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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

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Viernes 25 de mayo de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Novillos de Fuente Ymbro (muy desiguales, deslavazados, de engañosa e informal movilidad, sin fijeza, una prenda el 3º), dos de Navalrosal (un 5º rematado y de perfectas hechuras y bueno pero a menos y un 6º noble y a la baja); y un sobrero de Espartaco (4º bis, cuajado y de pevertida evolución).

Sergio Flores. Media estocada delantera (saludos). En el cuarto, estocada defectuosa y varios descabellos. Aviso (silencio).

Javier Jiménez. Pinchazo y estocada (saludos). En el quinto, tres pinchazos y se echa. Aviso (silencio).

Fernando Adrián. Dos pinchazos y estocada y descabello (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada defectuosa (silencio).

Entrada: tres cuartos de entrada.

Crónicas de la prensa: El Mundo, EFE, Marca, La Razón, COPE, El País.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Ni una sola vuelta al ruedo en la novillada

Inició la décimo quinta de feria Sergio Flores con un novillo tabloide de Fuente Ymbro. De los cuatro que quedaron. El novillo de Gallardo tuvo movilidad por encima de cualquier otra virtud. Protestó en el caballo y se picó en el caballo que guarda puerta. Dobladas con la muleta y embestidas al palillo y por dentro sobre la mano derecha. Dos desarmes. Sobre la izquierda le cogió el aire, le bajó la mano y le sacó lo que tenía y lo que no. Cumbre una tanda de cinco o seis ligados. Al punto la faena, que acabó por el lado menos lucido, el diestro. El hervor de las manoletinas subió enteros. La media estocada a abocó al de Gallardo a la muerte en la puerta de toriles, que ese era el fondo.

El castaño segundo de abierta cara embistió informal también. En cuanto Javier Jiménez no le apretaba, siempre en el tercer muletazo lo tenía encima. A izquierdas la rebrincada embestida acabó en un tremendo volteretón y una paliza en el suelo. Se acordaba constantemente. Jiménez acabó por manoletinas también.

El tercero, alto y montado, sacó sentido desde su salida. En el quite de Sergio Flores ya echó la cara por arriba. La voltereta a Fernando Adrián fue durisísima nada más empezar la faena. Cantada. Un auténtico cabrón de desarrollada guasa. Imposible. Quería coger siempre. Le hizo pasar al chaval las de Caín. También con la espada.

El alto cuarto (no es que me repita, es que la novillada de FY, o lo que quedó de ella, traía esas trazas), se partió una mano en banderillas y fue inmediatamente devuelto. El sobrero de Espartaco, cuajado de kilos, tenía más armonía que todos los anteriores juntos. En el capote de Flores descolgó la embestida. Noble pero en la muleta falta de una transmisión sincera y la humillación de entonces. Sin humillar por el izquierdo. El viento molestaba. El chaval estaba muy firme. Y se le vino encima como a cámara lenta. La voltereta fue consciente. Cambió a peor el utrero. Muy a peor. Un cambio radical. Por dentro. En la suerte suprema, los pitones en el pecho.

El quinto ya fue de Navalrosal, el remiendo de la novillada de FY. Un torito. En cinco días se hubiera podido lidiar de toro. Reunidas hechuras dentro de la seriedad. La embestida marcó un buen inicio de faena con el viaje humillado de verdad como ninguno. Dos series en las que Jiménez le echó la muleta al hocico. Por delante. Desde ahí la faena bajó mucho sobre la izquierda. El de Espartinas perdió la colocación y puede que el novillo en empuje entonces. Dicen que lo de núñez es para los buenos toreros, pero a lo peor no para un torero en agraz. Falló con la espada con la embestida a menos y desencantada.

Ante el sexto, Raúl Adrada se desmonteró en banderillas. También de Navalrosal. Bueno. Justas las fuerzas a las que no ayudaron los toques y la violencia de la muleta de Adrián, de la escuela de Gómez Escorial. Todavía el chaval tenía la taleguilla rota de la anterior faena. Lo poco que duró no lo templó. Muy sangrado el toro.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Nada a la vista

Un nublado simboliza el futuro de las corridas de toros, a la vista de la novillada de hoy en Las Ventas. Como dicen del agua los libros de química: incolora, inodora e insípida.

El agua, fuente de vida, como las novilladas son el punto de partida para lo que ha de venir. Y según la de hoy, nada hay a la vista.

Pero no fue toda la culpa de los novilleros, a los que al fin y al cabo no les faltó voluntad. Aunque los resultados no pueden ser más desalentadores. Como disculpa a la terna, la novillada “no embistió”, según frase estereotipada del argot para achacar el fracaso a las pocas o nulas condiciones del ganado.

Desde luego no se entiende esta última falta de previsión en una Feria de San Isidro. Con la cantidad de novillos que hay en el campo de ganaderías con garantías.

Por si sirve de muestra, en esta misma plaza de Madrid se han lidiado en lo que va de temporada excelentes novilladas de Carmen Segovia, “Espartaco” -aunque su sobrero de hoy ni mucho menos estuvo a la altura de aquella-, Monte la Ermita y Nazario Ibáñez. ¿Porqué de pronto esta falta de previsión para San Isidro?

Y no vale escudarse en la incógnita que supone el juego de los toros, puesto que de novillos es mucho más fácil. Los veedores saben de antemano lo que puede resultar.

Así que no hubo nada, o muy poco, en la tarde.

El primero, cortito de embestida, remataba los viajes tirando “un puñetazo” arriba, defecto que terminaría corrigiéndole el mexicano Flores al someterle por abajo en el toreo al natural. Las manoletinas finales, de mucha quietud. Mató también a la primera.

Pero venía la faena de una primera parte entre enganchones y desarmes, además de la frialdad que suponía abrir plaza. No obstante, hay que advertir, Flores mereció mayor reconocimiento. Y lo hubiera tenido en otras circunstancias. Pues hizo lo mejor de la tarde, lo más interesante.

El cuarto parecía que iba a servir, pero acabó enterándose, pendiente del hombre, amagando para sorprenderle. Bastante con salir indemne del trance, aunque previamente se llevó el mexicano una espeluznante voltereta, cuando el astado se directamente a por él, propinándole un golpe seco en el pecho.

Jiménez puso ganas, pero su toreo despegado le dejó muchas ventajas a los novillos, que le veían constantemente. Ése fue el motivo de salir también por los aires en su primero, aunque en ningún momento se descompuso. Y convenció menos en el quinto, recolocándose mucho entre pases, con el agravante de que el astado fue el más manejable.

Adrián apechó con el imposible tercero, con el que ya el hecho de estar delante era una temeridad. Ni un pase tuvo, embistiendo siempre al bulto. Por supuesto que también le levantó los pies del suelo. El sexto tenía buen fondo, nobleza y son, pero salió machacado del caballo, y ahí se acabó todo.

COPE

Por Sixto Naranjo. Más volteretas que toreo

Escaso continente y contenido tuvo la segunda novillada isidril. En parte por la decepcionante novillada de Fuente Ymbro y en parte por unos novilleros que fueron todos volteados y a los que les faltó rematar sus actuaciones.

La ganadería propiedad de Ricardo Gallardo sigue sin tener suerte en Madrid. Desde aquellos deslumbrantes y encastados encierros en su inicio, sus últimas comparecencias en Las Ventas se han contado por fracasos. Y este viernes se ha vivido un nuevo capítulo de esta historia. La novillada quedó reducida a cuatro ejemplares en el reconocimiento veterinario para finalmente sólo lidiarse tres ejemplares tras partirse una mano el cuarto y ser devuelto. Los que sí murieron a estoque sacaron movilidad pero escasa entrega en sus embestidas. Además de presentar unas hechuras más abecerradas que del utrero serio.

El mejor novillo de largo fue el primer remiendo de Navalrosal que se lidió en quinto lugar. Casi un toro por edad, ya que cumplía los cuatro años en apenas cinco días, el 1 de junio. Sus hechuras, muy en Núñez, no fallaron. El novillo rompió a bueno en la muleta, embistiendo con prontitud, recorrido y humillación. Javier Jiménez firmó una faena con muchos altibajos. Lo mejor llegó en dos tandas de derechazos, echando la muleta al hocico y tirando del viaje del de Navalrosal, que puso toda la emoción con su embestida. Se perdió la claridad con la zurda y a partir de ahí todo fueron desconfianzas y poca resolución.

Antes, en su primero, el de Espartinas estuvo valentón ante un novillo de Fuente Ymbro que soltaba mucho la cara. En cuanto no veía muleta, se iba al cuerpo y así llegó la voltereta que sufrió Jiménez cuando toreaba al natural.

El mexicano Sergio Flores realizó la faena más entonada de la tarde. Fue en el primero, un utrero de Fuente Ymbro escasito de todo. De carnes y de casta. Hubo movilidad, pero faltó más clase en las embestidas del novillo. A Flores, al que molestó el viento, le costó centrarse en el temple y el ritmo de la embestida de su oponente, pero cuando lo hizo llegaron varias tandas al natural de buen trazo. Especialmente una, de seis naturales ligados y bien rematados. Pero después llegaron de nuevo las desigualdades en redondo y pese a que intentó retomar el nivel de intensidad con una bernadinas ajustadas, el premio quedó reducido a una ovación tras dejar media estocada.

El cuarto fue un sobrero de Espartaco que sustituyó al titular de Fuente Ymbro que se partió una mano (Habría que estudiar y recopilar la cantidad de animales de Fuente Ymbro a los que se ha partido una mano en los últimos años en muy distintos cosos). Hondo y con cuajo de Juan Antonio Ruiz, que tuvo temple y bondad en sus embestidas pero le faltó chispa. Al natural llegó una fuerte voltereta y a partir de ahí el novillo cambió a peor. Lo pasaportó con dignidad el azteca, que pide a gritos el paso al escalafón superior.

Un barrabás con aviesas intenciones fue el tercero de Fuente Ymbro. Ni un pase tuvo en la faena de muleta de Fernando Adrián. En la primera tanda llegó el achuchón al novillero madrileño. Lo pasó mal el novillero tanto con la muleta como intentando despenar al novillo.

El sexto fue otro remiendo de Navalrosal. Pero a diferencia de su hermano lidiado en quinto lugar, este tuvo la casta y la nobleza más medida. Faltó reposo y menos tirones en la muleta de Adrián mientras se desplazó el novillo.

Quienes sí levantaron ovaciones sinceras fueron José Luis López “Lipi” y Raúl Adrada tras parear al quinto y sexto novillo respectivamente. Torería y efectividad. Siempre hay detalles que recordar.

La Razón

Por Patricia Navarro. De milagros y faenas inconclusas

Un milagro fue que Fernando Adrián saliera andando de la plaza. El Fuente Ymbro que saltó al ruedo en tercer lugar no tuvo una idea buena, ni regular tan siquiera. En el primer muletazo que iba a pegar en el tercio se fue directo a por él y ahí no hubo manera de escaparse ni queriendo. Le cogió y le centrifugó en el suelo. De milagro no hundió el pitón, de milagro se levantó para seguir una faena de salir corriendo. El novillo no tenía un pase ni a derechas ni a izquierdas ni del revés. Un cabrón que se iba directo al pecho aun antes de meter la cara. Imposible. Al sexto, que era remiendo de Navalrosal, le dieron duro por el caballo y llegó después con nobleza pero poco fuste. Así y en Madrid es nadar a contracorriente. Los esfuerzos se disiparon en una tarde de faenas inconclusas. Algunas merecieron mejor final, aunque el capítulo de los milagros se prolongó.

A Javier Jiménez casi le parte por la mitad el segundo. Un Fuente Ymbro violento, de movilidad peligrosa. Jiménez se lo puso fácil al novillo para orientarse y encontrar hueco al torear separado. Fue cuesta arriba la faena y Jiménez se impuso al final en unas ajustadas manoletinas. El quinto fue otra cosa. Y él mismo lo descubrió cuando le puso la muleta, una y otra vez, y el toro lo hizo por abajo, noble, entregado. Pensamos que había encontrado el camino, pero por la periferia no se cala en Madrid. Y así pasó, se resolvió la faena al hilo y el novillo se apagó.

El mexicano Sergio Flores, que conquistó en otros tiempos Madrid, anduvo ligero con el novillo que abrió plaza. El animal tenía casta, movilidad y un punto de violencia, pero transmitía y quería muleta por abajo y a más. Salvo una tanda de naturales buena, remataba Flores casi todos los viajes por arriba, sin romper el muletazos, sin redondear faena. Poco a poco fue desarrollando el animal y por el derecho tendía a meterse por dentro. El cuarto se lastimó una pata y hubo de devolverlo. El sobrero de Juan Antonio Ruiz Román se olvidó antes de salir de toriles de lo que era humillar. Y ya de acostumbrarse a no hacerlo, acabó por arrollar. En una parada le miró el novillo a Sergio Flores, aguantó el pulso y se lo llevó por delante. La caída resultó dolorosa hasta en el tendido. Dimos boleto así a otra novillada del serial madrileño, antes de celebrarse la final de la Copa del Rey. Tres ganaderías distintas y poco que contar. Echando la vista atrás la memoria devuelve un nombre: Gonzalo Caballero. Cómo estuvo el novillero, y recién acaba de llegar.

Marca

Por Carlos Ilián. Mucho picante para los jóvenes

Una novillada en un viernes de San Isidro parece algo muy esdrújulo, pero está a tono con esta feria desconcertante y frustrante. A pesar del cartel novilleril y de la final de Copa la plaza registró una soberbia entrada, magnificando lo que se puede considerar como lo mejor de este San Isidro: la asitencia de público. Esta vez la gente no se aburrió porque los novillos de Fuente Ymbro y los remiendos de Navalrosal y Espartaco tuvieron picante, se movieron y pusieron a prueba a los tres jóvenes.

El mexicano Sergio Flores, con el mejor de la tarde, el primero, corrió la mano en unos templaditos y muy bien ligados naturales. Sobre la derecha la faena bajó en intensidad aunque mantuvo un tono digno, bien rematada de un espadazo mortal. El cuarto volteó a Flores de mala manera y entre regates y a la defensiva anduvo el muchacho. A Javier Jiménez le costó acoplarse en su primero y hasta pasó un buen susto sin consecuencias. El chico de Espartina estuvo siempre en la cara de sus dos novillos y en el quinto cuajó una tanda por el pitón derechho sometiendo por bajo de los lindo. Fue lo más destacado de su labor.

Fernando Adrián tambien fue cogido, en su primero, que tuvo un peligro pregonado. El sexto fue todo lo contrario, pero tan blando que no liucieron los muletazos que exprimió sobre la mano dere cha el torero de la escuela de El Juli.

El País

Por Antonio Lorca. El misterio de la emoción

Valga el ejemplo: retransmiten por televisión un partido de rugby del Torneo Seis Naciones. Pongamos que juegan Escocia y Francia. Sesenta mil personas abarrotan el estadio escocés. Llueve; mejor dicho, diluvia. Cae tanta agua que no se distinguen la pelota ni el color de las camisetas de los jugadores embarrados hasta la coronilla. Da igual el resultado, pero el comentarista insiste una y otra vez en que, a pesar del tremendo aguacero, no se ha movido un alma de su asiento. Los primeros planos muestran los cuerpos empapados de los aficionados, pero todos permanecen firmes con las palpitaciones dibujadas en sus caras.

Pongamos ahora que se celebra una novillada en la plaza de las Ventas. Un novillo encastado no se cansa de embestir una y otra vez; el joven torero consigue dos tandas, una por cada mano, con entrega y ligazón, y parece por un momento que ha domeñado la violenta embestida del animal. Pero no surge la chispa, no vibran los tendidos. Tanto es así que en un segundo se deshace la ilusión y el recuerdo se olvida con facilidad.

Lo que ocurría en Escocia era emoción a flor de piel. ¿Por qué no consiguió emocionar Sergio Flores en ese primer novillo, encastado y brusco en sus andares, cuando enjaretó dos tandas sobresalientes? Un misterio.

La emoción, al menos en los toros, es el producto de un conjunto de factores que no tienen medida, y que surge como algo mágico cuando se mezclan, por ejemplo, la fijeza, la nobleza, la templanza y la codicia de un animal con la clase, la personalidad y la calidad de un torero. Nada de esto sucede en el mundo del rugby, y todos llegaron a sus casas chorreanditos a causa de la dichosa emoción.

Quizá, lo que le falte a Flores, un joven muy toreado y con condiciones, sea esa personalidad que te hace singular, diferente y sorprendente. Si toreas como los demás, aunque demuestres experiencia, no provocas nada. Aun así, domina con facilidad el capote, tiene valor y se sobrepuso a una tremenda voltereta en el dificultoso cuarto.

Algo parecido le ocurre a Javier Jiménez, que da la impresión de que aprendió a dar pases antes que a andar. Tampoco fue bueno su lote, y él, valeroso y bullanguero, no se arredró ante las dificultades; pero su toreo no emociona. Y mira que lo intentó, sobre todo ante el sosote quinto, al que le robó una tanda de derechazos de buena factura. Pero no hubo más.

El tercer novillo llegó a la muleta con mucho genio y mala casta, y puso en serios aprietos a Fernando Adrián, que acabó pronto con el marrajo. Otro, en su lugar, hubiera planteado una lucha sin cuartel y quién sabe si él era hoy el protagonista. Pero el novillo era malo de verdad, y soso y parado el último, con el que solo pudo mostrar buenas intenciones.

Lo triste es que no hubo emoción. Novilleros experimentados, novillos dificultosos y mucho aburrimiento. Y lo extraño es que la emoción la produzcan unos tíos como castillos bañados en barro, mientras sesenta mil personas, empapadas hasta el alma aguantan hasta el último segundo para ver si el melón entra o no entra. ¿Es un misterio o no esto de la dichosa emoción?


©Imagen: Cogida de Javier Jiménez. | Efe

Madrid Temporada 2012.

madrid_250512.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)