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Plaza de Toros de Las Ventas

Viernes, 7 de junio de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Alcurrucén, justos de presencia, nobles, manejables.

Diestros:

El Cid: silencio en su lote.

Joselito Adame: ovación y oreja .

Juan Pablo Sánchez: silencio en su lote .

Entrada: Tres cuartos.

Reseña y galería fotográfica: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=5425

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Llegó la esperada tarde por los mexicanos con dos diestros de allá en el ruedo y Joselito Adame volvió a convencer. Históricamente, lo más normal es devolver la moneda cuando se hace una repetición forzada. Pero esta vez no fue así. Los toros de Alcurrucén, justitos de presencia, fueron muy poco protestados, no como otros. Nobles, nobilísimos, embestían, humillaban, algunos un poco sositos, pero todos se dejaron en cierta medida. Vamos si yo fuera torero, que me los echaran así todos los días en Las Ventas. El Cid tuvo voluntad en su toro de despedida, tal vez el peor, pero está como está. Juan Pablo Sánchez anduvo el hombre queriendo pero sin conectar con los tendidos. Y Joselito Adame, queda dicho, revalidó sus méritos en Madrid. Desde que lo ví en Sevilla y con una del Conde de la Maza -no con lo de hoy, que se parecía más a lo que echan allá en Mexico- dije lo que tenía este torero. Y que había que seguirlo. Pero todavía no me explico como, después del triunfo en la Maestranza, no toreó ninguna más en España en todo el 2012. A ver si este año tiene más suerte en los despachos.

El País

Por Antonio Lorca. Adame roza la gloria

Joselito Adame, que sustituía por méritos propios al convaleciente Fandiño, rozó la gloria tras demostrar que es un torero en estado de gracia, inteligente y valeroso, hondo y de buenas maneras, variado e imaginativo. Pero lo de rozar la gloria, que es una maravilla, tiene su pro y su contra. La grandeza, primero, de casi alcanzar con los dedos el triunfo soñado, y, también, la enorme desilusión de no conseguirlo. No es lo mismo dar la vuelta al ruedo con una oreja que salir a hombros hasta la calle de Alcalá. Quiere esto decir que tan importante como hacer todo lo grande que ayer protagonizó este torero mexicano es rematar la faena y confirmar que es un matador con un presente y un futuro esplendoroso.

Y ese es, precisamente, el de matador, el defecto de este torero. Otra vez, como ya le ocurriera el pasado martes, la espada ha emborronado una actuación memorable. En fin, que rozó la gloria, pero no la disfrutó; de ahí que ojalá que la inteligencia que muestra delante de los toros le sirva para superar una debilidad que se puede convertir en una seria amenaza.

Dicho lo cual, debe quedar claro que estamos ante un torero de los pies a la cabeza, que derrocha pasión y vive la corrida con una ilusión desbordante; dentro de su cuerpo menudo anida un corazón jabato, recubierto de buen gusto, y, quizá, lo más destacado sea su inteligencia; es decir, que piensa en la cara del toro y tiene tiempo para ello, lo que evidencia su seguridad y confianza.

Volvió a manejar el capote con soltura y empaque, hizo quites a sus dos toros y los que le correspondían en el lote de El Cid; y deleitó a la concurrencia con ajustadas gaoneras, chispeantes navarras, chicuelinas con las manos bajas, y todo ello lo corroboró en el quinto con vistosas zapopinas.

Y con la muleta es entrega, pundonor, trazo largo, hondura, imaginación y variedad. Consiguió embeber en la tela a su primero, soso y sin codicia, y ligó una tanda de redondos limpios y hermosos, a la que siguieron naturales de frente y unos ayudados por bajo, finales, plenos de torería.

El triunfo se lo brindaría el quinto, un manso encastado y engallado, al que Adame recibió de muleta, pegado a tablas, con unos apretados estatuarios tras dedicarle la faena a su compatriota Eloy Cavazos, ya retirado. Todo lo que vino después fue la constatación de que Adame vive un momento dulce, de que sus ideas fluyen claras, que sabe lo que quiere y cómo llegar a los tendidos. Se plantó, firme como una vela, le enseñó la muleta a su oponente y tiró de la embestida ligando tandas por ambas manos que supieron a gloria. Sereno e inspirado, una la cerró con una garbosa trincherilla; otra, con un trincherazo, y así hasta unas ajustadas manoletinas, con el público entregado, como preludio de esa puerta grande que parecía entreabierta. Parecía, pero no lo estaba, porque falló con la espada y todo quedó en una venturosa vuelta al ruedo con una oreja con sabor agridulce. La ruidosa colonia mexicana estaba encantada, como toda la plaza, y alguien lo colocó una bandera a modo de bufanda que no pudo volar victoriosa por las calles de Madrid.

En el cartel figuraba un paisano suyo, Juan Pablo Sánchez, que tuvo la mala fortuna de cargar con la cruz de la tarde; y no porque sus toros no le ayudaran, que fueron lo más noble y codicioso del encierro, sino porque su concepto torero carece de consistencia y no dice nada. Dio muchos pases a su bondadoso primero y, por más que se afanaba con la suave y noble embestida, su obra no conseguía interesar a nadie. Más grave fue lo del sexto, que no se cansó de embestir, ni Juan Pablo de dar pases y más pases, mientras el público, ahíto de aburrimiento y maltratado por el frío, le rogaba que abreviara. Como el joven no hacía caso y volvía a las andadas con otras tandas aún más vacías, la gente se enfadó y le pitó con fuerza conminándole a que acabara ya aquel calvario. En fin…

Y cerraba la terna el sevillano Manuel Jesús El Cid, que tantas tardes de gloria ha dado en esta plaza, pero que está de capa caída, por no decir por los suelos. Por lo visto ayer, no es ni sombra de lo que fue, y el hombre debe padecer lo suyo. Quiere, pero no puede. Brindó su segundo toro con la sincera intención, sin duda alguna, de formar un lío, pero, delante del animal, se le nublan las ideas, no da pie con bola, pisa el acelerador, y los muletazos surgen destemplados, sin hondura ni gracia. Ayer dio la impresión de que lo intentó con todas sus fuerza, pero casi nada le salió a derechas. Tiene una lucha consigo mismo, y da la impresión de que Manuel Jesús ha perdido a El Cid y no lo encuentra.

La Razón

Por Ismael del Prado. Adame agarra su tarjeta de embarque

Con la yema de los dedos rozó el martes Joselito Adame la Puerta Grande de Madrid. A un buen espadazo se quedó del premio gordo. El de consolación llegó en forma de sustitución por el convaleciente Iván Fandiño. Hiló fino el mexicano, en excelente momento, despejado y convencido de cuanto hace, para regalar otra tarde muy destacada y seria en Madrid, que tuvo justo colofón en forma de trofeo al quinto. Adame pide paso.

Tras un vistoso quite en el cuarto por navarras, Adame se metió al público en el bolsillo con un jaleado quite por zapopinas al bravo quinto. Así, de paso, pareció querer recordarnos que hay vida más allá de las socorridas chicuelinas. Brindó al maestro Eloy Cavazos y aceleró el paso, paradójicamente sin mover un pie, con un magnífico comienzo de faena por estatuarios. Atornilladas las zapatillas, sin enmendarse lo más mínimo, pese a la embestida cruzada del burel. Torerísima la guinda con el pase del desdén. Lo citó a larga distancia y logró templar dos series en redondo muy frondosas. Macizas. Corriendo la mano desde delante y enganchando la embestida hasta el final. Madrid, entregada, crujió y los «olés» sonaron con fuerza. Rotundidad y mano baja. Fue la cúspide de un quehacer que tampoco desmereció al natural. También por abajo y «Alcaparrito», arrastrando el hocico por la arena. Con recorrido. Buen toro. Bravo. Ideal para catapultar aún más la carrera del mexicano. Más atropellado fue el cierre por manoletinas. Besó por dos veces la tizona buscando esa complicidad del que se aferra al acero. La suerte suprema. Allí, estaba su futuro. En juego. Un pinchazo abajo y una estocada contraria para que el animal rodara. Pañuelos. Más pañuelos. Y la oreja, como tres días antes, en el esportón de Adame.

Y es que el azteca quiso repetir los mismos argumentos del martes. Con frescura, volvió a buscar la pelea en todos los quites. Al segundo, ceñidas chicuelinas. Dos de ellas, con las manos muy bajas. Como una centella se le vino al azteca nada más finalizar el brindis al público. Lo toreó con ligazón en otra buena serie al natural y enseguida acortó más las distancias. Dejando la muleta muy puesta logró robarle los mejores derechazos. Profundos, largos y con empaque. Más embarullada la posterior. Volvió a la zurda para dibujar de uno en uno naturales a pies juntos antes del epílogo por ayudados rodilla en tierra con gusto. Enterró media en muy buen sitio y, tras dos descabellos, saludó una justa ovación.

Con «Barbero», precioso colorado claro chorreado estrechito de sienes, El Cid rompió plaza en busca de enderezar un irregular paso por San Isidro. Buenos picos, fogonazos de ese torero poderoso que enamoró Madrid, pero sin terminar de culminar una buena faena. Replicó por chicuelinas con presteza un pausado y limpio quite de Adame por gaoneras. Pura quietud. El de Alcurrucén se dolió y esperó lo suyo en banderillas. La faena comenzó con un desarme. Trazó dos entonadas series de derechazos y algún natural suelto estimable, fruto de la nobleza de un animal que sacó su buen fondo en el tramo final. Humillando y con alegría en la arrancada, quizás faltó rematar un poco más el final del viaje, instante en el que el burel protestaba con un pequeño calamocheo. Pese a algún enganchón, El Cid lo intentó, pero no hubo eco del respetable, frío en el primer capítulo de la tarde. En el cuarto episodio, tampoco hubo resurrección. «Valenciano», castaño oscuro listón y salpicado, fue el toro más deslucido de la corrida. Muy irregular en las embestidas y sin calidad en las mismas, El Cid trató de justificarse por ambos pitones, pero no había materia prima de la que sacar réditos. Silencio en su lote.

Tibieza de Sánchez

Había cierto interés por volver a comprobar el buen sentido del temple del mexicano Juan Pablo Sánchez. De puntillas, pasó en 2012 su confirmación. Tampoco salió ayer del gris el joven azteca. «Licenciado» fue su primero. Empujó con los riñones en el primer puyazo y se dejó más en el segundo. Dos buenas varas y mejor pelea de Pepillo hijo desde la cabalgadura. Tuvo bondad a raudales el de los hermanos Lozano, demasiada, porque faltó esa pizca de pimienta, de picante para darle mayor emoción a una embestida a cámara lenta. Andando prácticamente. El hidrocálido, que había prologado con enclasados doblones, puso temple y limpieza a cada uno de los pases, pero faltó emoción al conjunto. Tampoco supo él contagiarla poniendo lo que faltaba al burel. Aseado, lo despachó de una estocada baja. En el sexto, complicado y reservón para banderillear, estuvo digno ante otra res que se dejó hacer, sobre todo por el izquierdo, aunque sin demasiada clase. Más entonado en los compases finales de una fría labor que no despegó.

Todo lo contrario que Adame. Agarró la tarjeta de embarque con la sustitución de Fandiño y paseó otra oreja que debe servir para planear muy alto en este 2013. ¿Destino? El circuito de ferias.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Adame vuelve a dejarse la Puerta Grande en el camino

Un cartel histórico. Después de 60 años, dos mexicanos de reunían en un cartel en Madrid. Por la vía de la sustitución Adame entró junto a Juan Pablo Sánchez. Los dos de Aguacalientes. Abría la terna El Cid que lidió un fino y melocotón ejemplar de Alcurrucén, montado de salida, engatillado y guapo. Molestó el viento cuando lo recogió hacia atrás para cerrarlo y estirarse en el tercio. Derribó el toro buscándole las vueltas y los pechos al caballo. Adame se estrenó con un valiente quite por gaoneras al que replicó El Cid picado en el orgullo por chicuelinas hasta apurar unaa media con la embestida tardeando. Cid planteó erróneamente la obertura por alto y sufrió un desarme. La embestida pedía mando por abajo en su encastada condición. Especialmente por la derecha la nota, al alza cuando se la dejaba en la cara una vez que arrancaba. El torero de Salteras no pasó la prueba en su velocidad y tampoco por su mano que esta vez no era tanto la del toro.

Se protestó un cierto entumecimiento del negro listón y cinqueño segundo de bajas y perfectas hechuras, degolladito de papada. Pero se vino arriba con un fondo de bravo importante. Fondo de Núñez para engancharlo al hocico. A Joselito Adame se le vino cuando casi no había acabado de brindar al público y le sacó la muleta en el momento justo. Cuanto más abajo mejor respondía el toro, con mayor ritmo. Adame encajado, haciéndose y creciéndose en el entendimiento por la mano derecha, encajado siempre. Qué manera de embestir y estirarse 'Bilbaíno' de hechuras sevillanas. La serie que siguió a una de naturales fue el cenit por su profundidad en redondo. Toro para toreros buenos que no admitía ni una diferencia en la colocación y en la distancia como sucedió en otra tanda más amontonada. Ahora sí agarró José de Aguascalientes el aire con la izquierda, enfrontilado y bien colocado. Bravura por un tubo. La cosa genuflexa la borda el mexicano con soberbia torería, sublime hasta el pase des desdén. Palpitaba el trofeo pero la media estocada se hundió tendida con efectos retardados. Dos descabellos y una unánime ovación en el tercio.

De la chispa de los dos anteriores careció el colorado tercero, más anovillado en su abierta cara, pero muy noble. Picó con tino y medida Pepillo hijo antes de que Juan Pablo Sánchez se doblase con mucho temple e hilvanase una trincherilla de cadencia. El temple fue la base de una faena con enemido a menos y sin final de viaje. Superior la estocada de Sánchez. Sin puntilla.

El castaño y hondo cuarto, el otro cinqueño de la corrida de Alcurrucén, manseó en los tercios previos y en su muerte. Entretanto hubo un quite por navarras de Adame. Y en la muleta de El Cid tuvo la fijeza de los hermanos pero no la humillación. El final de los muletazos siempre era con la cabeza por el palillo. Bondad toda. Cid en lucha con su corazón que se traduce en velocidad.

Al castaño quinto, tocado arriba de pitones, chatito y bociblanco, corto de manos, respondía a su nombre en diminutivo de 'Alcaparrito' por su cara y en aumentativo a 'Alcaparrón' por su fondo de clase y temple sostenido. Joselito Adame, que repitió como el otro día un quite por zapopinas pero más movido, brindó a Eloy Cavazos, el último torero mexicano que descerrajó la Puerta Grande en 1972. Adame empezó por estatuarios seguidos de una un repertorio muy torero y variado. La derecha muy despacio y “Alcaparrito” haciendo el avión. Acinturado y despatarrado Joselito que variaba los remates de las series siempre con sentido clásico. Como la trincherilla que abrochó una buena serie de naturales. Desde ahí, por intentar adornos para abrir la siguiente tanda zurda, sin hacérselo por abajo, Joselito Adame le perdió un tanto el pulso al toro y a la faena, aunque siguió entonada en la disposición. La gente continuaba muy caliente tras las manoletinas. Un pinchazo antecedió a una estocada atravesada y suelta. Se concedió una oreja por su buena tarde, pero este viernes tenía que haber sido del todo histórico para México y reabrir la Puerta Grande 41 años después como Cavazos en el 72.

El rematado sexto embestía con las manos por delante o apoyado en ellas, pero sin maldad. Quiso Dios que el poderdante de los Lozano se llevase la peor tajada de su estupenda corrida de toros. La colocación de Juan Pablo Sánchez se hacía muy años 70. Se lo cantaron y la espada se le fue a los bajos.

madrid_070613.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:17 (editor externo)