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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del lunes, 11 de mayo de 2009

Novillada con picadores

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Novillos de Montealto, (bien presentados, mansos y complicados).

Diestros:

José Manuel Mas: Pinchazo y estocada corta caída (silencio). Pinchazo y estocada corta caída. Aviso (silencio).

Miguel Tendero: Cuatro pinchazos y bajonazo. Aviso (saludos). Pinchazo, otro hondo y dos descabellos. Aviso (silencio).

Javier Cortés: Estocada atravesada y dos descabellos (ovación). Cuatro pinchazos y cinco descabellos (silencio).

Saludó: Julio Campano, tras parear el 6º.

Entrada: Tres cuartos de plaza.

Crónicas de la prensa: Abc y El País.

Incidencias: Juan José Gimeno Mora, banderillero de la cuadrilla de Miguel Tendero, ha resultado herido de pronóstico grave en el 2º de la tarde.

Madrid Temporada 2009


ABC

Por Zabala de la Serna. Cornada grave del banderillero Gimeno Mora

Salió el astifinísimo jabonero sucio pregonando su mansedumbre, distraído, a su bola. Y confirmó su condición con la destemplada huida del palo directamente a toriles. Y repitió en el segundo encuentro. Quedó casi sin picar y apretaba hacia el «5». Pues allí lo banderillearon, y allí agarró a Gimeno Mora a la salida de un par por el bajo vientre. Lo sostuvo colgado del pitón durante angustiosos segundos, lo tiró contra el ruedo y se ensañó con el torero de plata, pues en su terreno no atendía a capotes ni quites en su revuelo. Terrible sensación. Grave cornada. Pero, dentro de lo que se esperaba, la zona abdominal quedó sana y salva. Tan bonito pelaje escondía un volcán de mansedumbre y genio. No lo escondió nunca realmente. Y tampoco se escondió Miguel Tendero. Poderoso en las dobladas, asentado y firme con la derecha mandona. Por encima del bicharraco, que se quedaba corto por el lado contrario. Era el momento de matarlo, pero se pasó de faena. Cuando iba a escribir la manida frase de que estuvo hecho un matador de toros, pinchó en hueso. Parte de la plaza lo valoró debidamente.

Las mismas vibraciones positivas transmitió Tendero con el colorado quinto, que saltó al ruedo con trilita en las pezuñas. Se arrancó como una bala al caballo, que le tapó la salida; en la siguiente vara ya se escapó suelto hasta el polo opuesto. El chaval pidió el cambio, pero el presidente quería verlo… ¿Ver qué? Por imperativo presidencial hubo que ponerlo de nuevo en el jaco. Absurdo. Entre las rayas, embistió siempre frenado, reservón, tan mentiroso como en el peto. Miguel Tendero lo rompió siempre hacia delante. Pero repitió el mismo error —¡esa cabeza!— de excesivo metraje. Sumó otro aviso al anterior.

La mansa novillada de Montealto tuvo guasa y genio a espuertas, colocadas todas las caras en posición de aquí te espero, con el gatillo preparado, como sin cuello. Y encima el viento. Y esa dureza cruel de Madrid con los novilleros… El tercero fue un cabrón desde que salió, un asesino a izquierdas, como Carrillo. Terror en banderillas. Parecía toreado. Javier Cortés incluso lo sometió en varias series sobre la diestra con tremendo mérito y admirable capacidad, cuando se lo permitía Eolo. Batalló lo indecible, y para colmo le presentó la zocata, en vano, claro. El montado sexto no se desplazó nunca, con el freno de mano puesto. Cortés se encasquilló con la espada tras intentarlo.

A mí, por no gustarme, no me gustó ni el noble primero, que fue el mejorcito, sin terminar nunca de humillar hasta el final. José Manuel Mas construyó una faena con dos definidas mitades. Una primera y limpia, muy arrastrada la muleta y encajada la cintura; otra enganchada, con el novillo acentuando su defecto de cara alta por el izquierdo. Terminó rajado. Mas no halló la tecla de los terrenos protegidos del aire con el descompuesto cuarto, que luego arrollaba en busca del campo pero pegando pitonazos por el camino. Montealto escarpado y de espinas.

Cornada grave del banderillero Gimeno Mora

El banderillero Gimeno Mora fue operado en la enfermería de «una cornada en el tercio medio cara posterior del muslo izquierdo con dos trayectorias, una descendente de 20 centímetros y otra ascendente de 15, que causa destrozos en el cuádriceps. Fractura de la clavícula derecha. Puntazos y contusiones. Pronóstico grave que le impide continuar la lidia. Fue trasladado a la clínica La Fraternidad».

Tendero comentó que el novillo que propinó la cornada a su subalterno «sembró el pánico y fue muy complicado». Y se lamentó de pinchar: «No me lo perdono. Una oreja de Madrid vale oro». Definió la tarde como difícil «por la novillada y el viento». Cortés comentó que el tercero «me ha exigido muchísimo, pero ha sido agradecido porque me ha permitido exponer». Mas dijo que se sintió «a gusto al principio con el primero».


El País

Por Antonio Lorca. Grave cogida de Gimeno Mora

Gimeno Mora, experimentado subalterno, cogió las banderillas, cruzó el diámetro de la plaza y llamó la atención de Bombero, de 519 kilos, que se había refugiado en la otra punta como manso que era. El novillo lo esperó, lo midió con estudiada estrategia y, cuando avistó la carrerilla del torero, le cortó el viaje y, en cuestión de décimas de segundo, lo tenía frente a él, a su merced. En ese instante, el torero tenía la partida perdida. Bombero enganchó a Gimeno por la pechera, lo levantó en peso, lo zarandeó dramáticamente entre los pitones como si fuera un muñeco; una vez el torero desplomado en la arena, el animal se enceló con él, lo volteó repetidamente hasta que la punta de un capote, que parecía que nunca iba a llegar, desvió la trayectoria del novillo, mientras el banderillero quedaba boca abajo, inerme, con el cuerpo hecho jirones.

Así lo atestigua el parte médico, que dice que sufrió una herida en el muslo izquierdo con dos trayectorias, descendente una, de 20 centímetros, y ascendente la otra, de 15, que produce destrozos en el músculo cuádriceps; puntazos en la región suprapúbica y cadera derecha; otro puntazo corrido en la parrilla costal derecha, fractura de la clavícula derecha, contusión en región frontal y scalp en el cuero cabelludo. El pronóstico es grave.

Afortunadamente, Gimeno Mora puede contarlo, pero la cogida fue espeluznante, y así le ha quedado el cuerpo entero: hecho un cristo.

Al margen de este episodio dramático, inherente, por otra parte, a este espectáculo protagonizado por héroes de carne y hueso, la novillada de Montealto fue interesantísima, de bonita presencia y de juego variado, presidido en todo momento por la casta en sus distintas versiones.

El novillo de la cogida, el ya conocido Bombero, de pelo jabonero sucio -algo así como el jabón Lagarto bañado en arena negra- fue un manso, bronco, reservón y distraído, al que Miguel Tendero dobló por bajo con torería, le aguantó con valor estoico sus descompuestas embestidas y se impuso por pundonor y arrojo. Aguantó el novillero parones en el mismo pecho y se dio un arrimón de alguien que quiere ser matador de toros. Al final, vencido el manso, trazó una tanda de derechazos poderosos que le hubiera valido una oreja si no mata rematadamente mal. Y a ese mismo torero le tocó el bravo de la tarde, Rencoroso de nombre, precioso de lámina, que acudió tres veces al caballo con codicia y empuje. Galopó alegre en banderillas y, cuando todo parecía que habría faena grande, el torero se quedó en el tercio para guarecerse del viento, se mostró encimista, ahogó la embestida de su oponente, y la ligazón y la torería que desplegó de forma intermitente supieron a muy poco. Volvió a matar mal, y el novillo, que murió con la boca cerrada, no tuvo el final glorioso que, sin duda, hubiera merecido en el centro del anillo.

Pero también hubo un novillo noble, dulce como el almíbar, que fue el primero, bonito, también de hechuras, que salió con furia juvenil de chiqueros hasta que, al tercer capotazo de José Manuel Mas, humilló y clavó los pitones en la arena y dio una vuelta de campana con tanta violencia que todavía le deben estar doliendo los huesos a más de uno. Naturalmente, el animal ya no fue el mismo. Se le quedó la mirada perdida y cara de anciano, lo que no evitó que llegara a la muleta con suavidad e infinita bondad. El novillero acertó a embeberlo en unos derechazos en los que bajó la mano y ligó con suficiencia, pero se empeñó en tandas cortas que deslucieron toda su labor. Acertó, después, con dos naturales espléndidos, arrastrando la muleta, pero, al final, todo quedó en una corta, muy corta alegría. Surgieron pronto la destemplanza, los pases enganchados y el aburrimiento del noble novillo. Arreciaba el viento cuando Mas tomó la muleta en el cuarto de la tarde, un novillo soso, al que nunca alcanzó a dominar, en parte por el fenómeno atmosférico y, en gran parte, por su falta de motivación, de experiencia, tal vez, o sus dudas.

Tuvo menos suerte Javier Cortés, porque el tercero de la tarde, que quedó crudo en los caballos, impuso su ley en el tercio de banderillas (imponer su ley significa que hubo ajetreo de capotes y toreros corriendo sin ton ni son), y llegó a la muleta con una embestida muy descompuesta. A pesar de ello, no parecía asustado Cortés, y le plantó cara con gallardía, corrió bien la mano en algunos momentos y llegó a trazar una muy meritoria tanda de derechazos ligados y hondos. El animal estaba loco por llevárselo a lo lomos, pero el chaval se libró de la voltereta con valentía y picardía. Nada pudo hacer ante el sexto, al que banderilleó de forma excelente Julio Campano. Se hundió en el tercio final y no tuvo un pase.

Conclusión: no hace falta el toro grande, ande o no ande. Lo importante es lo que el animal lleve en las entrañas. Y los novillos de ayer llevaban casta, de la buena y de la mala, como debe ser. Aunque con lo segundo no esté de acuerdo el torero Gimeno Mora, al que se le desea una pronta recuperación.

madrid_110509.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:16 (editor externo)