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Plaza de Toros de Las Ventas

Martes 15 de mayo de 2018

Corrida de rejones

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados, con diferente juego.

Diestros:

El Fandi: de grana y oro. Estocada casi entera rinconera (silencio). En el cuarto, estocada tendida (silencio).

Paco Ureña:de blanco y oro. Cinco pinchazos y descabello. Aviso (saludos). En el quinto, gran estocada (oreja).

López Simón: de canela y oro. Media estocada y dos descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, pinchazo, media tendida y descabello. Aviso (silencio).

Destacaron: Osuna, Arruga con los palos y Sandoval con la puya.

Entrada: 22.275 espectadores

Imágenes: https://t.co/Q72bRFHS7G

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus/multimedia/20185/15/20180515233703_1526420420_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa

El País

Por Antonio Lorca. Ureña, una verdad a medias

Que Paco Ureña es un gran torero es una afirmación innegable. Pero los héroes artistas no siempre tienen la inspiración a punto para culminar obras bellas.

Ayer, el torero murciano firmó una actuación valerosa, sincera, emotiva a veces, emocionante en algunos destellos, pero no arrebatadora ni conmocionante, como, quizá, exigía el lote que le tocó en suerte. Paseó una oreja a la muerte del quinto después de una faena de medianías y una voltereta en la suerte suprema que fue la que, de verdad, empujó para la concesión del premio. Una actuación a medio gas, por tanto, de un referente del mejor toreo actual al que se le debe exigir un mayor compromiso.

Todo comenzó en un quite por gaoneras ceñidísimas al primer toro de la tarde, anuncio de su plausible disposición. Recibió, después al suyo con un manojo de verónicas embraguetadas y otras tres, en el quite, de gran empaque.

Empujó el toro en el primer envite con el picador y salió suelto en el segundo; galopó en banderillas y pronto mostró su clase, hondura, prontitud y humillación en la muleta. No llegó a acoplarse Ureña con la mano derecha, y el buen toreo comenzó a surgir con unos naturales largos, templados y bien ligados, que dieron paso a una magnífica tanda por el mismo lado, con el compás abierto, en una demostración evidente del toreo auténtico. Aún hubo un gran pase de pecho, otro del desprecio monumental, una trincherilla y ayudados por alto finales. Mató mal, muy mal, pero ya antes había quedado explícito que brillaron trazos extraordinarios pero incapaces de crear una obra de arte. Fue una labor de menos a más que cayó por el precipicio de los pinchazos. Sobraron muletazos y faltó remate y conmoción. El buen toro mereció mejor suerte.

Bueno fue, otra vez, el recibo a la verónica al quinto, otro animal con movilidad y nobleza en el tercio final. Fue la de Ureña una faena larga, en la búsqueda incansable e inoperante de una emoción que no se hizo presente más que en destellos puntuales. Culminó su labor con unas anodinas manoletinas que, sorprendentemente, cerró con un remate y un pase de pecho torerísimos. El toro quedó cuadrado para la muerte, y Ureña se tiró encima del morrillo con decisión, lo que le costó una espectacular voltereta. Esta y la bella muerte del manso y noble toro propiciaron el premio de la oreja. Bien, pero puede y debe estar mejor. Es imprescindible que así sea por el bien de la tauromaquia.

El resto del festejo no tuvo color. El Fandi pechó con un lote infumable. Inválido, muy protestado, un cadáver en puertas, fue su primero, ante el que falló en un par de banderillas al violín y con el que trató de justificarse en una voluntariosa labor de brocha gorda.

No tuvo mejor fortuna con el cuarto, manso y deslucido, al que banderilleó con más fortuna, aunque desistió de hacerlo en la suerte del instrumento musical, por si acaso.

Y el madrileño López Simón confirmó la impresión que dejó en la pasada Feria de Abril: que atraviesa un bache, que no está, que da muchos pases y torea poco, que su labor no llega a los tendidos, y que, en pura lógica, aburre.

Tuvo toros de triunfo, nobles, obedientes y repetitivos los dos, pero a ninguno le cogió el aire, ni se sintió a gusto ni gustó a casi nadie. Algún muletazo largo, alguna tanda ligada, pero todo en un mar de aguas insípidas.

Cómo haría mella el aburrimiento en los tendidos que, mientras López Simón daba muletazos al sexto, se lanzaron vivas a España, a la tauromaquia y a san Isidro Labrador, motivo más que suficiente para que el buen torero reflexione sobre la crisis de identidad que, por lo visto, padece.

Otra tarde más deben subir al podio toreros de plata henchidos de gracia: Tito Sandoval por un buen puyazo al sexto, y Vicente Osuna, Yelco Álvarez y Jesús Arruga, por meritorios pares de banderillas. Los cuatro, miembros de la cuadrilla de López Simón; lo que son las cosas…

Las Ventas

Oreja para Paco Ureña que pincha la Puerta Grande

Gran entrada el día del Patrón con los toros de Puerto de San Lorenzo.

El primero fue un flojo ante el que El Fandi no alargó. En el cuarto estuvo más acertado en banderillas. Buscaba el manso escapatoria tras cada muletazo y cuando pasaba lo hacía sin gracia. Bien el granadino con los aceros.

Paco Ureña se llevó la tarde y lo hizo con firmeza, quietud y verdad. El segundo fue el toro de la tarde y seguro que uno de los toros importantes de la feria. Lo recibió el murciano a la verónica. Tras el brindis al público lo citó desde los medios y le costó una tanda que el astado se viniera arriba. Empezó todo con los naturales de mano baja y dando el pecho. Faena rotunda, rugiendo la plaza y remates con mucha torería y sobriedad en cada movimiento. Con el triunfo en las manos y la plaza entregada llegó el error con los aceros y acabó saludando ovación. El quinto no transmitía en los primeros compases de faena pero Ureña confío en él y a base de tesón, pies juntos y naturales fue transmitiendo su torería a los tendidos. Faena de menos a más y en la corta distancia lo exprimió para dejar una gran faena para aficionados. Al entrar a matar lo arrolló pero ya había entrado la espada hasta el fondo y paseó una oreja con fuerza.

El tercero de la tarde fue otro buen toro que trajo Puerto de San Lorenzo y López Simón volvió por momentos a escuchar de nuevo los olés de Madrid, sobre todo en dos tandas por el derecho con largura, limpieza y llevándolo por bajo. Fue faena de altibajos y finalizó con manoletinas antes de fallar con los aceros. Ante el que cerró plaza se le vio toreando relajado a mitad de faena y dispuesto pero, aunque noble, la embestida perdió fuerza y de nuevo falló con los aceros con susto incluido.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El pánico de Ureña al gran triunfo

Begoña Villacís no imagina “un futuro en Madrid sin su verbena, sus claveles, sus rosquillas, sus chulapas… Sin su pradera”. Igual sí sin toros puesto que, como Carmena en el programa de fiestas, los omite en su tuit de isidra -¡ay, los isidros de Cañabate!- aspirante a alcaldesa. A fin de cuentas, la empresa de Las Ventas también nos omite los toros algunas tardes y nos da bueyes. Hacia los gestores de Las Ventas precisamente se dirigieron las pancartas del “7”. Que reclamaba la rebaja incumplida del 10 por ciento del IVA. Lo que venía rebajada era la fuerza del primer toro de Puerto de San Lorenzo. Bajo y largo, abierto de cara. De suelta y blanda movilidad. Rebrincada por la falta de poder. Todo fue de trámite para El Fandi. Incluido su fuerte de las banderillas.

La tensión recorría los brazos de Paco Ureña. La fibra y el ansia de gloria. Demasiada carga eléctrica en el quite por gaoneras al toro de Fandila, que rodó ante la tralla. Todavía en el suyo trasmitía el voltaje de la presión. En las barrocas verónicas. Y en el inicio de faena por la derecha. El extraordinario y hondo pupilo de los Fraile pedía otro trato. La expresión y la colocación de los pitones anunciaban su brava calidad. Ureña soltó el cobre a 220 voltios y halló el suave pulso de su izquierda. Los naturales fluyeron entonces largos, muy largos; la cualitativa embestida seguía el trazo en los flecos. La hondura de aquellos muletazos ligados nacía de una figura rota. Tan metidos los riñones, despatarrado y embraguetado, que la estética ureñista frisaba lo antiestético. Una pureza extraña. Los pases de pecho de pitón a rabo cerraron las dos series cenit de la faena. La siguiente ronda, también zurda, no alcanzó la intensidad anterior. La esperanza sin embargo se mantenía. Y continuó en su diestra de algún modo. Todo salpicado de remates mirando al tendido. Los ayudados por alto cerraron al sobresaliente Cuba II. Y en el tercio volvió al lorquino la tensión por el triunfo. Ese pánico. Y pinchó y pinchó. La posibilidad de la oreja se evaporaba. Aunque ya antes se respiraba la sensación de que a la obra le había faltado redondez. La ovación compartida con el arrastre lo decía con elegancia.

López Simón no se entendió con otro ejemplar de nota. Con ese punto acarnerado de San Lorenzo, las buenas y cuajadas hechuras del cinqueño llevaban un éxito dentro. Simón empezó la faena en tercio del “4” y enseguida se lo sacó a los medios. Aquel terreno fronterizo de la segunda raya que Chenel pregonaba como ideal hubiera procedido más. El joven de Barajas no transmitió nada desde su verticalidad escayolada. Ni por la mejor mano del toro. Que fue la derecha.

La suerte le negó al Fandi toda opción con el grandón cuarto, el otro cinqueño del envío salmantino. Un manso que andaba (hasta de lado), que huía, que no se dejaba pegar (hasta que le echaron el caballo encima) y tampoco torear. No quedó otra que abreviar.

Paco Ureña enredó al zancudo y bizco quinto en verónicas de porte y vuelo en el mismo platillo. Fandi ejerció de director de lidia para poner orden en varas. Desde la alzada del toro se hacía difícil la humillación total. Pero respondió con noble fondo a todo lo que a su altura le propuso Ureña. Mucho más armónico el torero ahora, puro sin estridencias, cabal en la colocación. ¡Ay, si el orden de su lote se invierte! La plaza respondía a la faena con una tibieza a fuego lento. Hasta que rugió en el tramo último. Las manoletinas de despedida precedieron a un espadazo descomunal. A tumba abierta. Del brutal volapié voló el matador en una terrorífica voltereta. Afortunadamente incruenta. Fue bella la muerte y gloriosa la épica del trance. La oreja cayó con toda su fuerza.

El alto sexto cerraba la buena corrida en coherencia con la segunda mitad de la misma, más levantada del piso. Bondadoso toro al que le faltaron finales. Y a la corrección de Simón, todo lo demás.

ABC

Por Andrés Amorós. El sincero clasicismo de Paco Ureña en San Isidro

La tarde de «el santo de la isidra» (un título de Arniches), para celebrar al patrono de la ciudad, veintidos mil madrileños –le guste o no a la alcaldesa Carmena– siguen acudiendo a la corrida de toros, como hacían sus antepasados, desde el siglo XIX. Lo afirmó tajantemente el gran aficionado F.Bleu (Félix Borrell): «Madrid en masa respira torería sana y simpática. El madrileño es tenorio de tres amores: el del cocido, el de las mujeres y el de los toros». Y el joven Hemingway, en los años veinte: «Si queréis realmente aprender todo lo que es posible saber sobre las corridas de toros y si habéis llegado a enamoraros de ellas, tarde o temprano tendréis que ir a Madrid».

Vuelven las reses de El Puerto de San Lorenzo, después de su éxito en la Feria de Otoño, que propició el triunfo de Perera. Lidia esta vez un buen encierro, con un toro excelente, el segundo, y tres, manejables. Paco Ureña corta una oreja y, por la espada, pierde otra (y la salida en hombros); El Fandi carga con el peor lote y López Simón queda a medias.

Llega El Fandi feliz, acaba de indultar un toro en Andújar. Esta tarde, no tiene suerte, en su lote. El primero, abierto de pitones, se mueve pero pierde las manos en varas. El diestro coloca bien los palos salvo, sorprendentemente para su nivel habitual, en el par al violín. En la muleta, el toro se aflige y embiste descompuesto, sólo puede mostrar su oficio y mata caído. El cuarto mansea, se quiere ir. Banderillea David con mucha seguridad, sin la espectacularidad habitual. En la muleta, el toro huye a chiqueros y ha de limitarse a resolver los problemas con profesionalidad. Mete la espada con facilidad, en tablas. No ha tenido opciones.

Con toreo clásico y un valor que roza lo heroico, Paco Ureña lucha por acercarse a la cabeza del escalafón. El segundo, acapachado de pitones, galopa y repite con suavidad. Lo torea francamente bien, con entrega y pureza, acompañando los naturales y llevando al toro detrás de la cadera. Con ese estilo clásico, no encajan bien los remates, de pecho, mirando al tendido (una moda que ha traído Talavante y que me gusta muy poco). El público está con Ureña pero pierde el trofeo al pinchar reiteradamente, dejando la mano atrás. Al quinto, alto y serio, enseguida le echa la pata alante, en las verónicas. Se luce El Fandi colocando al remiso toro en el caballo. Paco, muy firme, vuelve a mostrar su clasicismo, le deja la muleta en la cara, logra que no se vaya, aunque embista a media altura. Se entrega, con la espada, a cambio de ser volteado y pisoteado: oreja.

Con Curro Vázquez como nuevo apoderado, López Simón intenta remontar su carrera y depurar su estilo. En el tercero, saludan, en banderillas, Vicente Osuna y Jesús Arruga, que sale de la suerte andando, con torería. El toro es pronto y repite; Alberto se queda quieto; algunas series tienen emoción pero el conjunto resulta desigual. Deja media estocada arriba. El último se da una vuelta de campana a la salida del puyazo (muy bien, como siempre, Tito Sandoval). En la muleta, embiste con nobleza y suavidad, le deja estar a gusto pero se le acaba pronto el gas. Cuando la faena decae, varios gritos patrióticos levantan clamores. (¿En qué otro espectáculo sucede esto?). El arrimón final ya no altera nada. Es volteado a la salida de un pinchazo.

En el estilo de Paco Ureña se transparenta una sinceridad casi ingenua que en Las Ventas se valora mucho. Ha de mejorar con la espada: esta tarde, habría podido abrir la Puerta Grande. Ha dado una vuelta triunfal, a los sones del pasacalles «Los nardos», de «Las Leandras», del maestro Alonso: «Por la calle de Alcalá…» Por su entrega y su verdad, es ya uno de los favoritos del exigente público madrileño. Habrá que verlo con los toros de Victorino…

Postdata. Me dijo el inolvidable Marcial Lalanda: «El público de Madrid es el que menos ha variado, por seguir lidiándose aquí el verdadero toro. Siempre se ha distinguido por su exigencia. Hay muchas normas eternas en la Fiesta que forman parte de la esencia de la lidia y no deben adulterarse. Por su exigencia en la defensa de esa pureza, mantengo yo mis simpatías por la Plaza de Madrid». ¿Qué diría Marcial, si viera este San Isidro? En Las Ventas, se han perdido muchas cosas (como en todas partes) pero no todas: ésa es su categoría.

La Razón

Por Patricia Navarro. El día que debió ser

Acapachado de pitones. Armónico. Serio. Brutal el animal. Cómo impone un toro, tan íntegro, tan puro. Y tan pronto como fue este segundo, “Cuba II” de nombre. Fue con alegría al peto del caballo (que no tan bien tratado) aunque en el segundo envite salió ligero el animal. Mantuvo la prontitud después en la muleta de Paco Ureña. Codicia. Repetición. Y entrega, porque el toro lo hizo por abajo todo. Por ahí buscaba rebosarse, que es lo que hacen los toros bravos. Toro bueno, muy completo por el pitón zurdo. El de El Puerto de San Lorenzo hizo méritos para ser recordado con honores. Lo supo el murciano, que firmó una faena con su sello. La entrega y la búsqueda constante de la pureza. Al natural, muy encajado, olvidando el cuerpo y despellejando el alma, entregó los mejores pasajes a ese toro que repetía, que quería muleta arrastrando el hocico por la arena venteña y tan cómplice. Menos contundencia encontró en el toreo diestro. Faltó ese último tramo que hiciera a la faena explosionar y además la espada se cruzó de lado a lado en el camino del éxito, como antes se habían cruzado las ansias revestidas de electricidad. Se volcó de tal manera Paco sobre el quinto que salió cogido de la suerte. Espeluznante. Entró la espada. Dejaba atrás una faena de mucha entrega a un animal que tuvo entre sus virtudes la movilidad, la repetición, la duración y la nobleza. Le faltó entrega y humillación al hacerlo pero quiso muleta y la quiso hasta el final. Verdad no le faltó a Ureña. Ni entrega. Ni arrebatarse en esa imagen que transmite a un punto de desfigurarse la estética del toreo. Consintió Ureña al toro, se hizo con él, construyó la faena y la remató con altura. El trofeo fue suyo, como podía haber sido la Puerta Grande con un lote de nota de El Puerto de San Lorenzo. Fue el día y la hora en la que pudo ser.

Casi rozó la taleguilla una de las manoletinas que ponía final a la faena al tercero. Un trasteo desigual que acabó en poca cosa. Fue noble el de El Puerto y repitió el toro en el engaño del torero de Barajas. Encontró la comunión en una tanda, quizá la segunda del trasteo, había sostenido hasta entonces López Simón los tiempos y los volvió a encontrar justo ahí, en esa serie reunida y ligada. Lo malo es que no volvió a recuperar esa intensidad ni ese acople de cuando casan a la perfección los matices y lo cambian todo. Y no cambió nada.

Nobleza tuvo el sexto, pero faltó celo para que las tandas tuvieran la potencia suficiente para Madrid. Plaza difícil donde las haya, pero que se entrega a la verdad con una profundidad descomunal. Lo sabe López Simón. Quiso el madrileño ajustarse con las nobles arrancadas del toro, que fue perdiendo ímpetu. Eso sí, en la suerte suprema, le pegó un arreón del infierno. Cosas de toros.

Mala evolución tuvo el primero de El Fandi, espectacular de presentación pero a menos en la muleta y complicado por manso fue el cuarto. Tuvo que banderillearle de acuerdo a esta condición y el oficio le permitió finiquitarle con discreción y sin apuros. Se llevó el peor lote de largo, en esa tarde en la que El Puerto de San Lorenzo lidió en Madrid una corrida de triunfo. Y no cuadran los números. Y no cuadra la feria. Como a los aficionados no les cuadraba que la rebaja del 10% del IVA quede en las arcas de la empresa. Y lo hicieron saber. Otra cosa es que se les escuche.

Madrid Temporada 2018.

madrid_150518.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:18 (editor externo)