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Plaza de Toros de Las Ventas

Viernes, 16 de junio de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victoriano del Río uno de Toros de Cortés (3º); un sobrero de Domingo Hernández (2º bis).

Diestros:

El Juli: de sangre de toro y oro. Pinchazo y estocada defectuosa (silencio). En el cuarto, estocada (oreja).

José María Manzanares: de azul pavo y oro. Estocada tendida. Aviso (silencio). En el quinto, estocada corta desprendida (silencio).

Alejandro Talavante: de nazareno y oro. Pinchazo y estocada (pitos). En el sexto, pinchazo y estocada corta (silencio).

Entrada: Lleno de «No hay billetes»

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1325155237580585

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20176/16/20170616215000_1497642759_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. De bien nacido es ser agradecido, Majestad

La gran ovación de la tarde —unánime, cerrada, clamorosa— comenzó cuando el rey Felipe VI apareció en el palco real, y arreció al finalizar las notas del himno nacional. La plaza, de bote en bote, puesta en pie, silenciosa primero, y emocionada después, manifestó de modo tan ceremonioso y expresivo su cariño a la Corona y el agradecimiento al Rey por su presencia en la corrida de Beneficencia.

Pues que no se engañe Su Majestad. Recibió un afecto que él no se ha ganado, porque la fiesta de los toros no ha recibido del nuevo monarca más que desapego y frialdad.

Es la segunda vez que asiste a Las Ventas desde que asumió la jefatura del Estado, un balance muy pobre para quien representa a todos los españoles. Y en lugar de que la afición le recibiera como merece, con desaprobación por su lejanía manifiesta, va y le ofrece un abrazo de amigo, como si el Rey fuera de los nuestros —los aficionados—, que no lo es.

No debiera olvidar el Rey que en Las Ventas no escucha pitos —solo recibe simpatía— y sería lógico que, en justa reciprocidad, devolviera algún gesto de apoyo a la fiesta; aunque no le gusten los toros. Algún republicano habría en la plaza y, sin embargo, estaba de pie, en actitud de respeto, porque estaba allí el jefe del Estado. Pues eso… En dos palabras, que si don Felipe no es aficionado, al menos que sea agradecido, que ya se sabe que esa condición es de bien nacido.

Asunto distinto es que el Rey se aburriera; primero, porque la corrida fue un pestiñazo; segundo, porque debe de estar corto de conocimientos taurinos, y tercero, porque tenía a su lado al ministro de Cultura, que va a los toros menos que él, y de poca ayuda le pudo servir.

En fin, que la extraordinaria corrida de Beneficencia no cumplió con las expectativas. Los toros de Victoriano del Río ofrecieron un juego muy desigual; cumplieron en varas, pero se rajaron en la muleta, a excepción del cuarto, al que El Juli le cortó una oreja, y del sobrero, de Domingo Hernández, el más completo de la tarde, con el que naufragó Manzanares.

La corrida no fue buena, pero tampoco quiso comerse a nadie; muy noble toda ella, bobalicona y dulce, puso, también, de manifiesto que la zona alta del escalafón, las llamadas figuras, no está sobrada de ideas.

José María Manzanares, por ejemplo, se lució con unas buenas verónicas a su primero, que fue devuelto, y otro manojo de estimables capotazos al quinto, al que llevó al caballo con una larga cambiada en el centro del ruedo y un vistoso galleo por chicuelinas. Pero ahí acabó su obra.

Se encontró con el buen sobrero de Domingo Hernández, muy bravo en el caballo y al que picó con eficacia y torería Chocolate, que llegó al tercio final con clase y recorrido. Se esperaba faena grande —el público, entusiasmado, eufórico y entregado al torero alicantino—, pero todo quedó en una triste decepción. Comenzó con un trincherazo, un recorte y un pase de pecho, a los que siguieron dos bellos redondos, y no hubo más. Muletazos enganchados, falta de acoplamiento con el toro y de conexión con los tendidos; toreo anodino, sin gracia ni sentimiento. Todo muy embarullado y desdibujado. Pronto se rajó el quinto, noble y soso, y Manzanares se fue con más pena que gloria.

No es bien recibido El Juli en esta plaza, y no parece posible relajarse, asentarse y torear en un ambiente manifiestamente hostil. No está bien que eso ocurra, pero el propio torero debiera preguntarse su cuota de responsabilidad en este desafuero. Han sido muchas las tardes en las que se ha anunciado con reses impresentables después de un ajetreado baile de corrales; y, claro, el que siembra vientos ya se sabe lo que recoge…

No estuvo a gusto —no parecía posible— ante el noblón y descastado primero; y se esforzó ante el muy noble y bobalicón cuarto, en una labor intermitente, menos emocionante de lo que expresaron los veleidosos tendidos, pero con destellos de su experiencia y torería. Cortó una oreja tras una estocada trasera y caída y quedó la impresión de que se esperaba algo más.

Talavante tuvo peor suerte con su lote, pero tampoco estuvo lúcido. Fiero y codicioso llegó a la muleta su primero, y el torero no supo cómo frenar la velocidad impetuosa del animal. Pero pronto se rajó, se refugió en tablas y se esfumó la codicia. Y el sexto era blando, como casi todo, y sin pizca de calidad.

El Rey se marchó entre nuevas muestras de afecto. ¡Cómo es el público de toros…!

ABC

Por Andrés Amorós. Romance de la Corrida de Beneficencia

Concluido San Isidro –de verdad, una gran Feria– en otro fin de semana nuevos festejos nos quedan: esta corrida que llaman la de la Beneficencia, aunque sólo beneficie realmente a la empresa, cuando, como en esta tarde, toda la Plaza se llena. La preside Don Felipe, que muy bienvenido sea. Y aún sería mejor si viniera con la Reina pues, le guste más o menos, ésta es de España la Fiesta: por eso muchos la atacan y hasta prohibirla pretendan. Los tres diestros le han lanzado a Felipe su montera, en el brindis, como muestra de adhesión y de respeto por apoyar nuestra Fiesta.

Los toros de Victoriano son manejables, blandean, tienen las fuerzas muy justas aunque luzcan gran nobleza.

Con El Juli, de comienzo, es ya grande la exigencia, como en Madrid pasó siempre con las figuras primeras. Es un gran profesional, nadie discute su entrega ni su ambición; sí, su estética, cuando no carga la suerte porque retrasa la pierna, y su forma de matar, con ese salto que pega. Al primero, un toro bajo, Juli lo cuida, en la brega; cumple solo en el caballo y en banderillas protesta; luego se queda algo corto cuando acude a la muleta y levantan división los pases por la derecha. El trasteo no emociona y la gente se impacienta con la faena anodina. Mata, yéndose muy fuera. Engatillado es el cuarto que más de 600 pesa pero sí se mueve largo. Juli con gusto lancea. Le enseña pronto a embestir, por bajo, rodilla en tierra. Logra buenos muletazos: manda mucho, liga y templa, se mete entre los pitones y la división no cesa, aunque sí existe el peligro, se juega la voltereta cuando provoca arrancadas y se lo pasa muy cerca sin que se altere su gesto ni se le mueva una ceja. Da la estocada con salto pero mata a la primera y, aunque a todos no les guste, consigue cortar la oreja.

Repetir la hazaña

Hace un año, Manzanares cuajó una faena regia delante de Don Juan Carlos; ahora, repetir la hazaña es justo lo que desea para que el Rey Don Felipe disfrute con la belleza de esta Fiesta incomparable, que es, de España, santo y seña. Los naturales al toro «Dalia», ¿quién no los recuerda? Devuelto el flojo segundo, salta el sobrero a la arena. (Ovaciona a Chocolate con fervor la Plaza entera). Con elegancia y empaque, Manzanares lo tantea; traza hermosos derechazos, la muleta vuela lenta, pero el toro es poco toro, va hacia abajo y hacia fuera y, sin cuajar el trasteo, todo se ha quedado a medias. Lancea con finura al quinto que es suave pero flojea: al quite de Talavante, dos veces la arena besa. (Oigo el grito: «¡Viva España!» y la gente lo corea). Cuando el toro se derrumba, la faena se despeña. Aunque se acerca San Juan, de su alicantina tierra, no ha logrado José María que se enciendan las hogueras.

Talavante, en San Isidro, hizo una notable apuesta: cuatro tardes, más que nadie, es lo el diestro torea, incluidos Victorinos, y, en tres, lleva tres orejas. Tiene una gran suavidad al manejar la muleta y de México ha traído muy llamativas sorpresas. Embiste largo el tercero, parece que habrá faena pero pega cabezazos y hacia las tablas mansea. Corta en seco Talavante: ni siquiera se despeina. Todo se ha visto abajo: ¡ay, Dios, qué dolor, qué pena! El ultimo embiste noble pero éste también blandea desde el primer muletazo: una condición muy fea. Brillan muletazos sueltos: casi nada, ¡vaya tela!

Con toros nobles y flojos, todo se ha quedado a medias. No ha tenido suerte el Rey; se agradece su presencia. Yo hubiera querido ver que a algún diestro se lo llevan en volandas, como a un dios, que ha descendido a la tierra para darnos el consuelo, compensando las tristezas al ver a los insensatos que de su tierra reniegan…

¡Qué alegría nos da ver a Don Felipe, en Las Ventas, escuchar «Vivas» a España, sin ninguna reticencia, y comulgar con su pueblo en nuestra española Fiesta!

La Razón

Por Patricia Navarro. El Juli o el hambre que no cesa

El Juli volvía a Madrid tras el buen sabor de boca que le dejó su aislado paseíllo en feria. San Isidro en cuarentena y no por el sofocante calor. Asfixiante. Cortó una justa oreja la tarde de las confirmaciones. No le esperaron con el cuchillo tan entre los dientes como otro años y Julián respondió. También ayer. ¿El resultado? Otro trofeo. Pero, más allá de los guarismos, las sensaciones. El poso de un torero privilegiado. De enorme capacidad. Lo demostró en el mastodóntico cuarto. Un torazo de 633 kilos largo como el Titanic y ofensivo. Muy ofensivo. Enseñando las palas. De veleto, casi cornipaso. Metió al tendido, anestesiado por el horno solar, con un chicuelinas de mano baja que abrochó con una “julina” y la media abelmontada. La sesuda faena fue pura ciencia. Economía de movimientos para ligar aprovechando las inercias del toro mientras duraron. Cumbre un cambio de mano, hundidas las zapatillas. Sin enmendarse. Metía la cara el de Victoriano, pero le faltó empuje. Y Julián se incrustó entre los pitones para robarle, uno a uno, los muletazos. Con el hambre del que empieza. Arreando como un sin caballos. Titánico. Hundió el acero, caído y trasero, pero afloraron los pañuelos. Rotundos. Oreja.

Había abierto fuego un “Artillero”, bien armado, estrecho de sienes y engatillado, pero astifino desde la mazorca. Sin mucha transmisión en el percal de Julián, que dejó un templado, aunque insípido, quite por delantales. Suelto en varas y doliéndose en banderillas, su sosería se acrecentó en la muleta del madrileño. Lo intentó con mando y toques firmes, pero el animal, que pasó, nunca transmitió. Esfuerzo baldío.

El sardo segundo hizo honor a sus preciosas hechuras en los lances de recibo de Manzanares. Cuatro verónicas cadenciosas, cargando la suerte. La media, superior. Lástima que no le sobraran las fuerzas y una vuelta de campana tampoco ayudara, porque tenía muchísima calidad. Devuelto. Salió un sobrero de Domingo Hernández. A su casta en San Isidro -que le pregunten a Enrique Ponce- se aferraron las figuras. Salió algo dormido, pero empujó con franqueza, romaneando, en el primer puyazo. Lo agarró bien y resistió Chocolate. Buena vara y mejor pelea. Más desigual, empujando sólo sobre el izquierdo, la segunda. Tras brindar, como Julián, a Don Felipe, Manzanares lo sacó con torería más allá de las dos rayas. Con sabor, el trincherazo y el cambio de mano. Con ligazón, la posterior tanda en redondo. Tuvo prontitud, pero perdía celo a medida que avanzaba la tanda. Y en ese estrecho filo de la indefinición, la faena no rompió. El acople no llegó en las tandas posteriores. Lo mejor del trasteo, la estocada. En la yema. El quinto, más escurrido de carnes y algo avacado, aunque muy astifino, fue un eterno “quiero y no puedo”. Lo recibió a la verónica con armonía a compás abierto, primero, luego, a pies juntos. Tras un farol, galleó por chicuelinas al caballo con gusto. Tomaba bien los engaños el burel, pero duró muy poco. Empezó a quedarse corto, más en la cadera, después se afligió y terminó por rajarse. A menos, Manzanares no se dio más coba y, tras probarlo por ambos pitones, lo “despenó”. Silencio en ambos.

Si breve fue Manzanares, dos veces breve fue Alejandro Talavante con el sexto. No pasó de las probaturas con un castaño amplio de sienes al que, como a otros de sus hermanos, le faltó empuje. Ni una tanda. Antes, con el hierro de Toros de Cortés, sorteó al acapachado tercero que, a pesar de ser bajo y corto de manos, estaba hecho hacia arriba. Hizo sonar el estribo en el caballo y tuvo prontitud en banderillas. Mantuvo su movilidad en el comienzo de trasteo e hizo concebir esperanzas, pero la realidad era bien distinta. Siempre un violento gañafón al final del viaje. Talavante, tras dos estatuarios, repitió la fórmula de San Isidro. Muleta a la izquierda y a torear. Pronto y en la mano al natural. Resolvió el misterio en esa primera serie, pero luego, al molesto calamocheo, se sumó la apatía del toro. Se aburrió enseguida. Rajado, el de Cortés y desencantado Talavante que aceleró por la espada. El pacense, de vacío por primera vez este año en Madrid, redobló silencios. La tarde fue de El Juli. De su amor propio. Con él? venció a todo, hasta a este anticiclón de arsénico. Oxígeno de fuego. Qué calor.

Tarde de «reventón»

Su Majestad Felipe VI tomó el testigo de su fiel padre. Esperaban a Don Felipe en el quicio de la Puerta Real el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo; y la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes. Junto a ellos, Manuel Ángel Fernández Mateo, director gerente del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad; los empresarios Simón Casas y Rafael García Garrido

-de Nautalia-; el maestro Curro Vázquez y la marquesa de Vega de Anzo. Tampoco se lo perdieron, entre otros, el ministro Juan Ignacio Zoido; el presidente del Senado, Pío García Escudero o la modelo Nieves Álvarez. Todos presentes en un tarde de clavel… marchito.

madrid_160617.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:16 (editor externo)