tan querido durante años en esta plaza. Si ve los tres cuarto de entrada en plena isidrada, no hubiera dado crédito. Tantos años tras la fórmula para acabar con la reventa y los Choperita han dado con la tecla: San Isidro 2009.

A este paso se van a gastar en sobreros lo que se han ahorrado en toreros… ¡Y qué sobreros! ¡Cómo era ese galafate contrahecho y cinqueño que sustituyó al a su vez sobrero de Moisés Fraile! ¡Qué alzada! Emilio de Justo había apuntado un par de notables medias verónicas al titular de Martelilla, destartalado y lavado como una vaca vieja. Fue todo lo que pudo apuntar, pues el de Cascón —gran descubrimiento— embistió como un mulo pegajoso y andarín. Joselillo quiso el hombre con un toro, el quinto, que sólo en la media distancia se desplazó. Luego era mentira y pegaba unos pitonazos desde la trinchera de no desplazarse ni emplearse. El arriesgado inicio de pases cambiados por la espalda quedó en gesto de voluntad. El feúcho segundo, con flequillo de fraile, ya desde su salida evidenció ausencia de fuerza y poder. Así fue. Y encima con guasita por el izquierdo. La estocada baja de Joselillo lo fulminó. Eugenio de Mora le puso también fe con el cárdeno toro que inauguró la martelillada renqueante de los cuartos traseros. Suelto de carnes y suelto de cara, o sea, sin colocarla nunca abajo. Ni ritmo ni motor. De Mora saludó rodilla en tierra al cuarto, que descabalgó al piquero con uno de los primeros cabezazos que repartiría luego. El monosabio aguantó al caballo y se llevó una de las escasas ovaciones de la tarde. Vendrán días en que a un chaval con la izquierda se le valore menos que a un tío parapetado tras mil kilos de jaco.


El Mundo

Por Lucas Pérez. Emilio de Justo corta la primera oreja de la Feria

La primera corrida de la Feria iba camino del desastre cuando saltó al ruedo el sexto toro de la tarde, el mejor hecho del descastado y flojo encierro de Martelilla que, como suele tradicional, inauguró el ciclo isidril. El astado era un 'tacazo' y como tal, embistió con nobleza al capote del torero extremeño pero, a la salida de un lance, el toro se lastimó una pezuña, lo que le condicionó negativamente para el resto de la lidia.

Pese a todo, el animal tomó la muleta con franqueza en las primeras tandas, lo que aprovechó De Justo para componer la figura y dibujar media docena de muletazos de buen trazo. La faena bajó de calidad por el pitón izquierdo pero una soberbia estocada de efectos inmediatos animó al hasta entonces adormecido público a solicitar una oreja que incomprensiblemente fue concedida por el presidente César Gómez. Oreja barata a la altura de los carteles de la Feria que no salva una tarde infame.

Y es que, hasta entonces, el festejo había sido un completo desastre. La empresa Taurodelta se ha empeñado en los últimos años en abrir Feria con los toros de Martelilla. ¿No se dan cuenta que siempre es lo mismo? Astados con bonitas hechuras, preciosos de láminas pero podridos por dentro.

Eugenio de Mora, a años luz de su mejor momento, nada pudo hacer ante un lote que, sin fuerzas, se defendió con mal estilo en el último tercio. Tres cuartos de los mismo le ocurrió a Joselillo en el segundo, un astado que debió irse a los corrales. El quinto, sin embargo, desarrolló más movilidad que sus compañeros, a lo que acompañó cierta brusquedad que puso en apuros al espada. Joselillo no estuvo a la altura esperada. Dubitativo y con el paso atrás, el vallisoletano distó mucho del aguerrido torero que el año pasado saliera lanzado de la Feria de San Isidro.

Antes de cortar la oreja del sexto, De Justo tuvo que parar tres toros. El titular tercero de Martelilla era una cabra con cuernos, indigno de la plaza de Madrid. Una vergüenza para San isidro. Además, no se tenía en pie. Pañuelo verde. El sobrero, de Moisés Fraile, fue otro inválido que también volvió a los corrales. ¡Vaya Feria nos espera! Saltó entonces el segundo sobrero, de Ana María Cascón, que tampoco anduvo sobrado de fuerzas y con el que Emilio de Justo pasó desapercibido. Un desastre que no salva una oreja 'in extremis'.

Madrid Temporada 2009

madrid_070509.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)