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Plaza de Toros de Las Ventas

Martes, 16 de mayo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Lagunajanda cinqueños, muy serios, sosos pero se movieron; apuntó clase el 1º.

Diestros:

Juan del Álamo: de tabaco y oro. Estocada rinconera (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada pasada (silencio).

Jiménez Fortes: de azul pavo y oro. Estocada atravesada. Aviso (petición y vuelta al ruedo). En el quinto, estocada. Aviso (silencio).

Román: de azul marino y oro. Media estocada y nueve descabellos. Aviso (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada pasada y tres descabellos. Aviso (silencio).

Se guardó un minuto de silencio por el 97 aniversario de Joselito el Gallo en Talavera.

Entrada: Más de media entrada

Galería de imágenes: http://www.las-ventas.com/resena-tarde/las-ventas-16-de-mayo-de-2017

Video: https://twitter.com/toros/status/864577841303883781

Crónicas de la prensa:

La Razón

Por Patricia Navarro. Fortes impone su ley de la verdad en Las Ventas

Con todas las cornadas que lleva, con el cuerpo cosido a heridas, con las múltiples amenazas de muerte, salvado a última hora, en última instancia, el milagro sucedido, comprendido, agradecido sobre todo en los corazones cercanos, sufridos, sufridores, esa madre torera…Con la trayectoria sangrienta de Jiménez Fortes impone verle ponerse delante del toro y volver a jugársela como si tuviera las cuentas saldadas y a cero. Con un pase cambiado por la espalda de rodillas comenzó su faena al segundo Lagunajanda de la tarde. Impávido. Convencido. No había hecho el toro cosas como para estar muy tranquilo, tenía esa chispa que te mantenía alerta, incierta la embestida, el desenlace de ella. Se tragó aquel muletazo inicial y unos cuantos más, aunque intercaló en todos ellos las embestidas medio largas con otras por dentro. La faena de Jiménez Fortes fue irregular pero el denominador común fue la entrega y la verdad a la hora de plantar cara al toro. Jamás rectificó, no asomó ni una duda, ni aunque tuviera motivos. Las bernadinas finales cambiando el viaje al toro fueron de órdago. Al alcance de pocos. Y la estocada, también. Hubo mucha verdad en Fortes. Verdad en las cercanías. Está de vuelta. Pocas vías le dejó abiertas un quinto que tenía pitones para regalar, pero poco más en el interior para sumar faena. Nobleza, sin continuidad y poca transmisión. Fortes apuró las arrancadas, buscó en el arrimón la justificación a todo su pundonor y se fue largo; más larga era su ambición frustrada.

Román lo dio todo con el tercero. Eso es incuestionable. Luego entramos en los matices, que para eso están y de ellos vivimos. Se entregó de tal manera que las cogidas se sucedieron, toreando primero, al final con la espada, palizón y milagroso salir indemne de ahí. La faena del toro fue inquietante, porque tuvo miga siempre. Descolgó mucho el animal, humillaba en el viaje y viajaba largo cuando le empujaban a ir. Tenía sus teclas, sus complicaciones, reponía, se quedaba corto a la mínima. Muchos matices, mucha tela. Román puso sobre la arena todo lo que tenía y encontró algún natural muy bueno, muy largo y mucha verdad después. La estocada, cogida también, y un recital de descabellos que desmereció. Desigual fue el sexto y muy a menos. Batalleó la faena Román de principio a fin pero quedaba poco eco de lo que ocurría en el ruedo, y acabó por dilatarse en el tiempo.

Era a priori una tarde extraña, no parecía San Isidro. Faltó ambiente por fuera. Ya se sentía. Se presentía. Y se vio nada más sentarnos. Mucho cemento para ser la Feria. La nuestra. El primero de la tarde para cerrar el círculo de las desavenencias perdió las manos, flojo de remos, justo de espíritu, Lagunajanda a medio gas, imperdonable en este ruedo. Y quiso meter el toro la cara, y lo hizo con calidad, pero cierto es también que intercaló su buena intención con rodar por la arena. Entre palmas de tango transitó la faena de Juan del Álamo. Voluntad, lo dejamos ahí, en una faena de largo metraje. Qué dura es esta plaza. Una gran cara tapaba al cuarto, que quiso tener buena condición pero su falta de poder le limitó. A él y al torero. Sin opciones. Fortes se había llevado la tarde. No fue el triunfo su pasaporte, sí una manera de ser, de estar. La ley de la verdad.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El peso de la verdad de Fortes

Fortes emprendió la marcha hacia el toro muleta en mano y con la montera calada. La seriedad del cinqueño sólo se hacía comparable a la actitud de Fortes. Su faena de sordo valor se hundía en el piso como el perfil badanudo y oscuro del dios tauro de agresiva mirada. Tan montado como todas las veces que viajó por encima del palillo; tan sibilino como todas las que se metió por dentro. La solidez de columna de Fortes impresionó. Como el baño de sangre de su vientre. Lo que los viejos revisteros decían “pasárselo por la barriga”. La colocación hundida en los talones, el peso de la verdad en los muslos ofrecidos. Y el trazo de los naturales como sendas de fuego. Los que se inventó desde el grueso calibre de su exposición. La bernadinas sin espacio impactaron como aquel arranque de rodillas por la espalda. Y sacudieron la conciencia de una plaza que no se sabía si, hasta ese momento, se enteraba. Enterrada la espada, la agonía se eternizó por la trayectoria quizá algo atravesada. La petición de la oreja corrió como la pólvora. No cuajó pero la vuelta al ruedo desprendió el aura de la importancia de lo acontecido.

Como si a partir del ecuador de la corrida degenerara en hechuras antes de volver en el último a su ser, el castaño quinto se levantaba seis pisos de altura del ruedo. Un pavo con una cornamenta veleta de pavor. Y, sin embargo, ni fue ni se comió a nadie desde su alzada de montaña rusa. Ni valió su sosería vacía para otra cosa que para andar fácil con él. Quizá no tan largo como Fortes.

Román escapó íntegro por la gatera de la suerte. Como un preso por la alambrada. El toro rebañó en un pase de pecho como otras ocasiones había amenazado. Solo que ahora prendió al torero, lo levantó por la casaquilla y le radiografió el tórax a navajazos. La violencia y la saña de la casta envenenada de genio.

Del trance se levantó Román con una muesca en la frente como un cuchillazo. Y nada más, aparentemente. Y a lo mejor tampoco la brecha pasaba de ser un colgajo sanguilento del toro de cinco. Humilló con raza por el pitón derecho en la mano del joven valenciano. Tandas de muleta a rastras y ligazón. Incluso al natural le enjaretó tres pases que hacían presagiar algo mayúsculo. Pero el domecq empezó a pensar y a medir. Y su continuidad, a cortocircuitar. El joven valenciano no renunció jamás ni en este tramo hostil del toma y daca. Las complicaciones afloraban ya como dientes de sierra. Los doblones del cierre, el volteretón, una media estocada que derivó en un sinfín de descabellos. Su sinceridad a bocajarro recibió el reconocimiento de la afición.

Pedro Iturralde picó a ley al astifinísimo y bajo sexto. Y Raúl Martí y El Sirio, que pasó las de Caín, saludaron con los palos con el brillo de su plata destellando bajo los focos ya encendidos. Arreó con genio en los doblones de Román como apertura de látigo de la faena. Pasado el ímpetu inicial quedó la guasa a pelo. Los tornillazos que volaban por la cadera y se revolvían como dentelladas de un perro rabioso. No volvió la cara nunca el tipo de Valencia. Como no lo ha hecho en todo su paso isidril. Un respeto.

Como aperitivo, un toro de Lagunajanda de líneas y expresión para enamorarse. Tocadito de pitones, suavemente colorado, anteado, cinqueño como toda la corrida. Tan templado ya en el capote de Juan del Álamo por su contado poder. En los vuelos colocó la cara como luego en las chicuelinas de un quite de Fortes. Para su escasez de fuerza y su clase, no convinieron ni los terrenos de los medios elegidos por Del Álamo ni los tirones. A cada mano perdida, un coro de protestas. Como si ya valieran para algo. Para cuando el salmantino cambió de tierra y eligió torear en paralelo a la segunda raya, se había hecho tarde para el toro. La extensión del metraje sobró a todas luces. La cara abierta del cuarto le confería la seriedad. O camuflaba su ausencia. De lo que no hubo noticias fue de la bravura en aquel noblón aburrimiento de su embestida. Que la corrida de Lagunajanda careció de término equilibrado. Y se movió entre la nada y el genio.

El País

Por Antonio Lorca. Toreros de raza

Cuando se enfrentan un toro serio y un torero de raza no hay cartel flojo en una feria. Era este de esos de poco tirón hasta que salió el toro que, por sus astifinas defensas, se ganó el respeto del público y, después, por su seriedad de comportamiento y aspereza, maximizó el sentido del riesgo. El círculo de la emoción se cierra cuando aparece un torero dispuesto a jugarse la vida, consciente de que esa tarde puede ser el todo o la nada de todos los sueños que acumulados.

La corrida de Lagunajanda no fue buena porque le faltó calidad, movilidad y encastada nobleza; pero no fue tonta al estilo moderno. Toros de imponentes cabezas, mansurrones en los caballos y de comportamiento bronco y complicado en el último tercio; toros exigentes con los toreros y con la atención de los espectadores. Toros duros que no permitían dudas, toros para toreros machos de verdad, gente valerosa, dispuesta a anclar las zapatillas en la arena y esperar que la moneda cayera de cara.

Con un muletazo cambiado de rodillas inició Fortes la faena al segundo de la tarde, un toro fiero, combativo e incierto, casi las mismas condiciones que mostró el torero en su labor. Siempre bien colocado y cruzado, dibujó Fortes dos tandas de naturales ceñidísimos, de esos en los que los pitones calientan los muslos. Muletazos no para la alegría festiva, sino para el sufrimiento, de los que ponen el corazón en el puño, en la seguridad de que el muchacho se está colocando en la cuerda floja de la vida. Tres bernardinas valentísimas pusieron el broche a una actuación que la plaza siguió con enorme atención. Y eso que no fue una faena vistosa, pero sí honda y cargada de argumentos. No hubo oreja, y la mereció. Quizá, algunos, equivocadamente, no blandieron el pañuelo porque creyeron que eso no era toreo. Y allí había un torero de raza. Nada más y nada menos.

La misma senda tomó Román. No culminó faena ante el tercero, sufrió una faena voltereta y lo mató mal, pero tiene valor y ganas para regalar. Aprovechó la codicia del toro para lucirse con dos tandas de redondos y unos naturales que no alcanzaron el clímax requerido. Quedó constancia, no obstante, de que un torero a tener en cuenta.

El resto de la corrida no sirvió. Ni el lote de Del Álamo, que quedó inédito ante un inválido y otro desinflado; ni el quinto, soso, con el que Fortes se mostró esforzado y pesado, ni el sexto, que se paró antes de tiempo.

Hazem al Masri El Sirio volvió a saludar en Las Ventas tras un arriesgado par de banderillas. Como decía un vecino: “Siria tiene un torero”.

ABC

Por Andrés Amorós. El valor seco de Fortes y Román en San Isidro

Un año más, se guarda un minuto de silencio por Joselito, «el mejor de los toreros», la cumbre del toreo clásico, basado en la lidia, el conocimiento del toro y el dominio de todas las suertes. ¡Cuánta falta nos sigue haciendo tener en cuenta su ejemplo!

Con un cartel discreto, regular entrada, toros de Lagunajanda (procedencia, Salvador Domecq) de juego variado, ningún trofeo y cuatro avisos, destaca el valor seco de dos diestros, Fortes y Román.

Varias veces ha cortado trofeos Juan del Álamo en Las Ventas, sin redondear el triunfo. Flaquea el primero desde el comienzo y muchas veces: una vez más, nobleza sin fuerza. Con eso, en Las Ventas, no se valoran nada las buenas maneras del diestro, que prolonga inútilmente la faena. ¿Esto lo consideran los profesionales un toro extraordinario? Algunos aficionados, desde luego, no. En el cuarto, que embiste sin entrega, logra naturales aseados, de escaso eco, y el toro se para.

Fortes tiene el mérito indudable de haber superado dos gravísimas cornadas y el reto de demostrar que puede torear bien, sin exceder los límites del riesgo. El segundo mansea, espera en banderillas. Lo llama de rodillas, en un pase cambiado; muy firme, pasa varios momentos de apuro; llega a asustar al público, con valor impávido. Mata con decisión, la petición no cuaja y da la vuelta al ruedo. El quinto, con dos «velas», cumple bien en varas pero «dice» poco, en la muleta. El arrimón de Fortes es poco valorado. La estocada es buena pero el toro tarda en caer.

El valenciano Román prodiga simpatía y valor, le falta madurar. Ésta es su segunda y última actuación en la Feria. El tercero protesta pero va de lejos a la muleta y repite. El trasteo es emocionante, con riesgo y mérito, desigual, con momentos de peligro, hasta que es prendido aparatosamente, lo que se repite al matar. Falla con el descabello. En el sexto, rebrincado, se lucen el buen piquero Pedro Iturralde, El Sirio (después de un grave apuro) y Raúl Martí. El toro transmite emoción, Román no se arredra pero sufre un desarme, es perseguido y la faena se diluye.

La lección de Joselito está clara: en el toreo, el valor es condición necesaria pero no es suficiente; además de tenerlo, hay que mandar en el toro.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Firmeza sin fisuras de Fortes

Juan del Álamo, Fortes y Román, toreros de contrastado valor en esta plaza de Las Ventas fueron tratados rigurosamente en la sexta corrida de abono de la Feria de San Isidro en la que los toros de Lagunajanda tampoco ofrecieron precisamente dulzura en sus embestidas, a excepción del primero, el único con calidad, que fue muy protestado por su excesiva flojedad. Lo que quedó patente es que los tres jóvenes diestros se entregaron, cada uno en su línea, al máximo, destacando un toreo con mucha verdad de Fortes y el esfuerzo de Román.

Fortes cuajó una actuación muy auténtica. Con el segundo, bien presentado, bajo, estuvo muy firme ante un toro que se revolvía con prontitud y se colaba. Con la montera calada, desde un comienzo con muletazos de rodillas hasta el epílogo, con unas bernadinas de infarto, se la jugó en cada tanda, en la que expuso una barbaridad. Muletazos con acertados toques para evitar la cornada. Pases en los que, al filo de la navaja, iba conduciendo las embestidas del toro. Estocada. El público pidió una oreja, denegada, y el malagueño dio una más que merecida vuelta al ruedo.

El castaño quinto, muy ofensivo de cornamenta y construido cuesta arriba, fue el toro del encierro que mejor se empleó en el caballo. Sin embargo le faltó codicia en la muleta. Fortes se esforzó en una faena meritoria que no caló en el público.

De las sensaciones más fuertes que sucedieron en el festejo quedó grabada en la memoria la cogida, afortunadamente sin consecuencias, que sufrió Román ante el tercero, quien en un pase de pecho con la izquierda fue enganchado por la hombrera derecha, que destrozó. Una cuchillada en el cuello quedó dibujada en el aire. La imagen de Román, tras la paliza y el semblante ensangrentado con sangre del animal, asustó al respetable. El torero no remató bien con la espada una faena marcada por su actitud, con sendas series por cada pitón en las que dibujó buenos muletazos a un toro bien presentado y en la que aguantó varias coladas escalofriantes.

Román, ante el sexto, bajo, con falta de remate, encastado, comenzó su faena de rodillas. En los medios logró muletazos de gran calado hasta que llegó un desarme y la labor, con el toro sin apenas recorrido, fue perdiendo fuelle. Anduvo mal con los aceros. En banderillas lo había pasado mal El Sirio, al que el toro le persiguió haciendo hilo y estuvo a punto de alcanzarle. El banderillero, tras el susto, prendió un gran par, al igual que Raúl Martí, que también se lució en otro.

Juan del Álamo se las vio en primer lugar con Pájaro, un colorao alicaido, que perdió varias veces las manos desde su salida. El trasteo de Juan del Álamo con un animal, noble y con fijeza, no lo tuvo en cuenta el público, que pidió que cortara su labor en varias ocasiones por la excesiva flojedad del astado.

El cuarto tenía un armamento tan exagerado que su cornamenta no cabía en la muleta; sin embargo no estaba rematado. El toro acometió sin clase alguna en otro trasteo de Juan del Álamo que no caló en los tendidos.

En la tarde quedó constancia de una firmeza sin fisuras de Fortes y el milagro en la espeluznante cogida a Román, que se salvó por muy poco de la tragedia.

madrid_160517.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:12 (editor externo)