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Plaza de Toros de Las Ventas

Domingo, 27 de mayo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Dolores Aguirre (bien presentados, con cuajo y seriedad; fieros en el caballo primero y segundo y mansos los demás; agresivos, ásperos, broncos y muy peligrosos).

Diestros:

Rubén Pinar: de azul añil y oro. Dos pinchazos y estocada perpendicular y atravesada (saludos). En el cuarto, pinchazo bajo y estocada caída (silencio).

José Carlos Venegas: de verde esperanza y oro. Estocada baja (aplausos). En el quinto, estocada contraria y tendida (saludos).

Gómez del Pilar: de verde esperanza y oro. Estocada rinconera (saludos). En el sexto, pinchazo hondo y descabello (silencio).

Destacaron: David Adalid en banderillas.

Entrada: 15013 espectadores.

Imágenes: https://t.co/c4JiHYCEsC

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus/multimedia/20185/26/20180526224352_1527367629_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. Infumable moruchada de Dolores Aguirre

La terna se estrelló estrepitosamente ante una corrida mansa y descastada, que careció de lucimiento alguno.

Por segunda vez Dolores Aguirre lidiaba una corrida en Madrid tras el fallecimiento de su creadora, allá por mayo de 2013 y en esta ocasión no hubo atisbo ni de casta ni de bravura, y menos aún de emoción. El único pensamiento radicó en que la terna saliera por su propio pie de la plaza, toda vez que el estrepitoso encierro manso y descastadísimo no dio opción de triunfo alguno, sino todo lo contrario: tedio y sopor. La afición eso sí, reconoció el mérito de la terna.

Tan solo Rubén Pinar fue capaz de poner algo de cordura en su primero, un “Botero” que topaba de salida en el capote, defendiéndose y rebañando cada embestida, ante él estuvo dispuesto y confiado el de Tobarra poniendo de manifiesto su oficio. Madrid lo vio y le obligó a saludar una ovación desde el tercio. Con el cuarto no tuvo lucimiento alguno, ante un manso impresentable y con 640 kilos, fajándose de las duras tarascadas de “Pitillo”, con el que no pudo ni hilar ni tan siquiera un pase siendo silenciado. Lamentable.

También dio la cara un José Carlos Venegas con hambre de triunfo, pero sin ninguna opción. Una prenda sorteó en primer lugar, frente a otro Dolores que se orientó y que rehuyó de la pelea. Con sus más y sus menos, el toro acusó los dos puyazos y se defendió en la muleta del

Jienense, donde tan solo pudo dejar una tanda de mérito. Lo demás fueron pasajes vacíos, donde Venegas acabó exhausto tras correr detrás de otro Dolores que debió tomar el camino del matadero. Ante él lo único destacable llegó de la mano de David Adalid que se asomó al balcón y fue obligado a desmonterarse. Venegas pasó otro trago ante otro manso de manual. ¡Que asco!

Completaba la terna Gómez del Pilar, un torero que en temporadas pasadas dejó muy buena impresión ante hierros nada sencillos como el de Victorino Martín. Una vez más el toledano estuvo muy valiente. En dos ocasiones se fue hacia la puerta de chiqueros a recibir a un lote repugnante. El tercero fue una alimaña de padre muy señor mío, que bien mereció el castigo de las banderillas negras tras huir del peto en numerosas ocasiones. Un trago en banderillas y en la muleta Gómez del Pilar anduvo con oficio y disposición, ante tal esperpento con el que se jugó la vida sin trampa ni cartón. Más de lo mismo con el sexto, otro buey de infumable juego como toda la corrida de Dolores Aguirre. Una moruchada de órdago.

Domingo 27 de mayo de 2018. Plaza de toros de Las Ventas (dos tercios de plaza en tarde nubosa. 15.013 espectadores). Feria de San Isidro - vigésima de abono. Corrida de toros de Dolores Aguirre - desiguales de presentación pero mansos y descastados a excepción del primero (noble el primero, infumable el segundo, alimaña el tercero, manso el cuarto, manso y de poco juego el quinto y de nulo juego el sexto) para Rubén Pinar de azul rey y oro (ovación con saludos y silencio), José Carlos Venegas de verde botella y oro (palmas y ovación con saludos) y Gómez del Pilar de verde botella y oro (ovación con saludos y silencio). David Adalid saludó una ovación tras parear al quinto. Al finalizar el paseíllo, se guardó un minuto de silencio en memoria del matador de toros palentino Marcos de Celis.

El País

Por Antonio Lorca. Dolores Aguirre, altísima tensión

Solo el nombre de la ganadera fallecida Dolores Aguirre impone respeto; cuando sus toros aparecen en el ruedo se hace presente el miedo; cuando les da por embestir, se aceleran los pulsos, el ánimo se alerta, los tendidos tiemblan, aparecen los fantasmas y surgen las plegarias al altísimo para que, madre mía, me quede como estoy.

La corrida toda ella fue un desfile de agresividad, de encastada mansedumbre, aspereza, bronquedad… Toros no ya deslucidos ni dificultosos, sino muy peligrosos; toros de otro momento, toros para otro escalafón de toreros.

Por un par de horas, Las Ventas entró en el túnel del tiempo y todos nos trasladamos a otra época, en la que no existía el toro bonito, bien hecho, noble y artista, ni el torero aflamencado y creativo. Por un par de horas, se impuso la fiereza, la fortaleza, el cuajo, la seriedad y la casta agresiva en un festejo en el que no tenían sentido los redondos y naturales, sino la heroicidad, la vergüenza, la solvencia, la seguridad, el amor propio, la técnica, el oficio y la capacidad de aguantar el corazón a mil revoluciones.

Con poca alegría asomó el primero los pitones, no remató en burladero alguno, y embistió con el rabo por las nubes mientras analizaba fríamente a sus nuevos conocidos. Empujó con fuerza al picador, encastado acudió en banderillas y llegó a la muleta andarín, corto de viaje y repartiendo tornillazos a su lidiador. Rubén Pinar, reconvertido en jabato, afrontó la dura prueba con admirable gallardía. Consiguió embeberlo en la muleta y le robó materialmente un par de tandas de redondos muy meritorios; insistió, después, con la zurda y llegó a trazar varios naturales de gran calado.

Pero ahí se acabó el toreo moderno. Lo que había en los corrales no permitió ni una floritura más.

Corretón y huidizo salió el segundo al que paró el subalterno David Adalid con dos capotazos. Lo masacraron en la primera vara y salió suelto en la segunda. Provocó una desbandada de toreros en el segundo tercio, en el que el toro impuso su mando sin contemplación alguna.

Y en la muleta, cada arreón era un examen fin de carrera; embestía con todo el cuerpo, la cara alta y las intenciones aviesas. No tardó en hacerse dueño de la situación ante Venegas, un torero muy poco placeado, que no le perdió la cara y que bastante mérito hizo con estar allí.

Un frío medular recorrió los tendidos cuando Gómez del Pilar cogió el capote y se dirigió a toriles para esperar de rodillas al tercero de la tarde. Se quedó en los medios y el toro le hizo un favor: lo miró desde la puerta de chiqueros, y prefirió girar a la izquierda y barbear las tablas hasta el otro extremo de la plaza. Era un manso de libro que entró hasta cuatro veces al caballo y otras tantas huyó despavorido. Brindó el torero al público, aguantó por bajo las primeras embestidas violentas y los tornillazos posteriores que buscaban el cuerpo del hombre con intención de hacerlo papilla. Un calvario pasó Gómez del Pilar hasta que una estocada baja le permitió respirar camino del burladero.

Otro manso y peligroso el cuarto, dificilísimo en banderillas; rajado, acobardado e imposible en el tercio final. Rubén Pinar lo persiguió sin fortuna.

Hasta seis veces entró a los caballos —a los dos que había en el ruedo— el quinto, y, por fin, consiguieron picarlo a pesar de la firme decisión del animal de huir de toda puya doliente.

Segundos después, se produjo el acontecimiento torero de la tarde: David Adalid, reconocidísimo banderillero hace solo unos años y desaparecido en los últimos tiempos, clavó dos extraordinarios pares —especialmente, el segundo— que pusieron la plaza en pie. Grandes los dos por su perfecta ejecución, y, sobre todo, por la grata sorpresa en una tarde de huidas cantadas. Nada pudo hacer Venegas ante la dureza de su oponente. Tampoco tuvo un pase el sexto —al que Gómez del Pilar volvió a recibir de rodillas, esta vez con una larga cambiada— y que se echó tres veces en la arena antes de morir.

Una tarde, pues, para poner a prueba los corazones; para aficionados muy exigentes con el toro; una tarde de toreros heroicos que merecen todo el respeto; una muy dura corrida de otra época…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una indómita y dura moruchada de Dolores

Madrid no había dormido celebrando la décimotercera Copa de Europa. La orejona, le dicen. Que produce tanta manía como nombrar a la selección de España como La Roja. O a San Isidro como el Mundial del Toreo. Esperaba la ciudad resacosa al equipo que volvió a hacer historia en Kiev. El Club de las 13, el Real Madrid que, como escribe Gistau, es el “favorito de alguna deidad perversa que en cuanto lo ve en apuros baja al césped a ayudarlo como hacía Atenea con Homero”.

La afición taurina, no ajena, pero sí a lo suyo, esperaba los toros de Dolores Aguirre, la inolvidada ganadera, la dama de hierro del Bilbao. Para hacer honor a la vieja dureza de pedernal, apareció un toro cargado de kilos y fealdad. Cabezón, bizco y basto hasta las pezuñas. Esas que echó siempre por delante, agarrado al piso sobre ellas. Rubén Pinar sufrió los frenazos con el capote. Así de salida la bronquedad. Una prueba más para la curtida profesionalidad de Pinar. Que se dobló con él para intentar hacerlo. El sónar del doloresaguirre encendido en rojo. Sabedor de quien movía las telas. Un desarme sirvió para que RP se enfibrara aún más. ¡Qué mérito! Habitaba la aspereza de la embestida a derechas, la tardanza del cazador agazapado. Tirar de la bestia como lo hacía el albaceteño de Tobarra cobraba una importancia real. El toro se revolvía en los remates de pecho, rebañando con su guadaña incierta. Un cambio de mano evitó el obligado con su punto de inteligencia. La izquierda sirvió para taparle la visión periférica. En la cara la muleta puesta. No había más que volverle a enseñar el camino que no quería. En la diestra de nuevo. Para concluir el férreo esfuerzo. Que careció de rubrica con la espada. Y, aún así, la plaza reconoció a Pinar con una justísima ovación.

Como el toro anterior, pero más fino y guapo, de una armonía seria, el pupilo de Aguirre se estrelló en el caballo. Y en el siguiente encuentro repuchó y defendió. Había arrollado el capote de Venegas según se puso y después no quería ni uno. En banderillas decía a los peones que viniesen. Y provocaba las pasadas en falso. El torero de Jaén propuso una ingenua pelea. Sin poderle en el principio de faena para, al menos, tratar de domeñar las oleadas montaraces, los derrotes abruptos, los indómitos ataques. Tiraba con todo por encima del palillo. El hombre se colocaba para torear como si fuese bueno. Y no hubo modo. Porque no lo había. La eficacia con la espada evitó males mayores.

Un manso de libro sembró el caos en varas. Un tío que huía incluso de su sombra. Gómez del Pilar lo había esperado a portagayola. Y pasó del torero con su abanta salida. Las banderillas negras se las ahorró el presidente para mejor vez… Gómez se fajó en el prólogo de faena. Poderosos doblones de lidia antigua. Aún así se fugó. Por diferentes terrenos la encomiable apuesta torera. El toro se estiraba como para llevárselo todo puesto. Locos arreones. La vista desparramada. Cuando tuvo a Del Pilar en el punto de mira, le hizo hilo, lo persiguió, lo trajo a maltraer por la izquierda. No perdió el ánimo nunca. Hasta que lo despenó. Un sufrimiento recompensado.

De mal en peor fue la cosa. El impresantable cuarto respondió como sus moruchas hechuras hacían presagiar. Alguna tibia protesta sólo. No pegó ni una sola embestida. Rubén Pinar lo mató. Eso es todo.

Al paso salió el zancudo y armado quinto. Para continuar el muestrario de tipos y mansedumbre. De caballo a caballo otra vez. David Adalid se impuso con los palos. No humillaba el doloresaguirre. Pasaba o se metía por dentro. Empeorando la situación. Encontró de nuevo Venegas en la espada su más potente aliado

A portagayola se postró otra vez Gómez del Pilar. Sólo que ahora el toro salió con rectitud para librar la larga cambiada. El buey -¡vaya hermosura!- siguió luego a su bola. La peña todavía pedía “verlo” en el caballo. No es coña. Se arrancó como por error en el principio de faena de Gómez. Y nunca más. Corrió a tumbarse en la puerta de toriles.

ABC

Por Andrés Amorós. Mansos de hace un siglo en San Isidro 2018

Se frustra la ilusión por ver las reses de Dolores Aguirre, que siempre apostó por el toro bravo. Los de esta tarde, muy serios, bien armados, decepcionan totalmente por su mansedumbre descastada, con peligro: toros de otra época… y malos. Tiene mérito la dignidad de los tres diestros, en su única actuación, en la Feria. Se guarda un minuto de silencio por el valentísimo palentino Marcos de Celis, al que vi triunfar en esta Plaza.

El albaceteño Rubén Pinar ha triunfado repetidamente en Las Ventas y en su tierra, intenta volver a la primera línea. El primero, «Botero», supera los 600 kilos pero no está gordo, como los de los cuadros de ese pintor; empuja fuerte, en el caballo; aprieta a Miguel Martín (aplaudido muchas tardes, en esta Feria); es reservón y complicado. Rubén, gran profesional, le saca muletazos con mérito y riesgo. Aunque mata a la tercera, saluda una ovación.

El jienense Venegas demostró su capacidad aquí, hace un año, con «Gallito», un toro de Saltillo que tomó cinco varas, un torrente de bravura. El segundo embiste cruzado, va fuerte al caballo, espera en banderillas, cabecea: ¡una prenda! Venegas traga, está muy digno y sale ileso: no cabe más. Incluso a punto de morir, el toro pega un arreón que casi se lleva por delante al torero.

La pasada temporada, Noé Gómez del Pilar indultó un Victorino y, luego, confirmó su alternativa, con Fandiño como padrino. Acude a portagayola en el tercero pero el toro huye de él, del capote y de la puya: recibe sólo cuatro refilonazos (algunos piden las banderillas negras); también huye de la muleta pero el diestro se dobla con torería; aguanta las fieras oleadas aunque ha de salir de naja dos veces para evitar el percance, que bordea constantemente. Mata con decisión y saluda.

El cuarto, abierto de pitones, hace hilo, se raja a tablas, embiste con menos fiereza pero huye descaradamente de la muleta de Rubén Pinar, firme y poderoso, que apenas puede entrar a matar.

El quinto mansea, se frena, huye pero sí logran picarlo, en cinco entradas al caballo. Banderillea con mucho valor David Adalid, que saluda. Venegas le saca algunos muletazos, se justifica, aunque el toro es incierto, busca y cabecea, con los pitones por las nubes. Mata con decisión y saluda.

Vuelve a ir a portagayola y logra la larga Gómez del Pilar en el último, muy alto, huido, que se desentiende de los banderilleros. Intenta provocar la embestida pero el toro no tiene un pase y acaba echándose. Ha de entrar a matar en la misma puerta de toriles. Triste final de una triste corrida.

He hecho la crónica toro a toro, como en el siglo XIX o a comienzos del XX, porque estos toros parecían los de aquella época, cuando salían malos. Lo único bueno de la tarde ha sido la digna actuación de los toreros, los de oro y los de plata; también, que no haya habido percances, aunque hemos pasado momentos de verdadero miedo. Lo demás, para olvidar. No me gusta ese toro aborregado que tantas tardes vemos, pero tampoco éstos, mansos de otro siglo, huidos, peligrosos, que sólo admiten la lidia sobre las piernas y matarlos; con ellos, no cabe el toreo estético que hoy se exige.

Postdata. El Madrid, como Mussorgski, conoce ya «la gran puerta de Kiev». Algunos de sus futbolistas también han toreado. El sevillano Montalvo dio tantas manoletinas que desacreditó (por desgracia, temporalmente) ese muletazo. También intervino en tentaderos Gento, «la galerna del Cantábrico». Juanito sufrió más de una sanción por escaparse a torear y, al retirarse, le cortó simbólicamente la coleta Curro Romero. Ahora mismo, Raúl es íntimo de Ponce, igual que Ramos lo es de Talavante. Cuentan que Sergio se ha atrevido a alternar en el campo, con su amigo. ¿Fútbol o toros? Los dos. No soy el único español que comparte las dos pasiones.

La Razón

por Ismael del Prado De mansos y sensibilidad

Eran casi las nueve y media de la noche. Hora anticierres de periódico. La encrucijada diaria. Cuando a «Bilbatero», sexto -cetáceo de tremenda alzada y seriedad- de Dolores Aguirre, le dio por hacer caso omiso a Gómez del Pilar y huir por enésima vez. Esta vez no solo buscó la querencia. Fue más allá. En la misma bocana de toriles, se echó. Una. Dos. Tres veces. Afligido. Cantando la misma gallina que sus hermanos -a excepción del áspero primero- en una corrida para quitarle la afición, que tuvo -ayer sí- esa sensibilidad que otras tardes le falta, al más pintado. Por ejemplo, a un Gómez del Pilar que, como siempre, volvió a dar la cara en Madrid. Mejor o peor, pero con la verdad por delante. A portagayola en ambos. Aunque sólo le pegó la larga cambiada a este último. Esa eterna vereda de miedos había recorrido ya en el tercero hasta hincar ambas rodillas frente al portón de chiqueros. De ahí, salió «Carafea», familia con solera en esta vacada. No hizo honor a tal rango este salpicado. Alto y de enorme alzada, ofensivo, enseñando las palas. Ni miró siquiera al torero y salió barbeando por los tendidos del -este año anhelado- «sol». Manso de libro complicó lo indecible el tercio de varas hasta que, con cuatro «picotazos» porque no había manera de retenerlo, se cambió el tercio de manera sorprendente. Crudo el toro, siguió sin parar quieto, manseando a su aire por toda la plaza. Gómez del Pilar se fajó con él en un comienzo añejo e inteligente por toreros doblones. Pudiendo al toro. Comprendido por el tendido, que lo aplaudió. Pero, seguía con todo su ímpetu el de sangre «Atanasio», huyendo y pegando arreones al alimón. Digno y con estoica tenacidad el toledano, lo probó por ambos pitones. Porfió tratando de arañar algo que cambie su situación, angosta en contratos, pero delante había una alhaja. Dio la cara. Hábil con el acero para quitárselo de encima pronto. Saludos.

Había roto plaza un animal hondo y con cuajo, aunque le entraban aún más de sus 604 kilos, que abría la cara, bastote de hechuras, que cumplió en varas -dos buenas varas de Daniel López- y cortó en banderillas. Pinar planteó el trasteo en los medios. Allí, el de Dolores tomó los engaños reponiendo y algo rebrincado. El manchego, a base de provocarle la embestida y consentirlo, consiguió domeñarlo. Faena de torero capaz. Hubo dos tandas en redondo en las que consiguió ligar y llegar al tendido que, sin embargo, no llegó a valorar su enorme mérito con un burel muy áspero. Aplomo a raudales. Un pase del desdén, de cartel, saliendo con torería de la cara del toro. Pese a los dos pinchazos antes de la estocada, saludó una ovación. El huesudo y feo de hechuras cuarto fue una quimera. Amplísimo de cuna, inabarcable en la muleta tanto por su arboladura como por su volumen (640 kilos). Tras dejarse pegar en el peto, se aquerenció en banderillas y ya no hubo manera de fijarlo. Ni tres le pudo ligar Pinar. Desquiciante. Cuando no se volvió al revés, huía a la otra punta de la plaza y, si no era una de esas dos… Soltaba un «gañafón» con los dos puñales que lucía. El manchego, contrariado, abrevió.

Salpicado girón, pelaje clásico en Dehesa Frías, el segundo, con caja, más estrecho de sienes y bien armado, fue toro reservón. Muy desentendido, se dejó pegar en el peto y esperó muchísimo a la cuadrilla de Venegas. Pasaron un mal rato. Midió mucho y esperó una barbaridad, obligando a llegarle mucho. De una en una, se pasó el trago. Venegas se los sacó más allá de las dos rayas y buscó suavizar su violenta embestida, siempre a arreones, apretando mucho para la querencia. Sin embargo, no hubo manera de dar estructura a la faena e incluso el de Dolores Aguirre estuvo a punto de arrollarlo en varias ocasiones. La estocada, muy baja, resultó eficaz. El quinto fue otro «prenda» de cuidado. Se emplazó en los medios y no tuvo un pase hasta que Gómez del Pilar, valiente toda la tarde, le robó tres chicuelinas y una revolera que supieron a bálsamo en pleno viacrucis. Se frenaba en seco el «cabroncete». Despavorido al sentir la puya. Adalid, por sus fueros en Madrid, expuso en dos grandes para desmonterarse. La faena, otra utopía, sin opción Venegas -certero de nuevo con la tizona- de ligar, ya no una tanda, sino dos muletazos. Desesperante. De abrirse las venas. Qué lejos de la corrida del año pasado. Qué lejos también de aquella novillada de preferia.

Madrid Temporada 2018.

madrid_270518.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)