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Plaza de Toros de Las Ventas

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Martes, 14 de mayo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Puerto de San Lorenzo (mansos, nobles y blandos).

Diestros:

El Cid: silencio en su lote.

Daniel Luque: silencio y ovación.

López Simón: ovación tras aviso en ambos.

Entrada: tres cuartos.

Crónicas de la prensa: El País, El Mundo, Diario de Sevilla, La Razón.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Seguimos la larga senda de la decepción en estos isidriles 2013. La del Puerto de San Lorenzo no empezó bien pero después hubo toros que se dejaron e, incluso, que propiciaron más de un triunfo. Así El Cid pudo ejecutar un par de tandas de naturales muy estimables - lo mejor de la tarde- pero después pinchó y llovió. O llovió y pinchó, qué mas da. El caso es que las reseñas le ponen injustamente silencio, porque no había quien tocara las palmas. Daniel Luque no acaba de completar una faena, parece que se conforma con tener la temporada hecha en base a méritos que todo el mundo desconoce. Y el confirmante López Simón fue el más decidido de la terna, como tenía que ser, por otra parte. Se llevó un susto gordísimo en el primero y porfió lo indecible con el manso y rajado sexto para sacar de donde no había. Y eso fue todo y que llegó la lluvia a Las Ventas. El caso es que sigue el gafe: cuando no son los toros, son los toreros. Cuando no son los de pitos, es que llueve. Y cuando un torero hace una media faena de mérito, va y lo pincha. En fin, que parece que todo se conjunta en las Ventas para que no haya un triunfo en las corridas de pie.

El País

Por Antonio Lorca. Brutal atropello iniciático

López Simón no olvidará nunca su primer muletazo en las Ventas como matador de toros. Citó por estatuarios, y el animal acudió con violencia. En el momento del encuentro, cambió su trayectoria y atropelló al muchacho como solo puede hacerlo un camión. Se lo echó a los lomos y lo pisoteó en el suelo. Parecía evidente que no llevaba cornada, pero la paliza fue de esas que solo se soportan con los veintidós años que tiene este chaval.

Quedó en el suelo totalmente desmadejado. Ayudado por sus compañeros, no se mantenía en pie. El Cid le vació una botella de agua por la nuca, y el líquido elemento obró el milagro. El torero se repuso, tomó aire, pidió la muleta, y con el vestido blanco hecho un cristo entre la tierra mojada y la sangre del toro, se dirigió con paso firme hacia la boca de riego.

Fueron cuatro o cinco muletazos con la mano derecha, en los que la emoción fue creciendo hasta el do de pecho final, el torero ya enhiesto, que desbordó el entusiasmo en los tendidos.

Nunca un golpetazo tan descomunal tuvo un final tan gratamente inesperado. Lo cierto es que López Simón había pasado del dolor al éxito en cuestión de minuto y medio, y se había metido a la gente en el bolsillo con una reacción propia de torero valiente y cabeza fría.

A partir de ahí, la película no siguió el guion esperado. El toro se vino abajo, molestó el viento, y el péndulo de la tensión fue perdiendo intensidad. Además, mató muy mal, y todo quedó en una ovación de reconocimiento porque el joven torero se había presentado en Madrid con un atropello inicial de los que hacen época y no perdió la compostura, que se dice pronto.

Volvió a intentarlo en el sexto, cuando llovía con fuerza y el público estaba más pendiente del paraguas que de lo que ocurría en el ruedo. Un toro muy manso y rajado, que embestía a regañadientes y a su aire, le impidió alcanzar el éxito que buscó con pundonor y entrega encomiable. Algunos naturales brotaron ajustados, -siempre al hilo del pitón-, y aunque volvió a errar con el estoque, quedó claro que este muchacho quiere ser torero.

Un torero hecho y derecho es Manuel Jesús El Cid, y tuvo la mala suerte de que le tocara en primer lugar un inválido que el presidente, en una decisión inexplicable, se empeñó en mantener en el ruedo. Pero Manuel Jesús le echaba el capote arriba para que el animal, un muerto en vida, no se cayera y arreciaran las protestas que ya eran abundantes. Se supone que el torero no quería matar el sobrero y prefería el escándalo del toro enfermo. Y consiguió su propósito. Y debió estar satisfecho porque El Cid se empeñó en darle pases al moribundo entre el choteo general en lugar de acabar cuanto antes con aquel desagradable espectáculo. A veces, entender a los toreros es tarea imposible.

De nuevo ha demostrado Daniel Luque que maneja el capote con soltura y gracia. Recibió a su primero con airosas verónicas, y lo quitó, después, con ajustadas verónicas que cerró con una media primorosa. Se mostró valeroso y entregado ante un toro deslucido, de embestida pegajosa y corto recorrido. Al final, su labor quedó en nada. Volvió a intentarlo en el quinto, cuando llovía copiosamente, y dibujó algunos naturales de buen trazo. Lo intentó mientras cada cual buscaba un refugio, pero apareció entonces un torero moderno y aliviado, siempre mal colocado y con todas las ventajas. Así, su labor se fue diluyendo, y solo sirvió para pasar con mejor humor el malaje del agua.

Total, que acabó la corrida deprisa y corriendo, calados hasta los huesos y el alma encogida. Porque no hubo triunfo, ni toros ni toreros que fueran capaces de remontar las dificultades para cambiar el tono tan mediocre de esta feria que ya ha celebrado cinco corridas y aún no conoce el sabor de una vuelta al ruedo.

Lo que son las cosas, una voltereta de miedo hizo albergar las mejores esperanzas. Paradojas de esta fiesta…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La terna, por encima de una corrida mansa y alocada de El Puerto

López Simón confirmó alternativa con un par. Y con el toro 'Langostillo'. Un manso que arrollaba. Y como tal se lo llevó por delante en el prólogo de faena en el tercio por estatuarios. Un porrazo terrible por la velocidad que traía. Un milagro. Como si te coge un tren. Simón se quedó hecho migas. Pero se recuperó para clavarse de rodillas en los medios. Cinco en redondo. A todo trapo. Un mérito tremendo. El toro encima no quería nada. Ya lo hizo en el quite de El Cid. Si pasaba a su aire, sin problema. Los problemas venían cuando había que someter. Ahí se defendía. López Simón anduvo con un valor sobrado hasta que se perdió con la espada.

El Cid se las vio con un toro muy protestado que perdía las manos y que no le dejó nunca colocarse con su constante gazapeo. El presidente lo mantuvo a contracorriente. La cuadrilla de Cid tuvo una eficacia que lo sostuvo en un visto y no visto. Alcalareño ni un capotazo; Boni y Pirri, centellas con los palos. Fue muy incómodo. Entre no te quiero y me caigo si me sometes.

El Cid estuvo verdaderamente bien. Como hacía tiempo en los últimos años en Madrid. Más firme que la mar porque el toro se venía descompuesto. Y qué mérito tuvo con la mano izquierda, tan por abajo y tan mandón. El toro respondía allá a ras de suelo. Ayudado por la espada. Tres series estupendas. Y con la derecha también. Hasta que el toro dijo basta. Si le mete la espada, era de oreja. Pero pasó lo que tantas veces en la vida de El Cid.

A la peña le dio por protestar un tercero serio, que ensañaba las palas, sin motivo. Otros hubo para más. Daniel Luque le voló una buena verónica y una larga muy torera. Le propuso la izquierda de entrada y la serie fue notable. Luque cambió de mano y el toro reponía. Reponía mucho. Pero cuando volvió a la izquierda, que pareció la buena, ya tampoco era. Complicado. Y torero valeroso. Resolviéndolo. Muy cambiante la embestida. Desigual. Desconcentante.

Luque por encima también del obediente quinto, que careció de son. Y chispa. Poquita gracia la desgarbada corrida. Volvió a matar muy trasero. Un aguacero se había desatado. Pesaba la muleta. Y el ambiente en estampida de la gente a guarecerse.

El sexto traía otras hechuras. Muy rematado. Desarmó a Simón con el capote. Se volvía al revés en la muleta. Suelto siempre. Loco. Qué malos movimientos como toda la corrida. El toricantano otra vez valiente. Inasequible al desaliento. Pitonazos por aquí y por allá. Ya se rajó. Qué asco.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Actitud de la terna en festejo sin trofeos

Con un buen ambiente inicial, cubierto el aforo de la monumental madrileña en sus tres cuartas partes, comenzó la sexta del abono isidril, que incluía la segunda confirmación del abono, en ésta ocasión el protagonista de la efeméride fue Alberto López Simón, quien fue apadrinado por Manuel Jesús El Cid, con Daniel Luque de testigo. El espectáculo se fue diluyendo, con parte del público huyendo de los tendidos cuando se abrieron las compuertas del cielo al cierre de la faena al cuarto toro. A partir de ahí, fuerte aguacero que ya no dejaría de caer hasta que arrastraron al sexto toro, en medio de un lodazal.

López Simón afrontó su estreno como matador de toros en Las Ventas con firmeza y férrea actitud. Lo demostró con el toro Langostillo, número 77, de 545 kilos y de pinta negra, como el resto de sus hermanos, un astado bien presentado, manso y manejable. El madrileño, en el primer cite con la muleta para un estatuario, fue arrollado y lanzado por los aires de manera espeluznante. Se vivió un momento muy amargo, en el que sobrevoló el drama en el ruedo cuando el toro estuvo a punto de acuchillar el cuello al torero, que yacía en la arena. López Simón no se amilanó y se fue a los medios, empalmando hasta siete derechazos y el de pecho. Todo el mundo se las prometía felices. Pero la faena se vino abajo cuando el diestro acortó la distancia. Ahí, el toro cambió a peor. Para colmo, el diestro no acertó con la espada y todo quedó en una fuerte ovación.

Con el sexto, otro ejemplar con buena presencia, con movilidad, aunque sin fijeza, López Simón realizó una labor voluntariosa y larga, en la que logró buenos momentos, especialmente con la zurda. Pero volvió a fallar con la tizona.

Manuel Jesús El Cid realizó una faena en la que prevaleció la emoción ante el único cartucho válido con el que contó: el cuarto, un ejemplar exigente que, al bajarle la mano, humillaba. Tras un desarme en el capote, el saltereño apostó fuerte en el comienzo de la faena, citando desde los medios con la izquierda. El animal acudió desde tablas e hizo un extraño. El Cid volvió a echarse la muleta a la izquierda y con ayudados se impuso en una primera tanda. En la siguiente, logró buenos naturales. También se ajustó con la diestra en una serie corta y meritoria. El toro se rajó en la siguiente. La lluvia apareció cuando rubricó el espada su faena con un pinchazo y una estocada entera.

Con el segundo astado, protestado constantemente por su invalidez, la labor no contó para el público.

Daniel Luque, bien con el capote ante su lote, se peleó con ganas con su primer toro, de velas respetables, con movilidad, pero sin entrega y que reponía por el pitón izquierdo. Lo mejor lo logró en una serie diestra, mandona y muy meritoria.

Con el quinto, el ejemplar que desarrolló más nobleza, concretó una labor entonada por ambos pitones en medio de una lluvia intensa, sin que la labor tuviera un eco importante en los tendidos.

Dentro de un espectáculo que se saldó sin trofeos y estuvo marcado por la actitud de la terna, Alberto López Simón se salvó milagrosamente de una cornada en el cuello en su confirmación, El Cid rescató su izquierda en algunos pasajes de altura y Daniel Luque demostró solvencia, brillando fundamentalmente en el manejo de la capa.

La Razón

Por Ismael del Prado. Actitud frente a la «guasa»

Treinta años de ininterrumpida simbiosis con Las Ventas. La ganadería salmantina de Puerto de San Lorenzo cumplió ayer tres décadas seguidas lidiando sus toros, de encaste Atanasio-Lisardo, en la primera plaza del mundo con un encierro nada fácil y con mucha «guasa», que planteó serias dificultades a la terna, muy por encima de sus oponentes –inciertos y con peligro–, en una tarde tan gris como desapacible en lo climatológico.

Manuel Jesús «El Cid» necesita, este San Isidro más que nunca, de un triunfo en el mismo Madrid que le catapultó hace ya una década a los carteles de privilegio. Las Ventas debe convertirse en ese desfibrilador que desbloquee su atrancado ritmo de los últimos meses. Que actualice el recuerdo. Faenas de gloria que tanto han hecho disfrutar. Ayer tampoco fue esa tarde deseada, aunque hubo visos de reencuentro en el cuarto –el más potable… vaya mano en los sorteos–. Pero por si acaso ¡otra vez! la dichosa espada. Y van… Esta vez, todo hay que decirlo, a la limón con la lluvia desatada, que ninguneó su quehacer.

Ese cuarto, con intenciones menos maquiavélicas, había sacado la casta en la pañosa y permitió al de Salteras recuperar sensaciones. Reencontrarse a sí mismo. Una tanda muy buena al natural, de mano baja. Luego, se sucedieron series en redondo menos compactas. Volvió a la zurda y sacó series templadas y con profundidad, aunque al toro le faltara terminar el muletazo. Naturales en largo y con buen trazo. El Cid estuvo listo con él y lo entendió a la perfección. Pero, claro, quedaba la espada… Los rumores barruntaban lo que casi toda la plaza ya mascullaba entre dientes. Y casi, como si el guión no pudiera torcerse, efectivamente: lo pinchó. A la segunda, lo pasaportó de una estocada tendida y trasera. La lluvia, ya desatada, con todo hijo de vecino buscando refugio, tampoco ayudó. Inmerecido silencio.

Previamente, le correspondió en segundo lugar un astado justísimo de remos. Muy protestado, perdió las manos reiteradamente, pero la presidencia lo aguantó en el ruedo. Error. A partir de ahí, el broncazo. Protestas y más protestas en una faena en la que volvieron a llegar las caídas del toro. No le echaron cuentas al torero en una labor plana y sin brillo, pero muy desagradecida por el peligro sordo de un animal que no cesó nunca de mirar y hacer hilo.

Triunfador de Fallas y en el grupo de los que también tocaron pelo en Sevilla, se esperaba con atención a Daniel Luque, que no termina de entrar con rotundidad en Madrid. Vistos los precedentes de este 2013, parecía el momento idóneo para lograrlo. El de Gerena sorteó un tercero con las mismas «bondades» de la primera parte del festejo. Peligroso y orientado, sabía lo que se quedaba atrás en cada viaje. Tobillero. También es cierto que, con cuentagotas, humilló en ocasiones por abajo. Luque pareció dispuesto a jugársela y echó la moneda, pero no esperó a recogerla. Nos dejó a medias, sin saber por dónde rompía un trasteo en el que tragó lo suyo, mientras aguantó ante la res. Con el quinto, sin fijeza como sus hermanos, el sevillano pudo edificar una labor sólida, rica en vistosos adornos y remates, en la que logró sacar derechazos estimables en series cortas y sin terminar de someter a un animal que no se entregó ni iba hasta el final. Saludó desde el tercio tras dejar una estocada atravesada.

López Simón se jugaba todo a una carta en la soñada confirmación. Agotada la bala de la Feria de Abril, tuvo en «Langostillo» el toro de la ceremonia. Un burel que se lo pensó siempre y midió en el capote. Brutito en banderillas, tras el intercambio de trastos, comenzó por estatuarios, Ya en el primero se lo echó a los lomos. Lo encunó sin consecuencias, pero una fuerte paliza y un pisotón le dejaron desmadejado en el suelo, incluso aturdido por unos segundos. Rápidamente se incorporó y se fue a los medios. Hincó las dos rodillas y lo toreó en redondo muy templado. Casi una decena de muletazos. No era fácil. Delante un animal muy incierto, gazapón, y que le medía de lado antes de cada embroque. Hizo un esfuerzo el de Barajas, siempre muy cruzado, para irle robando las series. No era un dechado de limpieza, pero tenían mérito y emoción. Matarlo fue un quebradero de cabeza y el joven falló con la tizona. Pese a todo, saludó una ovación.

Ya en la lluviosa anochecida, López Simón volvió a irse a los medios con el sexto, que cortó muchísimo en banderillas. El animal se volvía al revés y tiraba, además, un molesto gañafón al final del viaje. Todo ello, complicaba mucho la ligazón de los muletazos. Pese a ello, aprovechó el pitón izquierdo, de mejor condición, para pegarle naturales con gusto –también hubo enganchones– y de difícil ejecución por una muleta embarrada y muy pesada. Epilogó por manoletinas y de nuevo clavó en hueso por dos veces. Espada sin filo.

Por encima de la materia prima, como en los cinco anteriores. Valor sin premio. Una pena.


©Imagen: El diestro Alberto López Simón que confirma alternativa durante el sexto festejo de la Feria de San Isidro. / Luis Sevillano (ElPaís).

Madrid Temporada 2013.

madrid_140513.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)