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Plaza de Toros de Las Ventas

Sábado, 25 de mayo de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Pedraza de Yeltes bien presentados, deslucidos y de poco juego en líneas generales - (de poco juego el primero, noble a menos el segundo, de buena condición el tercero, deslucido el cuarto, brusco y a la defensiva el quinto y áspero el sexto)

Diestros:

Octavio Chacón: de verde pistacho y azabache (silencio, silencio y silencio tras aviso en el que estoqueó por Juan Leal).

Javier Cortés: de blanco y oro (silencio tras aviso y silencio).

Juan Leal: de blanco y oro (oreja tras aviso, en el único que estoqueó).

Entrada: más de dos tercios de plaza, 16.472 espectadores

Incidencias: Manolo de los Reyes y Marco Leal saludaron una ovación tras parear al tercero.

Parte médico de Juan Leal: “Herida por asta de toro, en región peri anal con una trayectoria hacia arriba de 25 cm. que contusiona sacro-cosis, con posible fractura del mismo, y con orificio de salida en región glútea superior izquierda. Exploración recto anal, sin evidencia de lesión. Es intervenido bajo anestesia general. Paso a clínica Muprespa Habana. Pronóstico grave. Fdo. Dr. D. Máximo García Leirado”.

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-25-de-mayo-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1132383032579645440

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista Juan Leal, oreja y cornada en Las Ventas

El francés cortó una oreja del tercero en una faena de entrega y verdad, sufriendo una severa cornada de 25 cm. en el recto. Silenciados Octavio Chacón y Javier Cortés, ante una pésima corrida de Pedraza de Yeltes.

Un pequeño reducto de aficionados de la grada del 7, volvieron a la carga contra el Presidente Gonzalo de Villa al inicio de la tarde. En esta ocasión, no hubo rastro de Policías. La corrida de Pedraza de Yeltes tan exultante de expresión como vacía de casta, volvió a ser un compendio de desnutridas emociones. Tan sólo la emoción de Juan Leal y su entrega total fluyó como un manantial abrupto de ilusiones, vilipendiada de manera dramática con una grave cornada de 25 centímetros en la zona peri anal. El francés todo disposición, cortó una oreja pero vivió la cara amarga de la fiesta y no pudo salir a estoquear al sexto. Principió la faena de rodillas en los medios, frente al único Pedraza con calidad. Aunaba el colorado calidad y fijeza a partes iguales, y Leal todo entrega cuando al final de una tanda le perdió la cara al Pedraza, resultando prendido en la zona perianal en unos segundos interminables. El galo ni se inmutó, y continuó ligando pases en medio de la algarabía. El parte de guerra desglosó una grave cornada. El premio de la oreja supo a gloria a Leal. Apéndice agridulce, con el único Pedraza estimable. Pasó a la enfermería donde fue operado.

La primera comparecencia en la feria de Octavio Chacón, estuvo ayuna de silencios ante un decepcionante lote. El descastado y parado primero, no le dio opciones. Con el cuarto se lució con el capote, aunque en la muleta desistió del envite frente a otro toro a contraestilo. Estocada tras pinchazo. Se hizo cargo del sexto de Juan Leal, un toro áspero y sin juego alguno. Tarde en blanco.

Javier Cortés va perdiendo crédito, tarde tras tarde, aunque en esta ocasión sus dos toros le impidieron brillar. Duró poco el segundo en una labor donde el viento hizo presencia. El quinto tampoco levantó la tarde, frente otro ejemplar brusco y a la defensiva. Labor larga y carente de contenido, en el que a punto estuvo de ser cogido. No tuvo la tarde con la espada. Fue silenciado en ambos.

El País

Por Antonio Lorca. Grave cornada a Juan Leal

El peligroso viento, otra vez, que tanto incomoda. Sin posibilidad de dominar capotes y muletas, el toreo queda reducido a una lucha contra los elementos que resta fuerza, genio e ideas.

Y la nobleza, esportones de nobleza de una corrida muy justa de presentación de Pedraza de Yeltes, que superó la nota media de la feria en el caballo —alguno, como el segundo, empujó con los riñones al peto y permitió el lucimiento del picador Francisco José Peña, y el sexto acudió de largo y con alegría—, y destacó sobremanera en la muleta con un comportamiento nobilísimo y ciertas dosis de sosería, pero embistió repetidamente con distintos niveles de fijeza.

Y tres damnificados: Chacón, Cortés y Leal. Y el último, con peor suerte, pues resultó corneado por su primero cuando lo pasaba con la mano izquierda; al darse la vuelta para iniciar el pase de pecho, el toro lo levantó por detrás y le infirió una grave cornada. A pesar del percance, y con evidentes gestos de dolor, Leal continuó la faena y aún pudo trazar dos circulares antes de pasear brevemente una oreja y pasar a la enfermería.

No fue un trofeo merecido. Leal destacó por su valor, pero también por sus débiles fundamentos taurinos. Así lo demostró con el capote, que utiliza con muy escaso garbo, y la muleta. Lo mejor de su tarde, el inicio de faena, de rodillas en el centro del ruedo, aguantó el galope alegre del toro y trazó seis muletazos y dos de pecho henchidos de destreza y emoción. Ya de pie, el asunto perdió fuelle; después, llegó la cornada y la oreja compensatoria.

Y la nobleza, esa condición con la que sueñan tanto y tantos toreros, ha dejado en evidencia a los tres señores de luces. Unos, por su patente vulgaridad, y otro, como es el caso de Octavio Chacón, porque se encontró desubicado, con toretes de buen talante que fueron su perdición.

Chacón es un veterano y reconocido lidiador, un maestro de la técnica y del conocimiento ante los toros ásperos y duros, pero inexperto y desangelado ante los toros con aspiraciones de artista. Tres toros mató por la cogida de Leal, y en los tres se le vio como un náufrago, sin claridad en las ideas, mientras el tendido guardaba silencio y añoraba las tardes épicas de este torero con toros fieros. Con razón, Chacón prefiere las corridas duras porque nadie mejor que él conoce sus debilidades.

Y tampoco alcanzó la orilla con soltura Javier Cortés, un torero aún por definir entre el valor, que lo tiene, y la gracia, que parece que no. Qué duro debe de ser que los toros repitan una y otra vez, que tú des pases y más pases y que la gente ni se inmute. Algo se estaba haciendo mal, y la culpa no era precisamente de los toros.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La cruda verdad de Leal

Sacudió la tarde dormida Juan Leal con su sangre. Y antes con un valor espartano. Que provocó el despertar de la plaza: el prólogo de faena de rodillas subió como un calambre por los tendidos. Con muchos metros de distancia, en los medios y en redondo, el toro repitió. Y Leal le vació el de pecho penitente. En pie y sin metros de por medio, el pedraza contaba con buen inicio pero no buena salida del muletazo. Y en el tercero ya se metía por dentro. De ahí un susto y un desarme. El galo de irreductible valor había reducido los espacios. Para pisar terrenos de fuego. Cuando su izquierda vaciaba la tanda en curvo trazo, el pitón derecho rebañó por detrás la carne de cañón y se hundió por salva sea la parte. Abajo lo volvió a tener a tiro. JL escapó de la balasera a gatas. La mancha de la taleguilla, despedazada por el antifonario, empezó a extenderse como vino tinto derramado sobre un blanco mantel. Recompuso el gesto el torero. Con su bruta y cruda verdad: cada vez que torea sale a morir. Y en camilla. Volvió a ponerse en ese sitio duro que entiende con el ojedismo de Berho. Unos circulares invertidos completos remontaron la machada. Y se tiró a matar con la rabia encendida. En dos tiempos la estocada, empujada con la fuerza del brazo. La pañolada cuajó, el repudiado presidente Gonzalo de Villa cumplió el Reglamento y el Leonidas de Arlés se llevó la oreja a la enfermería. De donde no volvería.

Octavio Chacón se quedó con un toro más. La corrida de Pedraza de Yeltes había rebajado su tonelaje respecto al pasado San Isidro. De aquellos 3.737 kilos a estos 3.432. Ningún toro pasaba de los 600 kilos: 592 el que más; 539 el que menos. Más «liviana» pues. La caja del que abrió plaza se hacía cuesta arriba con sus 584 kilos. Y su cara, agradable. Con ella humilló y fijó su empleo en el caballo. Chacón lidió con economía de terrenos y capotazos, y respondió por chicuelinas al quite de Javier Cortés. A la descolgada y noble embestida del pedraza le faltó poder y empuje para salirse de los vuelos. Perdió las manos repetidas veces. Valió de poco el temple y el sitio que le concedió Chacón. Nada caló. A favor de obra le hizo todo al amplio cuarto. Por la distancia ofrecida para jugar con las inercias. Y por los pasos perdidos. Pues respondía, como sus hermanos, a la movilidad engañosa de venirse pero no irse de los avíos: el denominador común, junto a su empleo en los caballos, del sexteto de Uranga.

La imagen de Octavio Chacón con la montera calada en el último tío del hierro salmantino recordaba tiempos antiguos. Astifinísimo el morlaco como toda la corrida. O más. Y Chacón dio otra vez sentido a los elogios sobre su cabeza amueblada: sitio para hacer pasar a aquello. A su altura. Que era la del palillo. El otro pasar, con la espada, desprendió un mérito tremendo. Sombrerazo a su dominio sin eco de todas las situaciones.

Curiosa nota sacó el segundo en el peto. Siempre con un ojo en la querencia en un desordenado tercio de banderillas. Su humillación fue sólo de embroque en la muleta. Del final del pase se desentendía. Sin maldad, eso sí. Cortés consiguió enredarlo en su izquierda ligada y darle el ritmo del que carecía. Únicamente en esa serie. No quiso más el funo. Que se rajó. El matador no cumplió con la espada. Y tampoco con el despampanante quinto, el más trallero y cabrón con sus sacudidas, violentas como el viento racheado. Tuvo la bestia al joven madrileño contra las cuerdas. A tiro en no pocos momentos de pánico. Tan acongojantes como leer el parte facultativo de Juan Leal: “Cornada en la región peri anal con una trayectoria hacia arriba de 25 centímetros que contusiona sacro-coxis con posible fractura -pendiente de estudio radiológico- y orificio de salida en el glúteo izquierdo. Sin lesión en recto tras exploración”. Y puede dar gracias después de escuchar al doctor Máximo García Leirado cómo el coxis frenó el pitón…

ABC

Por Andrés Amorós. Cornada grave y oreja a Juan Leal en Las Ventas

A costa de recibir una grave cornada, corta una oreja el francés Juan Leal. Con impresionante entereza, ha seguido toreando y no ha pasado a la enfermería, por su pie, hasta recibir el trofeo que el público, emocionado, unánimemente ha exigido.

La alegría de la salida en hombros, el día de su confirmación de alternativa, de David de Miranda -una más, dentro de los éxitos de esta Feria- ha atraído a más público a Las Ventas. Comenta la gente que todos los días están pasando cosas de interés, en esta Feria, y eso les anima a acudir, para verlas. Los toros de Pedraza de Yeltes (de procedencia Aldeanueva) tienen fama de grandones, hemos visto en Las Ventas verdaderos «gigantes»; también, de toros encastados, que han triunfado varias veces en Azpeitia y en Francia, pero que todavía no lo han logrado, en Madrid. Los de esta tarde, todos colorados, tienen menos kilos de lo habitual. Son altos y de peso razonable, aunque, al comienzo, se pite a alguno, porque parece poco rematado. Son nobles pero sosos, no acaban de emocionar.

Primera corrida en la Feria (van a ser tres, con Victorinos y Cuadris) de Octavio Chacón. El primer toro, con 585 kilos, no es nada gordo: cumple bien en el caballo; embiste con nobleza y hasta dulzura, aunque flaquea. Luce Octavio sus formas clásicas en lances y muletazos suaves pero la flojera del toro lo desluce todo, se va apagando. El trasteo ha sido muy correcto pero al guiso le ha faltado sal. Mata bien pero a la segunda. Lidia con oficio al cuarto, de salida. La incansable repetición del toro, unida a su escasa entrega, pondrían en apuros a muchos diestros pero a Chacón, curtido en mil batallas, no le agobian. Vuelve a matar con gran facilidad, a la segunda. Por la cornada sufrida por Juan Leal, mata también el sexto: lidia bien, lo coloca lejos del caballo, el toro acude con alegría. Se luce Manolo de los Reyes, andándole al toro con parsimonia, antes de clavar los palos, y saluda, con Agustín de Espartinas, que dejó el escalafón superior y está cuajando en buen banderillero. Chacón muletea con la montera puesta, como solía hacer Luis Francisco Esplá, en sus segundos toros. Éste es deslucido, no se entrega, pero Octavio lo resuelve todo con gran técnica, sabe muy bien lo que hace. Aunque no humilla, mete la mano hábilmente, con la espada. Sin triunfo, deja alto su cartel. Es, ahora mismo, uno de los mejores lidiadores.

Javier Cortés estuvo bien -excepto con la espada- con los toros de La Quinta, el primer día de la Feria. Se protesta un poco por escurrido el segundo: de salida, embiste con codicia pero pierde las manos; acude con alegría al caballo de Juan Francisco Peña, muy aplaudido. El toro sale de las suertes desentendiéndose, el diestro ha de sujetarlo; su muy correcto trasteo no culmina. Mata mal. El quinto sólo se deja pegar, en el caballo. Salva Chacón con un certero quite a Abraham Neiro. El toro se mueve pero es incierto, algo brusco; cuando siente que le pueden, protesta, derrota. Cortés , firme, logra algunos buenos derechazos. Le empuja el toro con los cuartos traseros, cae al suelo y el animal no hace por él. Ha concluido su Feria con un toro complicado y ha vuelto a mostrar que la espada es su punto flaco.

El joven francés Juan Leal es tan valiente que roza a veces la temeridad. He presenciado actuaciones suyas realmente heroicas, con los toros de Miura, en Bilbao. El tercero, como sus hermanos, cumple bien en varas. Se lucen Manolo de los Reyes y Marc Leal, con los palos. Comienza Juan con ocho muletazos de rodillas, en el centro, que levantan un clamor. El toro repite, pegajoso. El diestro recurre a un trasteo encimista, que suscita división, hasta ser herido en el glúteo, persiguiéndole el toro hacia las tablas. Sigue toreando, muy de cerca, y mata con decisión, en dos tiempos. (Queda feo que se escuchen los consejos a un matador). Recoge la oreja y pasa por su pie a la enfermería. Sufre una cornada grave, de 25 centímetros, en la región perianal.

Dos conclusiones se imponen. Ante todo, lo que de verdad importa es la casta, no el peso; como siempre digo, importa el motor, no la carrocería. He llegado a pensar que, en el momento actual, la tablilla que exhibe el peso perjudica, más que ayuda; predispone al público. Si se suprimiera, poco perderíamos. Mucho más necesario es que el toro tenga casta, fuerza, bravura, movilidad… Otra cosa: al conocer el parte médico de Juan Leal, nos preguntamos cómo ha podido seguir toreando. Sí, los toreros son auténticos héroes. Ésa es la verdad indiscutible de la Fiesta. Deseo que se recupere pronto y que no sufra nuevos percances.

Postdata. La izquierda radical lamentable que tenemos suele identificar la Fiesta con actitudes casposas, reaccionarias, franquistas, fascistas… Todos los tópicos. La realidad los desmiente, cada día. Acaba de publicarse el «Epistolario completo» de Miguel Hernández, nada sospechoso de derechista. Por encargo de Cossío, lee libros taurinos en la Biblioteca Nacional. El 31 de julio de 1935, le escribe, con humor: «Ahí va otro soneto taurino, el ambiente cornudo en que vivo me hacen cantar tauromáquicamente a todas horas». Le envía nada menos que el precioso soneto «El toro sabe, al fin de la corrida/, en que prueba su chorro repentino…», en el que se identifica con el destino del nobilísimo animal: «Y, como el toro, tú, mi sangre astada…» La ignorancia se combate leyendo. El sectarismo no tiene remedio.

La Razón

Por Patricia Navarro. La gesta de Juan Leal sostiene una tarde desagradecida

Dio la espalda al viento y a los códigos de la mala suerte (montera bocarriba) y se fue a los medios. Al mismo centro de la plaza y allí, Juan Leal, con las rodillas en tierra y la muleta en la diestra desafió al toro. El de Pedraza de Yeltes tomó con claridad y cierta largura las primeras arrancadas. Aguantó la serie entera, con sus dos pases de pecho, a pesar de que el toro ya comenzaba a desarrollar ese defecto que agudizó después de quedarse corto, por debajo. Ya en pie tuvo menos entidad la labor, pero nunca renunció a la buena voluntad de querer hacer las cosas bien. Cada vez más corto el toro se volvió correoso y en una de esas le cazó por el trasero y le hirió. Fue fea la cogida y se había sentido certera desde el primer momento. Volvió, regresó, al lugar de los hechos, a la cara del toro, con la taleguilla rota y sangrando, pero sin buscar gestos de fácil complicidad, con la austeridad del valor y el compromiso. Unos circulares remataron la faena que encontró en la espada al primer envite el cierre. Una oreja valía aquello. Un trofeo que apenas pudo pasear, tan solo la distancia que dista a la enfermería, donde entró por su propio pie y ese trofeo que debió saberle a gloria. Tercer herido de lo que llevamos de feria. Una buena feria hasta ahora, por cierto.

Octavio Chacón pasó discreto con un primero de escasas emociones y nobleza. El cuarto tampoco se lo puso en bandeja. El toro soso y correoso iba y venía, pero le costaba salirse en muchas ocasiones de la muleta y complicaba una labor de poca transmisión. Y ese fue en verdad el problema de la corrida de Pedraza de Yeltes que, salvo los dos primeros que se repartían a partes iguales la nobleza y la sosería, el resto mantuvo la sosería, pero muy pegajosos, les costaba irse del engaño y como la transmisión la tenían contenida el esfuerzo del torero resultaba casi en balde, a pesar de que en ocasiones anduviera al filo de la navaja.

Javier Cortés había sumado sus buenas maneras, su forma de buscar el toreo, ante un segundo que fue tan noble como soso y eso en Madrid multiplica por tres las opciones de no éxito. En el abismo estuvo con el quinto, bajo de raza pero correoso. Se quedaba por abajo y tenía sus complicaciones poco agradecidas, porque pasó su labor entre silencios y algún sobresalto. En línea se los tragaba, pero le costaba despegarse en el último tramo y ahí la resolución no era fácil. Mucho peor por el zurdo. Se impuso salvo con la espada.

Se esperaba el milagro de que Leal saliera de la enfermería para matar el sexto. Ya nos estamos mal acostumbrando, pero a Juan a esas alturas del festejo, le estaban operando en la enfermería de una cornada en el recto. Se hizo con el toro Octavio y en verdad no fue un regalo. El de Pedraza se quedaba por abajo, se revolvía y sin ninguna expresión, por lo que el esfuerzo decía poco. Juan Leal protagonizó lo heroico de una tarde desagradecida.

Madrid Temporada 2019

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