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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

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Lunes 28 de mayo de 2012

Corrida de novillos

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: novillos de Guadaira (bien presentados y de juego desigual. Destacaron el noble y enclasado 2º y el extraordinario 5º, ambos ovacionados en el arrastre).

Alberto Durán. Palmas y silencio.

Gómez del Pilar. Saludos y oreja.

Damián Castaño. Silencio en ambos.

Entrada: tres cuartos de entrada.

Crónicas de la prensa: COPE, El País, El Mundo, La Razón, EFE, Marca, Sur.

COPE

Por Sixto Naranjo. Gómez del Pilar, oreja con regusto a triunfo grande

Cuando pasaban un par de minutos de las nueve de la noche, Gómez del Pilar abandonaba el ruedo venteño y no pudo resistirse a echar la mirada atrás. Camino de la puerta de cuadrillas, al fondo, quedaba la Puerta Grande. Una Puerta que se quedó cerrada por dos puñeteros pinchazos. Lo que pudo ser una tarde rotunda del novillero madrileño, quedó en una oreja.

Pero más allá de estadísticas, quedará en el recuerdo la completa actuación de Gómez Escorial con un lote de ensueño de Guadaira. Un primero noble y de enclasada embestida y sobre todo el quinto, “Hortensio”, un gran ejemplar que embistió con codicia, ritmo y profundidad por ambos pitones. Se echó casi al final de la faena, un espejismo, porque se incorporó y siguió todavía con celo la muleta en una postrera tanda y un final por bajo.

Gómez del Pilar no dudó en irse a portagayola en sus dos novillos. Con el segundo del festejo se mostró vistoso en un quite por lopecinas y después aprovechó la calidad en la embestida del utrero de Guadaira para construir una faena que apuntó todas las virtudes que explotaron en el quinto. Inició el trasteo de rodillas antes de trenzar dos tandas a derechas en las que ligó aunque faltó un punto de mando. Pero en cuanto Noé cogió el pulso a la embestida, surgió una deslumbrante serie, de mejor embroque, codilleando y perfectamente rematada con un pase de pecho de pitón a rabo. Los bordó estos últimos durante toda la tarde. Dos tandas más al natural, de largo trazo. Hubo menos acoplamiento en los últimos compases de la faena en los terrenos de adentro pero elevó de nuevo el listón de la emoción con unas ajustadas bernadinas. Dos pinchazos previos a una estocada rinconera dejaron el premio final en una merecida ovación saludada desde el tercio.

Pero el premio gordo estaba por llegar. Fue el quinto, un precioso novillo castaño, de perfectas hechuras. Tras la larga a portagayola, hubo toreo a la verónica del caro. Siguió por chicuelinas al paso para llevar al utrero al caballo, donde se empleó en las dos varas que recibió. Tras dos grandes pares de Fernando Sánchez y una perfecta lidia de Iván Aguilera, comenzó el sueño de Gómez del Pilar. El toro era un torrente de embestidas humilladas y rítmicas. Tras un prólogo por alto, el madrileño se echó el engaño a la zurda para bordar el toreo al natural. Dos tandas de altísimo nivel, enganchando muy adelante al novillo y soltándolo por detrás de la cadera. Como mandan los cánones, dicen. Por no rectificar hubo un desarme. No importó, en redondo volvió a tirar, templar y mandar en dos series que levantaron el unánime clamor de Las Ventas. Ahí se echó el novillo, que tuvo todavía fondo para perseguir la muleta de Gómez del Pilar en otra tanda y en un final por bajo. Con la Puerta Grande entreabierta, pinchó antes de agarrar una estocada desprendida. Oreja de ley, con regusto a triunfo grande que tendrá que llegar para Gómez del Pilar con estas armas mostradas.

Menos suerte tuvieron con sus lotes Alberto Durán y Damián Castaño. Durán volvía a Las Ventas por tercera vez en esta temporada. El novillero revelación del comienzo de año en Madrid sorteó un lote muy soso. Su primero terminó sin vida y con el que sólo pudo estar valiente y poniendo la sal que faltaba a su oponente. Y con el cuarto se mostró firme ante un toro que soltó mucho la cara y acabó muy a menos.

Tampoco el salmantino Damián Castaño pudo lucir con el peor lote. Al tercero lo recibió con una larga en el tercio, pero en bruto acabó moviéndose en el último tercio con brusquedad y sin ninguna clase. Hubo firmeza de plantas para intentar tirar del novillo por abajo. Lo pasaportó de un horrendo bajonazo. Antes, había brillado con los palos David Adalid.

El sexto, más basto de hechuras, tuvo similar comportamiento al tercero. Castaño de nuevo tiró de oficio y colocación para exprimir unas embestidas broncas y deslucidas. En ambos fue silenciado.

El País

Por Antonio Lorca. Gómez del Pilar, un torerazo

Cuando el novillero Gómez del Pilar, un madrileño de 23 años llamado Noé Gómez Rodríguez en la vida civil, se perfiló para matar al quinto de la tarde tenía abierta de par en par la puerta grande porque estaba a punto de culminar la faena de la feria, una actuación completísima, magistral y pletórica de principio a fin. Porque el tal Noé toreó como los ángeles con capote y muleta; y no solo eso: expresó una entrega total, una decisión desconocida, con un pundonor y un arrojo dignos de todo elogio. Y lo que es mejor: toreó maravillosamente, con un sentido excelso del temple, embebido siempre el toro en el engaño, largos y hondos los muletazos, y remató las tandas con los más hermosos pases de pecho que imaginarse puedan.

A sus dos novillos los recibió de rodillas en la puerta de toriles. A ese quinto lo veroniqueó después con galanura, con las manos bajas, gustándose de verdad. Lo llevó al caballo en un personalísimo galleo por chicuelinas, y cuando tomó la muleta ya estaba la plaza entera expectante.

Y no fue para menos. Inició la faena por alto, y en el primer pase tuvo necesariamente que notar el calor del pitón rozándole los muslos, pero el torero ni se inmutó. Tomó la izquierda, la mano de la verdad, la de los billetes verdes, que decían los antiguos, y lo que brotó entonces fue toda una sinfonía de toreo sobrenatural. Dos naturales destacaron, de trazo superlativo; pero la siguiente tanda fue perfecta, honda, emotiva, y magníficamente abrochada con el pase de pecho. Era una delicia comprobar cómo tomaba de largo la embestida del noble y encastado novillo, y la llevaba, arrastrando por la arena la franela hasta su misma cadera en un semicírculo sin fin. Hubo un desarme, un enfado, un grandioso pase pecho y otro del desprecio que volvieron a conmover a todos.

Buenos derechazos en el tramo final, pero a años luz de la belleza de los naturales, y unos ayudados por bajo preñados de gracia y empaque.

Cuando Noé se perfiló se habían vivido unos momentos de gloria, de torería, finura y genialidad., Unos momentos de esa indescriptible felicidad que puede provocar la belleza del toreo.

Pero ya se conoce el final: Gómez del Pilar falló y se cerró la puerta. Su enfado fue monumental, solo comparable a la decepción de los tendidos, que habían rugido de gozo y ansiaban la culminación de aquella obra de arte.

Todo eso ocurrió ante ese magnífico novillo quinto, pero vean lo que ocurrió en el segundo: lo esperó de rodillas en toriles y el animal le robó el capote. Se lució en un quite por zapopinas, brindó al público y volvió a hincar las rodillas para pasarlo con la mano derecha. Ya inhiesto, lo muleteó con soltura por derechazos, y esa primera tanda la cerró con un pase de pecho de pitón a rabo, a cámara lenta. Una auténtica maravilla. Y no acabó ahí la cosa: continuó por naturales, siempre cruzado y la muleta plana, y cerró la historia con unas bernardinas y otros dos de pecho del mismo tenor que los tres anteriores, pues fueron cinco en total, a cual mejor, en la más pura esencia del pase de pecho y no del sucedáneo que hoy se prodiga. Mató mal de nuevo, pero dejó una gratísima impresión en la plaza.

En fin, que hay que tragar muchos pestiños para disfrutar una tarde; y lo de ayer fue muy gordo. Este Noé tiene madera de torero grande; aunque deberá afilar la espada, por la cuenta que le trae.

Le acompañaron Alberto Durán, que no tuvo la suerte de cara, y se le vio tristón, a pesar de sus buenas referencias; y David Castaño, valiente y entregado, que no llegó a entenderse con su lote.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Gómez del Pilar se deja la Puerta Grande con la espada

Tercera y última novillada de San Isidro. De verde botella y azabache salió vestido Alberto Durán, que tan importantes actuaciones dejó antes de la feria y emborronó con la espada. Un novillo altito de Guadaira careció de fuerza y lo apuntó desde el capote. Durán cerró el saludo con una garbosa media a pies juntos. Lo cuidó en el caballo. Quitó por chicuelinas. El utrero ya se empezaba a quedar por debajo. Y el defecto lo acusaría más en la muleta no sin su puntito de guasa derivada de la impotencia. Imposible ligar y luego tampoco de uno en uno. Resolvió bien y también con la espada al encuentro. Como en dos tiempos. Escuchó una ovación.

Gómez del Pilar se fue a portagayola. El segundo salió muy cruzado y por poco no le arranca la cabeza en un brinco. Se llevo el capote por delante. Colorado y estrechito de sienes, montadito también. Se midió el piquero. Un quite de Gómez del Pilar por zapopinas. Serpentina y revolera de cierre. Ya era su segunda intervención con el capote tras un quite por navarras en el anterior. Para no molestar, Adrián Castaño aprovechó su turno por tafalleras. Brindó al público un enrazado Pilar, que se clavó de hinojos en cuatro redondos en los que el novillo se abría con bondad y viaje. Noé, pues es su nombre de civil, espació las series por la mano derecha: muletazos despaciosos, acodados y a la cadera. Un pase de pecho fue eterno. La mano izquierda la corrió probablemente con más largura todavía. Cerró al utrero y la siguiente ronda de naturales no resultó igual, más atropellada. Remontó por bernadinas. Pero pinchó. Perdió ya al coger hueso de nuevo cualquier posibilidad de triunfo. Que lo tuvo en la mano.

Damián Castaño recibió al castaño tercero con una larga cambiada. Tocado arriba de pitones el castaño utrero. Y por arriba tendía a sacar la cara. Lo mejor de la salutación, una media. Y de la lidia, los pares de banderillas de David Adalid. El novillo se movió con el mismo defecto en la muleta aceleradita de Damián, que empezó de rodillas también la faena, que decreció en intensidad a la par que el novillo de Guadaira de nula clase.

Subía el cuarto la novillada por trapío y, desgraciadamente, altura. Una morfología cuesta arriba. Embestía por la esclavina. Durán apuntó más de lo que pudo sacar con el capote. A la verónica y juntas las zapatillas luego. Hubo buena expresión en las dobladas del incio de faena. A su altura quiso torearlo Alberto Durán. Por la derecha tapándolo. En la segunda tanda ya se había orientado. Lo volvió a hacer. No había material para el chaval. Jamás descolgó un mínimo. Se le fue la mano a los bajos con la espada.

De nuevo se fue a portagayola Gómez del Pilar. Salió andando el quinto y el torero aguantó hasta el momento exacto. Lanceó a continuación con vuelo el capote. Y remató con otra larga cambiada de rodillas. Galleó por chicuelinas. Se empleó en el caballo el novillo, que a la salida del puyazo se pegó un volatín. Gómez quitó por chicuelinas. Fernando Sánchez, el tercero, puso un par extraordinario, muy en corto. Y repitió al fallar su compañero. Enorme. Apuntaba el torete desde que apareció. Prologó Del Pilar por alto y seguidamente el cogió la izquierda. Enganchando muy por delante la embestida. “Hortensio”, que así se llamaba el novillo, lo desarmó en una siguiente tanda. Lo que enrabietó al chaval. Volvió a torear en redondo con ese punto acodado y sabroso. De repente, el toro se echó como en una renuncia pasajera. Una pájara. Porque siguió embistiendo. Final genuflexo de Gómez del Pilar. Y otra vez la espada atravesada en el camino del chico. Un pinchazo le quitó la Puerta Grande a un tipo que sorprendió por todo y por inteligencia. Cortó una oreja. ¿No se podía haber pedido la vuelta al ruedo para “Hortensio” pese a la pájara?

Más abierto de cara el sexto, el de mayor romana. Se puso mugidor en la muleta de Castaño. Pero por el izquierdo, aun rebrincadito, perseguía la muleta. Damián cambió la mano. Y regresó y el resultado era más o menos lo mismo.

Marca

Por Carlos Ilián. Gómez del Pilar, sobresaliente con reparo

En una novillada ha tenido que ser. Cuando menos se espera. Y ayer vimos la tarde más torera en las 19 corridas que ya se han celebrado en esta larga feria. Una tarde llena de detalles de lujo como los pares de banderillas de David Adalid y de Fernando Sánchez, dos modestos pero soberbios profesionales. Y la suerte de varas ejecutada a ley por Juan Pablo Arribas. Los novillos de Guadaira, un lujo de novillada. Para rematar, un sorprendente Gómez del Pilar.

Precisamente este muchacho puso la guinda a la torerísima tarde. Desde el primer momento salió por todas. Recibió a sus dos toros a portagayola, intervino en quites con soltura y dominio de las suertes y en muchos momentos bordó el toreo en los naturales infinitos, los redondos supremos, los de pecho de pitón a rabo. Un alboroto, una gran sorpresa y ya un nombre para el futuro. Pero, ¡ojo!, no todo lo que hizo me convenció. Por desgracia en muchos momentos cita descruzado, en ocasiones a leguas marinas, colocado en la pala del pitón. para colmo ejecuta el muletazo dejando descaradamente retrasada la pierna contraria. Cuando corrigió estos graves defectos vimos un torero muy importante, que perdió la puerta grande por la espada.

Alberto Durán se llevó el peor lote, pese a lo cual demostró el buen concepto que tiene del toreo y el valor sereno que lo cimienta. El salmantino Damián Castaño estuvo por encima de su lote, muy firme, muy medido y ligó en su primero unos naturales de mérito, superando luego, con solvencia, el mal estilo del sexto.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Habrá que ratificar lo de hoy

Triunfó Gómez del Pilar, cortando una oreja, pero no en la medida que debía. Los novillos que tuvo enfrente eran de triunfo clamoroso y en ningún se vislumbró que pudiera llegar.

Se acordará en el futuro “el triunfador” de los dos novillos que le tocaron en suerte hoy. Tan pastueños, que es como decir dóciles, y a la vez con “transmisión”. Nobles y con mucha fijeza, embistiendo por abajo y repitiendo. Novillos muy claros.

Y no estuvo mal Gómez del Pilar, no obstante, dado que las mismas ausencias que tuvieron sus dos faenas pueden ser achacables al arrebato que se le supone y se le exige a los novilleros.

En los dos se fue a la puerta de chiqueros resolviendo en ambos casos el lance algo apurado. La primera faena tuvo un prólogo de rodillas, corriendo la mano por la derecha con mucha suficiencia, casi como si estuviera de pie. Ya en la vertical los mejores momentos fueron también por ese pitón.

Lo malo fueron dos “giñás”, como se dice en la jerga, cuando citó al natural, quitándose sin venir a cuento. Una manera de poner en duda su propio valor. Faena claramente a menos a pesar de unas emotivas bernadinas finales. Tampoco funcionó la espada. Y el novillo está todavía embistiendo, según frase que define la calidad de sus embestidas, además por los dos pitones.

Algo parecido en el quinto, que perdió fuerzas por el quebranto de un volatín a la salida del primer puyazo, pero que así y todo llegó a la muleta con gran son.

La faena tuvo ciertas desigualdades, desarme incluido. Y aunque se vivieron momentos de auténtico frenesí, el conjunto fue más pinturero que profundo. Por eso, y por el pinchazo previo a la estocada, le dieron sólo una oreja y no las dos que el novillo llevaba prendidas con alfileres, fáciles de cortar.

A medias, como los dos novillos que tuvo enfrente, se quedó Damián Castaño. Cuajó un buen recibo a la verónica en el tercero, pero no se entendió plenamente en la muleta. El novillo, aún moviéndose de acá para allá, no tenía una embestida clara, no acababa de ir metido en el engaño. Tampoco Castaño acertó en la colocación, dejándose muchos pases inacabados por hacer los cites descruzado.

En el último, algo parecido, iba y venía el novillo, pero dando cabezazos. El poco poso que tuvo el trasteo fue consecuencia de la escasa aportación del astado.

Y con un lote infumable, primero y cuarto, el zamorano Durán, que tan buenos augurios despertó en anteriores comparecencias en esta misma plaza, no obstante haber fallado siempre con la espada, en esta ocasión no pasó de voluntarioso.

En el primero, cortito de embestida y rebañando por los dos pitones, fue imposible a pesar de la insistencia que puso el hombre. El cuarto también “se metía”, frenándose y sin humillar. Habrá que verle de nuevo con “material” más propicio.

Como igualmente será bueno que vuelva pronto Gómez del Pilar. Hay que ratificar lo de hoy.

La Razón

Por Patricia Navarro. Puerta grande simbólica

Gómez del Pilar se fue a la puerta del miedo, a la misma boca por la que saltan los toros de la oscuridad a la deslumbrante luz de este mes de mayo. Donde el corazón bombea más rápido. Allí se fue el novillero para demostrar que venía a Madrid con todo. Una larga cambiada de rodillas mientras el novillo respondía con un brinco, e intentos de toreo de capa. El de Guadaira tuvo grandes virtudes: mansito en varas llegó con entrega a la muleta, muy buen ritmo en el viaje y desplazándose en el engaño. Gómez del Pilar se adelantó a eso y a todo, incluso al toro. Daba la sensación de que poco importaba cómo fuera el antagonista. Había elegido el camino recto. En el centro del ruedo y de rodillas esperó las primeras arrancadas del animal, en un palmo de terreno cosió una tanda de muletazos buenos, de torear de verdad, de llevar al novillo enganchado en los vuelos de la muleta. Una vez repuesto y en pie hilvanó una serie muy bonita, encajada, soberbia de temple y en la que se permitió y le dejó el Guadaira codillear en los muletazos. Le encontró el sitio perfecto por el pitón zurdo y los naturales se sucedieron como una bella expresión del toreo. Se le veía y así llegaba al tendido, preparado y con las ideas muy claras. Actuación de novillero cuajado, que merece más tardes, mejores puestos. Y alegría de novillo bueno. Con unas bernadinas encumbró la faena que había bajado en intensidad en algunos naturales, más mironcito el gran novillo. La espada la traicionó. Y la indudable oreja. Un trofeo paseó en el quinto. Qué gran novillo fue «Hortensio». De bandera: profundidad, entrega, nobleza, largura interminable en un viaje de ensueño. Una delicia. Puso orden Gómez del Pilar en todos los tercios, en matador, en torero, y su tercero Fernando Sánchez se desmonteró. Merecido premio. Entró dos veces con la torería a cuesta y clavó en la cara y en lo alto. Gómez del Pilar se había ido de nuevo a portagayola. Lo mejor estaba por llegar. Fueron naturales monumentales. Citaba al toro a dos metros de él, lo embarcaba ahí y se lo llevaba toreadísimo mucho más allá de la cadera. Y, los pases de pecho, esos merecen punto y aparte, rematados por dentro, colmándose de toro, de embestida, disfrutándole él y transmitiendo esa paz arrebatadora que da el toreo bueno. Así, una y otra vez. No sólo quiso, también pudo Gómez del Pilar y los argumentos para volver a verle fueron inagotables. La espada no entró a la primera, y no como debería, pero la puerta grande, a estas alturas, ya era simbólica. Y el triunfo de Guadaira, una realidad. No hubiera sobrado la vuelta al ruedo a ese maravilloso quinto.

David Adalid lo bordó en el tercio de banderillas del tercero. El novillo estaba cómodo en tablas, costaba sacarle y Adalid puso la solución de peón bueno y grande: de dentro afuera clavó. Cumbre. Y se desmonteró, qué menos. A Damián Castaño se le vio la ambición desde el principio. El Guadaira no fue ni muy bueno ni muy malo: tenía movilidad sin demasiada entrega y Castaño, todo voluntad y arrojo, tuvo el don de la medida y de hacer las cosas bien. Quiso con el sexto, rebrincado y soltando la cara en esa movilidad.

Alberto Durán puso ganas con el paradote primero y difícil se las hizo pasar el cuarto, que no quiso ir a la muleta de verdad, que se movía pero frenándose, brusco para darse la vuelta. Tuvo Durán la virtud de saber poner fin en el momento exacto después de intentarlo con afán. Así fue la tarde, faenas medidas, con sentido, dos novillos de sobresaliente y un novillero, Gómez del Pilar, al que sacamos a hombros, aunque fuera de modo simbólico. Esas tardes se sueñan y se viven.

Sur

Por Barquerito. Gómez del Pilar, la sorpresa

La única de las tres novilladas del abono de San Isidro que pasó entera reconocimientos y trámites afines fue la última: ésta de Guadaira. La mejor de las tres. No pareja. Ni en hechuras ni en condición. Un quinto de calidades sobresalientes; un segundo de parecido son pero no tanto; un lindo y lustroso primero, como de porcelana, sin gas ni empeño ni fuerza ni celo; un cuarto cuesta arriba, tardo pero revoltoso, a la defensiva y, por tanto, deslucido; y un sexto sin trapío, que mugió lo suyo y no poco, y que se empleó rebotándose y resistiéndose. Sin formalidad. De modo que la suerte se repartió sin equidad. Un lote espléndido para Noé Gómez del Pilar; otro nada propicio para Alberto Durán; y dos toritos de batalla para Damián Castaño. Gómez del Pilar, inteligente y entregado, templado, capaz, preparado -pura sinceridad- no perdonó. La ocasión la pintan calva. Esos dos toros, que se fueron al desolladero toreados por extenso e intenso, y bien tratados. Sólo que el botín fue menguado: una oreja de las cuatro en juego. Cuatro pudieron ser y estuvieron a punto de serlo. No entró la espada: dos pinchazos en la suerte contraria y una estocada en el primer turno; media soltando el engaño y entera desprendida en el segundo. Y por eso fue.

Pero también hubo una exhibición de toreo de repertorio de capa y otra de toreo templado de muleta. Hubo dos esperas de rodillas a porta gayola, valerosas de verdad las dos y libradas con otras tantas largas cambiadas; y lances de buen compás para recoger y fijar a los dos novillos después de las dos largas; y alegría en los quites sin perdonar ni uno. El quite del Zapopán, en que el capote se despliega en el cite como las varillas de un abanico y el toro pasa deslumbrado y engañado; dos navarras bien voladas y dos buenas medias al entrar en turno en el primero de corrida; una larga de rodillas en el mismo anillo para rematar el saludo del quinto de la tarde, que ya tomó los capotes por los vuelos con estilo grande; un último quite por chicuelinas, tafallera y media en ese mismo toro. El repertorio de escuela -la de Madrid, por cierto- y la sensibilidad que pone la entrega; técnica asimilada, manejo seguro de telas, buena colocación, sentido de la oportunidad. Cada una de las salidas de capa se celebró debidamente.

Dos faenas pródigas

Las dos faenas fueron pródigas. Sin tiempos muertos. Sin rellenos de paja ni pausas retóricas. Por el toro siempre Noé: no a borbotones sino despejadamente. Una tanda de rodillas previo cite de largo para abrir con el segundo, y templarse; toreo enroscado por las dos manos; enganches seguros, firmeza en las reuniones, aguante suficiente. En corto o no; en línea o al hilo del pitón; pero toreo ligado y firme. Unas bernadinas que serían homenaje a su maestro de la Escuela, Joaquín Bernadó. Versión excelente de ese muletazo entre desenfadado y temerario. Todavía más redonda y abundante la faena del quinto. Le cogió el aire enseguida, y la distancia y el cómo, le bajó la mano, se lo trajo por delante y lo llevó hasta el final, y acabó toreando muy despacio por la mano derecha, y con impecable temple con la izquierda. En un solo terreno, a placer.

Venía de favorito al cartel el zamorano Alberto Durán, pero se interpuso la suerte de lote deslucido. Pájaro sin alas, el primero estaba sin fluido tras las tres banderas que abrieron faena. El cuarto se le volvió por las dos manos. Breve Durán. Arrancado y al ataque Damián Castaño en sus dos turnos. Ataque precipitado con el tercero, sin tregua; faena larga y reiterativa, una estocada en los blandos. Fácil y resuelto con el sexto, que se paró y resistió. Firmeza de novillero con ganas. Un par de detalles de toreo sevillano de escuela. Con la mano izquierda.


©Imagen: Gómez del Pilar con la oreja obtenida en Las Ventas. | EFE

Madrid Temporada 2012.

madrid_280512.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:12 (editor externo)