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Plaza de Toros de Las Ventas

Miércoles, 25 de mayo de 2016

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Vellosino. Devuelto 6º en su lugar se lidió un sobrero de Domingo Hernández.

Diestros:

El Juli: sangre de toro y oro. Silencio y ovación

Miguel Ángel Perera: celeste y oro. Silencio en ambos

López Simón: verde hoja y oro. Ovación tras aviso y silencio

Destacaron:

Entrada: Lleno

Galería de imágenes: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=7090

Video: http://bit.ly/1WjJ1aN

Crónicas de la prensa:

ABC

Por Andrés Amorós. Crónica de un desastre anunciado

Con la miel en los labios acudimos a la Plaza, saboreando todavía la emoción intensa de una gran faena. Para lograrla, se juntaron un gran toro, «Malagueño», de Alcurrucén, y un gran torero, David Mora, felizmente recuperado. Al llegar a Las Ventas, con uno de los carteles más esperados, se enteran muchos de que no se lidia la anunciada corrida de Jandilla. ¿Figuras y toros rechazados? El desastre se anuncia; más aún, cuando la sustituye una del Vellosino –unos Domecqs más, de Salamanca–, ganadería que suele flaquear y no quedó bien en la pasada Feria de Otoño. El ambiente inicial se enrarece, con pancartas y gritos, desde el paseíllo. Es una corrida en escalera, con 120 kilos del sexto toro al primero. Pero lo malo es el comportamiento: toros flojos, sosos, que impiden cualquier emoción, aburren y encrespan al público. Brindan los tres espadas a Don Juan Carlos, al que acompañan la Infanta Elena y Enrique Ponce.

La primera corrida de Alcurrucén no fue buena pero El Juli pasó como una sombra de sí mismo, sin su garra habitual. Con estas reses, no cabe tomarse el desquite. El primero va y viene, sin transmitir nada. Embiste claudicante, a punto de la caída, que también se produce. ¿Qué hace un matador como El Juli con «esto»? Matarlo, con su habitual salto, y falla con el descabello. El cuarto, alto, grandote, huye a chiqueros y, al tercer muletazo, se pega una costalada: «Como la tarde», apostilla un vecino. Aunque el toro está en riesgo constante de caída, El Juli, voluntarioso, impone su técnica, logra algunos naturales de mano baja. Mata a la segunda, con el habitual y feo salto. Saluda, en medio de una gran división, que ha acompañado toda la faena.

Tampoco tuvo suerte Perera con los fuenteymbros. Menos ha tenido hoy. En el segundo, saluda Curro Javier, con los palos. El diestro está muy correcto con un toro bondadoso, apagado, que acaba rajado por completo. Lo mata en chiqueros, saliendo perseguido. En el quinto, se luce Ambel, en banderillas. Comienza Perera muy firme y plantado… pero es el toro el que flaquea y se apaga. El arrimón final no convence, con este toro. («Un burro», sentencia mi vecino). Prolonga la faena y mata caído, entrando de muy lejos (dos vicios de la actual tauromaquia).¿Qué hace un diestro tan poderoso como Perera con un toro así? Lo que ha hecho: muy poco.

Primera comparecencia de López Simón, la gran revelación del pasado año. Esta temporada, ha mantenido su estoicismo impávido. El público está mucho más comprensivo con él: es el menos «rico» de los tres; además, se lo ha ganado con su entrega, en esta Plaza. Recibe con aceptables verónicas al tercero, que se mantiene con alfileres. Se mete en el sitio donde casi todos los toros embisten y logra algunos muletazos ligados, que suscitan la primera ovación unánime de la tarde. Aguanta cuando el toro se para y mata a la segunda. Devuelto el sexto por flojo (sus hermanos le hubieran podido acompañar), el sobrero de Domingo Hernández va largo pero flaquea, en el caballo; es pronto, saca casta pero es incierto y pegajoso. López Simón le aguanta, sin enmendarse; liga muletazos con cierta emoción (la primera y única vez de la tarde que hemos podido emplear esta palabra) pero surgen los enganchones: no ha logrado imponerse a las desiguales embestidas.

Desde Gabriel García Márquez, todos recurrimos alguna vez a su famoso título. Esta tarde está muy claro: ha sido la «crónica de un desastre anunciado». También podríamos recordar a Marcel Proust: «A la búsqueda de la emoción perdida». En el terreno coloquial, lo que mis vecinos –gente educada– han dicho de estos toros no es apto para reproducirlo… Sí me preguntan muchos: «¿No se dan cuenta los profesionales de que así no se va a ninguna parte? ¿No hay solución?» Yo asiento y sonrío. Por no llorar.

Postdata. Con toros tan flojos, una tarde más, la suerte de varas se ha reducido a un mero trámite. Por desgracia, son muchos los ganaderos que reconocen criar sus toros para la muleta. Para el concepto clásico de la Tauromaquia, es un lamentable error. Lo explica en un reciente libro José María Moreno Bermejo. Esta suerte ahorma las embestidas, prueba el poder y la bravura de los toros; bien realizada, es muy hermosa: ¡qué pocas veces lo vemos! Así nos va.

El País

Por Antonio Lorca. ¡Socorro! En Madrid ya no hay ni broncas

La corrida fue un petardo; un sonoro fracaso de tres figuras, El Juli, Perera y López Simón, que se prestaron a liderar un engaño a la afición.

Los veterinarios rechazaron los toros anunciados de Jandilla (¿cómo serían?) y la empresa de la plaza —mejor dicho, los apoderados de los tres toreros— decidieron traer una corrida de Vellosino, también procedencia Domecq, mal presentada en líneas generales, —el segundo de la tarde, de 600 kilos de peso, quizá sea el toro con menos trapío de esta y de muchas ferias—, floja y mansa en los caballos —ninguno de los toros fue picado—, y descastada, noblota, insulsa y abueyada en el tercio final.

Como era previsible, no hubo toreo. Y no es una exageración. No es posible recordar un capotazo, un quite, un redondo, un natural, un adorno, una estocada… Nada. Aburrimiento a espuertas, decepción, protestas y una tarde más en la que algunos aficionados habrán jurado no volver nunca.

Pero hay un asunto más preocupante: este miércoles, no hubo broncas en Las Ventas. Y ya es extraño. Si hubiera inteligencia entre los taurinos, tendrían motivo sobrado para cavilar. Si la gente no se enfada y prefiere el conformismo del silencio es porque ha perdido el interés. Se recordarán toda la vida las ruidosas broncas que recibía Curro Romero, pero porque era uno de los toreros más atrayentes de su época.

El Juli, Perera y López Simón estuvieron para que los hubieran corrido a gorrazo limpio por la calle Alcalá arriba. Primero, por elegir una birria de corrida, y, segundo, porque fueron incapaces —no podía ser de otra manera— de hacer nada a derechas. Y protestaron dos o tres espectadores, no más; los de siempre, que, además, fueron reprendidos por la mayoría, que parece sentirse cómoda con el fraude.

Silencio fue el triste balance de tres figuras de la modernidad, que no solo no interesaron, sino que no importó a nadie que no interesaran. Y eso significa que es la fiesta la que está en peligro; dicho en cristiano: significa que las figuras ponen en peligro la fiesta. Y, por lo visto, les da igual.

Se dice y con razón que a El Juli le tienen manía en esta plaza. Claro, hombre, pero si es que desde que es figura se ha presentado con corderitos desmochados debajo del brazo; si es que, año tras año, ha protagonizado escándalos por la escasa presencia de sus corridas. Es verdad que el propio torero puede pensar que, a veces, le faltan el respeto. ¿Pero se lo tiene él a la plaza? Una figura del toreo debe venir a Madrid con toros, y se acabó la discusión. Si así fuera, y, además, toreara de verdad y no con todas las ventajas posibles, encontraría el respeto que aún no se ha ganado.

¿Quién ha visto a Perera y quién lo ve? ¿Dónde está ese torero valeroso, firme y dominador que ha triunfado reiteradamente en esta plaza? Por lo visto ayer, está desaparecido. Aceptar el sucedáneo torista ya descrito lo descalifica; pero intentar justificar lo injustificable con pases y más pases insulsos raya en el insulto.

Y que tenga cuidado López Simón, que los defectos se contagian. Ya se lo dijo uno desde el tendido: “Alberto, no te juntes con estos”. Que tenga cuidado, porque con el valor como único argumento no se dibuja una carrera de triunfador. Hay que torear, y el torero de Madrid dio muchos pases, demasiados, y no dejó nada para el recuerdo. Se justificó ante el noblote tercero, pero fracasó ante el sobrero, que repitió con calidad en la muleta, y solo alcanzó a dar muchos y vacíos trapazos, acelerados, destemplados y vacíos.

El día que esto se acabe —si sigue así, no tardará mucho— que nadie busque más responsables que las figuras. Su falta de compromiso es el verdadero cáncer.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. López Simón desengaña a la gente

Un ambiente de crispación esperaba a El Juli. El cambio de la rechazada corrida de Jandilla por la de Vellosino había cargado las escopetas. Normal. Máxima figura, máxima exigencia. Y de entrada una decepción. Una bofetada. Los vellosinos ya estaban vistos y aprobados para sustituir a los toros de Margé el 10 de mayo, tarde de lluvia y suspensión. Así que las huestes julistas y cía fueron a tiro hecho. La misma ganadería para Juli, Perera y Simón que para Eugenio de Mora, Bautista y Payo. La comodidad contra la responsabilidad y la categoría.

Juli pasó de puntillas entre protestas con un toro alto de cruz, arremangado de pitones, bonito en definitiva. Y el toro a su vez pasaba a su aire en los capotes con la mirada por la esclavina. La ausencia de maldad se sumó a su falta de empleo. Quizá algo más humillado por el derecho. No decía nada. Y Juli tampoco.

A Miguel Ángel Perera le esperaba un toro redondo, apretado, cuajado de cuerpo y recogida cara. Manso de marcada deriva a tablas. La testa arriba en el peto y del mismo modo en la muleta. Duró lo previsto antes de rajarse: nada. Perera lo cazó en la puerta de chiqueros.

A López Simón se le protestó menos su toro. Ensillado y escurrido, el cinqueño se tapaba por su abierta encornadura. López lo recogió en los medios de su abanta salida, lo midió en el caballo y lo cuidó de sus contadas fuerzas. La faena fue de querer desde su apertura. Tersura y verticalidad en su derecha. El vellosino no terminaba de descolgar pero se dejaba. Prometieron dos tandas bien abrochadas con los obligados de pecho. Pero la embestida se rebrincó por el izquierdo, enganchó y Simón lo sacó del carril. Un natural concluyó con categoría. Regresó a la mano del toro, hubo un enganchón, un tirón y una vuelta a la limpieza ligada. Carecía de clase alguna el toro. Cerró el torero de Barajas por manoletinas después de una colada que le hizo variar la despedida. Y la espada enfrió la cosa.

Sorprendió el tremendo cuarto (628 kilos) de inmenso morrillo en la muleta de Juli: atrás quedaban sus notas mansas y las apuestas de que con esa pelota de basket en el cuello las posibilidades de humillar se reducían a cero. Pues no. Descolgó y se centró como respuesta agradecida al temple de Julián. Asentada y despatarrada la figura, el tacto y el trato en su medida justa encontraron el punto. Y especialmente al natural, por donde el vellosino colocaba la cara con una dosis más de calidad. Consiguió López el viejo darle la vuelta al clima de la plaza, que no era poco. La hostilidad se apagaba por las ovaciones de la mayoría. El epílogo hacia tablas todavía ayudó más. Un pinchazo, la lenta muerte de la estocada pasada y un golpe de descabello -la de veces que ha tenido que descabellar en esta feria- desembocaron en un saludo que dividió los tendidos en un 80 a favor y ese 20 que se dejó sentir en contra. Un logro para como estaban el patio.

Gastaba hechuras de percherón el quinto. Una morfología de uro. Altísimo y descarado. Un alma mansa por dentro. Del palillo de la muleta de Perera no bajaba la cara, y de ella salía distraído. Como mirando a los focos ya encendidos. El extremeño se justificó en una doma tan larga como infructuosa. Exponiendo más de lo que transmitía. Como en la trenza final. Un bajonazo post pinchazo aplanó aún más cualquier atisbo de eco.

El zambombo último de 637 kilos traía la cabeza jibarizada. Sus engatillados pitones se colocaron en los vuelos del capote de López Simón en posición de brega. Humillaba una barbaridad, y tal vez por ello se cayó como ninguno aunque tampoco tanto. Pañuelo verde en el límite. Quizá más por su cara.

Así que el sobrero de Domingo Hernández que El Juli se había procurado fue para Simón. Un toro grandón que ya de salida galopó como ningún otro en la tarde. Un tranco que repitió en banderillas. El matador lo vio y brindó al público. Ansias de triunfo. Y prisas también en tres tandas de derechazos encorsetados en los que la muleta se adelantaba y vaciaba antes de tiempo el viaje que iba sujeto por sí mismo abajo. Para cuando LS despidió otras dos series de naturales el garcigrande había aflojado y la gente se empezaba a desengañar… No remontó Simón el buen toro. Eso pensaba el personal.

La Razón

Por Patricia Navarro. La tarde que pasamos por el purgatorio

Cómo sería la cosa que el regreso del toro a los corrales, con toda su parsimonia a cuestas, y a la segunda eso sí, fue lo más poético de lo que llevábamos de tarde. Era el sexto. Y fue al final de cuentas el sexto bis. Se sabía. Qué cosas. No pasó la corrida anunciada de Jandilla y cómo tenía que ser para que se aprobara una de Vellosino, que fue una escalera y no de emociones. Terciados los tres primeros, más grandullones cuarto y quinto, desproporcionado cuerpo y cara la del sexto. Un todo vale para el día de las figuras. Hay días que las perturbaciones se huelen en el ambiente y más si vienen avaladas por el baile de corrales. A pesar de que se cambió la ganadería titular, no se resintió taquilla, es lo que tienen también las figuras. Era en el sexto el turno de Alberto López Simón y a sus manos fue a parar un toro de Domingo Hernández. Fue éste el que le dio por embestir con más movilidad, más humillado y repetición. A la muleta de Alberto López Simón le floreció fragilidad y a falta de esa contundencia que acabara con la desidia acabó de condenar una tarde sentenciada de antemano. “Malagueño”, de Alcurrucén, rondaba todavía en la memoria, sobre la arena venteña de las emociones, de ese sabor que perdura, del que el aficionado sabe que puede vivir, reservas para tirar sin caer en el amargor. La felicidad de David Mora fue un milagro compartido. López Simón, que bien sabe lo que es la gloria vivida a través del sufrimiento en este mismo loco redondel de miedos y goce, se asomó al toreo en el tercero. El otro toro que al menos se movió más, con un fondo de casta y brusquedad que no siempre hacía fácil el toreo. La disposición fue plena; la fluidez para que naciera la rotundidad fue otra cosa. Al Juli se le quedó pequeño el reto de un primero terciado noble y soso; el cuarto grandullón y con otras hechuras tenía buen fondo pero con la casta tan baja que aquello era como un susurro. Difícil contagiar y más cuando el ambiente andaba a la contra. Lo intentó el madrileño en una faena de menos a más, centrado al natural, buscando un paso más allá lo que faltaba acá. Arrimón se metió para el cuerpo Perera con el descastado quinto. Nobleza y flojera tuvo el segundo con el que el extremeño exhibió oficio. Términos angustiosos cuando el recuerdo del día anterior sigue tan vivo, latiendo, en algún lugar, en todos los lugares. Había que purgarse. Y lo hicimos.

madrid_250516.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)