Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_130619

Plaza de Toros de Las Ventas

Jueves, 13 de junio de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Hijos de Celestino Cuadri, bien presentados, serios en su mayoría pero de decepcionante juego a excepción del quinto - (deslucido el primero, sin opciones el segundo, inválido el tercero, decepcionante el cuarto, con duración y transmisión el quinto y sin opciones el sexto).

Diestros:

Rafaelillo: de coral y oro (silencio en ambos).

Lopez Chaves: de coral y oro (ovación con saludos tras aviso y ovación con saludos)

Octavio Chacón: de caña y oro con cabos negros (silencio en ambos)

Entrada: Más de dos tercios, 16,952 espectadores.

Incidencias: Al finalizar el paseíllo, la asociación “el toro de Madrid” desplegó una pancarta que rezaba: “D. Fernando Cuadri, gracias por todo”. El ganadero saludó una ovación desde una localidad del tendido 9 alto.

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-13-de-junio-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1139269520370151429

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista Bueyada de Cuadri en su despedida

Sólo López Chaves con el quinto, puso calor a una decepcionante corrida. Masacre sin paliativos en el primer tercio. Inéditos y sin opciones “Rafaelillo” y Octavio Chacón

La despedida de Celestino Cuadri tras el repentino anuncio de su retirada el pasado mes de abril, fue demasiado agridulce. Tanto o más como su última corrida lidiada como ganadero en Las Ventas. Un torrente de emociones desembarcó en el inicio del paseíllo. Una atronadora ovación despertó los cimientos del tendido 7, donde la asociación “El toro de Madrid” desplegó una pancarta de agradecimiento al ganadero onubense: “Don Fernando Cuadri, gracias por todo”. Señoría, en su máximo expresión. Cuadri correspondió a la afición desde una localidad del tendido 9. Y eso fue todo. La corrida de extraordinaria belleza, no tuvo absolutamente nada. Careció de los mínimos exigibles para que la tarde tuviera entretenimiento. La masacre en el primer tercio fue épico, y los picadores se cargaron la corrida. Tristemente.

Entre tanto, López Chaves que regresaba a Madrid tras años en el dique seco y toreando muy poco, dio una imagen de torero asentado saludando dos ovaciones. Lo único estimable sobrevino en el quinto, el único del encierro onubense que embistió con franqueza, que le permitió al salmantino estirarse de capa en una faena lidiadora. Con la muleta se gustó en un par de tandas en redondo de bella factura. El fallo con la espada, restó méritos. Aun así, la afición correspondió con una ovación al arrastre de “Contratista”. Dispuesto y asentado anduvo el salmantino ante el deslucido segundo que fue vilmente destrozado en varas.

Rafael Rubio “Rafaelillo”, pechó con un lote parado y sin ningún crédito. El toro que abrió plaza, grande y con romana fue reservón y le probó en multitud de lances, dejando al murciano una faena en la corta distancia. Se estrelló frente al cuarto un inválido, deslucido y a contra estilo que derrotó por doquier.

Octavio Chacón, ha perdido el crédito que ganó la temporada en el mismo escenario. En sus cuatro comparecencias (Domingo de Ramos y tres tardes en San Isidro), no ha dicho ni pío. Bien es cierto, que con el lote de matadero de Cuadris que sorteó era tarea imposible. El tercero, deslucido y desfondado se encargó de despacharlo el picador para llegar sin fuerza al tercio final. Con el sexto, un zambombo con 642 kilos y ovacionado de salida, no pasó del silencio y tampoco lo vio claro el gaditano con la espada. Para olvidar.

El País

Por Antonio Lorca. La vida del toro, en una pancarta

Finalizado el paseíllo, se desplegó una gran pancarta en el tendido 7 que rezaba así: “Fernando Cuadri, gracias por todo”. Inmediatamente, la plaza entera prorrumpió en una ovación al ganadero, quien se vio obligado a levantarse de su asiento para agradecer el gesto de cariño después de toda una vida dedicada a la crianza del toro bravo.

Fue esa la ovación más emotiva y más cerrada de toda la tarde. En realidad, fue la única, porque sus toros le hicieron una faena gorda a su dueño el día que se despedía de esta plaza tras la decisión de dejar la dirección de la ganadería a sus sobrinos.

La pancarta del tendido 7 era el homenaje de la afición a un sabio del toro; un hombre honesto que ha destacado por su conocimiento, su sinceridad y su tremenda valentía a la hora de enjuiciar el momento de su hierro o el juego de sus toros. Ayer mismo, preguntado por la corrida celebrada en Madrid, no tuvo empacho en reconocer que ha sido, quizá, una de las peores que ha lidiado en esta plaza. Se va de la primera línea un verdadero catedrático del toro bravo —escucharlo ha sido y seguirá siendo una auténtica delicia—, porque sus razonadas argumentaciones son verdaderas lecciones sobre la crianza de este animal misterioso y sorprendente.

Merecía, sin duda, Fernando Cuadri una mejor despedida de Madrid, pero el toro no sabe de emociones ni de agradecimientos. Y los que el ganadero eligió con mimo para esta feria han fracasado estrepitosamente, prueba cierta de la extrema dificultad que entraña criar un toro para la lidia.

Una corrida con muchos kilos —de 570 a 642—, muy seria, con mucho cuajo, grandotes, de impresionante lámina, pero mansa en el caballo, siempre con la cara por las nubes, reticente en banderillas, y parada —muy agarrada al piso—, con el motor de la casta gripado, sin fondo y vacía, en el tercio final.

Solo el quinto, al final de una meritoria labor de López Chaves, humilló entre la sorpresa general y embistió con claridad en un par de tandas en las que el torero dibujó un manojo de hondos naturales que supieron a gloria entre la desesperación reinante.

Y no hubo más. No se marchitó la esperanza hasta el final, la plaza perdonó el mal juego de cada uno de los toros, pero terminó sin gracia uno de los festejos más soporíferos de esta feria.

Y no fue responsabilidad de los toreros, muy decididos los tres, necesitados, también, de un triunfo, valerosos en todo momento, pero imposibilitados para alcanzar un mínimo de lucimiento más allá de los naturales citados en el quinto.

Solvente y sin apreturas lidió Rafaelillo su lote; pegajoso y de corto viaje el que abrió plaza, y bronco y áspero el cuarto. Los silencios que le acompañaron no le benefician.

Con buen gusto y maneras toreras manejó los engaños López Chaves ante el lote inservible, pero menos malo de la tarde. Solventó las dificultades con sobrado oficio, utilizó el capote con soltura en ambos toros y dejó las pinceladas de esos naturales que quedaron para el recuerdo.

Y Octavio Chacón, tan buen lidiador, se desesperó ante los dos toros imposibles que le tocaron en suerte. Seguro que le pasarán factura, pero quede constancia de que su último cartucho en la feria carecía de pólvora.

Lo mejor de la tarde, la pancarta, el homenaje merecido a un señor del campo: don Fernando Cuadri.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Cuadris de mármol negro para un adiós

Una pancarta gigantesca inundó de respeto el Tendido del «7»: «Don Fernando Cuadri, gracias por todo». Bajo la inmensa tela se escurrió una ovación que fue prendiendo como un reguero de pólvora por el «8» y el «9», donde Fernando ocupaba su localidad. Y no le quedó otra que levantarse tímidamente a abrazar el cariño de la plaza. El hijo de Don Celestino lidiaba su última corrida en Madrid después de 46 años al frente de la ganadería. Deja la primera línea para dedicarse a su otra pasión, la cría de especies más livianas que sus buques onubenses: canarios y gallinas enanas.

Por las galerías internas un grupo de aficionados de Vall d'Uixo (Castellón) repartía una revista homenaje a la Casa Cuadri. Páginas ilustradas de nostalgias y glorias, de toros históricos. Como Clavellino, Poleo o Fogonero, premiados en los sanisidros de 1993, 1996 y 2004. Entre otros muchos de hace ya demasiado tiempo. La familia de los festejos populares vive hermanada a los cuadri. Que campan por sus calles con toda su negritud a cuestas.

Una hora y cuarto después del comienzo los ánimos se habían desinflado como los toros. A los tres primeros -y después a todos menos al quinto- hubo que cambiarles los terrenos con el capote de salida. Esas bregas hacia los medios gustan, curiosamente, mucho en el Foro. A López Chaves, por ejemplo, le pegaron una ovación tremenda por poder con el brío inicial. A la pesadora corrida, con un total de 3.614 kilos y un promedio de 602, la movilidad le duraba los dos primeros tercios. La cosa es que los kilos les caían bien en sus hondas cajas. Hubo intentonas bastante tediosas de convertir la lidia en un tentadero en el caballo. Octavio Chacón quiso dar gusto al sector torista y lo que dio fue un peñazo: el toro no quería ir ni por el putas. Y allí se regañaba a todo el mundo, desde el picador al matador, menos al negro funo. Que cuando le propusieron la distancia larga se fue a comprar coles a la querencia. A la corrida la picaron mucho y mal, que también es verdad.

Tanto se aplomaban los cuadri en el tercio de muerte que se hacía difícil encontrar matices: el de Rafaelillo de apertura de su lote quizá tuvo más retranca que ninguno, reservándose siempre algo oscuro. López Chaves le buscó al suyo siempre el pitón contrario para encontrarle las tres arrancadas seguidas, cuando las daba. Tan tardo y remiso. La faena fue eso, una porfía. Chaves es un veterano curtido en mil batallas que al quinto también le encontró la veta y la vida. Si las halló, es porque el toro las tenía. Pero le supo provocar y ganar inteligentemente el paso por el pitón izquierdo, imprimiéndole una suavidad que la embestida agradecía con bondad pajuna y recorrido. LC lo gozó a pulso. Hasta que a la hora de matar, el toro perdió las manos en el embroque. Y la espada cayó fea aunque no entera. Lo arregló después y saludó otra ovación. Las dos únicas de la tarde fueron suyas.

Cómo sería el cartel de veteranía para que Chacón lo cerrase con 15 años de alternativa. Rafaelillo, el mayor de los tres, despachó no sin apuros las sacudidas del cuajado cuarto. Nada paga el cuajo estratosférico del cinqueño último: 642 kilos se precipitaban desde su alzada de gigante. Su salida asustó por sus cambios y regates; luego se paró. No como todos, sino agazapado. Causaba un miedo atávico. Como si de pronto fuera a saltar como una pantera. Octavio se ofuscó con el acero.

El cariñoso y respetuoso homenaje de Madrid a Fernando Cuadri, la llaneza y humildad personalizadas, quedó muy lejos en la tarde. La bravura se ausentó en la despedida. Y en sus cuajados bloques de mármol negro.

ABC

Por Andrés Amorós. Toros de Guisando con divisa Cuadri en Las Ventas

Al respeto que merece la historia de la ganadería Cuadri se une ahora una razón sentimental: acaba de anunciar D. Fernando que deja la gestión de la ganadería en manos de la siguiente generación. Al margen del juicio que merezcan las reses de esta tarde, quiero expresar mi afecto a este ganadero honrado y persona íntegra. Acierta el Siete con una gran pancarta: «D. Fernando Cuadri: Gracias por todo». Desgraciadamente, estos toros dan muy pobre juego: salvo el quinto, al que Domingo López Chaves hace una faena de clásica madurez, los demás no ofrecen oportunidad alguna de lucimiento.

La terna de esta tarde me recuerda a tantas películas que veíamos de chicos, en una cine de sesión continua, los jueves por la tarde, en que no teníamos colegio. En «Tres lanceros bengalíes» y «Gunga Din», son soldados ingleses que luchan contra los hindúes ; en «Beau Geste», tres hermanos que se alistan en la Legión Extranjera; «Los tres mosqueteros», en realidad, son cuatro, porque D’Artagnan se les une, para luchar contra el malvado cardenal Richelieu… Los diestros que se enfrentan a los Cuadris, esta tarde, son tres valientes, una garantía de oficio y profesionalidad, pero ellos esperaban ir a una guerra con posibilidades de triunfo y no ha sido así.

El murciano Rafaelillo, chico sólo de estatura, sabe de sobra lo que es bregar con divisas duras. El primero, grande, bajo, badanudo, queda muy corto, vuelve rápido; por la izquierda, va un poco; por la derecha, no se deja dar ni uno: ¡un regalo! Además, se para muy pronto. Rafael lo lidia adecuadamente y mata a la segunda: no cabía mucho más. El cuarto se frena en el capote; en la muleta, pega algunos arreones descompuestos y también se para.

Vuelve a Las Ventas, después de cuatro años de ausencia, con veintiuno de alternativa, el salmantino López Chaves. El segundo sale rebrincado y fuerte, lo pican mal, se para pronto. Con mucho oficio, Domingo se dobla con él y le saca algunos muletazos de mérito, cruzándose al pitón contrario, con sobrio estilo castellano. Mata con decisión pero atravesado. Sentencia mi vecino: «Ha estado muy por encima del toro». El quinto toro sí se mueve y López Chaves lancea con vibración. Lo pican mal y corta, en banderillas (las dos cosas, igual que sus hermanos). Este toro sí que repite. López Chaves, muy firme, demuestra su madurez y preparación, arranca muletazos meritorios; al final, unos naturales clásicos levantan la única gran ovación de la tarde. Se resbala al matar y pierde el posible trofeo pero deja una impresión muy positiva.

También es veterano Octavio Chacón, aunque sólo haya despuntado, en España, la pasada temporada. Ahora mismo, se le reconoce como uno de los mejores lidiadores. Maneja el capote con eficaz suavidad pero al tercero le cuesta mucho ir al caballo; embiste con nobleza y sosería, no transmite nada. Los correctos muletazos no encuentran eco. Mete la mano hábilmente, con la espada. El último, muy grande, con 642 kilos, sale haciendo cosas feas, Octavio ha de tomar el olivo. En la muleta, el toro prueba, espera, tiene media arrancada. Chacón resuelve la papeleta pero mata mal.

A mi lado, una pareja de novios japoneses han pasado una tarde estupenda: han podido dedicarse tranquilamente a sus ternezas, mientras sus vecinos bostezaban. Uno ha intentado animarnos: «La política es todavía peor que esto». Nadie lo niega pero es flaco consuelo. En su elegía a Ignacio Sánchez Mejías, Federico García Lorca habla de los toros de Guisando: «Casi muerte y casi piedra, / mugieron como dos siglos, / hartos de pisar la tierra». Es una bella metáfora pero esos toros de Guisando no sirven para ser toreados, aunque lleven la muy respetable divisa de Cuadri.

Postdata. A muchos aficionados sorprendió desagradablemente que, en la Beneficencia, acompañara al Rey Felipe, en el Palco Real, el ministro Ábalos, que había dicho frases despectivas sobre la Fiesta. Él defiende que no las dijo. Limitándose a lo literal, tiene razón: lo único que hizo es poner en contacto, en una frase, sin necesidad alguna, la Fiesta y lo casposo. La mayoría de la gente se quedará con esta asociación implícita. ¿Qué diría Ábalos si escuchara que no debe identificarse al PSOE, en su conjunto, con la rendición al independentismo? En sentido estricto, la frase es indiscutible; lo que sugiere… Muchas veces, lo que se sugiere importa mucho más que lo que se dice. También se pueden interpretar las frases de Ábalos de una manera más sencilla, con el nombre de una marca fonográfica: «La Voz de su Amo». Dijo lo que le dijeron que debía decir. Y, luego, dijo que no lo había dicho. En los dos casos, dijo eso -y lo contrario- porque creyeron que les convenía.

La Razón

Por Patricia Navarro. Un buen Chaves, en la triste despedida de Cuadri

Era la última corrida que lidiaba Fernando Cuadri antes de dejar la ganadería a las nuevas generaciones. Cuadri, como el rey, se retira. Y se le esperaba. Los toros de los míticos (y tenebrosos) pitones negros tienen cartel en la Monumental de Las Ventas. Se ovacionó al ganadero, que ocupaba una localidad del Tendido 9, después de que la Asociación «El toro de Madrid» luciera una pancarta en agradecimiento. Estaba todo por comenzar, el melón sin abrir, el sufrimiento sin sufrir, el misterio por desvelarse e igual hasta seguir con la incógnita que maneja los hilos de la bravura. ¡Quién la tuviera! Entre aciertos y errores se mueven las ganaderías mientras pasan los años. Decisiones a años vista. Los pasos en falso se pagan y resulta una aventura inacabable e inabarcable. Nunca se sabe, difícil centrar el tiro, puede que de pronto salga el toro y haga honor entre los honores, como ocurrió con aquel «Carasucia» de Valdellán, que fue icono de la bravura, a secas, sin más misticismo que aquella manera tan emocionante de embestir y puede ser también que las emociones queden en un auténtico souffle. Algo así pasaron a todos los toros de ayer. A todos menos a uno. El quinto fue otra cosa. Furia hubo en muchas salidas de toriles, en esa capa que no dejaba torear y acababa siendo más a la defensiva… No hubo buen trato en varas, como tantas tardes, y llegaban a la muleta abatidos. Huecos, vacíos y algunos orientados. Eso fue lo que hizo «Nadador», aquel toro que le tocó a Rafaelillo. Aquel toro que sabía más de lo que le habían contando, que recortaba el viaje y buscaba. Aquel Cuadri difícil con el que Rafaelillo cumplió con oficio.

El cuarto tuvo muchas cosas iguales, como si estuvieran definidos por el mismo patrón desde por la mañana. A menos el toro, desfondado, sin gas ni física ni química y orientado. No era fácil estar delante, pero encima es que daba un poco igual porque la trascendencia era mínima.

Expuso, quiso, buscó López Chaves con ese segundo que trepó en la capa del salmantino cuando se lo llevó al centro del ruedo corriéndolo hacia atrás, era como si el animal le fuera ganando la partida, como un león. Esa fiereza quedó ahí. En los albores. Se paró después a la espera de que pasara todo y poco podía ocurrir con estos mimbres. Por el derecho cantó el peligro desde el comienzo, pero dio igual, abundó más al natural y se pasó por ambos pitones, entre ellos, arreando al toro lo que no tenía dentro. Algo parecido a la frustración llevaba en su cara. El quinto tuvo el fuste justo, contenido, casi al límite, pero más claridad y largura en el viaje de lo que habían tenido todo los toros hasta ahora. Fue la faena de López Chaves una cuestión de tiempo, de ajustar el ritmo al toro y hasta lograr explotar ese pitón zurdo bueno que tuvo el de Cuadri, por el que desplegó su tauromaquia desde la cadencia. Concentró la faena por ese lado y desmoronó lo hecho con una espada con poco tino, que no merecía.

Si las etiquetas son malas cuando se defiende la bravura del toro solo por corresponder a una divisa dura, también lo son empeñarse en poner al toro en el caballo a distancia, a pesar de que ha huido despavorido después de la primera vara, como fue el caso del tercero. Octavio Chacón insistió y después anduvo centrado con un toro que era sosería pura. Un tren de 642 kilos fue el sexto y de poca historia, como la faena. Fernando Cuadri dejaba atrás una dilatada historia sostenida siempre por la búsqueda del toro bravo.

Madrid Temporada 2019

madrid_130619.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)