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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

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Jueves 10 de mayo de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Cinco toros de El Cortijillo y uno de Lozano Hermanos (bien presentados, muy mansos y desclasados).

Miguel Abellán. Silencio y silencio.

Leandro. Silencio tras aviso en ambos.

Antonio Nazaré, que confirmó la alternativa. Silencio en ambos.

Tiempo: caluroso.

Entrada: Más de tres cuartos de entrada.

Crónicas de la prensa: . El País, COPE, EFE, Marca, La Razón.

El País

Por Antonio Lorca. ¡Se buscan toreros!

Resénñense tres admirables pares de banderillas, dos en el segundo y uno en el quinto, y un par de chicuelinas ceñidas de Nazaré, y ahí acabó la primera corrida del abono madrileño. Si se tiene en cuenta que el festejo comenzó a las siete y acabó a las nueve y diez, y entre los garapullos y los capotazos no se empleó más de un minuto, se hacen apuestas sobre lo que ocurrió el resto del tiempo. Pues, sí, eso mismo: un insoportable aburrimiento de una corrida sin toros ni toreros, de esas de las que sales con dolor de huesos, el alma por los suelos y perdida esa ilusión con la que llegaste el primer día.

‘Ya no vengo más’, y ese grito surgido del tendido dolió como una puñalada trapera, rechinó en los oídos y rompió el ambiente. Y dice que no viene más porque está cansado de estar harto, de toros insufriblemente mansos y sin atisbo de clase; y sin toreros cargados de sueños y de mimbres técnicos.

Porque ayer no hubo toros; dicho de mejor modo: no hubo toros de los que se crían en la modernidad. Muy mansos todos, broncos, huidizos, reservones, parados, avisados e inciertos. Toros imposibles para la faena de hoy.

Pero tampoco hubo toreros, y entiéndase que no es lo dicho falta de respeto, sino una triste constatación de la realidad. Cuatro de los seis toros fueron picados en la puerta de cuadrillas, lo que da idea de la lidia desastrosa que presidió la tarde. No fue fácil la corrida, claro que no, pero a las cuadrillas se les presume el conocimiento suficiente para estar a la altura que exigían las difíciles circunstancias de ayer. Pero, no.

Tampoco los matadores cumplieron el ritual con el discernimiento necesario. Estuvieron por allí, capotazo va, capotazo viene, un muletazo al aire, otro enganchado… Todo muy despegado, sin sentido alguno de la colocación, presos de la desidia, la duda, la ausencia de técnica…

Y así es muy difícil aspirar, siquiera, a ser figura; así solo se transmite aburrimiento y se crea el caldo de cultivo para que alguien rompa la tarde y suelte aquello de ‘ya no vengo más’.

Pues hay que venir y exigir otra actitud a los toreros, y el que no la tenga, que no se le anuncie en la feria; y que sientan la responsabilidad de estar acartelados en abono tan importante como el madrileño.

Pero hay que venir a esta plaza con otros sueños; hay que jugarse el tipo; hay que sobreponerse a la mala condición de los toros y estar en torero. Hay que vestir el traje de luces con la dignidad debida para que quien está en el tendido perciba el honor de la heroicidad.

No se debe acudir sin voluntad de pelea, de vuelta de todo, siendo una sombra de lo que una vez se fue, dubitativo y desigual.

No se debe venir arropado por una cursi elegancia, con gusto, pero sin ardor, temeroso y huidizo.

Y se salva de la quema por los puntos Nazaré, muy decidido, quien no dio el paso definitivo ante su difícil primero, y nada pudo ante el parado sexto.

En dos palabras: se buscan toreros, porque con los de ayer ‘ya no vengo más’.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. La primera de San Isidro, plena de mansedumbre y aburrimiento

La corrida no ha dado la más mínima opción. Mansedumbre y sosería de parte de los toros. Por más voluntad que quisieron poner los toreros, ningún astado terminó de ir para adelante. Eso, en el ruedo. Y aparte, en el tendido, el calor.

Por donde se le mire, la tarde resultó insufrible en el tendido y desesperante en el ruedo.

Noblote y con cierta movilidad, el que abrió plaza y feria, con el que confirmó la alternativa Antonio Nazaré, enseguida se vino abajo. Desrazado, al segundo muletazo se escupía sólo para fuera, suelto del engaño. El hombre estuvo templadito y a media altura, evitando provocarle, y quizás también por esto le faltó colocación. Pero no valen contemplaciones con el toro, culpable de la nada que fue la faena.

En el sexto, con la tarde ya vencida por tantas embestidas insulsas y trasteos consecuentemente, se volvió a repetir la historia. Nazaré se marchó inédito por la falta de enemigos.

Al padrino Abellán le tocó un primer toro que se movió más, pero informal, sin descolcar y derrotando al final de los muletazos antes de quedarse aplomado. La faena, por no rendirse el torero, fue de pases para allá y para acá, pero sin poso, de nuevo por culpa del astado.

También el cuarto “se rajó” a las primeras de cambio, distraído en el capote y buscando las tablas desde el comienzo en la muleta. En las proximidades de chiqueros Abellán insistió, firme hasta lo imposible, pero ni a favor de la querencia le pudo robar dos muletazos seguidos, por supuesto con el toro siempre a menos.

Leandro cuando menos llegó a esparcir algún detalle con aroma de torería en su también nulo primero, toro que aguantó apenas la apertura, donde se recreó el de Valladolid en cuatro muletazos de “crujío” y personalidad, con parsimonia y gusto. Pero hasta ahí, ya que la primera serie a derechas no pasó de dos y el de pecho. El toro, cada vez más apagado, se quedó en las apariencias, como lamentablemente pasó también con la faena.

En la lidia al quinto hubo cierto desorden al principio por la mansedumbre del toro, que hizo honor a su condición al ir por dos veces de caballo a caballo. Sin brío ni codicia en el último tercio, tampoco tenía sentido la insistencia de Leandro en buscarle las vueltas que no tenía.

COPE

Por Sixto Naranjo. La fiesta no llegó a Las Ventas

Y de repente el verano llegó a Madrid. Sin tiempo para la primavera el calor se hizo dueño de Las Ventas con el comienzo de un nuevo San Isidro. Un Madrid que respiraba en rojiblanco, con la resaca festiva de un Atleti campeón y decenas de miles de hinchas colchoneros paralizando el centro de la capital de España disfrutando con su equipo.

Dice un buen amigo mío que el Atleti no es una moda, es un sentimiento. Como los toros. Un sentimiento y una afición que engancha y no te deja escapar de ella. Las Ventas también lucía los colores rojiblancos en multitud de detalles. Muchas camisetas de aficionados en los tendidos, alguna que otra bufanda, banderas colgando de la barrera del 7, un torero fiel seguidor como Miguel Abellán en el cartel y una ganadería, El Cortijillo, con divisa roja y blanca. Pero el espíritu de fiesta llegó hasta la misma puerta del coso. Las Ventas vivió inmersa en su burbuja, ajena a lo que se celebraba a escasos metros.

Decepcionó y mucho la corrida del hierro de los Hermanos Lozano. Encierro bien presentado, bien comido, con buenas hechuras en su mayoría y con astifinas defensas coronando sus testas. Pero todo fue fachada. Porque la corrida de El Cortijillo, remendada con un toro de Lozano Hermanos, tanto monta, monta tanto, no permitió el lucimiento de una terna que vio como sus actuaciones finalizaron todas con la misma consideración desde los tendidos. Seis toros, seis silencios. Y seis lidias horrorosas, todo hay que decirlo. Ni picadores ni lidiadores se afanaron en hacer las cosas bien. Solo dos excepciones, los subalternos Miguel Martín y Rafael González, de la cuadrilla de Leandro, que lucieron con los palos. Escaso bagaje.

El madrileño Miguel Abellán firmó un entonado inicio de faena por bajo al segundo de la tarde. Quiso el madrileño abrir los caminos a un toro que nunca tuvo ganas de seguir las telas. Esta condición huidiza se vio multiplicada en la condición del cuarto, un toro de Lozano Hermanos que a las primeras de cambio huyó a toriles. Abellán lo intentó de muleta en esos terrenos buscando la querencia del animal. Pero ni por esas, el toro en cuanto veía salida salía de najas sin querer saber nada de la pelea que le planteaba el diestro. Resbaló Abellán al entrar a matar, y la mansedumbre del toro posibilitó afortunadamente que no hiciese hilo con él.

Quizá los momentos más artísticos de la tarde los dejó Leandro con el primero de su lote. Sólo fueron un torero comienzo de faena y un par de tandas de buen corte por el pitón derecho al de El Cortijillo. Supieron a poco y todo comenzó a amontonarse cuando el toro cambió su alegría al embestir de comienzo por un trote cochinero desesperante. Por el izquierdo hacía hilo y sólo la insistencia del vallisoletano hizo posible que sacase algún natural de bonito trazo en una faena que caía ya en barrena. Mal y desconfiado con la espada finalizó esta actuación Leandro.

Brindó el quinto al público, un toro bastote de hechuras y con cinco años y medio que se movió acorde a su destartalada anatomía. Aquí hubo menos historia con Leandro. Toreó por las afueras, con poco ajuste y queriendo alargar un trasteo que le costó el reproche desde unos tendidos donde ya cundía la desesperanza.

El sevillano Antonio Nazaré confirmó su alternativa en Las Ventas y su lote no le dejó ratificar las buenas sensaciones que dejó en la corrida de Fuente Ymbro en la pasada Feria de Abril. El toro de la ceremonia y que inauguraba Feria se hizo el sueco desde que salió por chiqueros. Nunca tuvo la intención de seguir con continuidad los engaños de Nazaré. Le sujetó en las primeras tandas de la faena para después hilvanar dos tandas compuestitas cuando le dejó la muleta en la cara al toro de El Cortijillo. Después se amontonó el torero y aquello quedó reducido a una suma de pases de escaso fuste.

El que cerró plaza se movió con más nervio y genio que entrega. Además reponía una barbaridad entre pase y pase. Nazaré se mostró firme y voluntarioso, pero ni el toro quería ganas de fiesta ni el público esperaba ya un milagro en forma de faena lucida.

Las Ventas cerraba así un gris inicio de Feria. Un gris que contrastaba con el rojiblanco que teñía este jueves las calles de Madrid.

Marca

Por Carlos Ilián. El Cortijillo, vaya mansada

La primera en la frente. Acaba de comenzar San Isidro y ya tenemos la primera mansada en el bote. Esta vez ha sido de El Cortijillo, de los hermanos Lozano, cuya ganadería titular, Alcurrucén, tiene estas sucursales de las que se puede esperar de todo. Lo mismo salen muy buenos como el año pasado que nos fulminan de aburrimiento por su mansedumbre.

Confirmó su alternativa Antonio Nazare, recién salido de una cornada en la feria de Sevilla y no parece que Madrid sea el lugar adecuado para presentarse en plena convalecencia. Pero el muchacho de Dos Hermanas tenía que amarrar esta oportunidad después de ocho años sin confirmar su alternativa. Las cosas no le salieron con un lote tan manso y deslucido como el resto. Nazaré se empeñó con más voluntad que suerte.

Miguel Abelllán cumplió su trámite con decoro, intentando amarrar en la muleta a dos bueyes huidos. Les robó algún muletazo aislado pero el conjunto quedó marcado por la mansedumbre de sus dos toros.

En cuanto a Leandro, con el toro menos deslucido de la corrida, el tercero, tiró líneas, se colocó siempre a distancia sideral y así no se puede torear, mucho menos en Madrid. El quinto embestía a las nubes y Leandro se lo pasó a la altura de la hombrera.

La Razón

Por Patricia Navarro. Una de mansos, pecado mortal

«Chaqueta» tenía la ilusión de la feria en sus 537 kilos de El Cortijillo. «Chaqueta» confirmaría la alternativa de Antonio Nazaré, de malva y oro, de lila y oro, matices, pero con un destinatario mental único, ya revisando su San Isidro desde el cielo: Antoñete. El toro que abría plaza, hacía también el despeje de un largo serial, el del patrón y la nueva feria de Arte y Cultura. Ya situados en la plaza y con el correspondiente saludo a los vecinos de localidad: un año más, un mes entero, irrumpió en el ruedo el astado. Lo lanceó Nazaré, como pudo, sin lucimiento, frenado, hacía el toro gala de su encaste Núñez y salía abanto. Abanto por aquí, abanto por allá. Empujó (no en el caballo) ya en la muleta en las primeras arrancadas, lejos de lo bravo, por inercia quería irse, rajarse. Y así lo hizo hasta que el amago se hizo realidad. Quitemos caretas: el toro se rajó. A Antonio Nazaré le salió mejor la voluntad para salir airoso que la colocación. Y ahí, al hilo, Madrid sacó las uñas, haciéndonos presa, ¡tan pronto!, de territorio hostil. Se disipó el ambiente a modo de tregua en los siguientes toros. Uno detrás de otro secuestraban las energías. Uno detrás de otro saltaron la barrera que dista entre lo bravo y lo manso, para quedarse ahí. A piñón fijo. La mansedumbre se convirtió en pecado mortal para comenzar una feria. Ya en el sexto, el segundo de Nazaré, y con la lección aprendida por parte de los de El Cortijillo, además de abrirse y mansear en el engaño, ni se movió. Desde el ruedo trascendía la desesperación. El sevillano se entregó. Firme. Seguro. Queriendo. Golpes contra un muro, pues.

Miguel Abellán le confirmó la alternativa y comenzó rodilla en tierra el trasteo al segundo. Se desplomó enseguida la historia: no había material para sustentarla. Descastado, sin transmisión, suelto, parado. De nada sirvió el aplomo, ni la preparación. Cambiaba de hierro el cuarto, de Lozano Hermanos, la misma casa, alérgico a la bravura también incluso se superó. Se abrió un par de veces al llegar al engaño de Abellán y antes de suspirar, se fue a toriles sin opción a la guerra, sin resquicio para apretar, puntuar, borrar el pase en blanco. La batalla estaba perdida. Y el mal juego de la espada no ayudó.

Miguel Martín nos dio la tarde. ¡Y menos mal! Dos pares de banderillas de torería, sin vender la mercancía, sin teatro, de verdad. En el sitio. Y se desmonteró. Creímos en el toro, colorado, precioso, que tenía la virtud de ir al cite, en la distancia larga, pareció, a punto de engañarnos, pero dejó poco más allá de la inercia del viaje. Cuando tuvo que emplearse, acortó terreno, quedo, pensándolo en la muleta de Leandro, que quería volar alto. Por el izquierdo tomó los dos primeros de vértigo: se quedó en el muslo. No pasaba. Leandro tiró por ese camino. Plantó cara al pitón difícil, y tragó el toro un poco más, sin remate, hasta que la espada echó un borrón. A toriles se fue el quinto, como si le hubieran chivado en corrales la estrategia de la tarde: de embestir ni hablamos. Antes de tomar la muleta, ya estaba allí. Había debatido el tercio de varas entre un picador y el otro. Jornada intensiva en el caballo: toda la tarde. Casi todos igual. La nobleza del toro estaba a la altura de su falta de casta. La faena de Leandro quedó monótona. No había nada que sacar. Repetitiva la tarde. La mansedumbre fue, queda dicho, el pecado mortal. Que San Isidro nos libre. Y nos reconcilie.


©Imagen: Manuel H. de León | Diario de León

Madrid Temporada 2012.

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