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Plaza de Toros de Las Ventas

Sábado, 17 de junio de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo de diferentes hechuras; extraordinario el 3º Diestros:

Morante de la Puebla: de verde botella y oro. Estocada casi entera (silencio). En el cuarto, dos pinchazos y estocada delantera y atravesada (silencio).

Cayetano: de tabaco y oro. Estocada. Aviso (saludos). En el quinto, estocada tendida y descabello. Aviso (saludos).

Ginés Marín: de corinto y oro. Tres pinchazos y estocada (vuelta al ruedo). En el sexto, estocada pasada y defectuosa y tres descabellos (saludos).

Entrada: Lleno de «No hay billetes»

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1326156010813841

Video: https://twitter.com/toros/status/876168650104942592

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una bonita faena de Ginés Marín con un gran toro de Cuvillo

El invento simonesco de la Corrida de la Cultura colgó un nuevo cartel de “no hay billetes”. Al reclamo del nombre de Morante de la Puebla en su única comparecencia en Madrid. Un año de ausencia y la espera esperanzada. Como compañeros Cayetano y Ginés Marín, el triunfador de San Isidro. Del Ministro de Cultura, Iñigo Méndez de Vigo, que teóricamente presidía el acontecimiento, pasaron los brindis de largo. Ginés brindó a un señor que ocupaba lejana localidad en los altos del “1”. Afortunado el hombre de buen bajío para el torero: el salinero de Núñez del Cuvillo portaba unas hechuras tan cualitativas como su fondo. Fijeza, prontitud, humillación y repetición. Ritmo y son. Sinvaina había pasado la criba de las protestas por un presunto encogimiento. Ya ves. Marín construyó una faena bonita desde sus albores. De alegre torería en el prólogo. Y también en su clásico concepto a derechas: acinturado y ligado. Un cambio de mano halló la verdadera profundidad del toro. La plaza rugió ante la hondura. El paso por el toreo al natural alumbró uno inmenso en la única serie zurda. La variedad, el desparpajo y la colocación de GM imantaban. Un pase de las flores como preludio a una ronda más de aire fresco. Pop como la carátula de los Beatles que promocionaba la tarde cultural. La comunión con los tendidos se hacía total. Como en los adornos, en las pinturerías y en todos los obligados de pecho que se prolongaban con visos de eternidad por encima de los chispacitos. Los ayudados finales como coda hacían presagiar el triunfo redondo. Pues tan entregada estaba Madrid. Pero la espada atascada arrasó con todo como un tsunami. La ovación para Ginés se convirtió en una vuelta al ruedo de consolación; la del magnífico toro sonó a una gloria frustrada.

El último cuvillo mantuvo la movilidad de la corrida. Sin la cotizada bravura de Sinvaina. Rebrincado, sin terminar de humillar y obediente, Ginés Marín volvió a dejar constancia de su momento en flor. Otra vez la claridad de ideas y la frescura. La facilidad. Hasta las bernadinas de despedida. Ahora, lo que son las cosas, sí hundió el acero. Defectuosa la colocación pero eficaz. Al menos para descabellar y recoger las palmas que hacían memoria de lo que pudo ser y no fue.

Para Morante fue el toro más grande, que no el más agresivo, de los 12 que ha lidiado Núñez del Cuvillo en un mes en Las Ventas. A su aire se movió en los tercios preliminares, permitiendo tan sólo una verónica morantista como perla aislada. En un visto y no visto, cobró dos puyazos en serio y un refilonazo defensivo en la tercera entrada, accidental, al caballo. Aquella movilidad no se tradujo en empleo en la muleta. A su altura José Antonio desprendió añejo empaque. Como en los derechazos siguientes en los que el toro se dormía. Apagado como una vela sin oxígeno. Los intentos siguientes se estrellaron con la noblota embestida de piedra. Y abrevió. El feote cuarto no le regaló ni eso. Morante ilusionó en un saludo arrebatado a la verónica. Más arrebatado que otra cosa. Ya el toro apuntaba rácano, manso y deslucido estilo. Como fue. El sevillano, molesto con el viento y las arrancadas toponas y desenceladas, no se dio coba. Una gresca tabernaria en el sol tapó la bronca presentida que ni se oyó.

Cayetano pisó el acelerador con un quinto de abierta cara. Las sensaciones que había dejado con el burraquito anterior de su lote entraban en contradicción con su voluntad. Alegre toro de cierto genio fue aquél. Mejor por el pitón derecho. Cuando la muleta viajó a una velocidad superior a la embestida que caló en el personal. Las verónicas rodilla en tierra como carta de presentación al penúltimo de Núñez del Cuvillo sembraron ilusiones. Rivera respondió con un quite por gaoneras -previa larga afarolada- a la intervención por chicuelinas de Marín. Ofreció a Curro Vázquez su montera. Y se descalzó. Un gesto coreado por el extraño público que copaba ayer la Monumental. De rodillas y bajo la solanera cuajó la ronda de más alta nota de la faena. El buen cuvillo no duró mucho. La actitud de ataque de Cayetano también acortó distancias muy pronto. No pasó mucho. Y sus deseos se encontraron de nuevo con la recompensa de una ovación.

ABC

Por Andrés Amorós. Ginés Marín, torería sin espada

A pesar de la ola de calor, dos días seguidos con el cartel de “No hay billetes”: . “Que quieras o que no quieras” (como dice Rafael de León en su “Romance de la reina Mercedes”), los toros siguen siendo el gran “acontecimiento nacional”. Así tituló su ensayo Enrique Tierno Galván, que intervino en un acto que yo organicé, en defensa de la Fiesta, en el Ateneo de Madrid, junto a Rafael Alberti y Antonio Gala: ninguno de los tres eran precisamente de derechas. ¿Se enterarán de eso los ignorantes populistas que ahora sufrimos? No parece fácil.

Primera edición de este invento de Simón Casas, la Corrida de la Cultura: en realidad, una redundancia, pero, en los tiempos que corren, ¡bienvenida sea! Asiste el Ministro de Cultura, Méndez de Vigo, que también defendió rotundamente la Fiesta en la entrega de los Premios de ABC.

Vuelven a lidiarse reses de Núñez del Cuvillo, predilectas delas figuras. Se mueven mucho y dos, segundo y tercero, dan excelente juego.

Sólo una vez ha querido venir Las Ventas Morante. Una vez allanado el ruedo – su pretensión o su excusa –, un maestro en pelnitud podía haber toreado dos o tres tardes. (Las figuras del toreo clásico, que él justamente adora, así lo hacían: los datos son indiscutibles). Con esta “pildorita” (como dice “La verbena de la Paloma”), aumenta la expectación pero, también, la responsabilidad. Morante es, sin duda, un caso aparte,el representante actual de los toreros “artistas”, que oscilan entre el éxtasis y la bronca. La verdad es que José Antonio sabe torear primorosamente, con capote y muleta, y, a veces, lo hace. Esa ilusión mantiene a los aficionados. El primero mansea de salida: apenas puede Morante esbozar una sola verónica. Le pegan mucho, en tres encuentros. Lo prueba por alto, apunta muletazos con majestad pero el toro se queda corto y él le sigue la corriente: corta. Mata con facilidad. En el cuarto, lo borda con el capote, con verónicas y delantales. En los ayudados iniciales, se le queda debajo. Lo intenta pero el toro pega derrotes y vuelve a pararse: ¡a matar! Una bronca en el 5 retrasa la que recibe el diestro, después de matar sin apreturas.

Cayetano une tres atractivos: la fama mediática (dan vergüenza los gritos femeninos que he escuchado, en algunas Plazas), una personal estética rondeña, que incluye las verónicas rodilla en tierra y un vistoso quite, y unos arranques temperamentales, heredados de su padre. En contrapartida, comenzó tarde su carrera taurina, los fundamentos técnicos son, inevitablemente, menos sólidos. Aprovecha la muy npble embestida del segundo para muletazos vistosos pero sale de las series con apuros porque es mayor la estética que el dominio. Mata con decisión y el bravo toro tiene una hermosa muerte. Recibe al quinto con una rodilla en tierra (estilo Ordóñez), hace el quite rondeño: larga y gaoneras. (Muy bien Iván García, asomándose al balcón). Brinda a Curro Vázquez, su tío y apoderado. El comienzo de rodillas es brillante, con suaves muletazos pero el toro se apaga y la faena no cuaja. Entra a matar de lejos pero muy recto.

El muy joven Ginés Marín demostró sus innegables cualidades con una faena clásica, que le ha convertido en el indiscutido triunfador de la Feria. El tercero renquea de atrás pero rompe a embestir en la muleta. Desde el comienzo, liga muletazos con torería, acompañando con la cintura, llevándolo prendido, Un cambio de mnao prolongado hasta el círculo completo levanta un clamor. Tiene en la mano el trofeo - quizá, dos - pero pincha y pincha, dejando la mano atrás. ¡Para matarlo! El último se mueve pero sin clase. Ginés se muestra de nuevo muy suelto con el capote, dibuja muletazos mandones, remata con fantasía. Las bernadinas, cambiando el viaje del toro acaban de calentar al público, Esta vez sí logra la estocada pero descabella.

La conclusión es clara: Ginés ha caído de pie, en Las Ventas. Une cabeza clara y estética: las condiciones para ser figura. Pero hay que matar… En el cine, James Stewart era un “caballero sin espada”. Ginés Marín no se puede quedar en la torería sin espada; tiene condiciones para mucho más: debe ser figura del toreo.

madrid_170617.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:13 (editor externo)