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Plaza de Toros de Las Ventas

Sábado, 19 de mayo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Alcurrucén corrida mansa y descastada a excepción del segundo - (flojo el primero, encastado con calidad el segundo, deslucido el tercero, descastado el cuarto, manso el quinto y sin clase el sexto)

Diestros:

Curro Diaz: de azul Rey y oro (ovación con saludos y silencio)

Joselito Adame: de coral y oro (ovación con saludos con división tras tímida petición y oreja)

Juan del Alamo: de verde botella y oro (silencio y silencio tras aviso)

Destacaron: Tomás López y Fernando Sánchez se desmonteraron tras parear al segundo.

Entrada: Lleno, 22179 espectadores.

Imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1642403445855761

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/997939401618612224

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. El gin tonic hace estragos

Mi querido Carlos Ilián, cronista por antonomasia del Diario Marca, da buena cuenta en sus crónicas isidriles de los estragos que hace el gin tonic en las tardes de feria y clavel. No le falta razón, y parafraseándole es una sin razón que se otorguen día si y día también regalos y trofeos sin ton ni son. Esta vez Joselito Adame cortó una orejita de pueblo tras un infame bajonazo. Al hidrocálido cayeron los únicos toros potable de la moribunda corrida de Alcurrucén. Un encierro tan basto como bajo de casta. Otra corrida apestosa, que da buena cuenta de la situación aterradora del campo bravo.

Joselito Adame del que hablan maravillas en México, vuelve a responder al corte de torero mediocre y bullidor. Su única salvación es una cuadrilla compuesta de lo más granado del escalafón de plata, con dos subalternos de garantías como Tomás López y Fernando Sánchez que no responden a la vulgaridad de su jefe de filas. Dos tardes lleva el hidrocálido y una oreja de gin tonic en su haber. Y es que el mayor de los Adame, tuvo un toro bravo y ni se enteró. El pupilo de los Lozano se amedrentó frente a “Segoviano” que se enceló en el peto, y ante el que principió un inicio por bajo para posteriormente descomponerse ante una amalgama de pases vacíos sin ningún reparo, y todo ante un toro de rebosante embestida. Un ejemplar para desorejarlo que el mexicano se contentó con saludar una ovación desde el tercio tras el bajonazo preceptivo.

Al quinto otro manso pregonado, dejó una labor anodina que tuvo su punto fuerte en los terrenos del cuatro, donde un par de tandas de mano baja fueron suficientes para que cortara una oreja de talanqueras tras otro bajonazo de órdago. La picardía de Fernando Sánchez se hizo patente viendo la rapidez con la que sacó el estoque sabedor de la paupérrima colocación. El gin tonic hizo su labor y el Presidente no le quedó más remedio que sacar el moquero, entre la sinrazón de una plaza que va perdiendo crédito con orejas pueblerinas. La suerte suprema en entredicho una tarde más. Tanta paz llevas, como paz dejes.

Solvente estuvo Curro Díaz en su primera comparecencia en la feria ante un lote moribundo. El primero descastadísimo le puso en aprietos y fue volteado de forma espectacular. Antes anduvo airoso en una actuación en la que dejó destellos de su torería, ante el que saludó una ovación. Al cuarto le corrió la mano, pero la cara por los aires del de Alcurrucén le hizo abreviar. Un lote de despojos.

Juan del Álamo uno de los triunfadores del año pasado tras cortar tres orejas precisamente a una corrida de Alcurrucén, no pasó del sesteo ante un lote asqueroso. Con el tercero metió a fondo el pico, y en el sexto lo único salvable vino con el estoconazo que despachó al ejemplar que remendaba el encierro toledano, con el de Lozano Hnos. se endilgó el salmantino en pases interminables en otra actuación en la que el tedio se apoderó de los tendidos. Que asco.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Adame somete un “bou al carrer”

Alcurrucén desembarcó con toda su vitrina de Puertas Grandes. Que es como la galería de Copas de Europa del Real Madrid. Y la cuerda de toros de bandera que las sostiene. Desde aquel Cañego de Aparicio en el 94, pasando por los músicos de célebre reata -Tamborilero, Guitarra y Musiquero de Rincón, El Cid y Rubén Pinar (2005, 2006 y 2009)-, hasta Jabatillo, Malagueño, Barberillo y Licenciado de Castella, David Mora, Ginés Marín y Juan del Álamo (2015, 2016 y 2017 por partida doble). De las tres salidas a hombros de la última isidrada, dos fueron con alcurrucenes. La corrida presente cargaba entera con los cinco años cumplidos y un remiendo, el sexto, de Lozano Hermanos. No pasó entero el envío de Alcurrucén entre criterios veterinarios y un accidente nocturno. Y quedó desigualada.

Abrió plaza un toro largo, ensillado, de amplia cara. La característica fría salida del encaste. Remoloneó para acudir al caballo. Dos puyazos, uno muy trasero, lo sangraron a modo. No dobló una mano y apretó en banderillas hacia los adentros. Curro Díaz brindó por su noble fijeza. Aunque la humillación sólo se mantenía en el tramo del embroque. La figura compuesta del jiennense, la muleta en uve, para aprovechar en su derecha lo que descolgaba el toro. Ese instante. Cumplidas dos rondas medidas, tropezó el torero y quedó a merced. La voltereta fue estratosférica. Como si lo recogiese del suelo un bulldozer y lo catapultara. Se levantó Díaz con el ánimo intacto y el cuerpo molido. Y siguió con su plan diestro. Más planchada y pura la muleta al natural. Como suelta la muñeca. Chispazos de medios pases. La estocada cayó baja y saludó una ovación.

Puntuó el alcurrucén que hacía segundo. Girón, chorreado, bajo, fino de pitón. Notables hechuras. Una pintura. Tanto celo en el caballo llevó a que cobrase tres puyazos en uno. Sin salir del peto. Joselito Adame vio las posibilidades. Que las entendiese todas fue otra cosa. Del inicio por estatuarios se desprendieron un puñado de ricos adornos por bajo. El toro viajaba pronto, largo y descolgado. Adame no le cogió el aire siempre. Ni el sitio para dejársela en la cara. Un circular invertido con la obediente embestida más queda. Despidió la arrítmica faena por manoletinas. Quizá faltó en la raza del toro el ritmo que tampoco le dio. O la profundidad de los míticos de la casa. De esos del tranco más horadando el ruedo. Aun así fue notable. Recogió el torero de México los cuajados aplausos en el tercio como consuelo. Más unánime sonó la ovación para Segoviano. Ninguna como la que escucharon Miguel Martín y Fernando Sánchez con los palos. La tarde entró en un bache con el tercero y el cuarto. Echó el freno de mano el manso aquél y soltó la cara con violento calambre éste. Fino, remiso y distraído uno, ancho y de falso y áspero ataque el otro. Juan del Álamo y Curro Díaz carecieron de opciones.

Cuando saltó el quinto a la arena, se comprendió pronto que entró a última hora por alguna de las bajas. Feas las hechuras de la bestia. Toro al carrer. Bou de las calles. No quería trato con nadie. Volvía grupas y se volvía al revés. La faena de Joselito derrochó fe. Paciencia y tenacidad. Hasta que no lo metió en la muleta no cejó en su empeño. Sin quitársela de los ojos, cerca de chiqueros. Embebiendo la mansedumbre. Palpitaba un mérito tremendo en todo aquello. En las tres series de encelar y tirar de la osamenta cornuda. De esperarla y provocarla. Y pasaba por allí. Embestir es otra historia. El «7» recriminaba cosas. A saber qué. Un zambombazo con la espada tiró sin puntilla al manso. Delantera la colocación. Sitio mortal el rincón. La oreja más trabajada de toda la feria sembró la polémica. Avivada por los más reacios frente a la mayoría. Que sintió el verdadero esfuerzo y lo recompensó en justicia. Un toro redondo, hondo y bastorro de Lozano Hermanos, de recogida cara, cerraba la tarde. Noblón y templado pero sin chispa. De más a menos en su entrega. Del Álamo muleteó con intensidad correlativa. No aportará la corrida a las vitrinas de Alcurrucén un nuevo galardón. Faltó mucho habiendo de todo.

ABC

Por Andrés Amorós. San Isidro: lidiar un manso sí tiene premio

Los toros de Alcurrucén salen abantos, como suelen, pero dan un juego variado, interesante. Joselito Adame vive las dos caras: no está a la altura del excelente segundo y tarda en dar la lidia adecuada al quinto, manso, pero acaba lográndolo y corta un trofeo.

Curro Díaz es toreo de gusto exquisito y estilo personal. En el primero, corre la mano con clase y naturalidad; cae al suelo y sufre un volteretón; citando de frente, todavía logra algún natural limpio pero el toro se apaga. El cuarto huye, hace floja pelea. Comienza con unos bonitos doblones (por supuesto, mirando al toro, sin la absurda moda actual de mirar al tendido). El toro pega arreones, con feo estilo. Ha lucido su torería, en pases sueltos.

Juan del Álamo no tuvo suerte con las reses de Las Ramblas; tampoco la tiene esta tarde. El tercero sale de la muleta con la cara alta, desentendiéndose. ¿Por qué lo brinda al público? No logra reducirle los defectos. El sexto embiste con temple, le permite dibujar muletazos suaves pero falta vibración.

He dejado para el final a Joselito Adame. El segundo se crece en el caballo, mete bien los riñones. Parean muy bien Miguel Martín y Fernando Sánchez. El toro repite, con suavidad y nobleza, se come la muleta, transmite emoción. El diestro comienza haciendo la estatua, muestra su oficio pero poco más, la faena va a peor. En el quinto vivimos el momento más interesante de la tarde. Se le recibe con protestas. ¿Por qué? Porque se aburren y porque han visto la tablilla, 506 kilos; si no, creo que no lo harían. Ya se ve para qué poco sirve. Además, el toro se frena, mansea claramente, cocea en el caballo y las protestas aumentan. Un irónico vecino se pregunta: «¿Se devolverá otra vez a un toro sólo por manso?» Gracias a Dios, no se ha repetido. De hecho, el manso, yendo hacia chiqueros, embiste fuerte al picador de reserva. El toro está muy suelto y Adame comienza intentado hacer la faena habitual, con derechazos y naturales, en el lugar de siempre: como es lógico, el toro sigue yendo a su aire y no pasa nada. Mediada la faena, cambia de táctica y hace lo que debía haber hecho desde el comienzo: aceptar que el toro vaya a su querencia, sujetarlo por bajo, pelearse con él; es decir, lidiarlo. Para sorpresa de muchos, resulta, entonces, que el toro sí embiste, saca casta, transmite emoción. Mata bien y corta la oreja. Aunque algunos protesten el trofeo, la mayoría se ha emocionado como si hubiera visto algo insólito. Sin quitarle mérito al oficio y la decisión de Joselito, la realidad es que ha hecho lo que tantas veces ha supuesto un triunfo grande, en Las Ventas: Paco Camino, Capea, Roberto Domínguez, Fernando Lozano, Enrique Ponce, Roca Rey, bastantes más…

Este año, el pregonero taurino de Sevilla dijo que, para luchar contra los antitaurinos, si sale un toro manso, hay que retirarlo: un dislate. Hace unos días, así se ha hecho, en Las Ventas: otro disparate. Tengo que repetirme: los mansos sí tienen su lidia; más aún, lidiando un manso es como suele verse la categoría de un diestro. Dicen algunos que eso ya no se hace porque el público actual no sabe apreciarlo. ¡Que se lo pregunten a Joselito Adame! Ante un toro manso, con la faena al uso, iba camino del fracaso; dándole la lidia adecuada, ha conseguido un triunfo. ¿Aprenderemos alguna vez la lección? Torear no es ponerse bonito sino dar a cada toro la lidia que requiere.

El País

Por Antonio Lorca.

El toro serio y exigente mantiene fascinada a la afición, advertidos a los taurinos e inquietos a los toreros.

La corrida de Alcurrucén fue mansa, muy mansa, cambiante, vibrante, áspera, encastada y, en consecuencia, complicada, que se diría hoy. Vamos, que no fue tonta, que pedía el carné de héroes a los lidiadores y salió dispuesta a dejar a más de uno con las vergüenzas al aire.

Ese es el toro y no el artista que se demanda hoy; no es bondadoso sino fiero, y exige mando y templanza, conocimiento, valor y torería.

No fue la de Alcurrucén una ejemplar corrida de toros, ni mucho menos, pero sí diferente, de esas que obligan a estar atento a todo bicho viviente, y a emplearse más de lo previsto. Complicada, sí, pero muy agradecida cuando el torero se coloca en su sitio, porque el toro humilla, obedece y transmite al público la emoción del toreo de verdad.

Pregúntenle, si no, a Joselito Adame que se las vio en quinto lugar con un manso de libro, el peor presentado del festejo, que se negó a embestir hasta que el mexicano comprendió que se estaba jugando el futuro y decidió presentar la muleta como mandan los cánones. Embistió, entonces, el toro y la faena alcanzó una intensidad inesperada; tan inesperada que le cortó una oreja, protestada con razón por parte del público.

Ese mismo torero conoció la hiel ante el segundo, el más encastado y fiero, con el que se lucieron, y bien, Miguel Martín y Fernando Sánchez en banderillas. Adame lo intentó de veras; primero, con ceñidos estatuarios, un recorte y un largo pase de pecho torerísimos. Continuó después con buen tono con la mano derecha, pero al tiempo que el quehacer del torero intentaba sin éxito alcanzar la emoción aumentaba la fijeza, la codicia y la exigencia de su oponente. Total, que quedó la certera impresión de que el toro se fue sin torear y que Joselito no le había llegado ni a las pezuñas.

Curro Díaz sufrió una voltereta espantosa en su primero; andaba el hombre tratando de gustar y gustarse ante otro manso y encastado, con el que se dobló por bajo y muleteó por derechazos en dos tandas muy cortas pero henchidas de empaque y buen gusto. Se pasó la muleta a la zurda, tropezó con el toro al final del primer muletazo, cayó al suelo y, cuando quiso levantarse, lo enganchó por el vientre y lo lanzó con furia hacia las alturas. Milagrosamente, el recuerdo solo será un cuerpo dolorido, pero cambió el animal y aunque Curro recuperó el ánimo, ya era tarde. Muy poca clase mostró el cuarto.

Y Del Álamo se encontró con un muy deslucido tercero y no acabó de encontrarse con el más noble sexto.

La Razón

Por Patricia Navarro. Adame y su ejercicio de fe

Jugó, con permiso de la palabra, con el factor sorpresa. Porque la tarde no iba. Y el toro tampoco. Hablamos del quinto, un toraco feo de hechuras y cornalón. De la corrida de Alcurrucén. Y del mexicano Joselito Adame. De un buen lleno madrileño en plena feria. Una feria que cada día respira distinto y que cada jornada Fortes vuelve a la cabeza, por aquella injusticia y otras que nos quedan con dudas. Joselito Adame jugó con la fe, porque fue dueño de ello mucho más que las 22.000 personas que le acompañábamos en la plaza, se adelantó a nuestras aspiraciones y nos ganó la partida. Algo así debió ocurrir. Manseó el toro con ganas, descaro incluso, como si no se avergonzara dentro de su condición de toro bravo porque, además, su encaste Nuñez se lo permite. Cuando Joselito Adame le obligó ya a vérselas a solas, siguió el toro los mismos patrones a la huida. La tecla vino con el cambio de terrenos y dejándole al toro elegir, le correspondió el animal la generosidad descolgando algo la cara en el viaje, lo que en verdad ya había hecho en el capote y con repetición. Cuando el espectador ya había desconectado de la faena, cosió el mexicano un par de tandas sólidas, muy centradas con el toro, reunidas y solventadas con mucho oficio, con las que logró meter al unísono al toro y al tendido en la canasta. Fue una faena de torero hecho, de ir haciendo al animal, de participar en la magia de los terrenos que confluyen con las energías del toro y hacen de pronto el toreo posible. Y lo hizo. Después de la seguridad que imprimió al trasteo, se fue detrás de la espada muy de verdad, con la misma verdad que el acero se fue abajo, caidita, eso sí de efecto fulminante. Se le pidió el trofeo. Y se le concedió. Con protestas en este caso. Y cuestionable el lugar exacto de la espada, la faena no tuvo fisuras en esta ocasión. Remendaba las grietas que había dejado en el segundo, que fue el toro con más nota del encierro. Se desmonteraron con él Miguel Martín y Fernando Sánchez tras exponer al parear. Tuvo el toro movilidad y repetición y más entrega por el pitón diestro. Por ahí sostuvo Adame la mejora tanda, después del comienzo por estatuarios. Cuando cambió al pitón zurdo no le cogió la medida, tenía el animal menos cualidades, y tiró el mexicano por una faena de recursos, de circulares y manoletinas sin una estructura real que la mantuviera en pie.

La faena de Curro Díaz al primero contó con la seriedad y el aplomo. El mismo que tuvo para volver a la cara del toro después de una cogida espantosa. Fue en un natural, el toro se metió por dentro, perdió estabilidad y en el aire se hizo con él. Tremenda. Tuvo furia el de Alcurrucén y salía desentendido el envite. Le aplacó Curro los humos y le sacó lo que tenía. Le faltó en cambio temple con un cuarto que no permitía errores, se descomponía mucho con las imperfecciones.

Juan del Álamo abandonó la monumental con pocas opciones de triunfo. Si deslucido fue el tercero, el sexto de Lozano Hermanos no tuvo mala condición pero sí el fuste justo y ahí no había manera de multiplicar el pan y los peces. La noche y los corrales habían pasado factura a la corrida de Alcurrucén, que suelen dejar el pabellón venteño alto.

Madrid Temporada 2018.

madrid_190518.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)