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Plaza de Toros de Las Ventas

Domingo, 15 de abril de 2018

Corrida de novillos

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Novillos de José Luis Pereda La Dehesilla (3º y 4º). Desiguales de presentación y sin calidad en general, a excepción del 3º. Brusco el 1º, sin recorrido el 2º, con humillación el 3º, de engañosa movilidad el 4º, informal el 5º y 6º de buena movilidad.

Diestros:

Ángel Jiménez: de grana y oro. Estocada baja de rápido efecto (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y varios descabellos. Aviso (silencio).

Pablo Atienza: de verde hoja y oro. Pinchazo y media estocada desprendida (silencio). En el quinto, dos pinchazos, estocada baja que hizo guardia y un descabello. Aviso (silencio).

Rafael González: de sangre de toro y oro. Estocada perpendicular algo desprendida (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada desprendida (vuelta al ruedo tras petición).

Entrada: 7.600 personas

Crónicas de la prensa:

Portal Taurino

3k7j1lva_400x400-crop.jpg Por Alberto Bautista.Rafael González roza la puerta grande de Las Ventas

Por Alberto Bautista

Rafael González rozó la gloria en Madrid y de qué manera, de corazón caliente y mente fría, tan solo fueron necesarios tres muletazos, s-o-l-o t-r-e-s para que fluyera la unanimidad, y esos que muchos se empeñan a aburrir al más pintado con pases y pases sin decir absolutamente nada. El tercero de “La Dehesilla”, iba y venía sin mucho brío al tomar los engaños del madrileño de forma vibrante. González inició la faena con el pase del péndulo desde los medios. El viento como enemigo. Dos tandas plenas de vibración y Madrid entregado. Rompió el novillo a embestir y González alternó la faena sobre ambas manos, al tiempo que dejaba respirar a “Carpintero”. Cerró la labor por manoletinas, y cortó una oreja de Ley de una labor plena de muletazos reposados y naturales de enjundia con una clara sintonía: el temple. Ese enorme fundamento que da fuerza al toro que no la tiene y la quita al que la sobra, que diría D. Pablo Lozano, pues ese entre otros muchos ingredientes fue la inmaculada carta de presentación. Dejó un soberbio volapié en el desenlace de la obra novilleril, en la que una vez más queda retratado que no hay necesidad de dar sesenta pases, pudiendo en un par de tandas poner de acuerdo a todos.

El sexto con hechuras de toro, se desplazó con calidad y profundidad en una labor brindada al ganadero Zacarías Moreno. A los medios se fue el madrileño a confirmar que lo acontecido en su primero no había sido fruto del destino, brindando al respetable una labor en la que brilló el criterio y la determinación. Sobre la diestra vinieron los momentos más lúcidos de una faena que no tuvo el reflejo necesario frente a un novillo de Pereda que no se vino abajo. Molestó el viento en muchos compases de la tarde, también en el que cerró plaza al que le costó entenderlo. pero el pacense lejos de amilanarse continuó con el mismo aplomo y serenidad de un novillo que derrochó casta y raza a partes iguales. Por momentos parecía que iba a cambiar la moneda pero acabó entre los pitones con el mismo arrojo y disposición que con el tercero. Un pinchazo acabó con sus ilusiones de una más que probable puerta grande a tenor de la petición… peticiones y un concepto intacto del toreo merecen una segunda oportunidad, para un novillero que merece un hueco marcado a fuego.

Ángel Jiménez, fue fiel reflejo de quien lleva siete temporadas con los del castoreño y con un currículum a medio hacer, a tenor del número de paseíllos que trenzó la temporada pasada - entre ellos, en Las Ventas -. El caso es que no termina de carburar, si el año pasado el trofeo en la novillada de “Conde de Mayalde” le colocó a tiro de piedra para su repetición en el festejo de los triunfadores tras concluir San Isidro, esta vez no dio motivo alguno más que para alternar en plazas de menor entidad. Se echó en falta disposición y entrega, algo que no puede faltarle a un novillero de su corte, con todo hecho en el escalafón inferior. Se le notó acelerado en sus dos turnos. No pasó de las buenas maneras en cites y colocación con el primero, que desarrolló sentido entre ásperas arrancadas e incierto desasosiego. El ecijano tomó precauciones, complicándole el viento una labor a la que faltó consistencia, y que nunca tomó el refrendo de los tendidos. El colorado girón que hizo cuarto, quiso comerse la telas. De descomunal presencial, tampoco se llegó a acoplar frente a un novillo noble que no llegó a entregarse nunca y con el que pasó de puntillas a excepción de una tanda estimable sobre la zurda, tampoco lo arregló con los aceros, y fue silenciado en sus dos turnos.

Quién no tuvo suerte con el lote fue Pablo Atienza, que pasó sin pena ni gloria por Madrid. El segundo derribó a Álvaro Atienza en su primer encuentro, arrollando de salida a todo y cuanto le salía al paso. José Manuel Más banderilleó con decoro y brillantez, y Atienza dejó su sello con la diestra en dos buenas tandas, y todo en una labor más de exposición que de garantías. No obedeció a los toques el de José Luís Pereda, y eso que el segoviano lo intentó hasta la extenuación. Volvió a ser silenciado en el quinto, el ejemplar de más clase del encierro de Núñez, que acabó acusando la lidia. Entre tanto el segoviano no se acopló, y alternó sobre ambas manos, hasta que desistió de un envite que tampoco arregló con los aceros.

El Mundo

Por Gonzalo I. Bienvenida. Rafael González, oreja al compromiso en Madrid

Rafael González cortó una oreja tras una entregada faena al tercero llena de disposición pese al viento que estuvo presente de forma constante toda la tarde. El novillero madrileño inició el trasteo en los medios con cambiados por la espalda para después firmar varias tandas reunidas, llenas de firmeza. El novillo de La Dehesilla humilló con buen son y González lo aprovechó sobreponiéndose a una angustiosa voltereta sin consecuencias tras ser descubierto por el vendaval. Las manoletinas finales fueron mirando al tendido. La estocada fue muy decidida, aunque la colocación defectuosa. El premio fue justo.

El que cerró la desigual novillada de José Luis Pereda fue precioso. La faena de Rafael González tuvo dos fases. Una más emotiva por la movilidad del novillo en la que el novillero volvió a mostrar su compromiso y otra en la que quiso torear más asentado pero en la que se echó enfermo falta humillación en el novillo para que transmitieran las tandas. Se le pidió la oreja tras un pinchazo y una estocada desprendida que con buen criterio no fue concedida (vuelta al ruedo).

Ángel Jiménez hizo un esfuerzo ante el violento primero que no le permitió desarrollar su buen concepto (silencio). El cuarto lució el hierro de La Dehesilla, tuvo movilidad pero le faltó entrega, de nuevo Jiménez se justificó sin eco (silencio).

Pablo Atienza mostró sus templadas formas en el segundo. Un novillo que no regaló ninguna embestida desplazándose de verdad. Hubo naturales ceñidos y sobre todo una tanda de clásicos derechazos llevando la embestida detrás de la cadera (silencio). El serio quinto fue cambiante en sus embestidas. A veces la quiso tomar por abajo, otras con brusquedad y siempre sin ritmo. Atienda alargó demasiado sin sentido (silencio).

ABC

Por Rosario Pérez. Premio al arrojo de Rafael González en Las Ventas

Nadie se hace rico delante del toro sin romper las reglas, sin pasar la línea de la corrección en un ejército adocenado. Rafael González, cosecha del 99, cumplió con su deber: estar en novillero. El madrileño, que había prologado con el pase del péndulo, aprovechó –con más decisión que técnica– la transmisión de un buen «Carpintero». Fue todo corazón, tanto que por momentos atropelló la razón hasta sufrir una tremenda voltereta, con los pitones buscándole en la arena. Un milagro que saliera ileso… El arrojó presidió toda la labor, con pasajes en los que intercaló una espaldina y guiños al tendido, como las manoletinas finales. Se volcó en la estocada y se ganó una oreja.

Sabedor de que tenía media Puerta abierta, persiguió el triunfo en el sexto, un toro con toda la barba con guarismo de abril del 14. Entregado, midió tiempos y distancias en series por ambos lados y acabó por luquecinas. Ni el pinchazo frenó la pañolada, pero el presidente impuso seriedad y todo quedó en una vuelta al ruedo. No es mal balance para quien arriesgó y siguió los tres cánones del novillero: querer, querer y querer. Merece más oportunidades.

No se lo puso fácil a la terna la exigente novillada de José Luis Pereda, de variado e interesante juego, con la movilidad como principal virtud y distintas notas de casta, alguno con flecos mansos y otro más bravito, sin terminar de romper al requerir un mando no encontrado.

Ángel Jiménez lo intentó, pero no lo vio claro ni con el primero, un mansito que iba y venía, ni con un cuarto con bastante que torear.

El segundo, que se arrancó de salida con un sprint a lo Usain Bolt, pedía todo por abajo para pulir su genio y temperamento, aunque obedecía a los toques de Pablo Atienza, que se esforzó a su modo. No se acopló ante el quinto, que traía un notable son no aprovechado.

El País

Por Alejandro Martínez. Uno que quiere ser torero

El novillero Rafael González estuvo a punto de abrir la puerta grande de Las Ventas. Cortó una oreja en su primero y dio una vuelta al ruedo -tras petición- en su segundo. Y sí, el joven madrileño, de tan solo 18 años, estuvo bien, pero su actuación no fue, ni de lejos, para salir a hombros. Así que, seguramente, y pese a su más que probable enfado, el presidente Trinidad López-Pastor le habrá hecho un favor al no sacar ese pañuelo de la vergüenza.

De esa catadura fueron las peticiones de oreja del público que asistió a la que se supone es la primera plaza del mundo. Y este fenómeno no es nuevo. Tarde tras tarde, y por culpa de esos espectadores ávidos de trofeos y triunfos fáciles, la plaza de Las Ventas va perdiendo su categoría. Da igual cómo sea la faena y se ejecuten los muletazos; si el torero mete la espada y el toro cae rápido, la masa furibunda alza sus moqueros al aire con pasión. Un peligroso fenómeno que durante la próxima Feria de San Isidro puede convertirse en irreparable.

Pero dejando de lado la asombrosa facilidad de estos públicos modernos, es de justicia reconocer la tarde de Rafael González. No fueron las suyas faenas perfectas ni redondas, pero el chaval dejó claro que quiere ser torero. Cualidades tiene para ello. Una de ellas, quizás la principal, es el temple. Un misterio que sacó a relucir en varios compases de sus respectivos trasteos. Como la primera serie por el pitón derecho que ejecutó frente al tercero. Tras un inicio por pases cambiados por la espalda, González enganchó la embestida del novillo de José Luis Pereda y toreó con hondura y enorme templanza. Desafortunadamente, a partir de ahí le entraron las prisas y el resto de su labor fue más acelerada y superficial. El novillo, manso y a la defensiva en el caballo, como todos sus hermanos, se movió en el último tercio con cierta transmisión, llegando incluso a alcanzar al torero, que se salvó de milagro de la cornada. El susto y el espadazo a la primera fueron decisivos para que hubiera trofeo.

La historia casi se repite en el sexto. De toda la faena, dos series, una por cada lado, fueron para enmarcar. Bien colocado, el joven diestro echó los vuelos de la muleta adelante y corrió y bajó la mano, hasta vaciar los muletazos en la cadera. Con temple, sí, pero sin perder la actitud y la frescura del que emprende los primeros pasos de una larga y dura carrera profesional. Porque cuando uno lo tiene claro y sabe lo que quiere, eso se nota. En los pasos, firmes, y también en el rostro, de ambiciosa expresión. Además, posee Rafael González otra capacidad fundamental: la espada. En sus dos turnos se tiró muy derecho sobre el morrillo y, aunque la colocación de su primera estocada no fue perfecta, la que cobró al segundo intento en el último sí resultó ejemplar.

En el cartel también estaban anunciados Ángel Jiménez y Pablo Atienza. Y ambos obtuvieron idéntico balance: silencio. Jiménez, que destacó rodilla en tierra en el inicio de la faena al cuarto, anduvo falto de mando y en ningún momento sometió las embestidas de los dos mansos que le correspondieron en suerte. Dos animales de muy parecido comportamiento que se movieron, pero que fueron a peor y acabaron soltando la cara con violencia. También terminó defendiéndose el segundo, que tras una primera tanda esperanzadora, se paró. Con dignidad y disposición lo trató Pablo Atienza, que frente al noble, blando y soso quinto, se puso pesado y dio muchos pases sin decir nada. Encima, a la hora de matar, se tiró descaradamente a los blandos.

Por cierto, el sexto novillo cumplía los cuatro años este mismo mes. Es decir, por reglamento, podría haberse lidiado perfectamente como toro. Pero es que dos de sus hermanos, tercero y cuarto, los habrían cumplido en mayo. Eso por no hablar del imponente trapío que lució la mayoría, que no se ven, ni como toros, en la mayoría de plazas de segunda, e incluso en alguna de primera. Que tomen nota las llamadas figuras.

madrid_15418.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:16 (editor externo)