Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_200517

Plaza de Toros de Las Ventas

Sábado, 20 de mayo de 2017

Corrida de rejones

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Los Espartales. De diferente presentación y juego desigual. Mansos y descastados en general. Bueno el 2º.

Diestros:

Andy Cartagena: pinchazo y rejón (silencio). En el cuarto, rejón (saludos).

Diego Ventura: rejón trasero y caído (oreja). En el quinto, pinchazo y rejón desprendido (oreja). Salió a hombros por la Puerta Grande.

Leonardo Hernández: rejón trasero (saludos). En el sexto, rejón trasero y dos descabellos (palmas de despedida).

Entrada: lleno de no hay billetes.

Galería de imágenes: http://ow.ly/4K7U30bTMTy

Video: https://vimeo.com/218301180

Crónicas de la prensa:

ABC

Por Andrés Amorós. Diego Ventura cabalga en su «Sueño» en San Isidro

Con lleno de «No hay billetes», Diego Ventura da otra lección de toreo a caballo: abre la Puerta Grande, por primera vez en esta Feria (es la número 13, en su carrera). Corta una oreja en cada toro; si hubiera matado bien, hubieran sido dos, en cada uno.

Esta tarde del segundo festejo de rejones, conviene recordar lo que está sucediendo, con este arte, en Baleares. Después de la sentencia del Tribunal Constitucional favorable a la Tauromaquia, el tripartito populista que gobierna las islas ha cambiado de táctica: ya no pretende prohibir las corridas de toros sino regularlas «a la balear». Para defender a los animales, quieren suprimir «las corridas de rejones con caballos»; puede interpretarse que no prohibirían las corridas de rejones sin caballos: ¡genial invento, admirable hallazgo! El ingenio español no tiene límites. Queda la duda de si cada rejoneador cabalgaría una bicicleta –algo muy ecológico– o a uno de sus sufridos ayudadores… Ya se sabe, además, la terrible tortura que sufren los caballos de los rejoneadores: apenas se les da de comer, no se les cuida, por eso ofrecen esa estampa famélica y lamentable… Quizá, simplemente, lo que quieren esos políticos es prohibir este «bárbaro» espectáculo, que ha deleitado esta tarde, en Las Ventas, a miles de espectadores, evidenciando la decadencia moral de nuestra patria…

Este festejo no ha sido «a la balear», sino acorde con la más vetusta tradición: corrida de rejones con caballos y caballeros. Salvo el segundo, las reses de Los Espartales han dado escaso juego.

El primero es distraído. Andy Cartagena se luce bailando con un «Picasso» de preciosa estampa y en el par al violín con «Jinocente» pero falla alguna vez al clavar; mata a la segunda. El cuarto mansea, la lidia es premiosa. Levanta ovaciones cuando «Luminoso» camina sobre las patas, vertical: un alarde circense. A toro parado, acierta con el rejón de muerte: como rezan el refrán y el poema erótico de Samaniego, le ha dado «al “Maestro” (el nombre del toro) cuchillada».

En el segundo, muy noble, Diego Ventura pone al público de pie con «Nazarí», su estrella, que lleva cosido al toro dos vueltas completas y torea con la grupa. «Fino» mantiene el entusiasmo con quiebros impecables y piruetas, muy en corto. Una faena magnífica, de dos orejas, pero mata a la segunda y corta una. Aunque el quinto pega derrotes, el extraordinario «Sueño» embelesa al público con «muletazos» por los adentros y quiebros de gran aguante. «Chalana» arriesga mucho. Mata a la segunda y se repite la historia: una oreja, que, si acierta en la suerte suprema, hubieran sido dos. Abre la Puerta Grande.

El tercero, huido, logra saltar la barrera al segundo intento, se pega una fuerte costalada. Leonardo Hernández galopa «Despacio» (su nombre) a dos pistas. Con «Calimocho», mucho más fino que su nombre, clava con acierto; arriesga y se adorna con el muy flexible «Xarope» pero mata trasero. El último también es deslucido. Con «Despacio», clava limpiamente un par a dos manos. Arriesga con «Xarope» pero el rejón de muerte de nuevo cae trasero.

Diego Ventura ha mostrado su magisterio como lo hacen las primeras figuras del toreo, a pie y a caballo: tanto con el toro bueno como con el malo. Ahora mismo, ofrece un espectáculo extraordinario. Cabalga, feliz, sobre su «Sueño»…

Postdata. La proposición de ley balear incluye también controles sanitarios y de dopaje para toros y toreros (sic); las reses deberán proceder de la ganadería más cercana a la Plaza; no se podrá matarlas ni herirlas de ningún modo, ni mantenerlas en chiqueros, a oscuras, sino en corrales, con buena luz… ¿Qué diría don Ramón del Valle-Inclán, tan admirador de Juan Belmonte? El esperpento nacional sigue vivo, más vivo que nunca. Y algo más: ante este nuevo ataque, ¿qué están haciendo los profesionales taurinos?

El País

Por Antonio Lorca. Diego Ventura, caricatura del triunfo

El día que Diego Ventura decida enfrentarse en una plaza como esta a un toro habrá escalado el peldaño definitivo para ser reconocido como figura histórica del toreo a caballo.

Un toro bravo, se entiende, con el trapío suficiente, fortaleza, fiereza, casta, nobleza… y en puntas.

Mientras eso no ocurra, Ventura seguirá siendo un buen rejoneador, en la cima, sin duda, que enardece a los públicos generosos y festivos, pero cuya huella es pasajera y olvidable.

Ventura posee una cuadra extraordinaria y unas condiciones excepcionales como caballero y torero para no tener necesidad de engañar a nadie. Y lo de ayer, en Madrid, fue un burdo engaño; o, al menos, a eso sonaba.

Una supuesta figura del rejoneo no puede venir a Madrid con los toros de Los Espartales, una corrida impresentable, de esas que igual valen para Las Ventas que para una plaza portátil, con toros que derrocharon mansedumbre y falta de casta. Y algo peor, toros con un comportamiento extraño, enfermizo, impropio de un animal en plena madurez. Más que toros parecían perritos falderos, juguetes, muñecos de laboratorio con el ánimo corto para que planteen los menos problemas posibles.

Un perrito era su primero, sin fuerza ni casta, bondadoso hasta la extenuación, con el que Ventura jugó, se divirtió y animó a los tendidos. Se lució a lomos de Nazarí, un caballo torero, con el que templó en dos vueltas al ruedo completas, con el toro imantado a los costados de la cabalgadura. ¡Si hubiera sido un toro en lugar de un perrito faldero…!

Triunfó ante el quinto con Sueño, otro caballo para la historia, con el que templó, toreó y realizo todas las filigranas imaginables. Todo muy bonito, solo que no había toro, sino una caricatura con cuatro patas y color negro.

Salió a hombros —es ya la decimotercera vez que cruza la puerta grande de esta plaza—, y esbozaba una sonrisa de jovial y comprensible satisfacción. Pero en su fuero interno, sabe o, al menos, debe saber, que una figura solo se cincela ante toros de verdad. Y Ventura se está engañando a sí mismo y a los demás.

El caso de Andy Cartagena tiene otros argumentos. Este caballero prefiere el espectáculo circense al toreo auténtico. No tuvo toros, esa es la verdad. Su primero estaba cogido del pechito o padecía alguna enfermedad propia o sobrevenida porque su semblante era más que preocupante; parecía mareado o con sus facultades físicas muy perjudicadas. Pero no era menos sobresaliente su mansedumbre. En consecuencia, faltó toreo, emoción y torero. La lidia del cuarto fue un tormento, un sopor, un dolor… Huía de su propia sombra y buscaba una salida con lastimoso interés. Y a falta de toreo, el caballero optó por divertir al público con el caballo que anda a pie cojito, el otro que se alza de manos y un tercero que se sienta en la arena y saluda todo ufano al respetable. Un público, por otra parte, que se lo pasa en grande con estas veleidades.

Y el joven Leonardo Hernández no tuvo mejor suerte. Su primero no quería pelea y miraba hacia las tablas con desesperación; fue tal su fijación que consiguió saltar al callejón, motivo por el que se dio un tremendo costalazo sobre el cemento del que salió prácticamente lisiado. Solo la entrega del caballero consiguió algún momento de interés. Lo mismo sucedió en la lidia del sexto, otro manso de libro, al que Hernández le clavó un par de banderillas a dos manos a toro parado, lo cual también debe tener su mérito.

El Mundo

Ventura, trece veces grande

Por decimotercera vez en su carrera salió por la Puerta Grande un maestro del arte de torear a caballo: Diego Ventura. Fantastica tarde del genio de La Puebla del Río frente a un corrida de Los Espartales tan noble como falta de raza.La primera faena de Diego Ventura fue soberbia a todos los niveles. Una exhibición de magisterio. Un toro con noble condición pero con el disparo justo. Ventura le templo de manera extraordinaria.sobre Nazarí en dos vueltas completas, llevando al toro pegado a la grupa del del caballo. Difícil torear más despacio y más reunido a caballo. El ajuste, la precisión, el temple. A lomos de Fino pisó los terrenos del toro con la entidad de quien gobierna sin apretar, ejecutando la suerte en un palmo e imprimiendo espectacularidad en las salidas. Cortas con Remate y todo quedó en una oreja por un pinchazo previo a un letal rejonazo. En casos así, el premio es lo de menos. El talento y la importancia de la obra, lo que más cuenta.

Otra oreja que le sirvió para lograr el salvoconducto de la Puerta Grande le cortó al quinto tras una faena de alto voltaje a lomos de Sueño, con el que toreo a placer. Ligado y batiendo en la cara con sutilidades y caro manejo. Apretó el diapason sobre Chalana y entusiasmó a lomos de Remate con cortas al violín que fueron un espectáculo. Un rejón precedido de un pinchazo sirvió para lograr el botín.Leonardo Hernández se estrelló con el deslucido tercero. Oficio y resolución a lomos de Xarope. Al sexto le superó sobre el tordo Despacio yéndose de lado a lado de la plaza y volcando el ambiente con un gran par a dos manos. Sabiduría de Leonardo para ganar la acción a su oponente.Andy Cartagena se gustó a lomos de Picasso en su primero, un toro manejable aunque con la raza justa. El alicantino puso vistosidad y ligazón, destacando los cites y balancines. Con el cuarto, Cartagena tiró de repertorio para tapar con sus caballos el poco poder de su oponente. Las alzadas sobre Luminoso, la tecnica y habilidades sobre Bandera y las rosas sobre Pinta fueron los mejor de una labor donde hubo más fondo y más mérito que brillo.

El Español

Por Juan Diego Madueño. Diego Ventura abre su décimotercera Puerta Grande

Nada que ver esta tarde de rejones con el domingo anterior. Un nuevo no hay billetes coronó otra tarde, la segunda consecutiva. Echa a volar la feria después de una primera semana salvada por Talavante. Diego Ventura salió a hombros. 13 veces ha visto la calle Alcalá en volandas. Una barbaridad. Es curioso cómo lo ha conseguido con una actuación menos redonda que el año pasado, nada que ver, pinchada, con la que lo rozó, sin ese nivel desorbitado, al tran tran.

Su tarde estuvo marcada por un instante con el segundo. Se desató en el galope a dos pistas, templadísimo, hiptonizado el toro en el estribo. Ventura revolucionaba la plaza tendido por tendido: dio una vuelta completa y se salió a los medios, recortó y clavó dejando el sombrero en la testuz, recumbre. Con un caballo tordo se lo dejó llegar, las piruetas apuraron la embestida. Quebró en los medios adornándose con Fino. Sonó un aviso haciéndole el teléfono con el albino Remate. Gustándose sobre la montura. El rejón descolgó el pañuelo.

Persiguió al jinete el quinto espartales. La fijeza sobre la grupa, cambiaba el caballo, lo hacía el toro. Ventura guardaba a Sueño en la recámara: castaño, lo primero que hizo fue templarlo de tercio a tercio. Qué caballo. El quiebro de después, el recorte por dentro, mirando el mosquero al tendido. Los cuatros traseros del jaco arropaban la testuz. En la distancia la banderilla cayó. Toda la facilidad para enredarlo en tablas. Chalana tenía el cuello de tres, otro caballazo. Entregadísimo Ventura, desatado el compañero. La primera pasada en falso. Todas las cortas se apagaron bajo el lomo. Pinchó. A la segunda el acero se fue algo caído. La gente pidió la oreja. El presidente abrió la Puerta Grande.

Salió muy suelto el tercero. Leonardo lo rondaba y el toro pasaba de todo. Qué corrida más fea, leche. Soltó una coz al sentir el rejón. Leonardo le puso el segundo. A su aire galopaba el toro: se decidió a ver mundo saltando la barrera. La caída sobre el pescuezo lo partió. La primera parte de la faena sucedió a favor del toro, la salida mirando a tablas. Apretó con un jaco castaño, arriesgando. Un embroque rozó la grupa. Muy parado el bicho permitió a Leandro volcarse sobre él, tan elástico. Las cortas coronaron el morrillo. La muerte le llegó tiesa y dura, a medias. Suficiente.

Bajaba el nivel el sexto, muy terciado. Feo también. Rajado, además. Leonardo dio vueltas, se adornó, fue de frente. El toro no se enteró, con el embroque perdido, distraído. Consiguió poner el par. El teléfono, las cortas, encendieron una mínima chispa en la plaza. Un rejonazo muy trasero desbarató el puzle.

Resultó feísimo el primero. Alto, mal hecho, unas hechuras de desecho. Cartagena se decidió por un solo rejón de castigo. Con 'Picasso' colocó las banderillas con facilidad. 'Jinocente' se subió a los estribos. Soso el toro, no decía nada. Era como un cuadri fake, todo carnes. No rompía en la suerte suprema. Cartagena lo rondaba, un poco caído al final. Sudaba el caballo de Cartagena y el toro buscaba tablas. En el tercio se dejó ver, pegado a toriles. Lo sacó de allí. Pasó desde el otro lado. La banderilla aún en la mano. La cola sobre los ojos. Clavó en el alambre. Las crines sueltas, la doma, el toro no quería guerra. Las rosas trataron de remontar, pero nada.

madrid_200517.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:10 (editor externo)