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Plaza de Toros de Las Ventas

Viernes, 11 de mayo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Pedraza de Yeltes (bien presentados, mansos, descastados y desclasados).

Diestros:

Manuel Escribano: pinchazo, media tendida y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio).

Daniel Luque: pinchazo —aviso— media estocada y tres descabellos (silencio); estocada (silencio).

Jiménez Fortes: estocada baja (silencio); estocada (mayoritaria petición y dos vueltas al ruedo).

Destacaron:

Entrada: 15.889 espectadores

Imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1634637779965661

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/995047568013918208

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista.El Presidente se adueña de un orejón de Ley a Fortes

Un hurto a ultranza, un robo sin precedentes fue el devenir del epílogo de la tarde donde Fortes volvió a ser Fortes. De impertérrito valor, de desnudada personalidad y de insuperable personalidad volvió a dar la talla en La Monumental, tragando lo que no está escrito frente a los dos mulos que sorteó. Sobre todo con el sexto, al que meció de salida por parsimoniosas verónicas prologando la embestida, y firmando una labor compacta, pisando una vez más terrenos comprometidos… aunque parece ser que el único que no lo vio fue el Presidente, y es que el Sr. Magán pasó por alto una actuación suprema coronada de un majestuoso estoconazo. La oreja estaba clara… los pañuelos se adueñaron de los tendidos, pero un hecho tan insólito y sin precedentes hizo que el usia se adueñara de tan precisado botín. Y más con Fortes, un torero que ha pagado con sangre en dicho escenario su encorajinada entrega. Incomprensible. Dos vueltas al ruedo con honores entre una lluvia de almohadillas con severas protestas. La bronca de las que se recuerdan, como su entrega en cada tarde. En su primero ya dio muestras de su valor, brindando al respetable una actuación en la que conjugó el valor impertérrito que le caracteriza con la exposición, y es que se jugó los muslos frente al soso tercero, al que despachó de un bajonazo.

La de Pedraza de Yeltes fue sencillamente un auténtico despropósito. De esas tardes que viéndose anunciadas hasta el aficionado más escéptico sabe el devenir. El envío de Luis Uranga a Madrid adoleció una vez más de casta y raza a partes iguales. Seis toros de partida, que pasaron el reconocimiento sin dudarlo. Seis auténticas moles de intachable presentación pero de exultante falta de casta.

Ni por esas pudo Manuel Escribano con el único toro con posibilidades de la cuarta de abono. “Mirante” un toro para encumbrarse sobre ambos pitones, con el que el Sevillano se fue a portagayola a raudo y veloz a recibirlo. Volvió a tomar los palos como ya hiciera en su primero y volvió a banderillear a toro pasado y excesivamente traseras. Con ritmo y quietud salvó los muebles en el último par al clavar por los adentros sentado desde el estribo. Comenzó sacándose el toro por la espada, y se le fue el mejor toro de la tarde, enfrascándose en tirar líneas en una actuación anodina, que a nadie contentó.

El que abrió la tarde largo como un tren, zancudo y alto, tuvo nobleza y movilidad para repartir. El de Gerena brindó a Adolfo Suarez frente a un Pedraza que manseó dejando el rastro de la clase que atesoraba. La actuación nunca contó con el refrendo en los tendidos y fue silenciado en sus dos turnos.

A Daniel Luque se le acaba la gasolina, y no termina de carburar. Pasó sin decir nada la tarde del Domingo de Resurrección y en su segunda comparecencia del año en Madrid, volvió a pasar de puntillas. Con su primero de rebosante embestida lo más lucido llegó sobre la mano izquierda, aunque el toro se vino abajo en la muleta alargando la faena en exceso. La actuación perdió méritos tras pinchar repetidamente con los aceros.

Con el quinto no pasó del sesteo, y eso que quiso mantener la atención recriminándole el público que abreviara. Lo despachó de una formidable estocada y fue silenciado en sus dos turnos.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La plomada de Fortes entre 3.737 kilos de estulticia

Desde que desembarcó, la corrida de Pedraza de Yeltes deslumbraba por su tamaño, por el incendio de sus capas coloradas, por el tonelaje. Entre Resistente, Bello, Renacuero, Mirante, Burriño y Urante sumaban 3.737 kilos. Un promedio de 622. Cifras estratosféricas incluso para la genealogía y los esqueletos de la línea Aldeanueva-Raboso-El Pilar. ¡Qué esqueletos! Barcos mercantes. Una locura que conduce a la reflexión morantista de la proporción del toro, un animal criado para embestir. Una desmesura que lleva a la anécdota de Rafael el Gallo cuando le preguntaron el porqué de su miedo: “No es miedo, es desproporción. El toro tan grande y yo…”.

Los seis toros rojos de Pedraza ni siquiera despertaban ovaciones según aparecían en el ruedo venteño. Como si fuera lo normal. Sólo dos bajaban de los 600 kilos. Pero los rozaban. Uno de ellos el primero (592). Tan largo, ensillado y alto que aún daba la impresión de que le cabían más arrobas. Su poder, sin embargo, no iba acorde. Sí su estilo de buey. Entre pasota y desentendido. Se embiste como se es. Manuel Escribano banderilleó con solvencia al cuarteo. Más comprometido el par al quiebro y al violín. Muleta en mano se lo sacó a los medios para alejarle de las querencias. Pobre el viaje, sin celo ni empleo, por uno y otro pitón. No hubo motivos más que para la brevedad. Las coces en la hora del descabello lo retrataron.

Los inmensos pechos, la inabarcable longitud, la inalcanzable alzada de Bello habían dado 660 kilos en la báscula. De frente, de perfil, asustaba su monumentalidad. La seriedad sobresalía incluso en el morrillo astracanado. Cierta armonía presidía su cara. Se arrancó de largo y esquivó el caballo en un extraño puyazo corrido. Daniel Luque se puso de verdad con él. Cuando concluía el derechazo, el torazo no había terminado de pasar. Y lo hacía protestón dentro de su fijeza. El viento enredaba también. De uno en uno consiguió Luque naturales meritorios. A puro pulso con aquella manejabilidad dormida. Que degeneró en distracción. Apuró entonces el sevillano por demás la faena. Y se encasquilló con los aceros.

Entre pitón y pitón del tercer pedraza habría un metro de distancia. Un susto en su testa que coronaba su osamenta “liviana”: 591 kilos. En el peto se defendió y fue tan pegajoso en banderillas que un tío de la preparación de Carretero se las vio y deseó. Fortes abrió faena con una pureza suave. Suavidad y pureza contra los inconvenientes del toro. Que reponía apoyado en las manos y soltaba la cara cuando pasaba el cortito tramo de humillación. De pronto su izquierda trazó pases admirables. Costaba sacarlos limpios cuando trataba de prolongar el viaje. Primaba la intención del buen toreo con un bruto que no se prestaba. Un bajonazo afeó lo hecho.Manuel Escribano se postró a portagayola con el gigantesco cuarto de 637 kilos. El corazón en un puño cuando libró la larga cambiada. El toraco apuntó cosas en las verónicas cabales, en el empuje (engañoso) en el peto, en el fuerte galope en banderillas. El par por los adentros acongojó por encima de las facultades con las que el torero de Gerena le ganó la cara. Explotó la faena por cambiados silvetistas. Y el toro se estiró en pos de la muleta en la siguiente tanda de derechazos. Hasta ahí duró su noble fondo, apagado como una vela sin oxígeno desde entonces. La firmeza de Escribano quedó estéril.Ni un rasgo de bravura asomó en los hondos 625 kilos del quinto. Un pasmarote en el caballo y un mulo en la muleta de Daniel Luque. Topaba o se desentendía. Como agua para el chocolate.

La basta y vasta cuesta arriba del sexto se hacía una brutalidad. Atacó en firme con sus 632 kilos a la montura de Francisco de Borja, sensacional en el manejo de vara. Fortes dibujó un hermoso quite por tijerillas abrochado con una bella media. Los doblones de apertura de faena tuvieron categoría. Ya en la primera serie de poderosos derechazos -necesariamente corta- el toro amagó con pararse. La quietud y el asiento del malagueño aguantaron los parones. La plomada del valor ante las miradas de la pavorosa cabeza. Y siempre con la intención de hacer el toreo por su camino. Un volteretón de órdago no arredró al torero de plomo. El arrimón de testosterona se impuso. La autenticidad tan sincera. Un pase de pecho de pitón a rabo, o sea kilométrico, reventó la plaza. Como un espadazo en todo lo alto reventó al toro. La petición se expandió como la pólvora. Tan justa. Una oreja de peso se presentía. Pero el presidente José Magán Alonso, haciendo un alarde formidable de una estulticia tan pesada como los 3.737 kilos de la corrida, perpetró un robo asqueroso. El rostro de Fortes reflejaba una digna perplejidad. Paseó el ruedo por dos veces entre el clamor popular, bajo la indignación absoluta del público. Que regó el ruedo de almohadillas. De Magán a mangón hay muy poco.

ABC

Por Andrés Amorós. A Fortes le niegan injustamente una oreja en San Isidro

Saben los aficionados que la corrida de Pedraza de Yeltes (de procedencia El Pilar, encaste Aldeanueva) viene con muchísimo peso: cuatro, rebasan los 600 kilos; los otros dos, los rozan: seis gigantones colorados. Esas moles, ¿no se caerán, aguantarán la lidia? La han aguantado, con cierta bondad pero también con insufrible sosería, sin la menor emoción. Sólo la firmeza de Fortes, en el último, logra conectar con el público: se la juega de verdad y merece claramente cortar la oreja, aunque el presidente, incomprensiblemente, se la niegue.

En la última Feria de Abril, Manuel Escribano demostró haber recuperado plenamente la forma física, después de su grave percance. En Bilbao, además, toreó al natural con categoría. El primero, de bella estampa, mansea. Escribano se luce en el par al quiebro, al violín. Brinda a Adolfo Suárez. El trasteo es correcto pero el toro no transmite absolutamente nada. Una joven castiza enjuicia al toro: «Un soseras». Un aficionado exigente corrige: «Un buey. O un borrego». (Lo malo es que estos diagnósticos servirán también para sus hermanos). Recibe a porta gayola al cuarto, que sale huyendo y acaba derribando pero sin celo. Arriesga mucho Manuel, como de costumbre, en el par por dentro. El toro parece bondadoso pero se apaga. Escribano se esfuerza, no está mal pero la emoción es imposible.

Daniel Luque perdió el sitio que tenía en las grandes Ferias y ahora intenta recuperarlo: no es fácil, aunque conocemos sus cualidades. El segundo es un gigantón que impone, con sus 660 kilos. Luque demuestra su capacidad con esta mole, que embiste con nobleza pero no repite; logra ligar sólo una serie el natural y lo pasa mal, al matar. Escucho a un aficionado al deporte: «El toro parecía un campeón de los pesos pesados con alma bondadosa». El quinto es un manso descastado que aburre a la gente y acaba desentendiéndose de la lidia: ¡triste espectáculo! Luque no tiene opciones.

Fortes ha logrado sobreponerse a dos gravísimas cornadas. En el tercero, que embiste dormido, sin fijeza, se muestra muy firme y seguro, aguantando las inciertas y cansinas embestidas pero mata caído. En el sexto, altote, brillan Francisco de Borja, a caballo, y Carretero, con los palos. Brinda a su padre y se queda muy quieto, reposado, pero sin la rigidez de antaño. El toro se desentiende de la muleta y se lo echa a los lomos. Prosigue, valiente y sereno: cuando ya parecía imposible, ha logrado entusiasmar al público. Mata bien y la petición de oreja es unánime. ¿Por qué no se le concede? Todavía no lo entiendo: ni por méritos ni por reglamento. A pesar de la notoria injusticia, lo que más importa es comprobar que ha mejorado mucho.

Una vez más, la vieja polémica: ¿pueden embestir unos toros con tantos kilos? No es fácil pero sí pueden, si tienen motor. Hay que repetirlo siempre: en un toro, lo que importa no son los kilos sino la casta brava.

Postdata. El equipo veterinario de Las Ventas ha entregado su premio a la corrida más completa de la pasada temporada a la de Domingo Hernández, lidiada el 2 de junio. (La misma ganadería que ha triunfado en Sevilla con el indulto de «Orgullito»). Quiero subrayar que este premio se acaba de crear justamente como respuesta al lamentable final que ha tenido, cediendo a presiones antitaurinas, el que, desde hace dieciséis años, entregaba el Colegio de Veterinarios de Madrid: un ejemplo más de esa falta de coraje, para mantener las convicciones, que tanto abunda ahora en nuestro «ruedo ibérico».

El País

Por Antonio Lorca. Incompetencia presidencial

Debiera existir un comité taurino que analizara las decisiones presidenciales y sus consecuencias en el curso de la fiesta, en sus toros y sus hombres. Si así fuera, el presidente de la corrida de ayer, José Magán Alonso, sería, sin duda alguna, severamente amonestado por haber cometido un gravísimo error al negar la oreja del último toro a Fortes.

Era uno de esos trofeos de libro, de primero del curso de formación para presidentes de festejos taurinos. En el ruedo, un toro de 632 kilos de peso, muy seriamente armado, astifinos los pitones, como agujas ambos, y un torero de una pieza que venía dispuesto a no pasar desapercibido en tarde de tanto compromiso para su carrera.

Es Fortes un torero nuevo -ya lo anunció en esta misma plaza el pasado Domingo de Ramos-, con la cabeza amueblada, el corazón en su sitio, templanza en las muñecas e inspiración en sus formas toreras. Y lo demostró al sacar a ese toro del caballo, con el que bien se agarró el picador Francisco de Borja Ruiz; lo recibió Fortes con una verónica, lentísima, primero, preciosas cordobinas, después, y una media larga, extensa, lentísima, que dejó embobada a la concurrencia. No es que fueran dibujos henchidos de misterio, que sí, sino, además, sorprendentes y emocionantes por inesperados.

Muleta en mano, asentadas siempre las zapatillas, con el pensamiento sereno en la cara del toro, Fortes fue moldeando, poco a poco, una labor de menos a más, valentísima, desbordante de gallardía en tandas por ambas manos, incompletas por la nobleza sosa de su oponente, pero preñadas de torería en todo momento. Sufrió una voltereta sin consecuencias, y, en lugar de descomponerse, se vino arriba, juntó los pies, y trazó muletazos apasionados, con los alfileres del toro en el corbatín, como en trance y sin perder la compostura. Y la estocada la cobró porque se tiró sobre el morrillo del animal, como mandan los cánones cuando el triunfo está a la mano.

La plaza se cubrió de pañuelos, pero el presidente decidió que aquella emoción vivida no era merecedora de trofeo. Gravísimo error, que ojalá no afecte negativamente en el futuro de este valiente que destila temperamento y personalidad.

Hubo más: en un quite al segundo de la tarde, Fortes trazó un par de chicuelinas ajustadas que remató con una hermosa verónica y una media de cartel.

Ahí queda la tarde de un torero llamado a la gloria si no se le tuerce la suerte; ojalá así sea a pesar de la incompetencia del presidente madrileño. Fortes dio dos vueltas al ruedo y el palco recibió una sonora bronca, pero el error ha quedado ya para la historia.

Ahí acabó la corrida. Y no solo por la hora, sino porque la muy descastada, sosa, mansa, insípida y aburridísima corrida de Pedraza de Yeltes no posibilitó más momentos de gozo.

Manuel Escribano lo intentó sin éxito. Brindó sus dos toros inservibles a dos amigos, con los que quedó bien, pero no pudo triunfar. Muy desesperanzado ante su antipático primero, quiso elevar el nivel ante el cuarto, al que recibió de rodillas en los medios, pero el toro se durmió demasiado pronto. Puso banderillas a los dos, y ninguno de los seis pares fue lucido; arriesgado, sí, el que colocó al quiebro sentado en el estribo, pero no más. Un matador banderillero debe tener más acierto que su cuadrilla.

Bien Luque a la verónica en dos ocasiones, y un derroche de voluntad y entrega en su imposible lote de moles de carne. Afanoso en todo momento, pero hasta ahí pudo leer.

Dos horas y cuarto de corrida merecieron la pena por el derroche de torería final de Fortes, deslucido por el incomprensible error de quien debe velar por el orden público y no provocar un altercado.

La Razón

Por Patricia Navarro. La poderosa verdad de Fortes a pesar de la mediocridad del palco

Las emociones arrasaron de pronto con el tedio que había contaminado la tarde plomiza, rasa y anodina. Es lo que tiene el toreo. Capaz de convertir la plaza de pronto en un volcán. Lo hizo Fortes solito. Y solito fue, porque por no tener apenas tuvo toro. Un morlaco enfrente, como toda la corrida de Pedraza de Yeltes, espectacular de peso, exagerada en la báscula, incluso de pitones, muy descarada, grandona, tremenda… Y noble también, justa de fondo y de poder. Y esa sosería no perdona. Menos en Las Ventas. Salvo en el sexto, en el que todos los misterios se resolvieron en uno. Diez minutos bastaron para olvidar lo ocurrido. Ya fue el capote seda. Ya fue Saúl la prolongación de Ramos. La hombría. El valor. El clasicismo. La sobriedad. El poder de la verdad que estrangula las emociones incluso las ahorca. Hizo todo despacio. Así ocurrió. Para deleite del público, que estaba más para irse, de viernes, que para gozarlo. Pero Fortes se detuvo para detenernos. Exprimió al toro, que iba y venía, como si la historia no fuera con él y con esa embestida a medio hacer hizo el toreo al completo. Sereno y sincero en la verticalidad, creído, convencido, asentado, reposado y valeroso. Arriesgó. Le levantó los pies del suelo. No le hirió. Tampoco le cambió el semblante. Ni un gesto. Torero. Templado y buscando rematar cada muletazo por debajo de la pala del pitón y a la cadera. Se perfiló en la suerte de matar. Y se fue detrás de la espada. Con la brújula de la emoción. De la necesidad. Y la espada fue. Y el público. Y los pañuelos blancos. Inequívocamente una oreja unánime de Madrid. Para todos menos para el presidente. Para José Magán. Mediocridad infinita de mal aficionado. Dos vueltas al ruedo el torero y una oreja simbólica que lo vale todo, por lo que hizo en el ruedo y por la trayectoria de un torero tan sumamente singular. Una historia escrita con sangre.

No había sido fácil el tercero irregular siempre, con un embestida distinta a la otra. Mantuvo Fortes la tranquilidad, la entereza, el aplomo frente al morlaco de imponente cornamenta, aunque no dejó paso a mayores glorias. Entre almohadillas se iría después. Esa mítica imagen no era la del fracaso, sino la del triunfo. La de protesta del público por haberle negado un premio ganado con el corazón.

Rozó los 700 kilos el segundo. Tenía una caja descomunal para poder albergar aquello. Y ya fue inverosímil que se moviera. Tuvo matices el de Pedraza de Yeltes, que fue a la velocidad de un AVE a la muleta de Daniel Luque, cuando todavía estábamos en los albores, que le esperaba en el centro del ruedo. Le descompuso el viento, que sopló, desconsiderando que el torero tenía delante un toraco gigantesco y con dos puñales por delante. Pesaba el toro por presencia y por esencia, metiéndose un poco por dentro, pero con nobleza. Interesó lo que ocurría ahí, no pasaba en balde. La faena transitó por las irregularidades. Primero por buscar los terrenos en los que cobijarse del viento y después por intentar buscarle las vueltas al toro. Al natural llegó la mejor tanda. Y creímos en ella, pero se hizo poco para el cómputo general.

640 kilos tuvo el cuarto. Cara a cara. Al túnel de la oscuridad fue a buscarle Manuel Escribano. Perfecta le salió la larga cambiada. Cerraba la cara de pitones para dar oxígeno, igual, a tanta amplitud de animal. Quitó bonito a la verónica Luque justo antes de que Escribano nos infartara con las banderillas. Qué barbaridad. Qué manera de jugarse la vida a centímetros del toro y las tablas. Espantosas imágenes se generan en esos terrenos. Abusa Manuel ahí. Sudamos. De más a menos fue la faena después. Y el toro. Del pase cambiado que vibró a la desidia hubo un camino muy corto. Noble y de buena condición había sido el toro que abrió plaza. Pero renunciando a la emoción. En el sexto curamos las penas.

Madrid Temporada 2018.

madrid_110518.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:12 (editor externo)