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Plaza de Toros de Las Ventas

Lunes, 10 de junio de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Ventorrillo, todos cinqueños y mansos en conjunto, muy malo el 1º; se dejó sin celo el 2º por el izquierdo; se movió sin empleo el 3º; un buey el 4º; saltarín y por dentro el 5º; destacó el encastado y agradecido 6º.

Diestros:

Eugenio de Mora: de azul pavo y oro. Pinchazo, estocada atravesada y varios descabellos. Dos avisos (silencio). En el cuarto, estocada honda (silencio). En el sexto, estocada. Dos avisos (oreja).

Sebastian Ritter: de azul pavo y oro. Media tendida y varios descabellos. Aviso (saludos). Pasó a la enfermería.

Francisco José Espada: de blanco y plata. Media estocada y varios descabellos. Dos avisos (silencio). En el quinto, pinchazo, media estocada tendida y varios descabellos. Aviso (silencio).

Entrada: Media entrada, 11.559 espectadores.

Parte médico Sebastián Ritter: Heridas por asta de toro en cara interna 1/3 medio pierna derecha, con una trayectoria hacia arriba y hacia cara externa de 20 cm que lesiona vena safena interna, produce destrozos en músculos gemelos y contusiona arteria y nervio tibiales posteriores. Herida superficial en pliegue inguinal derecho.Es intervenido quirúrgicamente bajo anestesia general en la enfermería de la plaza de toros. Se traslada a la Clínica La Fraternidad. Pronóstico: Grave, que le impide continuar la lidia. Fdo: Máximo García Leirado

Incidencias:

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-10-de-junio-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1138204364512944129

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista Oreja al oficio de Eugenio de Mora y cornada a Ritter

El concepto del toledano tuvo su recompensa ante el meritorio sexto, del que paseó una oreja. Ritter, sufrió una grave cornada en el muslo derecho de 30 cm. Seria y correosa corrida del Ventorrillo

Aún conmocionados tras la grave cornada sufrida por Román el domingo, con doble intervención incluida de madrugada y con rotura de la vena safena, la semana comenzó con una seria corrida del Ventorrillo, seria y limpia en la que desgraciadamente hubo un percance que lamentar. Y serio. Sebastián Ritter fue corneado feamente en el tercio de quites en el cuarto, a la altura del muslo derecho. El parte de guerra añadía drama al asunto: 30 centímetros, para un torero ayuno de contratos y que solo cuenta con el crédito de Madrid. Antes había saludado una ovación tras pasaportar al segundo, un buen toro del Ventorrillo, donde hizo méritos en una labor plana pero con acople sobre el mejor pitón del toro, el izquierdo. A la faena se le echó en falta una mayor continuidad. Pero la estocada tras pinchazo dejó las espadas en todo lo alto. Merece otra oportunidad.

Hablando de verdad, sería de mal gusto no nombrar a un viejo veterano como Eugenio de Mora, que dio una tarde importante en su única comparecencia en San Isidro. Lo de mayor peso ocurrió en el toro del lesionado Ritter, el quinto que se lidió en último lugar. Cortó una oreja tras una labor de altibajos, donde emergieron tres tandas sensacionales por el pitón derecho. Le costó encontrarle el punto al toro y dejó un soberbio volapié. El toro tardó en caer y llegaron los avisos… dio igual, la oreja era para él.

Con los dos de su lote, fue silenciado ante un primero serio y a la defensiva, en otra labor tenue. Estuvo mal con los aceros, pero aún peor el puntillero Víctor Cañas que levantó al toro en dos ocasiones. Sonaron dos avisos. La faena tesonera del cuarto, frente a un toro deslucido que pegó arreones y no terminó de embestir con franqueza, no debe empañar la meritoria tarde de Eugenio de Mora.

Por su parte, Francisco José Espada pasó sin pena ni gloria, por el pésimo manejo de la espada. Bajó la mano al tercero, y realizó un toreo pausado y con criterio. El fallo con los aceros le alejó de un reconocimiento mayor. El sexto, lidiado en quinto lugar tras el percance de Ritter, no llegó a descolgar nunca, momento en el que aprovechó Espada para arrimarse como una exhalación, pero volvió a estropearlo con los aceros.

Plaza 1

Oreja para Eugenio de Mora y Ritter cae herido

Eugenio de Mora abrió plaza ante un desclasado astado que no bajó la cara en ningún cite. Lo desarmó en dos ocasiones con peligro y fue imposible sacarle nada. Estuvo desafortunado con la espada y el descabello y le llegaron a sonar los dos avisos. Al cuartó costó llevarlo al caballo y en el turno de quites prendió a Ritter por el gemelo siendo trasladado a la enfermería. Ya con la muleta resultó igual de desagradecido embistiendo con la cara alta y complicándole las cosas a Eugenio de Mora. Por el derecho consiguió un par de derechazos pero fueron fugaces. Dejó una casi entera y sirvió para que doblara. Le tocó lidiar al sexto, reseñado como quinto con Ritter en la enfermería. El sexto fue el más potable de la corrida y bien aprovechado por el toledano. Fue hilvanando series por el derecho a más y con un trincherazo a mitad de faena la conexión con los tendidos ya fue total. Siguió por ese buen pitón derecho y la estocada en lo alto entró entera. Tardó en doblar hasta sonarle los dos avisos tras los que paseó una oreja.

Recibió a la verónica Sebastián Ritter al segundo de la tarde. Fue otro toro con embestida áspera pero se fue haciendo con el con naturales de uno en uno. Alargó faena y no estuvo acertado con los aceros. No pudo salir a lidiar el quinto de la tarde tras esa cornada en el gemelo derecho recibida en el quite al cuarto.

Se sacó Francisco José Espada a terrenos del medio al tercero de la tarde y buena tanda de derechazos para arrancar faena. La embestida del astado de El Ventorrillo resultó irregular pero delante tuvo un torero muy dispuesto que se lo pasó de cerca. Fueron todo ganas y disposición ante un toro que se vino a menos. Tras media estocada se le atragantó con el descabello y le sonaron los dos avisos. Con Ritter en la enfermería corrió turno y lidió en quinto lugar el reseñado como sexto. De nuevo la imagen que dejó Espada fue de completa disposición. Aguantó los derrotes con mucha firmeza pasándoselo muy de cerca. Esas ganas y cercanías calaron en la afición que mantuvo la atención en una faena que culminó por manoletinas y que malogró con los aceros.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La sangre de Sebastián Ritter y la vigente madurez de Eugenio de Mora

Ambiente de un domingo cualquiera de los viejos agostos. Una gayumbada cinqueña ad hoc. Todavía dolía Román en la arena cuando Sebastián Ritter vertió su sangre. Quitaba por chicuelinas al grandón cuarto, un zamacuco manso que se quedaba corto. En la última revuelta apurada se enredó con sus pasos y el capote y cayó a merced: el buey lo corneó en el suelo con la saña de la mansedumbre. El afluente venoso manó por la pantorrilla derecha. Otro tabacazo. Eugenio de Mora intentó que la mole viajase hacia adelante. Pero era un imposible.

Un pavo montado de El Ventorrillo ya le había amargado la existencia. De otro modo. Eugenio encajó recados envenenados por la cadera, por la faja y el palillo. Trepaban como una mamba los pitonazos por el antebrazo. Resolvió con el oficio curtido. Los aceros y el puntillero demoraron el calvario. Bicho malo hasta para morir.

El único toro de Ritter bajaba dos cuartas del anterior pero empataban en fealdad. El joven colombiano brindó a Manolo Piñera por el mecenazgo. Y pretendió hacer una extensa faena a la altura. El ventorrillo sólo se lo permitía por el izquierdo: pasaba sin celo. Así que esbozó naturales, más hilvanados y templados que rematados, antes y después de la biliosa fase diestra. El recuerdo reciente de las dos últimas tandas se recompensó.

Francisco José Espada se encasquilló con el descabello como sus compañeros. Su firmeza estuvo por encima de la movilidad sin empleo del tercero, con ese aire de ganadería abandonada. Por el compañero herido, se corrió turno: Espada se arrimó como una bestia con un gayumbo que se venía por dentro y embestía a saltos. Tanto se ciñó en las manoletinas que una banderilla se clavó en el chaleco. El acero arruinó todo.

A últimas el sexto salió a defender el honor de sus hermanos con su agradecida casta. Y Eugenio de Mora, la vigencia de la veteranía con su madurez. Simplemente anduvo perfecto con el toro: concediéndole el sitio y la pausas hasta apretar en la ligazón. Su largo y poderoso trazo por las dos manos sigue fresco. De Mora, el último mohicano de aquella generación del 98, respiró juventud. Un trofeo de ley le dio una nueva vida.

ABC

Por Andrés Amorós. Herido grave Ritter, oreja a Eugenio de Mora

Acudimos a la Plaza todavía impresionados por el terrible percance de Román. Y, de nuevo, es herido otro diestro, el colombiano Sebastián Ritter: en un quite por chicuelinas, el toro le arrolla y sufre una cornada en la pierna, de dos trayectorias, de pronóstico grave. Sin tremendismo alguno, ésta es la realidad de la Fiesta. Los que hablan del «pobrecito toro», no han visto un toro de cerca en su vida. Es un animal ferocísimo; a la vez, su nobleza permite que se ponga delante de él un joven, con un trapito como única defensa, sea capaz de dominarlo y de crear belleza. Por eso, el torero es un héroe: porque es capaz de hacer lo que ninguno de nosotros haríamos, por ningún dinero. A la vez, la Tauromaquia es un arte único, basado en el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza bruta. Para comprender eso, por supuesto, hay que conocerlo y tener la sensibilidad adecuada.

Se inicia la última semana de la Feria con un cartel manifiestamente mejorable, más propio de agosto que de San Isidro. Los tres diestros han hecho méritos para volver a torear, aquí, pero juntarlos a los tres no parece la mejor solución. Si sumamos el número de corridas que los tres han toreado la pasada temporada, el resultado es demasiado exiguo.

Los toros de El Ventorrillo, serios, bien armados, con badana, todos cinqueños, son complicados, deslucidos (salvo el bravo sexto). Los tres diestros resuelven las dificultades con dignidad y entrega.

Esta Plaza conoce bien a Eugenio de Mora. Con más de veinte años de alternativa, ha vivido diversas etapas: éxito (abrió aquí la Puerta Grande, el mismo año de su confirmación), caída, recuperación… Domina el oficio y tiene el temple característico de la escuela toledana (le llevaron los Lozano). El primero, un torazo, embiste brusco, pega arreones, con la cara alta. Aunque Eugenio le da la lidia adecuada, sufre dos desarmes, molesto por el viento. Parece un toro de otra época. El diestro solventa la papeleta con oficio y mete el brazo con habilidad, a la segunda. Los fallos del puntillero provocan que el toro se levante y suenan dos avisos. El cuarto, de más de 600 kilos, no quiere caballo. No es adecuado el quite por chicuelinas de Ritter: se le queda debajo el toro y le hiere, en el gemelo derecho. Con gran profesionalidad, Eugenio conduce suavemente las desiguales embestidas. Ha estado francamente bien, aunque el toro no «dice» nada. Mata de media en lo alto. Por la cornada de Ritter, mata el sexto, el único bravo: logra series de muletazos templados, mandando mucho, conduciendo las encastadas embestidas. La faena ha ido a más: los circulares finales desatan el entusiasmo. Logra una buena estocada: aunque el toro tarda en caer y suenan dos avisos, corta una oreja, justo premio a una tarde complicada.

El colombiano de Medellín Sebastián Ritter ha toreado poco en Europa, como matador. Es hijo de torero, fue niño prodigio y alumno de la Escuela de El Juli. Su apoderado fue Antonio Corbacho (el mentor de José Tomás y Talavante), que influyó en su estilo valiente y vertical. Se la jugó aquí de verdad en una dura corrida de Saltillo. Nos asusta ya en un temerario e inadecuado quite, capote a la espalda, al primero. El segundo, muy armado, va a su aire. Brinda a Manuel Piñera, habitual acompañante de Don Juan Carlos. Se queda muy quieto, aguanta impasible las descompuestas embestidas; al final, logra ligar naturales suaves. Ha prolongado y suena el aviso antes de coger la espada pero saluda una ovación, por su entrega.

Francisco José Espada, de Fuenlabrada, discípulo de su paisano César Jiménez en la estética compostura, cortó una oreja el 2 de mayo. El tercero es un «tío», con los pitones hacia arriba. Se lucen, con los palos, Iván Garcia y Arruga. Como el toro no para y el diestro se queda quieto, el arriesgado trasteo es desigual pero tiene emoción. También prolonga la faena, falla con el descabello y escucha dos avisos. El quinto (se ha corrido el turno) embiste a saltos, descompuesto. Espada, muy firme, intenta bajarle la mano pero el toro le pone los pitones en la cara. Una faena de más mérito que lucimiento. Con este toro, no son adecuados (aunque se aplaudan) ni los muletazos cambiados ni las manoletinas. Tarda en matar y suena el aviso.

Al final, un toro bravo, el único, y una buena faena de Eugenio de Mora han salvado una tarde muy complicada, además del dolor por la cornada de Ritter. No hay que olvidar, en todo caso, la falta de lógica y de justicia de que maten toros tan serios y difíciles unos diestros que torean tan poco.

La Razón

Por Patricia Navarro. Dura cornada de Ritter y oreja para De Mora en una tarde ardua

Apenas salió el primero nos devolvió toda la dureza del toreo de golpe, como un sopapo. La dureza que todavía nos duraba del día anterior con la cornada de Román, que todavía duele a pesar de que las noticias que llegan desde el hospital ya, por fin, comienzan a ser alentadoras. No así la tenebrosa e interminable noche. Esa cornada es de las que se quedan en la memoria, atragantadas. De enfermería era también el toro que le tocó en suerte a Eugenio de Mora. Tuvo que tirar de oficio, que lo tiene, para regatear las embestidas del toro, a la altura de la hombrera y metiéndose por dentro. Violencia máxima el de El Ventorrillo. Peligro. Un claro SOS que Mora tapó con una lidia valerosa. Y demasiado.

El destino quiso y quiso para mal. Con menos peligro que el que abrió plaza, pero sin claridad en el viaje, el cuarto se cobró un peaje antes de llegar al último tercio. Fue en el quite de Sebastián Ritter, que no renunció a su turno, que no renunció a dar un paso adelante por pequeño que fuera. Pero a la tercera chicuelina el toro le acortó los caminos, le derribó y ya en la arena le levantó del gemelo para herirle. Sangraba mucho. Raudo se lo llevaron a la enfermería. Otra vez ese mal sabor de boca que nos deja mudos. Eugenio de Mora anduvo perfecto con el toro, a pesar de que el animal ni lo ponía fácil, por sus muchas complicaciones ni era agradecido, porque no trascendía el esfuerzo. Que lo hubo.

Ya había quitado Ritter al asesino en serie que fue el primero, las gaoneras le barrieron la barriga, a esa altura viajaban los puñales de acero y no lo dejaron de hacer nunca, ya en este caso a Eugenio. Ritter se dio sin medida, sin escrúpulos ante la incierta arrancada del toro, el segundo, que cada vez iba al engaño de una manera, pero en todas queriendo acortar el viaje y sabiendo que algo o alguien quedaba detrás del laberinto. Tragó, le cogió la distancia, media, y le esperó con la muleta punto retrasada para alargar el viaje. A pesar del poco eco que tuvo su labor en el tendido, la entrada más pobre de toda la Feria de San Isidro, de los 28 días de festejos de manera ininterrumpida que llevamos, junto con la de Valdefresno, consiguió meterlo en vereda al natural. Mucho mérito. No llegó a su quinto. El toro le mandó para la enfermería antes. Y lo lidió en sexto lugar Eugenio de Mora. La suerte quiso que fuera el toro de la tarde. El único. No tuvo competidor, movilidad, entrega y transmisión, que para donde veníamos era un mundo. De Mora lo disfrutó. Ligado por el derecho y más profundo al natural, por donde se ciñó al toro con más depurada expresión. La estocada, tan de verdad y tan arriba, fue el broche de oro para el trofeo y para tomar oxígeno.

Muy resolutivo había estado Francisco José Espada con un tercero que se movió, pero de ahí a hacerlo bien hubo un mundo. Irregular, una vez a media altura y la siguiente por las nubes. Intentó Espada darle uniformidad a la faena con un caudal inagotable de voluntad. Y así con el quinto, que iba y venía, pero con sus complicaciones y desórdenes. Nunca jamás volvió la cara. No era fácil y hasta el último aliento del toro mantuvimos la tensión. El trofeo de Eugenio resultó un soplo de aire fresco, con toda su veteranía a cuestas.

El País

Por Antonio Lorca. De Mora salva un trago amargo

La corrida fue un mal trago hasta la lidia del sexto de la tarde. Se masticaba el drama y también lo hubo a pesar de las lógicas precauciones de los toreros. El colombiano Ritter se dispuso a hacer un quite por chicuelinas al cuarto de la tarde, se hizo un lío con el capote y el toro aprovechó para empitonarlo, colgarlo, derribarlo y mandarlo a la enfermería. Era lo que faltaba en un cartel de escasos alicientes, de relleno -con el debido respeto a todos los toreros-, con la entrada más pobre de la feria, y una corrida de toros para enviarla al matadero por fea, desabrida, mansa, deslucida, bronca y dificultosa.

El festejo acabó mejor de lo previsto porque Eugenio de Mora aprovechó la movilidad y la nobleza del sexto para enjaretar muletazos de categoría, firme y bien plantado el torero, que destacó sobremanera en tres redondos finales casi perfectos. El toro tardó en morir, prefirió De Mora no utilizar el descabello y sonaron dos avisos, pero paseó una oreja. ¡Cosas de la modernidad! Y algo peor: ese toro era de Ritter, que estaba en la enfermería por un traspié. Unos nacen con estrella, y otros, estrellados…

Todos los toros habían cumplido los cinco años, los más veteranos de la dehesa, conocedores de todos los trucos, y con un master aprobado con nota en malas artes.

Y tres toreros con la agenda vacía. Y se anuncian sin más remedio con una ganadería que antaño exigían la lidiaron las figuras y hoy huyen de ella. Por algo será.

Está claro que El Ventorrillo no está en su mejor momento. Alguien se ha equivocado en el campo y se nota, y mucho, en la plaza. No se olvide que es sangre domecq, la de los toros artistas, dulzones y pastueños. Pero deben ser los parientes pobres. O la nefasta consecuencia de un semental descarriado que ha echado por tierra el honroso trabajo de su dueño. Total, que la corrida fue un puro desastre por la responsabilidad exclusiva de unos toros imposibilitados para la lidia.

Ahí se vio abocado el también veterano Eugenio de Mora -21 años de alternativa ya-, que se niega a colgar los trastos y gozar de un merecido descanso. Mantiene el tipo y el valor, y le adorna la experiencia, pero no es probable -sería noticia gorda- que mantenga la ilusión y espere nuevos contratos de un compromiso como este. Contrató dos toros y mató tres por la cogida de Ritter, tiró de conocimiento y superó la dura prueba con solvencia. Su primero era un ladrón -le robó dos veces la muleta-, malencarado, correoso, duro, bronco e incierto que tiraba tornillazos y embestía con malas ideas. El cuarto, soso y parado, y el sexto, el más potable, le permitió sentirse torero y lo consiguió.

Ritter y Espada, más jóvenes, con la carrera aún por hacer -pero el tiempo corre que se las pela- y sueños incumplidos, hicieron lo que de ellos se esperaba: tragar quina, jugarse el tipo, dar muletazos con mayor o menor fortuna y dejar claro a la parroquia que quieren ser toreros. Muy valientes y dispuestos, salvaron con honor la muy dura prueba.

Madrid Temporada 2019

madrid_100619.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)