Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_250318

Plaza de Toros de Las Ventas

Domingo, 25 de marzo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín, blandos, flojos y de poca fuerza en líneas generales a excepción de tercero y sexto, inválido el primero, una prenda el segundo, manejable con calidad el tercero, soso el cuarto, deslucido el quinto y con transmisión el sexto

Diestros:

El Cid: de frambuesa y oro. Estocada. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada tendida. Aviso (silencio).

Pepe Moral: Aviso (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada Aviso (silencio).

Jiménez Fortes: de lila y oro. Estocada (oreja). En el sexto, varios pinchazos aviso (palmas de despedida).

Entrada: Casi dos tercios de entrada 14.484 espectadores

Galería de imágenes: https://wetransfer.com/downloads/2f84ded331f83b651b92015453995d0c20180325193914/10bb2bbcc143725c2b2fb238dd6e8ea220180325193914/5ff671

Video: https://vimeo.com/261729666

Crónicas de la prensa:

Portal Taurino

3k7j1lva_400x400-crop.jpg Por Alberto Bautista.Oreja para Fortes de una ingrata Victorinada

Fortes fue el claro triunfador de la corrida de Victorino Martín que inauguró la temporada venteña. A priori, ese sería el titular de una tarde en la que se esperaba más de los toros de la “A” coronada, y eso que felices se la prometían los miles de aficionados que dieron rienda a la pasión por la Tauromaquia - esa que reclama la Fusión Internacional por la Tauromaquia -, y que esperaban ver algo más del homenaje a Victorino Martín. Otra vez la expectación por las nubes, aunque la tarde auguraba un envite que no fue tal, y todo por culpa del ganado. Lo de siempre. Ya se sabe, eso de tarde de expectación, tarde de decepción. Y es que justa de presentación - sin ir más lejos los dos primeros - que al menos el abre plaza no debió ni salir al ruedo, unido a la falta de casta de la gran mayoría imposibilitó una tarde que acabó cuadro, y que fue desagradable en lo climatológico.

Fortes volvió a Madrid a confirmar su estado de gracia, en una temporada que debe ser ascenso y progresión, pero sobre todo de reivindicar lo que ya apuntó en 2017: su tremendo arrojo, compromiso y disposición. Una oreja paseó en la primera del curso en Las Ventas, que a buen seguro le permitirá seguir soñando, y es que la tarde del Domingo de Ramos vino a confirmar que lo de Saúl Jiménez - ahora Fortes en los carteles-, no es furor de un día. Y eso que continúa rozando la tragedia tarde tras tarde, gracias a ese valor seco e impertérrito, como una verdad desnuda sin anclajes, tal y como quedó claro en un lote de puerta grande que sorteó. De categoría fueron las verónicas de mano baja dejando para el recuerdo un ramillete de muletazos de gran factura frente a “Escarlata”. Aroma de toreo clásico y de enorme disposición se puso de relieve una vez más, en unos pasajes al natural de una labor que siempre tuvo cadencia y sabor. Por si había algún tipo de dudas, se entregó con la espada y como un puñal tumbó a su primero. Una oreja. Esta vez, no hubo momento para florituras, ni para traspasar la línea dramática que acostumbra. Esta vez surgió el Fortes sereno y templado. El mejor Fortes. ¡Ahí estuvo!. ¡Ahí estaba!

Quiso intentar la proeza de salir en volandas por la calle de Alcalá con el sexto. Un tío. Aplaudido de salida. Alto de agujas, largo y serio por delante; donde volvió a jugarse el tipo sin con otro estimable ejemplar de Victorino, que vino a confirmar el toreo que atesora malagueño. Y eso que “Galapagueño” en nada se pareció a un Victorino de hocico rata que el aficionado acostumbra a ver. Aun así, el burel sirvió para que Fortes se inventara una faena que quiso poner franqueza a un toro que le enganchó en la corta distancia, y que se desplazó sin una pizca de casta ni bravura. Muy de verdad el malagueño dándole el pecho y pidiendo esa pausa que el toro le reclamaba, y es que suyo fue el lote de una tarde a contracorriente. Con la miel en los labios se quedó tras no poder reeditar el triunfo del tercero, y dejarse la puerta grande entre abierta tras pinchar una faena que bien mereció un apéndice, y que se la dejó por culpa de los aceros.

Por su parte, Manuel Jesús “El Cid”, pasó por Las Ventas sin pena ni gloria. Sorteó a un primero aquejado de los cuartos traseros, que tal y como se vivió en el apartado se le apreciaba una cornada interna de proporciones. Aun así fue de la partida, dado que Victorino sólo acudió con seis ejemplares. “Moñudito” adoleció de casta y fuerza de principio a fin. No tuvo un pase y “El Cid” abrevió entre un mar de protestas. Poca historia con el cauto, otro toro hondo que volvió a quedarse en tierra de nadie, y que nunca mostró un ápice de bravura, además unido a la paupérrima lidia, todo quedó en tablas. “Escarlata” embestía sin mordiente, y la actuación del de Salteras nunca llegó a los tendidos. Fue frío como la tarde, y la sosería del Cid con Madrid se hizo más que evidente.

Completó el cartel Pepe Moral que apuntaba a envites mayores tras concluir en estado de gracia el 2017, en el inicio de temporada en Las Ventas, no pudo más que apuntar algún destello de la clase que atesora, al vérselas con dos garbanzos negros que le imposibilitaron una actuación más rotunda. El segundo por flojo, y el quinto por alimaña, fue un lote imposible para el sevillano que vio como se le escapaban las dos balas en la recámara de su primer compromiso de la temporada. En su primero intentó correrle la mano, pero hizo presencia “Eolo” que molestó en algunos compases. El quinto acabó midió al de Los Palacios, en una labor larga y plena de enganchones. Además, no estuvo bien con la espada y fue silenciado en sus dos turnos.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La dimensión de Fortes y la sombra de Victorino

Curiosa la imagen de Las Ventas en la apertura de la temporada: repletos los nublados tendidos de sol, copado de arriba abajo el del «8», salpicados los demás. Media entrada larga para el regreso de Victorino Martín. La botella según se mire. Primera corrida tras la muerte del inolvidado y viejo genio de Galapagar en la plaza donde se forjó la leyenda. Cárdeno el cielo como tributo. Como las luctuosas divisas negras. Las hermosa estampa del cinqueño veleto traía una cornada en el anca izquierda. La herida prendió la mecha de las protestas. La falta de poder venía de fábrica, ajena a la brecha en sus carnes. Su humillación apenas pasaba de las zapatillas de El Cid. Tan ausente el empuje. Las pruebas por ambas manos no dieron frutos y la brevedad se impuso.

Al otro cinqueño del envío enteramente cárdeno de Victorino tampoco le sobraban las fuerzas. Ahora la cortedad de sus movimientos traducían la guasa afilada. Más alto de cruz, descolgaba menos. Pepe Moral sufrió con el viento. Y no sólo: las arrancadas rebañaban a media altura. Por encima del palillo a izquierdas. Complicada la papeleta, resulta con dignidad. Salvo por la espada roma. Fortes anduvo suelto, firme y despejado desde que se hizo presente. Fácil con el capote en el juego de brazos. Genuflexo y guiando la embestida, vertical y durmiendo las verónica. Garboso el remate a la cadera como en el coreado quite. El victorino, claro de capa, achinados los ojos, fino el hocico como las puntas de las palas vueltas, atacó pronto, con alegría y de lejos, en el caballo. Mejor el viaje que el empleo en el peto. El presidente exigió una tercera vara cuando el matador ya había pedido el cambio de tercio. No entendía la cuadrilla la decisión. Cumplió el toro, señalado el puyazo. Carretero majó un par de banderillas extraordinario.

Fortes construyó la faena en los terrenos del «6». Allí fueron las toreras dobladas. Un trío de tandas diestras tuvieron el mismo denominador común: la colocación cabal y el crecimiento en la limpieza y el entendimiento. De pronto, entre el molesto zumbido de Eolo, dibujó un natural descomunal. Solitario por el desarme que siguió. Pero trazó otros más. Unos cuantos. Media docena de naturales decían los antiguos que recordaban de una tarde. De Fortes se recordarán. De igual o superior majestuosidad. De la columna clavada del malagueño brotaban con suntuosa muñeca. Sin producirse la serie maciza y redonda. El victorino los tomaba lentamente, descolgado en el embroque. Principalmente en ese instante surgía la humillación mayor. A falta de sostenerla hasta el tramo último. Entregados uno y otro. Sin duda. Sonaban los oles como suenan en Madrid. Los doblones de cierre desprendieron la sutil pureza de la faena entera. La letal estocada acarreó en justicia y por su propio peso la oreja. La ovación al clarito de la A coronada también se sintió merecida. Mucamo se llamaba. Para los curiosos.

Temple sacó el cuarto de notables hechuras. Más temple que potencial. La costalada del principio de faena costó remontarla. A veces El Cid se dejó ir. Otras no tanto. El toro a menos en la larga labor. De puntillas el extenso hacer.

Pepe Moral sorteó el lote más complejo. El quinto tampoco se prestó. Muy vivo y ojo avizor. La cara y las dificultades como señas del trapío. De vez en cuando se tragaba algún natural suelto. Sólo uno. Moral volvió a no entrar sin fe espada en ristre. Flojo el agarre de la empuñadura.

Fortes de nuevo ofreció una gran dimensión con el sexto. Que barbeó tablas de salida, marcó otra línea en la seria corrida y derribó con estrépito la cabalgadura de Antonio Muñoz. La izquierda del malagueño cuajó una tanda superior. La segunda de la faena. Ligada y perfecta. Consintiendo con la muleta puesta y a rastras al toro, que viajaba en los vuelos. La inminentemente anterior había sido de abrir caminos, perdiendo pasos; la posterior, de tirar a pulso. Más cerrado el noble victorino, le costaba. Lo abrió otra vez de las rayas hacia fuera. Su derecha prendió el toreo. Asentado y acinturado. Atalonado. Soberbio. También en los pases de pecho de pitón a rabo. Por momentos se presentía la Puerta Grande. El acero vino a negársela repetidas veces. En su umbral quedó la huella. La sombra de Victorino sobrevoló como solía un importante triunfo torero. Que no fraguó.

ABC

Por Andrés Amorós. Oreja a Fortes con un gran victorino en Las Ventas

Canta la Antífona de este Domingo de Ramos: «Los niños de los judíos, teniendo en sus manos ramos de olivo, salían al encuentro del Señor, gritando: ¡Alegría en el cielo!» En Elche, un mar de palmas recibe a Jesús. En toda España, muchas palmas y ramos de olivo adornan los balcones, junto a la afirmación patriótica de la bandera española. En Madrid, comienza la temporada taurina, con una corrida de Victorino Martín, al que siempre recordaremos como defensor de la casta brava: lo que más necesita nuestra Fiesta. En el cartel, junto a su cráneo romano, nombres de toros ilustres de su ganadería: «Baratero», «Jaquetón», «Murciano», «Belador»… En la tarde fría y desapacible, con mucho viento, se llena el Sol pero hay floja entrada en Sombra: muchos aficionados se han ido ya de vacaciones.

Los toros de esta tarde, de bella estampa, han dado juego desigual. Fortes aprovecha la gran calidad del tercero, al que corta un trofeo, y roza la Puerta Grande. El Cid y Pepe Moral han tenido menos suerte, en sus lotes, pero no han estado mal.

El Cid alcanzó su cumbre, hace años, lidiando estos toros, en Bilbao, una tarde inolvidable; en Madrid, también ha obtenido, con ellos, triunfos resonantes. Ha lidiado más de veinte corridas de este hierro. En esta etapa de su carrera, conserva la técnica y el estilo. La tarde comienza con muy mal fario. El primer toro aparece con una visible cornada y el personal se encrespa; además, el toro flaquea, es incierto: no se sabe si por la herida o por su condición. El Cid, lógicamente, no se confía. Una vez más, mata bien, cuando no ha cuajado faena: parece su sino. El cuarto, «Escarlata» (como la señorita de «Lo que el viento se llevó») también flojea. El Cid lo lleva al caballo y lo sujeta, a una mano, con primor; torea francamente bien, dibuja muletazos con estilo clásico pero el toro transmite poco, se le queda debajo. Mata a la segunda, tarda en caer y la gente olvida la buena faena.

Pepe Moral, también sevillano, «resucitó» en la pasada Feria de Abril, luciendo el estilo que le inculcó el gran Manolo Cortés. Le toca, esta tarde, el lote más complicado y resuelve las papeletas con dignidad. El segundo se queda corto y vuelve muy rápido, no le deja estirarse. Aguanta con valor varios momentos de apuro. El quinto, de preciosa estampa, protesta, es violento, embiste irregular. Aguantando mucho, le saca algún natural estimable pero lo estropea, al matar.

Fortes (ahora se anuncia sólo así) es hijo de torero y torera: un caso único. Ha demostrado muchas veces su valor impávido. Tiene la fortuna de que le toca el tercer victorino, «Mucamo», un excelente servidor para crear faena: va al caballo de largo, galopando. Saluda Carretero en banderillas. En la muleta, el toro es pronto, se mueve, humilla, repite, transmite. Después de doblarse bien, el trasteo es irregular: alterna largos muletazos con algún enganchón. La gente está con él porque la faena ha tenido mérito y emoción. Mata bien: justa oreja y gran ovación al gran toro. Comenta un pedante: «¡Dios, qué gran “Mucamo”, para un buen matador!» El sexto derriba al picador, espera en banderillas, es menos claro pero, ante la firmeza del diestro, saca buen fondo. Muy firme y asentado, Fortes consigue buenos naturales de mano baja. Está rozando la Puerta Grande pero alarga la faena y pincha. En éste, más complicado, me ha gustado más que en el otro. En conjunto, ha mostrado una positiva evolución. Para él son, en este Domingo de Ramos, las merecidas palmas y ramos de olivo.

Postdata. Se cumplen este domingo exactamente cien años de la muerte de Debussy, el gran compositor francés. Dos años después, Manuel de Falla escribe que Debussy «hizo más música española que muchos que la conocían bien», aunque sólo visitó España para asistir a una corrida de toros, en San Sebastián. Añade Falla que, en «Mañana de un día de fiesta», Debussy recoge el contraste, entre sol y sombra, de una Plaza de toros.

La Razón

Por Patricia Navarro. Fortes, tan cerca del cielo con la de Victorino

Volaban los brazos tersos. Suaves. Como si no costara. Como si lo hubiera hecho miles de veces y no fuera un Victorino. Humillaba el toro. Lo cantaba. Pasa así con las cosas buenas que, de pronto, son un rayo de luz. Sol en las tinieblas. Lo meció Fortes. Tan suave que lo gozamos. Fue al caballo el toro. Pero hubo mentira y verdad. En la distancia. Pero sin empujar de veras y desentendiéndose después. El toro sacó mucho temple y humillación. Era un animal hipersensible. A la mínima se descomponía. Si fluía todo, el muletazo resultaba monumental. Jiménez Fortes fue todo suavidad, torería y verdad. Ajustado en los encuentros, en esos embroques repletos de pureza, buscando al toro con el pecho y con seda en las muñecas. Al natural hubo momentos enormes. Grandiosos los pases. El toro descolgado, al paso, todo tan lento. El toreo en el abismo y resuelto con grandeza para disfrutarlo sin más, porque nacía ahí, ante nuestros ojos. Buena fue la estocada. Y la oreja. Y la Puerta Grande a medio abrir en este frío Domingo de Ramos.

Al sexto lo vio Fortes antes que la mayoría y al amparo del tercio le plantó la muleta al natural. Era un desafío. El animal. Y el viento que multiplicaba por mil las dificultades. No las veía el torero. O no las trasladaba. O no las quería ver. Al natural cosió los viajes del victorino, que iba y venía, se desplazaba el animal sin poner en demasiados apuros ni tampoco derrochar entrega. Le valía a Saúl en estado de gracia en este comienzo de temporada. Con la derecha se encajó y dejó muletazos de mucha belleza. No era una faena rotunda, era otra cosa. Aquello rondaba siempre en la autenticidad, en saber el verdadero valor de todo lo que estaba pasando. Se cruzó con el toro hasta los infiernos, porque hasta ahí estaba dispuesto a llegar. La espada no entró. Se sintió la decepción en el público en ese momento, a pesar de que a esas alturas del festejo andábamos petrificados de frío. Fortes estuvo tan cerca del cielo, con la corrida de Victorino, que no merece destierro, si no buen lugar.

Con un puntazo en la parte trasera del lomo salió “Moñudito”, el primer toro. El primer Victorino que comenzaba todo. Temporada en Madrid. El año de Las Ventas. La corrida. La tarde. El puntazo con la sangre visible ya hizo saltar las alarmas entre el público y mucho más cuando el toro del ganadero de Galapagar hizo lo indeseable para este hierro, y suponemos que para todos, perder las manos, y el poder. El Cid, su matador, dio cuenta después, en el momento de la soledad, pero en verdad poco había que decirse. Se desplomó el cuarto nada más comenzar. No le aguantaban los cuartos de atrás. Tenía clase el toro. Una pena. El Cid le hizo faena pero en esas condiciones no hubo mayores logros.

No corrió mejor suerte Pepe Moral con el segundo que, justo de poder, medio pasaba por el derecho, irregular en el viaje y medía con ligereza en la vuelta por el izquierdo. Por ahí no perdonaba. Lo supo Pepe Moral. Lo sabía. Aún así lo intentó. Por uno y otro, mientras tanto la tarde se ponía desapacible en los tendidos y difícil por el ruedo. Tampoco el quinto, falto de entrega, le dio mayores glorias. La tarde, que llevaba el nombre de Victorino, se fue con el de Fortes.

Las Ventas

Oreja para Fortes en el comienzo de la temporada en Las Ventas

Después de más de cinco meses sin toros, la Plaza de Las Ventas abría temporada con la corrida de Victorino Martín que lucía la divisa negra tras el fallecimiento en octubre del ganadero fundador, Victorino Martín Andrés.

El primero de la tarde pecó de falta de fuerza y aunque metía bien la cara por bajo, El Cid no pudo obligarle ya que perdía las manos con facilidad. Fue silenciado tras estocada entera. El cuarto tuvo mayor movilidad y estuvo el sevillano firme. Pudo sacarle un par de tandas por el derecho de poco recorrido pero despaciosidad y que el público supo apreciar. Faena a menos y pinchó antes de una entera que necesito del descabello.

El segundo de la tarde tuvo mayor movilidad pero la sacó con agresividad y quedándose corto en la muleta de Pepe Moral. Disposición del sevillano que tuvo que lidiar al arisco de Victorino ante el fuerte viento que se convirtió en otra arma de lucha para la terna de la tarde. Fue silenciado tras errar con los aceros. Ante el quinto nuevamente fue todo entrega y disposición. Naturales sueltos destacables ante otro complicado del que no pudo sacar más. Falló con los aceros y fue silenciado.

Dejó Fortes un quite de chicuelinas ajustadas con el segundo muy en corto como carta de presentación en una gran tarde del malagueño. El tercero salió con otro son, aplaudido de salida y Fortes lo recibió con lances recogiéndolo y a la verónica. Entró al caballo con distancia y el Presidente, pese a la petición de cambio del matador tras los dos puyazos reglamentarios, no cambió de tercio hasta recibir la tercera vara. Buenos pares de José Antonio Carretero que saludó ovación. El público quería, el toro humillaba y metía bien la cara y Fortes luchaba con entrega contra el viento. Faena intermitente con muletazos destacables por el derecho que cogió mayor intensidad cuando le bajó la mano al natural. Estocada entera y primera oreja de la temporada. Gran ovación al toro en el arrastre. A punto estuvo de cortarle otra oreja al sexto de la tarde sino llega a fallar con los aceros, ante el que de nuevo al natural escuchó rugir Madrid. Le bajó la mano y humillaba con emoción y transmisión el toro de Victorino. Con la diestra también respondía y delante tenía a un torero que supo entenderlo y demostrar a Madrid el momento de madurez que vive su toreo.

madrid_250318.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:10 (editor externo)