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Plaza de Toros de Las Ventas

Jueves, 24 de mayo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Garcigrande, 4º y 5º, Alcurrucen, 2º y 3º, y Victoriano del Río, 1º y 6º.5º) - de distintas hechuras y juego, sobresalió el encomiable segundo de Alcurrucén - (falta de raza el primero, con movilidad y justo de fuerzas el segundo, encastado el tercero, manso y rajado el cuarto, descoordinado el quinto y con peligro el sexto)

Diestros:

El Juli: palmas, oreja y ovación.

Ginés Marín: silencio, ovación y silencio.

Destacaron: El Juli desempolva el toreo frente a “Licenciado” de Alcurrucén, perdiendo la puerta grande por culpa de la espada. Ginés Marín que pechó con el peor lote, dio la cara en una de las tardes más interesantes y de relumbrón de serial.

Entrada: Lleno de no hay billetes, 23.624 espectadores.

Imágenes: https://t.co/gHZ8BfosRH

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/999743778196946947

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. La Ley Juli

La plaza engalanada hasta la bandera en una de las tardes más especiales de la temporada, y es que la II edición de la corrida de la Cultura contó con la presencia del Ministro de Educación, Cultura y Deporte Íñigo Méndez de Vigo, quién de vez en cuando se prodiga en la fiesta Nacional. La de todos. El aliciente estaba en ver al mandón del toreo: El Juli, con una figura emergente como Ginés Marín. El duelo en la cumbre, y no defraudó. Duelo hubo, y miradas aviesas también. Cartel de expectación del que por cierto, no llegó a colgarse el cartel de “no hay billetes” pero el mano a mano bien lo mereció.

Y fue El Juli, otra vez más el que volvió a sentar cátedra en Madrid. Toga y birrete. La catársis del toreo, en una labor inmaculada del de Velilla con el que se alivió en muchos momentos de la lidia (todo hay que decirlo), pero bordó el toreo como sólo él sabe hacer. Y es que si alguien puede poner una plaza boca abajo, ese es Julián. Por algo manda en la Fiesta. La noticia llegó en el tercero un toro a modo, que tardó en salir de chiqueros, pero la calidad de “Licenciado” con el pial de Alcurrucén se impuso en el ruedo, en otra muestra más de técnica y precisión aplastante del magisterio del Juli. Fue un toro sencillamente para enmarcar, cuyo inicio rotundo por bajo clamó la unanimidad de los tendidos. La fórmula de arrastrar la muleta y todo por abajo, fue el aliciente para que el madrileño encandila en una faena maciza y compacta. Como forma de emulsión, puso el ingrediente estrella en una receta de auténtico chef. ¡A Madrid se le conquista por abajo, Julián! Dicho y hecho, el madrileño lo sabía y con dos tandas y el de pecho formó la mundial. Un par de naturales bajando la mano y arrastrando el paño… hizo Bramar Madrid. Con lo mínimo, lo máximo. Como tantas otras veces. La labor transcurrió fluida, la transmisión y el tranco excepcional del toro fueron vitoreados en medio del poder aplastante del Juli. Cuando ya tenía cortadas las dos orejas, falló con la espada y tuvo que conformarse con una en una vuelta al ruedo soñada. “Licenciado” fue despedido con una atronadora ovación, en contraposición con el Juli que bien pudo desorejarlo, y que se conformó con una oreja que supo a poco.

Rompió plaza “Brevito” de Victoriano del río, un negro listón que hizo honor a su nombre y acusó el pique en quites que solventó el de Velilla con Ginés Marín. Las gaoneras del extremeño fueron precedidas por verónicas de mano muy baja del madrileño jaleadas en los tendidos, toda vez que en la muleta la labor deslucida sobre ambas manos delJuli, lo dejó todo a medio hacer. Aún así lo sobó sobre la zurda, antes de dejar una estocada caída tras pinchazo. Poco pudo hacer con el de Domingo Hernández cuya descoordinación en la labor muleteril echó al traste la clase y la bravura que desarrolló en banderillas.

Por su parte Ginés Marín no fue ni mucho menos el convidado de piedra de la tarde, que se había ganado su incursión en el mano a mano con El Juli a pulso tras su incontestable triunfo en la tarde de su confirmación la temporada pasada. No se amilanó y eso que despachó a un lote complejo y brusco a partes iguales. El segundo de los Lozano tuvo movilidad pero con las fuerzas justas. Pero eso no importó a Marín que estuvo entregado en una faena de mucho mando, sin toro. Y sin eso, no hay nada. Dejó una estocada tras pinchazo y fue silenciado.

El cuarto de Garcigrande, fue un manso de carretas, con el que se jugó la cornada de principio a fin. Tanto fue así que un arreón se llevo una fea voltereta aparentemente sin consecuencias, pero que fue a merced durante la faena y frente al sexto. Disposición fue el denominador común de una actuación donde despachó al de Garcigrande de un soberbio estoconazo, ante el que saludó una ovación desde el tercio. El sexto bravo en el caballo, donde le tocaron las palmas a Agustín Serrano que sobresalió con un gran tercio, haciendo la suerte y romaneando como es debido. ¡Qué pocas tardes vemos eso!. Entre tanto, Marín sucumbió frente a un toro de Victoriano del río a la defensiva, poniéndole en apuros en muchos compases dada la complejidad de su embestida, y lo mermado que se encontraba el extremeño tras la paliza que recibió del Garcigrande.

El País

Por Antonio Lorca. ‘Licenciado’, hermano de ‘Orgullito’

Orgullito -el toro de Garcigrande que El Juli indultó en la pasada Feria de Abril- y Licenciado -del hierro de Alcurrucén-, lidiado ayer por el mismo torero, serían hermanos; y si no, del mismo árbol genealógico bovino, pues ambos lucieron grandes cualidades en el tercio final: galope, clase, humillación, prontitud, profundidad… Más completo el sevillano que el madrileño, pero exponentes ambos del toro moderno: justo de trapío, insulso en el caballo y en banderillas y extraordinario -hondo e incansable- en la muleta.

Licenciado le tocó en suerte a El Juli, un torero de deslumbrante suficiencia y técnica abrumadora. Su comienzo por bajo fue sencillamente espectacular, un lección de temple y torería, largos los muletazos, especialmente uno rodilla en tierra mientras el toro embestía con el corazón; y como colofón, dos trincherillas de cartel y un hondo pase de pecho. Otra vez un toro de ensueño, nobilísimo, y un torero de la posmodernidad. Fue allá por la cuarta tanda, la muleta en la derecha, cuando El Juli toreaba al hilo del pitón, decidió el torero cambiarse de mano el engaño y dibujó un natural tan profundo y largo que aún no ha terminado en la memoria de quienes tuvieron la suerte de contemplarlo. Entre el inicio y el final, muchos pases, con la muleta baja, pero acelerados casi todos ellos, y basados en la técnica moderna de iniciarlos al hilo del pitón. Muletazos que enardecen a las masas, pero que dicen poco; y, encima, mató mal.

La corrida de la Cultura comenzó bien. Por cierto, como era de la Cultura, por llamarle algo, se acercó a Las Ventas el ministro del ramo. Si hubiera sido la corrida de la naranja, hubiera venido el presidente de los hortelanos (lo que hay que inventar para que un ministro acuda a los toros…).

Comenzó bien, sí, porque El Juli y Marín compitieron -la única vez en toda la tarde- en el tercio de quites: por cordobinas, delantales y chicuelinas el primero, y por gaoneras el más joven.

Y hubo un toro bravo en el caballo (¡oh, milagro, milagro!), el sexto, de Domingo Hernández, el de más presencia, que fue picado de forma excelente por Agustín Navarro. La suerte de varas existe y es una preciosidad. Solo son necesarios toros bravos y picadores toreros. Acudió Coplero con alegría en dos ocasiones, empujó con los riñones, la puya en su sitio, y la plaza disfrutó con el extraño -por infrecuente- espectáculo. Instantes después, galopó en banderillas y permitió el lucimiento de Manuel Izquierdo y El Algabeño.

Los toros bravos no suelen ser fáciles en la muleta, y Coplero se ajustó a la norma. No había que cuidarlo, como a tantos otros, sino cuidarse de él, y eso fue lo que hizo Ginés Marín, pero cansino y aburrido, con pocas ideas lidiadoras.

Por cierto, el torero extremeño no tuvo ayer su día. Cierto es que no tuvo ningún toro de carril, pero se le vio espeso, en un quiero y no puedo permanente, y sin la noción clara de cuándo debe acabar una faena para no desesperar al respetable.

Muy descastado y sosísimo fue su primero, al que trató de hacerle una faena tan insulsa como interminable. Dificultoso y deslucido fue el siguiente, con genio y la cara por las nubes, y el torero no encontró la manera de controlar ese incómodo genio. Tiene gusto y aroma en las muñecas, y así lo demostró a la verónica en dos ocasiones, pero el toreo debe ser algo más.

El Juli se encontró en primer lugar con un torete bonachón, dulce y buena gente, pero muy escaso de fortaleza. Obedeció al cite, pero todo lo hizo con mucha tristeza, agotado y hundido. Aun así, hubo dos naturales estimables.

Y el quinto tenía la llave de la puerta grande. Cumplió en varas y persiguió con codicia a José María Soler, que lo banderilleó con acierto, pero la mala suerte se alió contra el torero. El toro no llegó con muchas ilusiones al final, pronto acortó el viaje y resultó que se había lesionado las manos, por lo que El Juli lamentó el accidente y se conformó con una ovación.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El Juli y 'Licenciado': el profundo torrente del toreo

Un vendaval azotaba la Corrida de la Cultura como si fuera antitaurino. El mano a mano entre El Juli y Ginés Marín se había señalado en rojo en el calendario. La figura consagrada y el triunfador de San Isidro 2017. Un hueco forzado, aunque parezca mentira, para Julián López cuando las negociaciones se habían envenenado. La solución final en el último suspiro, con todas las ganaderías estelares adjudicadas en los carteles redondos, desembocó en la idea de los tres hierros escogidos: Victoriano del Río, Garcigrande/Domingo Hernández y Alcurrucén.

Un toro bajo de Victoriano del Río, de exacta y armónica proporción, estrenó la tarde. El Juli templó la verónica y al viento en una concatenación de lances de manos bajas. De menos a más el compás. Hasta la media hermosa. Duró una eternidad el primer puyazo. Tanto era la codicia. Para compensar, la siguiente vara sólo marcó la piel. Antes y después, Juli y Ginés rivalizaron en quites. Si aquél propuso tijerillas y delantes y luego replicó con chicuelinas de capote arrastras -torerísima la larga genuflexo para quitárselo de encima-, éste se aplicó por gaoneras de limpio trazo. La noble fijeza del victoriano anunciaba ya un motor escaso. El torero de San Blas lo mimó con suavidad. Con tiempos y espacios. Haciéndolo todo para romperlo hacia adelante. Remontó un desarme por la izquierda. Que precisamente trajo naturales a pulso. Con el toro en mínimos tragándoselos hacia los adentros.

Pasó el toro de Alcurrucén con más pena que gloria. Tan pobre por dentro como su triste perfil. Ginés en blanco y sin opciones. O viceversa.

El premio gordo de los Lozano venía en las hechuras de ensueño de “Linceciado”, hermano del toro que licenció a Juan del Álamo el año pasado. Un tacazo, un zapato. Pleno de bravura. Como cantaba su armada expresión. Sin hacer ruido en los tercios previos, rompió en las sabias manos de El Juli. Rodilla en tierra, el prólogo caló como viejos carteles. El cambio de mano, la trincherilla en pie, el lío. Rugió entonces Madrid. Y ya no paró. Las frondosas series de derechazos -ninguna de menos de seis, todos ligados- desprendían ritmo y temple, embroque y gobierno. Juli tuvo siempre en su palma la seda y el látigo. Por abajo todo, inmaculado. El torero se hundía con el toro. En los vuelos, la calidad. Vaciada en los eternos pases de pecho cuando no había otra que cortar la casta torrencial. Los naturales de unatanda partida no sumarían menos de doce. Una marea creciente. La muleta eternamente puesta y dispuesta. La colocación geométrica. Y así, de regreso a la derecha, el pitón sublime, El Juli reventó el cotarro. Embraguetado, atalonado, excavando una zanja sin quebrantar la figura. La tela roja barría de tal modo la arena venteña. Sobre ella caían los oles de las gargantas de tierra. La brutalidad de otro cambio de mano aumentó la hondura. Si es que era posible. El cierre zurdo y genuflexo todavía dio más de sí la profundidad de Licenciado. Que se cuadró perfecto a la espera de la muerte. La espada se enterró solo a medias. Pasada y de efectos retardados. El descabello arruinó la Puerta Grande presentida. No la oreja a la rotundidad. Esa dimensión. El “upside down” del toreo. Sevilla y Madrid rendidas. 20 años no son nada.

La mala fortuna persiguió a Ginés Marín travestida en el genio de Garcigrande. Serio, de generoso cuello y estructurado. Tanto como orientado. Cada vez más. Ginés no volvió el rostro a la pelea. Haciendo de tripas corazón. Como reflejaba su gesto. La voltereta se fraguaba. Y llegó cuando le proponía la zocata. Un zurriagazo terrorífico. Del suelo se incorporó el extremeño de Jerez íntegro. La rabia de la bestia abrió una grieta a la mansedumbre rajada. No desistió en el empeño GM.

Otra prenda fue el quinto. Un cinqueño de Garcigrande versión Domingo Hernández. Un depredador que además se lesionó. Debajo de sus estrechas sienes y la seriedad de la edad, sólo malas ideas. Soler bordó la reunión con los palos. Como cierre a su notable tarde. Juli le hizo el quite muleta en mano. Y no tuvo opción. La cara entre las manos, el ataque tobillero. Sin irse y agazapado el bruto. Entre dentellada y dentellada, amagó con echarse. Momentos de apuro. Juró en arameo Julián. Que lo intentó sin respuesta. Madrid se lo reconoció.

El último, otro con los cinco años cumplidos, lucía un volumen estratosférico. Agustín Navarro agarró el puyazo de la feria. Sensacional. Con todo el palo por delante. El torazo de Victoriano del Río tuvo bondad y falta de continuidad. Ginés lo interpretó con su fino concepto. Finura frente a los 600 kilos de buenas intenciones. Más que su desarrollo. De mayores aptitudes en los inicios que en los finales de viaje. No cabía en la muleta para torearlo tan curvo. La curva definitiva fue la descendente.

ABC

Por Andrés Amorós. El Juli, en plenitud, con un gran «Licenciado»

Continúan los platos fuertes en Las Ventas, sigue llenándose la Plaza. Llaman a este festejo la corrida de la Cultura: un invento de Simón Casas. Efectivamente, se titule así o no, los toros son seña de identidad cultural de España, reconocida en el mundo entero. Asisten la Infanta Elena y el ministro de Cultura.

Tres toros, de tres ganaderías, matan El Juli y Ginés Marín, ¿Llamamos a esto mano a mano? Falta algo esencial: la rivalidad, la competencia. No puede haberla entre dos diestros separados por los años y la carrera.

Para este cartel, se eligen reses de tres ganaderías: cada diestro mata uno de cada divisa. No es de extrañar que el resultado sea variado. Destaca claramente el magnífico tercero, de Alcurrucén, quizá merecedor de la vuelta al ruedo (pero no la han pedido). Con él, El Juli hace una faena completa; por la espada, se queda en una oreja.

Cumple veinte años de matador El Juli y acaba de vivir el feliz indulto de «Orgullito», de Garcigrande, en la Feria de Abril. Recibe al primero con reposadas verónicas; quita por chicuelinas forzadas; logra algunos buenos naturales y mata con salto. El momento cumbre de la tarde lo vivimos en el tercero, de Alcurrucén, un colorado de 530 kilos que, como tantos de sus hermanos, sale abanto pero va a más y no para de embestir, con longitud y nobleza. (Este «Licenciado» no ha inflado su currículum). Los doblones levantan el primer clamor. Lo lleva imantado a la muleta, manda mucho, liga; se lo enrosca a la cintura en un circular completo: la Plaza entera se rinde a este Juli, en su mejor versión. Si hubiera matado bien, le habrían pedido con fuerza las dos orejas; se queda en una y el gran toro recibe una fuerte ovación. El quinto, de Domingo Hernández, es un «Cazatesoros» (debería hacer su crónica Jesús García Calero, especialista en ese tema), que se mueve, incierto, y le tropieza a Ginés Marín, en una verónica. Se luce con los palos Ramón Moya. Como tantas veces en esta Plaza (¿cuándo se pondrá remedio?) se desata el viento: «Eso es peor que el toro», comenta Santiago. Pero el toro va a peor y se inutiliza.

Desde el comienzo de su carrera, he visto las cualidades del joven Ginés Marín, que reúne dos cosas que no suelen ir unidas: la facilidad para ver al toro y la estética. No tiene suerte, esta tarde, con su lote. En el tercero, de Alcurrucén, que flaquea y se apaga, dibuja naturales suaves, sin emoción: falta toro. Recibe con bonitos lances al quinto, que derriba al picador, padre del diestro: ¡qué falta de respeto! El toro se revuelve rápido, saca genio, le propina una fuerte voltereta y se raja. El último, de Victoriano del Río, se llama «Coplero» (como el mote del poeta diecicochesco Eugenio Gerardo Lobo, que fue gobernador militar y político de Barcelona: nada nuevo…) Agustín Navarro pone al público en pie con dos grandes puyazos. Ginés torea con gusto, se justifica; toda la tarde ha estado muy sereno y ha logrado buenas estocadas. Otro día llegará el triunfo.

Un gran toro, «Licenciado», y un buen torero, El Juli: ésa es la cultura de la Tauromaquia.

Postdata. Como réplica a los Oscars, «La Codorniz» inventó «El Pepe de Barro» a la peor película, junto a otros premios similares: la «Medalla a las Birrias Artes», el galardón teatral «López de Pega», la «Orden Civil de Guillermo el Taciturno»… Los taurinos deberían crear el «Pañuelo verde a la cobardía», por no defender la Fiesta. Ya veo posibles premiados: la alcaldesa Carmena, el empresario de Barcelona, el gobierno balear, la directora de la televisión valenciana A Punt, el Colegio de Veterinarios de Madrid, el Rector de la Universidad de Salamanca… En la España actual, me temo, será fácil encontrar nuevos candidatos.

La Razón

Por Patricia Navarro. El Juli reconquista Madrid y se abandona

Replicó El Juli el quite. Asomaban las muñecas por debajo de los pitones del toro de Victoriano del Río en las chicuelinas. Aquel toro que abría plaza. Festejo. Corrida. La de la Cultura. Que diría Simón. Un llenazo. No podía ser de otra manera. No debía. El quite de Ginés Marín había calentado el amor propio que tiene Julián inyectado en vena 20 años después y un buen puñado de cornadas. No pasa el tiempo ni parecen dejar huella las heridas. Las cura el alma de guerra. Julián replicó el quite al joven Marín, que venía con el triunfo reciente del año pasado. Caliente todavía esa Puerta Grande. Le quemaban los nervios por plantarle cara al animal que llegó al último tercio con nobleza y buen aire, lástima que le faltara empuje para querer ir detrás de la muleta y emocionar. La faena de Julián fue resuelta, armoniosa y con contrastado oficio. Continuaba la tarde. Pero lo hicimos con un ejemplar de Alcurrucén que no estuvo a la altura. Parado, a la espera de poco o nada, que no hizo más que desilusionar en la muleta de Ginés Marín. Lo intentó por ambos pitones antes de decidir irse a por la espada, no había más caminos para no caer en el aburrimiento. «Licenciado» nos devolvió la vida. Al mejor Juli. Otra vez. Qué manera de torear. De hacer el toreo. De soñarlo. Bor-dar-lo. Y en Madrid. Eso son cosas que sueñas y un día ocurren. Regalos. Ya el prólogo al toro de Alcurrucén fue un canto al toreo grande, profundo, una alegría, por bajo, atenuando la embestida para que después viniera la fuerza de la tauromaquia con toda su integridad. Por la diestra primero, reunido, armada la serie, profunda y larga la embestida. De milagro se salvó de una embestida al natural que venía por dentro y clamó la plaza porque éramos todos uno y esos son momentos únicos. Se está o no se está. Hay que vivirlo. Vivir para contarlo. Lo cuajó al natural después y se entretuvo después en torear por derechazos de nuevo en un desafío a las alturas, era imposible hacerlo con la mano más baja. Tremendo. Roto el torero, entregado el público, los olés de Madrid duelen aun cuando uno es el partícipe. Qué gran toro, qué gran torero. Veinte años después dicen que no son nada, mas toda una vida, maestro. En la suerte suprema dejó media. Y un trofeo y más allá de las estadísticas, tal obra de arte mereció la estocada hasta la bola y una Puerta Grande, que hubiera sido unánime, como la emoción con la que vivimos la magnitud de la faena.

Ginés bordeó la suerte por la acera de enfrente con un cuarto, derrotón y de mala clase que le echó mano y nos hizo pasar un trago. Apuró el torero. Era la tarde. La de los honores. Pero no había opciones.

La Puerta Grande a medio abrir… Con lo que pesa ese arco de los triunfos y los logros… Pero la misma ganadería que le dio la gloria a El Juli en Sevilla se lo puso difícil en la Monumental. Peligroso el toro de Domingo Hernández, que no quiso pasar en la muleta y tardó poco en orientarse del todo.

Extraordinario estuvo con la puya Agustín Navarro. Ovación para él. El toro de Victoriano fue encastado y con muchos matices que a veces fueron a contracorriente de la muleta de Ginés. Se movió mucho el toro, no era de los que permitían errores ni querían prisas. A Ginés le pudieron a veces y al final las cuentas no salieron. No se miraron a la cara para entenderse y el animal se vino a menos. Nos pasa a veces a las personas. El Juli había hecho una tremenda reconquista, no sabemos si antes o después del abandono. Esas cosas que ocurren en el toreo

Madrid Temporada 2018.

madrid_240518.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:08 (editor externo)