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Plaza de Toros de Las Ventas

Sábado, 7 de mayo de 2016

Corrida de rejones

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Guiomar Cortés (bien presentados, manejables, manso el 3º).

Caballeros rejoneadores:

Andy Cartagena: silencio y dos orejas.

Diego Ventura: ovación y oreja

Manuel Manzanares: silencio y silencio

Entrada: Tres cuartos de entrada

Galería de imágenes: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=6977

Video: http://bit.ly/1VOjh6j

Crónicas de la prensa:

La Razón

Por Ismael del Prado. Andy Cartagena, una Puerta Grande que debieron ser dos

Siempre resurge. Cual ave fénix, Andy Cartagena regresó a Madrid tras su ausencia en 2015 y la reconquistó ayer con la primera Puerta Grande de este San Isidro en una tarde en la que Diego Ventura debió acompañarle, sin discusión para nadie excepto para un terco presidente –¿de vuelta a las andadas, Don Julio?– tras formar un alboroto en el quinto con «Sueño». Sobresalientes ambos.

El de Benidorm tiró de cuadra para exprimir a un cuarto rebrincado y deslucido, que sólo tuvo la movilidad como virtud. Muy por encima el jinete. «Iluso» puso la pureza en una faena en la que «Cupido» y «Humano», clavando al violín, pusieron toda la carne en el asador. El primero, con los balancines; el segundo, haciendo honor a su nombre andando sobre los cuartos traseros. Mayúsculo trabajo de doma para poner todo lo que no que no tenía el astado. Rejonazo de efecto fulminante y dos orejas.

Rompió plaza un animal con fijeza y movilidad, Cartagena lo paró con «Cuco» y después quebró en la cara con «Sol y sombra», con el que destacó realizando la hermosina. Muy ceñidos los cambios de pista. Se dejó llegar los pitones muy cerca con «Pantera», pasando incluso algún instante de apuro, ante un animal venido a menos. Tras las cortas, que clavó más desiguales que a su primero, pinchó con el de muerte ante un tendido aún aletargado.

En busca de la decimotercera Puerta Grande en Las Ventas, casi nada, Ventura apretó el acelerador en el quinto. Estuvo cumbre. Y el castaño «Sueño», excelso. Ambos nos regalaron dos banderillas para ese paraíso de la memoria. Amagó varias veces con el cite y andando para atrás quebró en la misma cara. Muy de frente y ceñidísimo. Por dos veces retrocedió y otras tantas clavó dando todas las ventajas al toro. El albino «Remate» terminó de enloquecer al tendido con un vibrante carrusel de cortas al violín. Tras un pinchazo, enterró el rejón pero el presidente, injustamente, solo concedió una oreja. Sin sentido.

Previamente, pinchó una notable faena al segundo, que tuvo codicia y fijeza de principio a fin. Gran toro. Ovacionado en el arrastre. Lo enceló en un palmo de terreno con «Lambrusco», poderoso, y luego llegó el turno de una de las grandes estrellas de su cuadra. «Nazarí» sentó cátedra una tarde más en este escenario. Excelso toreo de costado llevando al burel cosido al estribo. Una vuelta. Dos completas al ruedo. Soberbio. Clavó reunido al quiebro. Quiso reunir todavía más el embroque con «Ritz», lo que motivó alguna pasada en falso, pero «Remate» con los ramos elevó el diapasón de nuevo. Lástima de aceros, porque el trofeo estaba ya en sus manos.

No tuvo suerte Manuel Manzanares con su mansurrón primero. Un animal muy distraído y desclasado, que no se empleó nunca y salió suelto. Además terminó parándose, pese al tesón del alicantino, que puso más ganas que brillo. Los mejores pasajes llegaron a lomos del tordo «Príncipe». Con el brusco sexto, pudo disfrutar algo más, sobre todo, con «Farruco», pero no fue suficiente para que aquello tomara vuelo. Más si cabe, después de ver a dos figuras, en toda su dimensión. Sólo uno a hombros, pero debieron ser dos.

El País

Por Antonio Lorca. Apoteosis de ‘Sueño’

El tercio de banderillas del quinto toro, protagonizado por el caballo Sueño y Diego Ventura, fue sencillamente memorable. Entre ambos firmaron una de esas secuencias que quedarán en la memoria de esta plaza. No se puede ser más torero que ese caballo castaño, lusitano, de cinco años, que vibra en la cara del toro, se engalla con pasmosa elegancia y templa de maravilla al mando de un caballero torerísimo.

No hay adjetivos, porque la emoción total es difícil adjetivarla, para calificar una actuación extraordinaria, majestuosa, de esas que ponen los vellos de punta y el alma en vilo. Templaron torero y caballo con sobresaliente maestría entre la locura del público. Y se lucieron en cuatro pares de banderillas, varios de ellos al quiebro, dejándose llegar el toro mientras el caballo reculaba hasta el encuentro final. Una explosión colectiva acompañó a un caballo torero que Ventura lució como merece. Tal es así que ambos dieron la vuelta al ruedo, en la que Ventura solo pudo pasear una oreja porque falló en la suerte final. La gente exigió la segunda oreja, pero el presidente, con acertado criterio, no la concedió. Otra lección de temple había dado Ventura en el primero, a lomos de otro torerazo llamado Nazarí, con el que llegó a dar dos vueltas al redondel con el toro prendido en el pecho del animal.

Quien sí salió por la puerta grande fue Cartagena, aunque las dos orejas que recibió fueron sonrojantes para el prestigio de esta plaza. Si este caballero dedicara al rejoneo la misma atención que presta en implorar aplausos del público alcanzaría, sin duda, una calidad de la que carece. Su actuación ante el cuarto fue de poco peso, clavó siempre a la grupa, destacó más en el manejo de los caballos que en su faena con el toro, y mató bien. El público, que se había entusiasmado con Humano, que se levanta de manos y anda a dos patas el radio de la plaza, y con el baile de Cupido, le pidió los máximos trofeos y el presidente los concedió. Pero torear, lo que se dice torear, toreó muy poco. Algo parecido le sucedió ante el primero: está más pendiente de los tendidos que de su labor torera, y el resultado, a pesar de las dos orejas, es perfectamente olvidable.

Manzanares tuvo una actuación muy desafortunada, que le debe mover a la reflexión.

El Mundo

Por Íñigo Crespo. Ventura sublime, Cartagena a hombros

Diego Ventura cuajó una faena cumbre frente al quinto toro de Guiomar de Moura. Cumbre. Una de esas obras sublimes que recordará el paso del tiempo por la profundidad y la redondez de la obra. A lomos de un caballo de nombre Sueño que hace honores a su nombre, Ventura ha cautivado ralentizando el toreo. Profundidad, elegancia, pasión, pureza. Un toro bueno y un torero en sazón que ha dado un golpe de tuerca más al rejoneo. Extraordinarias las batidas, la manera de esperar y atacar en el momento oportuno. El corazón en un puño. El ímpetu, la perfección, ese punto salvaje que aporta el riesgo y las ejecuciones a cámara lenta. Obra grande de Diego Ventura coronada con un carrusel de cortas sobre remate y un rejonazo precedido de un pinchazo en todo lo alto. Faena excelente. La plaza pidió las dos orejas y el presidente ridiculizó a Las Ventas negando el segundo trofeo. Decisión partidista de un incompetente que no hizo la primera de sus obligaciones: impartir justicia. La vuelta al ruedo doble con su caballo Sueño fue clamorosa para Diego Ventura.

El rejoneo de Diego Ventura hoy por hoy es tan versátil como fascinante. Un toreo cargado de registros y potencial. Milimetrica precisión y capacidad sea cual sea la condición del antagonista. A cada problema, una solución. A cada necesidad, una respuesta. A cada toro, una lidia. Si ya resulta difícil hacer eso en el toreo a pié, en el rejoneo más. No sólo por el riesgo que también, sino por lo que conlleva de tener el caballo adecuado para cada embestida. Si algo se comprobó ayer es que uno de los secretos del rejoneo actual es que tener la inteligencia de transmitir al caballo tu propia idea y de aportarle la confianza suficiente como para que pise el terreno que quiere pisar el rejoneador con idéntica seguridad. Ese punto, precisamente ese, es el gran tesoro del toreo que realiza Diego Ventura.

En la mano tuvo siempre a sus dos toros. Autoridad y autenticidad, una lección de mando. Supo cuando debía apretarse con su oponentes, cuando enseñarles la infalible doma del temple o cuando garabatear con sus querencias para ligar sus obras con el ritmo necesario. Y a la vez, supo, cuando abrir la mano, y ofrecer al público los ingredientes artificiales suficientes para que se entregaran con pasión. De hecho, ya en su primero, Ventura bordó el toreo sobre Nazarí, templando maravillosamente y ligando con un magisterio tan sutil como arriesgado. El rejón final le impidió pasear los trofeos en esa ocasión.

Andy Cartagena templó sobre Soy Sombra a su buen primero, un toro de noble condición y movilidad que pecó de brusquedad en los embroques. El alicantino clavó bien y ligó a dos pistas en lo que fueron los momentos de mayor intensidad de una faena que perdió ritmo en su tramo final.

El triunfo del alicantino llegó frente al deslucido y endeble cuarto, un toro que no tuvo fuelle pero al que ganó la partida Andy Cartagena a base de raza y taparle defectos con los alardes de monta de Cupido y Humano. Faena de máxima entrega, de sincero derroche de corazón y en la que fue determinante para cortar la segunda oreja el fulminante rejonazo. Puerta Grande para Cartagena que puso en valor sus conocimientos y su buen oficio.

Bien comida y muy murubeña fue la corrida entera de Guiomar Cortes de Moura. Tuvo virtudes y tres ejemplares importantes lidiados en primer, segundo y quinto lugar. Los tres restantes se frenaron y les faltó el ritmo que tuvieron los tres buenos.

La diferencia entre Ventura y Cartagena con Manuel Manzanares es oceánica. El alicantino tiene una cuadra defendible y una estética subido a caballo que le hace salvar los muebles en ocasiones. Sin embargo, los desajustes en las batidas le hacen perder enteros. Un quiero pero no puedo. O un quiero pero no doy con la fórmula. A sus manos fue a caer el lote más complejo, el más áspero. Su primero manseó y se rajó a tablas y el sexto resultó muy temperamental y desclasado. Con los dos puso empeño. Sobre Príncipe en el tercero y sobre Farruquito en el sexto.


Madrid Temporada 2016

madrid_070516.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:08 (editor externo)