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Plaza de Toros de Las Ventas

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Jueves, 23 de mayo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Jandilla

Diestros:

Finito de Córdoba: silencio en su lote.

Morante de la Puebla: silencio en su lote.

Miguel Ángel Perera: vuelta al ruedo y silencio.

Entrada: Lleno de “no hay billetes”.

Crónicas de la prensa: El País, Diario de Sevilla, La Razón, El Mundo.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Tienen razón muchos amigos de las redes cuanto preguntan, inquieren, opinan: quién escoge los toros para la figuras. Porque de los fracasos como el de hoy en Las Ventas yo creo que tienen mucha culpa los veedores, apoderados y similares con graduación o sin ella. Van al campo y cogen lo que cogen para que sus poderdantes vayan más cómodos. Y después pasa lo que pasa. Lo de Jandilla en las Ventas, mismamente. Sólo sirvió uno del que Perera, en un gran momento, perdió los trofeos por pinchar. Y la gente fue injusta al final con Fino y con Morante, qué querían que hicieran con lo que les salió. A Juan Serrano lo ví infinitamente mejor que todas las tardes de los últimos diez años. Y Morante hizo exactamente lo que tenía que hacer. Y encima nos regalaron dos medias verónicas de cartel. La de Fino más clásica. La de Morante, esta vez con el compás abierto no como la de Sevilla a pies juntos, para enmarcarla. Qué más quieres, Baldomero…

El País

Por Antonio Lorca. Los artistas acaban con la fiesta

Las Ventas vivió una tarde negra y la fiesta quedó, una vez más, sentenciada: le quedan dos telediarios. La que llaman primera plaza del mundo asistió a un bochornoso espectáculo protagonizado por becerros infames noqueados y lisiados; unas exigentes figuras de pitiminí; una presidencia incompetente y un público conformista hasta el alarmismo, producto de un muy preocupante desconocimiento.

Cada vez se nota más la ausencia de los aficionados y la presencia de aluvión de espectadores seguidores de un mal llamado toreo artista, que acuden a la llamada del morbo moderno, que no persigue la emoción del toro íntegro y el torero heroico, sino la sensiblería que solo puede producir el toro basura.

Lo más grave de ayer no fue el estrepitoso fracaso de la ganadería de Jandilla, tan solicitada por las figuras; lo más serio es que no hubo apenas protestas, que la gente se dejó engañar por toreros y taurinos, a la espera paciente de que el artista de turno la redimiera con una pinturería.

Esta no es, ni por asomo, la fiesta que nos han legado nuestros mayores; esto es puro teatro con claque incorporada. Esta es la degradación de un espectáculo que es vibrante por definición.

Si el público de hoy acude en masa al reclamo de este tipo de corridas, admite el becerro infame y no exige el toro íntegro, estamos en la antesala de la desaparición de las corridas.

Porque lo visto ayer no tiene nombre; de principio a final, desde que salió el primer toro hasta que se arrastró el último. Todo fue un puro desatino, una vergüenza, una lamentable visión de lo que nunca debe ser la fiesta de los toros: animales que proclamaron su ruina revolcándose por el redondel, un tercio de varas inexistente, ausente el toreo, y la conclusión final de que todo aquello era una gran estafa.

Aún así, el generoso y moderno público, no solo aguantó estoicamente el fraude que le ofrecieron a precio de oro, sino que aplaudió a rabiar unas gaoneras descafeinadas de Miguel Ángel Perera al noqueado tercero, un esbozo a la verónica de Morante en su segundo, una media de bella factura del sevillano al cuarto de la tarde, y, sobre todo, una faena cogida con alfileres al toro tonto que fue el primero de Perera. Estuvo bien el torero, pero todo era mentira porque su oponente era de cartón, pura basura. Los tendidos aplaudían como si estuvieran viendo una obra histórica y hubiera cortado la oreja si no pincha en el primer intento, pero estaba claro que el toreo es otra cosa. A pesar de todo, Perera dio una clamorosa vuelta al ruedo. Lo intentó de nuevo ante el sexto, que galopó en banderillas y se paró en la muleta. El torero insistía una y otra vez y el respetable lo apoyaba con nuevos aplausos. Increíble, pero cierto.

Ni Finito de Córdoba ni Morante tuvieron opciones. Pero ellos, junto a Perera, especialmente el segundo, que tiene mando en plaza, son los grandes culpables de este fraude. Ellos y otros más son los mentirosos del toreo actual, los que beben los vientos por el toro descastado e inválido y les importa un pimiento el público, porque conocen bien su falta de exigencia.

Finito vino después de muchos años y no hubiera pasado nada si se queda en su casa. No solo no dijo nada con los engaños, sino que fue tan sumamente pesado, en un intento vano de justificar lo injustificable, que toda su actuación fue un horror que hay que olvidar cuanto antes. No encontró la manera de acabar con su inservible primero, y si no lo avisan todavía está allí dando un recital de mantazos. A ver si es capaz de explicar por qué sometió a semejante tormento a público tan dadivoso. Imposible también el cuarto y todavía se escuchan los ecos de ‘je, je’ de Finito en su intento baldío de que el toro embistiera.

Y Morante, que sabe que es el protagonista absoluto en tardes como la de ayer, llegó y, en vista de lo que había, se fue. Y el que quiera más, que vuelva otro día. Porque él sabe que volverá a llenar la plaza; hasta que el cansancio haga mella y ocurra como con los abonos: que antes había tortas para hacerse con uno y ahora las sigue habiendo pero para venderlo a algún despistado. Que tenga cuidado Morante con tanto toro basura, que un día se puede encontrar solo en la plaza.

Como lo que salió ayer al ruedo no tenía un pase, el sevillano intentó hacerse perdonar con el capote, pero ni eso fue posible. Su primero carecía de todos los atributos propios del toro bravo; y con el segundo, que era un cadáver, se puso flamenco antes del mítin con la espada.

Lo dicho: el que avisa no es traidor; como esto siga así, le quedan dos telediarios.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Perera, con sitio y entrega

Tarde ventosa en Las Ventas -llenazo por todo lo alto-, donde no se soluciona el problema de una cubierta que acabe de una vez por todas con el mayor enemigo del toreo. La corrida de Jandilla no funcionó. De la terna, Miguel Ángel Perera demostró que se encuentra en un gran momento, Juan Serrano Finito de Córdoba pareció ejercer de invitado de piedra y José Antonio Morante de la Puebla, apenas algún destello, eso sí, de suprema belleza, como una media verónica envolvente y sellada para el recuerdo.

Miguel Ángel Perera, al que el público esperaba tras su gran faena del pasado miércoles 18 de mayo, en la que acarició la puerta grande, volvió a dejar su listón alto. Con el tercero, un animal noble y justo de fuerzas, realizó una buena faena, que no remató al primer envite con la espada. El pacense, tras un desarme en el primer lance, lanceó ganando terreno a la verónica para rematar con una espléndida media. Se marcó un quite por gaoneras ceñidísimas no apto para cardiacos. La faena, coreada con oles, resultó interesante desde el punto de vista técnico porque supo administrar las fuerzas del astado y dominarlo adecuadamente. Con la diestra se mostró rotundo, con mando. Y con la zurda, dibujó magníficos naturales aislados, ya que no pudo ligar por ese pitón, con un animal que no repetía. La obra perdió intensidad tras un desarme. Luego, tras una cogida sin consecuencias, el torero asustó al personal con una ajustadísimas bernadinas. La rúbrica -pinchazo y media estocada- enfrió al público en la petición de oreja, que no fue mayoritaria.

El sexto, un cinqueño en el tipo de la casa, astifino, se rajó de inmediato. Perera se justificó en una labor porfiona, pero sin frutos, tras dibujar un racimo de buenas verónicas.

Finito de Córdoba, que cumplía ayer 22 años de alternativa y llevaba siete temporadas sin hacer el paseíllo en Las Ventas, retornó a la Monumental, donde concretó una actuación en la que no aportó nada. Ante el que abrió plaza, aceptablemente presentado, noble, pero flojísimo -perdió varias veces las manos, con protestas del público-, Finito concretó un trasteo insulso y larguísimo.

El cuarto, con buena fachada, resultó manso y carente de acometividad. Finito se estrelló al elegir el 10 para su labor. Allí soplaba más fuerte el viento. Finito dio un mitin con los aceros tras un trasteo inexistente. Lo mejor con este toro fue una media verónica envolvente que plasmó Morante en un quite.

Morante de la Puebla, con el peor lote, tampoco cubrió las expectativas. Tras devolver el presidente un inválido con el hierro de Jandilla, saltó un sobrero de Carmen Segovia, feo, de mermadas y astilladas defensas, alto y corto, que fue protestado por su flojedad. Morante realizó una labor carente de emoción, con el toro sin gas y parado.

Al quinto, bien presentado y sin clase, Morante no lo quiso ver y lo finiquitó de fea manera. El toro pareció sentenciado cuando se le coló en el capote por el pitón derecho. Retornará a Madrid el próximo 5 de junio, en la Corrida de la Beneficencia.

El espectáculo, acuchillado por el viento y herido, en parte por el juego del ganado, resultó decepcionante; a excepción de la seria actuación de Miguel Ángel Perera, quien cerró su última actuación en el ciclo primaveral madrileño con sitio y entrega.

La Razón

Por Ismael del Prado. Perera, faena cocinada a fuego lento

Miguel Ángel Perera reivindicó ayer el valor de la vuelta al ruedo en Las Ventas como premio a una labor serena, madura y sesuda a un encastado tercero de Jandilla, de mayor duración que sus hermanos, nobles, pero con poca raza y muy a menos. Tras cortar una oreja de mucho peso en su primer compromiso en Madrid con la de Alcurrucén, Perera volvió a querer en la otra carta que le quedaba por jugar. Una vuelta al ruedo tras petición, justo premio, aunque algunos se empeñen en desterrarlas del coso madrileño, a una faena a fuego lento. Cocinada sin prisas, macerando despacio los condimentos necesarios. Largura al natural, fe ciega para administrar la materia prima y corazón, mucho corazón, para resistir las coladas de un animal exigente.

Por partes. Había cambiado el rumbo de la tarde un buen quite del extremeño por gaoneras y se había afianzado con un brillante tercio de banderillas de Juan Sierra. Buena la brega de Joselito Gutiérrez. Luego, llegó Perera para aplicar la pócima adecuada. Lo sacó a los medios y toreó en redondo tragando la encastada embestida del Jandilla. Imperfecta, incierta, pero con mucha emoción. Bendita emoción. Varias coladas. La cornada, marcada tres, cuatro, veces, sobre todo, en los de pecho, incluso lo levantó de la pierna izquierda. No hizo mella en Perera, que elevó un peldaño más el tono de la faena con la zurda. Cada vez más cruzado, fue arañando los naturales como si le fuera la vida en ello. Largos, de bella factura. Uno a uno. Relajado y seguro, sin perturbarle el espacio-tiempo lo más mínimo. Inteligente en las pausas. Bien administradas. Cerró por bernadinas, con un recado ya enviado, citando por el pitón contrario. Pero pinchó y necesitó de una media posterior en buen sitio para enviarlo al desolladero.

En el sexto, que brindó al respetable, sólo pudo lucirse en un entonado saludo capotero a la verónica. Nos había hecho concebir esperanzas la movilidad, aunque cortando el viaje, del animal en banderillas, donde clavó dos buenos pares Joselito Gutiérrez. Nos alimentó el deseo la primera serie en redondo. Con buen son y encelada embestida, pero fue un espejismo. Como el conjunto de sus hermanos de camada, el toro se deshizo como un azucarillo y, aplomado, se vino muy abajo. Acortó las distancias Perera tratando de justificarse, aunque no había de dónde sacar y optó por terminar la faena. El tendido lo comprendió.

Siete años después de su anterior visita, el tintero volvió a llenarse para que Finito de Córdoba escribiera, al menos, alguna página más en Madrid. ¿El futuro? Una incógnita por desvelar. El tiempo dirá. Para pocas líneas dio el que rompió plaza. Flojísimo de fuerzas y muy mal picado, traserísimo, que terminó de deslomar al toro. Finito, muy bien vestido con un precioso terno gris plomo y plata, trató de robarle los pases, pero el «Estudiante» no dejó nunca de claudicar. Sin malicia, acudía a los cites, pero imposible exprimir una embestida por abajo. De las de verdad. Aún así, el de Sabadell –que en otras épocas hubiera tirado mucho antes por la calle de en medio– insistió y se gustó en una faena personal, sin eco en el tendido –con el sector de siempre muy a la contra–, pero en la que dejó algunos muletazos cargados de templanza y despaciosidad. Tampoco pudo pasar del primer párrafo con el burraco que hizo cuarto. El de Vegahermosa permitió pinceladas con el percal tanto a Finito como a Morante. Buenos lances sueltos, sobre todo, una media primorosa del de La Puebla. Directa a la videoteca, pegadita a la de Sevilla. Un giro de 360 grados vivimos en la pañosa de Finito. Eolo la agitó con fuerza, con fiereza, en los compases iniciales. Desconfiado por el vendaval, esperó; pero para cuando quiso amainar, el toro ya estaba muy acobardado. Acunado en tablas y sin opción, allí lo tuvo que despachar.

Inválido y acalambrado el segundo, saltó al albero un sobrero de Carmen Segovia, cornicorto y feo de hechuras. Arreció aún más la protesta del público, mientras Morante trataba de estirarse a la verónica. Para colmo de males, el animal perdió la vaina del pitón derecho en el peto del caballo. Protestó y se dolió del castigo el burel. El sevillano le probó por ambos pitones en el tercio del «4» sin llegar a acoplarse y, tras unos doblones, zanjó el asunto yendo a por la espada. El quinto estuvo a punto de prender a Morante en el primer tercio. Otro parón le regaló en el fugaz trasteo. Sólo una tanda de insípidos derechazos y un natural. En el segundo, se frenó y le miró. El sevillano no se entretuvo más y aceleró a por la tizona. A la espera de la Beneficencia, acido balance.

El buen guiso ya lo habíamos degustado en el tercero, sabroso, pero de agridulce regusto final. Dichosa espada.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna.

El sobrero de Carmen Segovia que por azar le tocó a Morante de la Puebla será las cosa más impresentable que haya salido en toda la feria. Por sus ausencia absoluta de cara. Por sus pitones astigordos, cornicortos y burdos, parecía que iba a salir Pablo Hermoso de Mendoza. No tuvo nada. Ni fondo ni poder. Ni los mínimos de fuerza en su hondura. Morante en los terrenos del “4” le hizo faena breve con algunos derechazos estimables a la burra. Molestó el viento a rachas.

Finito de Córdoba, que volvía a Las Ventas siete años después, tuvo enfrente un toro hierro de Vegahermosa de carnes sueltas que por la cara se tapaba y con el que estuvo mucho tiempo en su mínimo poder. Toreo de fácil y expulsión. Hasta el aviso.

Perera pasa etapa de seguridad y verlo claro. Se echó el capote a la espalda en un quite por gaoneras; contó con un toro pastueño en el límite de fuerza al que supo templar en una faena que por momentos no pedía tanta exigencia de largura como pide el firme toreo del extremeño, pero de la que obtuvo una fase izquierda de soberbia longitud. En los de pecho empalmados la historia subía de grados. Dosificó tiempos y fue larga la obra. Aviso antes de entrar a matar y de encarar las bernanidas. Un desarme inoportuno en el momento caliente de la faena, en un cambio de mano por detrás. Pinchazo y media estocada. Se pidió la oreja. Vuelta al ruedo.

Al burraquito cuarto suelto de carnes Finito le dejó caer dos medias verónicas desmayadas. Nada para la media verónica que le sopló Morante en un quite por delantales. Vaya media monumental. El jandilla de Vegahermosa quería los adentros y se durmió encogido. Una mierda.

Al más serio quinto Morante a le dibujó dos verónicas en las que el toro pasó por ahí. Una vez picado el toro se vino abajo. El de La Puebla lo intentó en vano. El toro se paraba en mitad de la suerte.

El sexto era cinqueño y un tío. Más que toda la corrida entera. Dos pares monumentales de Joselito Gutiérrez. De inicio de faena se le fue a tablas y lo sacó a pases de tirón. Otro que se fundió. Perera se arrimó con tiempos.


©Imagen: Derechazo de Perera. | Efe

Madrid Temporada 2013.

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